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viernes, 14 de junio de 2019

Tinkunaco 911/19 - Re: Boletín diario del Portal Libertario OACA

Boletín diario del Portal Libertario OACA

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  • Autogestión y antiautoritarismo en la educación libertaria
  • Crisis ecológica y crisis social
  • Información de la detención de una compañera anarquista acusada de daños a la sede nacional de Vox en Madrid
  • Cinco formas de practicar la Ayuda Mutua desde Ya!
  • [Madrid] vie14. Presentación del libro "Leia, Rihanna y Trump"
Posted: 13 Jun 2019 02:38 PM PDT
Educación"La educación libertaria será obra de nosotros mismos o no será". Ese bien podría ser el lema que resumiera uno de los principios básicos de la educación libertaria que tiene mucho que ver con el concepto de integralidad, pero también con el del antiautoritarismo: es la autogestión.
La autogestión es el medio por el cual se autodetermina la comunidad educativa o comunidad de aprendizaje, pero también los individuos que integran esa comunidad. La autogestión es la fórmula adecuada para armonizar la libertad con la responsabilidad, pero no sólo en el entorno educativo, sino en todas las facetas de la vida libertaria.
Así se expresaba Ricardo Mella:
«¿Quieres cultura, libertad, igualdad, justicia? Pues ve y conquístalas, no quieras que otros vengan a dártelas. La fuerza que tú no tengas, siéndolo todo, no la tendrán unos cuantos, pequeña parte de ti mismo. Ese milagro de la política no se ha realizado nunca, no se realizará jamás. Tu emancipación será tu obra misma, o no te emanciparás en todos los siglos de los siglos» (Solidaridad Obrera # 4,Gijón 1909).
La práctica de la autogestión incrementa la autonomía y la independencia de todos los que participan de ella. Esa ganancia en autonomía demuestra que es una práctica útil para la transformación social en aras a prescindir de la delegación en otros que de ese modo verán disminuido su poder de dominación hacia los otros, por ese motivo la autogestión debe vincularse al antiautoritarismo.
¿Cómo se traslada la autogestión sociopolítica a la escuela? Todo proyecto libertario tiene que ser autónomo, no sólo en la toma de decisiones, sino en la imprescindible asunción de responsabilidades, así como la participación en la resolución de los problemas que se generan, para que el proyecto sea viable.
Este esquema de asunción de responsabilidades proporcional a las posibilidades de cada miembro de la comunidad educativa lleva el mismo germen de la autogestión de los medios de producción o de la organización de la sociedad sin Estado ni tutelas.
Cualquier organización o práctica libertaría ensaya la autogestión, a su nivel, y la autogestión capacita, mediante la autogestión se aprende, en consecuencia, la participación en la esencial práctica autogestionaria de cualquier organización libertaria sería educativa. Ello explica la enorme labor educativa que las organizaciones libertarias han realizado, por el mero hecho de ser comunidades de aprendizaje: sindicatos, ateneos, grupos anarquistas, colectividades, comunas, escuelas libertarías, escuelas libres... han dado cuenta de su ingente labor de educación permanente de todo tipo: formal, no formal e informal y, por supuesto, no se ha reducido a la infancia, desfavoreciendo a los jóvenes y adultos, ni tampoco se ha reducido a un género, desfavoreciendo al otro, lógicamente.
En estas comunidades de aprendizaje que son las organizaciones libertarias (incluidas la escuela), la autoridad existe, pero queda reducida a la mayor experiencia del compañero o compañera (de cualquier edad) en un campo concreto .Esa autoridad admisible es dada por el "aprendiz" a "maestro" y, además, es intercambiable, y a que para algunos temas alguien sabe más o mejor (maestría), pero para otras será "aprendiz". Ello permite al aprendiz no depender siempre de alguien. En la educación libertaria los roles de aprendiz y maestro se ejercen temporalmente, en un contexto concreto y por acuerdo entre ambos. Sus diferencias se difuminan: Más que aprendices y maestros, son compañeros colaborando.
Y fuera de las organizaciones autodenominadas libertarias, los libertarios se sienten muy cómodos en cualquier otro ámbito siempre que su dinámica sea autogestionaria, aunque no se reconozca como libertaria, tal y como puede ocurrir en un barrio, una comunidad de vecinos...
El principio de autogestión educativa abarca todo lo relacionado con el qué y el cómo de la enseñanza-aprendizaje en cada grupo o persona, pero también abarca la gestión de la comunidad educativa, incluso la financiación. Esa puede ser la explicación de que en numerosas experiencias educativas libertarias se constituye un"patronato", que apoya la provisión de todo lo necesario para la escuela. Ese patronato no está constituido meramente por las familias de los niños y niñas, sino por todo aquél quesesienteinvolucradoenelproyecto.
¿Es la autogestión pedagógica por sí misma libertaria? ¿Es la pedagogía antiautoritaria por sí misma libertaria? Podríamos decir que ambas son condiciones necesarias pero no suficientes, pues existen tendencias educativas liberales que se sustraen del control del Estado o que practican un laissez faire aspirando, precisamente, a que la transformación de la sociedad en otra más justa nunca se pueda producir, o en el mejor de los casos, porque no importa lo más mínimo esa realidad social dentro de la escuela.
Del mismo modo que ciertos movimientos sociales emergentes que mantienen a las personas en un continuo activismo que conduce a una vía muerta, sin incidir en la causa matriz del problema, hay un tipo de autogestión educativa que queda reducida a las técnicas pedagógicas empleadas, pero sin la proyección sociopolítica de la autogestión social, al que llamaríamos pedagogismo, sin más.
En conclusión, pedagogía no-directiva no es sinónimo de libertaria, aunque haya habido importantes defensores de ella (sobre el papel) como Rousseau o Stirner y fuera del campo libertario: Rogers, Dewey, Claparéde, Freinet…
Por el contrario, en el anarquismo tiene más peso la autogestión como objetivo social y pedagógico que como simple metodología de enseñanza. En esa línea, como se puede suponer, estaría Bakunin (siempre acido con Rousseau), del que es conocida su opinión sobre la educación o escuelas “buenistas”, por decirlo de algún modo. La principal razón por la cual hay una menor identificación con la pedagogía no-directiva de la que cabría esperar radica en un sentir generalizado en muchos medios libertarios de que ese planteamiento pedagógico es ingenuo al pretender estas dos cosas: que la libertad sea posible en un medio social determinista y que el individuo pueda ser sustraído de la influencia social.
Ana Sigüenza
[Texto que originalmente es un capítulo del libro Pedagogía Libertaria, Madrid, Ediciones Antorcha, 2018.]

