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jueves, 1 de agosto de 2019

Tinkunaco 1.165/19 - Re: Boletín diario del Portal Libertario OACA

Boletín diario del Portal Libertario OACA

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  • Patriotismo, una amenaza para la libertad - Emma Goldman
  • Gato Negro. Periódico Anarquista de Agitación Cotidiana. Número 9 - Agosto 2019
  • Exposición «La Anarquía»
Posted: 31 Jul 2019 10:11 AM PDT
Emma Goldman¿Qué es el patriotismo? ¿Es amar el lugar donde uno nace, el lugar de los recuerdos y esperanzas, de los sueños y aspiraciones de la infancia? ¿Es el lugar donde, en la candidez infantil, mirábamos las fugaces nubes y sorprendidos de por qué nosotros, igualmente, no podíamos correr tan rápidamente? ¿El lugar donde contábamos los millones de relucientes estrellas, acongojados por el terror de que cada uno “debía ser un ojo”, que nos traspasaba hasta lo más profundo de nuestras pequeñas almas? ¿Es el lugar donde podíamos oír la melodía de los pájaros, y soñar con tener alas para volar, como ellos, a tierras distantes? ¿O el lugar en donde nos sentábamos en las rodillas de nuestras madres, ensimismados por maravillosos cuentos de grandes hechos y conquistas? En pocas palabras, ¿es el amor por el terruño, cada pulgada que representa los más queridos y preciosos recuerdos de una feliz, alegre y juguetona niñez?
Si ése fuera el patriotismo, muy pocos norteamericanos en la actualidad podrían ser llamados patriotas, en tanto el lugar de sus juegos se ha convertido en la factoría, molinos y minas, mientras que el sonido ensordecedor de la maquinaria ha reemplazado a la melodía de los pájaros. Ni podremos escuchar los cuentos de grandes hechos, ya que las historias que nuestras madres cuentan ahora no son más que de dolor, lágrimas y pesar.
Entonces, ¿qué es el patriotismo?
El patriotismo, señor, es el último recurso de los sinvergüenzas”, decía el doctor Jonson. León Tolstoi, el gran antipatriota de nuestros tiempos, define el patriotismo como el principio que permite justificar la formación de asesinos en masa; un negocio que requiere mejor equipamiento para el ejercicio del hombre-asesino que el necesario para fabricar tales necesidades de la vida como zapatos, abrigos y casas; un negocio que garantiza mayores beneficios y mayor gloria que el del trabajador medio.
Gustave Hervé, otro gran antipatriota, justamente denomina al patriotismo como una superstición, más injuriosa, brutal e inhumana que la religión. La superstición de la religión da lugar a la incapacidad humana de explicar los fenómenos naturales. Esto es, cuando el hombre primitivo oía el trueno o veía el relámpago, no podía explicarlos y por tanto, concluía que detrás de ellos debía existir una fuerza mayor que él. De igual modo veía una fuerza sobrenatural en la lluvia y en los diversos otros cambios de la naturaleza. El patriotismo, por otro lado, es una superstición artificial creada y mantenida a través de una red de mentiras y falsedades; una superstición que roba a los hombres su amor propio y dignidad e incrementa su arrogancia y presunción.
De hecho, la presunción, la arrogancia y el egoísmo son las esencias del patriotismo. Permítanme demostrarlo. El patriotismo asume que nuestro globo está dividido en pequeñas parcelas, cada una rodeada por una reja de hierro. Aquellos que han tenido la fortuna de nacer en alguna parcela en particular, se consideran a sí mismos mejores, más nobles, más grandes, más inteligentes que los seres que habitan en cualquier otra parcela. Por consiguiente, es el deber de cada uno de los que viven en dicha parcela el luchar, matar y morir en el intento de imponer su superioridad frente a los demás.
