Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Trabajo esclavo en prisión: Relación de empresas que desarrollan su actividad en prisión, presos que emplean y retribuciones
- Sylvain Maréchal, el antiautoritarismo ilustrado
- [Libro] Con A mayúscula - Ruymán Rodríguez
- [Poema] En contra...
- La gobernanza de la pobreza
- [Chile] Publicación a la memoria rebelde e insurrecta de Javier Recabarren
- El oficio de sirvienta
Posted: 02 May 2017 04:55 AM PDT
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Relación
de empresas que desarrollan su actividad en los talleres de los centros
penitenciarios, donde se detalla la ocupación de internos trabajadores y
las retribuciones percibidas. Según Trabajo Penitenciario y Formación
para el Empleo, el pago que las empresas realizan a
Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo, varía en función de
diferentes factores, como el nivel de ocupación que vaya a tener el
taller, la complejidad de la producción, la productividad de los
trabajadores, además de otros factores (maquinaria, consumos de energía,
etc.) que puedan influir en la propia actividad productiva que realice
la empresa.
Más información al respecto: [Audio] Trabajo En Prisión, Trabajo Esclavo En El siglo XXI Trabajo en prisión [pdf] Explotación Laboral En Prisión
Fuente: http://tokata.info/
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Posted: 02 May 2017 04:49 AM PDT
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Sylvain
Maréchal es, sin duda, un precursor, no solo del socialismo utópico y
del comunismo, también del anarquismo al ser un sorprendente opositor a
toda forma de dominación; un brillante subversivo, radicalmente ateo y
materialista, proveniente de la Ilustración
El anarquismo moderno, todavía, no existía y, sin embargo, a menudo podemos ver citado a Sylvain Maréchal como uno de los pocos (o el único) anarquista verdadero de la Revolución francesa. Lo que es seguro es que fue una de las influencias del antigubernamentalismo de William Godwin, el autor que coloca un puente hacia las ideas libertarias en la Modernidad. Precursor del socialismo, lo que hace que podamos etiquetar a Maréchal de anarquista es su fuerte crítica, es cierto que a veces titubeante, a la autoridad. Este autor es fundamentalmente conocido por su participación en la fracasada Conjura de los Iguales de Babeuf, en 1796, cuyo manifiesto escribió, que pretendía instaurar una igualdad perfecta. El mismo Kropotkin, en su obra La Gran Revolución, lo menciona y considera que puede verse en él "una vaga aspiración" de lo que posteriormente se conocería como comunismo libertario. Por el contrario, Max Nettlau, en La anarquía a través de los tiempos, considera que puede observarse en este autor ya "un anarquismo muy claramente razonado", si bien, "en la forma velada de la vida feliz de una edad pastoral arcadiana". Más adelante, veremos el porqué de esta descripción. Hay que recordar, tal y como cita Nettlau, que Maréchal puso en su famoso manifiesto estas palabras: "desapareced, repulsivas diferencias entre gobernantes y gobernados"; como era de esperar, fueron desautorizadas por los dirigentes más autoritarios de la revolución. Hablamos, en suma, de un autor influyente, y citado en no pocas ocasiones, en el anarquismo decimonónico. Maréchal era partidario de un ateísmo irreductible, de enorme gozo es la lectura de su Diccionario de ateos, se le puede considerar al respecto como uno de los pensadores materialistas más radicales de su tiempo. Es otra cuestión que le apartaba de los revolucionarios autoritarios, partidarios del deísmo, que manifestaban con cinismo que la religión, aunque falsa, era necesaria para mantener el orden social; como es lógico, la creencia religiosa ha sido utilizada siempre por el poder para impedir que el pueblo alce la voz manteniéndose sumiso. Al respecto, Maréchal era partidario de una moral en la que se hubiera apartado toda superstición religiosa. Desgraciadamente, esta corriente atea y antiautoritaria fue violentamente aplastada por los jacobinos, lo que supuso sin duda el estancamiento de la Revolución. Este ateísmo feroz, en el que volcó gran parte de su obra, junto a su rechazo del Estado, en nombre de la igualdad entre los seres humanos, y su rechazo a toda forma de dominación hace que efectivamente podamos llamar anarquista al singular Sylvain Maréchal. Para este autor, algo que solo se percibe a veces en algunas figuras coetáneas de la Revolución, la aparición del Estado y de las leyes jurídicas es un claro síntoma de decadencia, el cual conduce a las diferencias sociales y a la apropiación del poder por parte de una minoría. En su discurso, y en gran parte de su obra escrita, conmina a los diputados de la Asamblea Nacional a que no se limiten a hablar de libertad, ya que solo se consigue con una igualdad real y absoluta. Como observamos, de total actualidad, cuando nuestra democracia sigue hablando solo de libertades formales y la desigualdad campa a sus anchas con el dominio, político y económico, de unos pocos. Maréchal, y tantos autores libertarios posteriores, fueron mucho más lejos que la mera oposición al absolutismo y la aristocracia, denunciando que su fin no hacía desaparecer la injusticia. Maréchal se