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Posted: 13 Jun 2019 12:22 PM PDT
Cuando hace unos cuantos años denunciábamos que la crisis ecológica que recorría el planeta, en ausencia de una crisis social paralela, sería conjurada con la entronización de un capitalismo “verde”. Olvidamos insistir en el hecho fundamental de que esa “transición” de la economía hacia una ecología de mercado se efectúa gracias a un nuevo salto cualitativo en la tecnificación y artificialización del mundo. El advenimiento de la tecnología digital como principal fuerza productiva tiene consecuencias graves. Los territorios quedan absorbidos en una tecnosfera donde las poblaciones, el campo, las comunicaciones, los espacios naturales y la vida no son más que piezas de engranaje. Ahora, mediante la hiperconectividad, todo el capitalismo, verde o de otro color, deviene totalitario, o como dicen los dirigentes, “inteligente.”
CRISIS ECOLÓGICA Y CRISIS SOCIAL 
La subida de los precios del petróleo y el “calentamiento global” del planeta provocado por el vertido a la atmósfera de basura gaseosa que acentúa el efecto invernadero, en plena expansión de la demanda energética, son signos reveladores de una crisis ecológica que indudablemente cuestiona la producción, el consumo y el modo de vida capitalistas. La crisis no va a dejar de agudizarse por la proximidad de un “cénit” en la producción petrolera, y porque la sociedad tecnológica es incapaz de corregir sus excesos, ni siquiera contando con la colaboración de ecologistas. La desnaturalización del entorno es tan inherente al capitalismo como su imparable necesidad de crecer, así que la extinción de cualquier forma de vida en el planeta por oleadas de calor es una posibilidad cada vez más real. Urge una reducción drástica de las emisiones de CO2, pero la dependencia de los combustibles fósiles es tan grande y el sistema tan complejo que su estabilidad se vería seriamente afectada con ligeros descensos en el suministro, sin que otras fuentes de energía pudiesen hacer nada ni siquiera a largo plazo. Apenas cubren una pequeña parte de la demanda y además necesitan energía de origen fósil en distintos momentos de su producción. Es innegable que cualquier aporte energético alternativo, o cualquier ahorro, por grande que sea, será absorbido por el desarrollo económico y la subsiguiente demanda, acercando aún más la crisis. La artificialización del medio, el despilfarro de agua, energía y materias primas, la degradación del territorio y de las ciudades, el incremento exponencial de la movilidad, la contaminación galopante, la acumulación de residuos, las guerras por el petróleo, la carrera de armamentos y la concentración de poder, son fenómenos que no dejarán de producirse, porque derivan de la opresión económica de las masas asalariadas y de su colorario, la explotación insensata de la naturaleza, base del sistema capitalista. La crisis ecológica no es ninguna novedad, pues hace tiempo que el sistema avanza a través de catástrofes hasta cierto punto controladas en una especie de proceso de destrucción-reconstrucción; el problema puede plantearse por el lado objetivo cuando la crisis quede fuera de control, y por el subjetivo, cuando el malestar de la población induzca al cuestionamiento del capitalismo, es decir, cuando la crisis ecológica se transforme en crisis social. La solución de los dirigentes que administran la catástrofe consiste en habituar la población a ella, de tal forma que esta la considere natural y pase desapercibida. A través de la gestión del desastre, el poder se vuelve ecologista y los ecologistas se integran en el poder. Sobre la escena, un espectáculo de acuerdos internacionales y disposiciones locales favorables al desarrollismo; sobre el mercado, una nueva generación de mercancías “verdes.” En efecto, las cumbres de Río de Janeiro y Kyoto han anunciado el advenimiento del ecocapitalismo. Se han encargado de corroborarlo el mercado mundial de la contaminación, los biocarburantes y los automóviles con filtro de