Los habitantes de las otras parcelas razonan de igual manera, por supuesto, con el resultado de que, desde la más tierna infancia, las mentes de los niños están emponzoñadas con espeluznantes historias sobre los alemanes, los franceses, los italianos, los rusos, etc. Cuando el niño ha alcanzado la pubertad, está completamente saturado por la creencia de que él ha sido escogido por el Señor para defender su país contra el ataque o invasión de cualquier extranjero. Por esta causa, clamamos por el mayor ejército y armada, más barcos de guerra y munición. Es por esta causa que Norteamérica dentro de muy poco tiempo habrá gastado cuatrocientos millones de dólares. Piense en ello: cuatrocientos millones de dólares tomados de lo producido por las personas. Pero sin duda, no son los ricos los que contribuyen al patriotismo. Ellos son cosmopolitas, cómodamente en casa en cualquier lugar. En Norteamérica conocemos perfectamente esto. ¿No son nuestros ricos norteamericanos, franceses en Francia, alemanes en Alemania o ingleses en Inglaterra? ¿Y no derrochan con cosmopolita gracia fortunas acuñadas en las fábricas norteamericanas por niños y esclavos algodoneros? Sí, el suyo es un patriotismo que hará posible que envíen mensajes de condolencia a déspotas como el zar de Rusia, cuando le ocurre cualquier desgracia, como el presidente Roosevelt hizo en nombre de su pueblo, cuando Sergius fue castigado por los revolucionarios rusos.
Es un patriotismo que ayudará al consumado asesino, Díaz, a destruir miles de vidas en México, o que incluso ayudará a arrestar a los revolucionarios mejicanos en suelo norteamericano y mantenerlos encarcelados en las prisiones norteamericanas, sin la más mínima causa o razón.
Por tanto, el patriotismo no es para aquellos que representan la riqueza y el poder. Sólo es bueno para el pueblo. Nos trae a la memoria una de las afirmaciones inteligentes de Federico el Grande, el querido amigo de Voltaire, quien decía: “La religión es un fraude, pero debe ser mantenida para las masas
Ese patriotismo es más bien una institución costosa, y nadie lo dudará tras considerar las siguientes estadísticas. El incremento progresivo de los gastos para los principales ejércitos y armadas del mundo durante el último cuarto de siglo es un hecho de tal gravedad como para llamar la atención a los estudiosos inteligentes de los problemas económicos. Resumiremos los datos dividiendo el tiempo entre 1881 a 1905 en períodos quinquenales, y señalando los desembolsos de las diversas grandes naciones en el ejército y la armada en el primero y último quinquenio.
Del primero al último período los gastos de Gran Bretaña aumentaron de $2.101.848.936 a $4.143.226.885,
los de Francia de $3.324.500.000 hasta $3.455.109.900, los de Alemania de $725.000.200 hasta $2.700.375.600,
los de los Estados Unidos de $1.275.500.750 hasta $2.650.900.450,
los de Rusia de $1.900.975.500 hasta $5.250.445.100, los de Italia de $1.600.975.750 hasta $1.755.500.100
y los de Japón de $182.900.500 hasta $700.925.475.
Los gastos militares de cada una de las naciones mencionadas ha aumentado en cada uno de los quinquenios revisados. Durante todo el intervalo de 1881 hasta 1905, Gran Bretaña los ha cuadruplicado, los Estados Unidos los ha triplicado, Rusia los ha doblado, Alemania los ha incrementado en un 35%, Francia en torno del 15% y Japón cerca del 500%. Si comparamos los gastos militares de estas naciones con todos los gastos a lo largo de los últimos veinticinco años, incluyendo 1905, las proporciones son las siguientes:
En Gran Bretaña del 20% al 37%;
en los Estados Unidos del 15% al 23%, en Francia del 16% al 18%;
en Italia del 12% al 15%;
en Japón del 12% al 14%.
Por otro lado, es interesante señalar que la proporción en Alemania disminuyó de cerca del 58% al 25%; este retroceso es producto, sin duda, del fuerte incremento de los gastos imperiales en otros aspectos, aunque los gastos militares para el período 1901-05 han sido mucho más altos que en cualquier otro quinquenio precedente. Las estadísticas demuestran que los países en donde los gastos militares son mayores, en proporción al total del presupuesto nacional, son, en este orden, Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, Francia e Italia.
Los costes de las grandes armadas se demuestran igualmente impresionantes. Durante los veinticinco años que concluyen en 1905, los gastos navales se incrementaron aproximadamente como sigue: Gran Bretaña, 300%; Francia, 60%; Alemania, 600%; Estados Unidos, 525%; Rusia, 300%; Italia, 250%; y Japón, 700%. Con la excepción de Gran Bretaña, los Estados Unidos han gastado más en los aspectos navales que cualquier otra nación, y estos gastos también suponen una proporción muy superior a todos los desembolsos nacionales que cualquier otro poder. En el período de 1881-05, los gastos de la armada de Estados Unidos fue de $6,20 de cada $100 destinados a gastos nacionales; la cantidad asciende hasta $6,60 en el siguiente período de cinco años, hasta $8,10 en el siguiente, a $11,70 y $16,40 para 1901-05. Moralmente es cierto que los desembolsos para el actual período de cinco años supondrá un incremento mayor.
