Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- "Las tres revoluciones que viví". Capítulo 29
- [Vídeo] La representación del anarquismo en el cine
- "Las tres revoluciones que viví". Capítulo 28
- [Poema] Druídico
- El contagio de la revuelta se extiende... ¡Luchas por doquier!
Posted: 30 Jun 2020 12:21 PM PDT
Vigésima novena entrega de la serie distópica de Alejandro Gaita 'Las tres revoluciones que viví', publicada originalmente en lamarea.com
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Uppsala, diciembre de 2116.
¡Qué nevada, hace ya años que no nevaba así en noviembre! Cuando se abra el cielo nos esperan las risas, los trineos y esta luz mágica que vivimos aquí ese ratito cada día cuando parece que por fin va a asomar el Sol pero decide esperarse un día más. Pero por hoy, el mundo acaba en la ventana y solamente existimos nosotres y nuestras mantitas.
Ahora que ya nos quitamos la ansiedad de alcanzar el siguiente Gran Logro Vital, Rosario y yo nos dedicamos a platicar de la luz y la oscuridad, de cómo ahora escasean las auroras boreales porque estamos pasando por un mínimo de actividad solar, de lo que disfrutamos viéndolas hace cuatro o cinco años.
Después de haber pasado por tanto juntes, debatimos durante horas, con cariño pero con rigor. Ayer Rosario me acusaba, por lo abstracta que le parece la teoría cuántica, de haberme perdido siempre en lo ideal, separarándome de lo real. Yo le dije que cómo voy a perderme en lo ideal, si pasé media vida fabricando mis dispositivos cuánticos en mis propias tripas. ¿Qué hay más concreto que las heces? Pero creo que es cierto, que me pierdo en lo ideal. Todos idealizamos, porque los ideales son perfectos y preciosos, y se nos escapa lo concreto, que es necesariamente imperfecto y feo. Pero si no abrazamos lo concreto se nos escapa el ideal. Idealizamos los ideales y descuidamos los cuidados. Quizá les pasa más acá en el norte de lo que nos pasaba allá en el sur, pero allí también lo vimos.
Me decía Rosario, en todas las asambleas decimos que nos sentamos formando un círculo. Pero claro que la forma en la que nos sentamos, el grafo de relaciones que se establece no es un círculo, ni siquiera es un polígono regular, porque todos los vértices somos diferentes y todas las aristas son únicas. Las filosofías del sur, nosotrocéntricas, con el foco en la red de interrelaciones entre sujetos, exploran esto un poquito mejor que el positivismo de aquí, que quiere clasificarlo todo en cajitas ideales. Y es imprescindible, si a la larga queremos aspirar a una anarquía verdadera, el tener en cuenta todas esas dinámicas de poder no-ideales y no-horizontales, las visibles y las invisibles, todas las diferencias de personalidad y de cultura.
Y en las larguísimas noches de ocio, nos dan las tantas con esto. Ni del todo despiertes, ni del todo dormides. La felicidad era esto, supongo. Esto, con un poco menos de dolor de espalda.
Uppsala, 9 de marzo de 2118
Hoy me levanté pronto, desayuné un smörgås de hummus, y ya me duché. Tengo la mañana bastante libre. Me pongo la mantita por encima de la bata, porque todavía no me he quitado de los huesos el frío de este invierno. En enero estábamos a 40 bajo cero, y en febrero estaba cayendo un palmo de nieve. Yo ya no estoy para esto. Voy a escribir un rato, porque hace tiempo que no lo hago y me apetece poner mis ideas en orden.
En luchas sociales nunca se puede dar una victoria por definitiva, porque siempre, como dice la expresión, está «todo por hacer», pero creo que en esta fase de la revolución feminista en el norte está ganada, o al menos muy bien encarrilada. Hace 18 años lo empezaron a mover, o más bien lo empezamos a mover, porque desde que llegué al norte me liaron para emplearme como símbolo y figura prominente, todavía no tengo claro por qué. Tengo la sensación de que aquí no me entienden realmente, porque vengo de un trasfondo demasiado distinto, pero también tengo la sensación de haber sido útil.
Han sido casi 18 años de largas asambleas y organizaciones sororas en todos los ámbitos. Hubo que vencer resistencias a todos los niveles, y en concreto la no-colaboración con los vestigios de patriarcado fue una prueba de resistencia muy dura para todas, y perdimos a muchos hombres supuestamente aliados pero que se arrugaron en el momento de la verdad. Pero estamos ganando, vaya si estamos ganando.
Ayer fue el día grande de todo un mes de celebración del centenario del 2018, el año en el que arrancó lo que tendría que haber sido el levantamiento final de la mujer, si no se hubieran interpuesto el colapso climático, y, sobre todo, el fascismo climático. El feminismo, hace cien años, fue el único movimiento político internacional y solidario, y además el único que fue capaz de establecer mecanismos de identificación. Se ganó mucho, mucho más de lo que parecía posible, pero menos de lo necesario. Y, pese a los aportes del ecofeminismo del sur global, llegó el ecofascismo y se lo comió todo. Los ecoanarquistas se dicen feministas en todas partes, pero se dejaron la revolución inacabada.
Yo ya no lo veré, pero algunes de mis compañeres tienen una idea audaz para que en 2218 hayamos llegado de verdad a la igualdad. Platican de tomar nuestro presente como referencia, en cuanto a que es el momento y lugar con menor desigualdad de género de la que tenemos registros históricos. Tomándonos como referencia de desequilibrio mínimo, sugieren darle la vuelta a todos los desequilibrios actuales durante tres generaciones, en todos los ámbitos. Calculan que tres generaciones podrían bastar para generar el sustrato social y cultural necesario para poder educar en igualdad de verdad, pese a que el desequilibrio viene de muchos miles de años. Vamos a darle una oportunidad, como sugerían algunas hace mucho, a la República de las Mujeres, y a ver si dentro de 100 años más tenemos por fin igualdad real.