partículas y bajo nivel de emisiones, los planes de gestión ambiental de las grandes empresas y el furor bursátil por las compañías relacionadas con las energías renovables. El capitalismo “verde” es una cuestión de márketing y pronto los campos de golf, las nuevas urbanizaciones residenciales o el Tren de Alta Velocidad serán presentados como paradigmas de la ecología, tal como ahora pasa con los coches de última generación y con las centrales nucleares. Pero además, las empresas han olido dinero a cuenta del cambio climático. Como dice Eduardo Montes, vicepresidente de Siemens y jefe del Club de Excelencia en Sostenibilidad: “el medioambiente va a ser un negocio de futuro”.
El nuevo capitalismo no aporta más novedad que la asesoría ecologista, encargada de fijar el máximo de degradación aceptable en la población más afectada y el precio que la degradación cotiza en el mercado, traducible en medidas ambientalistas y ecotasas. La colusión entre el poder y los “verdes” queda plasmada en el concepto absurdo de “desarrollo sostenible”, puesto que desarrollo y sostenibilidad son antitéticos. Los ecologistas no se proponen substituir las técnicas burocráticas dominantes de gestión social y económica por formas descentralizadas y creativas de autogobierno. Lo que proponen los ecologistas –y, en general, lo que proponen las plataformas cívicas y los políticos de la “izquierda”— es que dicha gestión sea predominantemente “pública”, o sea, que permanezca en manos de los partidos. No quieren el fin del desarrollismo, sino la regulación institucional del desarrollismo. Inclinar un poco más la balanza hacia la estatización y un poco menos hacia la privatización. Conviene tenerlo presente cuando nos preguntemos si la crisis debilitará los mecanismos de la dominación, alterando las pautas laborales, consumistas y políticas que favorecen la desigualdad, la represión del deseo o el secuestro de la libertad, o si se abrirá una brecha por donde se cuelen experiencias autónomas basadas en la cooperación y el intercambio equilibrado con la naturaleza. Una economía “verde”, es decir, una economía sin petróleo tutelada por las instituciones y apoyada en un gran pacto entre los “agentes sociales”, no hará más que introducir nuevos hábitos consumistas para nuevas mercancías, manteniendo la estandarización y la masificación. Como quien determina la política institucional y el comportamiento de dichos agentes es el mercado mundial, el cambio será sólo cuestión de detalles: la recogida selectiva de basuras, el uso de bombillas halógenas o de leds, las placas solares, los carriles bici, los coches eléctricos, las calles arboladas o la promoción de la arquitectura “climática”. No hay posibilidad de que la crisis obligue a los dirigentes a modificar en lo esencial el modelo económico-social sobre el que reposa su poder y las formas artificiales de vida que le son propias. Si se recurre a fuentes de energía renovable como la solar, la eólica o la biomasa, y a otras no renovables como el gas natural o la energía nuclear, es para que la globalización, la jerarquía y la dictadura interesada de la ciencia y de la técnica, no resulten afectadas. Las energías renovables siguen la lógica de las otras -gigantismo, monopolios, patentes, fusiones, absorciones.— puesto que obedecen a poderosos intereses privados, dominantes incluso en la empresa pública. Las centrales eólicas no están para descentralizar la producción energética y de paso suprimir las MAT, sino para salvar la industria turística, la climatización eléctrica y el tren de alta velocidad; igual que el biodiesel o las pilas de hidrógeno están para mantener el actual modelo de movilidad basado en las autopistas y el coche privado; lo mismo que las plantas de reciclaje o las desaladoras hacen con los campos de golf, las segundas residencias y la agricultura intensiva. La lógica del mercado sale tan reforzada que, por ejemplo, la aparición de los agrocombustibles no sólo contribuye al aumento de precio de los cereales –y por consiguiente, del