El costo creciente del militarismo puede ser ilustrado aún más computándolo frente a los impuestos per capita de la población. Desde el primero hasta el último quinquenio, tomado como base de las comparaciones, han crecido como sigue: en Gran Bretaña, de 18,47% hasta 52,50%; en Francia, de 19,66% hasta 23,62%; en Rusia, de $6,14 a $8,37; en Italia, de $9,59 hasta $11,24 y en Japón de 86 centavos hasta $3,11.
Son muy apreciables las conexiones de estas estimaciones aproximadas del coste per capita con la carga económica del militarismo. La conclusión inevitable a partir de los datos disponibles es que el aumento de los gastos en el ejército y la armada rápidamente superan el crecimiento de la población en cada país considerado en los presentes cálculos. En otros términos, el continuo incremento de las demandas del militarismo amenaza a cada una de esas naciones con un agotamiento progresivo, tanto de los hombres como de los recursos.
Los terribles derroches que el patriotismo conlleva deberían ser suficientes para curar al hombre, incluso de inteligencia media, de esta enfermedad. Sin embargo, el patriotismo todavía exige más. Las personas son instadas a ser patrióticas y para ese lujo deben pagar, no sólo manteniendo a sus “defensores”, sino incluso mediante el sacrificio de sus propios hijos. El patriotismo exige una obediencia a la bandera, que significa obediencia y predisposición a matar a tu padre, madre, hermano o hermana.
La respuesta usual es que necesitamos mantener un ejército para proteger el país de las invasiones extranjeras. Cada hombre y mujer inteligente sabe, sin embargo, que éste es un mito mantenido para asustar y coaccionar a los tontos. Los gobiernos del mundo, conociendo los intereses de los demás, no se invaden unos a otros. Han aprendido que pueden obtener mucho más mediante el arbitraje internacional de las disputas que mediante la guerra y la conquista. De hecho, como mantiene Carlyle: “La guerra es una riña entre dos ladrones demasiado cobardes para mantener sus propias batallas; por tanto, reclutan chicos de un pueblo y de otro, les ponen uniformes, los equipan con armas y los sueltan unos contra otros como bestias salvajes”.
No es necesario tener mucha inteligencia para hallar detrás de cada guerra las mismas causas. Tomemos nuestra propia guerra hispano-norteamericana, supuestamente un gran y patriótico evento en la historia de los Estados Unidos. ¡Cómo nuestros corazones ardían de indignación contra los atroces españoles! En verdad, nuestra indignación no estalló espontáneamente. Fue nutrida por meses de agitación periodística, y mucho después de que el Carnicero Weyler hubiera asesinado a muchos nobles cubanos y ultrajado a muchas mujeres cubanas. Así, y hay que decirlo en justicia para la nación norteamericana, aumentó la indignación y el deseo de luchar, y se luchó valientemente. Pero cuando el humo se disipó, y los muertos fueron enterrados, y el coste de la guerra supuso para las personas un incremento del precio de los bienes y las rentas, es decir, cuando se pasó la borrachera de nuestra juerga patriótica, de pronto nos percatamos que la causa de la guerra hispano-norteamericana fue la cuestión del precio del azúcar; o, para ser más explícitos, que las vidas, sangre y dinero de los norteamericanos se habían empleado para proteger los intereses de los capitalistas norteamericanos, quienes se veían amenazados por el gobierno español. Que esto no es una exageración, sino que está basado absolutamente en hechos y estadísticas, está perfectamente probado en la actitud del gobierno norteamericano con los trabajadores cubanos. Cuando Cuba fue firmemente aferrada por los Estados Unidos, se exigió a los mismos soldados enviados a liberar Cuba que dispararan contra los obreros cubanos durante las grandes huelgas de los cigarreros, las cuales tuvieron lugar poco después de la guerra.
