EL DÍA DEL ABOGADO LABORALISTA, HOMENAJE A ATILIO J. LIBRANDI
Tenía
que suceder. Tenía que llegar a diseñarse ,sin pretenderlo, como
símbolo del historial de las grandes batallas y de las contribuciones de
los abogados laboralistas argentinos a las luchas por los derechos de
los trabajadores, porción indisoluble de la heroica militancia por los
derechos humanos, por el estado social de derecho y por la democracia.
Obrero
marroquinero, hombre de su Villa Crespo de origen, con sus ideas y con
su militancia revolucionaria llegó a la abogacía como una continuidad
sin pausas de su conducta y su conciencia de clase, y allí se mantuvo.
Capaz de poner en letras de tango sus reflexiones y sus escritos, porque
para él la filosofía del tango era la de la vida, por encima de
aquellos textos escolásticos que se consideraban imperativos para
comprender el desarrollo necesario de nuestra sociedad.
Ya
presentaba y peleaba con hábeas corpus contra las detenciones por
edictos policiales mucho antes de doblarse el codo de los ‘50’, y su
actividad militante en derechos humanos y en la por entonces única
organización social y jurídica de defensa, la Liga Argentina por los
Derechos del Hombre lo incluía en el audaz grupo de aquellos abogados
que se autodenominaban los ‘ever ready’, con las pilas siempre cargadas
para correr a las comisarías y a las mazmorras a la primera noticia de
una violación de derechos.
Eso
ocurrió en el caso de la privación de la libertad y brutales torturas,
en la sección especial de la calle Urquiza, al estudiante comunista
Ernesto Mario Bravo, en manos de esos pequeños gérmenes de aquello que
por entonces no se llegaba siquiera a visualizar como futuro terrorismo
de estado, los Lombilla, los Amoresano. Y fue implacable y perfecto en
la denuncia, en la investigación, en la reconstrucción de los hechos, en
el castigo legal. Después vino la acción jurídica y solidaria contra el
plan conintes, contra la proscripción y persecución política de los
militantes sociales y populares, contra los bandos dictatoriales.
Fue,
por muchos años, abogado de sindicatos. Pero también lo fue de la
Federación de Villas y Barrios de Emergencia. En las villas era recibido
como compañero antes que como asesor legal.
A
partir del 16 de diciembre de 1970 fue bandera personal en la
convocatoria a algunos de los actos más unitarios y masivos de la
abogacía, tras el secuestro y desaparición de su socio profesional y
compañero de militancia , Néstor Martins y su cliente, el dirigente
villero Nildo Zenteno Delgadillo.
Su
mayor golpe de audacia en la lucha antidictatorial y contra el
terrorismo de estado fue la de presentarse como aspirante en una oferta
de contratación de abogado del Consulado General de Italia en la
especialidad de derechos humanos, para la defensa de los desaparecidos,
perseguidos y represaliados. Fue el único presentado, y con el apoyo de
otro héroe civil, el cónsul Enrico Calamai, fueron tiempos de actividad
febril, en el manejo jurídico de alrededor de 800 carpetas de hábeas
corpus y denuncias, en la tutela de presos que optaban por salir del
país, y en infinitos actos de audacia personal y profesional.
Me
constan porque los compartimos. Fuimos socios hasta en eso. Y también
(él bien lo sabe) fuimos socios en el casi milagro de haber salvado
nuestras vidas cuando el Presidente de Italia, Sandro Pertini, dedicó su
mayor acto con su comunidad, en su visita a Buenos Aires, para
otorgarle a Atilio Librandi una condecoración nacional, y para que se
colocara a nuestro estudio en una semi/extraterritorialidad, con una
chapa en la puerta que cerró el paso a más de una amable visita de los
grupos de tareas asesinos.
Mucho
más adelante aún en el tiempo, un día decidió que no estaba en
condiciones de litigar como lo hacía, artesanalmente, y fue abandonando
progresivamente el ejercicio activo de la abogacía laboralista. Le
costaba, según decía, absorber los cambios normativos para una adecuada
defensa de los derechos de sus clientes trabajadores. Pero lejos de
abandonar el escenario de la faena jurídica, se dedicó con un entusiasmo
juvenil a una nueva especialidad: la del derecho ambiental, en la que
resultó un guía y un ejemplo para los abogados jóvenes.
Éste
es mi perfil de mi más antiguo amigo en la abogacía militante; de mi
socio profesional desde aquel día en que abandoné mi propio estudio para
ir a ocupar el escritorio vacío de Néstor Martins y atender sus asuntos
en su ausencia; de quien me introdujo el virus del derecho del
trabajo; de quien no necesitaba masticar teoría para ser un hombre de su
clase y un ejemplo de sabiduría, de lucha, de abnegación, de modestia,
de humildad.
Me
enorgullece la iniciativa de la ASOCIACIÓN DE ABOGADOS LABORALISTAS de
celebrar el día del abogado laboralista, el 7 de julio, fecha de
recordación de la terrible noche de las corbatas, rindiendo un homenaje a
quien nos honra y simboliza: Atilio Juan Librandi.
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