Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- [Libro] De Fanelli a Angiolillo: El anarquismo en el estado español en el s. XIX
- Anarquismo contemporáneo, la correlación entre las teorías y las prácticas (la visión crítica)
- Ante la cumbre climática de Madrid 2019
- División del trabajo, híperespecialización tecnológica y anarquía
- Otoño Libertario: Ser territorio + Huelga La Canadiense
Posted: 27 Nov 2019 10:16 AM PST
En el verano de 1863, en el londinense “Saint-James Hall”, se reunen asociaciones obreras de Francia e Inglaterra, junto a emigrados de diferentes estados, en un acto a favor de la independencia de Polonia. Este primer encuentro fue el germen para la creación de la Asociación Internacional de los Trabajadores un año después en Londres, “La Internacional” había nacido. En un inicio dentro de La Internacinal coexistieron diferentes tendencias, desde el tradeunionismo reformista de Inglaterra, a posturas mazzinianas de los dos delegados italianos, pasando por otras posturas más socialistas y proudhonianas, principalmente por parte de los delegados franceses. Al poco de su fundación Marx entró en dicha organización, saliendo, en cierta manera, del olvido tras el Manifiesto Comunista. En los años 1866 (Ginebra) y 1867 (Lausana) se celebraron dos Congresos de la A.I.T, con resultados bastante pobres desde el punto de vista revolucionario, ya que sus resoluciones no abandonaban la linea reformista – posibilista.
Las primeras referecias sobre la Internacional en el estado español no tardaron en llegar, aunque con escaso éxito. Aún así el semanario “El Obrero” –pese al nombre no podemos considerarlo como una publicación 100% obrera- dirigido por Antonio Gusart se hizo eco de la fundación de la Internacional.
En septiembre de 1868 se celebró el III Congreso de la AIT, mientras en el estado español se consumaba la sublevación de Cadiz que derrocaría al régimen Borbónico. En ese congreso podemos destacar la presencia de un delegado del estado español, Antonio Marsal, en representación de la “Legión Ibérica”, sociedad de tipo carbonaria constituida por Fernando Garrido, el cual posteriormente ayudaría a Fanelli a establecer contactos que originarían los primeros núcleos de la AIT en el estado. Al finalizar este congreso el 22 de Septiembre, en Berna, se celebró el segundo congreso de la “Liga por la Paz”, organización que intentaba evitar una guerra en Europa, la cual se palpaba en el ambiente. En ese congreso, al igual que en el primero celebrado en 1867, participó Mijail Bakunin, exponiendo sus ideas colectivistas. Las resoluciones presentadas por esta tendencia no fueron aprobadas, gracias a los votos de demócratas liberales y los marxistas alemanes. La minoría resultante se reunió en un Congreso para la creación de la Alianza de la Democracia Socialista. Sus estatutos, de corte colectivistas, se aprobaron, así como la adhesión de dicha organización a la AIT, centrándose en aspectos filosóficos y dejando a la AIT temas de carácter económico y social. También se resolvió el envío de la adhesión al Consejo General de Londres de dicha organización, a la par que se preparó el viaje a Fanelli al estado español para crear núcleos de la Internacional y de la Alianza de la Democracia Socialista.../...
Francisco de Paula Fernández Gómez
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Posted: 27 Nov 2019 10:08 AM PST
Hay dos preguntas para discutir:
- ¿La práctica anarquista contemporánea tiene lo suficiente de su teoría?
- ¿Es actual y relevante la teoría anarquista clásica para hoy?
Por la brevedad y la conveniencia, formulo mi posición en tres tesis y en una forma extremadamente aguda y provocativa y luego os doy unas pequeñas explicaciones.
Entonces, la tesis primera. Los desafíos catastróficos de nuestro tiempo no solo no reciben ninguna respuesta de personas con mentalidad anarquista, sino que la mayoría de las veces, simplemente no se reflejan en ellos. La realidad no quiere saber nada sobre nosotros y nuestro anarquismo, porque no queremos saber nada sobre la realidad. (Para ser justo, tengo que notar que por varias razones lo mismo es aplicable a casi todas las corrientes del pensamiento: desde el liberalismo hasta el conservadurismo y el socialismo de estado, porque está conectado con la situación general de la época intemporal, el fin de la modernidad, el colapso de todas las Grande Ideas, Utopías, Ideologías. Eso solo en sí mismo podemos marcar como un síntoma de una catástrofe civilizatoria, pero más sobre eso por separado, más adelante).