decepcionaría pronto con el desarrollo de los acontecimientos, ya en 1793 es consciente de que la sustitución de unos gobernantes por otros solo ha conllevado reformas superficiales. En su obra Correctifs à la révolution,rechaza tajantemente cualquier forma de Estado, ya que siempre constituye una fuente de dominio y desigualdad; aprovecha para atacar igualmente el patriotismo, una mistificación que apela al sentimiento de las personas para sostener a la minoría en el poder. La alternativa para Maréchal es un comunismo rural, con las tierras en propiedad colectiva, que hiciera desaparecer la gran ciudad, la cual identificaba con la aparición del Estado. No pudo este autor dejar de estar ligado a ciertos valores tradicionales, o propios de su tiempo, como eran la base familiar y la tutela patriarcal. Todavía más rechazable es la misoginia de sus propuestas, relegando a la mujer a meras funciones del hogar en sus concepciones utópicas; aunque, curiosamente, sí era partidario del divorcio y rechazaba que las mujeres estuvieran en situación de inferioridad respecto a su pareja masculina. Por supuesto, como también ocurrió posteriormente con Proudhon, todas esas concepciones patriarcales no ejercieron ninguna influencia sobre los libertarios. Centrémonos en lo más interesante de Maréchal para el anarquismo, su irreductible antiautoritarismo, que le condujo a justificar el tiranicidio. No podemos dejar de mencionar lo que escribió en Révolutions de Paris (1790), donde legitima el asesinato de los déspotas e incluso conmina a un puñado de individuos decididos a que practiquen el magnicidio por toda Europa. Al parecer, Maréchal gustaba de la concepción clásica grecorromana, al respecto, en el que acabar con el tirano suponía un acto glorioso. En este punto, como ya han señalado otros autores libertarios, desconocemos si estamos hablando de un soñador excesivo, capaz de cualquier cosa por su mundo ideal; de un fanático exacerbado. No obstante, la idea de Maréchal de formar un cuerpo de tiranicidas llegó a tener cierto calado e incluso a ser propuesta en la Asamblea Legislativa en 1792, aunque finalmente rechazada. Frente a aquellos que argumentaban que nada impedía, a su vez, a los monarcas europeos enviar sus propios asesinos para acabar con los jefes revolucionarias, es digna de atención la respuesta de Maréchal. Su argumento fue que, a pesar de lo inconveniente de que ocurriera tal cosa, lo bueno sería que esos puestos de dirigentes se convertirían en poco solicitados. Maréchal, delirante o no, de forma consciente o inconsciente, puede que estuviera advirtiendo sobre la tendencia de la sociedad a formar el cuerpo del Estado y sobre la forma de evitarlo. Ese gusto por la violencia es, con seguridad, producto de la propia época de Maréchal, pero para la historia queda esa advertencia sobre el gusto por la dominación de gran parte de los individuos, y sobre cómo la sociedad libertaria debería crear sus propios mecanismos para evitarlo.
Capi Vidal
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Posted: 02 May 2017 04:43 AM PDT
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Con
esta compilación de artículos políticos, completada por una pequeña
miscelánea literaria, queremos hacer un pequeño y humilde reconocimiento
a los casi 20 años de militancia de nuestro compañero Ruymán Rodríguez
(1983). Los textos que hemos seleccionado no son el grueso de su obra.
Mucho queda aún, desde artículos y manuales de vivienda a voluminosos
libros sobre individualismo. Pero hemos querido escoger lo más
representativo, desde el 2008 a su primer texto del 2017. En esta
compilación se aprecia la evolución estilística y temática de nuestro
compa, pero también se ve una constante sobre los mismos intereses y
preocupaciones: la indigencia, la marginalidad, el ilegalismo, la
urgencia de la práctica, el individualismo, la necesidad de ser
incisivo, la reivindicación de los subalternos.
Tanto la evolución como la permanencia están marcadas directamente por una militancia que a veces ha sobrepasado el límite de lo saludable (si no hay artículos del 2014 es porque todo lo que escribió ese año era por y para la Comunidad «La Esperanza»). Cuando en la segunda mitad de la década del 2000 estaba implicado en actividades antirracistas, viviendo la indigencia cotidiana, en el aislamiento, escribía «con el hacha» (como él mismo reconoce). Mientras que las duras y ricas experiencias de 5 años, volcado en la lucha por la vivienda, han producido la madura y lúcida hornada de artículos del 2016. Sirva por tanto esta recopilación, en la que hemos querido incluir algunos relatos inéditos de corte literario, como un reconocimiento a una trayectoria de la que aún quedan muchos años, y como una muestra de afecto a quien, más allá de sus escritos, se ha convertido en la práctica diaria en el motor no reconocido de muchas de las iniciativas más interesantes e importantes que en lo político y social se han producido en Gran Canaria. Agradecemos, finalmente, la implicación, dedicación y gran trabajo de Anarquismo en PDF para ayudarnos a hacer posible esta iniciativa. Amigas y amigos de Ruy. Enlace [PDF]: Ruymán Rodríguez - Con A mayúsculaRead more ... |
Posted: 02 May 2017 04:37 AM PDT
EN CONTRA...
