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martes, 9 de junio de 2020

Tinkunaco 0832/20 - Re: Boletín diario del Portal Libertario OACA

Boletín diario del Portal Libertario OACA

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  • [México] Crítica al ecoturismo en la era del capitalismo verde
  • Lenguaje: Origen y significado - John Zerzan
  • [Perú] Millennials descubren que serán parte de la historia
  • [Vídeo] Feroces disturbios en la Embajada de EE.UU. en Atenas en solidaridad con George Floyd
  • ¿Qué sigue después de la pandemia?
Posted: 08 Jun 2020 05:16 AM PDT
De un panfleto repartido en algunos pueblos de México:
Hay que entender que el turismo surge a partir de la industria y el capitalismo, es decir, al turismo le es inherente el modo de producción industrial y capitalista. Hay también que entender que las vacaciones fueron fruto de la lucha obrera, la cual fue prontamente absorbida (mercantilizada) por el sindicalismo charro y el bienestarismo estatal que anularía de tajo los frutos de la revolución social.
Ahora bien, el turismo es una forma de MERCANTILIZAR EL TIEMPO LIBRE, DE PONERLE PRECIO Y POR LO TANTO SUBERTIRLO A LA LÓGICA DEL MERCADO CAPITALISTA. No estamos de acuerdo con, ponerle precio a los ríos, bosques y montañas para visitarlos, ni para ser explotados por la industria turística sea municipal, comunitaria, federal o privada.
Muchas de las comunidades que ejercieron el eco turismo quedan vetadas de sus propios bosques, ríos, montañas, manantiales, etc. Porque ahora la ocupan y disfrutan los turistas que muchas de las veces son de clase acomodada y de piel blanca o blanqueada (Neo colonialismo) donde los mismos lugareños acaban siendo empleados y cosificados por el dinero que gasta el turista en sus territorios.
El eco turismo, sea sustentable o no, aun socializando las ganancias entre iguales, REPRODUCE LAS LOGICAS DEL CAPITAL, es decir, permite que las clases medias se distraigan un par de días de la explotación salarial: las vacaciones de eco turistas son el opio de los pueblos modernos.
Al capitalismo le conviene que el tiempo libre se mercantilice, que se vuelva un producto consumible, para así reproducir la lógica demencial de BURSATILIZAR EL TERRITORIO: El turismo es también antropocentrista, paga dinero por ver eso que llaman naturaleza; se le pone costo a la vida de un ave, árbol o río, en pocas palabras, es llevar el proyecto capitalista al seno de las comunidades que aún no están industrializadas.
En resumen, el turismo (también el turismo comunitario) existe gracias a la explotación capitalista y además de ello le es funcional, ya que reproduce las lógicas mercantiles y asalariadas que le mantienen en pie, dicha explotación industrial y capitalista (que permite la existencia del eco turismo) es la que justo destruye los ecosistemas alrededor del mundo, donde el turismo (de todo tipo) ha sido una de las claves para perpetuar el despojo y destrucción de los territorios y la explotación asalariada del primer y tercer mundo.
A ello se le suma también la exotización de las culturas campesinas e indígenas donde ocurren fenómenos buena onda del ecoturismo alternativo, consiente, comunitario, etc. “La cultura se vuelve también un producto a consumir” El tiempo libre del trabajador ante el turismo y las vacaciones dictadas por la acumulación de dinero (sean o no sustentables) son la máquina de producción de salario y la cosificación de eso que llamamos naturaleza: cosificación que permite dominarla, explotarla, destruirla.
A estas alturas, donde el cambio climático generado por el desarrollo industrial y el Estado están poniendo en riesgo la vida entera no solo de nuestra especie, sino del planeta entero, ya no estamos para el reformismo, ni para maquillajes de las problemáticas socio ambientales, ya no podemos seguir pidiendo apoyos y soluciones al Estado y a las empresas: YA NO PODEMOS SEGUIR APAGANDO INCENDIOS CON GASOLINA.
Por las razones anteriores:
¡No a la mercantilización de eso que llamamos naturaleza! ¡No al eco turismo!
¡Los ríos son seres vivos que deben de seguir su curso!
¡Si a la liberación total de la tierra y el territorio!
P. Anárquica

