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¿Es
el retardo mental una característica de las razas superiores?
Jorge
Majfud
ALAI AMLATINA,
15/03/2017.- Un
día de febrero de 2017 el periodista Jorge Ramos entrevistó a
Jared Taylor,
ferviente seguidor del presidente Donald Trump y miembro
fundador de la
organización racista “American Renaissance”. Las palabras y
argumentos de
Taylor son tan antiguas como andar a pie. Lo nuevo, o mejor
dicho lo renovado,
es el desparpajo con que los racistas han salido del closet
luego del fenómeno
Trump, lo cual es el aspecto positivo de esta historia.
Arthur
Schopenhauer una vez escribió: “El que los negros hayan caído de
preferencia y
en grande en la esclavitud, es evidentemente una consecuencia de
tener menos
inteligencia que las demás razas humanas”. No vamos a decir que
los alemanes de
raza pura son menos inteligentes porque perdieron las dos
guerras mundiales, a
ver si tenemos problemas con los señores Trump y Taylor. En
cualquier caso, el
hecho de que algunos pueblos hayan caído en la esclavitud
significaría que
tienen menos inteligencia
esclavista.
El gran filósofo alemán escribía en un siglo donde el racismo se
había hecho
ciencia para justificar la toma europea del mundo por asalto. El
Diccionario de psiquiatría
de Antoine
Porot definía a la sífilis y los parásitos como “psicopatología
de los negros”
recomendando la deportación de esos seres desagradables a las
colonias
expoliadas por Francia.
Por
entonces, y aún hoy, se echa deliberadamente al olvido que
cuando el centro de
la civilización era Grecia o Roma, los rubios del norte eran
considerados no
sólo bárbaros (es decir, gente sin lengua) sino incapaces de
alguna proeza
intelectual, como libros y puentes. Y también fueron con
frecuencia
esclavizados por los europeos del sur, mientras en el norte de
África y en
Medio Oriente se desarrollaban las ciencias y las matemáticas
que aún hoy
significan la base de nuestro orgulloso progreso material. Los
algoritmos no
fueron inventados por Antoine Porot ni por el señor Taylor sino
por un persa
(no digamos iraní, por las dudas) hace más de mil años. Por no
hablar del
alfabeto de los fenicios y los números de los árabes que por
mucho tiempo la
misma Europa se resistió a adoptar por prejuicios culturales
pero sin los
cuales, incluido el imprescindible concepto del cero, ni
siquiera la llegada
del hombre a la Luna hubiese sido posible. Cuando el mundo
islámico se
convirtió en el centro de la civilización, de las artes y de las
ciencias, la
Europa de los rubios genios era gobernada por fanáticos
religiosos cuando no
por bárbaros que asolaron las ciudades más desarrolladas de su
tiempo. No por
coincidencia algunas tribus dieron sus nombres a la violencia
bruta, como los
vándalos.
Aquellos
pueblos de gente tan bonita eran atrasados en muchos aspectos,
menos en su
eficiencia para destruir y conquistar. Lo mismo podemos decir de
civilizaciones
avanzadas de Mesoamérica, con ciudades futuristas en comparación
a las sucias y
malolientes capitales europeas de la época, aunque no tan
avanzadas en el arte
de matar, destruir y conquistar. Por las mismas razones siempre
se insiste en
la brutalidad de los rituales de los aztecas, cuando por la
misma época la
Inquisición torturaba y quema vivos por miles a disidentes y
herejes al tiempo
que los nuevos europeos comenzaron a nombrar extensas zonas como
África, otrora
centro de otras civilizaciones que por miles de años fueron la
vanguardia del
progreso intelectual, como “Barbaria”.
Hoy
Europa, con derecho, puede estar orgullosa de su nivel de
civilización, tanto
material como social, mientras otras regiones del mundo, alguna
vez cuna de la
razón y el humanismo, se ven sumergidas en el caos y la
esclavitud moderna. No
obstante, ¿quién podría decir que todos esos cambios se debieron
a cambios
genéticos en los pueblos?
Pero
también hoy el crédito moral de la mala conciencia de Europa
tras la Segunda
Guerra mundial comienza a agotarse. Los setenta años de
progreso social y
económico también. Del otro lado del Atlántico, la mala
conciencia del racismo
estadounidense ha salido del closet después de años de
sofisticadas
simulaciones.