En el pasado, en su época heroica, el anarquismo era fuerte por su integración en la cultura, por su conexión con las masas (campesinos, trabajadores, movimientos religiosos populares, etc.), así como con el arte, la ciencia, la poesía, la filosofía, la religión. Eran fuertes la amplitud de su sueño y la naturaleza fundamental de sus raíces sociales. Ahora hay una falta catastrófica de la teoría anarquista. Se falta no solo la repetición de esquemas viejos, mitologías e ideologías en una nueva manera. Hay una necesidad de su renovación radical. Los anarquistas militantes descuidan casi por completo la teoría, su estudio y desarrollo. Ellos se dejan en:
Por lo tanto, el discurso libertario casi no está presente en la conciencia pública.
Para la mayoría de los militantes, el activismo es una forma de resolver sus problemas psicológicos personales (como la autoafirmación), algo ritual que no está incluido en ninguna estrategia u óptica de una visión general del mundo. A veces aparecen unos vislumbres de rebelión individual, unas chispas de protesta existencial, pero todo eso sin la capacidad de pensar sistemáticamente, soñar globalmente, construir una visión del mundo y una estrategia. Hay unas prácticas libertarias separadas, pero están poco reconocidas, no son consistentes, se mezclan con elementos de conciencia autoritaria y, por lo tanto, están condenadas al fracaso. La práctica (que es mínima) y la teoría (que es casi ausente y reemplazada por fraseología e historia) están completamente fragmentadas entre sí y existen como en unos mundos distintos. No hay ni reflexión, ni sentido. Nuestras actividades, en su mayor parte, tienen un carácter situacional, no crítico, no reflexivo, una reacción a algún tipo de atrocidades de las autoridades. Es decir, hay práctica, pero tiene un carácter miserable y dispar, está en completo aislada de la teoría.
La teoría es aún peor. Si una práctica que hay, pero es insuficiente, entonces la teoría se reemplaza por hechizos de hace cien años, excursiones históricas, frases hermosas, expresiones rituales de palabras que ahora no tienen sentido. Quisiera pronunciar unas palabras ardientes en defensa de la necesidad de la teoría y en defensa de la necesidad de unir la teoría y la práctica. Repito, ahora los anarquistas están muy débilmente conectados con la vida cultural, científica y filosófica, son muy débiles para comprender el mundo que nos rodea. Están poco desarrolladas la curiosidad, la capacidad de pensar con la cabeza (y no es repetir clichés memorizados). Pocas personas conocen el placer de una “teoría” pura y desinteresada (que en griego significa “contemplación”). Y eso es una de las principales causas de nuestros problemas. La mayoría de los anarquistas se caracterizan por una subcultura presumida o por limitarse en el activismo situacional, a menudo fragmentado y sin sentido. La teoría ha sido reemplazada por unas frases o por la historia.
Lo sucedió tan inicialmente. Sabemos que en Rusia, el movimiento anarquista de la época de la Perestroika fue iniciado principalmente por los historiadores. Y esto es lógico: era necesario demostrar que no fuéramos unos payasos, que Bakunin tenía razón en la disputa con Marx, que Makhno no era un gángster, etc. Pero han pasado veinte años. ¿Dónde están los escritores anarquistas, poetas, artistas, dramaturgos, filósofos, economistas, antropólogos, sociólogos, historiadores? Bueno, hay historiadores, y todos los demás son culturólogos, ecologistas... Todo está muy mal desde este punto de vista. Sí, que hay unas prácticas dispares, unos impulsos rebeldes separados, unos intentos de autoorganización, pero quiero señalar resumiendo mi primera tesis global, una casi completa falta de interés entre las personas que piensan libremente en problemas filosóficos, problemas teóricos, una separación completa entre la teoría y la práctica, entre unas pocas prácticas y una ausencia casi completa de la teoría.
Tenemos que notar amargamente que hoy casi no tenemos nuevos pensadores anarquistas significativos, los teóricos que puedan desarrollar una cosmovisión anarquista (en toda Rusia, en el mejor de los casos, conozco a una de esas personas, y esto, por supuesto, no lo soy, ni uno de los presentes), pero incluso los practicantes militantes (también unos pocos) tienen muy poco interés en esto, como si la gente hubiera olvidado cómo leer, pensar y debatir. Se considera que la teoría es algo innecesario, redundante, un lujo y casi un motivo de orgullo para los anarquistas. Es el reconocimiento de su propia ignorancia y la ausencia de convicciones bien pensadas. Es decir (recordando el conocido eslogan) podemos actuar localmente en algunos lugares y de alguna manera, ¡pero no podemos pensar globalmente! Las razones para esto pueden ser expresadas por los participantes posteriores. Tal vez estén de acuerdo, tal vez no.
Pero mi presentación es sencilla, es extremadamente dura para provocar las discusiones.
