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domingo, 12 de enero de 2025

Tinkunaco 0025/25 - Arrabal Jurídico - NEOFACISMO - LA PARADOJA DEMOCRÁTICA - LAS PREGUNTAS QUE NO ESTAMOS HACIENDO. POR: GIUSEPPE COCCO, MURILO CORREA y ALLAN DENEUVILLE

 

NEOFACISMO - LA PARADOJA DEMOCRÁTICA - LAS PREGUNTAS QUE NO ESTAMOS HACIENDO. POR: GIUSEPPE COCCO, MURILO CORREA y ALLAN DENEUVILLE

 




 

LA PARADOJA DEMOCRÁTICA. LAS PREGUNTAS QUE NO ESTAMOS HACIENDO

 

--- Por GIUSEPPE COCCO  (Doctor en Historia Social, Universidad Paris I /Panthéon-Sorbonne, docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro, editor de la revista Lugar Comum, autor de Trabajo y ciudadanía, Dopo la mareaNew Neoliberalism and the Other: Biopower, Antropophagy and Living Money, con Bruno Cava, GlobAL. Biopoder y luchas en una América Latina globalizada, con Toni Negri, entre otros).

--- MURILO CORREA (Profesor asociado de Teoría Política de la UEPG, donde coordina el Laboratorio de Teoría Social, Teoría Política y Postestructuralismo -Labtesp-, investigador asociado de la Vrije Universiteit Brussel, Bélgica e investigador y profesor visitante de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Realizó estudios posdoctorales en Teoría Política y Jurídica -VUB- y Ciencias Sociales, UBA; Profesor permanente del PPG en Derecho, UEPG; Doctor -USP- en Filosofía y Teoría del Derecho: publicó Odio a la Ley)

--- ALLAN DENEUVILLE (profesor de Ciencias de la Información y la Comunicación de la Universidad Bordeaux Montaigne, en Francia, y vicepresidente de Relaciones Internacionales del SFSIC)

 

 

Mientras todos ofrezcan respuestas a las causas de las victorias de la extrema derecha, ganarán y seguirán ganando. Para desviarnos del futuro que nos depara esta tendencia, deberíamos plantearnos mejores preguntas.

 

En el catálogo de respuestas ya preparadas sobre la rotunda victoria del trumpismo , se dice que la socialdemocracia, atrapada en su espejo Narciso, ya no puede ver a las clases populares, a los obreros y las desigualdades sociales.

 

De hecho, los demócratas serían el sistema mismo: la casta cosmopolita que se enfrenta a una nueva extrema derecha que, eso sí, logra ser auténtica, sexy y antisistema. El hecho es que afrontar el irresistible surgimiento del fascismo es un desafío de largo plazo para el que todavía no tenemos fórmulas generales.

 

Para diferenciarlo del fascismo histórico, inspirado en un término de Daniel Bell popularizado más tarde por Fareed Zakaria, algunos analistas han preferido llamar a sus gobiernos “ democracia antiliberal ” o “neofascismo” –como propone el historiador italiano Enzo Traverso.

 

Entre todos ellos, nos queda el historiador del fascismo Robert Paxton, quien definió MAGA (Make America Great Again ) como “[Un movimiento que] surge de abajo hacia arriba de manera muy preocupante, y esto es muy similar al fascismo original.”

 

Acabamos de ver que el sistema de frenos y contrapesos, tímidamente constituido, no es suficiente, y que la timidez institucional de la lucha contra Trump, que tuvo lugar en los cuatro años posteriores al intento de toma del Capitolio el 6 de enero de 2021, tampoco fue suficiente. La lección que aprendemos de esto es que la democracia necesita ser potenciada exponencialmente en todos sus niveles. Es mejor correr el riesgo de llevar la lucha jurídico-legal contra el fascismo hasta sus últimas consecuencias que dejar las armas a disposición de los nuevos tiranos, como ya anuncia la formación del nuevo gobierno de Trump.

