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miércoles, 10 de abril de 2019

Tinkunaco 583/19 - Re: Boletín diario del Portal Libertario OACA

Boletín diario del Portal Libertario OACA

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  • La responsabilidad del proletariado ante la guerra
  • La II República española como proyecto político al servicio del militarismo y de la burguesía
  • [Madrid] vie21abr. Presentación del libro "Pólvora, tabaco y cuero"
  • La naranja y la revalorización capitalista
  • Cuando sale la luna
  • [Viñeta] Acuérdate de Ned Ludd
  • Más reflexiones ingobernables (y consecuentemente anárquicas) - A propósito de "los que se nos van" y, la pertinaz respuesta de "algunxs anarquistas incontroladxs desde algunos barrios de Madrid"
Posted: 09 Apr 2019 11:02 AM PDT
Apuntes y aportaciones sobre la conferencia de Rudolf Rocker en el congreso de los obreros de la industria del armamento en Erfurt en marzo de 1919
Rudolf Rocker es un escritor y militante anarquista y anarcosindicalista de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Su obra, por tanto, hay que contextualizarla con la sociedad de la época. Aunque hay que tener en cuenta que no es algo tan lejano: estamos hablando del periodo de «entreguerras», es decir, entre la I y la II Guerra Mundial; solamente hace un siglo. Aun así, su texto sigue teniendo vigencia dado que, aunque la sociedad occidental está evolucionando, y con ella la economía de mercado capitalista, la lucha de clases sigue estando vigente. Muchos teóricos anarquistas, a pesar del tiempo, siguen acertando en diversas críticas y afirmaciones, como que la mayor parte de la riqueza será acumulada por unos pocos capitalistas. Esta afirmación se está denunciando por parte de diversos movimientos sociales en este periodo de paz relativa que está viviendo Europa después de la trágica II Guerra Mundial hasta el siglo XXI actual. Además, otras críticas como la que hace Rudolf Rocker al parlamentarismo, siguen siendo hoy en día totalmente válidas.
Rudolf Rocker nos habla de que, al contrario que en Alemania, el germen del movimiento obrero de Francia anterior a la Revolución de 1848 llegó a la conclusión de que se producía una gran cantidad de cosas nocivas para la gran masa de consumidores, sublevándose ante el hecho de ser los mismos trabajadores parte del engaño a sus compañeros, imponiendo el derecho de veto de los obreros en las fábricas para determinar la utilidad de la producción. En esta época se perfilaban a través de diversos debates cuáles eran las mejores estrategias y herramientas para los trabajadores para combatir el capitalismo, siendo el derecho a veto una de las señaladas por Rocker.
Da vital importancia a los sucesos acontecidos en la primera organización internacionalista obrera mundial: la Asociación Internacional de los Trabajadores. En el seno de la misma, se produjo un tenso debate entre los que apoyaban la vía parlamentaria y los que apoyaban la organización horizontal y la toma de los medios de producción, siendo esta última vía apoyada sobre todo en diversos países mediterráneos. Según denuncia Rocker en la ponencia, tristemente este debate nunca se dio en el movimiento obrero alemán, estando este ligado al sector parlamentarista y sufriendo las consecuencias. Aun así, señala ponencias anteriores a la disolución de la Primera Internacional como la emanada del III Congreso de Bruselas de 1868, que declara que los intereses del proletariado están en contradicción con los de la burguesía, o la del IV Congreso de Basilea de 1869, que declara que las organizaciones sindicales son los gérmenes de la futura sociedad socialista, teniendo como misión principal la socialización de los medios de producción, y el deber de agrupar al proletariado de clase y dar un carácter social a las contiendas económicas.
Contextualizando con la historia del movimiento obrero de principios del siglo XX, Rocker critica al movimiento obrero alemán, el cual se encontraba en el ostracismo, centrado prácticamente en hacer reformas economicistas, sin ningún tipo de trabajo social y controlado por el Partido Socialdemócrata Alemán. Este, títere de la burguesía, apoya la participación, como representante erigido en el parlamento de la mayor parte del movimiento obrero alemán, en la invasión de Bélgica (Deutschland über alles) y el inicio de lo que es conocido como la Gran Guerra Europea o I Guerra Mundial, siendo así porque prefiere apoyar los intereses nacionalistas y de la burguesía alemana antes que los intereses de la clase obrera. Esto dejó en una situación funesta a Alemania, que reprimió brutalmente al movimiento obrero en situación de miseria y que abrió paso, junto con otras causas, al preludio del alzamiento nazi.
Con las resoluciones anteriormente descritas, junto con el funcionamiento del movimiento obrero francés anterior a la revolución de 1848 o el monopolio armamentístico que denuncia en su ponencia, le lleva a promover la resolución del congreso: «ni un hombre, ni un arma para el Estado». Asídenuncia cómo a través de la producción armamentística realizada con el sudor de los trabajadores se reprimen movimientos obreros revolucionarios y se acaba con ellos, para que los obreros de la industria armamentística rechazaran la producción de material de guerra y para que los talleres en los que se producía este material se convirtiesen en talleres para el trabajo de la paz.
Rocker también nos habla de la huelga (aunque no la propone directamente en la ponencia). En un debate posterior recogido en el texto, defiende la utilidad de esta herramienta. Así, separa el contenido político de la huelga de la política parlamentarista. Añade que la huelga general es capaz de realizar transformaciones políticas mediante la lucha, siempre y cuando, rechazando el vanguardismo, nazca de la necesidad de las masas, la solidaridad, la responsabilidad y el carácter unitario. Si no, esta potente herramienta de los trabajadores deja de resultar efectiva.
Rudolf Rocker realizó un buen análisis material de las singularidades de la clase obrera tanto de Alemania como de otros lugares de Europa gracias en parte a sus viajes, y en parte a tener que estar exiliado. Pero ya no estamos en aquella época de principios del siglo XX, sino que nos encontramos con una clase obrera muy distinta a la de aquella época. No es nuestra intención ponernos a analizar en este texto la evolución de la clase obrera en la Europa actual. Pero sí queremos señalar ciertos factores que han llevado a la desmovilización y la pérdida de conciencia de la clase obrera europea actual, señalando las que coinciden con las denunciadas por Rudolf Rocker. Como, por ejemplo, la desmovilización por el sindicalismo pactista y economicista, la socialdemocracia y el parlamentarismo. A día de hoy en España se mantiene la paz social en los puestos de trabajo mientras que los «partidos obreros» legislan en contra de los intereses de los trabajadores.
Al igual que lo descrito por Rocker, actualmente en España tanto los sindicatos como la socialdemocracia han apoyado guerras como las de Siria o Libia, y legislan beneficiando al poder económico frente a los intereses de los trabajadores. Políticas como la de fomentar la eventualidad y la precariedad laboral, mantener una alta tasa de paro, o la fragmentación de la clase obrera en distintas subclases. Mientras, el sindicalismo juega su papel al servicio del poder político y económico, defendiendo la paz social, firmando despidos colectivos y desmovilizando a los trabajadores. Porque, en efecto, no representan los intereses de una clase obrera fragmentada y derrotada, que ha perdido la identidad en una sociedad donde el significado de la palabra solidaridad en el discurso imperante ha sido reducida a suscribirse a la revista de una ONG.
