Hechos de distinta duración confluyen en la apasionante y contradictoria actualidad colombiana, determinante
para el porvenir de una región que se ha definido a sí misma, desde los
diferentes espacios de integración regional, como un territorio de paz.
En primer lugar, las históricas relaciones carnales con la geopolítica contrainsurgente de los Estados Unidos sostenidas por las élites locales desde hace un siglo.
Por otra parte, el ciclo de ascenso de la movilización popular que
conecta los últimos paros agrarios, las mingas indígenas, las protestas
durante la pandemia y el estallido social de abril del 2021 que puso a
un país, por lo general blindado por las grandes corporaciones de
prensa, en el foco de atención de la opinión pública regional y los
organismos de derechos humanos internacionales.
En tercer lugar, los Acuerdos de Paz de La Habana
y el fin de un ciclo de confrontación entre las FARC-EP y el Estado
colombiano de más de medio siglo de historia que no implicó, sin
embargo, el fin del conflicto interno armado.
Por último, el actual ciclo electoral y
las posibilidades inéditas de que una coalición progresista, el Pacto
Histórico, y el binomio conformado por Gustavo Petro y Francia Márquez,
puedan alcanzar la presidencia y la vicepresidencia de la República. |
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