Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Ideas intempestivas
- El peculio como negocio
- [Reseña de Revolución o colapso] Octavio Alberola: Reflexiones de un hombre de acción
- [Vídeo] Protestas antifascistas en Francia durante la noche de elecciones
- El Proceso Revolucionario de Cambio de Sistema - La Revolución Posible
- [CNT Zamora] Camisetas industrias socializadas 2
- Presentación de "La España rojinegra. La insurrección anarquista de diciembre de 1933"
Posted: 14 May 2017 11:05 AM PDT
Yo
fui católico hasta que tuve uso de razón. Me bautizaron sin mi
consentimiento, me obligaron a ir a catequesis sin mi consentimiento, y
quisieron que fuera a misa sin mi consentimiento. Ahí terminó la cosa.
En cuanto pude, me zafé de toda esa basura.
Lo hice pronto, la verdad. Al poco tiempo de hacer la comunión, ya no creía en nada. Ni siquiera iba a misa los domingos. En lugar de aburrirme en la iglesia escuchando el mismo tostón, me quedaba en la sala de billares, esperando a mis amigos. En cuanto ellos llegaban, provistos de la paga dominical, lo primero que hacía era preguntarles por el color de la casulla del cura, y no lo hacía por una rara y precoz perversión, sino para satisfacer a mi madre que todos los domingos me preguntaba lo mismo para comprobar que efectivamente había ido a la iglesia. En el internado de curas a donde fui a estudiar con nueve años, teníamos misa a diario, cosa que me parecía extremadamente cargante, como en alguna ocasión hice constar en voz alta. No es de extrañar entonces que me expulsaran, por esa y otras cuestiones, digamos, disciplinarias. En cuanto abandoné el colegio, jamás volví a poner los pies en una iglesia. Creía haber tragado misas suficientes para toda una vida. Desde muy jovencito adopté una regla: cuestionarlo todo y no creer nada que las autoridades me dijeran, incluyendo en esta categoría a padres, profesores, curas y políticos. Ya a tan temprana edad pensaba que los ricos se quedan con todo el dinero y todos los privilegios, mientras que los demás, la clase trabajadora a la que pertenecía por nacimiento, estaba ahí para pagar impuestos y hacer todo el trabajo sucio. Los pobres, por supuesto, ni siquiera contaban socialmente. Y años después, sigo manteniendo las mismas ideas sobre la sociedad. No debe sorprender, por tanto, que siendo tan escéptico y descreído, hubiera mandado al colegio (incluyendo mis estudios) a tomar viento. La verdad es que, desde que recuerdo, me resultó imposible creer en esas patrañas del buen gobierno de la nación, y de la existencia en el más allá que predicaba la Iglesia. Todos los que mandaban, los que detentaban cargos altos, nunca me parecieron gente de fiar. No los veía honrados ni decentes. Por el contrario, siempre me parecieron unos sinvergüenzas que deseaban vivir bien a costa de los demás. Nunca atiné a comprender cómo las personas podían tragarse semejantes embustes. Había que ser realmente estúpido para creer en cosas tales como los ángeles. ¿Los ángeles? ¿Acaso la gente vivía colocada sin yo saberlo? La religión con la que pretendían que comulgara quería hacerme creer que había un ser supuestamente divino e invisible que habitaba en el cielo, que veía todo cuanto hacemos y que se preocupaba de todos y cada uno de nosotros. También nos había enviado una serie de reglas para vivir. Normas que la propia Iglesia controlaba a través de algo que llaman confesión. Nunca entendí este sacramento muy bien y si he de ser sincero hasta me resultaba repugnante. Confesar tus intimidades a un tipo de negro que estaba dentro de una cabina de madera, me parecía una solemne y enorme estupidez, por un doble motivo, además del alegado anteriormente: yo estudiaba en un colegio religioso como he dicho, y debía confesarme con los mismos curas que nos vigilaban y educaban. Me parecía del género tonto confesar mis faltas a los mismos que luego, fuera de la iglesia, en la vida cotidiana del colegio, me castigarían haciéndomelas pagar todas juntas. Ese importante motivo personal me apartó por completo de la confesión. Creí mejor para mi integridad y salud mental prescindir de aquello. Y, tras hacerlo unas cuantas veces, nunca más volví a pisar un confesionario. Tampoco podía llegar a comprender que un dios supuestamente amoroso, como un padre hacia sus hijos, te pudiera condenar a las llamas del infierno para toda la eternidad. ¿Por qué? Por soltar algunas mentiras, por hacerte una