Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- [Publicación] Mundo COVID-19: Las epidemias en la era del Capitalismo Nº 2
- NO
- [Canción] Libertad - Juampe Benítez
- [Documental] No digan que no estamos
- [Audio] La Nevera: Coronavirus y Cambio Climático. Jesús Manuel Castillo
- Ante la crisis sanitaria y la deriva autoritaria del Estado
- Una lista urgente de voces contra el encierro
- [Reseña] La construcción de una mentira histórica
- Pandemia, aquí y ahora
- El Estado con mascarilla
- Quedándote en casa
Posted: 13 Apr 2020 10:50 AM PDT
MUNDO COVID-19. nº2
LAS EPIDEMIAS EN LA ERA DEL CAPITALISMO
Recopilación de textos de análisis internacionales durante el estado de alarma.
Índice:
Primavera Silenciosa. Resistenze al Nanomondo, Bérgamo
Estado con mascarilla, Miguel Amorós, Estado Español
Reflexiones frente a la catástrofe ecológica y el colapso capitalista: Una mirada a la pandemia desde la región chilena en revuelta. Gayi/Grupo Solenopsis/LaPeste.org, Santiago, región chilena
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Posted: 13 Apr 2020 10:40 AM PDT
Es obvio que la actual crisis provocada por la pandemia del COVID-19 hace aun mas perentoria la exigencia de gritar un clamoroso ¡NO! frente a un capitalismo y a un sistema social abyecto, contra el cual muchas personas venimos luchando desde largo tiempo. Hay que gritar NO y, además, procurar actuar en consecuencia. Bienvenidos sean, pues, los renovados e intensificados esfuerzos por poner de manifiesto la insoportable barbaridad del capitalismo y apelar a las luchas contra él.
Pero, esta crisis también nos convoca a decir NO al auto engaño que practica un amplio sector de ese espectro revolucionario antiautoritario, en el cual me situo. Ese auto engaño consiste en creer y hacernos creer, que el capitalismo podría estar tocado de muerte por esta crisis y que la pandemia dará lugar a un intenso ciclo de luchas capaz de transformar el mundo. Por fin, las clases populares van a percibir de forma diáfana la necesidad de dar la espalda al sistema, y nos toca contribuir a dar la estocada final a un capitalismo moribundo. “Pueblos del mundo, aun otro esfuerzo” reza un texto reciente que acompaña su título con ecos de la Internacional: “El mundo cambia de base”.
De hecho, están proliferando los textos que presentan la actual situación como una gran oportunidad para salir por fin del capitalismo y poner fin a sus estragos. Casi se celebra la aparición de la pandemia porque esta puede alumbrar la toma de consciencia que propiciará la transformación del mundo.
Si no aplaudo a esos bien intencionados textos, y frecuentemente interesantes, es por un doble motivo.
El primero es porque el deseo de revolución, que siempre debemos mantener vivo con independencia de que creamos o no que se pueda traducir en un proyecto de revolución, puede ocasionar enormes distorsiones de la percepción de la realidad. Sobre todo, en los momentos en los que está se vuelve incierta y angustiosa.
El segundo motivo es porque esos textos hacen dar un gran paso atrás a las luchas contra el sistema capitalista y sus estructuras de dominación, retrotrayéndolas a tiempos y esquemas revolutos.
¿Distorsión de la realidad? Veamos. Me temo que, si bien es cierto que la pandemia va a lanzar a la lucha a una parte de la población, sobre todo aquella que va a sufrir las peores consecuencias del “relanzamiento” de la economía capitalista, otra parte no desdeñable de la población, sobre todo la mas traumatizada por el miedo y por eventuales desastres familiares, nada va a querer saber de agitaciones con sus correspondientes incertezas, y puede decantarse más bien hacia demandar mayor disciplina y orden social. ¿o no? No cabe arropar la post-crisis exclusivamente con los adornos de la esperanza revolucionaria.
Así mismo, no cabe duda de que el capitalismo acusa un duro golpe en su hoja de ruta de continuada expansión, pero nada indica que se vaya a realizar por fin el manido lema de “la crisis final del capitalismo”. Lo hemos oído tantas veces que casi da rubor volver a hacerlo. Lo más probable es que el capitalismo cambiará algunos de sus aspectos (para bien o para mal) y que como lo viene haciendo desde que se implantó absorberá los problemas para fortalecerse con su resolución. Puede que lo que digo a este respecto sea también una distorsión de la realidad, pero, de momento la historia del capitalismo indica lo contrario.
Por fin, esa percepción de la realidad que augura un mundo mejor contribuye a enmascarar el rápido avance de un totalitarismo de nuevo tipo que muestra sus colmillos no sólo en Corea y en China, sino también en Afganistán y en Palestina con los drones armados, así como en los engendros producidos en la Silicón Valley (GAFA). Ese totalitarismo discurre por las vías del control social (geolocalización, reconocimiento facial, etc.) pero también por la medicalización de la vida y por la ingeniería genética. No percibir que la pandemia facilita su avance y que urge hacer frente a esa realidad es algo que acompaña la percepción de un futuro prometedor.
¿Paso atrás? Veamos. El segundo motivo por el cual recelo de esos textos es porque frente a la fascinación por un cambio total (todo o nada) y por el viejo gran relato de la insurrección victoriosa, los planteamientos posteriores a Mayo del 68 habían conseguido orientar las luchas hacia el desmantelamiento, en el presente, de los dispositivos de poder articulados por el capitalismo, o vigentes en su seno (como por ejemplo el patriarcado). Esa multiplicación y diversificación de los frentes de resistencia y de subversión ha arrancado avances notables para las libertades y para las vidas de la gente, sin supeditar todo ello al gran cambio social que, por propia definición, siempre se sitúa fuera del presente mientras no haya acontecido.
Los llamamientos a la convergencia de las luchas, unificadas en el objetivo de acabar con el capitalismo, olvida que para que las luchas puedan converger primero tienen que ser múltiples, y que, si bien esa convergencia es deseable, lo propio es que se produzca por la propia presión y la propia lógica de los acontecimientos (como ocurrió por ejemplo el 15M) y que la tendencia homogenéizante no debilite las energías de las luchas parciales (como también ocurrió después del 15M). Resulta además que esos textos suelen descalificar como factores de división y de debilitamiento de la lucha todo lo que se despliega fuera de la gran lucha unificada contra el capital.
Ahora bien, lo que estoy comentando no se inscribe contra la exigencia de denunciar el capitalismo y de luchar contra él, eso es absolutamente inexcusable, pero sí se desmarca de una tendencia que me parece percibir en estos momentos en buena parte de los análisis, y que creo que es perjudicial para la eficacia de las luchas.
