Luis Miguel Baronetto
A propósito del 24 de
marzo: memoria de los trabajadores
Resistencia obrera y terrorismo
de estado
Nota publicada en el diario HOY DIA CORDOBA, el martes 17 de Marzo de 2015
La mayoría corresponde a
trabajadores, miembros de comisiones gremiales internas, delegados y militantes,
que asumieron los reclamos de los trabajadores, ya sea por el abandono y
traición de las burocracias sindicales, o por el encarcelamiento y/o secuestro
de sus principales dirigentes, como el caso de Oscar Smith, de Luz y Fuerza de Buenos
Aires después del conflicto de fines de 1976 que se prolongó en los primeros
meses de 1977.Los trabajadores representan más del 60% de los
desaparecidos. Por los testimonios en los juicios también ha podido verificarse
la activa participación de las patronales empresarias, en algunos casos con la
complicidad de burócratas sindicales, no sólo en la confección de listas
negras, sino facilitando medios, como ya se conoce en los casos de la
Ford Motor, Mercedes Benz, Acindar,
Techint, Ingenio Ledesma y otros. En Córdoba, fueron mencionadas las fábricas
Ika-Renault, Perkins, Fiat y establecimientos sanitarios, en este caso con
testimonios que mencionan incluso la concurrencia de dirigentes sindicales del
sector al campo de concentración La Perla.
En sindicatos donde, desde antes del 24 de marzo de 1976 se
manifestaban fuertes confrontaciones por concepciones diferentes del rol
gremial, las cúpulas sindicales
“ortodoxas” aprovecharon el brazo militar para deshacerse de la
oposición. Esto confluyó con la necesidad del poder económico concentrado de
desarticular y eliminar a los sectores populares organizados, especialmente del
movimiento obrero, que representaban el principal obstáculo a sus pretensiones
hegemónicas.
Aún así existió una importante resistencia provocada
por la realidad del despojo, que en buena medida encarnó la militancia y el
activismo sindical, en la mayoría de los casos vinculada a expresiones
políticas revolucionarias, del peronismo y de izquierdas, también de las no
armadas. No fueron acciones producto del espontaneísmo, sino de un proceso
“subterráneo” de resistencia, que aún en contextos de represión y
fragmentación, pudo expresarse hasta avanzar en articulación después del pico
más alto de resistencia con el primer paro nacional de 1979.
La historia de la
resistencia obrera a la dictadura militar-empresaria fue acallada desde sus
inicios. Los medios de prensa no reflejaron la conflictividad de los
trabajadores en los años del terrorismo de estado. Algunas investigaciones
académicas han rescatado del silencio parte de esa historia. Antes, la CTA la puso en el tapete con
la denuncia de marzo de1998 ante el Juez Baltasar Garzón en España. También,
las causas de lesa humanidad iniciadas a partir de las denuncias de
trabajadores que fueron secuestrados y luego liberados, han permitido conocer
no sólo el hecho represivo, sino la actividad y militancia sindical y política
de los trabajadores víctimas del terrorismo de Estado.
El nivel de conflictos
obreros alcanzó su máxima expresión en 1979. Fueron 1.800.000 trabajadores los
que ese año llevaron adelante distintas medidas de fuerza por reivindicaciones
laborales. El 27 de abril se realizó la primera huelga nacional, convocada por
la “Comisión de los 25”,
nucleamiento de dirigentes sindicales peronistas, que se diferenciaban de los “participacionistas”
agrupados en la CNT
(Comisión Nacional del Trabajo).
Después de esa fecha la
actividad sindical tuvo nuevas expresiones. El 22 de julio de 1981 fue la
segunda huelga nacional. Se había constituido la CUTA (Conducción Unificada de
los Trabajadores Argentinos), que dio nacimiento a la CGT-Brasil, con Saúl
Ubaldini a la cabeza. Se formaron agrupaciones político-sindicales, a nivel
local o nacional, y se constituyeron intersindicales zonales, con alguna repercusión
en los medios de prensa. Pero su incidencia numérica fue menor, porque las
medidas económicas recesivas condujeron al cierre de fuentes laborales con la
consecuente desocupación, que en octubre de 1980 afectó a 1.000.000 de
trabajadores, según un informe de la CTA. Aún así, las movilizaciones por las
reivindicaciones laborales desgastaron el proceso dictatorial, revelando su
carácter político. Cuando los trabajadores de Deutz en una concentración quemaron
el muñeco que representaba al Ministro de Economía Martínez de Hoz estaban
denunciando el contenido político excluyente del modelo neoliberal de la
dictadura. Los trabajadores no luchaban sólo por su puesto laboral o su
salario. Resistían la política económica que sólo podía imponerse con el
terrorismo de estado. Y esta “subversión” debía ser eliminada.
Los que aún negándolo, admiten la existencia de
demonios señalando diferenciaciones que eluden la comprensión en su
integralidad del proceso popular de la resistencia a la dictadura, con sus
diversos modos de expresión, aún con debilidades, errores y aciertos, niegan en
definitiva la capacidad humana – y obrera en este caso - de reconstruir su
condición de sujeto histórico. De modo similar debe comprenderse el carácter
integral de la implementación del terrorismo de Estado, necesitando la
participación activa de los distintos sectores beneficiarios.
La resistencia obrera a
la dictadura tuvo un elevado costo. Además de la mayoritaria cantidad de
desaparecidos, los trabajadores redujeron del 43% al 22 % su participación en
el ingreso nacional. Y al cierre de sus fuentes laborales, se le sumó el quite
de derechos sociales con la implementación de una nueva legislación que pretendió
su domesticación. Pero, desde esa profunda e imperceptible conciencia de
dignidad y justicia que ha motivado históricamente sus conquistas sociales,
nuevas camadas de trabajadores, ocuparon el escenario del conflicto social con
embriones de organización política y sindical.
La continuidad del
neoliberalismo en democracia avanzó, especialmente durante el menemismo, en la
cooptación de dirigentes con aparatos sindicales que se transformaron en empresas.
Pero hoy como ayer, existen conducciones sindicales y dirigentes de nivel
intermedio que siguen asumiendo el reclamo y la lucha de los trabajadores, sin
duda en condiciones diferentes, soportando otra vez la connivencia de
burocracias y patronales. Pero también demostrando que es posible avanzar. La
reinstalación en su puesto laboral del delegado Walter Silva el pasado 9 de
marzo en Córdoba, después de dos años de duros forcejeos por la negativa de la
automotriz Volkswagen a acatar el fallo de la justicia laboral, es un hito a
destacar; aunque parezca pequeño ante poderosas estructuras sindicales
necesitadas de volver a la memoria de tantos/as dirigentes gremiales que se
mantuvieron fieles a los intereses de los trabajadores.
Córdoba, marzo 2015.
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