 

Pero la lucha por la democracia debe adoptar otras formas además de la representativa. Es lo que ocurrió con el desarrollo del levantamiento de Minneapolis en la elección de Joe Biden, con la derrota electoral de Bolsonaro en Brasil, y lo que sucede en la relación virtuosa que la resistencia ucraniana puede tener con la recomposición política –todavía precaria, pero real– desde Europa.

 

No importa cómo se le llame, el fascismo de nuevo tipo es el síntoma de una crisis grave, pero eso no significa que sea una “respuesta equivocada a demandas justas”.

Muy al contrario, su tremendo éxito radica en la negación de los enigmas que enfrentan nuestras sociedades.

 

Fue Sigmund Freud quien afirmó que “la negación es una forma de tomar conciencia de lo reprimido; de hecho, ya es un levantamiento de la represión, pero naturalmente no una aceptación de lo reprimido”.

 

En nuestro caso, la negación no sólo afecta a contenidos que preferiríamos reprimir, sino que también alcanza paradojas materiales que no nos atrevemos a enunciar.

 

Esto ocurrió durante la pandemia y hoy se manifiesta “al cuadrado” ante la crisis climática, la emergencia militar del llamado “eje de resistencia” (ChinaRusiaIrán y Corea del Norte), el cada vez más importante papel de los flujos migratorios y del surgimiento de una propuesta totalitaria global que ya tiene una guerra a la que considera propia.

 

Contrariamente a lo que se podría pensar, al ver todos los estados pendulares estadounidenses tornarse rojos (el color de los republicanos), la elección de Trump no fue el resultado de una inmensa movilización republicana, sino la combinación de dos fenómenos: el mantenimiento del mismo nivel por parte de Trump de los votos de 2020 y una desmovilización masiva del voto demócrata.

 

En 2020, Trump recibió 74,2 millones de votos, mientras que Joe Biden alcanzó los 81,3 millones. En 2024, Trump solo obtuvo una ganancia marginal (74,6 millones), mientras que Kamala Harris perdió más de 10 millones de votos (70,9 millones) en comparación con Biden.

 

La deriva fascista de importantes sectores del electorado que tradicionalmente se dirigieron hacia el centro político es un fenómeno global y consistente. Nuestra prioridad debe ser comprender por qué las movilizaciones democráticas vienen fracasando cada vez más.

 

En lugar de dar las mismas respuestas de siempre, debemos hacer las preguntas que no hacemos. Una de ellas es:

--- ¿cuáles son las paradojas entre las que nos movemos y cómo su formulación puede generar -no nuevas respuestas, sino- mejores preguntas sobre lo que estamos haciendo y lo que podemos hacer por nosotros mismos?

 

Proponemos aquí una primera e inacabada lista de 5 paradojas relevantes para nuestro tiempo.

 

--- 1. La democracia contra sí misma

 

Pensemos en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, en Washington, y el saqueo del Planalto el 8 de enero de 2023, en Brasilia.

 

En ambos casos, Trump y Bolsonaro emularon lo que hicieron Mussolini y Hitler, y repitieron a Vladimir Putin y Xi Jinping: designados legalmente, intentaron permanecer en el poder para siempre.

 

Quizás Trump y Bolsonaro no pudieron convertirse en tiranos porque las instituciones demostraron ser más sólidas que su determinación de cruzar el Rubicón. O, tal vez, los dos acontecimientos atestiguan que la nueva extrema derecha no necesita destruir las instituciones formalmente democráticas para permanecer en el poder.

 

En cualquier caso, el fascismo acaba de lograr –a través de medios democráticos– una segunda oportunidad en Estados Unidos. Es el fascismo que se prepara para repetir la misma dosis en Brasil. Este fascismo ya se ha convertido en dictadura en los países donde llegó al poder con retórica de izquierda: en la Venezuela chavista  y en la Nicaragua de Ortega.

 

Por un lado, las instituciones republicanas, sus dinámicas procesales y sus controles y equilibrios, son más necesarias de lo que pensábamos, pero, por otro, ya no son suficientes. Esto reposiciona el simplismo de las luchas que se dirigen contra las dimensiones autoritarias y representativas del Estado.