Imagino que la tentación de descalificar la postura que expongo diciendo que invita a bajar los brazos y a renunciar a la lucha puede ser fuerte. Dejadme pues, que repita lo que he escrito en múltiples ocasiones, y sigo manteniendo: aun en las condiciones más adversas la lucha siempre es posible, la única condición absolutamente necesaria es que exista voluntad de lucha. Si esta voluntad se manifiesta no es menester que se persigan o que se esperen resultados definitivos y de gran alcance, como bien lo sabía el Sísifo de Albert Camus.
11 de abril 2020
Tomás Ibañez
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Posted: 13 Apr 2020 10:34 AM PDT
Tema producido en el contexto de la falta de libertad como resultado de la situación de confinamiento.
Letra y música: Juampe Benítez
Edición: Cristo Gallardo
https://www.youtube.com/watch?v=bKroq3TDmN8
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Posted: 13 Apr 2020 10:19 AM PDT
El siguiente documental/recopilatorio muestra una serie de acciones realizadas en distintos lugares de la capital del territorio usurpado por el Estado de $hile, mostrándonos de esta forma desde el principio de la acción misma, pasando por todas las fases de su desarrollo, hasta el final.
https://www.youtube.com/watch?v=4P4gD2l_RG8
Todas estas acciones fueron realizadas con distintos propósitos específicos, ya sea conmemorar una fecha especial para lxs jóvenes combatientes, exigir la liberación de prisionerxs políticxs, propagar una idea afín, entre otras. Y si bien todas estas acciones tuvieron un propósito específico, el objetivo general siempre fue el mismo, irrumpir con la normalidad y la cotidianidad de la ciudad, causar el mayor de los daños hacia esbirrxs, su infraestructura o sus herramientas de represión, y dejar en evidencia que la lucha callejera SI es una herramienta útil que el pueblo debe utilizar para combatir la represión que ejerce constantemente el Estado cuando el proletariado se rebela, pudiendo ser llevada a cabo por cualquier ente organizado o individualidades reunidas por afinidad, ya sea en una población, un establecimiento educacional o en la calle misma.
La violencia callejera es un método que ha existido tanto en $hile como en el mundo desde hace décadas, destacando las luchas callejeras que se llevaron en periodo de la dictadura cívico-militar tendientes a desestabilizar su gobierno, tanto como la lucha callejera llevada a cabo en este periodo de dictadura “democrática”. Si bien no es el único método válido ni tampoco hay que vanagloriarlo, si es una herramienta que debe ser utilizada por el pueblo que busca su liberación, porque queramos o no el Estado siempre golpeará y asesinará a quienes busquen rebelarse contra él, como lo hemos visto sistemáticamente desde la Insurrección Popular del 18 de octubre. A fomentar todas las formas de lucha, la organización popular y el ataque frontal y directo, de forma violenta o no violenta, contra toda autoridad y lejos de jerarquías que nos dividan, fuera el ego de las calles, acá somos todxs unx.
No digan que no estamos, seguiremos acá, seremos más, y venceremos.
En memoria de Kevin Garrido, salvaje indómito hasta su muerte.
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Posted: 13 Apr 2020 10:14 AM PDT
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Posted: 13 Apr 2020 06:39 AM PDT
Desde principios de año en Europa y en otras partes del mundo nos enfrentamos a una aguda crisis social a causa del virus de la COVID-19 y la afección que provoca, la denominada “enfermedad por coronavirus”, como es conocida comúnmente.
En España, esta crisis se ha agudizado a causa de tantos años de privatizaciones y del desmantelamiento de la sanidad pública y de otros servicios esenciales de la mano de los partidos políticos que han estado en el poder tanto en el Estado central como en los distintos gobiernos regionales, legislando en favor de los intereses empresariales. Esto ha traído graves consecuencias a raíz de la crisis social en la que estamos inmersos: la falta de personal y de recursos para hacer frente con éxito a la pandemia. En todo este proceso de desmantelamiento, existe una ideología neoliberal y, por tanto, clasista. Con el desmantelamiento de la sanidad pública se ha beneficiado a la sanidad privada, la que pone constantes pegas y reticencias a la hora de colaborar con recursos e infraestructuras en la gestión de la crisis. Desde algunos gobiernos como el de la Comunidad de Madrid se está llevando a cabo el cierre sistemático de diversos centros de atención primaria, dejando a miles de personas sin el acceso a la atención sanitaria más básica.
La falta de recursos y de dinero ha conseguido que prime una perspectiva clasista a la hora de administrar y hacer las pruebas pertinentes contra el virus. Así, mientras nos venden que tal o cual político o empresario tiene o no el virus, a los trabajadores se nos ha negado la posibilidad de conocer si estamos infectados o no. Hasta semanas después de la declaración del estado de alarma por parte del Gobierno, en muchas empresas los trabajadores nos hemos encontrado con la falta de equipos de protección individual (EPI), hacinamientos en los centros de trabajo y falta de planes en las empresas para garantizar la seguridad y la salud. Esto por supuesto tiene consecuencias. Los trabajadores y nuestros allegados somos los más vulnerables a la hora de enfrentarnos al virus. Esta vulnerabilidad aumenta: sin duda cuanta mayor es la precariedad laboral, mayor es el riesgo de exclusión, y mayor es la falta de recursos a la hora de enfrentarnos a la crisis social. La seguridad y la salud nuestras y de nuestros allegados no ha estado garantizada en ningún momento.
A nivel social la falta de dispositivos sanitarios y de otro tipo de personal de emergencias ha llevado a la incapacidad del Estado de cubrir las necesidades de las personas. Esto ha supuesto el recorte drástico de derechos y libertades, y se ha agudizado más si cabe el autoritarismo por parte de la maquinaría coercitiva del Estado (ejército y policía) y el ejercicio de la represión y el miedo. A través de la “Ley mordaza” se han impuesto en 12 días el triple de sanciones administrativas que las que se han impuesto en Italia en un mes. En internet hay multitud de vídeos y testimonios que documentan abusos de poder. Incluso algunos sectores dentro de la policía han denunciado el “macarrismo” y el descontrol que existe en su institución. Además, desde diversos medios de comunicación se promueven y se normalizan los abusos de poder, el ejercicio de control social y el linchamiento vecinal en los barrios, siempre contra los colectivos más vulnerables. Esta normalización del autoritarismo y la coerción, los llamamientos de las instituciones a la unidad nacional, el lenguaje belicista, la exaltación nacionalista y la presencia y mediatización del ejército, tristemente nos acercan a ese oscuro pasado dictatorial reciente que parece que muchas personas se niegan a superar.