paja, por pegarte con un compañero… era todo demasiado absurdo y atroz como para tomarlo en serio. La idea del infierno y del demonio parecía sacada de una mala película de serie B. Un demonio rojo, con cuernos y rabo, que te pinchaba con un tridente, mientras te consumías en un lugar de fuego, humo y torturas eternas. El ser humano normal se me antojaba demasiado débil y falible para luchar con tantas tentaciones, pero aun así, el castigo resultaba excesivamente cruel para la mayor parte de la gente, que a fin de cuentas, no serían San Francisco ni la Madre Teresa, pero tampoco eran Hitler o Stalin, por mencionar a dos de los mayores desalmados de la historia de la humanidad, con millones de crímenes y muertos sobre su conciencia. De creer en algo me parecía mejor ser un indio nativo americano y adorar al sol o a un gran espíritu; el sol es visible y proporciona, como todos sabemos, luz, calor y alimento a los seres vivos, y el gran espíritu encarnado en las fuerzas de la naturaleza, como el rayo y la lluvia, te daba aliento y fuerza espiritual a través de una existencia estrechamente conectada con la naturaleza. Eso podía entenderlo, pero lo otro no. Estas creencias, como las ideas filosóficas que más adelante descubrí, no entrañaban misterios, ni milagros ni creer por un acto de fe, es decir, dejando en suspenso la razón, no había jerarquías eclesiásticas, ni normas que aprender, ni tenían un edificio especial donde ir a adorar a ese dios. Tampoco me hacía sentir miserable, como los católicos con su carga inútil de pecados y culpas, para someter el espíritu de cualquier creyente. Siguiendo con el tema, no podía entender cómo la gente se tragaba lo de los diez mandamientos. Por citar uno: no matarás. Que está bien, es un adelanto sobre la ley del Talión que imperaba en las sociedades antiguas. Pero si analizas un poco la historia, puedes ver cómo todas las religiones están manchadas de sangre, pues toda ellas se han entregado a un baño de muerte por rivalidad. Los católicos quemando herejes en la hoguera, los musulmanes combatiendo en una guerra santa. Los ejemplos son abrumadores. Empezando por la esclavitud, mantenida por estos credos como algo admitido y deseado por Dios, sin una sola palabra de condena para una de las mayores atrocidades e infamias humanas, siguiendo por las Cruzadas y la Inquisición, y terminando en los actuales atentados de multitudes perpetrados por fanáticos fundamentalistas que se inmolan en nombre de su fe. Todas serán religiones de amor en la teoría, pero a la hora de la verdad no dudan en masacrar a los que no creen igual. Yo sería partidario de unas ideas más básicas, más humanas a mi entender, como ser honesto, tener dignidad y no hacer daño a los demás. Pero es indudable que no existe un deseo real en promover una idea del respeto humano, de la ayuda mutua como forma de convivencia social. Desde la temprana escuela, pasando por el adoctrinamiento religioso y la instrucción militar del Ejército, todo te encaminaba a lo mismo: hacer de ti un tipo aborregado, sin opinión propia, un ciudadano obediente y pasivo, un trabajador dócil y sumiso; por eso pienso que la educación y la cultura, en su mayor parte, apesta y tiende a mantener a la sociedad alienada y sujeta. Por supuesto, los que controlan la sociedad, los ricos y poderosos, no tienen interés alguno en mejorar la educación. Una educación que realmente sirva para hacer mejores y más felices a las personas. Para infundir ideas y crear un pensamiento crítico. Para enseñarnos desde niños a ser responsables y libres. Pero todo eso iría en contra de sus prerrogativas de clase. En un momento dado, la gente podría empezar a pensar que las cosas no estaban bien, y podrían organizarse, como ya se ha hecho otras veces en el pasado, y, por último, atacar sus privilegios. No, desde luego, no era deseable un pueblo con la suficiente lucidez para comprender quién es realmente su enemigo. Los dueños auténticos, los verdaderos amos, no son los políticos ni el gobierno de la nación. Estos no son más que sus representantes, con una capacidad de decisión restringida y manipulada. Los que de verdad mandan son un reducido números de personas que forman una rica y poderosa élite mundial, propietaria de las grandes corporaciones industriales, de la banca y las finanzas, ellos sí que controlan el mundo y a la gente, ello son los que deciden el precio de la luz, del pan y los salarios de los