pan, de la carne industrial, de la leche…—sino que tiene un efecto en las sociedades empobrecidas semejante al que tuvieron otros cultivos industriales como el algodón, la caña de azúcar o el café. La expansión de los cultivos “energéticos” –palma aceitera, maíz, colza, soja— a la vez que es responsable de la destrucción de miles de hectáreas de selva tropical, lo es también del regreso del trabajo esclavo como forma habitual de explotación. Así, las exorbitantes necesidades energéticas de las metrópolis capitalistas, y por ende, su “sostenibilidad”, quedan cubiertas con la deforestación de los países de capitalismo insuficiente y la esclavitud de sus poblaciones. Igualmente, la creación de “reservas de la biosfera” en países de capitalismo atrasado trae como consecuencia la deportación violenta de sus habitantes, indeseables para el turismo ecológico.
Merced a la destrucción de las estructuras de clase del proletariado, al deterioro de sus vínculos colectivos, la crisis ecológica transcurre sin crisis social. El miedo ha sustituido a la sociabilidad, el consumo privado a la solidaridad común y las masas a las clases; hete aquí “el enigma de la docilidad” revelado. La diversificación de las fuentes energéticas sucede no por casualidad en un contexto de concentración del poder, aumento de las fuerzas productivas, mundialización mercantil y atomización social, por lo que su contribución a la autonomía local, al cultivo biológico y a la vida en comunidad, es completamente nula. La producción “biológica” y las políticas ambientalistas practicadas por los mismos causantes de la crisis legitiman y refuerzan su poder, no descentralizan los mecanismos de decisión. En el mejor de los casos son actuaciones limitadas y marginales, de corto alcance, pero políticamente correctas y, por tanto, útiles como propaganda. Las nuevas normativas y ordenanzas son la coartada del actual desarrollismo. El ruido montado alrededor del comercio justo, los microcréditos, los presupuestos participativos, los equipos de generación distribuida, el código técnico de edificación o la ecoeficiencia, no sirve más que para disimular el escándalo de las condiciones inhumanas de existencia, abrumadoramente generalizadas, y el peligro que corre la vida en la Tierra en manos del capitalismo. Ni las nuevas tecnologías, ni las medidas “alternativas” antes citadas, ni mucho menos las energías renovables, van a emplearse en contra del autoritarismo, la corrupción, la hipermovilidad, la urbanización ilimitada, el desarraigo, el éxodo rural o el despilfarro, sino para preparar un porvenir con petróleo caro y escaso, manteniendo las expectativas de crecimiento y las estructuras de poder intactas.
Solamente en los lugares donde la economía del beneficio no penetra, o ha desertado, subsiste una sociedad informal ajena al mercado, una sociedad del bricolaje y del trueque, de la solidaridad y del reparto equitativo, donde prima lo comunitario sobre lo mercantil. Tal fenómeno es raro en las sociedades turbocapitalistas, porque la política profesional, el sindicalismo “de concertación”, la asistencia social, la escolarización obligatoria o la cárcel, o sea, las herramientas del control social, impiden su aparición. Algún mercadillo neorrural, alguna cooperativa, algún huerto urbano, algún comedor vegano y poco más. Sin embargo las inmensas barriadas de chabolas de las grandes ciudades de América Latina, Asia y por encima de todo, África, funcionan según reglas precapitalistas que tienen su origen en la nostalgia de la tradición perdida y la moderna exclusión del mercado. La sociedad informal es producto de la necesidad de subsistencia y no se opone por definición a la economía capitalista; conecta con ella de diferentes maneras –siendo la inmigración la más vistosa- dando lugar a episodios de una lucha de clases ya olvidada en las sociedades plenamente sometidas a los imperativos tecnoeconómicos. En cierta forma se mantiene, con la inapreciable ayuda de las ONG’s y de los expertos tercermundistas, como reserva