La lucha de Sacco y Vanzetti
Por Leonardo Elgorriaga8 septiembre, 2018
Por Leonardo Elgorriaga
La fiebre roja:
Las manifestaciones en contra del ingreso de los Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial, el impulso que la Revolución Rusa provocó en los trabajadores de todo el mundo y el crecimiento de la actividad sindical, generaron una fuerte campaña gubernamental, encabezada por el ministro de justicia Mitchell Palmer, contra lo que denominaban “la fiebre roja”. Esa campaña, alentada por los principales empresarios norteamericanos, estaba destinada a perseguir cualquier tipo de militancia sindical y política anarquista, socialista y comunista, consideradas ideologías foráneas traídas a ese país por el elemento “extranjero” y destinadas a destruir lo que entendían eran los valores tradicionales de la sociedad norteamericana. El objetivo de la campaña era combatir la intensa y fructífera actividad sindical existente en esos años en los Estados Unidos como lo fueron las grandes huelgas del acero y del carbón del año 1919, como así también combatir la propaganda revolucionaria intensificada a partir de la revolución de octubre.
Entre los instrumentos legales utilizados por el gobierno para perseguir la actividad sindical y política de trabajadores y trabajadoras, se encontraba la Ley de Espionaje del año 1917 utilizada para castigar penalmente a aquellos que se manifestaban en contra del ingreso de los Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial. Mediante dicha ley fueron encarcelados cientos de activistas entre los que se pueden mencionar a Philip Randolph militante sindical y por los derechos civiles de los afrodescendientes; Emma Goldman militante anarquista y feminista; Eugene V. Debs sindicalista ferroviario, socialista y miembro fundador de la central sindical Industrial Workers of the World (I.W.W.); y William D. “Big Bill” Haywood sindicalista minero y miembro también de la I.W.W. El otro instrumento legal dictado por esos años fue la Ley de Inmigraciones del año 1918 conocida como “Ley de Exclusión de Anarquistas”, normativa similar a las Leyes de Residencia y de Defensa Social dictadas en la Argentina, destinada a expulsar del país a los inmigrantes sospechados de actividad anarquista. Esta última ley tuvo como destinatarios preferenciales dentro de la actividad sindical a los miembros de la I.W.W., por ser muchos de ellos inmigrantes y anarquistas.
En este contexto se encontraban los protagonistas de ésta historia: Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Ambos fieles representantes de aquello que abominaban las clases privilegiadas norteamericanas: extranjeros, anarquistas, activistas sindicales de la I.W.W., y personas profundamente comprometidas con la emancipación de las clases explotadas.
Sacco y Vanzetti:
Bartolomeo Vanzetti había nacido el 11 de junio de 1888 en Villafalleto, en la región de Piamonte, Italia. En el año 1908 a los 20 años de edad emigró a los Estados Unidos en búsqueda de trabajo y mejores condiciones de vida. Si bien su profesión era la de panadero, se vio obligado a buscar empleo en los más variados oficios trabajando en pésimas condiciones laborales. Como recordaría el propio Vanzetti sobre sus primeros años en Estados Unidos: “Aprendí a amar y a simpatizar con aquellos que como yo estaban resueltos a aceptar un salario mísero con tal que conservara el cuerpo y dejara en salvo el espíritu. Aprendí que la conciencia de clase no era frase inventada por los propagandistas, sino que representaba una fuerza vital, real, y que aquellos que comprenden su significado no son ya simples bestias de carga, sino seres humanos”. Si bien en su país de origen había formado algunas ideas sobre su condición de clase, es en los Estados Unidos en donde Vanzetti se define como anarquista y comienza a militar en los sindicatos de esa tendencia adheridos a la I.W.W. En palabras del propio Vanzetti: “Comprendí que bajo el nombre de Dios, de la Ley, de la Patria o de la Libertad, de las más puras abstracciones y de los más elevados ideales, se han cometido y se cometen los crímenes más horrendos… Abarqué el concepto de fraternidad y amor universal. Sostuve que cualquier cosa que beneficie o perjudique al hombre, beneficia o perjudica el conjunto de la especie humana. Sentí mi libertad y mi felicidad en la libertad y la felicidad de todos. Admití que la equidad en los actos, en los derechos y deberes es la única moral en que puede fundamentarse una sociedad humana… Yo soy y seré hasta el último momento (a menos que descubra mi error) comunista anárquico, porque siento que el comunismo es la forma del contrato social más humana, porque sé que solamente en la
libertad podría surgir el hombre a su noble y armoniosa integridad”. Después de cambiar varias veces de ciudad y de oficio, Vanzetti se instala finalmente en Plymouth, estado de Massachusetts, trabajando en forma independiente como vendedor de pescado ya que por su intensa militancia sindical lo había llevado a formar parte de las llamadas listas negras.