Contra el yihadismo y ley mordaza. Contra la reforma y su patraña. Contra la rapiña y su demanda. Contra lobbysmos y burocracia. Contra la caverna y su canalla echemos sus crímenes al fuego, purifiquemos el aire obsceno. Luchadores de la libertad. Batalladores del alba. Contra la caverna y su canalla echemos sus crímenes al fuego, purifiquemos el aire obsceno. El puño levanto enteramente señalando con la voz bien alta: El desorden que llama orden sea enterrado en su cloaca. Contra la caverna y su canalla echemos sus crímenes al fuego, purifiquemos el aire obsceno. Luchadores de la libertad. Batalladores del alba. Contra la caverna y su canalla echemos sus crímenes al fuego, purifiquemos el aire obsceno. |
Posted: 02 May 2017 04:33 AM PDT
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Del neoliberalismo despiadado a la renta básica paliativa
“Entendemos por ‘paternalismo neoliberal’ aquella estructura social emergente en la que el Estado desempeña un papel paradójico. Se encarga, por un lado, de estructurar con determinación la mayoría de los aspectos de la sociedad al servicio de los ‘arrendatarios del laissez-faire’, mientras que al mismo tiempo ejerce el papel de facilitador de la ‘gobernanza de la pobreza’”. Joe Soss, Richard Fording y Sanford Schram, “Disciplinando la pobreza” (2011) Al final de su extraordinaria disección del tortuoso camino recorrido por la economía desde los clásicos (Smith, Ricardo y Marx) hasta la hegemonía actual del dogma neoclásico-marginalista, Maurice Dobb describe de esta desalentada manera el “velo” ideológico que, bajo el ropaje de cientificidad característico de las construcciones matemáticas de la disciplina, encubre sus verdaderas motivaciones de legitimación del orden vigente: “Éste parece un ejemplo más, si aún hiciera falta alguno, dado a nuestra materia, de los prejuicios transmitidos al pensamiento por el marco conceptual heredado o adquirido, el cual, como desde el comienzo hemos sugerido, está permeado por la ideología, cuando no directamente impulsado e inspirado por ella”. Y no hay cuestión más “permeada por la ideología” que la sistemática ocultación –cuando su función principal debería ser iluminarlas- de las leyes que rigen la distribución de la riqueza social y del verdadero origen de la ganancia del capital llevada a cabo por la “teología económica”. Hedonismo despiadado “No hay almuerzo gratis” Milton Friedman En un prestigioso manual universitario de microeconomía se puede leer lo siguiente: ”Basándose en el supuesto de la utilidad marginal decreciente (la satisfacción producida por el consumo de cantidades mayores de un bien es decreciente), algunas personas llegaban a deducir que la utilidad marginal de un dólar debía ser menor para una persona rica que para un pobre. De hecho, esto puede ser cierto en la mayoría de los casos ya que las personas ricas gastan sus billetes casi de la misma manera que los pobres gastan sus monedas (sic). Sin embargo, existen casos en los que este tipo de comparación no se cumple. Por ejemplo, algunas veces los vagabundos gastan sus dólares –cuando los tienen- más pródigamente que los ricos. Dado que una buena teoría debe cumplirse en todas las circunstancias, las comparaciones interpersonales de satisfacción (utilidad) se consideran altamente cuestionables”. Que en un texto académico se pretendan hacer pasar por conocimiento científico semejantes paparruchas impele a indagar sobre los “prejuicios transmitidos por el marco conceptual heredado o adquirido” que animan una cosmovisión con tan aquilatadas sensibilidades poliéticas. Elevémonos pues a las alturas de la ciencia “seria” y tratemos de explorar las bases teóricas de tan sui generis fundamentos ético-morales. El principio –la negación de las comparaciones interpersonales de utilidad-, tan burdamente expresado en el fragmento previo, es el corolario esencial de la aplicación a la economía del “bienestar” de la teoría de la utilidad ordinal. Se trata de la cumbre de la teoría marginalista de la demanda y la base para la determinación del precio de equilibrio en los libérrimos mercados. La ordenación de las preferencias subjetivas entre los bienes es el fundamento “científico” para la satisfacción óptima de las necesidades del consumidor “soberano”. Todo el análisis gravita pues sobre un individuo-mónada que expresa sus gustos y goza de una dotación dada de recursos, cuyo origen queda en la más absoluta penumbra: el “hedonista idiota” de la refinada antropología liberal es un Robinson Crusoe que sólo disfruta consumiendo privadamente. Coherente con esta visión autista del homo oeconomicus, el axioma básico de la economía del “bienestar” afirma pues que no hay ninguna razón “científica” que justifique la transferencia de rentas (o de riqueza acumulada) de los ricos a los pobres. Es más, tampoco es en absoluto apropiado afirmar que ello podría aumentar el bienestar general. Se trata de una aseveración totalmente ilegítima bajo los parámetros de la ciencia seria. No puede afirmarse que el rico “sufra” menos que el pobre con cualquier pérdida de riqueza o ingreso. Como expresa, con fina ironía, el ilustre heterodoxo John Kenneth Galbraith en uno de sus excelentes trabajos histórico-divulgativos: “los sentimientos de diversas personas no son comparables; establecer semejantes comparaciones equivaldría a negar la profundidad y complejidad de las emociones humanas y ello representa una negación de las modalidades de razonamiento a las que aspira todo economista cabal y de buena reputación”. Por esotérico que todo ello pudiera parecer, las consecuencias prácticas de semejante postulado fueron colosales: en términos económicos estrictos no hay ninguna razón que justifique