Otro factor esgrimido por Rocker es el nacionalismo, apoyándose en el racismo, otra gran lacra que va ligada a la perspectiva ideológica europeísta y con la que se nos bombardea constantemente a través de los medios de comunicación y por los distintos gobiernos europeos. Tal ha sido la propaganda y las políticas de enfrentamiento que, mezclado con el avance de la globalización y el desmantelamiento del «Estado del bienestar», se ha consumado el hecho de que se ha fortalecido la extrema derecha, ocupando el lugar que solía corresponder a la socialdemocracia electoralmente.
Parte de este problema radica en la construcción de la Unión Europea desde las altas cúpulas del capitalismo financiero, que busca la globalización desde los intereses económicos del poder económico. Una organización internacional fundada en el lodo y las ruinas de la II Guerra Mundial que no sabe cómo enfrentarse a las miserias que ella misma genera, como el avance del fascismo, las crisis económicas producto de la especulación financiera que han dejado grandes tasas de paro en muchos países europeos, o la crisis migratoria debida a su apoyo a las guerras imperialistas o a las multinacionales que expolian las riquezas de los países del mal llamado «Tercer Mundo» y los empobrecen. Estas crisis han elevado el nacionalismo y el conservadurismo frente a los supuestos principios humanistas que forman parte de esta unión política y económica.
Y como siempre, quienes cargan con la culpa y sufren la violencia económica e institucional siguen siendo los pobres que huyen de las guerras, las pobrezas y las desgracias. Ya sea un sirio que llega como refugiado huyendo de la muerte y la miseria de la guerra, un español anquilosado en el “precariado” que va a Inglaterra a limpiar platos en un restaurante o un filipino que viene a España a abrillantar los zapatos de cualquier empresario, noble o alto funcionario. Todos huyen de la miseria a la que han sido condenados por el poder económico y político.

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Posted: 09 Apr 2019 10:55 AM PDT
El 14 de abril sigue siendo una fecha de referencia para quienes conmemoran la instauración de la II República, al mismo tiempo que reivindican el legado político de aquella experiencia histórica. Sin embargo, cuanto más se conoce dicho periodo más rechazo suscita en la población, sobre todo en la medida en que aquel régimen se caracterizó por su extrema violencia y crueldad con el pueblo llano.[1] A pesar de esto se sigue sin entender el significado histórico del régimen republicano, especialmente en la medida en que esta experiencia es sustraída del marco histórico general del que forma parte, y es reducida a una simple lucha de poder entre diferentes grupos sociales y políticos.
En primer lugar hay que contextualizar el advenimiento de la II República en términos históricos e internacionales, lo que significa tomar como referencia los grandes procesos en los que se vio envuelto el Estado español en su desarrollo histórico. Esto nos obliga a considerar la influencia de los factores externos, situados en la arena internacional, en el cambio de la forma monárquica del Estado a la forma republicana.[2] En lo que a esto respecta no hay que perder de vista que los Estados europeos estaban inmersos desde hacía varios siglos en un proceso de modernización permanente, lo que era fruto de su mutua competición en la esfera internacional. Con modernización nos referimos a un movimiento histórico-político hacia formas de gobierno de carácter burocrático, racionalizado, centralizado e impersonal,[3] que supusieron la concentración, acumulación y centralización de una cantidad creciente de poder en manos del Estado para adaptar su esfera doméstica a los desafíos de la competición geopolítica internacional. La modernización constituye, desde esta perspectiva política e internacional, parte del proceso de construcción del Estado territorial y soberano.
En la medida en que los Estados no existen en el vacío, sino que por el contrario forman parte de un sistema de Estados en el que interactúan y donde impera un contexto de competición y mutua hostilidad, no puede ignorarse la influencia que el medio internacional ejerce sobre la esfera doméstica de los Estados. Así pues, en dicho medio se desarrollan una serie de relaciones de las que de un modo espontáneo y no intencionado se forma una estructura de poder fruto de la desigual distribución de capacidades internas de los Estados.[4] Esta circunstancia es la que hace que la estructura de poder presione sobre el interior de los Estados y afecte no sólo a su comportamiento en el ámbito internacional, sino también a su constitución interna.[5] La modernización como tal no es sino el efecto no premeditado de la competición geopolítica de los Estados, y en la que la guerra ha desempeñado un papel central como impulsora del cambio político en la esfera doméstica.[6] De este modo la modernización es el proceso de permanente adaptación del ámbito interior de los Estados a los constantes desafíos presentados por la esfera internacional.
El Estado español había ostentado una posición dominante en el sistema internacional hasta el s. XVII, y a partir de entonces declinó como gran potencia en la medida en que otros Estados le tomaron la delantera como fueron los casos de Francia e Inglaterra. España sólo conservó cierta relevancia internacional gracias a sus posesiones coloniales en América hasta el s. XVIII, siendo para entonces una potencia de segunda fila. Tanto Francia como Inglaterra desarrollaron una serie de cambios en sus respectivas esferas domésticas que les permitieron aumentar sus capacidades nacionales, y con ello maximizar su poder tanto a nivel interno como a nivel externo en su competición por la hegemonía internacional. Esto fue muy evidente en el transcurso de las guerras napoleónicas, debido sobre todo a que la preeminencia de Francia se debió a los cambios que se produjeron en la constitución interna del Estado como consecuencia de la revolución. A través de la revolución Francia estableció un gobierno directo sobre la población, lo que incrementó sus capacidades organizativas para movilizar una cantidad creciente de recursos materiales, económicos, humanos, etc., con los que aumentó su poder militar y, por tanto, su poder internacional.[7] Sin embargo, en España los cambios necesarios para situar al país al mismo nivel que las restantes grandes potencias del momento no fueron llevados a cabo, y cuando estos intentaron ser puestos en práctica tras la derrota de Napoleón encontraron una fortísima oposición entre la población.