Nicola Sacco había nacido el 23 de abril de 1891 en Torre Maggiore, región de Apuia, Italia. Al igual que Vanzetti emigró a los Estados Unidos en el año 1908. Siendo de profesión mecánico, no pudo desempeñar su oficio y debió trabajar como operario en una fábrica de calzados en Milford, estado de Massachusetts. En esa ciudad conocería a quién sería su esposa, Rosina, con quien tuvo dos hijxs: Dante e Inés. De la misma forma en que le sucedió a Vanzetti, Sacco se definió como militante anarquista en su nuevo país de residencia después de comprobar las duras condiciones en que vivían los trabajadores y trabajadoras en los Estados Unidos. Como recordaba el propio Sacco: “Yo me lancé en cuerpo y alma a la pelea; me hice, el organizador de mitines y conferencias; pertenecí durante poco tiempo a la Federación Socialista Italiana. Poco después, deseando más aire, no queriendo perderme en las luchas estériles que debían alcanzar su apogeo con la exaltación de una unidad obrera, fui dirigido por un ardor y voluntad de acción hacia las agrupaciones libertarias, hasta el día nefasto en que las manos impúdicas de los esbirros me capturaron y me designaron a las represalias del enemigo… Mi crimen, el único crimen, del que estoy orgulloso, es el de haber soñado una vida mejor, hecha de fraternidad, de ayuda mutua; de ser, en una palabra, anarquista, y por ese crimen tengo el orgullo de terminar entre las manos del verdugo”.
libertad podría surgir el hombre a su noble y armoniosa integridad”. Después de cambiar varias veces de ciudad y de oficio, Vanzetti se instala finalmente en Plymouth, estado de Massachusetts, trabajando en forma independiente como vendedor de pescado ya que por su intensa militancia sindical lo había llevado a formar parte de las llamadas listas negras.
Nicola Sacco había nacido el 23 de abril de 1891 en Torre Maggiore, región de Apuia, Italia. Al igual que Vanzetti emigró a los Estados Unidos en el año 1908. Siendo de profesión mecánico, no pudo desempeñar su oficio y debió trabajar como operario en una fábrica de calzados en Milford, estado de Massachusetts. En esa ciudad conocería a quién sería su esposa, Rosina, con quien tuvo dos hijxs: Dante e Inés. De la misma forma en que le sucedió a Vanzetti, Sacco se definió como militante anarquista en su nuevo país de residencia después de comprobar las duras condiciones en que vivían los trabajadores y trabajadoras en los Estados Unidos. Como recordaba el propio Sacco: “Yo me lancé en cuerpo y alma a la pelea; me hice, el organizador de mitines y conferencias; pertenecí durante poco tiempo a la Federación Socialista Italiana. Poco después, deseando más aire, no queriendo perderme en las luchas estériles que debían alcanzar su apogeo con la exaltación de una unidad obrera, fui dirigido por un ardor y voluntad de acción hacia las agrupaciones libertarias, hasta el día nefasto en que las manos impúdicas de los esbirros me capturaron y me designaron a las represalias del enemigo… Mi crimen, el único crimen, del que estoy orgulloso, es el de haber soñado una vida mejor, hecha de fraternidad, de ayuda mutua; de ser, en una palabra, anarquista, y por ese crimen tengo el orgullo de terminar entre las manos del verdugo”.
La detención:
El 15 de abril de 1920 en la ciudad de South Braintree, estado de Massachusetts, el pagador y el guardia de la fábrica de calzados “Rice & Hutchins”, fueron muertos a tiros de revolver y despojados de más de 15 mil dólares correspondientes a los salarios del personal, por una banda que se dio rápidamente a la fuga. El hecho tuvo gran repercusión y despertó la indignación de todos los residentes de Massachusetts.
Por esos días existía una gran agitación entre los militantes anarquistas italianos debido a que el 3 de abril de 1920 la policía había detenido al destacado militante anarquista de origen italiano Andrea Salcedo. Después de estar varios días detenido y torturado, Salcedo cae del piso 14° del edificio de la policía en Nueva York. La versión oficial es que Andrea Salcedo se habría suicidado. Años después éste crimen inspiraría la obra teatral “Muerte Accidental de un Anarquista” del dramaturgo italiano Darío Fo.
Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron arrestados en Brockton la noche del 5 de mayo de 1920 mientras se encontraban organizando las campañas de denuncias por el asesinato de Andrea Salcedo. Al principio, en el interrogatorio que les realizaron en la comisaría no se les imputó delito alguno sino que el mismo giró exclusivamente entorno a sus actividades sindicales y políticas. Sorpresivamente a los dos días de estar detenidos, el fiscal de distrito Katzman les informa que estaban acusados de los asesinatos de South Braintree. Rápidamente toda la prensa se hace eco de la acusación destacando en todo momento el hecho de que los acusados eran anarquistas e italianos. De esta manera, el procesamiento de Sacco y Vanzetti pasa a ser un espectáculo montado por el gobierno de los Estados Unidos para conseguir una pena ejemplar que desaliente la actividad sindical y fortalezca la figura del “extranjero” como la causa de las huelgas y agitación social existentes en ese país.
Juicio, solidaridad internacional, condena y muerte:
El juicio estuvo plagado de irregularidades y giró permanentemente entorno a la actividad sindical y anarquista de los acusados. El tribunal no tuvo en consideración las declaraciones testimoniales que acreditaban que los acusados no habían participado en el asalto de South Braintree. No tuvieron en consideración la declaración del representante del consulado italiano que acreditaba que el día del asalto Sacco había concurrido al consulado a realizar un trámite. Tampoco las declaraciones del gran número de testigos que afirmaban haber visto a Vanzetti en Plymouth vendiendo pescado ese día. No tuvieron en cuenta que la bala homicida era de un calibre diferente al arma que se les había encontrado a los anarquistas. Ni tampoco la confesión de Celestino Medeiros, uno de los integrantes de la banda de Morelli que fue la que realmente ejecutó el asalto, que afirmaba que Sacco y Vanzetti no habían participado en el mismo. Los acusados parecían estar ya condenados por su condición de extranjeros y anarquistas.
El proceso de Sacco y Vanzetti despertó la solidaridad internacional de trabajadores y trabajadoras de todo el mundo. Numerosas manifestaciones en reclamo por la liberación de los acusados se produjeron en las principales ciudades. Los trabajadores y trabajadoras de la Argentina no estuvieron exentos, produciéndose principalmente en Buenos Aires y en Rosario actos de protesta y declaraciones de huelga en contra del juicio que se llevaba adelante en los Estados Unidos. Incluso se editaron periódicos especialmente dedicados a seguir los acontecimientos que se iban produciendo en el juicio.
El 14 de julio de 1921 el tribunal los declaró culpables. Las instancias de apelación llegaron hasta la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos que se negó a revisar el caso pese al clamor popular. Entre los integrantes de esa Corte se encontraba el reconocido jurista Oliver Wendell Holmes, uno de los principales exponentes de la escuela realista norteamericana, ampliamente conocido por su célebre frase: “el derecho es lo que dicen los jueces”. Sacco y Vanzetti vivieron en carne propia la teoría de Holmes.
El 14 de julio de 1921 el tribunal los declaró culpables. Las instancias de apelación llegaron hasta la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos que se negó a revisar el caso pese al clamor popular. Entre los integrantes de esa Corte se encontraba el reconocido jurista Oliver Wendell Holmes, uno de los principales exponentes de la escuela realista norteamericana, ampliamente conocido por su célebre frase: “el derecho es lo que dicen los jueces”. Sacco y Vanzetti vivieron en carne propia la teoría de Holmes.
Finalmente, Sacco y Vanzetti fueron condenados a muerte. Agotas todas las instancias de apelación, los reclamos se dirigieron al entonces gobernador del estado de Massachussetts, Alvin T. Fuller, a los efectos de que indulte a los condenados. Fuller se negó a conceder el indulto, poniendo fin así a toda posibilidad de salvación. El 23 de agosto de 1927, Sacco y Vanzetti fueron ejecutados en la silla eléctrica en la prisión de Charlestown. Momentos previos a su muerte, Vanzetti se dirigió a los presentes y gritó “Viva la anarquía”.
Sus cartas:
A continuación reproducimos dos cartas de Sacco y Vanzetti. La primera es una carta de Bartolomeo Vanzetti a los trabajadores argentinos en agradecimiento por la solidaridad prestada:
Carta de Bartolomeo Vanzetti a los trabajadores argentinos:
“Nosotros deseamos decir a los compañeros, a los amigos, al pueblo argentino, que sabemos cuán grande, sublime y heroica es su solidaridad hacia nosotros.