Alejandro Gaita
Investigador en magnetismo molecular y computación cuántica. Sobre ciencia, racionalidad, mundo académico y temas sociales
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Posted: 30 Jun 2020 12:11 PM PDT
No nos cansamos de repetir, con pertinaz y legítima insistencia, que el desprestigio de las ideas anarquistas resulta inacabable. Así, es necesario indagar en lo que el medio de comunicación de masas por excelencia, el cine, ha representado sobre el anarquismo.
Precisamente, en este siglo largo que llevamos de representaciones cinematográficas el mundo "civilizado" se ha visto tan condicionado por la tecnología audiovisual, que parecerá mentira para muchos que, hace no tanto, una corriente socialista con una visión amplia de la libertad consideraba factible la emancipación de la clase trabajadora. Hoy, que las ideas anarquistas deben ser continuamente revisadas para actuar eficientemente sobre las nuevas sociedades, aunque nunca rompiendo radicalmente con un pasado del que se puede aprender, habría que clarificar lo que retiene el imaginario colectivo sobre unas ideas que son eminentemente emancipadoras a nivel individual y, especialmente no lo olvidemos, colectivo. A poco que nos despistemos, el delirio posmoderno nos conduce a replegarnos dogmáticamente en la exégesis de los padres fundadores de las ideas o a buscar refugio en peculiares corrientes supuestamente anarquistas (o postanarquistas) igualmente desapegadas de la realidad. Todo ello tiene un reflejo en la representación audiovisual, con más calado que la literaria, en una sociedad posmoderna que busca fundamentalmente la rápida digestión (y, desgraciadamente, el no menos raudo olvido). Para bien y para mal, es necesario asumir la situación en que nos encontramos bien entrado el siglo XXI. Si de verdad queremos crear una visión compleja sobre la historia, hay que que indagar en el pasado y hacerle las preguntas pertinentes para enriquecer el presente.
https://www.youtube.com/watch?v=Bn81wDR7RLI
Capi Vidal
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Posted: 30 Jun 2020 12:04 PM PDT
Vigésima octava entrega de la serie distópica de Alejandro Gaita 'Las tres revoluciones que viví', publicada originalmente en lamarea.com
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Uppsala, julio de 2106.
No me lo puedo creer. Esta gente no se cansa de mí ni de mis viejas glorias. Me han invitado, un año más, a dar una conferencia sobre el gran éxito científico de las sociedades anarquistas al que dediqué casi toda mi vida: los bioprocesadores cuánticos, la familia de cepas Q de E. coli.
La verdad es que me costó sacrificar mucho, todos los recorridos vitales a los que renuncié, pero a partir de la Q100, hace un par de años, mis compañeras ya son capaces de ejecutar la transformada de Fourier cuántica en un solo procesador. A partir de ese punto se subió todo el mundo al carro y empecé a perder la cuenta de los avances. Sí sé que ahora han encontrado formas nuevas de integrar los cálculos de distintas cepas en circuitos distribuidos y con paralelismo biológico, y que están desarrollando formas de resolver problemas complejos combinando distintos paradigmas computacionales, donde la cuántica es una especie de coprocesador físico pero la potencia viene de la parte biológica: la evolución asistida por ruido genético. En escenarios extremos de bioremediacion, o para compostaje de residuos muy complejos, o para tratar enfermedades difíciles, allí donde otras bacterias todavía son incapaces de de procesar adecuadamente la compleja información de su entorno para evitar el colapso medioambiental, los nuevos avances están abriendo escenarios que me parecen casi de ciencia-ficción.
En otra época me habría emocionado muchísimo, pero ahorita ya lo veo como un recuerdo feliz y agotador de una vida pasada. Mi contribución fue decisiva, pero no es como un éxito personal; de hecho las últimas fases del proyecto se han llevado a cabo cuando yo había pasado página y dedicaba mi tiempo a la revolución feminista.
Platicaré de otros triunfos que han acompañado recientemente a estos procesadores cuánticos de baja huella de carbono. Mi favorito es el Buen Plástico. El Buen Plástico, ¡por fin! Después de décadas de experimentos, asambleas, viajes, más experimentos más asambleas y más viajes, los anarquistas de todo el mundo nos pusimos por fin de acuerdo en una familia de copolímeros en bloques que se reciclan bien. Décadas de vivir prácticamente sin fabricar nada de plástico, claro. Pero finalmente lo recuperamos. Buenos procesos de limpieza, buenos protocolos industriales: buen plástico. Las distintas variantes, dependiendo de las proporciones de los distintos bloques, nos valen para todo: rígidos, flexibles, punto de fusión alto, bajo, lo que sea. Cuando ya no sirve, se recoge, se limpia y se funde sin necesidad de separar unos plásticos de otros, ya fundido se separa en los distintos bloques químicos, y se vuelve a polimerizar con las proporciones que necesitemos para el uso que necesitemos. No están tan optimizadas como las mil variedades y mezclas inmundas que utilizan los de la Supremacía para los distintos usos especializados, pero a cambio lo podemos reciclar todo. No una gran parte, no casi todo. Todo. Mucho antes que nosotres, distintos gobiernos fascistas llegaron a soluciones similares, pero todas son francamente inferiores al Buen Plástico. No es que los científicos fascistas sean menos inteligentes, la inteligencia está uniformemente distribuida. Lo que pasa es que cien cerebros nunca podrán competir con cien mil. Con los bioprocesadores acabará pasando lo que pasó con el plástico: nos copiarán, que es como decir que habremos ganado.
Cuando ya las tenga animadas, les platicaré también de nuestros grandes fracasos colectivos. No sabemos dejar de desterraformar la Tierra, al menos de momento. Veremos si conseguimos cerrar todos los ciclos en todas las sociedades libres algún día. Más grave todavía es que no sabemos poner fin al ecocidio de la Supremacía, no tenemos ni siquiera ideas prácticas sobre cómo intentarlo, porque llevamos al menos un siglo dando la batalla cultural y han resultado ser más cabezones que el hielo de los polos. Y, de entre quienes no participamos en el ecocidio, somos muy muy lentos en organizarnos para dejar atrás al fascismo, que sigue extendido por la mayor parte del planeta. Así que a escala planetaria, seguimos como estábamos en la comunidad «Guillem Agullò» a escala local, tratando de hacerlo relativamente bien en nuestro entorno, confiando en estar por el buen camino, pero quedándonos cortos, cortísimos.