Mientras la Francia revolucionaria fue capaz de reunir una fuerza militar de casi un millón de efectivos gracias a la modernización acelerada del Estado, España se sumió en un estado de postración internacional ante la arrolladora maquinaria de guerra francesa, hasta el punto de ser invadida. Tal es así que la resistencia armada contra Napoleón fue ejecutada por el propio pueblo, mientras las élites locales rendían pleitesía a los ocupantes. Esta manifiesta posición de debilidad internacional condujo a la élite mandante española a tomar medidas enérgicas dirigidas a aumentar el poder del Estado mediante un incremento del control sobre su territorio, es decir, sobre la población y los recursos materiales, económicos, etc., disponibles. Esto supuso la imitación del modelo que representaba en aquel momento Francia, lo que dio comienzo a la revolución liberal con la promulgación de la constitución de Cádiz de 1812.[8] A partir de entonces el Estado español se sumió en un ciclo de experimentación política dirigido a modernizar sus estructuras internas con el propósito de reforzar su poder militar y recuperar el estatus de gran potencia. Fue un proceso liderado por los mandos militares, pues no olvidemos que el Estado moderno fue hasta bien entrado el s. XX una institución exclusivamente militar, y por ello una máquina para la guerra que únicamente de forma tardía desarrolló otro tipo de funciones de carácter civil.[9]
Como consecuencia del papel dominante del ejército en la política española del s. XIX algunos autores, como Daniel R. Headrick, muy acertadamente han catalogado el sistema político español de aquel entonces como un sistema pretoriano.[10] Esto conllevó la permanente experimentación de regímenes políticos diferentes que no terminaron de funcionar, y que sumieron al país en una constante guerra civil debido a la oposición popular que suscitó el crecimiento del Estado y su progresiva intromisión en una cada vez mayor cantidad de ámbitos de todo tipo.[11] Por el camino España perdió su imperio y en diferentes ocasiones, como durante la I República, el Estado estuvo a punto de desaparecer. Por tanto, el proceso de modernización del Estado español sumió al país en una profunda crisis política y social que a largo plazo impidió que lograse recuperar su antiguo estatus de gran potencia en el concierto internacional. Sin embargo, esto no hizo que los intentos de la élite mandante cesaran en la búsqueda de ese relanzamiento del Estado en la esfera internacional, lo que, como decimos, implicaba la transformación de su esfera interior y la adaptación de la sociedad a sus necesidades estratégicas en la lucha geopolítica internacional. Esto se concretaba en incrementar los recursos del Estado para poder costear un ejército moderno y más grande con el que competir con éxito frente a otras potencias. Pues no olvidemos que la modernización del ejército, tanto en el terreno organizativo como en el tecnológico, tiene efectos sobre la estructura y organización del Estado, y consecuentemente en el cambio político.[12]
Así pues, la historia de España desde el s. XIX hasta bien entrado el s. XX fue una historia de resistencia popular al crecimiento del Estado que impulsó el liberalismo, y sobre todo los mandos militares que lideraron la revolución liberal. Nos referimos a todos esos espadones que segaron la vida de quienes se les opusieron: Rafael del Riego, Baldomero Espartero, Leopoldo O’Donnell, Juan Prim, Francisco Serrano, Manuel Pavía, etc. El contexto de permanente inestabilidad social y política derivada de la impopularidad de las élites mandantes y sus estructuras de poder político, condujo a una progresiva descomposición de España como proyecto imperial que se evidenció tras la derrota frente a EEUU en el control de sus últimas colonias de ultramar. Esta situación generó la determinación en las élites de reforzar la posición del Estado frente a la sociedad, sobre todo para afirmar su autoridad y aumentar su poder militar. Así, la modernización del Estado alcanzó un punto crítico en la etapa posterior a la Gran Guerra debido al desarrollo económico que España vivió gracias a su neutralidad. En un contexto de conflictividad social creciente, unido a fracasos tan sonoros como el del Annual, y el cambio en la situación internacional debido a que las grandes potencias industriales recuperaron rápidamente los mercados que habían cedido a España durante la contienda, condujeron a la instauración de una dictadura militar de inspiración fascista bajo el mando del general Miguel Primo de Rivera y con el beneplácito de Alfonso XIII.
La dictadura de Primo de Rivera sirvió para reestabilizar el sistema de dominación y modernizar el Estado en ámbitos como el financiero, fiscal, administrativo e industrial, al mismo tiempo que aumentó su tamaño y con ello incrementó su contacto con la sociedad que lo recibió con especial rechazo.[13] Esto se inscribió en el marco de una política exterior más agresiva y de signo expansionista en el norte de África, de lo que el desembarco de Alhucemas es una clara muestra. La centralización, concentración y acumulación de poderes en manos del Estado supuso un importante desgaste político para el régimen establecido, lo que aumentó su inestabilidad a pesar de haber logrado cooptar temporalmente a ciertos sectores políticos y sociales, como PSOE-UGT, con la formación de un directorio civil. A lo que cabe añadir la milenaria tradición antimilitarista de las clases populares y su resistencia a colaborar en las aventuras imperialistas de la élite dominante.
En este contexto histórico y sociopolítico en el que el grado de agitación social era creciente, así como el descrédito de la dictadura y del monarca que la apoyó, la instauración de la II República se entiende como el comienzo de un nuevo ciclo de modernización del Estado. En lo que a esto se refiere la proclamación de la República fue antes que nada una imposición de los mandos militares, muy al contrario de lo que la historiografía oficial ha hecho creer. En las elecciones de 1931 las candidaturas republicanas en conjunto sólo lograron 5.875 concejales, mientras que las candidaturas monárquicas obtuvieron 22.150, todo lo cual no impidió la proclamación de la República.[14] Esto no hace sino demostrar que esta proclamación supuso la imposición de un nuevo régimen político llevada a cabo por las altas esferas del poder constituido con el ejército a la cabeza. Entre los mandos militares que participaron en la conspiración que facilitó el advenimiento de la II República destacaron el general Goded, Queipo de Llano, Mola y muchos otros.[15]Basta con señalar que el monarca únicamente se decidió a abandonar el país en su flamante hispano-suiza cuando el general Sanjurjo, director general de la guardia civil, le informó de que no podía garantizar su seguridad personal.[16]
A tenor de todo lo hasta ahora dicho puede afirmarse que la instauración de la II República fue una revolución desde arriba para, así, evitar una revolución desde abajo que con el paso del tiempo se hacía más probable dada la agitación popular y la propagación de planteamientos revolucionarios entre amplios sectores de la sociedad.[17] De esta manera las ansias de libertad de la población intentaron ser apaciguadas y reencauzadas mediante este cambio de régimen, con el propósito de crear una nueva legitimidad que facilitase el relanzamiento del proyecto de modernización del Estado, y consecuentemente el incremento de sus poderes con vistas a recuperar un papel relevante en el concierto de las naciones europeas. El crecimiento del aparato represivo,[18] los intentos de modernizar el ejército, el aumento de las cargas fiscales sobre la población, el impulso dado a los negocios de las clases acaudaladas con la expansión del trabajo asalariado, el sector financiero, etc.,[19] generaron una fuerte oposición popular que recrudeció la represión como respuesta de las élites.