la intervención fiscal redistributiva del estado. La teoría económica ortodoxa no es partidaria de la contaminación de la pureza del mercado con políticas correctoras. Como añade, irónicamente, Galbraith: “para los ricos, ésta volvía a ser una muy adecuada conclusión”. El profesor Lionel Robbins (autor de la canónica definición de la economía como “la ciencia que analiza el comportamiento humano como la relación entre unos fines dados y medios escasos que tienen usos alternativos”; conceptualización que, dicho sea de paso, podría aplicarse a cualquier ciencia de la conducta en general) fue el más entusiasta profeta de la nueva verdad revelada. El autor del pomposo “Ensayo sobre la naturaleza y la significación de la ciencia económica” y miembro de la sociedad Mont Pelerin -dirigida por el fanático antisocialista y padre del neoliberalismo Friedrich Hayek (al que Robbins nombró profesor en la London School of Economics que dirigía)- llamaba al perentorio abandono de consideraciones distributivas al no ser posible sostenerlas científicamente: “Sostuve que la agregación o comparación de las satisfacciones de distintos individuos entrañan juicios de valor y no de hechos, y que tales juicios rebasan los límites de la ciencia positiva”. Mister Robbins, con inusual franqueza en un científico riguroso, sella de forma hermética el campo de la Ciencia Económica conminando a sus devotos cultivadores a no contaminarse con adherencias ético-políticas: ”la parte de la teoría de las finanzas públicas que se refiere a la ‘utilidad social’ debe tener una significación diferente. No puede deducirse de los supuestos positivos de la teoría pura, por muy importante que sea como desarrollo de un postulado ético. Y tanto los postulados utilitarios de los que se deriva como la economía analítica con la que ha sido asociada serán más convincentes si esto se reconoce con claridad”. Ni que decir tiene que quien no reconozca semejante marco teórico, excluyente de cualquier intervención perturbadora del libre juego de las fuerzas del mercado, será automáticamente apartado del grupo de los científicos serios que no se dejan influir por los “prejuicios transmitidos al pensamiento por el marco conceptual adquirido”. Científicos serios –y con ciertas veleidades poéticas, como puede comprobarse- como uno de los maestros del profesor Robbins: uno de los tres (junto con Menger y Walras) padres fundadores de la escuela “marginalista”, Stanley Jevons. Su definición del “núcleo epistemológico” de la teoría económica no tiene desperdicio: “El placer y la pena son sin duda alguna los objetivos últimos del cálculo de la economía (…) satisfacer nuestras necesidades al máximo y con el mínimo esfuerzo o, en otras palabras, lograr la máxima satisfacción y placer es el problema de la economía”. ¡Quién podría resistirse a una concepción de tamaña profundidad intelectual! No deja de resultar curioso que los adeptos a este descubrimiento “epocal” del cálculo individual hedonista como riguroso basamento del “problema de la economía” fueran al mismo tiempo implacables fustigadores de cualquier medida paliativa del sufrimiento de los que, careciendo de dotación inicial de recursos, no podían alcanzar “la máxima satisfacción y placer” con sus frustradas preferencias de consumo. Sin embargo, faltaba un principio rector que coronara la majestuosa construcción del nuevo paradigma de la ciencia social por excelencia. Una vez excluidas las consideraciones redistributivas del campo de estudio, había que proceder a entronizar los armoniosos equilibrios maximizadores como virtudes teologales del artefacto marginalista. El llamado “óptimo de Pareto” (obra del economista italiano Wilfredo Pareto, gran admirador del muy liberal Duce Benito Mussolini) es la máxima expresión de esa elegante construcción lógico-matemática, cumbre del aseado positivismo de una ciencia comme il faut: ” En análisis económico se denomina óptimo de Pareto a aquel punto de equilibrio en el que ninguno de los agentes afectados puede mejorar su situación sin reducir el bienestar de cualquier otro agente”. Como anota, con cierto poso de amargura, Amartya Sen: “Si la suerte de los pobres no puede mejorarse sin reducir la opulencia de los ricos, la situación será un óptimo de Pareto a pesar de la disparidad entre ricos y pobres”. El óptimo paretiano ofrece así la posibilidad de confinarse en los problemas de la pura eficiencia económica sin preocuparse por la ‘utilidad social’ mediante un criterio supuestamente objetivo de “optimalidad” social independiente de la distribución de la renta. Este estado de la sociedad es conocido técnicamente como superioridad de Pareto y se presupone en cualquier equilibrio general competitivo. Ello enlaza subrepticiamente la existencia matemático-positiva del equilibrio con un criterio normativo basado en su deseabilidad frente a cualquier situación alternativa. Como inquiere irónicamente Dobb: “¿Qué mejor cosa podía esperarse como objetivo político, definible en términos económicos puramente objetivos e independientes de la distribución y, por lo tanto, susceptible de utilizarse como un criterio objetivo de la eficiencia económica?”