Sabemos que habéis dado el pan y el reposo vuestro, vuestra sangre y vuestra libertad por nosotros. Sabemos que hubo quien dio su vida por nosotros.
Vuestra solidaridad generosa nos reafirma en la fe anárquica y humana.
Vuestro sacrificio heroico, nos hace sangrar el corazón, mas nos sostiene el ánimo dándonos la certeza de una victoria final del proletariado.
Nosotros saludamos a quien lucha por nosotros; a quien está preso por nosotros; a quien ha muerto por nosotros.
Compañeros: amigos, Pueblo de la Argentina: nosotros morimos con vosotros en el corazón.
Y que ninguno de vosotros se desaliente, que ninguno vacile, que ninguno pierda el ánimo, cuando os llegue la triste nueva de nuestra muerte; que ella no os espante.
La vía de la libertad, que es la vía del progreso y de la justicia, está empañada de sangre, sembrada de fosas. Solo los fuertes la pueden recorrer.
Vosotros sois fuertes. Dos caídos más: ¿Y qué? Otros ocuparán nuestros puestos, más resueltos y numerosos que nunca. En alto los corazones: ¡viva la anarquía y la revolución social!
Y recordaos de cuanto queremos deciros: el enemigo nos quiere muertos, y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tiranía, para humillaros, para acobardaros, para venteros, destruiros y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud. El enemigo se ha embriagado con el llanto de nuestras mujeres, de nuestros viejos y de nuestros niños. Nos ha torturado, átomo por átomo, insultado, escupido, clavado, befado, empapado los labios de hiel y vinagre y, finalmente, ofrecerá a Mammón el humo de nuestras carnes maceradas y maltrechas.
Y este mismo enemigo clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos los pueblos de la tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y se apresta a esclavizar la entera humanidad.
Hay que aplastarle la cabeza”
Sabemos que habéis dado el pan y el reposo vuestro, vuestra sangre y vuestra libertad por nosotros. Sabemos que hubo quien dio su vida por nosotros.
Vuestra solidaridad generosa nos reafirma en la fe anárquica y humana.
Vuestro sacrificio heroico, nos hace sangrar el corazón, mas nos sostiene el ánimo dándonos la certeza de una victoria final del proletariado.
Nosotros saludamos a quien lucha por nosotros; a quien está preso por nosotros; a quien ha muerto por nosotros.
Compañeros: amigos, Pueblo de la Argentina: nosotros morimos con vosotros en el corazón.
Y que ninguno de vosotros se desaliente, que ninguno vacile, que ninguno pierda el ánimo, cuando os llegue la triste nueva de nuestra muerte; que ella no os espante.
La vía de la libertad, que es la vía del progreso y de la justicia, está empañada de sangre, sembrada de fosas. Solo los fuertes la pueden recorrer.
Vosotros sois fuertes. Dos caídos más: ¿Y qué? Otros ocuparán nuestros puestos, más resueltos y numerosos que nunca. En alto los corazones: ¡viva la anarquía y la revolución social!
Y recordaos de cuanto queremos deciros: el enemigo nos quiere muertos, y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tiranía, para humillaros, para acobardaros, para venteros, destruiros y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud. El enemigo se ha embriagado con el llanto de nuestras mujeres, de nuestros viejos y de nuestros niños. Nos ha torturado, átomo por átomo, insultado, escupido, clavado, befado, empapado los labios de hiel y vinagre y, finalmente, ofrecerá a Mammón el humo de nuestras carnes maceradas y maltrechas.
Y este mismo enemigo clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos los pueblos de la tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y se apresta a esclavizar la entera humanidad.
Hay que aplastarle la cabeza”
Bartolomeo Vanzetti
Cárcel de Dedham, Mass., 1927
Cárcel de Dedham, Mass., 1927
La siguiente es parte de la emotiva carta de despedida de Nicola Sacco dirigida a su hijo Dante:
Carta de Nicola Sacco a su hijo Dante:
“Mi querido hijo y compañero:
Desde el último día que te vi he tenido el propósito de escribirte esta carta.
El otro día he puesto fin a la huelga de hambre, y he tenido que escribir la presente en diversos tirones, porque mis fuerzas de cuerpo y de espíritu, debilitadas por los sufrimientos, no me permitieron escribírtela de una sentada.