En general la II República puso en marcha una serie de medidas dirigidas a movilizar los recursos disponibles en el país para aumentar las capacidades nacionales con las que apuntalar un crecido poder militar, y de esta forma jugar un papel relevante en el ámbito internacional de cara a garantizar a España una esfera de poder propia en el norte de África. Esto es lo que explica la implementación de un conjunto de políticas dirigidas a establecer un capitalismo más agresivo, adaptado a las exigencias de las clases más pudientes y a las crecientes necesidades industrializadoras. Para conseguir este objetivo, y aumentar la base tributaria del Estado, fue necesario reforzar a este último como así lo hizo el nuevo ordenamiento constitucional. A lo que le acompañó la creación de nuevos cuerpos represivos como la guardia de asalto, además de diferentes leyes que restringieron las garantías y libertades formales. Nos referimos, por ejemplo, al artículo 42 de la constitución para la suspensión de dichas garantías y libertades si lo exigía el bien del Estado; el artículo 76 d que dotaba al presidente de la República de poderes exorbitantes; diferentes leyes como la ley de Defensa de la República del 21 de octubre de 1931;[20] o la ley de Orden Público del 28 de julio de 1933 que fue promulgada con Manuel Azaña como presidente del gobierno, y que fue mantenida en vigor por el franquismo hasta 1959; o la ley de fugas que se saldó por lo menos 3.900 muertes, lo que en la práctica fueron ejecuciones extrajudiciales bajo el pretexto de fuga;[21] o la ley de vagos y maleantes del 4 de agosto de 1933, mantenida por el franquismo, y que fue introducida en el código penal para reprimir fundamentalmente a trabajadores en el paro, vagabundos y nómadas, así como a todos aquellos que no fueran del gusto de la autoridad competente, todo lo cual permitió la creación de campos de concentración para desempleados.[22]
En definitiva, la instauración del régimen republicano obedeció no tanto a razones de orden interno como a una necesidad exterior derivada de la competición geopolítica internacional, y que presionó sobre la esfera interior hasta el punto de transformar la constitución interna del Estado español. De este modo las presiones externas operaron a través de las condiciones internas que originaron la II República, la cual no fue otra cosa que una imposición de los militares que más tarde, en 1936, le pusieron fin. Sin embargo, este régimen que trató de maximizar su poder tanto hacia dentro como hacia fuera encontró una fuerte resistencia popular, aún a pesar de haber sido un intento consciente de las élites mandantes de impedir el estallido de una revolución desde abajo.[23]Por tanto, a nivel doméstico la II República fue un régimen extremadamente represivo que intentó meter en cintura a las clases populares, y que con ello pretendía crear las condiciones propicias para relanzar la política exterior española en clave imperialista. Finalmente nada de esto ocurrió, el régimen republicano fracasó estrepitosamente al encontrar una oposición frontal de la población que condujo a los mandos militares a alzarse en armas contra el pueblo para impedir la revolución. Así las cosas, quienes celebran el 14 de abril en conmemoración de la proclamación de la II República consciente o inconscientemente celebran, también, un régimen impuesto por los militares, al servicio del militarismo y de la burguesía. Un régimen que, además de haber sido tremendamente represivo con el pueblo, constituye un jalón más en el proceso modernizador del Estado español, y por tanto de su crecimiento y expansión.
Esteban Vidal
Notas:
[1] A este respecto son bastante elocuentes los datos recopilados por Eduardo González Calleja quien pone de manifiesto que la mayor parte de la violencia que se produjo en la II República fue del Estado contra la sociedad. González Calleja, Eduardo, Cifras cruentas: las víctimas mortales de la violencia sociopolítica en la Segunda República española (1931-1936), Granada, Comares, 2015. Sobre esta dimensión represiva de la II República también es recomendable lo comentado en Rodrigo Mora, Félix, “14 de abril: La república del máuser” http://esfuerzoyservicio.blogspot.com.es/2013/04/14-de-abril-la-republica-del-mauser.html
[2] En este punto concordamos con lo sostenido por Otto Hintze, quien destacó que la rivalidad entre potencias tiene tanta importancia como las rivalidades entre grupos sociales en el moldeamiento de la estructura del Estado. Hintze, Otto, Historia de las formas políticas, Madrid, Editorial Revista de Occidente, 1968
[3] Porter, Bruce D., War and the Rise of the State: The Military Foundations of Modern Politics, Nueva York, The Free Press, 1994, p. xiv
[4] Sobre el punto de vista estructuralista acerca de la realidad internacional consultar: Waltz, Kenneth N., Teoría de la política internacional, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988
[5] Esta perspectiva está presente en las investigaciones de diferentes autores. Spruyt, Hendrik, The Sovereign State and Its Competitors, Princeton, Princeton University Press, 1996. Rasler, Karen A. y William R. Thompson, War and State Making: The Shaping of the Global Powers, Londres, Unwin Hyman, 1989. Mann, Michael, Las fuentes del poder social, Madrid, Alianza, Vol. 1 y 2, 1991-1997. Hintze, Otto, Feudalismo – Capitalismo, Barcelona, Editorial Alfa, 1987. Ertman, Thomas, Birth of the Leviathan: Building States and Regimes in Medieval and Early Modern Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 1997
[6] Al fin y al cabo es la guerra la que crea el Estado y la que impulsa su desarrollo histórico al hacer que este intervenga en multitud de ámbitos y actividades, lo que conlleva la transformación de su carácter al hacerse más racional, organizado y centralizado a medida que aumenta su poder en el ámbito interior y, a su vez, en el ámbito exterior. Guerra y construcción del Estado van unidas debido a que la necesidad de organizar los medios para preparar y hacer la guerra origina la aparición de un aparato burocrático encargado de movilizar los recursos económicos, financieros, humanos, materiales, etc., necesarios. Sobre esto son notables las aportaciones recogidas en Roberts, Michael, “The Military Revolution, 1560-1660” en Rogers, Clifford J. (ed.), The Military Revolution Debate: Readings on the Military Transformation of Early Modern Europe, Boulder, Westview Press, 1995, pp. 13-36. Tilly, Charles, Coerción, capital y los Estados europeos 990-1990, Madrid, Alianza, 1992. Ídem, “Reflections on the History of European State-Making” en Tilly, Charles (ed.), The Formation of National States in Western Europe, Princeton, Princeton University Press, 1975, pp. 3-83. Parker, Geoffrey, La revolución militar. Las innovaciones militares y el apogeo de Occidente, 1500-1800, Barcelona, Crítica, 1990. Duffy, Michael (ed.), The Military Revolution and the State 1500-1800, Exeter, University of Exeter, 1986
[7] Una magnífica investigación que pone de manifiesto este y otros aspectos decisivos de los efectos de la revolución francesa en el relanzamiento de Francia como gran potencia, así como de otros procesos revolucionarios análogos, es Skocpol, Theda, States and Social Revolutions: A Comparative Analysis of France, Russia, and China, Nueva York, Cambridge University Press, 1979. Existe una edición en castellano: Ídem, Los Estados y las revoluciones sociales: un análisis comparativo de Francia, Rusia y China, México, Fondo de Cultura Económica, 1984
[8] Existían antecedentes previos, ya en el s. XVIII, en los que miembros de la élite mandante pusieron de relieve la necesidad de cambiar las estructuras políticas del Estado para adaptarlas al nuevo contexto internacional. Nos referimos a personajes como Floridablanca o Jovellanos. De interés son las observaciones recogidas acerca de los efectos de la implantación del orden constitucional y liberal en Rodrigo Mora, Félix, La democracia y el triunfo del Estado. Esbozo de una revolución democrática, axiológica y civilizadora, Morata de Tajuña, Manuscritos, 2011, pp. 41-62