 

La democracia, entendida ingenuamente como “poder del pueblo”, pone en riesgo la República como forma de gobernanza y el Estado de Derecho.

 

Está claro que no faltan buenas razones para criticar al Estado. Basta pensar en los asesinatos de George Floyd en Minneapolis (2020) y Marielle Franco en Río (2018).

 

Sin embargo, las críticas deben apuntar inequívocamente al fortalecimiento y ampliación de los mecanismos democráticos y republicanos. Mientras funcionen bien casi todo se sostiene; pero cuando dejan de funcionar, entramos en el reino de la excepción, que puede reinventarlos, pero también se corre el riesgo de la destrucción definitiva.

 

2. La desaparición del Afuera

 

La segunda paradoja se refiere al hecho de que, en el capitalismo contemporáneo, ya no hay un Afuera.

 

El capitalismo global, financiero y cognitivo, incluye a todos y al planeta entero. Marx llamó a este proceso “subsunción real”.

 

El nombre que recibió este fenómeno más recientemente fue “antropoceno”. Sin embargo, esto sucede a través de la modulación de fragmentos, singularidades o “dividuos” en las sociedades de control[1], y ya no a través de la homogeneización de las masas en las instituciones de concentración de la sociedad disciplinaria.

 

No habría sido necesario esperar a la llegada de los trabajadores de aplicaciones para hablar de trabajo fuera de la relación salarial, es decir, dentro de la propia producción de subjetividad. Ya sea que esto suceda en la transformación de la informalidad masiva como un residuo del subdesarrollo en el horizonte de la propia modernización, o en el algoritmo que modula en tiempo real todas las dimensiones de nuestras vidas –que, a su vez, informan a los algoritmos–, esta es nuestra condición.

 

Decir que ya no hay un afuera significa decir que el afuera y el adentro se mezclan y circulan, exactamente como circula la violencia en las afueras de Brasil, donde no se sabe –en la demostración completa que es el infame asesinato de Marielle– quién es la policía y quién es la milicia que ya nos gobierna.

 

El fascismo no es más que la construcción del afuera “desde adentro” que ofrece la figura clara (y falsa) de un enemigo proveniente de una exterioridad sólo imaginada: el migranteChinael comunismoel wokismo.

 

Pero esta formulación de la paradoja es, todavía, sólo aparente. Tras la invasión rusa a Ucrania apoyada por China (24/02/2022), y el pogromo perpetrado por Hamas bajo control de Irán y Rusia, en el sur de Israel (07/10/2023), cuando jóvenes de origen migrante parten a las calles de las ciudades europeas para reivindicar el 7 de octubre con banderas de Hamás, a ojos de las bases electorales de la nueva extrema derecha, esto funciona como una confirmación de su teoría xenófoba del “gran relevo” y, por tanto, de la enemistad en torno a la cual se organizan estos movimientos mortíferos.

 

Los desafíos que enfrenta la Unión Europea son un emblema de esta complejidad. Necesita permanecer unida, apoyar a Ucrania –muy probablemente, sin la ayuda de Estados Unidos–, luchar contra el antisemitismo sin respaldar la islamofobia.

 

Se trata de una dinámica vertiginosa que, cada día, resulta más difícil de afrontar. Esta complejidad aparece claramente en los intentos del gobierno de Lula de normalizar la situación venezolanaMaduro, aliado de PutinChinaIrán y Corea del Norte, comenzó a utilizar los mismos argumentos que los bolsonaristas contra el sistema electoral brasileño.

 

Mientras tanto, Rusia y Turquía controlan las principales rutas migratorias (a través de Siria y el Sahel africano) hacia Europa, donde las variaciones en el flujo de inmigrantes y refugiados ya se están traduciendo en nuevos aumentos de los resultados electorales de la nueva extrema derecha.