trabajadores. Lo otro, lo de votar, es una filfa, pura comedia, con el fin de dar a la gente una sensación aparente de libertad, de que podemos elegir. Pero la realidad es que no podemos elegir nada. Todo nos viene impuesto desde arriba. Ellos son los amos de todo. Ellos son los dueños de la tierra, del agua y del cielo. Ellos poseen las industrias, las fábricas y, por extensión, el colosal edifico del Estado. Nosotros, es decir, la inmensa mayoría de la población, estamos para contribuir al sostenimiento del gasto general con nuestros impuestos. Y para trabajar, trabajar para su beneficio personal. La mayor parte de la gente trabaja lo justo para no ser despedido en correspondencia con unos salarios que únicamente te permiten sobrevivir. Muchas personas padecen, como decía Thoreau, existencias de callada desesperación, con graves dificultades para salir adelante y llevar una vida decente. Además, la clase dirigente posee los medios de comunicación, de manera que dictan las noticias y la información que llega a nuestros hogares. Nos tienen sujetos y nosotros berreamos como ovejas. Codician más para ellos y menos para nosotros. Ellos no desean una población que pueda decidir sobre su destino. Ciudadanos con sentido crítico, bien informados y capaces de pensar por sí mismos. No quieren eso porque va contra sus intereses. Estoy totalmente a favor de separar a la Iglesia del Estado. Esta dos instituciones ya son de por sí suficiente dañinas por separado, de manera que estrechamente unidas y confabuladas como se mantienen en nuestro país, ya es el no va más. Una mano lava los crímenes de la otra. No es una exageración, ¿o acaso no recordamos ya las fotos con obispos brazo en alto haciendo el saludo fascista? Situación que no ha mejorado con la democracia, por mucho que la Constitución declare que somos un país aconfesional. La Iglesia católica española sigue manteniendo los mismos privilegios y acuerdos firmados con la dictadura franquista: exención de impuestos, ayudas económicas millonarias, presencia constante en los medios de comunicación y en las escuelas, cuyas clases de religión católica constituyen un agravio comparativo hacia las demás confesiones, además de suponer un gasto que no deberíamos pagar todos, sino asumir privada y familiarmente los interesados en recibir enseñanza religiosa. Pero insisto, dejando la enseñanza pública exenta de algo que debería pertenecer enteramente al ámbito personal. Por todas las razones aducidas anteriormente, considero que no sólo hay que enseñar a la gente la importancia de leer, sino de leer con sentido crítico, enseñar a cuestionar todo lo que nos dicen, en especial los medios de información de masas, como la televisión y la prensa. Una verdadera educación pasa necesariamente por cuestionarlo todo, empezando por el principio de autoridad. Y no es algo que debamos dejar para tiempos mejores. Como las religiones, con su promesa de un paraíso ultraterrenal. El presente es tan fugaz que no llega a existir por completo, tan sólo existe un pasado reciente que se esfuma y un futuro inmediato que nunca termina por llegar, de tal modo que se puede asegurar que el futuro pronto es cosa del pasado. O dicho más claramente, hay que vivir y actuar ya. Por eso no podemos dejar las cosas importantes para el mañana. Debemos hacerlo ahora. No más promesas de un paraíso futuro. El infierno para mucha gente y muchos animales se encuentra aquí, en la Tierra, en su vida diaria. Entonces ¿por qué no traer ese paraíso futuro al presente y vivirlo ahora, mientras todavía hay vida y esperanza? No más mentiras, ni promesas baldías, de políticos embusteros y religiones falsas. Es aquí y ahora cuando queremos vivir, y queremos hacerlo como seres humanos dignos y libres. Pero todo eso sólo depende de nosotros, de todos y cada uno de nosotros. No hay otro camino. Tú verás.
J. Caro
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Mayo de 2017
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Posted: 14 May 2017 07:35 AM PDT
Si
le preguntas a la persona que hay a tu lado mientras lees esto que qué
es el peculio, lo más probable es que desconozca el significado de esta
palabra. Pero para aquellas personas que tienen a algún familiar o
compañera en prisión, o dedican parte de su tiempo a apoyar a personas
presas, es parte de su día a día, pues no es más que el “monedero”
dentro de la cárcel, en el cual su entorno puede ingresarle dinero.