[9] Los datos sobre el carácter esencialmente militar del Estado son abrumadoramente claros, y quedan evidenciados a través de las partidas presupuestarias dirigidas a la guerra. La bibliografía a este respecto también es abundante. Rasler, Karen A. y William R. Thompson, “War Making and the State Making: Governmental Expenditures, Tax Revenues, and Global Wars” en American Political Science Review Vol. 79, Nº 2, 1985, pp. 491-507. Mann, Michael, Op. Cit., N. 5, Vol. 1, pp. 590-617. Ídem, “State and Society, 1130-1815: an Analysis of English State Finances” en Mann, Michael, States, War and Capitalism, Oxford, Basil Blackwell, 1988, pp. 73-123. Rasler, Karen A. y William R. Thompson, The Great Powers and Global Struggle, Lexington, The University Press of Kentucky, 1994
[10] Headrick, Daniel R., Ejército y política en España (1866-1898), Madrid, Tecnos, 1981
[11] Sobre la valiente resistencia que ofreció el pueblo a la introducción del liberalismo es recomendable la lectura de Rodrigo Mora, Félix, Op. Cit., N. 8, pp. 84-102
[12] Numerosos autores han desarrollado su particular línea de investigación en torno a este enfoque en el que la atención es centrada en la interrelación que se da entre la organización militar y la organización del Estado. Destaca Otto Hintze, pero juntamente con él otros autores que de un modo independiente realizaron sus particulares reflexiones. Hintze, Otto, “Organización Militar y Organización del Estado” en Revista Académica de Relaciones Internacionales Nº 5, 2007 (https://revistas.uam.es/index.php/relacionesinternacionales/article/view/4868/5337). Finer, Samuel E., “State and Nation Building in Europe: The Role of the Military” en Tilly, Charles (ed.), The Formation of National States in Western Europe, Princeton, Princeton University Press, 1975, pp. 84-163. Rapoport, David C., “A Comparative Theory of Military and Political Types” en Huntington, Samuel P. (ed.), Changing Patterns of Military Politics, Nueva York, The Free Press, 1962, pp. 71-100. Andreski, Stanislav, Military Organization and Society, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1954. Corvisier, André, Armies and Societies in Europe, 1494-1789, Bloomington, Indiana University Press, 1979. Downing, Brian M., The Military Revolution and Political Change: Origins of Democracy and Autocracy in Early Modern Europe, Princeton, Princeton University Press, 1992. Antes que todos estos autores encontramos un curioso antecedente de este punto de vista en un artículo escasamente conocido de Fredrich Engels, quien prestó especial atención a cuestiones de carácter militar y su influencia en la esfera política. Engels, Friedrich, “The Armies of Europe” en Putnam’s Monthly. A Magazine of Literature, Science and Art Vol. 6, Nº 33, 1855, pp. 193-206 y 306-317
[13] Para un estudio en profundidad de esta etapa de la historia del Estado español es recomendable la siguiente bibliografía: González Calleja, Eduardo, La España de Primo de Rivera. La modernización autoritaria, 1923-1930, Madrid, Alianza, 2005. Tamames, Ramón, Ni Mussolini ni Franco: la dictadura de Primo de Rivera y su tiempo, Barcelona, Planeta, 2008. Gómez Navarro, José Luis, El régimen de Primo de Rivera, Madrid, Cátedra, 1991. Ben-Ami, Shlomo, El cirujano de hierro. La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), Barcelona, RBA, 2012
[14] Alcalá Galve, Ángel, Alcalá-Zamora y la agonía de la República, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2002
[15] Sobre la trama conspiracionista que lideraron y ejecutaron los militares es interesante lo recogido en Franco, Ramón, Madrid bajo las bombas, Madrid, Zevs, 1931. Para hacerse una idea del apoyo que este régimen recibió del ejército basta con señalar que únicamente 5 militares de la escala activa y uno de la reserva rehusaron jurar fidelidad a la II República. Información sobre esta cuestión puede encontrarse en Cardona, Gabriel, El poder militar en la España contemporánea hasta la guerra civil, Madrid, Siglo XXI, 1983
[16] Pulido Pérez, Agustín M., La Guardia Civil ante el bienio azañista, 1931/33, Madrid, Almena, 2008
[17] La implantación del régimen republicano también ha sido catalogada como una revolución conservadora hecha desde arriba, lo que salvando las distancias históricas y culturales no la diferenciaría de la restauración Meiji en Japón. Rodrigo Mora, Félix, Op. Cit., N. 8, pp. 294-299
[18] La creación de la guardia de asalto es significativa en este sentido, además del crecimiento del gasto estatal en actividades represivas. A lo que hay que añadir el aumento del número de efectivos de la guardia civil, que en 1930 contaba con 27.500 hombres mientras que en 1936 disponía de 34.500, esto es un 25% más. E igualmente su presupuesto que en 1930 era de 103 millones de pesetas, mientras que ya para 1933 era de 126. El presupuesto de seguridad, por su parte, pasó por esas mismas fechas de los 62 millones a los 120 millones. En términos generales puede observarse que la monarquía, en 1930, dedicaba 165 millones de pesetas al orden público, mientras que la II República, en 1933, dedicaba 246 millones. Muñoz Bolaños, Roberto, “Fuerzas y cuerpos de seguridad en España (1900-1945)” en Serga Especial Nº 2. Romero, Luis, Tres días de julio, 18, 19 y 20 de 1936, Barcelona, Ariel, 1967. Arrarás, Joaquín, Historia de la Segunda República Española, Madrid, Editora Nacional, 1956, Vol. 2
[19] Al fin y al cabo las clases acaudaladas apoyaron decididamente a las fuerzas republicanas en las elecciones municipales de 1931, y se mantuvieron al lado de la República hasta poco antes de la sublevación militar en 1936, cuando esta era ya inevitable. El propio conde de Romanones declaró que el rey Alfonso XIII fue abandonado por todos los estamentos del poder, y que en los barrios burgueses y aristocráticos de Madrid triunfaron las candidaturas republicanas en las elecciones de 1931. Figueroa y Torres Romanones, Álvaro, Notas de una vida, Madrid, Marcial Pons, 1999
[20] Esta ley de Defensa de la República se basó para su redacción en el anteproyecto de ley de Orden Público elaborado por la Asamblea Nacional de la dictadura de Primo de Rivera. Facultaba al gobierno para establecer tres estados de excepción por decreto, sin necesidad de que las Cortes suspendieran previamente las garantías constitucionales. Más información pormenorizada sobre estas leyes puede encontrarse en Gil Pecharromán, Julio, La Segunda República. Esperanzas y frustraciones, Madrid, Historia 16, 1997, p. 70. Ballbé, Manuel, Orden público y militarismo en la España constitucional (1812-1983), Madrid, Alianza, 1983, p. 363
[21] Fiestas Loza, Alicia, Los delitos políticos (1808-1936), Salamanca, Librería Cervantes, 1994
[22] Sobra decir que en la práctica la normalidad constitucional fue una excepción dado que todos los gobiernos republicanos recurrieron de un modo u otro a las leyes antes citadas, lo que generó una permanente suspensión de derechos y garantías como método para aplicar la represión de manera intensiva sobre la población, y muy especialmente sobre el campesinado y el movimiento obrero organizado. Todo esto contribuyó a darle al propio régimen republicano un cariz sumamente represivo y violento que desbordó considerablemente la situación previa de la dictadura militar de Primo de Rivera.
[23] Rodrigo Mora, Félix, Investigación sobre la II República española, 1931-1936, Madrid, Potlatch ediciones, 2016

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Posted: 09 Apr 2019 10:44 AM PDT
Viernes 12 abril, 19:30h. Pólvora, tabaco y cuero 
Charla-presentación del libro a cargo de Miguel Sarró "Mutis" y Javier Valenzuela, su autor. 