Esta crisis social solo la podemos superar tejiendo y practicando redes de solidaridad y apoyo mutuo en nuestro día a día. Es algo intrínseco al ser humano la necesidad de asociarnos tanto para apoyar a las personas que más lo necesitan, como para defender nuestros intereses como trabajadores. Es necesario apoyar a la población más vulnerable, superando por diversas vías el sentimiento de soledad e incertidumbre que conlleva el confinamiento en nuestras casas, el aislamiento y el miedo. Apoyando a nuestros vecinos que más nos necesitan y a nuestros compañeros de trabajo, tanto en aquellas circunstancias en las que estemos obligados a ir a trabajar, como fuera del ámbito laboral.
La organización entre iguales y la práctica de la solidaridad van a ser necesarias para combatir la crisis posterior que vendrá cuando se supere la pandemia. Solo organizados podremos resistir la ofensiva de la patronal para recortar derechos laborales con la excusa de paliar pérdidas económicas, y superar el miedo a los recortes de derechos y libertades por parte del Estado para seguir consolidando su hegemonía.
Por la anarquía.
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Posted: 12 Apr 2020 02:55 PM PDT
Esta lista está en https://contraelencierro.blogspot.com/ y ojalá crezca.
VÍDEOS DE EXPERTOS
ENTRADAS DE EXPERTOS
MANIFIESTOS y PETICIONES PÚBLICAS
ENTRADAS RECOPILATORIAS (PERIODÍSTICAS O DE BLOGS)
SITIOS WEB
TESTIMONIOS ÚTILES
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Posted: 11 Apr 2020 10:02 AM PDT
El historiador mallorquín Sergio Giménez acaba de publicar la que es su primera obra Ángel Pestaña, falangista. Anatomía de una mentira histórica.
Giménez, experimentado investigador, lleva varios años picando piedra en el mundo de los márgenes de la Historia. Se mueve como pez en el agua entre las heterodoxias del anarcosindicalismo. Ha estudiado meticulosamente la vida y obra de personajes próximos al anarcosindicalismo como Benito Pabón, José Sánchez Requena, Ricardo Fornells o el propio Ángel Pestaña. Ha estudiado la presencia del fascismo en España, los quintacolumnistas en la CNT y es un gran estudioso del pestañismo.
Este libro forma parte de la historia de los desposeídos, de la que algunos pretenden confundir con una “historia militante”, hipocresía de aquellos que pretenden defender su historia oficial y apartar a ésta de la reconstrucción de nuestro pasado. Es un libro honesto y riguroso.
También pretende romper una lanza en favor de uno de los personajes más comprometidos con el anarcosindicalismo y a su vez más olvidado y sobre el que se han vertido muchas críticas. No tan criticado en los períodos en los que estuvo alineado con la CNT sino sobre todo en los períodos en los que estuvo más alejado de ella. Giménez responsabiliza, en parte, al propio movimiento libertario de ese olvido.
Como bien dice el autor del prólogo, el sociólogo Jesús Díaz Herrera, Giménez reflexiona “sobre la potencialidad del rumor cómo síntoma y método de reconstruir la situación política en un contexto histórico determinado”. Y esta reflexión pienso que es la clave de este libro en el que su autor nos da pista de cómo se construye una mentira histórica.
¿Qué pretende Giménez con esta investigación? La estructura del libro nos va aportando pistas. Veamos.
El primer de los objetivos de Giménez es explicar al lector quién fue Ángel Pestaña Núñez. Es una biografía política en la que vemos la evolución de uno de los hombres más relevantes dentro del movimiento obrero peninsular y una de las figuras clave del anarcosindicalismo del primer tercio del siglo pasado. Nos queda claro este primer objetivo.
El segundo objetivo es mostrarnos que también existió una pequeña rama de la familia libertaria que abrazó la política y de la que Pestaña representó su cara más visible. Giménez dedica un capítulo al Partido Sindicalista (PS), un espacio político en el que confluyeron otras tradiciones políticas republicanas. Presentado con rigor y sin huir de sus claros y oscuros.
El tercero de los objetivos que plantea es situar las conversaciones de Pestaña con el falangista José Antonio Primo de Ribera. Giménez explica claramente que uno de los objetivos de José Antonio era incorporar algún personaje relevante del obrerismo a su movimiento y que pensó que la figura de Pestaña podría cubrir ese espacio. Ese era uno de los principales motivos por los que José Antonio quiso reunirse con Pestaña. Obviamente, Pestaña no tenía interés en integrarse en ninguna organización fascista y ahí quedó ese encuentro.
Y el cuarto objetivo de Giménez y para mí el más importante es demostrar cómo se construye una mentira histórica. Los errores cometidos por Pestaña al frente del PS no justifican la utilización de esos rumores, de ese ruido, para acusar a Pestaña de falangista. Que hubieran infiltrados reaccionaros entre las filas del PS no justifica su vinculación con el fascismo. El resto de organizaciones obreras también contó con un buen número de quintacolumnistas. Hay más ejemplos, pero para comprobarlo, tendréis que leer el libro.
Enhorabuena Sergio.
Josep Pimentel, historiador
Fuente: Ser Histórico
Ángel Pestaña, falangista. Anatomía de una mentira histórica
Sergio Giménez Piedra Papel Libros Jaén, 2020 251 páginas Read more ... |
Posted: 10 Apr 2020 05:36 AM PDT
Hoy, 6 de abril, hay reportados 1.342.442 casos de COVID-19 en el mundo, 74.606 personas murieron. 13.341 de estas muertes fueron en España con 136.675 casos confirmados y 16.523 en Italia con 132.547. EEUU pasó la barrera de los 360.000 casos y miles de personas se reportan enfermas o mueren cada día en los países más afectados. En Argentina existen 1.628 casos confirmados al momento, y 53 personas murieron.
Si volvemos atrás en el tiempo, al 3 de marzo, cuando se anunciaba el primer caso confirmado en la Argentina, podemos ver que en el mundo había 92.843 personas infectadas y 3.160 muertes. En España solo había habido una muerte y contaban con 162 personas enfermas, en Italia por su parte hasta el momento sólo había habido 79 muertes y 2.263 infectados. EEUU contaba con 106 casos confirmados en ese momento. Pasó solamente un mes. Es por esto que no hay que enfocarse en los casos o las muertes que se dan hoy, lo que importa es entender cuáles son los caminos posibles para la enfermedad.
