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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Tinkunaco 1.391/19 - Revista El Emilio - AQUELLOS “MAESTROS NORMALES NACIONALES” CON FORMACIÓN INTEGRAL

AQUELLOS “MAESTROS NORMALES NACIONALES” CON FORMACIÓN INTEGRAL


San Fernando del Valle de Catamarca, Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, Educación, de nuestra redacción.


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FOTO MIA
Por Victor Leopoldo Martinez
Hoy es un día muy especial para quien esto escribe tal como lo manifesté en una nota escrita para el diario local ELESQUIU.COM.             (ver https://www.elesquiu.com/correoyopinion/2019/9/11/ser-maestro-334478.html )
En 1969 y con nuestra promoción terminó el Normalismo. Fuimos los últimos Maestros Normales Nacionales; un titulo de “enseñanza media” que hasta aquel entonces habilitaba incluso para ser docente de ese ciclo. Hoy. aquel “normalismo” ya es historia.
Pero en este momento prefiero correrme de mi profesión y volver con mi memoria al noble oficio de haber sido Maestro, esa etapa de mi vida que mis padres me regalaron con mucho sacrificio para que cosechara las primeras y bellas experiencia humanas que un adolescente puede incorporar en una cursada secundaria.
Quiero refrescar –rescatando de mi memoria- escenas, sentimientos, actitudes, gestos, de profesores y compañeros que por lo menos en mí aparecen como marcados a fuego,
De aquellas 2 divisiones –“A” y “B”-, a mi me tocó la suerte de estar en la de los atorrantes e incorregibles: el “A”. De los 75 maestros de aquella promoción, hoy solo quedamos en este mundo 55. Los demás estarán, me imagino y espero, junto a tatita Dios.
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Junto a mis compañeros, este año cumplimos 50 años de aquel ultimo día de clase secundaria de fines de noviembre del año “69” dónde en el salón de actos de nuestra querida Escuela Normal de Maestro Nº 1 “Fray Mamerto Esquiu” de esta Pcia. de Catamarca, escuchamos las palabras de despedida leídas por el inolvidable Prof. Domingo Tua, de manera entrecortada por la emoción que lo embargaba en ese momento, emoción que le impidió terminar de leer. Allí estaban, autoridades del establecimiento y familiares, entre ellos mis padres y mi querida abuela Aurora quien no se iba a perder el acontecimiento de ver a su primer nieto Maestro. Al momento de entregarme el diploma y sin que nadie la autorice, aquel bello ser enfilo por el pasillo central para estrecharme en otro de esos abrazos llenos de amor que solo ella brindaba. Así de hermosa era mi abuela.
Todos ellos nos acompañaron y entregaron el titulo de Maestro Normal Nacional; éramos el último eslabón de la era normalista que sostuvo con educación el engrandecimiento de este país.
De aquella promoción muchos tuvimos la suerte de continuar estudiando en universidades, en algunos casos –el mío y seguramente en otros- a costa de no pocos sacrificios. Tucumán, Córdoba y Buenos Aires fueron las ciudades que nos terminaron dando esa posibilidad. A Dios gracia un considerable número de aquellos egresados hoy son abogados, jueces, médicos, ingenieros, contadores, periodistas con ejemplares desempeños cada una de esas profesiones.
Pero quiero volver a mis recuerdos.
En aquel día la emoción que embargaba a todos mis compañeros era muy grande; tan es así que con las palabras de Tua más el calor reinante, el “Petiso” Acuña (hoy Dr. Julio Cesar Acuña, Juez en Santa María- Dto. de esta provincia) se desmayó y lo tuve que sacar en brazos hacia el patio del establecimiento para que se recuperara. Con el “Petiso” , el “Piji” Molas (de los “maricones” del “B”), Mario “El Indio” Suarez y otros habíamos sido compañeros y compinche desde que cursábamos el primario en la misma “Fray”. El “petiso”, nunca dejó de ser ese flor de turro –como el que esto escribe- pero divertido, que nos entretenía con sus ocurrencias.
A pesar que en nuestra división teníamos tipos estudiosos y brillantes –entre los cuales a Dios gracia no estaba el infrascrito- tal el caso de Mario Cesar Suarez y Luis Alberto Macor (los mal altos promedios de nuestra división), los abanderados y escoltas de la escuela y de aquella promoción pertenecían al “B” (los “tragas” y estudiosos según nuestro desfachatado modo de entender la vida y la educación).
IMG_20190911_143421Guardo en mi corazón a tipos como Luis “Lucho” Macor (Q.E.P.D.), estudiante de periodismo asesinado por un comando de derecha en la ciudad de La Plata en agosto de 1974 por el solo hecho de integrar y desplegar su solidaridad hacia los que menos tienen desde su condición de militante de la Juventud Universitaria Peronista. A Federico “el chivo” Niederle (Q.E.P.D.) un talentoso escultor en madera con quien trabajé en una oportunidad para brindarle el primer premio a nuestro colegio con aquella creación (una “radio a galena”) que presentamos en aquella Feria de Ciencia de 1968.
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Pero me quiero detener en una cuestión que terminó siendo central en mi vida: los afectos que cultivamos por aquellos años entre compañeros en esas 5 horas diarias de compartir travesuras y transgresiones propias de adolescentes.