Acabaré dándoles algo de perspectiva, como seguro esperarán de quien, salvo por lo oscuro de pelo y piel, podría ser la mamá de la mitad de la audiencia y la abuela de la otra mitad. El siglo XXI que acabamos de dejar atrás fue un siglo turbulento en lo político, ni más ni menos que lo fue el XX. Si el XX fue el siglo de la reinvención del imperialismo, del auge del feminismo democrático, y del auge y caída del socialismo autoritario, el XXI fue el de la reinvención del capitalismo y los auges del ecologismo libertario y del ecologismo fascista. En lo climático, fue el primer siglo del Gran Calentamiento,y rebasamos varios puntos de no retorno. Si el siglo XXII se nos da bien en lo político, los climatólogos dicen que a mediados del tercer milenio tendremos un clima estabilizado entre 5 y 7 grados por encima del nivel pre-industrial, es decir entre 2 y 4 grados por encima del clima actual. Van a seguir siendo unos siglos de adaptación brutal, y el riesgo para la civilización humana sigue siendo enorme. Los extremos, planteando mundos ficticios en los que nos pusiéramos de acuerdo o bien para quemar el mínimo de combustibles fósiles, o bien el máximo, se calculan entre 3 y 11 grados por encima del nivel perindustrial. Han pasado más de un siglo desde los primeros protocolos internacionales, se han hechos muchas cosas mal y algunas bien, y prácticamente todo el futuro de la Tierra todavía depende de nuestras decisiones a partir de hoy. De las decisiones políticas de las que me escucharán, y de las de sus hijas.
Alejandro Gaita
Investigador en magnetismo molecular y computación cuántica. Sobre ciencia, racionalidad, mundo académico y temas sociales
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Posted: 30 Jun 2020 11:52 AM PDT
¡Aoae iaoaaa...!
Este es el complot del Universo, sale a la calle y pasea, y empieza el deskontrol.
Itasema itatita,
carasemi itati. Comienza el desasosiego, comienza la revolución. Se ha perdido el Universo, solo hay un único yo.
Permanece Tierra unido,
permanece la fraternidad, el tiempo desaparece y llega la Unidad.
Oaea iaoa eaia
camesí, osatrea iaea oaea iai.
-Richie punk-
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Posted: 28 Jun 2020 05:13 PM PDT
Desde que publicamos nuestro anterior texto a finales de marzo,1 el desarrollo de los acontecimientos no ha hecho sino confirmar lo que allí denunciábamos: la guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. La declaración de pandemia fue el chivo expiatorio, una excelente oportunidad y cobertura para ir imponiendo toda una serie de brutales medidas que exige despóticamente la dictadura de la ganancia. Se trata de enchufar al proletariado toda clase de medidas de austeridad, imponer a una parte jornadas de trabajo aún más intensas y extensas a cambio de salarios cada vez más precarios, facilitar los despidos de otra parte, exterminar a las enormes franjas sobrantes de la población, asegurar su implantación por medio del control y el terror, y frenar la oleada de revueltas de 2019 reiniciando un nuevo ciclo de acumulación.
El aislamiento que intenta imponer el capital representa la negación del proletariado como clase revolucionaria, la alienación de su comunidad de lucha, para destruir no sólo su proceso actual de asociacionismo, sino su potencia futura (que ya se evidencia en las luchas actuales). Ese es el verdadero objeto del estado de alarma:2 concretar las necesidades intrínsecas a la relación social capitalista.
Pese a que, en un primer momento, toda esta guerra consiguió paralizar al proletariado, lo cierto es que nuestra clase pronto comprendió en sus carnes de qué trataba la cosa: las condiciones materiales aún peores que sufría por todas partes no eran con motivo de la “pandemia”,3 sino con motivo de las necesidades de valorización del capital.
Los primeros signos de que el proletariado comprendía esta realidad quedaron patentes en las expresiones de lucha que saludábamos en nuestro texto anterior. Los motines y revueltas en las cárceles de numerosos países, las protestas en Hubei, los saqueos y conflictos en Italia o Panamá, la extensión de actos de desobediencia a las medidas del Estado de alarma y confinamiento… Eran las escaramuzas que anunciaban que el proletariado se disponía a retomar la oleada de luchas contra el capitalismo iniciadas en 2019.
Decíamos también que las toneladas de capital ficticio que mantenían, con una importancia cada vez más decisiva, los flujos de capital desde hace décadas, y que ahora se inyectaban masivamente en el intercambio mercantil efectivo, con una creación masiva de signos de valor si ningún respaldo ni límite, crearían una desvalorización sin precedentes, una destrucción de capital de consecuencias imprevisibles que llevarían al proletariado al límite. Líbano, el primer país que vio extenderse en su territorio una revuelta contra el estado de alarma, fue al mismo tiempo el primero que vio cómo su moneda tocaba fondo. El Estado libanés, que se había declarado en quiebra y declarado el impago de la deuda, veía cómo el aumento impresionante de los precios de las mercancías expresaba una drástica reducción del valor que dice representar la moneda (hasta dos tercios). Los proletarios que todavía disponían de algunos miserables billetes con los que podían cubrir parte de sus necesidades básicas (pues la gran mayoría ni eso) veían cómo éstos se evaporaban.
Confinados en sus casas, con la prohibición de todo tipo de reunión y con los milicos recorriendo las calles, la situación se tornó dramática. La perspectiva era agachar la cabeza y aceptar confinados el funeral que le preparaban o apostar por la vida. Una vez más, el proletariado apostó por la vida saliendo masivamente a las calles. Desde entonces, la llama de la revuelta vuelve a iluminar la oscuridad de este mundo, extendiéndose por diversas regiones, rompiendo el confinamiento, las prohibiciones de reuniones y movilizaciones, la represión y todo el paquete de medidas del estado de emergencia. En Irak, Irán, Panamá, Francia, Colombia, Venezuela, EE.UU, etc., se retoma la oleada de luchas iniciadas en 2019 poniendo en cuestión los planes de reestructuración de la burguesía y planteando con fuerza otra “nueva normalidad” a la que la burguesía mundial quiere imponer.