 

Ésta, a su vez, aliada de Putin, alimenta tanto el antisemitismo como la islamofobia. Los fundamentalismos islámico y judío se enfrentan en Medio Oriente al mismo tiempo que alimentan las próximas masacres de musulmanes y judíos en todo el mundo.

 

A su vez, el cierre de fronteras y las deportaciones masivas de migrantes que llevará a cabo Trump 2.0 inundarán América Latina con un aumento de las tensiones sociales que hicieron del gobierno de Bukele un “éxito” en El Salvador .

 

Las gentes de izquierda que se mantiene “pura” también sueña con un exterior. Aplican viejos esquemas de la década del ‘70, o incluso más antiguos, al conflicto palestino-israelí. En ese momento, la lucha palestina era una lucha de liberación nacional. Hoy en día, organizaciones como Hamás son fundamentalistas religiosos que luchan por la implementación de una teocracia sin dejar de ser funcionales al sub-imperialismo regional y teocrático de Irán.

 

Esta narrativa se vuelve explícitamente delirante cuando grupos como “Queers for Palestina” aplauden a sus torturadores actuales o futuros. Sin embargo, lo mismo ocurre en Israel. Mientras tanto, el gobierno de Netanyahu se apoya en la deriva mesiánica y fundamentalista de la extrema derecha israelí que ataca diariamente a la población de Cisjordania, demostrando que el fascismo siempre viene desde dentro –incluso si su narrativa está organizada en torno a enemigos “externos”.

 

Esto explica por qué los mismos izquierdistas que dicen odiar a Trump, aman a Putin y, desde un punto de vista que se pretenda democrático, ambos no podrían estar más cerca. Hay algo perversamente cínico en el espectáculo de la extrema derecha fascista utilizando una retórica de izquierda. Por ejemplo, en la movilización de la bandera de los derechos humanos en la cumbre de los BRICS en Kazán o en la recolonización de África por parte del grupo mercenario ruso Wagner, como en otras Rutas de la Seda chinas, en nombre de lo “descolonial”.

 

La guerra de alta intensidad desatada por Rusia contra Ucrania, con el apoyo de ChinaIrán y Corea del Norte, va de la mano de la construcción del “afuera” desde las entrañas del fascismo.

 

Así como el Muro de Berlín sirvió para contener a los alemanes orientales que querían huir hacia Occidenteel muro de Trump quiere contener a latinos, africanos, asiáticos (los “alemanes orientales” de hoy), que quieren huir hacia el Norte o hacia el Oeste. Las dificultades en Europa y Estados Unidos, a veces celebradas con avidez, no sólo no conducen a los países sudamericanos a una mayor expansión democrática, sino que producen el efecto contrario.

 

Como dijo George Orwell: “Uno de los pasatiempos más elementales del mundo es denigrar la democracia. Un joven de 16 años puede criticar la democracia mejor que defenderla”. Hoy, sin embargo, es imprescindible defenderla y, para ello, reconstituirla.

 

3. Anti-pro-sistema

 

La tercera paradoja se refiere a la noción de “sistema”. Esta idea tiene su origen en la cibernética de la década de 1950 y fue aplicada como clave para explicar el funcionamiento de sociedades complejas por Niklas Luhmann.

 

Cuando Ernesto Laclau la revisó a partir de su experiencia de la esquizofrenia de la derecha y la izquierda peronistas , fue para dar forma a su teoría del “populismo de izquierda” como “política antisistema”.

 

La noción laclausiana de “populismo de izquierda” terminó afirmándose en el reflujo de los levantamientos democráticos que comenzaron con el ciclo de la Primavera Árabe en 2011, continuaron en Brasil en junio de 2013 y alcanzaron su punto máximo con la “revolución de la dignidad” en Plaza Maidan, en Ucrania,en 2014.

 

En Brasil, poco después de la reelección de Dilma Rousseff, atribuimos la incapacidad de crear nuevos espacios institucionales a las fuerzas de izquierda (el PT). Los síntomas de esta incapacidad fueron, en uno de los polos ideológicos, la retórica antineoliberal blandida contra la candidatura de Marina Silva en 2014, y en el otro, la legitimación de explicaciones “estructurales” y la autofagia identitaria del “lugar de enunciación” –en paralelo, por supuesto, con el oportunismo más flagrante.