Este crecimiento exponencial no es fácil de entender ya que nuestro cerebro no capta instintivamente qué significa la exponencialidad; lo que nos lleva a sentir una falsa seguridad al enfrentarnos a una epidemia. Pensemos que se tardó tres meses en llegar a 350.000 casos confirmados pero sólo seis días para los próximos 350.000. Este es el riesgo de una enfermedad como la que nos aqueja, enfermar en muy poco tiempo a un gran número de la población.
Los virus nos han acompañado durante toda la historia de la humanidad, quizás el más antiguo que todavía recordamos es la viruela que atormentó a los humanos desde hace 10.000 años hasta el año 1980 cuando fue declarada erradicada gracias a la vacunación. Los virus se aprovechan de las células de los organismos vivos para replicarse, cada ser viviente en el planeta tiene algún virus que evolucionó específicamente para usar sus células y su evolución es muy rápida, mutan constantemente y si bien el 99.9% del tiempo no generan cambios significativos, de vez en cuando alguno lo hace.
El salto
De la misma forma que lo hacemos los humanos las aves se enferman de gripe, producto de virus que evolucionaron específicamente para atacar su organismo. En algunas ocasiones este virus puede mutar y pasar a un humano sin generar demasiados problemas para una sociedad, que el virus logre transmitirse de un ave a un humano no significa que pueda haber contagio entre dos personas. Pero, con el suficiente tiempo, una mutación puede aparecer, permitiendo este tipo de transmisión, esto fue exactamente lo que pasó en 1997 en Hong Kong, con el virus H5N1 (la gripe aviar) con brotes en el 2003 en EEUU y en 2014 en Canadá. Esta gripe particular tiene una alta tasa de mortalidad, alrededor del 60%, pero por suerte una baja transmisibilidad.
Como el VIH causa la enfermedad del SIDA, el SARS-CoV-2 es el virus que provoca la enfermedad COVID-19. Este virus no nos llegó de las aves pero sí de un proceso parecido de zoonosis, su origen seria en los murciélagos. No, esto no tiene que ver con una persona comiendo a uno, sino que estos animales funcionan como reservorios de diferentes virus, como pasó antes con el MERS y SARS, que también tienen como origen los murciélagos. Lo más probable es que el contagio lo haya provocado un huésped amplificador, un animal que es infectado por el murciélago y transmite el virus a los humanos. En el caso del MERS seria el camello y en el SARS se piensa que ha sido la civeta. No está totalmente claro el huésped intermedio para este nuevo virus pero todo apunta al pangolin. Este animal es uno de los mamíferos que más se trafica en el mundo y especialmente en China, se lo usa como comida y en lo que llaman “medicina tradicional china”.
Este tipo de práctica que gustan en llamar “medicina”, ha logrado llevar a diferentes animales al borde de la extinción. Esta práctica busca usar todas las partes del animal, en el caso del pangolin lo que más valora son las escamas. Hace poco más de un año, en enero de 2019, se encontró un cargamento de 9.000 kilos de escamas en Hong Kong, el mes siguiente 33.000 kilos de carne de este animal se encontraron en Malasia, lugar de donde proviene el mayor tráfico hacia China y donde su población en los últimos 20 años se redujo en un 80%. Como comida su carne es considerada una delicadeza, un símbolo de estatus social.
De la misma forma que las granjas industriales donde se crían vacas, cerdos y gallinas son espacios propensos a la aparición de nuevos virus y al fortalecimiento de ciertas bacterias, que pueden no sólo diezmar a sus poblaciones sino hacer lo propio con los humanos, estas prácticas de interrumpir en el habitat de los animales no domesticados ya sea por la deforestación, la caza para alimentos o las prácticas renovadas de las “medicinas alternativas”, tienen consecuencias. Siempre está el riesgo latente del caos cuando una mutación completamente aleatoria desencadena los eventos que nos logran poner contra las cuerdas, como en este momento.
Es así que mientras la frontera agrícola siga avanzando, mientras las granjas industriales de animales sean la norma, mientras el planeta siga calentándose y si, mientras viajemos mucho más de lo que hayamos hecho antes en la historia, vamos a seguir dando mayores oportunidades a los virus para que pasen de otros animales a los humanos.
La Negación
Desde que supimos de la existencia de esta enfermedad se ha repetido por políticos y periodistas casi como un mantra que “la mortalidad es baja” y que “no hay que alarmarse”, cabe preguntarse ¿baja en referencia a qué? ¿Porque ante una realidad alarmante no habría que “alarmarse”?
Si lo comparamos con otros virus de la familia Coronavirus podemos encontrar que el SARS infectó a 8000 personas y mato a 774. Su otro pariente, el MERS, hasta ahora provocó 2500 infecciones y 862 muertes. Que la tasa de mortalidad sea menor a otras enfermedades no quiere decir que vaya a haber poca cantidad de muertes; esta nueva enfermedad en sólo tres meses y medio mató a más gente que el número de infectados de MERS y SARS en 17 años, podemos sumar también todas las muertes por Ebola desde 1976 hasta la fecha sin alterar esa afirmación.
En respuesta alguien dirá, cómo se dijo constantemente y hasta el Ministro de Salud repite, “la gripe es mucho peor que el coronavirus”, y rápidamente se tira un número de muertos al año por gripe, que a nadie le importa si es correcto o no, sólo importa poder sentir la seguridad de decir “esto no es importante”.
Irónicamente el mismo argumento se contradice, la gripe es menos contagiosa y mucho menos mortal que la COVID-19. Pero lo más importante es que la gripe se contagia dentro de un segmento de la población que no está inmunizado, ese número de muertes que se repite es sólo sobre un segmento, para este nuevo virus no hay inmunidad ni individual ni grupal. El número posible de infectados es muchísimo mayor.
Lo que queda en evidencia, más allá de la capacidad de hablar por hablar de estos personajes, es la incapacidad o el desinterés en pensar las situaciones que atravesamos a fondo y cómo el miedo puede dibujar una realidad que sea más llevadera y se ajuste con nuestro deseo de no querer ver que esto es realmente grave.
Cuando apareció la gripe española en 1918, que terminó con las vidas de al menos 50 millones de personas, los políticos dijeron “esto es sólo una gripe con otro nombre”, quien era el referente máximo de la salud pública en EEUU desestimó la enfermedad diciendo que “si se toman las precauciones adecuadas, no hay necesidad de alarmarse”.
La primer respuesta del presidente y del ministro de salud en Argentina fue, igualmente, trivializar la enfermedad, porque como decía Ginés González “Argentina es el país más distante de China”, “no hay ninguna posibilidad de que exista coronavirus en Argentina”. En una línea parecida estaba Trump que hasta hace pocas semanas repetía que “lo tenemos muy bajo control”, “el mercado de valores comienza a verse muy bien para mí” intentando frenar la debacle financiera, desestimando la enfermedad como “una gripe fuerte”. Pocos días antes de ser diagnosticado con esta enfermedad el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, bromeaba sobre saludar a los enfermos; “les agradará saber que estrecho la mano con todos y voy a seguir haciéndolo”. Hoy se encuentra hospitalizado.