. Empero, tal vez cegados por el deslumbrante brillo de la imponente construcción, las egregias eminencias de la ortodoxia tuvieron un instante de ofuscación en el que, como relata Dobb, “aparecieron la falacia y la confusión”. Olvidando la prohibición de comparar utilidades individuales y la consiguiente imposibilidad de realizar agregaciones de “bienestar” de los individuos, los entusiastas devotos del óptimo paretiano lo convirtieron –cayendo en una flagrante falacia de composición-en el criterio por antonomasia de maximización del bienestar social. Ante la incredulidad que tal “patinazo” pueda provocar en los devotos creyentes en la infalibilidad de la ciencia económica, Dobb propone el siguiente ejemplo, extraído del texto canónico de dos de los grandes popes de la ortodoxia neoclásica: Paul Samuelson y Robert Solow. En él se afirma con toda solemnidad que “cada equilibrio competitivo es un óptimo de Pareto y viceversa”, describiendo tales axiomas como la columna vertebral de la economía del bienestar y extrayendo la muy apropiada conclusión de que un equilibrio competitivo es siempre superior a uno no competitivo. Por arte de birlibirloque, la prohibición tajante de agregar funciones de utilidad individuales en pos de un óptimo de bienestar social se soslaya graciosamente para blandir ad hoc el dogma teologal de que el modelo abstracto e irreal de la competencia perfecta es el non plus ultra de la felicidad humana. Como concluye Dobb, parece que en este intento de hacer que “el óptimo de Pareto implique mucho más de lo que lógicamente puede hacérsele soportar entran, de la manera más obvia, cuestiones ideológicas”. Así pues, la máxima normativa implícita en la “imponente” construcción teórica neoclásica prescribe que las consideraciones distributivas no pertenecen al reino de la ciencia económica porque el libre juego de las fuerzas del mercado dejado a su albur asigna a cada uno lo que le corresponde. Lo cual libera de paso a los científicos ‘cabales y de buena reputación’ de preocupaciones ético-morales para que puedan centrarse en propiciar el sacrosanto crecimiento económico del PIB que derramará sus dones sobre el cuerpo social. El mismo principio que opera, mutatis mutandis, en la machacona justificación de las políticas de expansión cuantitativa de los bancos centrales, que iban a beneficiar al conjunto de la economía (el llamado efecto goteo o ‘trickle down’) en lugar de extremar –como de hecho ha sucedido- hasta el paroxismo los niveles de desigualdad. En esta visión autorreguladora y autónoma de la economía, el papel asignado a la política por la rama “integrista” –formada por neoclásicos y austríacos- de los teólogos de la disciplina se asemejaría al de un mero lubricante del correcto funcionamiento de los sagrados mercados. Reformismo paliativo “Los defensores del ingreso universal proponen a las “multitudes” dar marcha atrás, instaurando una renta monetaria e individualizada, y esta perspectiva sustituye de hecho a la movilización por una reducción radical del tiempo de trabajo mediante la transformación de las relaciones de producción en un sentido socialista. A estas aproximaciones teóricas se añade una orientación estratégica cuyo efecto es dejar de dar cuenta de la centralidad de las relaciones de explotación”. Michel Husson Contra este utilitarismo “despiadado”–que recuerda a la ciencia lúgubre ricardiana- del núcleo duro de la ortodoxia neoliberal se manifiestan los representantes de la heterodoxia liberal-progresista dentro del mainstream. Amartya Sen, destacado economista del bienestar y uno de los creadores del índice de desarrollo humano, podría servir de paradigma de la posición redistribuidora-reformista. Su postulado básico se basa en “colar” consideraciones ético-humanitarias por la puerta trasera de la ortodoxia sin perturbar la solemne magnificencia del “salón principal”. En su discurso en la entrega del Nobel, el expresidente honorario de OXFAM y gurú económico del PSOE de Zapatero realiza una crítica del modelo ortodoxo-paretiano abriendo una grieta en el teorema de la imposibilidad de Arrow (según su pléyade de turiferarios, “el economista más influyente del siglo pasado”). Los resultados de “imposibilidad” han sido interpretados como una sentencia de muerte para la posibilidad de una elección social razonada y democrática, principalmente en el área de la economía del bienestar. El teorema niega que sea posible hallar una regla de elección no-dictatorial que maximice el bienestar social si se excluyen comparaciones interpersonales de utilidad. En las rendidas palabras de Sen: “Si bien Arrow (tomando como postulado fundamental la eficiencia de Pareto) situó la disciplina de la elección social dentro de un marco estructurado –y axiomático–, conduciendo así al nacimiento de la teoría de la elección social en su encarnación moderna, también profundizó la penumbra existente al establecer un sorprendente –y aparentemente pesimista– resultado de alcance universal. Parecía que las evaluaciones sociales y los cálculos del bienestar social no podían evitar ser arbitrarios o irremediablemente despóticos”. La enmienda parcial de Sen –que en ningún aspecto pone en cuestión el “individualismo antropológico” ni la estructura socio-institucional insertos en tales modelos- al hegemon neoclásico consiste en la posibilidad de introducir comparaciones interpersonales que justifiquen la adopción de políticas redistributivas basadas en criterios de elección social no maniatados por el corsé de la “imposibilidad”. Sus “correcciones éticas” a la implacable lógica del cálculo egoísta tienen la misericorde pátina de las homilías eclesiásticas: “el indigente desesperado que sólo desea seguir vivo, el jornalero sin tierra que concentra toda su energía en conseguir su próxima comida, el criado que busca algunas horas de respiro, el ama de casa sometida que lucha por un poco de individualidad; todos pueden haber aprendido a tener los deseos que corresponden a sus apuros pero sus privaciones están amordazadas y veladas por la métrica impersonal de la satisfacción del deseo. En algunas vidas, las cosas pequeñas cuentan mucho”. Así pues, todo se reduce a constatar que el concepto de bienestar del cálculo utilitarista no