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Juicio por la Verdad
Declararon sobrevivientes de El Vesubio y El Palomar
Por Secretaría de Prensa
y Difusión – APDH La Plata
(30MAYO2012) - Los jueces de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata, presidida
por el Dr. Antonio Pacilio, escucharon esta mañana a tres testigos que se
acercaron a prestar declaración testimonial en el marco de una nueva audiencia
del Juicio por la Verdad, que se desarrolla desde 1998.
Juan Alberto Giménez, ex militante de la Juventud Peronista y ex trabajador
de la empresa alimenticia Molinos Ríos de La Plata, habló acerca de las dos
detenciones que sufrió: la primera, ocurrida tres días después de la Masacre de
Pasco, en marzo de 1975, durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón; y la
segunda, en abril de 1978, dos meses antes del inicio del Mundial de Fútbol.
Después del último golpe de Estado, Giménez había
decidido mudarse a la casa de su hermano que vivía en Almirante Brown. “Una
mañana fue a acompañar a su hijo a la parada de colectivos, en la Avenida
Monteverde, y vio pasar a una hilera de personas, todos encadenados y
encapuchados, rodeados de gente armada”, relató el testigo, y agregó que su
hermano corrió hasta el domicilio para ponerlo en aviso.
El operativo irrumpió primero en la casa de enfrente,
donde vivía un médico de nacionalidad peruana, con el que Giménez realizaba una
historieta clandestina de contenido político. “En vez de panfletos políticos,
hacíamos historietas”, contó el testigo, en alusión al contexto en el que se
vivía. Según el testimonio, el médico habría sido quien lo “cantó”, pues el
grupo de tareas, compuesto por cinco personas, entre las que había un coronel y
un médico, se dirigió de inmediato a la casa de los Giménez.
-¡Ése es! -señaló
al testigo uno de los hombres que vestía de fajina, luego de ingresar al
domicilio.
A Giménez lo sacaron de inmediato de la casa y lo
pusieron en el piso de la parte trasera de un auto, para llevarlo a lo que
supone que se trató del centro clandestino conocido como El Vesubio. “Fuimos
todo por Ruta 4, luego me ingresaron a un lugar donde me seguían pegando y después
a una habitación, en la que me pusieron un grillo en cada mano, que se
enganchaba en una pared”, contó, y precisó que podía ver por debajo de la venda
que le tapaba los ojos.
“Habrán pensado en que estaba desmayado de dolor,
hasta que apareció un guardia, al que reconocí por los borceguíes y el pantalón bombachudo, quien me sacó uno
de los grillos y me trajo un tarro de duraznos para que hiciera mis necesidades”,
continuó Giménez. Y sobre las torturas que sufrieron los otros detenidos,
puntualizó en el caso del médico peruano, quien también estaba allí cautivo “con
la lengua dura, propia de la corriente eléctrica”.
-Yo lo único que dije fue lo de la historieta -le explicó.
Giménez advirtió los interrogatorios ininterrumpidos
que había durante el día y la noche, que eran llevados adelante por el coronel
y el médico. “A mí me reventaban a palos, yo me daba cuenta de que no tenían
nada más que preguntarme, pero en cualquier momento podía saltar mi militancia
barrial y en Molinos Río”.
-Vos te vas a ir negro, esto es una guerra -le dijo una vez un guardia.
Pero la libertad se demoró un poco más.
“Una mañana vino el médico, me hizo cerrar los ojos, porque
además de ser el que decía que aguatábamos (las torturas), también tenía compromiso
con el interrogatorio, preguntaba”, sentenció el testigo.
-¡Cerrá bien fuerte los ojos! ¡No se te ocurra
abrirlos!- lo amenazó el médico,
mientras le sacaba la capucha, durante un supuesto intento de reconocimiento.
Los jueces insistieron en algún nombre o apodo de los
compañeros con los que Giménez compartió cautiverio, y él preciso los
siguientes: El Gordo José, La Negra de Quilmes, La Gorda Pocha y Bigote de
Pasco. También refirió a un joven de 14 años, oriundo de Quilmes, a quien le
habían desaparecido a sus dos hermanos.
El único dato fehaciente de la liberación del testigo
es su cédula de identidad, la que tramitó al día siguiente que lo soltaron, el
24 de abril de 1978, puesto que “en esa época no se podía andar sin documentos”.
Vos podés, tortuga, vos podés
Luis Alberto Roche declaró en segundo lugar por su propia desaparición y la de su pareja,
Carmen Noemí Paniagua, junto a quien fue secuestrado en la pensión donde vivía,
el 18 de septiembre de 1978, mientras miraban un partido de fútbol por televisión.
“Yo había venido a estudiar ingeniería química en
1973, épocas de mucha militancia universitaria”. Así se presentó el testigo, ex
militante de la Juventud Universitaria Peronista.
El operativo de secuestro estuvo ejecutado por un
grupo de personas vestidas de civil que, empuñando armas largas, preguntaron
por “Tortuga” y “Piojo”, los apodos por los que eran conocidos Roche y
Paniagua, respectivamente. “Nos pusieron algodón en los ojos y vendas que
hicieron con mis propias sábanas”, relató el testigo, y añadió que “con ‘Piojo’
nos subieron a una camioneta donde había más gente, porque había estado de gira”.
Según el testigo, habrían sido trasladados al centro clandestino conocido como
El Palomar.
“Una vez allí nos pusieron contra la pared, nos
esposaron, y a mi me ataron a un elástico que había en una habitación, donde me
dijeron que en ese lugar no tenían que rendirles cuentas a nadie, que si yo vivía
o no lo decidían ellos, porque eran los que mandaban”, recordó Roche entre
sollozos, además de precisar que las sesiones de preguntas eran individuales,
incluyendo torturas físicas.
El testigo mencionó al “Gordito Daniel”, un joven que
comandaba a un grupo de chicos de la calle, a quienes los estudiantes que asistían
al comedor universitario les regalaban las frutas del menú, a la salida del
edificio. “De los cuestionarios, todos volvían golpeados, llorando y puteando
al Gordito, que estaba presente (en las sesiones de torturas) sentado en una
silla, respondiendo sobre las tenencias de armas, en referencia a quienes
estaban siendo interrogados”, agregó.
A Roche, por su parte, lo picanearon en los pies, los
testículos y el pecho: “Al principio, yo no gritaba ni nada, me decía ‘vamos
que podés, vamos que podés, vamos que vos sos mejor que ellos”.
-¿Así que te la aguantas? -lo desafió su tortuador- ¡Subí una punta más que
lo vamos a hacer freir!
Le dieron más y ahí gritó.
La abogada de la APDH La Plata, Alicia Peralta,
preguntó a su turno cómo sabía que el lugar donde Roche y su pareja
permanecieron detenidos se habría tratado de El Palomar. “Quedaba a una hora y
media de La Plata, era una casa-chalet, se escuchaban marchas de algún pelotón
de solados y un ruido de tren, aunque lejano”, describió el hombre.
La liberación se produjo el 2 de octubre de 1978 en
Florencio Varela y comprendió al mismo grupo que había sido detenido dos
semanas antes, a excepción del “Gordito Daniel”.
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