Nunca habría supuesto que nuestras existencias tenían que ser separadas, pero sin embargo, la inexorabilidad del destino lo ha querido así y debemos doblegarnos a ello.
Pero eso no hace más que acrecentar el tesoro de cariño que he sentido siempre por tí y por la familia, de la que tú quedas como jefe y protector. Mucho he sufrido durante el calvario que valerosamente Vanzetti y yo hemos atravesado, pero protesto hoy con la misma fuerza que protestaba ayer, y si he suspendido la huelga de hambre ha sido sólo para tener la fuerza necesaria para abrazar en el último momento a tí, a tu madre y a la pequeña Inés.
No llores, Dante, no llores, muéstrate fuerte, valeroso y preparado para las batallas de la vida, que son ásperas y erizadas de dificultades.
No dejes nunca, Dante mío, de proteger a los débiles, y si disfrutas la felicidad que yo te deseo ardientemente, no olvides de compartirla con el prójimo, pues ese es el sólo y único medio para poderla saborear.
Estoy seguro, a juzgar por lo que me ha dicho tu madre, que serás en el porvenir el hombre que yo había ardientemente soñado poner en el mundo.
Por eso, ocurra lo que ocurra mañana, si ellos me matasen, no dejes de tener en los labios la sonrisa de gratitud para nuestros amigos y para nuestros compañeros. Y te digo esto porque he tenido espacio para admirar y apreciar su fe y su valor en las tentativas hechas para arrancarme a mí y Bartolomeo de las garras de la Ley, y que les hace confiar
todavía que triunfarán en la tarea casi imposible de salvarnos.
Y esto no es otra cosa que la batalla entre el rico y el pobre, la batalla por la salvación y por la libertad que tú continuarás un día…
Dante, hijo mío, sé fuerte y valeroso, quédate siempre al lado de tu madre y de tu hermana, sé su sostén y su guía y ocupa junto a ellas el puesto que habría debido ocupar tu padre inmolado a la iniquidad de la sociedad burguesa.
También Bartolomeo te envía su último adiós.
Tu padre,
Desde el último día que te vi he tenido el propósito de escribirte esta carta.
El otro día he puesto fin a la huelga de hambre, y he tenido que escribir la presente en diversos tirones, porque mis fuerzas de cuerpo y de espíritu, debilitadas por los sufrimientos, no me permitieron escribírtela de una sentada.
Nunca habría supuesto que nuestras existencias tenían que ser separadas, pero sin embargo, la inexorabilidad del destino lo ha querido así y debemos doblegarnos a ello.
Pero eso no hace más que acrecentar el tesoro de cariño que he sentido siempre por tí y por la familia, de la que tú quedas como jefe y protector. Mucho he sufrido durante el calvario que valerosamente Vanzetti y yo hemos atravesado, pero protesto hoy con la misma fuerza que protestaba ayer, y si he suspendido la huelga de hambre ha sido sólo para tener la fuerza necesaria para abrazar en el último momento a tí, a tu madre y a la pequeña Inés.
No llores, Dante, no llores, muéstrate fuerte, valeroso y preparado para las batallas de la vida, que son ásperas y erizadas de dificultades.
No dejes nunca, Dante mío, de proteger a los débiles, y si disfrutas la felicidad que yo te deseo ardientemente, no olvides de compartirla con el prójimo, pues ese es el sólo y único medio para poderla saborear.
Estoy seguro, a juzgar por lo que me ha dicho tu madre, que serás en el porvenir el hombre que yo había ardientemente soñado poner en el mundo.
Por eso, ocurra lo que ocurra mañana, si ellos me matasen, no dejes de tener en los labios la sonrisa de gratitud para nuestros amigos y para nuestros compañeros. Y te digo esto porque he tenido espacio para admirar y apreciar su fe y su valor en las tentativas hechas para arrancarme a mí y Bartolomeo de las garras de la Ley, y que les hace confiar
todavía que triunfarán en la tarea casi imposible de salvarnos.
Y esto no es otra cosa que la batalla entre el rico y el pobre, la batalla por la salvación y por la libertad que tú continuarás un día…
Dante, hijo mío, sé fuerte y valeroso, quédate siempre al lado de tu madre y de tu hermana, sé su sostén y su guía y ocupa junto a ellas el puesto que habría debido ocupar tu padre inmolado a la iniquidad de la sociedad burguesa.
También Bartolomeo te envía su último adiós.
Tu padre,
Nicola
Agosto de 1927”
Agosto de 1927”
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