Pero nosotros no estamos solos al emprender guerras por tales causas. La cortina comienza a ser alzada sobre los motivos de la terrible confrontación ruso-japonesa, la cual costó mucha sangre y lágrimas. Y hemos visto que detrás del feroz Moloch de la guerra, se encuentra el feroz dios del comercialismo. Kuropatkin, el ministro de Guerra ruso durante la guerra ruso-japonesa, ha revelado el verdadero secreto que existía detrás de ella. El Zar y su Gran Duque habían invertido dinero en las concesiones coreanas; la guerra fue forzada por el único objetivo de aumentar rápidamente las grandes fortunas.
La afirmación de que el levantamiento de un ejército y una armada es la mayor seguridad para la paz tiene tanta lógica como afirmar que el más pacífico ciudadano es aquel que está fuertemente armado. La experiencia cotidiana demuestra plenamente que el individuo armado está invariablemente ansioso por probar su fuerza. Lo mismo es, históricamente cierto, con los gobiernos. Los países verdaderamente pacíficos no malgastan vidas y energías en preparar la guerra, con el resultado de que la paz se puede mantener.
Sin embargo, el clamor por un incremento del ejército y la armada no es debido a un peligro extranjero. Se debe al miedo del creciente descontento de las masas y por el espíritu internacional entre los obreros. Es para hacer frente a los enemigos internos por lo que los poderosos de diversos países se están preparando; un enemigo que, una vez despierta su conciencia, se mostrará más peligroso que cualquier invasor extranjero.
Los poderes que por centurias han mantenido esclavizadas a las masas han realizado un completo estudio de su psicología. Saben que las personas, a la larga, son como niños cuya desesperación, dolor y lágrimas pueden convertirse en alegría con un pequeño juguete. Y que el más espléndido juguete si es arropado de colores llamativos atraerá a millones de personas con cabezas de niños.
Un ejército y una armada representan los juguetes del pueblo. Para hacerlos más atractivos y aceptables, cientos o miles de dólares se están gastando para mostrar estos juguetes. Éste era el objetivo del gobierno norteamericano avituallando una flota y enviándola a lo largo de la costa del Pacífico, de tal manera que cada ciudadano norteamericano se sintiera ufano y orgulloso de los Estados Unidos. La ciudad de San Francisco gastó cien mil dólares para entretener a la flota; Los Ángeles, sesenta mil; Seattle y Tacoma, sobre cien mil. ¿Para entretener a la flota? Para dar de cenar y agasajar a unos pocos oficiales superiores, mientras los “chicos bravos” han tenido que amotinarse para conseguir la suficiente comida. Sí, doscientos sesenta mil dólares fueron gastados en fuegos artificiales, teatro, fiestas y juergas, al tiempo que hombres, mujeres y niños a lo largo y ancho del país pasan hambre en las calles; cuando miles de desempleados están predispuestos a vender su trabajo a cualquier precio.
¡Doscientos sesenta mil dólares! ¿Qué no podría haberse conseguido con tal enorme suma? Pero en lugar de pan y alojamiento, los niños de estas ciudades fueron llevados a ver la flota, que sería, como uno de los periódicos decía, “un recuerdo duradero para el niño”.
Una cosa maravillosa para recordar, ¿no es así? Los instrumentos para civilizadas matanzas. Si la mente de un niño es envenenada con tales recuerdos, ¿qué esperanza queda para la verdadera realización de la hermandad humana?
Nosotros, los norteamericanos, decimos ser personas amantes de la paz. Odiamos el derramamiento de sangre; nos oponemos a la violencia. Sin embargo, nos dan espasmos de alegría ante la posibilidad de arrojar bombas de dinamita por medio de máquinas voladoras sobre ciudadanos desvalidos. Estamos predispuestos para colgar, electrocutar o linchar a cualquiera, que, por necesidades económicas, arriesgue su propia vida atentando contra alguno de los magnates industriales. Incluso nuestros corazones están henchidos de orgullo al pensar que Norteamérica se está convirtiendo en la nación más poderosa de la Tierra, y que con el tiempo plantará su bota de hierro sobre el cuello de todas las demás naciones.
Tal es la lógica del patriotismo.
Considerando los malignos resultados que el patriotismo está conllevando para el ciudadano medio, esto no es nada comparado con los insultos e injurias que el patriotismo acumula sobre los propios soldados, la pobre y engañada víctima de la superstición y la ignorancia. Él, el salvador de su país, el protector de su nación, ¿qué es lo que el patriotismo le reserva? Una vida de servil sumisión, vicio y perversión, durante la paz; una vida de peligro, amenaza y muerte, durante la guerra.