Dinero que se utiliza dentro del talego tanto para comprar en el
economato, comida, productos de higiene personal o, según el grado en el
que se encuentre la persona presa, tendrá acceso a determinados
productos eléctricos como una radio o una televisión. Además, el dinero
es necesario para poder realizar llamadas al exterior o comprar papel y
sellos para poder mandar cartas. Es decir, el dinero es absolutamente
necesario para la vida dentro de prisión, tanto para poder comunicar con
el exterior como para disponer de unas condiciones de alimentación e
higiene mínimamente dignas.
Hasta principios de este año, la gestión de todas las cuentas de las personas presas la realizaba el Banco Santander, y para ingresar dinero en ellas, había que acudir a la ventanilla de cualquier sucursal de esta entidad, eso sí, en base a la supuesta amenaza del terrorismo islámico, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias dictó la orden de registrar dichos movimientos con los datos completos de la persona que realizaba el ingreso, así como ordenaba realizar un informe mensual de cualquier actividad “excepcional”, como el “que hiciera una misma persona en cuentas de 3 o más internos sin razón de parentesco”, una supuesta medida “antiterrorista” pero que al final señala y controla a aquellas personas que realizan un trabajo de apoyo con las que están al otro lado del muro. Aun así, la situación era mejor que la actual, puesto que el ingreso de dinero en el peculio no implicaba ninguna tasa ni comisión, y para bien o para mal, cualquier ciudad está plagada de sucursales del banco de la familia Botín, por lo que éste se convertía en un trámite bastante accesible. El convenio firmado con el Banco Santander finalizó el pasado año, sacando el Ministerio de Interior un nuevo concurso en julio, al que no se presentó nadie. En octubre ocurrió lo mismo, a pesar de que el Ministerio contactó personalmente con diferentes bancos. Estos pidieron contrapartidas pues no les resultaba lo suficientemente rentable. El Banco Santander solicitó la gestión de las nóminas de la policía nacional, a pesar de que la gestión del peculio viene acompañada también de la administración de las cuentas de todos los carceleros así como las cuentas de cada uno de los centros penitenciarios, que en total, ambos conjuntos de depósitos junto a las cuentas de las presas, mueven un total de 800 millones de euros al año, casi nada. Finalmente, el Santander ha renovado la concesión, pero el Gobierno, una vez más, se ha plegado ante la banca, cambiando sustancialmente la forma que tenemos para realizar un ingreso a nuestras familiares y compañeras presas. El Santander ha retirado la opción de ingresar en cualquier ventanilla de alguna de sus oficinas, posibilitando las transferencias electrónicas pero cobrando una comisión por ello. Debido a este cambio, el Gobierno ha tenido que buscar alternativas que denotan la escasez de salidas así como la urgencia por apañar algo ante tal despropósito. Por un lado, el Ministerio de Interior publicó una orden por la cual todos los centros se veían obligados a abrir una ventanilla para poder recibir los ingresos, pero por un lado, los sindicatos de carceleros han puesto el grito en el cielo al verse obligados a hacer esta labor de cajeros, así como el que cada cárcel abre esta ventanilla según su criterio, por lo que no tiene por qué coincidir el horario de visitas con el de ingresos en el peculio, obligando a las familias y compañeras a acudir dos veces a la semana a las prisiones, que no se encuentran cerca precisamente ni son muy accesibles, y no hablemos ya del perjuicio que ocasiona si ésta se encuentra en otra Comunidad Autónoma. El ingreso del peculio directamente en el centro penitenciario es la única vía de hacer llegar el dinero sin pagar una comisión por ello. La última vía abierta por el