 

El hecho es que el levantamiento de 2013 no logró cristalizar ninguna dimensión expansiva de la democracia, y el espacio que dejó vacío, después de la restauración por parte de la izquierda, quedó a merced de las manipulaciones de la extrema derecha.

 

Es en España donde, sobre el cadáver del 15M , nació Podemos como una operación montada fuera del movimiento callejero y dentro del populismo venezolano e iraní.

 

En común con este último, tiene la captura de los temas de la democracia real por narrativas antidemocráticas, organizadas en torno al reduccionismo contra las “castas”, “el sistema” y la esencialización de “Occidente”.

 

De la misma manera que el populismo incorpora el terreno de la demagogia, las nociones de “casta” y “sistema” reemplazan cualquier enfoque en términos de la composición social del trabajo. No sería difícil, por tanto, encontrar detrás de las ideas de “sistema” y “casta” la retórica de Mussolini contra las “plutocracias”, la de Hitler contra los “judíos”, e incluso la alianza formada contra el intelectualismo y la ciencia, cuyo aniversario fue renovado por el “negacionismo No Vax” durante la pandemia.

 

No es sorprendente encontrar retórica antisemita de izquierda en el discurso pro-palestino. Se borra toda distinción entre el gobierno de derecha de Netanyahu y los israelíes (de los cuales el 20% son árabes), mientras que, cuando se mira al lado palestino, se ignora la hegemonía del fascismo religioso de Hamás-Irán.

 

Las ciencias sociales académicas, ligadas a la red de victimización (el “lugar de enunciación”), se convierten en dispositivos para simplificar la realidad compleja de los conflictos. Por un lado, están los oprimidos que hay que defender (los “condenados de la tierra”); por el otro, los opresores, fácilmente comparados con los nazis potenciales.

 

Además del mecanismo del punto Godwin –la ley según la cual, tras un cierto momento de disputa en redes y foros, aparece la acusación de nazismo–, la sobreactuación de las acusaciones contra el gobierno israelí de ser “nazi” muestra claramente la banalización del antisemitismo y la proliferación de operaciones de jerarquización de víctimas.

 

No sólo nos impide reconocer el punto en el que Israel deja de defenderse y comienza a cometer crímenes de guerra atroces contra la población civil palestina, sino que se obsesiona con acusar a las víctimas de ayer (los judíos perseguidos por fascismos históricos) de haber, merecido, de alguna manera, lo que les pasó.

 

Como en la negación freudiana, que admite reprimir todo lo que su enunciación rechaza, los antisistema se descubren anti-pro-sistema.

 

4. El giro de la desobediencia

 

La cuarta paradoja es la del giro de la desobediencia. Las subjetivaciones silvestres de los pobres no piensan en la vida que un proyecto socialista o progresista podría ofrecerles. Viven la vida que tienen, y es allí donde producen giros de desobediencia.

 

Henry David Thoreau –el antiesclavista estadounidense que vivió la experiencia de Walden– escribió:

--- “Vine a este mundo, en principio no para hacer de éste un buen lugar para vivir, sino para vivir en él, ya sea este bueno o malo”. 

--- Este gesto estuvo congénitamente ligado a la resistencia civil y la desobediencia. Rechazar toda moral idílica y, sin embargo, seguir “manteniendo las manos limpias […] rechazando el apoyo práctico a lo que está mal”: no participar de ningún modo en los males que se condenan.

 

Esta ilusión de Thoreau llega a su fin con la subsunción real de la sociedad por el capitalismo.

 

Cuando todo es capitalista no sólo no existe el afuera, sino que se determina un giro en la desobediencia. Como ya no hay afuera, no hay forma de desobedecer simplemente retirándose, ya que no hay “a dónde correr”.