López Obrador, presidente de México y político de izquierda dice que su país no va a sufrir gracias a la intervención divina, mostrando dos amuletos religiosos, “no nos apaniquemos, y por favor, no dejen de salir” decía en un video hace tan sólo unas semanas, “sigan llevando a la familia a comer, […] porque eso es fortalecer la economía”.
Bolsonaro, presidente de Brasil y político de derecha sigue hablando de la enfermedad como una “pequeña gripe”. Dice que es una “fantasía” exagerada por los medios y sus rivales políticos. Insto a la gente que la enfrente “como hombres, no como niños” poniendo el énfasis en el desarrollo normal de la economía.
Es notorio como los/as políticos/as buscaban negar una realidad que se les venía encima en aras de salvaguardar la economía. El diario del lunes estaba ya en la mesa, se sabía de la enfermedad y de sus consecuencias, esto no fue una novedad. Cuando la realidad los cacheteó salieron a tratar de verse fuertes y a imponer medidas sin importarles las consecuencias, hacer por hacer como se le dice.
Caso especial, aunque no sorprende, es España donde los medios de comunicación desde el primer momento hasta hace un par de semanas se empecinaban en que todo era una exageración. Los políticos de izquierda y derecha hacían lo mismo. El 8 de marzo, Vox (partido de derecha) convocó a un mitin que reunió a 9.000 personas, días después uno de sus líderes se confirmaría infectado. El mismo día se realizó la movilización por el día de la mujer que fue promovida por el gobierno con la ministra de Igualdad a la cabeza. Cuatro días después se confirmaría también su enfermedad.
Se podían ver letreros del tipo “el machismo mata más que el coronavirus”, “no hay peor virus que el patriarcado”, y entrevistas con frases como “esto es mucho más importante que el coronavirus, porque mueren muchísimas mujeres todos los días, incluso más que por el virus”.
Esto es lo preocupante; no tanto lo que digan los políticos, ellos/as tienen sus motivaciones para decir lo que dicen, y nosotros/as tenemos las nuestras. El discurso que se enfocaba en trivializar la enfermedad se repitió a través de los diferentes países como si fuese una verdad universal, “es sólo una gripe”, “si sos joven y saludable no pasa nada” se decía haciendo alarde de la falta de empatía por los más viejos. Los/as más rebeldones tiraban frases poéticas del tipo “la verdadera pandemia es el capitalismo - machismo - desnutrición”, “acá lo que importa es el dengue”, “los medios meten miedo” o alguna otra de las tantas frases que se usan para hablar sin decir nada.
Esto pone de manifiesto lo patético del discurso social que se establece y se repite para reforzar una realidad donde podamos tener todas las respuestas, donde podamos sentirnos seguros/as porque tenemos un marco de referencia que todo lo puede explicar. Pero a la realidad no le importa lo que pensemos o sintamos, este tipo de respuestas dogmáticas o identitarias lo único que logran es aportar a la masturbación teórica colectiva de igual forma que lo hacen los/as filósofos/as modernos/as, otros/as que salieron desesperados/as a vender la novedad tratando de predecir el fin de algo y el comienzo de nada.
La Política
No hay nada como una pandemia para revelar nuestras limitaciones. La humanidad está en constante lucha con la historia de nuestra propia evolución, somos tribales, supersticiosos/as y capaces de abandonar el pensamiento crítico en favor de un líder carismático. El miedo, y sobretodo el miedo a la muerte, actúa como catalizador de estos comportamientos. Cada quien puede inventar o dejarse convencer de cualquier idea, sin importar que base de realidad tenga mientras esta pueda proveer seguridad. Así es como cada gurú de medicina alternativa busca explotar los miedos para tratar de vender su cura milagrosa.
Pero también otra gente está usando esta crisis para promover su propia ideología, derecha, izquierda, anarquistas, el Estado en sus diferentes sabores, todos buscan aprovecharse del miedo como si de marketing se tratase, vender la mejor idea, proporcionar el mejor enemigo. Y en el camino de decir cualquier cosa se terminan diciendo algunas que provocan mareas de acción/inacción que literalmente cuestan vidas.
Cada gobierno ha usado el Estado para imponer su visión del mundo, mostrando similitudes entre quienes se dicen diferentes. Los que contaban con la tecnología necesaria buscaron reconvertir las herramientas de control social para hacer seguimiento de las personas y trazar las posibles rutas de contagio y otros sin disponer de esos medios buscaron en el aislamiento social la solución. Dentro de este grupo están quienes decidieron practicar la caridad con personas y empresas, para así retrasar el conflicto social que desataría la recesión económica que se avecina.
Porque esto es sólo el principio, al menos en esta región con el invierno por delante las cosas van a empeorar mucho antes de mejorar. Esta es la nueva normalidad y es mucho lo que vamos a tener que hacer para poder prevenir la enfermedad hasta que haya una vacuna. Es la realidad que nos toca y es imperativo dimensionar la situación para poder responder lo mejor posible, porque cuando decimos “prevenir” no hablamos particularmente de nosotros/as, sino de los/as nuestros/as, esos/as que en ciertas situaciones son todos/as.
Algunas cosas son necesarias decirlas sin tapujos, no con el fin de profetizar ni dar forma a un futuro que todavía no llega sino como medio de pensar la realidad y nuestra propia injerencia en ella. No debería ser novedad que mucha gente va a perder el trabajo, que posiblemente solo los grandes comercios vayan a sobrevivir, que se va a buscar limitar todo lo posible la capacidad de acción que busque recuperar los diferentes medios necesarios para la vida, los ciclos de la economía ya apuntaban a una recesión mucho antes de esta pandemia, las consecuencias de esta se agravan cada día. Los políticos van a intentar seguir jugando el juego del poder, culpándose o llevándose el crédito depende lo que la situación requiera y si, mucha gente va a morir. Es probable que si nuestra situación alcanza la vivida en Europa alguien que conozcas vaya a morir de esta enfermedad, sabemos que suena terrible pero no está fuera del reino de la posibilidad.
Suena abstracto, y este es el problema de la distancia y los números, cuando todo está filtrado por una pantalla de televisión se convierte, en parte, en un espectáculo. Pero esto no va a seguir así, en unos meses se puede llegar a sentir mucho más personal y muy real para todos/as nosotros/as.