Madrid, Navidad de 1936. Cercadas por las tropas de Franco, un millón de personas sufren frío, hambre y bombardeos. Ramón Toral, delegado de Seguridad del barrio de Tetuán, recibe la denuncia del asesinato de una vecina; la denunciante, Marcela Burgos, maestra y pionera de Mujeres Libres, sospecha que se trata de un crimen machista. Pero Toral recibe enseguida otro encargo: desmantelar una red de tráfico de salvoconductos. Para resolver los dos casos, visitará trincheras, hospitales y cabarés, y se las verá con héroes de la defensa de Madrid como Miaja, Cipriano Mera y Arturo Barea.
En Pólvora, tabaco y cuero, Valenzuela rinde homenaje a aquel Madrid del ¡No pasarán! que Antonio Machado llamó «rompeolas de todas las Españas». Y propone como personaje al primer detective anarquista de la novela negra.
Ediciones Huso, Madrid 2019
242 págs. Rústica 22x14 cm
ISBN 9788494909092

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Posted: 09 Apr 2019 10:42 AM PDT
El sistema capitalista en la actualidad está en una fase de esquilmación de las tierras y de sus bienes en toda Europa occidental, ahora precisa buscar nuevos lugares de expansión, y rebuscar una revalorización de los productos existentes. En el momento que nos encontramos, el capital tiene las herramientas precisas para acortar la distancia geográfica y los tiempos de entrega de los productos debido al desarrollo de la técnica digitalizada, mediante la robotización y la tecnologización. Por este motivo emplaza sus satélites empresariales a lugares aún por explorar, todavía desérticos de rentabilidad, aunque al mismo tiempo intenta revalorizar en nuestro territorio mediante las etiquetas con “denominación de origen “(DO), para generar varias vías de acumulación. Paradigmático es el caso de la naranja que afecta a nuestros agricultores en la actualidad: En primer lugar, las grandes empresas abastecen naranja durante todo el año al mercado europeo proveniente de otros países; mientras en la cercanía, a la naranja local se le asocia una etiqueta de IGP “Cítricos Valencianos” [1].
Estas prácticas en el comercio del cítrico tienen sus desastrosas consecuencias en la zona de Levante, dejándonos espantosas imágenes que ya se han hecho habituales por esta época y que asustarían a cualquiera que no viviera en una sociedad tan irracional como la nuestra. Una sociedad equilibrada no entendería que los naranjos de nuestros huertos sean abandonados con los frutos “sin recoger” o que el suelo de muchos de estos terrenos queden cubiertos de un manto de naranjas putrefactas por la imposibilidad de darle una salida al fruto. Es lo que podríamos llamar el principio del fin de la agricultura minifundista citrícola en la vertiente mediterránea, desde el punto de vista económico, el ecológico lo dejaremos a un lado, de momento.
En cuanto a la fruta de la naranja, está tiene la particularidad de poseer unos tiempos muy largos de maduración frente a otras frutas, como es el caso de la fresa que madura con más rapidez. Con esto se gana tiempo para mantenerla en almacenaje. Este factor es el que las grandes industrias de fruta ven como más importante, ya que con la ayuda de la logística robotizada y el trasporte global, le permite instalar sucursales a unas distancias hasta ahora imposibles y aumentar los beneficios. Esto ha provocado que las empresas procesadoras de cítricos tengan ubicadas plantas en zonas muy lejanas del mercado europeo, países como en Sudáfrica, Egipto y Turquía, zonas de alta producción de cítrico a costes irrisorios.
Al aumentar la distancia y el radio de acción del mercado, les permite a las multinacionales buscar zonas en donde instalarse que no exista regulación laboral, y sobre todo que el salario sea muy reducido, con ello acumular un porcentaje mayor de capital. Tal es el caso, de África y Asia, donde el poder empresarial campa a sus anchas y encima se ve favorecido por los acuerdos internacionales del comercio.
Esta gran industria está formada por conglomerados empresariales de poderes financieros, agencias de seguros y corredores de bolsa, que en su mayoría no pertenecen al sector agrícola, y su único fin es transformar la naranja en mercancía, en valor de capital. Son corporaciones que no venden fruta, ni si quiera conocen su sabor, solo cambian dinero por más dinero. Las ayudas o subvenciones del sector, acaban de cerrar el círculo, pues se concentran en este tipo de empresas que en nada favorecen una producción lógica y descentralizada.
Poniendo la vista en nuestras tierras… frente a semejante ruina del sector de la naranja, las asociaciones agrarias han convocado a los agricultores a protestar en la calle para mostrar su disgusto y visibilizar su situación, frente a los poderes políticos locales, nacionales y europeístas, clamándoles una reforma de las políticas llevadas a cabo tanto en el ámbito nacional como el internacional [1]. Al final, solo es una muestra del musculo de las susodichas instituciones o asociaciones de agricultores y ganaderos, frente a los gobiernos de turno, ya que difícilmente cambie alguna cosa, a no ser que la dicte la gran empresa. Así es que estos días pasados pudimos leer en la prensa el aporte de ayudas económicas a estas asociaciones por parte de los gobiernos locales [2] que tienen el objetivo de no sacar a la luz la realidad las maniobras de la agroindustria importadora.
Los grandes almacenes levantinos que tienen una alta producción de naranja, como respuesta a la situación, han creado la naranja valenciana con denominación de origen [1] a la que han llamado IGP Cítricos Valencianos. Una marca IGP que será publicitada por todo el entramado político y económico de la zona hacia los países de Europa, puesto que requiere una campaña promocional hacia el consumidor de un cierto valor adquisitivo y calidad. El fruto etiquetado lleva asociado un valor extra que busca un cliente de un mayor valor adquisitivo, en los mercados del norte de Europa. Al final es la naranja que siempre se ha cultivado y comercializado en esta zona levantina pero ahora con este tipo de protección promocional. El fin seguirá siendo la exportación hacia países que paguen cantidades más altas y contribuyendo a un sistema productivo que seguirá siendo igual de indeseable.
Otros agricultores minifundistas están optando por transformar sus huertos tomando la iniciativa de cambiar el cultivo por otro tipo de árbol como el aguacate, almendro, el pistacho o el kiwi. Nadie pone en duda la forma de producir ni la lógica del mercado. Sin embargo, si lo que se quiere es repensar ese modelo productivo, un primer paso debería ser reducir las dimensiones del cultivo de cítrico, y de regadío, impidiendo la utilización de técnicas bioquímicas y el derroche de materias primas, ya que la cantidad de hectáreas destinadas al cítrico son la consecuencia de la fiebre que hubo en anteriores décadas por los beneficios que reportaba dicha actividad. Por lo que lo lógico sería centrar la producción en una alta variedad de cultivos que nutran a la zona mediterránea, favoreciendo el consumo local. Tratando de elaborar un cultivo tradicional con habilidades que respetan el medio ambiente y la biodiversidad de la zona litoral. Con ello dotaríamos de vida y de color a la naturaleza, y volveríamos a esperar las mandarinas al comenzar el invierno y el olor a azahar. También en los pueblos y barrios volvería a cobrar vida los mercados de frutas y verduras, ahora en fase de descomposición, así como fomentar el auge de grupos y cooperativas de consumo local.