Ministerio de Interior, publicada muy recientemente de forma oficial en la página web de Instituciones Penitenciarias, es el realizar un giro postal en cualquier oficina de Correos, pero dicho método implica también el pago de unas tasas, que aunque la Administración asegura que para estos casos será más económico que para un giro postal habitual, no específica nada concreto en la orden emitida. Es decir, nos encontramos ante una nueva dificultad añadida para una situación ya de por sí bastante complicada. Sin querer ser ingenuos pues no esperábamos menos de unos y otros, hay que remarcar que es demencial pretender seguir haciendo el máximo negocio con aquellas personas que se encuentran entre la espada y la pared, exprimiendo cada vez más todas las posibilidades, como el trabajo en prisión en condiciones de semiesclavitud, precios desorbitados para unos servicios y productos que en la calle son más baratos, etc. Teniendo en cuenta la realidad social dentro de la cárcel, los datos, frente a los estereotipos creados, nos indican que la mayor parte de las personas presas son pobres, y que los delitos más habituales, robos y trapicheo, son más una vía para llegar a fin de mes que un lucrativo camino para llenarse los bolsillos. Por lo que el coste económico y personal para la persona presa y su entorno acaba superando con creces el posible perjuicio ocasionado por el hecho por el que fue condenada. La visión completamente deshumanizada, o la absoluta invisibilidad, que se ha impuesto sobre las personas presas permite que desde el Gobierno se puedan aprobar dichas medidas sin un mínimo de indignación, como también lo demuestra la nula presencia de esta noticia en cualquier medio, y la dificultad que hemos encontrado para dar con información al respecto sobre este cambio, incluso entre aquellos medios de comunicación del espectro alternativo. Las presas no le importan a nadie, no son noticia, generándose así un marco de impunidad muy peligroso. Trabajo en prisiónEl pasado mes, eldiario.es publicó el artículo “120 empresas emplean a miles de presos sin apenas derechos laborales”, donde, por primera vez, se hace público el listado completo de empresas que contratan a personas presas. Recomendamos además conocer el trabajo de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía sobre esta realidad para acercarnos a otro escenario de falta de derechos, explotación e invisibilización.Read more ... |
Posted: 14 May 2017 07:19 AM PDT
Estamos
ante un libro acordeón y polifómico, con mucho fondo de armario.
Complejo e inasequible a una interpretación monocorde, igual que la
descripción del anarquismo en que inscribe su ciclo. “Revolución o colapso”,
la obra a que aludimos, admite tantas lecturas provechosas como ángulos
desde donde analizarla. Tiene un aspecto cronológico básico, donde
expone la trayectoria de su autor, que abarca casi setenta años y
engloba a varias generaciones. Ese tramo alcanza desde sus balbuceos
libertarios en el primer tercio del pasado siglo hasta el último
compromiso ambientalista de épocas recientes. También se puede abordar
transversalmente. Comparando la hemeroteca de los acontecimientos que
ilustran sus páginas, una especie de guía de comprensión, con las
acotaciones que hoy suscitan esos hechos a su protagonista. Cabe,
incluso, una cala de naturaleza ideológica, reveladora de una firme
evolución crítica, en la que queda patente su potencial intelectual y
compromiso ético. Y si se me apura, aún añadiría un activo más como
anexo: los imprescindibles prólogos que incorpora, uno de Tomás Ibáñez
(para la edición francesa) y otro de Carlos Taibo (para la versión
española), dos agudos renovadores del pensamiento antiautoritario.
Quizás por eso, para resaltar esa rica y dispersa biodiversidad, estas a
modo de memorias llevan un subtítulo más volátil: “entre el azar y la
necesidad”.