Durante una reciente gira de conferencias en San Francisco, visité el presidio, la parcela más bonita con vistas a la bahía y el Golden Gate Park. Su propósito parece haber sido como parque de recreo para los niños, como jardín y para la música, un descanso para el agotado. En cambio, se ha convertido en feo, apagado y gris por los barracones, barracones en donde los ricos no permitirían dormir ni a sus perros. En estas miserables casuchas, los soldados se agrupan como un rebaño; aquí malgastan sus días juveniles, puliendo sus botas y los botones de latón de sus oficiales superiores. Aquí, igualmente, he apreciado la distinción de clases: los fornidos hijos de una libre república son colocados en filas como convictos, saludando cada uno de sus enmascarados lugartenientes. La igualdad norteamericana, ¡degradando la hombría y elevando al uniforme!
La vida cuartelera suele propiciar tendencias de perversión sexual. Poco a poco produce entre sus filas resultados similares a las condiciones militares europeas. Havelock Ellis, el destacado escritor sobre la psicología sexual, ha llevado a cabo un meticuloso estudio sobre la cuestión.
Algunos cuarteles son grandes centros de prostitución masculina… El número de soldados que se prostituyen a sí mismos es mayor de lo que esperaríamos. No es una exageración decir que en ciertos regimientos la presunción es a favor de la venalidad de la mayoría de los hombres… En las tardes de verano en Hyde Park y el barrio de Albert Gate están repletos de guardias y otros que recorren el comercio viviente, y con muy poco disimulo, con uniforme o no… En la mayoría de los casos, los beneficios suponen un confortable añadido al dinero de Tommy Atkins!”.
Hasta qué punto esta perversión está corroyendo al ejército y a la armada puede ser perfectamente juzgado a partir del hecho de la existencia de casas especiales para este tipo de prostitución. La práctica no se limita a Inglaterra; la misma es universal.
Los soldados no son menos codiciados en Francia que en Inglaterra o en Alemania, y casas especiales para la prostitución militar existen tanto en París como en los pueblos de las guarniciones”.
Si el señor Havelock Ellis hubiera incluido Norteamérica en sus investigaciones sobre la perversión sexual, hubiera encontrado que las mismas condiciones prevalecen en nuestros ejércitos y armada como en aquellos otros países. El crecimiento del ejército inevitablemente conlleva la propagación de la perversión sexual; los cuarteles son las incubadoras.
Junto a los efectos sexuales de la vida cuartelera, la misma tiende igualmente a incapacitar al soldado para un trabajo útil tras dejar el ejército. Hombres con experiencia en un oficio no suelen entrar en el ejército o la armada, pero incluso ellos, tras la experiencia militar, se encuentran totalmente incapacitados para sus primitivas ocupaciones. Habiendo adquirido los hábitos de la ociosidad y haber probado la excitación y la aventura, ninguna actividad pacífica los puede contentar. Licenciados del ejército, no pueden retornar a un oficio útil. Aunque usualmente son la chusma social, prisioneros liberados y similares, a quienes la lucha por subsistir o su propia inclinación los lleva a filas. Éstos, con su experiencia militar, vuelven a sus antiguas vidas de crímenes, más brutalizados y degradados que antes. Es bien conocido el hecho de que en nuestras prisiones existe un buen número de ex soldados; mientras, por otro lado, el ejército y la armada están ampliamente formados por ex convictos.
De todas las consecuencias negativas que acabamos de describir, ninguno parece tan perjudicial para la integridad humana como lo que ha producido el espíritu patriótico en el caso del soldado raso William Buwalda. Debido a su tonta creencia de que uno puede ser un soldado y ejercer sus derechos como hombre al mismo tiempo, las autoridades militares lo castigaron severamente. Lo cierto es que él había servido a su país durante quince años durante los cuales su expediente se mantuvo impecable. De acuerdo con el general Funston, quien redujo la sentencia de Buwalda a tres años, “el primer deber de un oficial o un hombre alistado es una obediencia incuestionable y una lealtad al gobierno, y da lo mismo si se está de acuerdo o no con tal gobierno”. De esta manera, Funston descubre el verdadero carácter de la obediencia. De acuerdo con él, el entrar en el ejército supone abrogar los principios de la declaración de Independencia.
