QUEDÓ UN ENORME LUGAR VACÍO
Lo
dejó Rubén Layún, Camel, el Turco, el doctor, el que todos los martes
subía su pesada humanidad por las largas escaleras de la Casa Angelelli,
para las rituales reuniones de los martes, que para hacer buena memoria
del Maestro, había que terminar compartiendo en la mesa lo que hubiese.
Este martes no estará, pero en su memoria haremos eso, en torno a la
mesa que preside la imagen de nuestro querido Pelado en actitud de
servicio. Porque fue precisamente Angelelli, su asesor en la JOC y luego
obispo martirizado, el amigo y maestro que renovaba la convocatoria.
No
tendremos el llamado telefónico avisándonos lo que todos ya sabíamos:
“llegaré un poquito más tarde…” Pero sin faltar. Porque desde la Pascua
de Tito, su hermano, en el 94, asumió la posta, sin faltar un martes a
las reuniones del Centro Tiempo Latinoamericano, salvo que tuviese que
dar clases en la Universidad, en Buenos Aires, o estuviese en algún
Congreso del Equipo Federal de Abogados Laboralistas.
Nunca
dejó de ser militante. Desde su incorporación a la JOC (Juventud Obrera
Católica), en su juventud de Bella Vista. O en aquellas agrupaciones
peronistas que sembraron la resistencia al golpe gorila del 55.
Trabajando y estudiando llegó el titulo de abogado y su opción no podía
ser otra que los trabajadores. Se especializó en derecho laboral.
Escribió miles de artículos, libros y otras semillas en foros que lo
tuvieron como destacado expositor. Aprendí de él varias cosas: 1- El
derecho laboral se inventa todos los días, hay que ser creativo, para
responder a los nuevos problemas o trabas para la explotación laboral
que ponen las patronales. 2 – El derecho laboral nace del conflicto de
los trabajadores. Sin lucha no hay derecho laboral. Y 3 – No hay
problema laboral al que no se le pueda buscar una solución. Y es
precisamente esta perspectiva optimista ante las dificultades que
pudimos verificar en tantos momentos difíciles lo que marcó con
persistencia su personalidad. Primero decir que si y después buscar la
forma de encarar el problema. Esa disponibilidad generosa, permanente,
sin retaceos – siempre que se respetara una horita de siesta – para
brindar una respuesta, asesorar, aconsejar o encaminar una
solución…estirando el tiempo, que como siempre era corto, a veces
obligaba la llegada tarde!…A su estudio jurídico caían nuestros
desamparados, los que nunca tienen un mango, y siempre salieron
atendidos. También por sus jóvenes socios, que fueron incorporando esa
metodología, en esa “escuelita” de abogados laboralistas de Córdoba.
Concentraba
además una capacidad especial para ser inflexible en sus convicciones,
buscando siempre compatibilizar por el consenso. Nunca la imposición
autoritaria. Tan seguro en sus convicciones fundamentales,
trasparentadas en actitudes cotidianas, que podía armonizar esa firmeza,
con una amplitud de visión facilitadora del consenso, que aportaba a la
integración de perspectivas que podían ser contradictorias, pero no
antagónicas. Buscar la faceta positiva en el análisis de los
acontecimientos, ya fueran políticos o de la convivencia cotidiana,
ayudó a encontrar siempre caminos de unidad.
Dejó
el espacio vacío el mismo 18 de noviembre, pocas horas antes que nos
encontráramos en el Encuentro de las Empleadas de Casas de Familia,
donde se analizaba el proyecto de ley que él mismo redactó y está ahora
en tratamiento legislativo en el Congreso de la Nación. Será la Ley
“Layún”, que arrimará nuevas legalidades laborales a este sector social,
al que supo acompañar desde su juventud, como Angelelli, asesorando a
Sarita, la inolvidable fundadora del Sindicato (SINPECAF).
Quizás
quiso avisarnos algo de lo que nunca hubiéramos querido enterarnos. Por
eso celebró a toda pompa, con muchos amigos y amigas, sus 70 pirulos. Y
aprovechó allí, para dejar impreso en el libro que presentó “lo que
aprendí de mamá”, la Jabsi, que partió antes.
Sin
alardes y rechazando cualquier tufillo de cristiandad, arraigó una fe
profunda en el evangelio de Jesucristo, mamada en la infancia familiar,
fortalecida en la militancia de la juventud y consolidada en el
compromiso de la madurez que da el combate de la vida, con sus
conflictos, sus temores, sus cuestionamientos y sus nuevas perspectivas.
Siempre agradecidos de los aportes por los momentos compartidos en
Tiempo Latinoamericano con asesores y amigos como Don Samuel Ruiz,
obispo de Chiapas, el gran poeta Don Pedro Casaldáliga, el biblista
Sandro Gallazzi, el historiador y teólogo Oscar Beozzo o Pablo Richard,
el filósofo Helio Gallardo y nuestro más asiduo y último visitante, a
fines del 2010, el amigo Leonardo Boff, a quien se dio el gusto de
hacerle saborear de la bodega de la parentela Graffiña, el rico vino
espumante Uzep, en memoria del cacique huarpe de reinado en la zona del
Cuyo sanjuanino.
El
cristianismo de liberación, que como tantas y tantos otros marcó las
opciones fundamentales de nuestras vidas desde nuestra juventud, se
fortaleció con la sistematización de la reflexión que fue creciendo en
medio de búsquedas, persecuciones y martirios, que a Rubén también le
tocó de cerca porque lo sufrió en la familia y en tantos amigos víctimas
del terrorismo de estado.
Fue
parte de su historia. Por eso en los últimos años impulsó y se hizo
cargo de la co-dirección de la Cátedra Abierta Mons. Enrique Angelelli,
que instituyó la Universidad Católica de Córdoba con nuestro Centro
Tiempo Latinoamericano. Y cuando decidimos dar un impulso final a la
cauda judicial sobre el asesinato de Mons. Angelelli, no dudó un
instante en aceptar la postulación como abogado querellante por nuestra
parte, por Marilé, la sobrina de Monseñor y por Arturo Pinto, el único
acompañante y sobreviviente de aquel trágico atentado del 4 de agosto de
1976. Rubén dejó el espacio vacío cuando la causa ya debe ser elevada a
juicio, porque fue probado el crimen y sólo resta que los homicidas
sean condenados. Cumplió con su amigo y maestro, nuestro querido Pelado
Angelelli.
Nosotros,
que sentimos en el corazón el dolor de esa enorme ausencia física,
celebramos la rica memoria de su vida, porque en su abundancia vivimos
su resurrección.
Siempre agradecido. Vitín
Córdoba, martes 22 de noviembre de 2010
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