De Líbano a EE.UU…
La “noche de los molotovs” fue el primer revés serio que el capitalismo mundial recibió en su “guerra al coronavirus”. A mediados de abril, las principales ciudades de Líbano experimentaron protestas y enfrentamientos que fueron respondidas con la brutalidad habitual por parte de los milicos. El 26 de abril se baleaba una manifestación, asesinando al joven Fawaz Fouad e hiriendo a treinta manifestantes. Esa misma noche se desató una respuesta imponente del proletariado, en lo que se denominó la noche de los molotovs. Los milicos se vieron desbordados por la ruptura generalizada del estado de emergencia y por la lluvia de cócteles molotovs que reemplazaban a las piedras. Desde entonces, bancos, milicos, comisarías y otras expresiones del capital sufren con cotidianidad el calor de los molotovs mientras desde las ventanas los gritos y las caceroladas apoyan cada incendio y manifestación de nuestra clase.
Pese a que el gobierno trató de desviar la atención anunciando un plan en cinco fases para salir del confinamiento, proclamando el éxito sanitario,4 los proletarios no han dejado de intensificar la revuelta, denunciando que la miserable vida bajo el capital es la verdadera pandemia. El Estado no puede ofrecer otra cosa que balazos, muertos, amputaciones, torturas y miseria, que son respondidos con la extensión de las capuchas y los molotovs, organizando al mismo tiempo expropiaciones y redes de apoyo para el reparto de alimentos y productos básicos.
Pero si en Líbano tuvo lugar la primera revuelta contra el estado de alarma mundial, esta no era más que la cristalización en ese territorio de la lucha internacional del proletariado contra las condiciones de vida que impone el capital.5 Si bien nuestra lucha siempre ha partido de esa realidad, de que independientemente dónde se desarrolle, la misma forma parte de una misma lucha mundial, por las mismas necesidades y contra un mismo enemigo, es cierto que la burguesía despliega todo tipo de recursos e ideologías para aislar, sectorizar, particularizar, nacionalizar, y presentar como diferentes las diversas expresiones de la misma lucha, como si fueran expresiones independientes, como si fuesen ajenas unas de otras y de naturaleza u orígenes diferentes. Pero el desarrollo de la catástrofe capitalista no ha dejado de homogenizar de forma cada vez más brutal las miserables condiciones de existencia del proletariado dificultando las maniobras de la burguesía.
Con la imposición del estado de alarma mundial, el capital daba otro salto cualitativo en esa homogenización. En todas partes las mismas medidas, los mismos sacrificios, el mismo ataque terrorista. La pandemia era la cobertura adecuada para tratar de ocultar la generalización de ese ataque capitalista contra el proletariado,6 la homogenización brutal de nuestras condiciones de vida a nivel internacional.
Ha sido la lucha del proletariado la que ha desenmascarado a la burguesía mundial y ha reconocido a la pandemia como la tapadera para hacerle la guerra, para imponer las necesidades económicas que demanda el capital por encima de las necesidades humanas más básicas. Los proletarios en lucha expresan sin tapujos que las muertes que el capital adjudica al COVID–19 son una anécdota al lado de la masacre diaria en la vida capitalista, y que las condiciones implantadas con el estado de alarma no han hecho más que agudizar. Si, como decimos, en Líbano se cristalizó la primera revuelta desde la imposición del estado de alarma, sintetizando y amplificando las protestas, oposiciones y tentativas que se dieron anteriormente de diversas formas por todo el mundo (en las cárceles, con huelgas —también internacionales como la de Glovo o Amazon—, con saqueos, manifestaciones…), su cristalización en otros muchos lugares expresa el desarrollo de la lucha internacional de nuestra clase.
Sin duda, Irak es otro de los lugares donde la lucha ha asumido niveles formidables. Recordemos que esa región ha sido uno de los bastiones de la lucha en los meses pasados. Tras un primer impasse provocado por el estado de alarma y ciertas concesiones del Estado (puesta en libertad de presos, investigación de abusos policiales…), las protestas se reanudaron a principios de abril. En esas fechas, varias localidades de la región comenzaron a desafiar el estado de alarma. Bagdag, Diwaniya, Bassora, Nassiruya y Kout fueron algunas de las ciudades donde se desarrollaron duros enfrentamientos con la policía. Pronto las protestas se tornaron revueltas en todo el territorio, colocándose en el punto donde se habían abandonado antes de la imposición del estado de emergencia. La plaza Tahrir de Bagdad volvió a ser uno de los centros de organización de la lucha en la región. Los intentos de asalto a la “zona Verde” (lugar estratégico de la burguesía), las barricadas en los accesos a la zona puente (al–Jumhuriyah), las piedras y los molotovs sobrevolando las cabezas de los milicos y explosionando en bancos, residencias de burgueses, etc., volvieron a preocupar a la burguesía.
Como le preocupa que en Francia se hayan extendido también las protestas, en especial en los suburbios. En Oise, Amiens, Yvelines, Elbeuf, Compiègne…, los proletarios se enfrentan a la policía con barricadas, molotovs y bengalas. En Mulhouse se tomó la calle después de que los antimotines hirieran a un joven de dieciséis años. Como en Ile–de–France, donde se desató la rabia porque un coche policial atropelló y mató a un joven de dieciocho. En otros lugares como Seine–St. Denis organizaron emboscadas a los policías y atacaron símbolos del capital. Para tratar de calmar los ánimos, el Estado francés decidió retirar temporalmente a la policía de los suburbios más calientes.