¡Qué extraño desarrollo del patriotismo que transforma a un ser pensante en una máquina fiel!
Para justificar esta más que ultrajante sentencia de Buwalda, el general Funston le dice al pueblo norteamericano que la acción del soldado fue “un serio crimen igual que la traición”. Pero, ¿en qué consistió realmente este “terrible crimen”? Simplemente en esto: William Buwalda fue una de las mil quinientas personas que asistieron a un mitin público en San Francisco; y, oh, horror, estrechó la mano a la conferenciante, Emma Goldman. Un crimen terrible, de hecho, el cual el general lo denomina como “una gran ofensa militar, infinitamente peor que la deserción”.
¿Puede existir una mayor prueba contra el patriotismo que marcar con hierro a un hombre como criminal, arrojarlo en una prisión y robarle los beneficios de quince años de servicio fiel?
Buwalda dio a su país los mejores años de su vida y su propia madurez. Pero todo eso no significaba nada. El patriotismo es inexorable y, como todos los monstruos insaciables, exige o todo o nada. No admite que un soldado es al mismo tiempo un ser humano, quien tiene derecho a sus propios sentimientos y opiniones, sus propias inclinaciones e ideas. No, el patriotismo no lo puede admitir. Ésta es la lección que Buwalda tuvo que aprender; aprender a un precio muy alto pero no inútil. Cuando volvió a ser libre, perdió su categoría en el ejército, pero recobró su autoestima. Después de todo, por eso merece la pena pasar tres años en la cárcel.
Un escritor sobre las condiciones militares de Norteamérica, en un artículo reciente, hizo un comentario sobre el poder del militar sobre los civiles en Alemania. Dijo, entre otras cosas, que si nuestra república no tuviera más significado que el de garantizar a todos los ciudadanos la igualdad de derechos, no tendría sentido su existencia. Estoy convencida que el escritor no estuvo en Colorado durante el patriótico régimen del general Bell. Él probablemente habría cambiado su pensamiento si hubiera visto cómo, en nombre del patriotismo y de la república, los hombres eran tirados dentro de corrales, arrastrados, conducidos a través de la frontera y sujetos a todo tipo de humillaciones. No es que el incidente de Colorado sea el único en el creciente poder militar en los Estados Unidos. Es rara la huelga en donde las tropas y milicias no lleguen en rescate de aquellos en el poder, y donde no actúen tan arrogante y brutalmente como los hombres que llevan el uniforme del káiser. Así, igualmente, tenemos la Dick military law. ¿Se había olvidado el escritor de esto?
La gran desgracia es que la mayoría de nuestros escritores ignoran absolutamente los actuales eventos, o que, carentes de honestidad, no hablarán de estas cuestiones. Y por ello, ha ocurrido que la Dick military law fue aprobada apresuradamente en el Congreso sin casi discutirse y con escasa publicidad; una ley que da al presidente el poder de convertir a un ciudadano pacífico en un asesino sanguinario, supuestamente para la defensa del país, en realidad para la protección de los intereses de aquel partido particular cuyo portavoz pasa a ser el presidente.
Nuestro escritor mantiene que el militarismo nunca podrá convertirse como tal en un poder en Norteamérica como ocurre en el extranjero, en tanto es voluntario entre nosotros, mientras que impuesto en el Viejo Mundo. Dos hechos muy importantes, sin embargo, el caballero se olvidó de considerar. El primero, que la conscripción ha creado en Europa un profundo odio frente al militarismo entre todas las clases sociales. Miles de jóvenes reclutas se alistan en su contra y, una vez en el ejército, emplearán cual.
quier medio posible para desertar. El segundo, que es el rasgo compulsivo del militarismo lo que ha creado un tremendo movimiento antimilitarista, temiéndolo las potencias europeas más que otra cosa. Después de todo, el mayor baluarte del capitalismo es el militarismo. Desde el mismo momento en que este último sea minado, el capitalismo se tambaleará. Es cierto, no tenemos conscripción; esto es, los hombres no suelen ser forzados a alistarse en el ejército, pero hemos desarrollado una fuerza mucho más exigente y rígida: la necesidad. ¿No es un hecho que durante las depresiones industriales exista un fuerte incremento en el número de alistamientos? El oficio de militar puede que no sea el más lucrativo u honorable, pero es mucho mejor que vagabundear por el país en busca de trabajo, de pie en las colas del pan o durmiendo en los albergues municipales. Después de todo, significa trece dólares al mes, tres comidas al día y un lugar en donde dormir. Incluso la necesidad no es un factor lo suficientemente fuerte como para llevar al ejército a una persona de carácter y hombría. No nos extraña que nuestras autoridades militares se quejen del “pobre material” que se alista en el ejército y en la armada. Esta afirmación es una señal muy alentadora. Demuestra que todavía hay bastantes con un espíritu de independencia y amantes de la libertad entre el americano medio, que prefiere arriesgarse al hambre antes que ponerse el uniforme.