La segunda tesis. Por supuesto, el anarquismo es eterno como el deseo de las personas de auto-organizarse, la solidaridad, la libertad, el poder de superar la alienación. Mientras las personas sean humanos, todas estas cosas son eternas. (Hablamos de los cínicos, los taoístas en la antigüedad como los primeros anarquistas, etc.) Pero tan pronto como pasamos a los detalles del anarquismo, no a estos ideales elevados y eternos, sino a la creación de la era moderna que surgió a fines del siglo XIX, al principio del siglo XX, como un “-ismo”, si lo deseáis, como una especie de “ideología” partidaria, se estrelló junto con la era de la modernidad. Y aferrarse a ella en su forma anterior es alejarse de la realidad, es no querer saber lo que está sucediendo en el mundo, es encerrarse en una conveniente subcultura, unas frases, unas historias, unos dogmas. Esto debe ser sentido, realizado y superado. Amo mucho a Bakunin, tengo un gran respeto a Kropotkin y Proudhon, pero el mundo ha cambiado mucho durante este tiempo. Es absolutamente necesario realizar los esfuerzos para comprender el mundo que nos rodea, para incluir el anarquismo en un contexto cultural amplio.
Aferrarse al anarquismo clásico, del siglo XIX, pretender que nada ha cambiado, eso significa alejarse de la realidad, convertir el anarquismo en una secta, no querer saber que el mundo se ha vuelto completamente diferente, cerrarse en una frase subcultural, en una excursión histórica, etc., con una debilidad. La práctica, repito, el desarrollo de una cosmovisión anarquista es necesario. Es por eso que me encanta en el trabajo de Alexei Borovoy porque él, (uno de los pocos) trató de convertir el anarquismo en una visión del mundo amplia y responder a los desafíos de la época: el colapso de la modernidad, el totalitarismo, la sociedad de masas, el desarrollo de nuevas tendencias en filosofía, una nueva conciencia de crisis del siglo XX. Por otro lado, es necesario construir puentes del anarquismo a la ciencia, a la filosofía, a la religión y al arte. Es necesario comprender el mundo circundante en su totalidad. Daré una serie de ejemplos cercanos a mí, como un filósofo.
Os doy una lista muy leja de ser completa: lo que está a la mano: la filosofía dialógica de Martin Buber, la doctrina existencial de la libertad y la personalidad, la sociología de la Escuela de Frankfurt con sus críticas al industrialismo, la civilización tecnológica y científica, la crítica del poder en las enseñanzas de Michel Foucault: el poder a nivel micro, la crítica de la sociedad de consumo de Jean Baudrillard, la sinergia como doctrina de la autoorganización, el anarquismo epistemológico de Paul Feyerabend. He mencionado algunos nombres que, me temo, no son conocidos por todos y, lamentablemente, no están integrados, no están incluidos en el pensamiento anarquista contemporáneo. Esta no es una lista completa. Estos son principalmente unos filósofos, pero podemos también hablar de les sociólogues, les economistas y otres. Todo esto no se realiza por el anarquismo. Hay muy pocos intentos de actualizar la teoría anarquista, hay poco enfoque crítico. Con el debido respeto a los clásicos, a Proudhon, Bakunin, Kropotkin, hay que citar: “No digas con anhelo: ¡No hay! Pero con gratitud: fueron”.
Cuando hablamos del pensamiento anarquista, entonces, desafortunadamente, prevalece la diferenciación sobre la integración. Es decir, el anarquismo con prefijos generalmente surge: anarco-primitivismo, anarco-ecologismo, anarco-feminismo, anarco-biocosmismo, anarco-rebelión, etc. En Occidente, todavía hay nombres. Podemos recordar a Bookchin, Gorz, Zerzan, Bonanno, Black, Chomsky y alguien más. Pero en primer lugar, estos no son tal vez grandes pensadores, y en segundo lugar, desarrollaron algún tipo de dirección estrecha. No se producen intentos de síntesis; prevalece un tipo de especialización y dominación a pequeñas escalas. Pero, gracias a dios que hay al menos unos en Occidente a quienes podemos leer. En Occidente esto no es suficiente, pero en Rusia es mucho peor.
Y la última: tercera tesis. Quiero volver a donde he empezado. Esta es una pregunta de qué tan bueno es hoy el anarquismo clásico. Por supuesto, Bakunin, Kropotkin, Malatesta y otros tienen una serie de profecías e ideas brillantes. Necesitan ser sabidos, estudiados, ser inspirados en su coraje y amor a la libertad. Pero hay que entender una cosa, de la que les anarquistas son poco conscientes: vivimos en una era del fin de la modernidad. El anarquismo, como lo fue después de la Revolución Francesa y antes del comienzo del siglo XX, es una filosofía hija de la modernidad. Era una era de optimismo, progreso, una fe ciega en la ciencia, utopías finalistas, la idea de un ideal supremo prevaleció en la cosmovisión anarquista. Ahora vivimos en una era de atemporalidad, cuando los fundamentos espirituales e ideológicos que la humanidad vivió desde el Renacimiento hasta el siglo XX se derrumbaron. El siglo XX es un siglo de catástrofes. Me parece que los anarquistas lo entienden mal, están demasiado absortos en la historia. Hay que construir puentes y construirlos aún más.