Pero no solo los suburbios viven jornadas de lucha. Las huelgas se suceden en diversos sectores y empresas (Amazon, Nancy, Deliveroo, basureros, trabajadores sanitarios…), algunas expropiaciones se reproducen en Marsella y Lille, y las prisiones y los centros de detención de migrantes sufren protestas y motines, como Uzerche, en Rennes o Correze, donde los prisioneros destruyeron y quemaron distintas partes de la cárcel y se subieron al tejado.
Hasta en Mayotte (departamento francés en el océano Índico), donde los proletarios se niegan al aislamiento y el encierro y rompen el toque queda, los policías enviados a hacer cumplir el confinamiento son recibidos constantemente con barricadas y piedras. En Bélgica, el Estado se ensaña en los suburbios para frenar la rabia del proletariado, especialmente tras los disturbios por la muerte de un joven en un control policial.
Con la llegada de la revuelta a EE.UU, la lucha internacional ha adquirido nuevos bríos. El asesinato de George Floyd el 26 de mayo por la policía de Minneapolis fue la gota que colmó el vaso. Como un volcán en erupción, los proletarios desataron la furia contenida y saciaron las necesidades que les reprime el capital. Al grito de “¡No puedo respirar!”, nuestra clase se hacía eco de las palabras de Floyd, a la vez que expresaba la imposibilidad de vivir bajo las condiciones sociales que impone el capital. Lo que comenzó en Minneapolis pronto se extendió a todo el territorio de EE.UU y más allá de sus fronteras. Ataques a la policía, incendio y asalto de varias comisarías, saqueos, destrucción de bancos y otras entidades del capital… Conocidos símbolos y estatuas de personajes de la clase dominante fueron golpeados, como estatuas de Churchill, de Cristobal Colón, etc., destruidas o decapitadas en numerosas ciudades, no sólo en EE.UU sino en regiones como Reino Unido o Bélgica. En esta última las protestas y manifestaciones se extendieron a ciudades como Bruselas y Lieja, dejando destruidos y decapitados monumentos históricos en honor al rey Leopoldo II.
La revuelta en EE.UU adquirió rápidamente tal magnitud que hay que retroceder varias décadas para recordar en ese territorio una afirmación semejante del proletariado contra el capital. El Estado tuvo que declarar toques de queda en numerosas ciudades y se movilizó a los soldados de la Guardia Nacional para intervenir. La cantidad de heridos y muertos por la represión sigue avanzando, como en Atlanta, donde la policía acribilló por la espalda a Rayshard Brooks, pero los proletarios lejos de retroceder responden con decisión a cada golpe del Estado.
… pasando por todas partes
Hoy podemos decir, pese a que todavía en numerosas regiones nuestra clase sigue aturdida y sometida a toda la paranoia del miedo difundida por los diversos aparatos del Estado, que las luchas que los proletarios estamos desarrollando de un lugar a otro retoman la confrontación internacional iniciada antes de la imposición del estado de alarma mundial. El proletariado defiende sus necesidades contra las del capital contraponiéndose a sus medidas: enfrentando al estado de alarma, a sus medidas excepcionales, al confinamiento, a los “ajustes”, a lo que la burguesía llama en algunas regiones la “nueva normalidad”,7 etc.
Si bien hemos querido subrayar algunos de los lugares donde la revuelta del proletariado está siendo especialmente importante, ni mucho menos queremos restar importancia a cómo el proletariado está expresando la lucha en otros lugares, tratando de generalizar la revuelta.
Por ejemplo, en Venezuela o Colombia el proletariado expresa su rechazo a sacrificarse a las necesidades del capital mediante la extensión de las protestas, los cortes de calles y los saqueos a mercados o camiones de alimentos, los ataques a las oficinas bancarias… En Panamá, las barricadas y los incendios se enfrentan al ejército en las calles. En Chile, los proletarios retoman poco a poco la lucha que había refluido mediante disturbios como el de Antofagasta o Valparaiso. En Italia, las expropiaciones se han reproducido hasta el punto de que la policía patrulla los supermercados. Grupos de proletarios organizados expropian y reivindican las expropiaciones porque “el dinero para comprar se ha ido”. Las huelgas también se suceden, como la reciente en Whirpool, Nápoles. Así como las manifestaciones en solidaridad con los presos y en contra de las políticas carcelarias. En Alemania, las protestas y manifestaciones contra las medidas implantadas se han venido sucediendo desde finales de marzo, como en Irán y gran parte de Oriente Medio. En Uruguay ha habido manifestaciones durante y contra el confinamiento, como la gran manifestación frente al Palacio Legislativo, y toda clase de resistencia desde diversos barrios acompañada de consignas “¡No nos quieren sanos, nos quieren esclavos!”. O en México, donde se suceden los disturbios, tras la muerte (otra más) de Giovanni López, un joven que un mes antes había sido detenido por no llevar barbijo y asesinado a golpes por la policía en la localidad de Ixtlahuacán de los Membrillos. Las protestas comenzaron el 4 de junio en Jalisco y se extendieron a la capital y otras partes de la región incendiando patrullas, comisarías, el Palacio de Gobierno de Guadalajara y otras expresiones del capital al grito de “¡No murió, lo mataron!”.
Así podríamos seguir, subrayando cómo el proletariado busca afirmar las mismas necesidades, los mismos intereses, frente a un mismo enemigo, frente a una misma condición. La lucha internacional del proletariado está asumiendo diversos niveles de cristalización y fuerza, diversas formas y lugares donde materializarse. En esta situación, y con la perspectiva de consolidación e intensificación de la guerra de clases, uno de los aspectos fundamentales para el avance del proyecto comunista de abolición del capitalismo, del Estado, de las clases sociales, el trabajo y el dinero, es derribar las fuerzas que frenan desde el interior el desarrollo de la perspectiva revolucionaria.
Nos estamos refiriendo a las fuerzas que, ataviadas con falsos ropajes de lucha, nos distraen de nuestros objetivos conduciéndonos por caminos que perpetúan este mundo de muerte, canalizando nuestra potencia. Esas fuerzas se consolidan y desarrollan en base a nuestras propias debilidades, a los propios límites que las luchas contienen. Criticar, denunciar y superar esos límites es una condición imprescindible para la afirmación revolucionaria. No es este el lugar donde profundizar y desarrollar en todos estos límites, que por otro lado hemos ido abordando diversos compañeros y minorías revolucionarias en los últimos años, expresándolos en numerosos materiales, pero sí creemos necesario referirnos brevemente a algunos de los que ostentan protagonismo en la actualidad.