Los hombres y mujeres pensantes de todo el mundo han comenzado a percatarse que el patriotismo es demasiado intolerante y limitado como concepto para hacer frente a las necesidades de nuestro tiempo. La centralización del poder ha conllevado un sentimiento de solidaridad entre las naciones oprimidas del mundo; una solidaridad la cual representa una mayor armonía de intereses entre los trabajadores de Norteamérica y sus hermanos en el extranjero que entre el minero norteamericano y su compatriota explotador; una solidaridad que no teme a las invasiones extranjeras, ya que está llegando el momento en que todos los obreros dirán a sus amos, “Vete y haz tu propia matanza. Nosotros lo hemos hecho ya bastantes veces por ustedes”.
Esta solidaridad está despertando las conciencias incluso de los soldados, los cuales, igualmente, son carne de la carne de la gran familia humana. Una solidaridad que se ha mostrado infalible más de una vez en las pasadas luchas, la cual fue el ímpetu que indujo a los soldados parisinos, durante le Comuna de 1871, a negarse a obedecer cuando se les ordenó disparar contra sus hermanos; es la que dio coraje a los hombres que se amotinaron en los buques de guerra en los últimos tiempos. Supondrá en el futuro el levantamiento de todos los oprimidos y pisoteados en contra de sus explotadores internacionales.
El proletariado de Europa ha comprendido el gran potencial de la solidaridad y, como consecuencia, ha iniciado una guerra contra el patriotismo y su sangriento espectro, el militarismo. Miles de hombres llenan las prisiones de Francia, Alemania, Rusia y los países escandinavos, ya que se atrevieron a desafiar la antigua superstición. No es éste un movimiento limitado a la clase obrera; cuenta con representantes en todas las categorías, siendo sus principales exponentes prominentes hombres y mujeres de las artes, las ciencias y las letras.
Norteamérica deberá seguir la tendencia. El espíritu del militarismo ya ha penetrado en todos los aspectos de la vida. De hecho, estoy convencida de que el militarismo está siendo más peligroso aquí que en cualquier otro lugar, ya que debido a los muchos sobornos, el capitalismo mantiene a aquellos que están deseando la destrucción.
El primer paso ya ha sido dado en las escuelas. Evidentemente, el gobierno se atiene a las concepciones jesuíticas, “Dame la mente de un niño y yo moldearé al hombre”. Los niños están formándose en las tácticas militares, la gloria de las conquistas militares son exaltadas en los planes de estudios y las mentes de los jóvenes pervertidas para satisfacer al gobierno. Además, se apela a la juventud del país para que se aliste en el ejército y en la armada mediante carteles brillantes. “¡Una gran oportunidad para ver mundo!”, gritan los vendedores ambulantes gubernamentales. Así, los inocentes muchachos son moralmente shanghaied (1) en el patriotismo, y el Moloch militar avanza a zancadas conquistando la nación.
Los trabajadores norteamericanos han sufrido tanto en manos de los soldados, tanto estatales como federales, que está plenamente justificada su aversión y rechazo de los parásitos uniformados. Sin embargo, la mera denuncia no resolverá este gran problema. Lo que hace falta es una propaganda educativa entre los soldados: literatura antipatriótica que los pueda iluminar sobre los verdaderos horrores de sus oficios, y que pudieran despertar su conciencia sobre la verdadera relación con los hombres de cuyo trabajo depende su propia existencia. Esto es precisamente lo que las autoridades más temen. En la actualidad, es alta traición que un soldado lea un panfleto radical.