 

Como bien saben los pobres, se trata de vivir la vida que se tiene, pero en ella, tratando de construir la vida que se desea, aunque esto se manifieste en forma de un deseo radical de inclusión en lo existente.En este deseo interior a la vida que tienen, los pobres la quieren apostando sólo por sí mismos para lograrla.

 

Quizás imaginen estar viendo en plataformas de extrema derecha las promesas de un ideal de gobierno que alguna vez fue como lo quiso Thoreau: “el mejor gobierno es el que menos gobierna”, y se torne en “uno que no gobierna en absoluto”.

 

Al imaginar “voltear a los gobiernos”,

--- ¿no estarían tratando de “arreglar” las condiciones externas para que pueda ser la transformación que desean ver en sus vidas?

--- ¿Una revolución en la dignidad personal y el sentimiento de autoestima?

 

Esta misma revolución hoy se manifiesta en escalas y fenómenos muy diferentes:

--- en el aire hastiado de los jóvenes jurídicamente precarios de la generación Z , cuya ética de trabajo es que no les importe 24 horas al día, 7 días a la semana;

--- en inventos como el abandono silencioso, el trabajo perezoso y las luchas transversales por el fin de la escala laboral 6 x 1 del movimiento VAT (“Vida Além do Trabalho” – “La vida más allá del trabajo”).

 

Aunque el fracaso de las manifestaciones del 15 de noviembre de 2024 confirma que los aparatos de izquierda están obsoletos hasta el punto de arruinar incluso las movilizaciones más genuinas: todo tiene que ver con vivir la vida que se tiene. Todo es una manera de apoderarse de porciones cada vez importantes de ella, de ampliarla.

 

--- ¿La desobediencia que, de La Boétie a Thoreau, y de Gandhi a Martin Luther King Jr., siempre implicó la retirada del consentimiento y del poder de las manos de quienes mandan, se convirtió en una forma de expresar la creencia en el propio deseo de libertad y autonomía?

 

Algunos dirán que la trampa está en capturar la libertad como estrategia de servidumbre. No lo creemos. Cuando cooperar es un hecho, la libertad que se puede tener consiste en elegir con quién y con qué cooperar. No se trata de hacer lo que se quiere, en una concepción infantil de la libertad, sino de querer lo que se hace. Ésta es la única libertad que garantizan las moribundas democracias representativas, y el deseo no acepta un no por respuesta.

 

Lo que todos estos deseos contienen es una negociación constante y paradójica entre autonomía y servidumbre, que corresponde a lo que llamamos el “giro de la desobediencia”, y constituye las más diferentes formas de cooperación.

 

Si desde mediados del siglo XVIII hasta ahora –y especialmente desde la pos Segunda Guerra Mundial hasta hoy– la libertad pasó al interior de las tecnologías de poder, nos encontramos ante formaciones de subjetividad que quieren garantizarse las “condiciones óptimas” para negociar espacios de libertad dentro de sometimientos que no se sienten capaces de revertir o transformar.

 

La trampa tampoco está en los fuegos artificiales ideológicos de la subjetividad corporativa. Emprender por ti mismo no conlleva ninguna contradicción. Si la elección es entre administrarse a sí mismo o ser administrado por otros, administrarse a sí mismo suena mucho mejor que obedecer órdenes de los demás. Siempre parece menos doloroso negociar la servidumbre consigo mismo.

 

--- La pregunta a la que volvemos es siempre la misma: ¿cómo se organiza la cooperación social? Sin ella, no hay libertad.

 

Pero sus dinámicas inmanentes, cuando cristalizan y se acumulan, producen su opuesto: la servidumbre. Regresan bajo figuras trascendentes: dioses, tiranos o algún tipo de jefe, que puede ser el “capitalista” o el sindicalista que se apoderó del sindicato; algún teniente coronel venezolano o un alto líder cubano que se mantiene en el poder ab illo tempore.

 

La democracia liberal intentó evitarlo multiplicando las instancias formales de control en las Constituciones, a través de la doctrina de la “Separación de Poderes”.