La idea de razas es
básicamente una
construcción cultural. Podemos ver y concebir algunas
diferencias entre un
negro y un blanco como entre una mujer y un hombre. Dejemos de
lado la
problemática de la construcción de géneros y veamos que las
supuestas razas son
clasificaciones arbitrarias de hecho: en Estados Unidos se
segregaba a los
irlandeses por pelirrojos al límite de no permitirles acceder a
determinados
servicios o simplemente se los asesinaba por cualquier motivo.
El odio de los
primeros blancos hacia los nuevos blancos debía ser tan intenso
como que el que
alguna vez encontré en África entre miembros de distintas etnias
por
diferencias que yo no era capaz de percibir. Hoy en día muchos
de esos
supremacistas blancos son descendientes de aquellos irlandeses o
polacos o
italianos perseguidos y odiados por sus “razas”. ¿Por qué no hay
una raza de
ojos celestes y otra de ojos negros? Etc.
Pero
vayamos al argumento ético sobre las inteligencias.
Hace
años, Charles Murray y Herrnstein hicieron algunos estudios
sobre “ethnic differences
in cognitive ability”
mostrando gráficas de coeficientes intelectuales claramente
favorables a la
raza blanca. En mi juvenil libro de ensayos Crítica
de la pasión pura, escrito en una aldea de África en 1997,
anoté una
observación sobre estos estudios: “supongamos que un día se
demuestre que hay
razas menos inteligentes (y que se defina exactamente lo que
quiere decir eso
de “inteligencia”, sin recaer en una explicación escolar o
zoológica). En ese
caso, las creaturas deberán estar mejor preparadas para la
verdad. Esto quiere
decir que debemos esperar que las razas se traten entre sí como
si no
estuviesen unas por encima de otras sino en la misma superficie
redonda de Gea.
Es decir, que no se traten como ahora se tratan suponiendo una
inteligencia
racial uniforme”.
El
señor Jared Taylor, como Ginés de Sepúlveda en el siglo XVI y
todos los
racistas que han pisado y asolado este planeta, consideran que
la diferencia de
inteligencia, es decir la superioridad racial, justifica que
unos grupos
dominen sobre otros o que tengan más derechos que otros a vivir
en un país que
asumen, por razones místicas, como propiedad privada de una raza
y una cultura,
olvidando otro elemento obvio: el pasado es un país extranjero,
frecuentemente
irreconocible con un supuesto nosotros.
Aquí
surgen otras obviedades que también se echan convenientemente al
olvido:
1. No debemos olvidar que en
cualquier caso,
como lo demuestra la historia de los países y las
civilizaciones, la cultura es
el verdadero factor relevante, es decir, la inteligencia
colectiva, y no tanto
la inteligencia biológica. También podemos observar la
importancia de esta
dimensión, la cultural junto con otras como la alimentación,
etc., cuando vemos
que los test de inteligencia muestran que las diferencias entre
blancos y
negros han disminuido entre los años sesenta y noventa. ¿Alguno
de estos grupos
cambió su ADN en un proceso evolutivo ultra-exprés?
2.
Jared Taylor dice que los negros son menos inteligentes que los
blancos y los
blancos menos que los asiáticos (esta última observación es un
impuesto
argumental). Pero como está hablando de promedios, se debe
entender que en el
grupo B de los menos inteligentes hay individuos que superan la
inteligencia de
muchos otros pertenecientes al grupo A de los más inteligentes.
¿Significa esto
que algunos negros deberían gobernar a los blancos o, al menos,
tener el
privilegio de ser sus vecinos? No, por supuesto. Porque la
inteligencia es una
justificación pero a no confundirse: el odio no es hacia los
retardados
mentales sino hacia los negros.
3.
Sr. Taylor, según los famosos test de coeficiente intelectual
(IQ), yo
pertenezco al uno por ciento más dotado de la población mundial.
¿Debemos los
miembros de esta secta (bastante estúpidos e inhábiles en otros
aspectos
humanos, lo digo por experiencia aunque esa es una obviedad que
no necesita
confesión) reclamar algún derecho especial sobre el restante 99
por ciento?
¿Tal vez derecho a un voto doble? ¿A un doctorado exprés? ¿A una
promoción
automática en nuestras carreras? Bueno, si tenemos la piel un
poco oscura o un
acento extranjero, obviamente no. Si se trata de un caucasiano
racista, uno de
esos obsesionados con el tamaño del cerebro y de su pene, sí
obviamente.
4.
¿Un ser humano es un pedazo de cerebro, frecuentemente
equivocado?
- Jorge Majfud es escritor
uruguayo estadounidense, autor
de Crisis y otras
novelas.
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