permanente de fuerza de trabajo y mercado potencial que espera el momento propicio de su incorporación al mercado. No es de desdeñar su ejemplo, pero el espacio informal al margen de la economía solamente tendrá un valor positivo en tanto que espacio arrebatado al mercado, es decir, en tanto que espacio liberado por un movimiento que disuelva las relaciones mercantiles. Si tal movimiento no existe, las experiencias aisladas de autoorganización y ecosuficiencia tienen solo un valor demostrativo y crítico. La ausencia o debilidad de las luchas antidesarrollistas y en defensa del territorio sitúa las perspectivas de liberación social en el terreno de la utopía, por lo que dichas experiencias desempeñan un trabajo pedagógico, contribuyendo a la necesaria preparación intelectual y moral –lo que los dirigentes llaman “cultura del no”- que ha de acompañar a la disolución revolucionaria del poder y a su reaparición horizontal en los barrios y los pueblos en forma de asociaciones, colectividades y asambleas comunitarias. Pero no olvidemos de que se trata sólo de formas de supervivencia dentro del capitalismo, y por lo tanto condicionadas por él, por lo que su papel es necesariamente limitado. No son focos de ninguna sociedad liberada futura; estos han de ser la obra de un movimiento social histórico que derribe por la fuerza las columnas que sostienen el reino de la mercancía y ese movimiento está por nacer.
La sociedad actual se sobrepondrá a la destrucción presente de las condiciones materiales de vida, o lo que es lo mismo, la sociedad actual entrará en una relación equilibrada con la naturaleza y sus miembros estableceran relaciones libres y comunitarias entre sí, sólo si se detiene la marcha de la economía y la tecnología separadas, si se produce un punto de inflexión en la tendencia dominante, si se invierte el proceso y los destinos dejan de depender de expertos, ejecutivos y dirigentes políticos. Para eso hace falta un movimiento social real –una verdadera generalización de la conciencia ecológica— capaz de crear contrainstituciones que se opongan a la economía capitalista y a las formas políticas y tecnológicas que le corresponden, especialmente al Estado. Un movimiento que aplique el principio de precaución al capitalismo en su conjunto, es decir, que lo identifique y caracterice como el problema mundial absoluto, de consecuencias catastróficas irreparables en un lapso de tiempo de inmediato a corto, y que lo ponga fuera de la ley. Salir de la crisis significa salir del capitalismo, incluso del capitalismo “verde”. Pero nadie escapa al capitalismo por las buenas. La transformación de las conurbaciones en comunidades territoriales, es decir, la relocalización productiva, el retorno a la agricultura tradicional, los talleres autogestionados, la desurbanización y la democracia directa, no será el producto de ninguna placa fotovoltaica ni de ningún diseño verde, ni llegará de la mano de las viejas instituciones, de iniciativas ciudadanistas o mediante fórmulas financieras y empresariales, sino la obra de una revolución social que subvierta las relaciones sociales existentes y descolonice la vida cotidiana. Paradójicamente, dicha revolución ha de preocuparse en preservar todo lo que el capitalismo no pudo destruir –solidaridad, experiencia de lucha, cultura popular, viejos saberes…, pero también la flora y la fauna, el aire puro y el agua limpia-, por lo que habrá de tener por vez primera un carácter eminentemente conservador y constructivo. Pero en ningún caso eso ha de significar mezclarse con la gestión del mundo existente. No se trata de autogestionar el desastre sino de acabar con él. Ni técnica, ni económica, ni políticamente es posible evitar la alternativa entre la extinción biológica o la revolución tal como apuntamos. No hay solución desde dentro, a la izquierda o a la derecha; sólo desde abajo y desde fuera.
Miquel Amorós
Charla en La Quimera, barrio de Gracia (Barcelona), 7 de octubre de 2007. Repetida en La Mistelera (Denia), el 28 de diciembre.