capta la privación de las personas que sufren grandes carencias o están en condiciones de pobreza absoluta careciendo de preferencias observables de consumo. Marta Pedrajas, experta en políticas de desarrollo y directora del Plan Director de la Cooperación Española, resume la esencia del reformismo paliativo:”En nuestros días, la propuesta de economía ética de Amartya Sen pensamos que es de primera magnitud. Una economía que no entiende sólo de crecimiento del PIB sino de desarrollo humano, donde la libertad, para poder llevar el tipo de vida que todos y cada uno de los seres humanos tienen razones para valorar, debe ser real, posible y debe estar garantizada. Una economía donde a los más desfavorecidos de la sociedad, se les debe “empoderar” y dar las oportunidades y los recursos necesarios para poder alcanzar una vida de libertad y de dignidad”. Si bien desde una posición más “liberal anglosajona”, el Principio de Diferencia de John Rawls prueba una vez más las limitaciones insolubles de aceptar el marco conceptual del “enemigo”. Tratando, como Sen, de escapar de las ‘lúgubres implicaciones’ del teorema de Arrow, su propuesta pugna por establecer “bases objetivas para las comparaciones interpersonales que permitan, en tanto podamos identificar al representante menos aventajado, evaluar la ventaja individual en términos del control basada en la maximización de la cantidad de ‘bienes primarios’”. El utopismo de cariz idealista-kantiano implícito en tan crípticas propuestas se condensa en la siguiente caracterización del concepto nodal del egregio filósofo analítico: “los bienes primarios, […] son las cosas que se supone que un hombre racional quiere tener, además de todas las demás que pudiera querer (sic). Cualesquiera que sean en detalle los planes racionales de un individuo, se supone que existen varias cosas de las que preferiría tener más que menos (sic). […] Los bienes sociales primarios son, grosso modo, la libertad política (el derecho a votar y a ser elegido en cargos públicos) así como la libertad de expresión y de reunión; la libertad de conciencia y la libertad de pensamiento; la libertad de la persona así como el derecho de tener propiedad (personal)”. Uno de los máximos adalides de la renta básica –la propuesta estrella de las fuerzas reformista-redistribuidoras-, el economista y político libertario Philippe van Parijs , destaca la íntima conexión entre los distintos enfoques mencionados y su defensa de una “renta incondicional”, epítome del liberalismo igualitario: “La maximización del índice medio de bienes primarios asociado a la peor posición social (Rawls), la igualación de las capacidades básicas (Sen), la igualación de los recursos internos y externos (Dworkin) y la maximización del valor de lo que reciben (en un sentido muy amplio) aquellos que menos reciben (Real Freedom for All) son cuatro formas de tratar de combinar con cierta precisión el anhelo (“liberal”) de respetar la diversidad de las concepciones de la vida buena y el anhelo (“igualitarista”) de respetar los intereses de todos”. La metafísica idealista y la completa evacuación de las condiciones materiales de producción y de las relaciones de propiedad implícitas en tales invocaciones a los ‘anhelos de vida buena’ quedan sustanciadas en la sorprendente proclama de Daniel Reventós, profesor de Economía y ‘uno de los mayores expertos’ españoles en renta básica: “Lo escribiré de forma lapidaria y más adelante lo argumentaré con algún detalle: la RB no es una propuesta ni de izquierdas ni de derechas (…) La propuesta de la RB tiene vocación ecuménica. Que la RB puede ser justificada desde idearios normativos de derechas o de izquierdas me parece algo ya tan demostrado que casi resulta tedioso volver a insistir”. La pasmosa puerilidad de estas propuestas ‘ni de izquierdas ni de derechas’ supone, como dice la cita de Husson, “dar marcha atrás” al reloj de la historia social dejando de dar cuenta de las relaciones de explotación, abandonando a sus actuales dueños la esfera del trabajo asalariado y asignando al Estado un papel neutral que soslaya su función de garante de “la maquinaria de generación y reparto de los frutos de la producción social”. Con el agravante de la extensión del campo de la mercancía que implica proponer una renta en forma monetaria. Las palabras de Eric Toussaint, al final de su espléndido análisis del celebérrimo texto de Pyketty, sirven para ilustrar el carácter contraproducente de la adopción de tales soluciones mágico-redistribuidoras de ‘vocación ecuménica’: “La crítica fundamental que se le puede hacer a Thomas Piketty es que piensa que su solución puede funcionar aunque se mantenga el sistema actual. Propone un impuesto progresivo sobre el capital para redistribuir las riquezas y salvaguardar la democracia, pero no se cuestiona las condiciones en las que estas riquezas se originan ni las consecuencias que resultan de ese proceso. Su respuesta sólo remedia uno de los efectos del funcionamiento del sistema económico actual, sin atacar la verdadera causa del problema. Pero sobre todo no nos puede satisfacer un reparto más equitativo de las riquezas, si éstas son producidas por un sistema depredador que no respeta ni las personas ni los bienes comunes, y acelera la destrucción de los ecosistemas”. Si en el culmen de la inusitada violencia que el capitalismo depredador ejerce sobre el ser humano y su crucificado planeta, las propuestas motoras del cambio social de los movimientos progresistas giran únicamente alrededor de la “gobernanza de la pobreza” implícita en tales medidas redistributivo-asistenciales, habrá que resignarse a emitir desconsoladamente la clásica exhortación: “que el cielo nos asista”.