 

Las elecciones francesas demostraron la eficacia de estos mecanismos, que colocaron al ganador (el fascista en las elecciones europeas) en el tercer lugar en las elecciones internas. Sin embargo, la izquierda francesa, que quiere la pureza, rechazó una coalición de centro izquierda y entregó en bandeja a los fascistas un papel preeminente.

 

Al querer ser “pura”, la izquierda ha dejado –en Francia, como recientemente en Estados Unidos– a las clases trabajadoras, a los pobres y a los inmigrantes que dice defender, en manos de gobiernos de derecha. Así, los “puros” permanecen intactos en sus torres de marfil, invulnerable, incluso si el mundo al que contribuyen sus buenos sentimientos es el mundo del desastre.

 

5. Las subjetividades salvajes de los pobres

 

La quinta paradoja es la de las subjetivaciones salvajes de los pobres. Como ocurre desde hace mucho tiempo con el dinero, el “emprendedurismo” también se ha convertido en un tabú y, al mismo tiempo, en la clave maestra para explicar las victorias de la extrema derecha.

 

De hecho, tales victorias revelarían un indicio de venganza: simplemente no sabemos con seguridad si es la venganza del capataz o la de los bastardos.

 

Más allá de la doxa de la sociología marxista, hablamos de las subjetividades salvajes de los pobres desde una perspectiva de clase.

 

Clases insólitas que durante la pandemia  se atrevieron a manifestarse en Paulista contra la necropolítica bolsonarista: eran repartidores, trabajadores informales, hinchas de fútbol organizados.

 

Clases heterodoxas que, como hoy, intentan reaparecer en la lucha contra el régimen laboral 6×1. Una lucha que, en el fondo, fuerza al capital en Brasil, empujándolo al lado de lo que alguna vez llamamos “plusvalía relativa”.[2]

 

Aun así, en el léxico disléxico del progresismo a la deriva, “emprender” se convirtió en sinónimo de carencia moral y ontológica, ya que los trabajadores de aplicaciones, pobres y precarios constituirían la base electoral de la extrema derecha. Así, la izquierda paulista se habría suicidado no cuando eligió a un candidato incapaz de formar una mayoría, sino cuando ese candidato –en su desesperación electoral– decidió hablar “incluso de emprendimiento”.

 

Los pobres deberían esperar a la reindustrialización o al socialismo (no sabemos en qué siglo). Lo más probable es que ofrezcan algún tipo de terapia, pero los pobres no podrían pagarla.

 

Los datos de Bets (apuestas)[3] llegaron como un trueno. Los beneficiarios de Bolsa Família apuestan masivamente por las plataformas, en el juego Tigrinho y similares.

 

Al inicio del Programa Fome Cero (Hambre Cero), la propuesta era “enseñar a pescar, y no regalar el pescado”. Después del giro hacia la distribución del ingreso (Bolsa-Familia ), el debate pasó a ser el de la “puerta de salida”: la distribución del ingreso como camino que llevaría al empleo formal.

 

Durante la pandemia, la ayuda de emergencia demostró ser una herramienta fundamental para la resiliencia social y económica.

 

Pero el hecho es que la subjetividad de los pobres sigue siendo salvaje mientras, por la moralidad del valor del trabajo, no podrían ni deberían dejarse tentar por el espíritu empresarial y la teología de la prosperidad, ni pueden derrochar el dinero que no tienen.

 

A la ilusión de ser emprendedor le sigue el dinero fácil y rápido de los casinos electrónicos vinculado al tiempo libre, el mismo tiempo dedicado a seguir deportes en vivo dispersos entre suscripciones de streaming y sitios web pirateados.

 

“Pobres” de los pobres que creen en el golpe de suerte que cambiaría sus vidas. ¿Qué son hoy las apuestas y el vape, fueron (y siguen siendo) los carnavales y lanza perfumes atravesados ​​por la capilaridad mafiosa del jogo do bicho (apuestas ilegales con animales), en su polimorfismo de violencia y adicción?