Quaranta Giorni
Muchos animales pueden detectar y evitar a otros miembros de su especie que hayan enfermado aves, monos, langostas, hormigas. Este tipo de comportamiento existe porque el distanciamiento social les ayuda a sobrevivir. Su práctica difiere entre las distintas especies; las hormigas enfermas se aíslan y las sanas se acuartelan para defender a la reina y a miembros vulnerables de su sociedad. Los mandriles evitan todo contacto con los enfermos pero se ponen en riesgo para ayudar a miembros de su familia. Los murciélagos vampiro continúan proveyendo comida a los enfermos pero deciden alejarse de ellos, de esta forma minimizan el contagio pero preservan las formas más esenciales de apoyo social.
Quizás estos comportamientos nos den ciertas ventajas ya que nuestro cerebro no evolucionó a la par que lo hizo la construcción del mundo en sociedad por lo que no nos preocupamos solamente de nuestras familias, los humanos se ponen en riesgo para cuidar a personas que no conocen en el afán de ayudar. Aunque eso les cueste la vida.
Aislar a los/as enfermos para no contraer enfermedades es una práctica que data desde la antigua Grecia y aparece documentada también en el antiguo y nuevo testamento al referirse a la lepra. Pero fue la plaga del siglo XIV que le dio el sentido moderno al concepto de cuarentena, la Peste Negra apareció primero en Europa en 1347. En los próximos cuatro años aniquilaría entre 40 y 50 millones de personas en Europa y entre 75 y 200 millones en el mundo. Algunos años más tarde el puerto de Ragusa (hoy Dubrovnik, Croacia) impuso una norma para los barcos que llegaban de áreas con casos de esta enfermedad, dando nacimiento al termino quarenta giorni. Fue ahí en Ragusa donde se implementó la primer ley para imponer la cuarentena.
Hasta hace poco esta práctica parecía una cosa del pasado en este lado del mundo, en gran parte gracias a la existencia de vacunas y tratamientos que permiten enfrentar y prevenir las enfermedades conocidas, pero ante situaciones extremas como es una nueva enfermedad nuestras acciones son vitales para detener la epidemia. Es necesario el distanciamiento físico para cuidar a los/as otros/as, eso significa cambiar ciertos comportamientos, mantener una distancia que evite la transmisión del virus. Sí tenemos la posibilidad reducir al mínimo el contacto con espacios comunes donde inadvertidamente podemos dejar el virus en superficies y así seguir expandiendo la enfermedad.
El distanciamiento físico no significa aislarnos socialmente, tampoco aislar a otros.
Estos comportamientos no pueden ser impuestos, el Estado sólo puede buscar encerrar segmentos de la población con la esperanza de que la situación pueda ser controlada. Por más ayuda económica o alimenticia que dé un Estado el trasfondo de una directiva es por esencia represivo. Un Estado no puede más que imponer sus leyes y la imposición es siempre por la fuerza, es inocente pensar que las fuerzas de seguridad van a actuar de forma diferente a la que lo hacen cotidianamente por la naturaleza de la amenaza. Quizás se sientan más envalentonados a la hora de distribuir palos en este tipo de ocasiones cuando se sienten con el poder de educar a quienes no respetan la norma, pero su sadismo no es para nada novedoso.
Las disposiciones de los gobiernos no corresponden a una mera dicotomía entre “salud vs economía”, estas disposiciones se basan en que dejar que haya cientos de miles de muertos generaría graves problemas a nivel económico y social. Lo que buscan estas medidas es poder volver lo más rápido posible a una supuesta normalidad controlada dónde ni la salud ni la economía se vean tan castigadas.
Las formas de cuidado reales y efectivas se basan en nuestros comportamientos individuales cuando tenemos la intención de cuidar a los demás. Cuando estos comportamientos se ven desbordados por el miedo, al mismo tiempo que el Estado propone la represión como herramienta moral surge lo peor de cada individuo. Desde amenazar y apedrear las casas de los enfermos, de crear fábulas y escrachar supuestos contagiados hasta denunciar desde un balcón y amenazar a trabajadores de la salud. Este tipo de situaciones se dan en los barrios más pobres y en los más acomodados.
En el medio de estas prácticas está el moralismo progre, ese mismo que se potenció en estos últimos años, ese que habla constantemente de privilegios y ahora de clase, con el único objetivo de no apuntar hacia el privilegio provenido de la explotación y a la clase responsable de ella. De repente, docentes, administrativos, o cualquier trabajador/a asalariado/a son “privilegiados” y se los puede criticar ya que hay gente en peor situación económica. De la misma forma que cuando le dicen que hay que lavarse las manos para prevenir infecciones grita horrorizado que “hay gente que no tiene acceso al agua”, y sólo hace eso, grita horrorizado. Nada más.
Nosotros/as
Hace algunas semanas escribíamos sobre esta situación y proponíamos pre-ocuparnos, todavía creemos estar a tiempo y esa es la paradoja de la contingencia. Nunca vamos a saber si sobre-reaccionamos pero va a ser absolutamente claro si no hicimos lo suficiente.
En este punto lo mejor que puede pasar es que se descubra algún medicamento que pueda evitar algunas muertes, pero eso está por fuera de nuestro control. Hay cosas que están en nuestro control y tenemos que aceptarlas, mantener prácticas de distanciamiento físico, lavarse las manos, ayudar en la medida de nuestras posibilidades a quien lo necesite. Organizarnos para promover prácticas de higiene y cuidado, para asegurarnos de tener todos/as las proteínas y calorías necesarias, cuidar a los/as viejos/as para que eviten exponerse lo más posible. Hay cosas que podemos hacer.
Creemos necesario recordarnos esto porque nuestra salud mental requiere de entendernos en el presente y poder mirar hacia el futuro. Nuestra mente primitiva sabe que algo malo está pasando pero no puede verlo, pueden aparecer pensamientos de familiares o amigos/as que enferman, de la incertidumbre de cómo llevar un plato de comida a la mesa, de los peores escenarios posibles. Nuestra mente es muy buena en ir hacia el futuro e imaginar lo peor, esta es la forma en que nos prepara para lo que viene.
Es importante no desestimar esos pensamientos, pero no dejar que sean lo que nos controle o defina. Uno de los grandes problemas que provocaron los movimientos de “auto-ayuda” es la idea de tener sentimientos sobre lo que sentimos. Nos llegamos a decir cosas como “no debería sentirme triste, porque otra gente está peor”. Podemos, y deberíamos darnos el espacio para poder sentir miedo, tristeza, angustia, enojo, rabia. No somos víctimas indefensas, podemos cuidarnos, cuidar, defendernos y atacar.