Fuera del contexto más amplio, el anarquismo no puede entenderse. Ahora hablamos solo del anarquismo, no hablamos de la cultura, la sociedad o lo que está sucediendo. El Art Nouveau se derrumbó, la era de las ideologías, los partidos, la creencia en el progreso, en la ciencia, en la tecnología, en el industrialismo, la creencia de que el anarquismo es un cierto punto de llegada, una utopía finalista, todo aquello se derrumbó. El anarquismo fue una parte de la gran corriente de los pensamientos del siglo XIX, algunos de los fundamentos cuasirreligiosos de los cuales no se reflejaron. Ahora todo aquello se derrumbó. Aquel contexto sociocultural se derrumbó. Y fingir que todo aquello ya no está aquí, que no vivimos en una era de atemporalidad y posmodernismo, es imposible. Es absolutamente necesario comprender las nuevas realidades: al menos una crítica al industrialismo, una crítica a la civilización tecnocrática, la erosión de las realidades de clase que está teniendo lugar.
Hoy es imposible hablar de clases según Marx. Tal vez existan, pero ¿en qué sentido? Ni siquiera tenemos las herramientas para comprender este fenómeno. ¿Es posible apelar a la retórica antigua proletaria venerable? ¿Es correcto dibujar esos viejos dibujos animados de burgueses en bombines y cantar sin pensar (como sucede a menudo) en las manifestaciones: “¡Adelante, adelante, la clase trabajadora!”?
En mi opinión (a lo mejor mis pensamientos no son cercanos a todos), es necesario abandonar la visión finalista del anarquismo como un cierto punto de nuestra llegada, es necesario desarrollar el anarquismo hacia una síntesis integrada de la cosmovisión de varias ideas, valores, críticas y prácticas de liberación libertarias. (Citando, por falta de teóricos hoy, a él mismo: “¡El anarquismo es eterno, la anarquía es imposible!”). Lo que se necesita no es la diferenciación, sino la integración. No el anarco-feminismo individual, anarco-ecologismo, anarco-primitivismo, etc. Somos diferentes, sí, pero necesitamos buscar puntos comunes. Esto es muy importante. Necesitamos las síntesis, no solo las diferenciaciones.
El anarquismo es originalmente romántico. Esta es una doctrina de soñadores, una enseñanza pathos. Bakunin era un hombre patético. Hoy la palabra “pathos” suena desacreditada. Pero recordemos que pathos, “patha” en griego, es pasión, pasión. Es decir, la capacidad de soñar, la capacidad de romper con el presente. Ahora este pathos romántico del anarquismo, la capacidad de rehabilitar la utopía, se pierde, debe ser devuelto. El antiguo anarquismo clásico podría ser alimentado por el patetismo, los significados, la energía del movimiento general de la modernidad, del cual él era parte, del gran movimiento con su fe religiosa en progreso, con la fe en el inevitable final de ese cuento de hadas, que se llama historia humana, con fe en la ciencia y razón. Ahora, el patetismo romántico del anarquismo necesita nuevos fundamentos religiosos, porque se desvanece en medio del cinismo pragmático sin alas, el vil anti-utopismo universal y la fatiga e incredulidad posmodernas. Y sin un patetismo romántico y un sueño radical, el anarquismo muere, degenera en un esquema, frase, ideología. No atraerá a un laico (porque no promete nada más que riesgo, sentido y plenitud de vida), y los héroes se han extinguido en nuestro mundo. Es por eso que el movimiento anarquista se está secando hoy, como un río que ha perdido sus manantiales. Y hablando el lenguaje de los situacionalistas debemos volvernos tan radicales como la realidad misma (apocalíptica).
La conciencia de lo que le sucede a la sociedad cuando con una civilización industrial se sucede un apuesto de sol, un declive, ni hablar sobre las civilizaciones pre-industriales, lo necesitamos a nosotros les anarquistas y a todos quienes intenten entender algo del mundo nuestro. Este reconocimiento del colapso total y el fin del Art Nouveau hace imposibles los intentos de simplemente “redecorar” el anarquismo clásico (porque la sociedad y la cultura y la persona a la que apelaba colapsaron de muchas maneras; digamos, en Rusia, a la autocracia, a la servidumbre y al filisteísmo). Habiendo modificado de alguna manera, han sobrevivido hasta nuestros días, pero no hay una comunidad, ni intelectuales, ni todo lo que nuestro antiguo anarquismo surgió).