Confieso que a mí me agrada más el rotundo disyuntivo “Revolución o colapso” que vocea en la portada. Recuerda aquel otro enunciado radical de Rosa de Luxemburgo, “Socialismo o barbarie”, utilizado por Castoradis y Lefort, precursores de la desacralización de esas doctrinas que pretendían transformar el mundo tras interpretarlo, para dar nombre a su grupo de trabajo y a la revista que editaba. Dice más sobre el periplo político de Octavio Alberola Surinach. Hablo del revolucionario de la acción directa (dos conceptos que no siempre son compatibles) y a la vez del inconformista que reflexiona sobre los caminos de una emancipación que ya no puede ignorar la condición ecocida de un sistema regido por la lógica productivista a diestra y siniestra. Evolución en la revolución, más allá clichés y de etiquetas, una línea heterodoxia que informa todo el texto salvándole de la cosificación autorreferencial en que suelen caer biografías ensimismadas en la cultura del músculo. Alberola es por mérito propio y de su eterna rebeldía uno de los más fieles exponentes del movimiento libertario, banderín de enganche entre la generación de la guerra civil y la de la democracia, lo que implica además su tránsito por el exilio y la resistencia antifranquista. No voy a hacer una relación de su peripecia como agitador y hombre de acción, quien lo desee tiene a su disposición una exhaustiva recopilación en la excelente Enciclopedia Histórica del Anarquismo Español, de Miguel Iñiguez, obra única en su género nunca suficientemente celebrada. Solo decir que como su padre, maestro racionalista y responsable de Instrucción en el Consejo de Aragón, siempre ha demostrado una gran sensibilidad para desafiar a cualquier instancia de dominación, pugna compartida con su igualmente vehemente confianza en el estudio, la ciencia y el conocimiento como antídoto al oscurantismo y la heteronomía. En estas dos dimensiones esenciales hay que inscribir su desenfrenado activismo libertario, allí donde su probado espíritu solidario le lleva, no exento de choques, tropiezos, claroscuros y desencuentros con su entorno militante. En el primer exilio mexicano, a donde llegó con su familia siendo un adolescente, y más tarde en su etapa de clandestinidad en Europa, hasta convertirse en una especie de enemigo público número uno del régimen franquista por su contumacia en la lucha contra la dictadura con todos los medios a su alcance. Todo ello, con el consiguiente correlato de periodos de cárcel, la primera vez a los 20 años, destierros, arrestos y confinamientos, que le persiguieron hasta la muerte de Franco en 1975. Pero el resistente Alberola ni se jubila de las ideas ni se vuelve sedentario. Con la llegada de la democracia coronada se centrará sobre todo en misiones pedagógicas y divulgativas por medio de charlas, conferencias, artículos y proyectos de índole cultural, actitud siempre dirigida a despertar el sentimiento de independencia en las personas y estimular espacios de debate que interroguen a los poderes hegemónicos. En la mejor tradición ilustrada de aquellos hombres y mujeres del movimiento libertario que hicieron de la coherencia entre la palabra y la vida, el hacer y el decir, un imperativo ético. Pero quizás, y ese es a mi modo de ver el mayor mérito de “Revolución o colapso” frente a otros libros de Alberola, lo sustantivo del relato que nos ocupa es que nos permite visibilizar la evolución ideológica del protagonista, y comprobar su capacidad de adaptación a la realidad circundante, sin declinar en su compromiso solidario internacionalista. Una cualidad que suele escasear en quienes, tras formar parte de la historia, se atrincheran en la infabilidad por temor a que, al repensar “los principios” a la luz de las nuevas identidades, se desmorone el mundo que los habitaba. Por el contrario, un repaso a esa agenda de las ideas intercalada en su último trabajo, nos devuelve la imagen de un revolucionario malgre lui que nunca estuvo al margen de las prioridades de su tiempo. Y ello, alejado de oportunismos, renuncias o conformismos. Su capacidad crítica y el grado de entrega, generosa y orgullosa, atendían lo mismo a reivindicar la figura de Cipriano Mera (como hizo en 1979 en un artículo de la revista Historia Libertaria) que, ya en la actualidad y en otros territorios ideológicos, a enfrentarse con la beatería de la izquierda para denunciar el “mito de la Revolución cubana” con ocasión de la muerte de Fidel Castro (Rivista Anarchica, febrero 2017). Con la autoridad que le daba haber sido compañero del legendario cenetista en el proscenio de Defensa Interior (DI), en un caso, y, en otro, de haber colaborado estrechamente “con el grupo de exiliados cubanos que preparó la expedición del Gramma y organizó el apoyo a la lucha contra la dictadura de Batista”. En este sentido, llama la atención que ya en 1953 Alberola fijara posición dialéctica en una colaboración publicada en Regeneración, órgano de la Federación Anarquista