Es así que todos/as vamos a ser afectados/as por esto y lo mejor que podemos hacer es estar ahí para los/as demás. Lo que esperamos aprender de todo esto es justamente eso, que cuidarse es cuidar a otros/as, y que estamos juntos/as en esto con los demás animales. Somos una de las millones de especies que ocupan este caldo de cultivo azul que llamamos planeta tierra.
ANARQUISTA - Número 013
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Posted: 08 Apr 2020 08:05 AM PDT
La actual crisis ha significado unas cuantas vueltas de tuerca en el control social por parte del Estado. Lo principal en esa materia ya estaba bastante bien implantado porque las condiciones económicas y sociales que hoy imperan así lo exigían; la crisis no ha hecho más que acelerar el proceso. Estamos participando a la fuerza como masa de maniobra en un ensayo general de defensa del orden dominante frente a una amenaza global. El coronavirus 19 ha sido el motivo para el rearme de la dominación, pero igual hubiera servido una catástrofe nuclear, un impasse climático, un movimiento migratorio imparable, una revuelta persistente o una burbuja financiera difícil de manejar. No obstante la causa no es lo de menos, y la más verídica es la tendencia mundial a la concentración de capitales, aquello a lo que los dirigentes llaman indistintamente mundialización o progreso. Dicha tendencia halla su correlato en la tendencia a la concentración de poder, así pues, al refuerzo de los aparatos de contención, desinformación y represión estatales. Si el capital es la sustancia de tal huevo, el Estado es la cáscara. Una crisis que ponga en peligro la economía globalizada, una crisis sistémica como dicen ahora, provoca una reacción defensiva casi automática y pone en marcha mecanismos disciplinarios y punitivos de antemano ya preparados. El capital pasa a segundo plano y entonces es cuando el Estado aparece en toda su plenitud. Las leyes eternas del mercado pueden tomarse unas vacaciones sin que su vigencia quede alterada.
El Estado pretende mostrarse como la tabla salvadora a la que la población debe de agarrarse cuando el mercado se pone a dormir en la madriguera bancaria y bursátil. Mientras se trabaja en el retorno al orden de antes, o sea, como dicen los informáticos, mientras se intenta crear un punto de restauración del sistema, el Estado interpreta el papel de protagonista protector, aunque en la realidad este se asemeje más al de bufón macarra. A pesar de todo, y por más que lo diga, el Estado no interviene en defensa de la población, ni siquiera de las instituciones políticas, sino en defensa de la economía capitalista, y por lo tanto, en defensa del trabajo dependiente y del consumo inducido que caracterizan el modo de vida determinado por aquella. De alguna forma, se protege de una posible crisis social fruto de otra sanitaria, es decir, se defiende de la población. La seguridad que realmente cuenta para él no es la de las personas, sino la del sistema económico, esa a la que suelen referirse como seguridad “nacional”. En consecuencia, la vuelta a la normalidad no será otra cosa que la vuelta al capitalismo: a los bloques colmena y a las segundas residencias, al ruido del tráfico, a la comida industrial, al trasporte privado, al turismo de masas, al panem et circenses... Las formas extremas de control como el confinamiento y la distancia interindividual terminarán, pero el control continuará. Nada es transitorio: un Estado no se desarma por propia voluntad, ni prescinde gustosamente de las prerrogativas que la crisis le ha otorgado. Simplemente, “hibernará” las menos populares, tal como ha hecho siempre. Tengamos en cuenta que la población no ha sido movilizada, sino inmovilizada, por lo que es lógico pensar que el Estado del capital, más en guerra contra ella que contra el coronavirus, trata de curarse en salud imponiéndole condiciones cada vez más antinaturales de supervivencia.
El enemigo público designado por el sistema es el individuo desobediente, el indisciplinado que hace caso omiso de las órdenes unilaterales de arriba y rechaza el confinamiento, se niega a permanecer en los hospitales y no guarda las distancias. El que no comulga con la versión oficial y no se cree sus cifras. Evidentemente, nadie señalará a los responsables de dejar a los sanitarios y cuidadores sin equipos de protección y a los hospitales sin camas ni unidades de cuidados intensivos suficientes, a los mandamases culpables de la falta de tests de diagnóstico y respiradores, o a los jerarcas administrativos que se despreocuparon de los ancianos de las residencias. Tampoco apuntará el dedo informativo a expertos desinformadores, a empresarios que especulan con los cierres, a los fondos buitre, a los que se beneficiaron con el desmantelamiento de la sanidad pública, a quienes comercian con la salud o a las multinacionales farmacéuticas... La atención estará siempre dirigida, o mejor teledirigida, a cualquier otro lado, a la interpretación optimista de las estadísticas, al disimulo de las contradicciones, a los mensajes paternalistas gubernamentales, a la incitación sonriente a la docilidad de las figuras mediáticas, al comentario chistoso de las banalidades que circulan por las redes sociales, al papel higiénico, etc. El objetivo es que la crisis sanitaria se compense con un grado mayor de domesticación. Que no se cuestione un ápice la labor de los dirigentes. Que se soporte el mal y que se ignore a los causantes.
La pandemia no tiene nada de natural; es un fenómeno típico de la forma insalubre de vida impuesta por el turbocapitalismo. No es el primero, ni será el último. Las víctimas son menos del virus que de la privatización de la sanidad, la desregulación laboral, el despilfarro de recursos, la polución creciente, la urbanización desbocada, la hipermovilidad, el hacinamiento concentracionario metropolitano y la alimentación industrial, particularmente la que deriva de las macrogranjas, lugares donde los virus encuentran su inmejorable hogar reproductor. Condiciones todas ellas idóneas para las pandemias. La vida que deriva de un modelo industrializador donde los mercados mandan es aislada de por sí, pulverizada, estabulada, tecnodependiente y propensa a la neurosis, cualidades todas que favorecen la resignación, la sumisión y el ciudadanismo “responsable”. Si bien estamos gobernados por inútiles, ineptos e incapaces, el árbol de la estupidez gobernante no ha de impedirnos ver el bosque de la servidumbre ciudadana, la masa impotente dispuesta a someterse incondicionalmente y encerrarse en pos de la seguridad aparente que le promete la autoridad estatal. Esta, en cambio, no suele premiar la fidelidad, sino guardarse de los infieles. Y, para ella, en potencia, infieles lo somos todos.