El énfasis en el componente individualista del anarquismo eso es un malentendido, que durante mucho tiempo destrozó a los anarquistas, aunque hace cien años se intenta superarlo: la división escolar tradicional entre les comunistas e les individualistas, cuando algunes hablan solo de la sociedad y otres solo de la personalidad. Como sabemos, hace cien años, Emma Goldman, los Nabatovitas y otros trataron de combinar esas ideas. ¿Por qué es necesario contrastar la personalidad a la sociedad? Me parece que el componente de la personalidad existencial del anarquismo se vuelve especialmente importante en una situación de colapso social, pero, por supuesto, no en detrimento de la socialidad. La socialidad debe crearse desde cero, esa es la cuestión. Y el punto de referencia es precisamente la personalidad.
El anarquismo como una perspectiva amplia atrae al individuo. Pero las personalidades se unen y crean a una sociedad nueva. Aquí, me parece, hay un débil intento de imaginar lo que puede ser el anarquismo moderno, desde muy lejos de Bakunin y Kropotkin. Es decir, la integración de los dos lados del anarquismo: el lado comunista y el individualista. Stirner fue en muchos sentidos no entendido, exagerado, en muchos sentidos impactantes. Hoy ha llegado el momento de superar estas contradicciones, superar esa equivocada convicción de que estas son cosas mutuamente excluyentes: el individualista es ciertamente un hombre bohemio burgués que no se preocupa por nadie, y el comunista es un hombre que sueña con una sociedad de barracones. Está claro que ambos son esencialmente ajenos al anarquismo. Y Stirner no quería la guerra absoluta de todos contra todos, y Kropotkin no quería los barracones. Además, después de cien años, debemos comprender y desarrollar los dos lados del pensamiento anarquista, para superar los malentendidos y contradicciones que hayan existido antes.
Aquí hay unas realidades: culturales, sociales, sin las cuales la teoría del anarquismo no puede desarrollarse. Y sobre todo la comprensión misma de la necesidad de la teoría. Para nosotros, la palabra “teoría” suena despectiva, como una especie de adición a la ideología. Es necesario superar el ideologismo, el partidismo del anarquismo, su conexión con un amplio contexto cultural, el coraje y el radicalismo del pensamiento. No tengáis miedo y esfuerzos por comprender lo que está sucediendo. Intentad superar el ghetto subcultural y esa adicción al activismo sin sentido. El anarquismo como una cosmovisión, ese anarquismo rechaza la utopía finalista. El significado, la reflexión, las síntesis de diversas tradiciones filosóficas y culturales. Los énfasis en el componente personalista existencial.
La conciencia de las realidades del presente, que no existieron en aquella época de Bakunin y Kropotkin, por ejemplo, la crisis ambiental. También una conciencia de la situación posmoderna en la cultura, el “vacío existencial” (en palabras de Victor Frankl), la atomización total, el colapso de la socialidad. Todo esto no requiere un solo cambio de fachada, ni una alteración fácil de las viejas enseñanzas de hace cien años, sino un anarquismo completamente nuevo, que desafortunadamente aún no existe. Y no importa cuánto amemos a Proudhon, Bakunin, Tolstoi, Kropotkin, tenemos que desde nuevo recrear casi todo en la teoría y filosofía del anarquismo.
Publicado originalmente en http://akrateia.info/sovremennyi-anarkhizm-sootnoshenie-teorii-i-praktiki-kriticheskii-vzgliad/. El texto corresponde a un artículo crítico del anarquista e historiador Pyotr Ryabov, escrito sobre la base de un informe leído en Las Lecturas de Pryamukhinsky (www.pryamukhino.info) en el verano de 2011.
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Posted: 27 Nov 2019 10:02 AM PST
[Superar el capitalismo para salvar el planeta]
El pasado 1 de noviembre, la Mesa de Gobierno de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático decidió que la próxima cumbre del clima de 2019 (COP25) se celebrase en la ciudad de Madrid, bajo la presidencia de Chile y el apoyo del gobierno español.
Ninguna de estas cumbres ha servido para frenar la crisis climática. Los compromisos a los que llegan los países no se cumplen y otros tantos continúan desarrollando políticas que atentan contra el planeta. Pero no se trata solo de analizar qué políticas practican qué países con más o menos hegemonía en la geopolítica internacional. Hay un problema central que es la raíz que causa la crisis climática, y que los estados no se van a plantear: el sistema económico capitalista.