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Posted: 13 Jun 2019 12:05 PM PDT
El pasado 25 de abril, una compañera era detenida y puesta posteriormente en libertad con cargos por daños a la sede nacional de VOX en Madrid. La prensa burguesa se hizo relativo eco de la noticia:
Más allá de la inocencia o culpabilidad, toca cerrar filas en defensa de nuestros compañeros y compañeras. La lucha esta en la calle, siempre, y no en el parlamento y demás instituciones del Estado. ¡Venga la acción directa contra sus partidos y los responsables de nuestra explotación y miseria, contra el fascismo y la democracia!
Solidaridad y lucha
Algunxs anarquistas solidarixs
 
P.D: saludos solidarios a lxs compas italianxs en huelga de hambre y a las compañeras detenidas el pasado 13 de mayo en Madrid en un nuevo operativo antiterrorista

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Posted: 13 Jun 2019 05:02 AM PDT
La Ayuda Mutua es una gran herramienta de crecimiento, expansión y reintegración social. El punto no es realizar una labor asistencial. El punto es hacer que la persona asistida participe en el el programa como miembro integrante de la misma. Diseñar los eventos para incorporar gente. Es la manera más fácil de multiplicar las fuerzas propias, recuperar posibles compañeras y magnificar las actividades hasta convertirlas en grandes eventos que superen las expectativas de los convocantes.
Salud! PHkl/tctca
_________________
La Ayuda Mutua es el principio básico del anarquismo y la manera fundamental en que los anarquistas diferencian su visión del capitalismo y del estado.
En pocas palabras, creemos que la humanidad puede satisfacer mejor  sus necesidades y deseos a través de la cooperación que por medio de la competencia. De hecho, los anarquistas han estado sosteniendo casi desde que comenzó el movimiento que la brutal y darwiniana visión del progreso humano a través de la competencia es errónea, y que la Ayuda Mutua ha sido absolutamente esencial para todas las formas de vida en la Tierra desde el principio (ver el clásico de Piotr Kropotkin: "La ayuda mutua: un factor de evolución").
Solo por que vivamos en una sociedad estato-capitalista no significa que la Ayuda Mutua sea un concepto extraño o desconocido. La practicamos todo el tiempo: cuando compartimos bienes con personas que los necesitan más que nosotros, cuando debatimos sobre nuestras diferencias en lugar de recurrir a la fuerza o apelar a la llamada de las autoridades, cuando hacemos una huelga y compartimos nuestros recursos para superar un período sin paga. La Ayuda Mutua salva vidas; restaura la dignidad de las personas arrinconadas por un sistema de "libre mercado" que enmascara una realidad despiadadamente racista, violenta contra los géneros y ambientalmente destructiva; y nos ofrece la visión de un futuro de libertad y equidad esperanzadora.
El movimiento Black Power tiene una rica historia de Ayuda Mutua en acción. El Black Panther Party es, quizás, el mejor ejemplo. Con sus desayunos gratuitos para niñas y programas comunitarios de defensa personal que se iniciaron a fines de los años sesenta. Finalmente, el BPP amplió sus "programas de supervivencia" gratuitos para incluir distribución de ropa, clínicas médicas y de primeros auxilios, clases de política y economía, y mucho más.
La belleza de la Ayuda Mutua es que podemos practicarla de muchas maneras, aspectos y formas diferentes y vitales en nuestras vidas. Aquí hay cinco áreas de la vida cotidiana donde podemos practicar la Ayuda Mutua todo el tiempo, incluso aunque no lo sepamos.