En cierto modo, la pandemia es una consecuencia del empuje del capitalismo de estado chino en el mercado mundial. La aportación oriental a la política consiste sobre todo en la capacidad de reforzar la autoridad estatal hasta límites insospechados mediante el control absoluto de las personas por la vía de la digitalización total. A esa clase de virtud burocrático-policial podría añadirse la habilidad de la burocracia china en poner la misma pandemia al servicio de la economía. El régimen chino es todo un ejemplo de capitalismo tutelado, autoritario y ultradesarrollista al que se llega tras la militarización de la sociedad. En China la dominación tendrá su futura edad de oro. Siempre hay pusilánimes retardados que lamentarán el retroceso de la “democracia” que el modelo chino conlleva, como si lo que ellos denominan así no fuera otra cosa que la forma política de un periodo obsoleto, el que correspondía a la partitocracia consentida en la que ellos participaban gustosamente hasta ayer. Pues bien, si el parlamentarismo empieza a ser impopular y maloliente para los dirigidos en su mayoría, y por consiguiente, resulta cada vez menos eficaz como herramienta de domesticación política, en gran parte es debido a la preponderancia que ha adquirido en los nuevos tiempos el control policial y la censura sobre malabarismo de los partidos. Los gobiernos tienden a utilizar los estados de alarma como herramienta habitual de gobierno, pues las medidas que implican son las únicas que funcionan correctamente para la dominación en los momentos críticos. Ocultan la debilidad real del Estado, la vitalidad que contiene la sociedad civil y el hecho de que al sistema no le sostiene su fuerza, sino la atomización de sus súbditos descontentos. En una fase política donde el miedo, el chantaje emocional y los big data son fundamentales para gobernar, los partidos políticos son mucho menos útiles que los técnicos, los comunicadores, los jueces o la policía.
Lo que más debe de preocuparnos ahora es que la pandemia no solo culmine algunos procesos que vienen de antiguo, como por ejemplo, el de la producción industrial estandardizada de alimentos, el de la medicalización social y el de la regimentación de la vida cotidiana, sino que avance considerablemente en el proceso de la digitalización social. Si la comida basura como dieta mundial, el uso generalizado de remedios farmacológicos y la coerción institucional constituyen los ingredientes básicos del pastel de la cotidianidad posmoderna, la vigilancia digital (la coordinación técnica de las videocámaras, el reconocimiento facial y el rastreo de los teléfonos móviles) viene a ser la guinda. De aquellos polvos, estos lodos. Cuando pase la crisis casi todo será como antes, pero la sensación de fragilidad y desasosiego permanecerá más de lo que la clase dominante desearía. Ese malestar de la conciencia restará credibilidad a los partes de victoria de los ministros y portavoces, pero está por ver si por sí solo puede echarlos de la silla en la que se han aposentado. En caso contrario, o sea, si conservaran su poltrona, el porvenir del género humano seguiría en manos de impostores, pues una sociedad capaz de hacerse cargo de su propio destino no podrá formarse nunca dentro del capitalismo y en el marco de un Estado. La vida de la gente no empezará a caminar por senderos de justicia, autonomía y libertad sin desprenderse del fetichismo de la mercancía, apostatar de la religión estatista y vaciar sus grandes superficies y sus iglesias.
Miguel Amorós
Confinado en su casa muy a su pesar, el 7 de abril de 2020
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Posted: 07 Apr 2020 05:32 PM PDT
Estoy reflexionando que quizás los diversos estados en los que residimos le empiezan a "coger el truco" a eso de confinarnos... confinarnos puede ser el sinónimo de la potencial contención humana de protestas, huelgas, manifestaciones o actos de sabotaje previsibles por los gobiernos y activando por tanto el "botón" del estado de alarma y la reclusión de individuos y familias... la utilización e intrumentalización del confinamiento con motivos (y fines) represivos pero amparados en... ¿próximas pandemias de laboratorio?... ¿predicción de huracanes?... ¿quizás riesgos de inundaciones?, ¿marchas zombies...?
Quizás no somos conscientes y hemos sido usados como cobayas de laboratorio y observándonos los estados han visto lo bravos, festivos y alegres que nos sometemos a un arresto domiciliario, pues nos ponemos a cantar, a jugar al bingo de balcón a balcón, aplaudimos con frecuencia a los diferentes "servidores" públicos, hacemos fiestas de disfraces y además tenemos a un DJ en nuestra calle que nos hace mover el esqueleto, como mola, lo hago con toda voluntad con entera disposición y para que quede muy claro exhibo en mi red social el eslogan para la ocasión del "Yo me quedo en casa"; Además por si fuera poco, nos prestamos voluntariosos no a colaborar, sino a ejercer funciones parapoliciales increpando desde nuestras terrazas a madres con niños con autismo, personas con cáncer que tienen que pasear por prescripción médica o a quienes vienen o van a trabajar, algunos de ellas en esos colectivos profesionales a los que a las ocho de la tarde aplaudimos desde nuestras inquisitoriales terrazas.
De Esta forma y ante la previsión de una huelga ya sea general o de algún importante sector industrial, ante la organización de una manifestación que se pretende acercar al alto parlamento de turno y que se presupone de una cierta conflictividad, ante el anuncio de importantes recortes sociales por el gobierno neoliberal de turno y la inminente salida a la calle de los colectivos afectados... prevalecería "de pleno derecho" la activación de una medida urgente de confinamiento "voluntario" (quedando por tanto, desactivado todo aquello que teníamos programado hacer fuera de nuestros domicilios) en nuestros hogares dando así vía libre a recortes sociales, a la desactivación de esa huelga o importante movilización industrial que se preveía conflictiva y por tanto dando vía libre a hacer y deshacer a los patronos del sector ya sin oposición en las calles...el estado nos diría además que nos estamos portando muy bien, que estamos siendo muy disciplinados y que esto es por nuestras vidas, habría comparecencias de prensa del presidente de gobierno diciendo que estamos todos muy unidos y que no va a permitir que ningún ciudadano del país salga volando por un huracán o ahogado sumergido por una ola que arrase el casco urbano de la ciudad.
Los ciudadanos y el gobierno se aplaudirán mutuamente, la dócil ciudadanía increpará a todo a quien exponga su integridad física al huracán o su cuerpo al agua de las olas urbanas, y cuando todo esto haya pasado el gobierno dará la palmada a la espalda de todo buen, modélico y ejemplar ciudadano que se ha quedado en casa dejándolos rehacer "vida normal" consistente en los paseos por los centros comerciales, el consumo de drogas en las discotecas de moda, el "atiborramiento" de cubatas en el pub del centro y el engullimiento de comida basura...tras esto, el alto parlamento habrá podido legislar sus corruptelas institucionales y los patronos han podido organizar cómodamente en su despachos sus recortes laborales contra esos trabajadores que no salieron a cumplir con sus huelgas y movilizaciones porque les tocaba y correspondía cumplir y ser responsables con su estado y con su patria "quedándose en casa".
León Darío
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