 

Más allá de todo juicio y de cualquier ortopedia moral, cuando los pobres se inventan a sí mismos como “empresarios”, “consumidores” o “jugadores”, producen emociones y significados para las vidas que ya tienen.

 

Las luchas deben ser pensadas y aprovecharlas desde este enigmático terreno material y biopolítico.

 

La crítica a las nuevas relaciones laborales que se restringe a narrativas que debaten su legitimidad es hueca. ¡Que el diablo vista de Prada! Cuando las feministas negras aparecen haciendo publicidades de bolsos de lujo, es probable que no estemos ante el triunfo moral del dinero, sino la necesidad –común a Pradalas apuestas o las religiones neopentecostales– de producir significados que movilicen y conecten con las subjetividades salvajes de las personas pobres.

 

Ya no hay afuera: el paraíso está en el infierno –y el infierno, en el paraíso. Sólo la movilización democrática marca la diferencia: por eso es necesario luchar contra el fascismo (incluso cuando adopta retórica de izquierda).

 

La pregunta que no nos hacemos es ¿qué flujos de transformación conllevan estas creencias y deseos? ¿Qué es lo que realmente queremos creer cuando apostamos en una bet, cuando nos scrolleamos en la pantalla del tigrinho o alabamos en la Iglesia ? ¿Qué es lo que realmente queremos cuando soñamos con ser hombres de negocios, playboys de Faria Limatrad ou trophy wives  de Tiktok, o publicistas negras que viven en la publicidad de Prada?

 

Ninguna de estas preguntas quita ni una nanopartícula de legitimidad a las creencias y deseos a los que se refieren.

 

Si estamos, en efecto, en la era de los controles y de la “modulación universal”, lo único que parece que les queda a los sujetos es, como en una bet en la que están en juego sus propias vidas, recomponer las odds y las posibilidades de libertad en negociaciones infernales con sus condiciones implícitas de sujeción.

 

En la medida en que las condiciones de sujeción se perciben como externas a los sujetos, lo mejor que pueden hacer es “voltear a los gobiernos en el camino”. Ser su propia pensión, su propio seguro, su propio jefe y su propio gigoló.

 

Hacer todo por sí mismos, apoyándose estratégicamente en las relaciones de sujeción que tocan sus cuerpos, ya que encarnan la promesa de un potencial de maximización de sus libertades.

 

Este deseo es una forma de creencia en el único futuro realista –mínimo, infinitamente contraído, autorreferencial y emplazado en un planeta donde la vida acaba de empezar a desmoronarse.

 

— ¿Cómo salir de esta situación?

— No lo sabemos.

— ¿Por qué planteamos tantas paradojas?

— Porque las preguntas tradicionales y las respuestas preparadas de antemano que se dan a las causas y efectos de las victorias electorales de la extrema derecha pierden de vista lo que, a nuestro juicio, es lo esencial: plantear las preguntas que no nos estamos haciendo.

 

Remover el suelo biopolítico en el que se articulan la paradoja democrática, la desaparición del afuera, la negación-afirmación sistémica, el giro de la desobediencia y la subjetivación salvaje de los pobres.

 

Procurar un nuevo agenciamiento de estos factores para inventar un nuevo adentro.

 

Publicado originalmente en portugués por el Instituto Humanitas Unisinos

https://www.ihu.unisinos.br/categorias/646205-as-perguntas-que-nao-estamos-fazendo-artigo-de-giuseppe-cocco-murilo-correa-e-allan-deneuville

[1] Según el concepto vertido por Deleuze en un célebre texto titulado “Posdata sobre las sociedades de control” (1990). NT.

[2] Como señalaron alguna vez los operaistas en Italia, son las luchas de clases y los saltos en el interior de la clase trabajadora las que fuerzan la “modernización” del capital. NT.

[3] https://www.ihu.unisinos.br/categorias/643150-vicio-em-apostas-online-e-comparavel-a-epidemia-de-saude-publica-entrevista-com-altay-de-souza

IMAGEN: BBC

diciembre 25, 2024 By Coyunturas

 



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