Alfredo Apilánez
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Posted: 02 May 2017 04:16 AM PDT
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Múltiples
pueden ser las formas en las que se puede recordar a un/a compañerx,
amigx, hermanx, cada quien con su forma, sus recuerdos, sus palabras o
afinidades. Desde pequeños destellos que formaron aportes a la lucha se
construye la memoria de aquellxs a quienes no dejamos escapar de
nuestrxs caminos, rescatando la fuerza puesta en la construcción de la
autonomía, esa misma que nos mueve, experiencia compartida que nos hizo
cómplices en algún momento y que continuamos propagando.
Ahora se propaga un pequeño gesto en recuerdo de un compa cuyo recuerdo nos estremece, así como se hizo a través de un panfleto o del reconfortante sonido de una vitrina destrozada por una piedra, devolviendo una porción de nuestra rabia al capital por el compa que nos arrebató en medio de su rutina, de su envolvente sociedad de olvido y esclavitud. Un aporte mínimo, un gesto sencillo, pero reconociendo la afinidad que sentimos al recordar sus pasos. Javier Recabarren está en nuestra memoria y acompaña nuestro andar por las enmarañadas sendas de la liberación total. En ellas no reconocemos vicios sobre la edad ni de la “madurez”, porque es la afinidad la que nos une, el arrojo el que nos incentiva y las convicciones las que nos construyen cotidianamente. Anónimx. PD: Agradeciendo profundamente a lxs compas que respondieron la semana de agitación por Javier, dejamos a disposición esta publicación, que recopila palabras y acciones -desde una posición anárquica- enmarcadas en la iniciativa lanzada públicamente en Marzo del presente año, 2017. Pincha aquí para leer/descargar la publicación.Read more ... |
Posted: 01 May 2017 10:38 AM PDT
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Últimamente
defensores de derechos humanos nos llaman asistentes domésticas, para
aminorar el golpe, pero a las cosas por su nombre: somos sirvientas,
nuestro oficio es servir.
Partiendo de ahí, podemos desmenuzar la gama de abusos que vivimos quienes trabajamos en el servicio doméstico y en mantenimiento. No importa el país, la realidad de los sirvientes es la misma en todos lados. No nos vamos a dar baños de pureza y a señalar a Estados Unidos como el causante de todos nuestros males. En India, existen las castas, en Latinoamérica las mentes colonizadas, y así vamos por país y continente, cada uno con sus propios males.
Jamás le prestarían su carro de último modelo pero permiten que sea la que cocine y limpie sus habitaciones y lleve los niños a la escuela. Que encuentre los dildos tirados en el suelo o entre las sábanas y los lave y coloque en las gavetas donde se guardan. Intimidades que solo conocemos las empleadas domésticas. Y no tenemos derecho a encariñarnos porque los muebles no sienten, esos niños no son nuestros, un día crecerán y nos lo recordarán con una patada en el trasero y con un despido sin aviso, de una día a otro. Como si de un día a otro uno pudiera olvidar los recuerdos, cortar de tajo el afecto y asimilar que uno solo fue un mueble viejo al que le llegó el tiempo de terminar en el basurero.
Partiendo de ahí, podemos desmenuzar la gama de abusos que vivimos quienes trabajamos en el servicio doméstico y en mantenimiento. No importa el país, la realidad de los sirvientes es la misma en todos lados. No nos vamos a dar baños de pureza y a señalar a Estados Unidos como el causante de todos nuestros males. En India, existen las castas, en Latinoamérica las mentes colonizadas, y así vamos por país y continente, cada uno con sus propios males.
No se trata del color, de la nacionalidad, ni del idioma, se trata
de quién tiene el poder y quien tiene el poder abusa y discrimina, con
propios y extraños. El oficio de niñera y empleada doméstica es el
mismo, solo varía el nombre: en ambos el trabajo es servir. Y digo
servir con todo el peso de la palabra: de día y de noche. Cuando los
niños están en la escuela o en clases particulares, las niñeras nos
encargamos de limpiar la casa, los cuartos de juego, cocinar, lavar la
ropa: el oficio doméstico. El de la empleada doméstica es igual y ambas
son tratadas como muebles viejos. Porque una limpia pañales sucios y la
otra baños sucios: ambas trabajan entre la mierda.
Las niñeras somos las mamás emergentes, estamos ahí todo el tiempo
porque las mamás están en sus clases de yoga, tomando el té con amigas o
viajando por el mundo. Algunas, contadas, son las que trabajan.
Entonces las niñeras sin querer, como consecuencia de nuestro trabajo,
damos abrazos, entendemos emociones, cuidamos enfermedades, contamos
cuentos y nos desvelamos y damos apoyo moral a niños que aprendemos a
querer como propios y, que en el futuro cuando se den cuenta de nuestro
papel en su casa y en la sociedad, nos tratarán como los muebles viejos
desechables. Porque es el patrón, porque son parte del círculo de la
cultura del capital.
Las sirvientas conocemos la intimidad de las familias, hasta de lo
que no quieren que nadie se entere, conocemos temperamentos, vicios,
miedos, jactancias, vacíos y pretensiones. Porque estamos ahí todo el
tiempo, invisibles, muebles viejos que se mueven de un lugar a otro para
que no estorben. Trabajamos en silencio, a manera de pasar
desapercibidas porque, ¿qué tiene qué contar una sirvienta? ¿En qué
forma puede una sirvienta interactuar con sus empleadores? Máximo cuando
ellos tienen cuna de oro, y pergaminos y se codean con la crema y nata
de la sociedad. De ninguna, la sirvienta no siente, no piensa, no tiene
emociones, está ahí para servir, jamás es vista como persona, no existe
como ser humano.