Alfonso Soler, Colaborador del Blog El Eco del Palancia
[2] La Diputación apoyará al sector de la citricultura con 190.000 euros en 2019 para mejorar su competitividad, de la mano de Asociex, Fepac-Asaja y La Unió de Llauradors. «Hay que tener en cuenta que la campaña citrícola genera miles de puestos de trabajo, tanto en el campo como en los almacenes y comercializadoras»  https://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/castellon/2019/01/21/5c45bf45fc6c831d078b465c.html
[3] Estas instituciones clamaban un cambio de políticas a los representantes de la Comisión de Agricultura sobre la cláusula de salvaguardia, es decir cambiar los protocolos de aranceles con Sudáfrica, Turquía y Egipto.  También un control sobre Sudáfrica que utiliza productos fitosanitarios prohibidos en la Unión Europea. Resulta chocante tales peticiones desde las instituciones valencianas, cuando el campo levantino tiene alta toxicidad debido al uso y abuso del toxico. Aunque no mencionan en ningún momento el bloqueo económico a Rusia que obligo al mercado a buscar otros mercados de venta. 

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Posted: 09 Apr 2019 10:14 AM PDT
China, año 2020, año de la Rata de Oro: una luna artificial brillará en el cielo.
Lo que parece una invención de una película de ciencia-ficción responde, por el contrario, a un ambiciosísimo proyecto: iluminar las noches de la metrópoli de Chengdu (catorce millones de habitantes) a través de la puesta en órbita de espejos que reflejen la luz solar.
La potencia de luz debe ser ocho veces superior a la de la luna llena. Se tendría así una luz crepuscular en lugar de la oscuridad… El proyecto final prevé el lanzamiento de tres lunas posicionadas a 500 kilómetros de la Tierra, y cuando se lleve a término expresará todo su potencial comercial.
Según los chinos, la ventaja estribará en ahorrar en el alumbrado público. En realidad la apuesta es mucho más elevada. Ser reconocidos inequívocamente como súper potencia mundial apuntando directamente a la conquista del espacio, donde las misiones espaciales representan una magnífica tribuna para desarrollar tecnologías punteras, telecomunicaciones, robótica, sistemas de comunicación, tecnología de materiales y mucho más.
Para confirmar todo esto, la sonda Chang’e 4 –luna en chino– ha alunizado en la cara oculta, y todavía no explorada, de la luna. El objetivo declarado es recoger nuevos datos y experimentar el cultivo de brotes, semillas y gusanos de seda en previsión de una futura base lunar.
Volviendo a las lunas artificiales, ya hay quien arruga la nariz. La luna artificial ¿tendrá efectos negativos sobre los ciclos vitales del planeta?
Loca, caprichosa, patrona de las cosechas y de las mareas, su imagen ha evocado siempre fascinación, inspiración, sugestión y fantasía.
El alcance de las consecuencias, de los riesgos y de los interrogantes es por ahora incalculable, pero hemos encontrado un ejemplo concreto en la reciente historia de un pequeño pueblo perdido en los Alpes italianos.
Situado en la ladera de una montaña, en el pueblo de Viganella no llega la luz del sol de noviembre a febrero. Durante siglos, sus habitantes se han adaptado, y es tradicional hacer una gran fiesta cuando vuelve el sol. En 2006, el alcalde decide instalar sobre las montañas circundantes un gran espejo reflectante destinado a iluminar seis horas al día la plaza y la iglesia del pueblo. Repentinamente, la pequeña localidad de doscientos habitantes se convierte en una atracción internacional, haciendo que acudan televisiones, estudiosos, periodistas, curiosos y turistas. Llegan los noruegos y copian el proyecto; los rusos quieren saber más. En resumen, el espejo atrae la fama y a mucha gente. En el barullo general, los políticos de turno se disputan gloria, consensos y votos al son de litigios pretendidamente tecnológicos, guerras y batallas que ya duran años, sin acabarse nunca. Para los habitantes, sin embargo, nada parece haber cambiado. Faltan los servicios mínimos, no hay panadería, consultorio médico ni otros servicios públicos.
Esta historia me recuerda la película de Berlanga, Bienvenido míster Marshall, donde los sueños, las esperanzas, los pequeños deseos de los habitantes de Villar del Campo (no, de Villar del Río), provocados por un hecho externo que viene de arriba, se quiebran tristemente.
Para mayor ironía del destino, el nombre de Viganella ya no existe. El pequeño pueblo ha perdido definitivamente su identidad histórica y ahora se llama Borgomezzavalle (Villar del medio valle).
Saltamontes
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, marzo de 2019

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Posted: 09 Apr 2019 10:07 AM PDT
Título: "Acuérdate de Ned Ludd".
Nueva viñeta del compañero Alfonso "El Seta" de El Seta Producciones.

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Posted: 09 Apr 2019 09:24 AM PDT
Se requiere una poderosa carga que haga estallar en pequeños pedazos esta pelota de lodo, que devore con fuego la pestilente civilización, que atruene y siembre la destrucción de esta sociedad liberticida.
Bruno Filippi
No hay nada más placentero que corroborar la presencia de afines en otras latitudes; particularmente en el territorio dominado por el Estado español, donde el eco de aquél mea culpa de “los gatitos de Sutullena”, entorpeció tan significativamente el desarrollo de la tendencia insurreccional anarquista a lo largo y ancho de la Península Ibérica.
Si bien es cierto que la intrépida ruptura (con el reformismo anarcosindicalista que predominaba en esa época) de las Juventudes Libertarias, la consciente autocrítica de amplios sectores de la Coordinadora Lucha Autónoma (que les llevó a alejarse de toda la bazofia izquierdista y del análisis economicista proto marxista), y la decidida actuación de expropiadores y saboteadores de clara estirpe individualista (influenciados por las Tesis Insurreccionalistas llegadas de Italia), contribuyeron teórica y prácticamente al auge de la insurrección anárquica por allá de mediados de la década del noventa; también es innegable el inmovilismo resultante de las constantes condenas de arrepentidos y traidores, subsiguiente a esa etapa de desarrollo.
Sin duda, a pesar de los pesares, el informalismo ácrata hoy vuelve a cobrar bríos en tierras ibéricas. Prueba de ello son los frecuentes ataques a los símbolos de la dominación y la extensión de las expropiaciones. Ya sean anónimas o reivindicadas, ambas acciones han venido ensanchando la confrontación cotidiana al sistema de dominación, lo que aunado a la contestación anarco-ecologista, ha comenzado a dar cuenta de la guerra anárquica en la región.
En este sentido, la reciente lectura de “Algunas reflexiones ingobernables frente a la catástrofe”, firmada por Algunxs anarquistas incotroladxs e ingobernables, desde algunos barrios de Madridi, en respuesta al proselitismo instituyente de Arturo Martínezii, es muchísimo más que la confirmación de esa presencia refractaria: es un guiño cómplice a miles de kilómetros de distancia. En efecto, solo desde la reflexión teórico-práctica del informalismo insurreccional podía refutarse de forma contundente esta pestilencia, infestada por la política y el izquierdismo, que ha hecho nido en nuestras tiendas.