Un tercio de las emisiones de carbono las emiten grandes compañías de combustibles fósiles como el petróleo, el gas natural o el carbón. Empresas como Saudi Aramco, Chevron, Gazprom, Exxon Mobil, National Iranian Oil Co, BP etc.[1] La contaminación a través de este tipo de energía está intrínsecamente relacionada tanto con la extracción y el procesado del producto como con su uso en la industria y el transporte y la emisión final de los distintos tipos de gases contaminantes a la atmósfera. Estas empresas están repartidas por todo el globo, por lo que no es un problema local de una zona concreta del planeta. Es un problema a nivel internacional en los cinco continentes. Y muchas de estas empresas radican precisamente en países que no acatan las decisiones que se toman en las cumbres. Además, este tipo de empresas forman lobbies y grupos de presión para forzar a los gobiernos a que desarrollen políticas que las beneficien económicamente.
Y no son solo las clásicas empresas de hidrocarburos y combustibles fósiles las que contaminan. El uso de las nuevas tecnologías y la adaptación del trabajo, la producción y el consumo a la nueva era digital traerán consigo la necesidad de la explotación, procesado y comercialización de minerales como el litio, vanadio, berilio, germanio, niobio y otros minerales raros[2]. Las nuevas tecnologías son un sector estratégico en la geopolítica internacional, dado que las economías de las sociedades desarrolladas van a depender de los productos derivados de estos minerales. Es más, muchas de las energías limpias que se puedan desarrollar en un futuro van a depender íntegramente de estos minerales. Para extraer y explotar este tipo de minerales, se devastan cientos de miles de kilómetros de terreno, arrasando ecosistemas enteros y desplazando sociedades, destruyendo sus formas de vida. La consiguiente dependencia económica de los países desarrollados de este tipo de minerales va a requerir acelerar la devastación que ya se da en continentes como África, América o Asia.
El proceso de degradación climática no se debe a causas naturales, está ligado intrínsecamente con el sistema económico capitalista. El proceso de industrialización del siglo XIX, la explotación del combustible fósil, la explotación de la minería a gran escala, así como las grandes empresas y gobiernos que se han beneficiado explotando el planeta hasta superar su capacidad de regeneración, son los culpables directos de la degradación ambiental actual.
Y en la península ibérica ya se notan consecuencias[3] como:
- Disminución de las lluvias de forma consecutiva.
- Aumento de la temperatura: más frecuencia de días con temperaturas máximas y extremas.
- Disminución de la cuenca hidrográfica, que tiene como consecuencia directa la disminución de recursos hídricos.
- Más facilidad de adaptación de especies invasoras tropicales.
- Desertización de la península con la consecuencia de la pérdida de suelo fértil.
- Aumento de los incendios.
- Aumento de la temperatura del océano con la consecuencia directa de la acidificación y la modificación de la distribución de las especies marinas.
El planeta tiene un problema grave, y este es el capitalismo. Los compromisos y ciertas políticas que se puedan adoptar en esta y posteriores cumbres climáticas no van a atajar el problema. Los estados seguirán beneficiando a las grandes compañías antes citadas y a las grandes industrias eléctricas, como ha estado pasando en España con el polémico «impuesto al sol». La COP25 da por hecho que el cambio del clima es inevitable, por lo que es solo un engranaje del sistema capitalista para garantizar que este se siga desarrollando y adaptando a nuevas exigencias por el cambio de las condiciones climáticas.
El planeta solo puede salvarse cambiando el modelo productivo y de consumo por un modelo socialista que esté enfocado en las personas y el planeta, y no a los intereses geopolíticos de los estados o las grandes corporaciones empresariales. Un modelo económico que:
- Respete la naturaleza y la biodiversidad.
- Que socialice los medios de producción con el fin de superar el sistema capitalista.
- Que lo gestionen los trabajadores por sí mismos a través de federaciones de producción y consumo.
- Basado en la cooperación entre personas y sociedades, nunca en la competición.
- Con un modelo científico al servicio de las personas y de la biodiversidad del planeta.
Por la anarquía.
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Posted: 25 Nov 2019 11:05 AM PST
Queremos abolir la división del trabajo. En efecto, es el capitalismo que con la división de clases genera que unos se ocupen del trabajo manual pesado, y otros del trabajo intelectual. En el comunismo precisamos que la tecnología reemplace permanentemente el trabajo más difícil, de modo tal que las cuotas de trabajo necesarias para mantener a la comunidad arriba (materialmente cubierta) sean las menores posibles. La abolición del trabajo obligatorio precisa que los trabajadores voluntarios estén dispuestos a estar en la fábrica, en el campo y en la oficina, según lo precisen las necesidades de cada sujeto de la comunidad.