Mexicana, fundada por los hermanos Flores Magón. “Lo nuestro –escribió entonces- no es eterno y mucho menos insuperable. Nuestros ideales pueden ser renovados, ampliados o modificados, sin menoscabo de su valor ético y libertario”. Una temprana declaración de intenciones que habría dejar huella en el ámbito de la lucha militante emprendida por Octavio Alberola. No se trataba solo de “reinventar el anarquismo”, sino de que esa actualización necesaria no se quedara en una mera formulación. Como argumentara en el número de junio-julio de 1987 de Presencia Libertaria, publicación animada por un grupo de militantes anarcosindicalistas enfrentados “a la burocratización e inmovilismo de la CNT y del MLE”, “este reinventar el anarquismo, llevado a sus últimas consecuencias, implica también reinventar la revolución”. Con esas premisas, parece lógico que, sin aún renegar de la violencia revolucionaria en defensa de los oprimidos, Alberola se abriera enseguida a otros registros del acervo libertario. Lo hace expresamente en 1979 a través de un escrito en la revista el Viejo Topo, donde tras admitir que la ideología anarquista no es el sumun del pensamiento antiautoritario afirma: “el cuestionamiento más radical del orden proviene actualmente de individualidades y grupos independientes, generalmente marginados de la vida apolítica y sindical, que cuestionan la ideología en tanto que tal y que, en consecuencia, rechazan la sistematización de la libertad erigida en doctrina”. Estamos en un momento de catarsis en el imaginario de Octavio Alberola, que por un lado incide en las enseñanzas de Mayo del 68 francés, que él no pudo “disfrutar” por hallarse en prisión, y por otro anticipa la formulación central de lo que serían años más tarde las principales señas de identidad del movimiento del 15 M español. Precisamente en este periodo se acerca también a una especulación política sobre la democracia, que luego no ha tenido continuidad visible en su perspectiva intelectual, en una comunicación compartida con Fernando Aguirre con el título “más allá de la democracia: la demoa/cracia” (un concepto, DemoAcracia, sobre el que, sin yo conocer este precedente, vengo indagando desde hace años como desarrollo estructural del anarquismo). El Octavio Alberola del presente, el que deja su impronta contestaría y subversiva en algunas de las principales webs alternativas, es alguien capaz de rectificarse en retrospectiva. Hasta el punto de plantearse, con el último Michel Foucault, si “el problema hoy no es saber si la revolución es aún posible sino si aún es deseable. Al menos como ha sido concebida y considerada hasta el día de hoy”. Con esa percepción sobre sus hombros alumbra una nueva etapa en su impugnación del capitalismo y el poder para “oponerles una nueva praxis consecuente fundada en valores y relaciones éticas y ecológicas”. Ni más ni menos que el enunciado de su testimonio: “revolución o colapso”. Ignoro si ese proceder hay que etiquetarlo de pos-anarquismo, aunque el término me sugiere superación y desapego. Sin caer en el coleccionismo de antigüedades, si recuerdo que este afán de ecosistema integral no es original. Acompañó las inquietudes de muchos pioneros de la Idea. Como el gran geógrafo Eliseo Reclus, al decir que su intención al escribir El Hombre y la Tierra era mostrar que “las maneras de obrar de los pueblos se explicasen, de causa a efecto, por su armonía con la evolución del Planeta”.
Rafael Cid
(Nota. Este artículo se ha publicado en el número de Mayo de Rojo y Negro).
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Posted: 14 May 2017 05:14 AM PDT
Mientras que el resto de Francia estaba atrapado dentro del dilema
entre el capitalista Macron o la fascista Le Pen, en la noche de las
elecciones presidenciales del domingo 7 de mayo de 2017, cuando la
mayoría de los franceses esperaban a ver quién va a gobernar sus vidas
por ellos, anarquistas, antifascistas y anticapitalistas se reunieron
una vez más para protestar con el eslogan "Ni patria, ni jefes, ni Le
Pen, ni Macron" (Ni patrie, Ni patron, Ni Le Pen, Ni Macron).
Muchas protestas o disturbios como este en Belleville han tenido lugar durante la quincena entre la primera y la segunda ronda del proceso de elección presidencial en Francia, pero los medios de comunicación de masas realmente no cubriría que haya otra Francia que resista a su corrupto sistema político - económico.
Vídeo de la protesta
http://www.youtube.com/watch?v=jmfUnnjnxEU
Vídeo de la policía antidisturbios francesa golpeando a un manifestante durante esa protesta
http://www.youtube.com/watch?v=HRtCUihMVTM
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Posted: 13 May 2017 12:24 PM PDT
El
Proceso Revolucionario es la secuencia de eventos que nos llevan a un
momento revolucionario, que si es exitoso producen una Revolución. Para
que se produzca la revolución y no un mero cambio de régimen es
necesario que se proponga un nuevo sistema, y que funcione.