Empero, las reflexiones de las compañeras y compañeros madrileños, sortearon las interrogantes de Martínez, dejando sin respuesta la pregunta generadora que da inicio a su texto: «¿Cuantas manos y cabezas más vamos a tener que perder antes de reflexionar acerca de los por qués (se nos van)?» Inmediatamente, Martínez se autocontesta: «El valor de la crítica y autocrítica debe estar siempre presente, debemos replantearnos constantemente si nuestra práctica política sirve a nuestros objetivos. Y claro, para ello debemos tener claro cuáles son nuestros objetivos»iii.
En realidad, en su respuesta queda implícita la total negación de sus posteriores “argumentos”. Si tenemos claro nuestros objetivos y nos replanteamos constantemente si nuestra práctica sirve o no a tales objetivos, todas sus propuestas quedan sin sustento desde un posicionamiento anárquico. Es decir, desde una óptica consecuente y contundentemente antipoder.
Nuestros objetivos no son ni pueden ser otros que darle vida a la Anarquía. Lo que se traduce en la beligerancia inclaudicable contra todas las formas y estrategias del Poder; en la práctica lujuriosa de nuestras pasiones insurreccionales; en la destrucción de todo lo que nos domina. Y esa práctica anárquica no cabe en otro espacio que no sea la ilegalidad.
Definitivamente, “los que se nos van”, es porque nunca estuvieron. Porque en ningún momento tuvieron claro sus objetivos. Porque jamás vivieron la pasión anárquica en sus corazones ni le dieron rienda suelta a los deseos de liberación total ni comprendieron que la Anarquía es una tensión disutópica y no una realización sistémica. Los que “se nos van” le temen a la Libertad irrestricta y a la responsabilidad individual; añoran mandar y obedecer; dudan de sus capacidades; extrañan el redil; reclaman el corral; requieren la familia, la escuela, la fábrica, el ejército y la prisión; necesitan ser parte de la masa, estar en el rebaño, contarse entre la multitud, ser dóciles, maleables, sumisos, gobernables.
Pero, lamentablemente, entre los que “se nos van”, no solo hay que enlistar a quienes optan por el circo electorero; también tenemos que incluir a todos los que entregan la vida a causas diametralmente opuestas a la Anarquía, como todos esos jóvenes que han muerto en Rojava, víctimas del porno revolucionario. Lo realmente sorprendente es que Arturo Martínez, desde su defensa a ultranza de «una alternativa institucional, organizativa y de base»iv, nos recete “el camino a Kurdistán” junto al travestismo neozapatista –a pesar de que esta última organización político-militar sí eligió la vía de las urnas (con su conocido fracaso) y negoció el desarme en lo oscurito–, como “alternativas” más plausibles a la farsa electorera.
Si leemos entre líneas su articulo, inmediatamente detectamos el tufo de su estrategia y su filiación ideológica. Sigue, al pie de la letra, la cartilla de procedimientos del leninismo posmoderno que tanto ha penetrado en nuestras tiendas, de la mano del neoplataformismo y la maniobra “anarco”-populista del Poder Popular. Por eso, se inclina por el camino electorero pero con una profunda añoranza por “el poder del fusil”v. Cuando, para nosotros, el fusil no resulta más anarquista que el voto. Ambas vías (lalucha armada y la lucha electoral), conducen al Poder. El poder de las armas y el poder de las urnas, conjugan toda la esencia autoritaria de la dominación
La guerra anárquica necesariamente pasa por la confrontación permanente al Poder. A todo Poder. A toda Autoridad. Ya sea monárquica, teocrática, democrática, parlamentaria, militar o populista. Es evidente que por esas latitudes internautas donde se publicó el texto de Arturo Martínez (Regeneración libertaria, con su consecuente reproducción en Kaos), el Poder Popular es incuestionable, dado el talante “anarco”-leninista de sus promotores.
Vale resaltar que la tendencia insurreccional anárquica, no plantea la lucha armada como estrategia, muy al contrario, la ha señalado siempre como una desvirtuación de la guerra anárquica, propia de las influencias burguesas (Blanqui) y de la penetración marxiana que tanta mella ha hecho en nuestras tiendas.
Desde la visión rupturista del nuevo informalismo anárquico –que invita a pensar un anarquismo “postclásico” capaz de ofrecer nuevos itinerarios –, la nefasta ideología de la lucha armada solo puede conducirnos a la dictadura de su vanguardia y al gregarismo más elemental. La lucha armada es una estrategia históricamente utilizada por un sinnúmero de proyectos políticos siempre encaminados a la toma del Poder.
El empleo de las armas no implica en sí el carácter o ideal de dicho proyecto. Incontables organizaciones políticas de claro signo socialdemócrata continúan utilizando en nuestros días la estrategia lucharmadista. La socialdemocracia electorera y la socialdemocracia armada, han contagiado a amplios sectores anarquistas con su verborrea izquierdista, usándonos como carne de cañón para sus fines, completamente opuestos a nuestros objetivos de liberación total.
Claro está, esta reafirmación teórico-práctica, no significa que renunciemos a la violencia ácrata contra toda dominación. Por el contrario, optamos por la violencia refractaria como único método factible contra la violencia sistémica –lo que nos brinda la posibilidad de apuntar las armas contra las ideologías, incluidas la ideología reformista y la ideología de la lucha armada–, conscientes que tenemos un mundo que destruir. Porque, como nos recuerdan nuestros afines madrileños «es mejor un mundo asolado y destruido que el salto adelante que nos propone la izquierda del Capital y el capitalismo verde. Al fin y al cabo, lxs anarquistas, nunca le tuvimos miedo a las ruinas».
Gustavo Rodríguez,
Planeta Tierra, 29 de marzo de 2019.
Posdata aclaratoria: Quienes me conocen saben que no escribo estas notas “desde una torre de marfil ideológica” sino desde la práctica cotidiana y que, al igual que muchas compañeras y compañeros que impulsamos la insurrección anárquica, hace rato largo que rebasé los veinte años, solo que siempre habremos viejos que moriremos siendo jóvenes y, jóvenes que se pudren de vejez prematura.
Segunda posdata (ineludible): Un fuerte abrazo cómplice al entrañable Alfredo Cospito y todxs lxs anárquicxs encarceladxs alrededor del mundo. Solidaridad directa con lxs compañerxs griegxs de la Conspiración de Células del Fuego (CCF). Solidaridad directa, con nuestrxs hermanxs prófugxs Gabriel Pombo Da Silva y Elisa Di Bernardo (¡libres y peligrosxs!), asechados de nueva cuenta por el Estado (español e italiano).
Algunas reflexiones ingobernables frente a la catástrofe. Disponible en: https://contramadriz.espivblogs.net/2019/03/22/analisis-algunas-reflexiones-ingobernables-frente-a-la-catastrofe-respuesta-al-articulo-quot-los-que-se-nos-van-libertarios-en-el-mundo-electoral-quot/ (Consultado 27/03/19).
ii Los que se nos van ¿Libertarios en el mundo electoral? Disponible en: https://www.regeneracionlibertaria.org/los-que-se-nos-van-libertarios-en-el-mundo-electoral (Consultado 27/03/19).
iii Id.
iv Id.
v Mao Tse-tung, Problemas de la Guerra y la Estrategia, La Revolución China y el Partido Comunista de China, Sobre la Nueva Democracia, Editorial Abraxas, Buenos Aires, 1972, P. 115.

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