Pero, entonces, desde tiempo inmemorial, ¿no ha señalado la autoridad cada avance progresista como traición? Aquéllos, sin embargo, quienes verdaderamente se esfuerzan por la reconstrucción social, bien pueden hacer frente a todo eso; para ellos, probablemente, sea incluso más importante llevar la verdad a los cuarteles que a las factorías. Cuando hayamos socavado la mentira patriótica, habremos despejado el camino para esa gran construcción en donde todas las nacionalidades se unirán en una hermandad universal, una verdadera sociedad libre.
Nota:
1 Término de difícil traducción, pues vendría a significar narcotizar o emborrachar a alguien para embarcarlo como marinero. (N. de E .)
Emma Goldman
El texto actual corresponde al capítulo 6 de “La palabra como arma”, colección de artículos de Emma Goldman, Edic. Libros de Anarres, La Plata, 2010. El original, fue publicado en Anarchism and other essays, Mother Earth Publishing Association, 1911

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Posted: 31 Jul 2019 09:58 AM PDT
"La democracia, como todo buen manipulador, parece encantadora, nos relata cuentos maravillosos. Pero si observamos no tanto lo que nos muestra, sino lo que nos oculta, es decir sus motivaciones e intenciones a largo plazo, y el contexto dentro del cual se desarrollan, notaremos que lo que realmente sucede en cada año electoral es una lavada de cara del Estado, es un reajuste del tablero de la política, del ejercicio del poder. Decimos esto porque lo que se define en las elecciones no es la nueva voluntad del pueblo, sino que se vuelve a afirmar la voluntad de los amos
Por más que la supuesta realidad totalitaria mercantil parezca indestructible, por más que la lógica opresiva milenaria condensada en el Estado nos induzca a pensar que fuera de sus barreras no hay lugar para lo vital, la resistencia y la existencia prevalecen"
TRANSFORMAR EL DOLOR EN LUCHA: ENTREVISTA A EMILIA VASALLO Y MÓNICA ALEGRE, MADRES ORGANIZADAS EN LA MARCHA NACIONAL CONTRA EL GATILLO FÁCIL:https://periodicogatonegro.wordpress.com/2019/07/30/transformar-el-dolor-en-lucha-entrevista-a-emilia-vasallo-y-monica-alegre-madres-organizadas-en-la-marcha-nacional-contra-el-gatillo-facil/ 
LA PERVERSIÓN DEL SISTEMA: SUS CONTRADICCIONES IMPERCEPTIBLES Y SU ESTRUCTURA DE OBEDIENCIA:https://periodicogatonegro.wordpress.com/2019/07/30/la-perversion-del-sistema-sus-contradicciones-imperceptibles-y-su-estructura-de-obediencia/ 

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Posted: 29 Jul 2019 11:14 AM PDT
Tras los fastos electorales donde tantas cosas «importantes» se dirimen cómo el futuro del país, la economía o el futuro profesional de diputadxs, senadores y alcaldes(as) desde el Grupo Anarquista Apoyo Mutuo nos proponemos hacer una exposición temática acerca de todo lo contrario a ese circo: la Anarquía. Será una exposición sobre aquellos asuntos que nos importan a todas aquellas que, de una forma u otra, nos declaramos anarquistas: la asamblea, la autogestión, el apoyo mutuo, desarme (la paz), feminismos, internacionalismo, cultura libertaria, internacionalismo…todo ello contado desde el prisma de nuestras ideas. Pretendemos que, esta vez, en vez de declarar todo aquello que no nos gusta y contra lo que luchamos, nos apetece descubrir toda la vida que impregna nuestras ideas.
Os invitamos a participar, si queréis, con alguna obra o similar que tenga soporte físico y sea poco frágil (es para exponer al público ). Puede ser desde una frase icónica, un alegato inspirador, fotografía, dibujo…lo que os parezca adecuado.
La exposición nos gustaría que fuera itinerante (empezando en la librería LaMalatesta) por distintos centros sociales de Madrid (que sean cercanos a nuestras ideas, obvio) , por lo que las obras deberían ser relativamente fáciles de transportar de un sitio a otro sin sufrir daños.
El plazo para recepcionar las obras lo hemos fijado desde ya mismo hasta el 15 de Septiembre y la exposición permanecerá en LaMalatesta a partir del la semana siguiente a la fecha límite de la recepción (seguramente en el fin de semana del 22 de Septiembre).
Una última cosa, necesitaremos una dirección de contacto (o teléfono) con los creadores de las obras que se envíen.
Sin más, un fuerte abrazo libertario

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