1. Compartir los recursos

Involucrarse en la reducción de las basuras y la redistribución de bienes son excelentes maneras de comenzar a participar en proyectos de Ayuda Mutua. Muchas de nosotras tenemos más de lo que nunca necesitaremos, mientras que otras luchan por conseguir hasta los artículos más básicos necesarios para mantenerse a sí mismas y a sus familias. Proyectos como Food Not Bombs [Comida Si Bombas No], despensas de alimentos y cocinas comunitarias a menudo se encuentran en la primera línea cocinando y compartiendo alimentos que de otro modo irían directos al contenedor. Los talleres de herramientas comunitarias, eventos de intercambio de semillas y los Really Really Free Markets RRFM son ejemplos también de Ayuda Mutua en acción en que los recursos útiles se ponen a disposición de quienes los necesitan. Si alguno de estos proyectos existe en tu comunidad, casi siempre le darán la bienvenida a un par de manos adicionales.
Para Saber Más:

2. Respuesta a Desastres

 El capitalismo es en sí un desastre por muchas cosas. Desastres provocados por el cambio climático, "accidentes" industriales y delitos derivados de la corrupción política (por ejemplo el famoso envenenamiento del agua potable en Flint, Michigan) afectan a un número creciente de comunidades y ecosistemas cada año. La respuesta a los desastres por parte de los gobiernos y las grandes ONG es con frecuencia inadecuada y fuertemente sesgada por el racismo y el clasismo. Las redes de respuesta a desastres de Ayuda Mutua han surgido como alternativas altamente efectivas, con guías rápidas locales para proporcionar rápidos rescates y evacuaciones, información sobre puntos  restauración, distribución de suministros de emergencia y redes de alojamiento de emergencia seguras para personas indocumentadas y otras personas que podrían encontrar los refugios gubernamentales inseguros o por otras causas problemáticos. Si tu región aún no cuenta con su propio grupo de respuesta ante desastres de Ayuda Mutua, hay abundantes y excelentes recursos online para crear uno.
Para Saber Más:

3. Compartir habilidades

¿Tienes experiencia o habilidades que otras personas puedan aprender? Los talleres comunitarios, guías prácticas y vídeos online son formas fantásticas de compartir habilidades con el espíritu de la Ayuda Mutua. Autodefensa, conocimientos sobre ecología local, habilidades ancestrales, métodos de curación, medicina de emergencia, manualidades, reparaciones de bicicletas y automóviles, construcción y carpintería ... el potencial de compartir habilidades es infinito. Los talleres presenciales son una forma especialmente potente de Ayuda Mutua porque facilitan las conexiones con la comunidad y crean nuevos espacios para el desarrollo de relaciones y proyectos locales. Las guías prácticas en forma de revistas impresas y digitales, publicaciones de blog y vídeos tienen el potencial de llegar a audiencias más dispares geográficamente y pueden plantar las semillas del conocimiento, inspiración y Ayuda Mutua en lugares remotos.
Para Saber Más:

4. Defensa Comunitaria

Dado que los grupos de odio cambian constantemente de objetivos, siempre existe la necesidad de una respuesta inteligente, ágil y organizada de la comunidad a las amenazas virtuales y físicas planteadas por dichos grupos, incluida la violencia sancionada por el estado y perpetrada por la policía. Con la agresión física y online de los nacionalistas blancos y los neo-fascistas en aumento, podemos apoyar a los miembros en riesgo de nuestras comunidades de formas muy variadas. Esto comprende desde el establecimiento de casas y espacios seguros hasta la formación de grupos de autodefensa bien entrenados y redes de observatorio policial, medidas de seguridad anti-doxxing, el apoyo legal (ver # 5) y los sistemas de comunicación que comparten información sobre la ubicación y las actividades de los grupos de odio. La forma en que una comunidad responde al odio y la violencia debe conformarse por la situación única que experimenta esa comunidad; el proceso siempre debe centrar las voces de los marginados.
Para Saber Más:
Vídeo: Scott Crow contra Tucker Carlson en Antifa, organización antifascista

5. Apoyo legal

Estados Unidos es la sociedad carcelaria más grande del mundo; oponerse al complejo industrial-carcelario y apoyar a los miembros de la comunidad que se enfrentan a la persecución estatal es un importante punto focal de la organización colectiva y la lucha. Con desafortunada frecuencia, vemos que individuos y grupos radicales son atacados por el estado, que utiliza a los tribunales y al sistema penitenciario como un arma. El sistema legal trastorna la vida de las personas y tiene un enorme impacto en las familias y sus seres queridos. La Ayuda Mutua en forma de apoyo legal puede significar acudir a los tribunales como una expresión de solidaridad con aquellos con quienes se fija el estado; ayudando a encontrar la representación legal adecuada; apoyar a los familiares de quienes van a juicio o ya están en prisión; cuidando de los niños; recaudando fondos para costas legales; y estableciendo redes de apoyo en las prisiones que puedan sostener un trabajo a largo plazo. Los fondos de bonos comunitarios son un tipo de proyecto de Ayuda Mutua que está surgiendo cada vez más por todo el país para pagar vales para las personas acusadas de delitos. Estos fondos rotativos apoyan a individuos y comunidades afectadas por la violencia estructural y que no pueden pagar los bonos por sí mismos. Participar en el apoyo legal también puede implicar el aumento de las campañas en los medios de comunicación tradicionales para amplificar la narrativa y la situación de los acusados​​/ presos.
Para Saber Más:
Pablo Herakleo

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Posted: 11 Jun 2019 09:25 AM PDT
-Viernes 14 junio, 19:30h.-
Leia, Rihanna y Trump
De cómo el feminismo ha transformado la cultura pop y de cómo el machismo reacciona con terror
Presentación del libro con Proyecto Una, les autores.
Nuestro tiempo está sumido en el caos. Las redes de internet están repletas de fakenews, troles y foros dónde habitan nerds, geeks y otras especies oscuras. En los últimos años los memes, hilos de Twitter y estrellas del pop han llenado el debate político hasta el aborrecimiento. La lucha cultural es el principal frente de batalla de la alt-right y el conservadurismo. La hegemonía del capitalismo y el patriarcado dependen hoy del control del pensamiento. La cultura pop está cambiando el Viejo Mundo y odas las subculturas que funcionaban como refugio de masculinidades tóxicas se revuelven como una bestia herida. Ante esta situación de emergencia, diferentes grupos, espacios y personas han decidido organizarse.
¿Qué tienen en común todos estos fenómenos? ¿Es la nueva ola derechista y fascistoide una reacción a las conquistas del feminismo o viceversa? Todo esto intenta desentrañar el libro que tienes entre las manos.
¡Aprovéchalo y únete a la lucha!
Editorial Descontrol, Colección Fem Veus, Barcelona 2019
358 págs. Rústica 22x14 cm
ISBN9788417190699

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