Algunos límites de las luchas actuales
Si bien queremos por un lado difundir la lucha que los voceros del capital tratan de ocultar por todos los medios,8 también queremos subrayar algunas de las debilidades que esta contiene. El objeto no es otro que fortalecer la dirección revolucionaria que contiene nuestra lucha, defender la autonomía de clase respecto a todos los intentos de encuadramiento, división y frentismo. Solo llevando hasta las últimas consecuencias las luchas en proceso, tumbando todos los elementos de contención, no solo los más evidentes, tales como la acción represiva del Estado, sino las más sibilinas y peligrosas, como las ideologías que posibilitan el encuadramiento y la neutralización burguesa, podremos avanzar hacia la destrucción del capitalismo.
La presencia de ideologías parcializadoras que enfocan los problemas sociales como aspectos parciales que pueden solucionarse al margen de la totalidad que los genera y necesita, que crean movimientos específicos para abordarlos, sigue siendo uno de los lastres del proletariado. Haciendo bascular la lucha hacia aspectos parciales, todas esas ideologías son un sostén del capitalismo al alejar la lucha de la raíz del problema. El antirracismo, el feminismo o el ecologismo son algunas de las ideologías parcializadoras más importantes. Todas ellas trasladan la lucha hacia cuestiones interclasistas. Sin embargo, para muchos proletarios representan una lucha y un sentimiento compartido, sea contra el racismo, contra el sexismo o contra la destrucción del planeta. Porque parten de una problemática existente, pero de manera aislada, sin comprender que es el capital quien organiza y gestiona dichas cuestiones. Si bien el machismo, el racismo o la destrucción de un bosque no son el objetivo de ningún burgués, son elementos inherentes a la tasa de ganancia y por tanto necesarios para el capital, y para esos burgueses en su conjunto.9
La falta de demarcación de clase ha sido y es un problema para superar el estado actual de cosas y también para dejar atrás estos movimientos parcializadores y reformistas que solo ven en el Capital, a lo sumo, un problema como los otros. Por tanto, no es necesario agregar la crítica anticapitalista a estas parcializaciones, no se trata de unir lo separado, sino de advertir la dimensión total de la sociedad capitalista en la que vivimos.
Cuando criticamos tal o cual ideología habrá muchos compañeros que se sientan atacados, que no comprendan que lo que estamos atacando es toda una concepción alienante de la lucha. En su propia lucha, el proletariado expresa sus propias debilidades a través de estas cuestiones ideológicas, interclasistas e inmediatistas. Pero de esa misma lucha saca lecciones y directivas, de la cual nuestra crítica no es más que una expresión. Es el proceso por el cual el proletariado se delimita de su enemigo histórico y de las ideologías que la propia vida capitalista afirma, es su proceso de constitución en clase.
Claro que la fuerza de estas ideologías no se constata a nivel individual, sino en el movimiento mismo. Los propios proletarios que luchan contra el capital salen impulsados por sus propias condiciones materiales y en la mayoría de las veces presos de diversas ideologías. Lo decisivo en la lucha es si esas ideologías acaban dominando y canalizando el movimiento o son tumbadas en su propio desarrollo.
En EE.UU hemos sufrido esa ideología parcializadora en forma de antirracismo, tratando de llevar la lucha hacia una cuestión de razas. Pero todo cuestionamiento del racismo que no ataque la base del capital no conduce más que a su reforzamiento, porque no se puede combatir el racismo —ni comprender cómo opera— si no se parte de la crítica profunda al capital. El proletariado en EE.UU ha hecho tambalear esa ideología cuando proletarios de todas las razas han salido a la calle a cuestionar el capital, a imponer sus necesidades, a decirle al capital que no se puede respirar bajo su bota. Sin embargo, la fuerza de esta ideología sigue presente.
Tentativas de repolarización burguesa
La burguesía siempre busca encuadrar la lucha del proletariado en dos bandos que no aspiren más que a metas burguesas y reformistas. No solo le sirve a tal o cual fracción para torcer la lucha del proletariado en favor de sus intereses particulares, sino al capital en general para neutralizar la lucha revolucionaria. El gancho por excelencia siempre ha sido la falsa disyuntiva fascismo–antifascimo. La región española en los años treinta del siglo pasado, nos dio la lección más clara de esta polarización cuando el proletariado revolucionario, que puso en cuestión todas las formas que adoptó el Estado, fue finalmente encorsetado en esa tramposa dicotomía, y acribillado entre (y por) los dos bandos. La llamada segunda guerra mundial fue el corolario de ese encuadramiento aportando dinamismo al capital con el sacrificio de las vidas de millones de proletarios. Hoy, en EE.UU, el Estado vuelve a tratar de canalizar la lucha bajo esos rótulos, al definir a “Antifa” como una organización terrorista. Trata de encuadrar a los manifestantes en esta vieja polarización con ropajes modernos, a la vez que criminalizarlos. Aunque el nombre “Antifa” no refiera a ninguna organización formal determinada y el antifascismo como movimiento es en la actualidad una expresión parcial y minoritaria de los proletarios en lucha, no podemos dejar de apuntar esta tentativa de encuadramiento del Estado burgués.
Pero la polarización que con mayor influencia se está constituyendo en el horizonte, y a la que nos empuja la burguesía de todos los países, es la puja entre las fracciones del capital exacerbándose, con la guerra comercial de fondo, principalmente entre el Estado de EE.UU y el de China. Se intenta encuadrar al proletariado en alguno de los campos burgueses: el Estado chino y ruso se definen contra el poder de los financieros occidentales; los Estados occidentales denuncian a China como la que elaboró el coronavirus, etc.