Sin embargo, los desafíos de la sociedad del siglo XXI nos exigen repensar la labor de los expertos y de su papel en la revolución. Necesitamos constituir un movimiento político que derroque el Estado y expropie a los burgueses todos los medios de producción. Pero una vez hagamos eso, necesitamos instaurar el nuevo orden. Si la anarquía es orden y no caos, es porque existe un movimiento dispuesto a restaurar el orden.
Pero el orden actual no es el mismo acerca del cual escribieron los que nos precedieron hace 100 años atrás. El mundo de hoy no se parece al de Malatesta, mucho menos al de Bakunin y Marx. Si queremos evitar recaídas en el primitivismo, debemos considerar que la creciente complejización de las tecnologías del proceso productivo y de las relaciones económicas no es algo que deba eliminarse de plano para retornar a un pasado precapitalista en términos tecnológicos. De hecho, la tecnología no sólo invade nuestro proceso productivo sino también tenemos una relación metabólica con ella.
El progreso técnico y la técnica en general no le pertenecen al capitalismo ni por asomo. Aquello que debe hacerse es someter la producción y el uso de la tecnología a una evaluación ética radical.
Ahora bien, la reorganización de la sociedad postrevolucionaria tendrá que tomar en cuenta como uno de sus tópicos centrales la complejidad de la vida y la sociedad del siglo XXI. ¿Cómo retomaremos el orden?, ¿qué vamos a hacer diferente, qué vamos a empezar a hacer (ahora y a largo plazo), qué vamos a dejar de hacer (ahora o en la medida de lo posible)? Pareciera un delirio primitivista que una vez la revolución advenga se prescriba a cada uno la “autogestión” y que tal cosa signifique cada individuo o familia se haga un huerto en casa y en el mejor de los casos construya un molino para generar electricidad. No es sensato decirles a las personas que la revolución significa abolición del internet, los aviones y los alimentos enlatados. Es sensato que en el momento revolucionario, como decía Kropotkin[1], debamos centrarnos en atender las necesidades materiales de aquellos que no las tienen cubiertas. Pero es un error pensar que esto significa sólo ir por los sin techo y darles una casa. Tenemos que suplantar lo que los supermercados, tiendas de barrio y mercadillos hacían en las ciudades numerosas para abastecer de insumos básicos a las personas. Tenemos que prontamente reabastecer el servicio de hospitales y que los tratamientos, farmacéuticos o de otro tipo, continúen y se retomen como antes de la revolución: mejorados si funcionaban mal y centrados en atender al necesitado y no lucrar a partir de él (o bien, que comiencen cuando quien precisaba de ellos no podía tener acceso a ellos). Necesitamos reabastecer el servicio de electricidad, de gas y agua lo más pronto posible y luego preguntarnos por la muy necesaria transición ecológica, que probablemente en ese entonces podría llevarse a cabo más rápidamente habiéndose eliminado la burocracia y los intereses económicos particulares.
Es probable que, durante un tiempo, todos podamos prescindir de la crema de chocolate con avellanas, de afeitarnos y depilarnos, incluso del alcohol; por un tiempo hasta que los esfuerzos del movimiento revolucionario se ocupan en satisfacer necesidades básicas y de instaurar la logística que las sostenga a largo plazo. Pero probablemente no seamos tan tolerantes faltando internet demasiado tiempo; y probablemente ofrecer como solución que será cada individuo quien tendrá que moler sus propias avellanas no se presente como el panorama deseado. Queremos que cada uno pueda moler sus avellanas, pero también que quien no quiera hacerlo, pueda acceder a la crema de avellanas de todos modos.
El sistema actual funciona resultado de la hiperespecialización. Esto muestra que la instauración de la anarquía no puede significar tan rápidamente o instantáneamente (y por eso no debemos confundir la “revolución” con una insurrección general concreta) la eliminación de la división del trabajo. El movimiento revolucionario, para merecer la anarquía, no sólo debe contar con determinaciones morales firmes, sino además con suficiente comprensión de las dinámicas de la sociedad de modo que entendamos el mundo que acabamos de expropiar a la burguesía. De lo contrario, no habría manera de que la sugerencia de Malatesta[2], a saber, que el movimiento revolucionario está formado no sólo por anarquistas, sino por otros que encuentran en la anarquía una mejor manera de vivir para ellos (es decir, que buscan el beneficio individual). Pocos nos seguirán en la lucha si no garantizamos que el internet volverá pronto.
No estamos condenados a la división del trabajo para siempre. El trabajo ahora será llevado a cabo por máquinas y trabajadores voluntarios. Sin embargo, para que las máquinas hagan el trabajo hará falta que los expertos, los ingenieros (que hacen las máquinas) y los conocedores de los procesos avancen en la automatización, a sabiendas que lo que tenemos que alcanzar es la abolición del trabajo. El trabajador voluntario está ahí, cumpliendo una labor vocacional según dicta la necesidad de la comunidad, para mantener el bienestar de todos.