Para nosotros la vida y la formación no estaban solamente puertas adentro del establecimiento. De aquella runfla de atorrantes de 5to año “A” formaban parte, los mencionados anteriormente, más el sargento “Chiricuta” Moreno (Q.E.P.D.), El “Paloma Duveaux, el “Loco” Cussa (Q.E.P.D.), Miguel Aragón, Atilio Chávez (Q,E,P,D,), el “Panzón” Moya, “Fito” Ahumada (Q.E.P.D.), “Rolo” Ducazón, 2 tucumanos: Sir y Arias, “Juanito” Hernández. El “Pato” Caldelari, “Chuschin” Díaz Martinez, el “Patón Buenader, el “Gaucho” Gómez (Q.E.P.D.), el “Nene” Foresi, “Cachicarne” Guaraz, el “Negro” Rivera, el “Grandote” Ortiz, Gonzalito, Ovejero, Herrera, Brizuela, Julito Gonzalez (Q.E.P.D.) y se me acabó la memoria.
Para algunos de nuestros profesores el detalle de nuestras “pillerías” nunca fue algo menor. Y nos acompañaron, no nos censuraron, nos cuidaron y con esos gestos cómplices diarios fueron inculcándonos valores asociados a la importancia del otro como persona, como ser humano, fuente de todo respeto y admiración tanto en sus grandezas como en sus miserias; porque eso también formada parte de nuestro aprendizaje, algo que servía para introducirnos en los fundamentos de una convivencia sana; la tolerancia. Con esos gestos docentes comenzamos a entender el significado de lo que es la solidaridad, el compañerismo, la entrega desinteresada, el acompañamiento en las malas y el festejo en las buenas Entonces cómo no recordar las enriquecedoras charlas que nos daba en nuestras horas libres “Tito” Córdoba (Vice del colegio y Prof. de Historia de la Educación), las lecciones de vida del “Vampiro” Martinez (mi viejo), los “1” que nos encajaba la “gata” Lencina en matemática, las inigualables “clases” (por lo desopilantes) dadas por el “Quirquincho” Fernández (Prof., de historia), de las guerras a “sesasos” (de vaca) en las clases de anatomía con la Profesora Murúa mientras atónita nos miraba e intentaba seguir dando clase.
Sí. En realidad éramos un club de verdaderos delincuentes y “facinerosos” como le gustaba llamarnos de manera cariñosa ese brillante ser que fue nuestro Prof. de música a quien llamaban “el chuscha” Valderrama (siempre llevó sus largos pelos al viento como los grandes de la música clásica). En términos comparativos y en relación a travesuras, los estudiantes de hoy son unos nenes de pecho a la par de nuestras insensateces. Pero todos y cada uno de aquellos profesores habían detectado que nuestra terribles travesuras nunca fueron mas allá de eso ni había maldad alguna en ellas; que en el fondo éramos buenos pibes; que muchas de nuestras reacciones tenían alguna razón de ser tanto sea por cuestiones personales, familiares y sociales como de respuesta grupales para con aquello que sentíamos injusto. El trato despectivo que llegamos a recibir por ejemplo, de aquella profesora que recibió el mote “Chamaca” Correa (animales, bestias y energúmenos eran los calificativos que usaba para tratarnos), y nuestra posterior reacción de no asistir a sus clases hizo que las autoridades del establecimiento tomaran carta en el asunto para que ese trato llegara a su fin.    Tua en sus palabras de despedida lo aseguró; “Estamos frente a la peor promoción en conducta que haya pasado por la Fray, pero la más brillante y admirable promoción de maestros que en valores humanos haya producido este establecimiento. Eso era lo que nos interesaba, lo que nos importaba conseguir de ellos, nuestra aspiración como sus docentes”.
Cómo no recordar el afecto y la paciencia que nos dispensaron celadores como la bella Elsita Palacios, el fantástico “Lulo” Ovejero, Tomassi, “Yito” Nieva, el “flaco” Franklin Martínez.
Pero sería aun más injusto de mi parte no referirme a los compañeros que hicieron PATRIA como docentes rurales. Es ahí donde encontré las muestras más elocuentes que expresan adecuadamente aquella formación recibida. Uno de esos ejemplos fue el hermoso gesto de no pocos compañeros para con el querido Julio Argentino “El Negro” Flores y entre los cuales destaco a Carrizo, Caldelari, Diaz, Acuña, Lopez, Rivera… y perdón si me olvido de alguien Tomaron la iniciativa de ayudarlo en su tarea docente llevándole material de construcción y equipamiento para mejorar el establecimiento educativo donde el negro trabajó como maestro rural durante 30 años (Punta del Agua- Dto. Tinogasta). Otros que honraron nuestro “oficio” docente fueron Fernando Oscar “Chancalay” Salcedo ejerciendo junto a su padre en el impenetrable chaqueño, el “Negro” Molina en la Patagonia, “Nene” Jalil en diferentes escuelas rurales en lugares inhóspitos de nuestra provincia; y el “Cuchi” Di bárbaro en Salta. Hasta ahí llegan mis conocimientos e información.
Con Eduardo Molas y en nombre de toda la promoción “69”, en el año 2017 le entregamos en una humilde ceremonia unas plaquetas recordatorias tanto a Flores como a Salcedo.
Con aquel gesto de gratitud para con la tarea docente desplegada por estos dos grande compañeros y verdaderos patriotas, creo que hicimos honor a las enseñanzas de aquel sabio profesor de Pedagogía y Didáctica que fue Domingo Tua quien grabó en mi corazón aquel convencimiento suyo que trató de transmitirnos: “El hombre como parte de la naturaleza, junto a ella, siempre serán nuestros mejores maestros. Si uno no percibe, no siente la belleza presente en ese hilo de agua que baja de la montana, difícilmente podrá saber cómo transmitirlo. Entonces jamás podrá ser maestro. Mejor que se dedique a otra cosa.”  

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