Se trata de hacernos creer desde un lado que la producción material capitalista se realiza para nuestras necesidades y que hay que defenderla del parasitismo de las finanzas que la oprime, de los bancos, de la élite, del 1 %; desde el otro, se nos intenta vender que la producción material de nuestras necesidades necesita del dinero de las finanzas, que el dinero es una herramienta que puede utilizarse para las necesidades humanas. Pero los dos lados son meras alternancias burguesas. Ambas fracciones (que por otro lado están interconectadas) no son más que dos expresiones del capital, dos formas bajo las que el capital transita en su existencia.
Nosotros tenemos claro que el capital no es solo el banco o el dinero, Rockefeller o Bill Gates, de la misma forma que no es solo la fábrica, la empresa o la mercancía, el gran patrón o el pequeño. Creer que alguna de sus expresiones, por más centrales que sean en coyunturas determinadas o por más poder y presión que puedan ejercer a las otras, son la personificación exclusiva del capital, nos saca del terreno revolucionario al considerar que el capitalismo se suprimiría eliminando simplemente a los patrones, o a las “grandes familias” o inclusive a toda la actual élite financiera mundial. Por supuesto que hay que enfrentarse a todos ellos, pero su poder social viene del capital, que es una relación social, más aún, un sujeto que domina y subsume toda la actividad humana y se materializa y personifica de múltiples formas y niveles. Por eso, el comunismo es un movimiento de transformación social, de supresión y superación de las condiciones existentes.
Perspectiva y necesidad de estructuración internacional
En la situación actual que sufrimos y que el capital nos ha preparado, y la que se viene, uno de los grandes límites que tenemos es la debilidad para estructurarnos y centralizar internacionalmente el combate, organizando y extendiendo el asociacionismo proletario, y sobre todo organizando el poder de la revolución que tiene que oponerse y quebrar el poder del capital. Ese aspecto central de la lucha proletaria, supone ya, ahora más que nunca, nuestra máxima necesidad y su afirmación contiene la cristalización de nuestra potencia revolucionaria.
El capital se está organizando, estructurando, no solo para conseguir el máximo beneficio extrayéndonos hasta la última gota de aliento de nuestras vidas, sino también preparando los mecanismos, legales, policiales, sociales, etc., para reprimir nuestra furia y nuestras luchas. La dictadura democrática del capital se presenta hoy con una transparencia extraordinaria que evidencia, una vez más, la crítica que los revolucionarios siempre hemos realizado y profundizado.10
La única alternativa al presente y al futuro que nos ofrece la burguesía es la respuesta internacional y revolucionaria que el proletariado intenta materializar, pero la misma necesita afirmarse como fuerza organizada unitaria que se contraponga al poder burgués.
Pese a las diferencias existentes en nuestra comunidad de lucha, pese a la heterogeneidad existente en diversos aspectos de la lucha, la base de nuestro accionar es la lucha contra las condiciones que impone el capital, contra el estado de alarma, contra las necesidades de su economía, de sus bancos, de sus empresas… Es en ese terreno donde las diversas heterogeneidades pueden y necesitan tratarse, discutirse, confrontarse. Y es ahí, en el enfrentamiento al orden existente, donde el proletariado traza su unidad, donde la comunidad de lucha tiene el ecosistema desde el que se desarrolla y potencia. Hay muchas formas de expresar las posiciones de clase, y también formas diferentes de percibir los momentos históricos y nuestro papel en ellos, pero como siempre, lo fundamental y de lo que partimos para la organización es lo que hacemos, es la práctica que llevamos adelante. Partimos de la lucha contra las condiciones a las que nos someten, contra las medidas del Estado represor y chupóptero, partimos de la negación, del enfrentamiento directo al capital.
Hoy, podemos ver un nítido ejemplo de todo esto en la lucha que el proletariado está cristalizando contra el estado de alarma mundial y las diferencias en torno a la importancia que se le da al virus entre las distintas expresiones que luchan. Vemos expresiones en lucha de nuestra clase que ponen de relieve los datos que nos da el Estado y denuncian que es un aspecto central de la catástrofe capitalista y del empeoramiento de nuestras condiciones materiales —dando también mucha relevancia al origen del virus—, pero que no los lleva a negar al verdadero objeto que determina el estado de alarma.11 Vemos a otras expresiones que denuncian que todo eso es una exageración del Estado12 para imponer una nueva vuelta de tuerca del capital, que el eje debe estar puesto en las medidas que se amparan tras la declaración de la pandemia y no en la pandemia en sí. Pero más allá de las diferencias, lo importante es que las posiciones se plantean desde la lucha, desde las necesidades, desde la contraposición al capital, desde el enfrentamiento al estado de alarma, al confinamiento y a todas las medidas desplegadas por el capital. Porque es necesario asumir que el estado de alarma (confinamiento y demás medidas) es un estado de guerra contra el proletariado. Independientemente de esas diferencias, esas expresiones comprenden, en forma más o menos clara, que todo lo que han montado los Estados es para las necesidades de valorización y hay que contraponerse a ello.
Por eso, nos encontramos juntos luchando en la calle, conspirando, rompiendo el confinamiento, desobedeciendo, discutiendo, poniendo en cuestión las necesidades de la economía y tratando de imponer las humanas. Es en ese terreno donde siempre el proletariado se organizó y desarrolló su lucha, pero también las necesarias polémicas y discusiones. Tal y como hoy tratamos de hacer pese a las numerosas dificultades existentes. Es en ese terreno donde el proletariado vuelve a sentar las bases para afirmarse como clase revolucionaria a nivel internacional. Seamos consecuentes con ello e impulsemos a todos los niveles la estructuración internacional del proletariado para abolir este viejo mundo.
¡LUCHAS POR DOQUIER… QUE ESA SEA LA NUEVA NORMALIDAD!
CONTRA EL ESTADO DE ALARMA, CONTRA EL CONFINAMIENTO, CONTRA LA NUEVA NORMALIDAD, CONTRA EL CAPITAL Y EL ESTADO.
¡IMPONGAMOS NUESTRAS NECESIDADES HUMANAS!