Tipos de Cambio de RégimenEl sistema actual se mantiene estable por una serie de mecanismos de coerción, represión y recompensas de entre individuos, de uno a uno estableciéndose una jerarquía cada vez más polarizada basada en la posesión, y la acumulación de riqueza como objetivo social. Los individuos, aunque no lo compartan lo aceptan como inevitable, para eso están las armas y el miedo. Reproducen los valores del amo y si no lo hacen se les castiga.El cambio de régimen es el cambio de dirección en el gobierno de un sistema. El Sistema es la forma de hacer las cosas, y atiende a la política, economía y sociedad. Es definitivamente un cambio conceptual profundo. Golpes de Estado - Son cambios de Regímenes, de gestores, de jefaturas, no cambios de estructuras, de Sistemas. Los líderes militares y políticos se enfocan en el cambio de gobierno y purgas de Estado para eliminar rivales y emplazar aliados en los cargos destinadas a mantener los mecanismos de control social y arrogarse el poder; y con él el dinero y privilegios. Tal es el punto de desafección a la política actual que los cambios antidemocráticos se siguen sin que la población se vea como parte perjudicada, caso de Brasil [1]. Solo cuando comienzan con políticas impopulares el pueblo reacciona. El proceso de Cambio de Sistema propuesto por distintos autores [2] es un proceso más largo, intervienen multitud de actores y factores [3]. Al cambiar el sistema cambian las reglas del juego, y con ellas la forma de pensar, la ideología. Los cerebros se tienen que acostumbrar a la nueva situación. Para ello debe haber una confrontación entre las ideas prestablecidas y las nuevas ideas. Si esta confrontación no se produce antes de la crisis del sistema regente es posible que el nuevo sistema sea tan inestable que no se pueda establecer. Parte de las quejas de los revolucionarios bolcheviques durante la revolución era que los campesinos no entendían el nuevo sistema y seguían operando con la viejas reglas. Transformación social es la acumulación de pequeños cambios en las organizaciones, instituciones e individuos que componen una población. Lucha de Clases. La subversión es un proceso de oposición a la ideología imperante. Para el poder establecido cualquier idea distinta a lo existente, en cualquier dirección supone subversión. La autosubversión que lleva el Estado y lo poderes capitalistas en su propia contra por medio de la marginalización de millones de personas es una forma de crear las condiciones necesarias para un cambio. Es nuestro billete a la apertura de un proceso revolucionario [4]. Revolución es un cambio total y repentino del Sistema. No podemos competir en materiales, tampoco violentamente sin cuestionar nuestros principios. Así que tenemos desarrollar otro tipo de estrategias.
Proceso del Cambio de Sistema
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Posted: 12 May 2017 03:18 AM PDT
Continuando
con la colección de camisetas que iniciamos el año pasado sobre la
socialización de las industrias llevadas a cabo durante la
Revolución Social Española, este año se dedica a la industria lactea
colectivizada.
Pretendemos que esto sea una ayuda más para la financiación del sindicato. Este año las hemos realizado en cuatricomía sobre vinilo, hemos sacado en todas las tallas, para chico y chica. El precio es de 10€ + gastos de envío para pedidos individuales y de 8€ + gastos de envío para sindicatos, colectivos, Ateneos... Los pedidos los podéis realizar al correo electrónico del sindicato: zamora@cnt.es Read more ... |
Posted: 11 May 2017 09:33 AM PDT
Viernes 19 de mayo, 19:30 h. "La España rojinegra. La
insurección anarquista de diciembre de 1933", con Fermín Escribano,
autor del libro y Javier Antón, Vocal de Memoria Histórica de la FAL.
La España rojinegra... Visionarios, analfabetos,
desorganizados, minoritarios... también lo eran los bolcheviques en 1917
y lo serán quienes salgan a las Ramblas el 19 de julio; quien no se
arriesga no cruza la mar. El hecho de que el intento revolucionario lo
protagonice CNT no implica que tenga que fracasar; sobre el terreno es
la única fuerza con pretensiones revolucionarias. Como en el 36, les
sobra corazón y les faltan armas.
Conocidos como “gimnasia revolucionaria”, el anarquismo militante
realizó durante el periodo republicano tres intentos de conseguir su
anhelado “sueño igualitario”. Esta obra relata con precisión, disección
podría decirse, el tercero y más importante por su extensión e
intensidad: el realizado en diciembre de 1933. Más información sobre el
libro, aquíRead more ... |
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