Las sirvientas no nos cansamos, nunca tenemos derecho a enfermarnos, a
estar deprimidas, a anhelar, a extrañar, no tenemos derecho tampoco a
los beneficios laborales, las vacaciones son para otros no para
nosotras. No tenemos derecho a las emergencias porque entonces, ¿quién
va a limpiar los cuartos, a lavar los platos, a planchar la camisa del
patrón, a hacer el desayuno y a trapear? ¿Quién irá por el correo, por
el pan y al supermercado? ¿Quién le cuidará la fiebre a los niños?
¿Quién limpiará el vómito del señor que llegó borracho en la madrugada?
Y si a pesar del abuso todo sobrepasa los extremos inconcebibles,
las empleadas domésticas también somos abusadas sexualmente por el
empleador, hijos de los empleadores, amigos de los empleadores y bajo la
tutela de la empleadora que hace que no ve. Porque al fin y al cabo los
hombres son así, sedientos de placer todo el tiempo y mejor que se
cojan a la sirvienta que a una trabajadora sexual que les puede pegar
enfermedades… Y en la mayoría de los casos esa empleada doméstica es una
niña que no pasa de los 12 años.
Las empleadas domésticas no tenemos derecho a los dolores
menstruales, porque somos máquinas, y tampoco a angustiarnos cuando
nuestros hijos están enfermos en casa o en la guardería donde los
dejamos para ir a trabajar. No tenemos derecho a añorar a nuestros
padres y hermanos que dejamos en el pueblo cuando nos fuimos a la
capital o emigramos a otro país. Tenemos la obligación de estar íntegras
para servir a nuestros empleadores, vivimos por ellos y para ellos,
nuestras vidas no existen, no tienen derecho a existir. Tampoco los
cumpleaños, ni las navidades, ni los días festivos, nosotras estamos de
planta todos los días del año, a todas horas.
Las empleadas domésticas, guardamos secretos íntimos que cualquier
amigo de nuestros empleadores daría el brazo derecho por saber. Nunca
nos dicen gracias por nuestra ética, ¿qué puede conocer de ética una
limpia baños? ¿Qué puede saber de pintura, arte, lectura, de vinos, de
quesos finos y comidas gourmet? Una cosa es que las cocinemos y sirvamos
y otra interactuar.
¿Qué puede saber una sirvienta de ropa de marca, lociones caras y
teléfonos inteligentes? Tal vez nada, pero es la que cuida los más
preciado de los empleadores: sus hijos. A una sirvienta jamás le darían
sus automóviles para ir al supermercado o a la farmacia, pero sí les
confían a sus hijos todo el día y les dan las llaves de su casa. Un
automóvil se lo pueden rayar, ensuciar y chocar, pero qué valor tienen
sus hijos para que los dejen con una completa extraña que no sabe ni el
idioma, ni marcar a un número de emergencia y además indocumentada si se
trata de una migrante. ¿Cómo pueden confiar sus hijos a una ignorante
carente de conocimientos básicos para sobrevivir en la sociedad del ego y
el oportunismo?Jamás le prestarían su carro de último modelo pero permiten que sea la que cocine y limpie sus habitaciones y lleve los niños a la escuela. Que encuentre los dildos tirados en el suelo o entre las sábanas y los lave y coloque en las gavetas donde se guardan. Intimidades que solo conocemos las empleadas domésticas. Y no tenemos derecho a encariñarnos porque los muebles no sienten, esos niños no son nuestros, un día crecerán y nos lo recordarán con una patada en el trasero y con un despido sin aviso, de una día a otro. Como si de un día a otro uno pudiera olvidar los recuerdos, cortar de tajo el afecto y asimilar que uno solo fue un mueble viejo al que le llegó el tiempo de terminar en el basurero.
¿Qué descanso necesitará una paria que trabaja como mula? Ninguno
porque para eso nació, generacionalmente para eso nació, para cargar
como mula.
Por eso se extrañan tanto cuando una empleada doméstica rompe el
círculo y extiende las alas y vuela. Con sacrificio estudia y se
convierte en una profesional, se sumerge al mundo de las artes, se
convierte en negociante y empresaria, o regresa a los campos de donde
salió, para hacerlos florecer. Pero por cada sirvienta que logra salir
del averno, hay miles que se secan y mueren lentamente en el abuso y la
exclusión. Y todas tienen un nombre propio, familias, raíz, identidad,
sueños. Y todas sienten en lo más profundo de su ser y tienen pasiones y
aman y crean, porque son seres humanos.
¿Alguno de ustedes, queridos lectores, alguna vez ha conversado
con una empleada doméstica, viéndola a los ojos y la ha tratado de igual
a igual? ¿Alguna vez se ha puesto en sus zapatos y se ha preguntado qué
sería de su vida si le hubiera tocado trabajar en el servicio
doméstico? ¿Qué cambiaría de ser así? ¿Por qué no lo cambia para los
otros? Y no hablemos de agallas, hablemos de humanidad y humildad.
Blog de la autora: https:// cronicasdeunainquilina.com/ 2017/04/19/el-oficio-de- sirvienta/
Ilka Oliva Corado @ilkaolivacorado contacto@ cronicasdeunainquilina.com
19 de abril de 2017, Estados Unidos.
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