Es necesario tener claro que el punto de eliminar la división del trabajo no se trata tanto de que los informáticos vayan a sembrar al campo, sino de que cada uno pueda vivir de acuerdo a las actividades que le autorrealicen. Que nadie esté obligado a trabajar de vendedor, granjero o programador si no quiere. Que si alguien gusta de hacer filosofía y construir instrumentos musicales pueda hacer ambas cosas cuando le plazca. Que nadie esté condenado a ser abogado o minero por culpa de la posición de origen, la tradición social o el mercado de trabajo. Que cada uno aporte según sus capacidades significa tanto según lo que puede hacer como lo que está dispuesto a hacer. No dudamos que haya profesionales felices con sus especialidades y que lo que queremos es ofrecerles que podrán dedicarse a sus tareas sin la presión de la productividad, el lucro, los deadlines o los recursos. Los trabajadores expertos entienden que en la anarquía la técnica sirve para mejorar la vida humana y por ello abocarán sus esfuerzos en que podamos producir más, mejor, más rápido, más limpio y con menos esfuerzo; y que a la vez podamos mejorar la vida de muchas mejores maneras a la hora de transportarse, a la hora de curar una enfermedad, a la hora de comunicarse con otros, etc. Y no habrá problema si el experto quiere tardar 5 años en avanzar un ápice en su investigación o el músico quiere lanzar un disco cada década. De cada quien según su aporte y según su amor a todos; porque sí, como decía Malatesta[3], la famosa sentencia que resume el comunismo, sólo puede tener éxito si presupone la abundancia y el amor.
En este sentido, pareciera que todos los planteamientos que suponen un alejamiento total o paulatino de la tecnología, en pos de una re-ruralización de la humanidad, en pos del decrecimiento, suponen que la batalla ya está perdida; que la tecnología le pertenecerá siempre al mundo capitalista y que nuestro blindaje del capitalismo implica blindarnos siempre de ella. Y esto podría ser cierto sólo en el caso de que los anarquistas abandonásemos definitivamente la idea de la revolución y nos conformásemos con formar pequeñas comunidades de resistencia, donde por autogestión se entienda poco más que huertos y aerogeneradores. Resultaría, sin embargo, muy difícil que lográsemos alcanzar las grandes promesas del anarquismo cuando aún resultaría necesario que un integrante de nuestra comuna autogestionada tenga que ir hacia "la civilización" para un tratamiento de cáncer o en búsqueda de hormonas para su cambio de sexo. En fin, el debate acerca de si avanzar por la toma del poder o construir células autogestionadas desde abajo esa algo que aquí no puede zanjarse.
Pali Guíñez
[1] La conquista del pan.
[2] “Hacia la anarquía”.
[3] “Comunismo” en Páginas de lucha cotidiana.
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Posted: 25 Nov 2019 10:38 AM PST
Después de casi dos meses de intensa actividad cultural cerramos el Otoño Libertario 2019 con dos nuevas propuestas que esperamos que os resulten interesantes:
Presentación del libro "Ser Territorio. La geografía y el anarquismo"Viernes 29 de noviembre [19h]
Ponentes: Héctor C. García y Alfredo Olmeda (La Neurosis o Las Barricadas Ed.)
El movimiento anarquista tuvo entre sus filas a insignes geógrafos. No es causalidad: analizar la relación entre el territorio y el poder ha sido fundamental para la geografía libertaria. Diseccionar el nacionalismo fue prioritario para las y los anarquistas del siglo XIX (y su papel en las guerras de la época). Hoy se destaca cómo las élites usan el territorio para destruir la vida comunitaria y generar individuos aislados que transitan las calles sin habitarlas sedientos de un consumo acelerado. El movimiento anarquista mantiene aún un proyecto de relaciones con los pueblos y ciudades completamente opuesto al del binomio capitalismo-Estado, algo que también pretendemos explicar en la presentación de este trabajo. Presentación del libro "La huelga de La Canadiense"Sábado 30 de noviembre [19h]
Autor: Ferran Aísa
La huelga de La Canadiense. La conquista de las 8 horas. En febrero de este año se ha cumplido el centenario de la histórica huelga de La Canadiense. Ese es el motivo que nos sirve para recordar esta lucha fundamental de la CNT y del movimiento obrero español de la época.
Como siempre la entrada será libre. Os recordamos que estos actos tiene lugar en la sede de CNT-AIT Madrid (Pl. Tirso de Molina 5 2º Izq.).
Para finalizar os dejamos la web de las jornadas: https://otono.cntmadrid.org/
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