Proletarios Internacionalistas
www.proletariosinternacionalistas.org info[arroba]proletariosinternacionalistas.org 28 de junio de 2020.
NOTAS
1 Ver “Contra la pandemia del capital, ¡revolución social!” en nuestro sitio.
2 Bajo el rótulo de estado de alarma, de emergencia, etc. nos referimos, claro está, a todas las medidas desplegadas por el Estado: confinamiento, despidos, ajustes, desahucios, terror médico y científico, mascarillas, vacunas, multas, detenciones, disparos, desapariciones, encarcelamientos, inyecciones de capital…
3 Queremos precisar que el término “pandemia” es ya toda una trampa. Es parte del lenguaje científico y tiene su fundamento en tomar un aspecto biológico, como la existencia de un virus, como el factor esencial de una enfermedad. La ciencia, desde su lógica de la separación, ve el virus como una amenaza sobre el ser humano, los animales y su entorno. Su comprensión del mundo, que parte de la racionalidad capitalista, no puede percibir el ecosistema como un todo orgánico, sino como seres aislados que actúan por su cuenta. Pero un virus estudiado en un laboratorio no tiene nada que ver con ese mismo virus en tal o cual ciudad. Un virus desarrollándose y conviviendo como parte equilibrada de una sociedad no tiene nada que ver con lo que haría ese virus en otro lugar, en otra sociedad… Bajo la lupa científica se difuminan elementos mucho más decisivos que el virus, como la forma en la que viven y se relacionan los seres humanos. Teniendo eso en cuenta, en nuestros materiales utilizamos indistintamente el término pandemia con o sin entrecomillado, con o sin matiz. No se trata de entrar en el terreno científico para discutir el uso correcto de esa terminología, cuestionar los criterios científicos que se usan para definir algo como pandemia, sino comprender que el término mismo es una interpretación burguesa de la realidad. En la historia, se ha utilizado esa terminología para dar responsabilidad exclusiva a un virus de tal o cual mal que aquejó a la humanidad ocultando los verdaderos factores decisivos.
4 El Estado libanés ha oficializado apenas una treintena de muertes asociadas a la COVID–19, dato que además deja en claro lo insostenible que es justificar en algunos lugares todas las medidas terroristas de alarma bajo la excusa de la pandemia.
5 Recordemos que Líbano ya había sido uno de los lugares donde la revuelta proletaria de otoño 2019 actuó con más fuerza. La revuelta se contrapuso tanto a Hezbolá, que salió a reprimir, como a la canalización bélica y religiosa que el proletariado de la zona sufre desde hace décadas.
6 Hay Estados como Filipinas que apenas guardan las apariencias. En ese Estado se acaba de aprobar una ley antiterrorista donde toda persona con una simple sospecha por parte de una autoridad policial o militar de estar involucrada en actividades terroristas puede permanecer detenida durante dos meses sin una orden de arresto, y puede ser vigilada otros dos meses a nivel digital y telefónico, lo que significa que cualquier dispositivo conectado a internet, un teléfono, una computadora… son inspeccionados. La formulación legal es de tal magnitud que todo lo que hagan los sospechosos puede considerarse un “acto terrorista” y estará sujeto a las formas y los medios extrajudiciales del Estado.
7 Como si alguna vez hubiéramos abandonado la normalidad capitalista por la irrupción del estado de alarma, cuando en realidad no hemos vivido más que una nueva vuelta de tuerca de la dictadura de la economía contra nuestras vidas. Por su parte, la “nueva normalidad” representa el desarrollo consecuente del estado de alarma que lejos de mejorar las condiciones materiales de vida son el resultado directo de todo lo que está implicando la guerra al coronavirus. Es decir, aún peores condiciones materiales de supervivencia para los proletarios de todo el mundo. Todo se presenta como el lógico desarrollo capitalista de la “vieja normalidad” que la ideología del mal menor añora, presentando como realidades a elegir lo que no son más que momentos de una misma existencia miserable.
8 El ocultamiento de nuestra lucha por parte de los medios no solo consiste en tratar de no mencionar tal o cual revuelta, también consiste, particularmente cuando esa revuelta o protesta no puede ser ignorada por su repercusión, en distorsionarla, fragmentarla, tapar su raíz común.
9 La esclavitud y el tráfico de esclavos tiene por objeto la ganancia, pero el racismo es un elemento inherente para materializarlos. La destrucción del planeta tampoco es un objetivo en sí, pero la maximización de la ganancia solo puede realizarse por ese medio. El sexismo tampoco es una meta per se, sino la forma como el capital consigue reproducirse de manera eficaz. Que todas esas realidades se desarrollen como aspectos de la vida del capital conlleva evidentemente que las mismas se materialicen, expandan y expresen en todas las relaciones humanas de muy diversas maneras. Lo crucial es que la crítica no se quede solo en algunas de esas materializaciones, sino que llegue a la fuente, a la raíz, que sea radical.
10 La democracia no es una forma política, es la forma de vida propia del mundo mercantil generalizado y su esencia es la dictadura del capital, independientemente de que a nivel político se cristalice como gobierno militar, república, monarquía, etc. Recomendamos la lectura del libro de Miriam Qarmat “Contra la democracia”.
11 Es decir, que son parte de la verdadera comunidad de lucha que pelea contra el capital, contra el Estado, contra sus medidas. Queremos aclarar este punto pues nos contraponemos y denunciamos a todos aquellos seudorrevolucionarios que no solo reproducen en su ser el pánico que siembra el Estado, sino que colaboran con él o realizan un apoyo crítico, extendiendo el terror del Estado y favoreciendo la represión. Reivindicándose del comunismo o de la anarquía, esos seudorrevolucionarios siguen al pie de la letra los dictados de Estado, defienden el confinamiento y las otras medidas de control, mirando como sospechosos a los proletarios que se niegan a someterse, a los que se reúnen para luchar, a los que desobedecen al Estado.
12 Lo cual evidencia nuestra imposibilidad de corroborar o refutar estas cuestiones, y muestra cómo nuestras vidas se nos escapan de las manos.
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