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Posted: 08 Jun 2020 05:06 AM PDT
Una considerable parte de la antropología actual (ej: Sahalius, R.B.Lee) ha eliminado virtualmente aquella vieja y dominante concepción que definía a la prehistoria de la humanidad en términos de escasez y brutalidad. Como si las implicaciones de esto no fueran ampliamente entendidas, pareciera que esta creciendo una percepción de lo vasto de esa época como una de plenitud y gracia. Nuestro actual momento en la tierra, caracterizado por algo muy opuesto a esas cualidades, se encuentra en la profunda necesidad de revertir la dialéctica que arrancó esa plenitud de nuestra vida como especie.
La vida en la naturaleza, antes de que la abstrajéramos, debió haber envuelto una variedad de contactos y percepciones que apenas y podemos comprender debido a nuestros altos niveles de angustia y alienación. La comunicación con todo lo existente debió haber sido un exquisito juego de todos nuestros sentidos, reflejando las incontables e innombrables variedades de placeres y emociones a las que alguna vez tuvimos acceso.
Para Levy-Bruhí, Durkheim y otros, la diferencia cardinal y cualitativa entre la “mente primitiva” y la nuestra es su falta de separación al momento de la experiencia; “la mente salvaje totaliza”, como Levi-Strauss señaló. Desde luego se nos ha enseñado por mucho tiempo que esta unidad original estaba destinada a desmoronarse, que la alienación es la provincia del ser humano: la conciencia depende de eso.
En el mismo sentido, se ha considerado que el tiempo cosificado es esencial para la conciencia —Hegel la llamaba “la alienación necesaria”—, de la misma manera que el lenguaje y su vez igual de falso. El lenguaje tal vez pueda ser codificado propiamente como la ideología fundamental, quizás una separación tan profunda del mundo natural que podría ser considerado como un tiempo auto-existente. Y si la ausencia de tiempo resuelve la separación entre espontaneidad y conciencia, la ausencia del lenguaje tal vez sea igualmente necesaria.
Adorno, en Minima Moralia escribió: “tanto para la felicidad como para la verdad aplica lo mismo: una nunca la tiene, pero está ahí”. Esto podría considerarse como una excelente descripción de la humanidad anterior a la emergencia del tiempo y el lenguaje, anterior a la división y distanciamiento de esa exhaustiva autenticidad.
El lenguaje es el sujeto en ésta exploración, queremos entenderlo en su más virulento sentido. Una cita de Nietzche introduce su perspectiva central: “las palabras diluyen y brutalizan; las palabras despersonalizan; las palabras hacen de lo no común algo común.”
Por otro lado el lenguaje puede seguir siendo descrito por los estudiantes en frases como “el trabajo más colosal y significante que el espíritu humano ha desarrollado,” esta caracterización ocurre ahora en un contexto de extremismo, en el cual nos vemos forzados a cuestionar el conjunto de la obra del “espíritu humano”. De manera similar, tenemos la estimación de Coward y Ellis, el “rasgo más significativo del desarrollo intelectual del siglo XX” ha sido la luz que arroja la lingüística sobre la realidad social. Este enfoque apunta a qué tan fundamental debe ser nuestro escrutinio para comprender nuestra moderna y mutilada vida. Tal vez suene positivista afirmar que el lenguaje debe, de alguna manera, apoderarse de todos los “avances” de la sociedad, pero en la civilización parece ser que todo significado es en última instancia lingüístico; la cuestión sobre el significado del lenguaje, considerado en su totalidad, se ha convertido inevitablemente en el siguiente paso.
Los escritores antiguos podrían definir la conciencia de una manera muy simple, como aquello que puede ser verbalizado, e incluso argumentar que el pensamiento sin palabras es imposible (a pesar de los contra argumentos sobre la creación musical y el jugar ajedrez). Pero en nuestro estrecho presente, tenemos que reconsiderar el significado del nacimiento y carácter del lenguaje, en vez de asumirlo como un hecho meramente neutral, si no es benigno, es algo inevitablemente presente. Los filósofos ahora están forzados a reconocer el cuestionamiento con un interés intenso; Gadamer, por ejemplo: “Absolutamente, la naturaleza del lenguaje es una de las interrogantes más misteriosas que tiene el hombre por reflexionar”
La ideología, esa mirada blindada de la alienación, es una forma de dominación incrustada a través de un falso sistema de conciencia. Es más fácil localizar el lenguaje en estos términos, si uno toma otra definición común tanto para la ideología como para el lenguaje: encontraremos que ambos son un sistema de comunicación distorsionada entre dos polos y que cada uno está basado en la simbolización.
Al igual que la ideología, el lenguaje crea falsas separaciones y cosificaciones a través de su poder simbolizante. Esta falsificación es posible gracias al acuerdo, y en última instancia, actúa viciando la participación del sujeto en el mundo físico. Los lenguajes modernos, por ejemplo, emplean la palabra “mente” para describir esa cosa que reside independientemente en nuestros cuerpos, a comparación del sanscrito donde significa “trabajar en conjunto”, implicando un abrazo activo entre sensación, percepción y cognición. La lógica de la ideología que va de lo activo a lo pasivo, de lo unitario a la separación, se ve reflejada de manera muy similar en la decadencia de la percepción del verbo. Es digno de mencionar que las culturas cazadoras-recolectoras más libres y sensoriales, dieron paso a la imposición neolítica de la propiedad, el trabajo y la civilización, al mismo tiempo que se redujeron los verbos a, aproximadamente, la mitad del total de las palabras que componían su lenguaje; en el inglés moderno, los verbos son menores al 10% de las palabras.
A pesar de que las características definitivas del lenguaje parecieran estar completas desde su nacimiento, su progreso está marcado por un constante proceso de degradación. El proceso de abstracción de la naturaleza, su reducción a conceptos y equivalencias, ocurre a lo largo de las líneas establecidas por los patrones del lenguaje. Y mientras más se sujeta la existencia a la maquinaria del lenguaje, al igual que a la ideología, más imperceptible se vuelve su rol en la reproducción de la sociedad de la subyugación.
El navajo ha sido catalogado como un lenguaje “excesivamente literal”, a partir de la tendencia característica de nuestro tiempo hacia lo general y lo abstracto. En un tiempo mucho más remoto, se nos recuerda la directa y concreta inclinación que tomamos; existió una “gran cantidad de términos para lo que se puede tocar y ver.” (Mellers 1960). Toynbee observó la “increíble riqueza de las inflexiones” en los lenguajes tempranos y la posterior tendencia hacia la simplificación del lenguaje a través del abandono de las inflexiones. Cassirer notó la “asombrosa variedad de términos para acción específica” entre las tribus Amerindias y entendió que tales términos guardan una relación de yuxtaposición entre ellos, en lugar que una de subordinación. Pero es importante repetir una vez más, que si bien desde el principio se obtuvo una magnifica prodiga de símbolos, esto fue un confinamiento de los mismos, un acotamiento en convenciones abstractas, que incluso a este punto, podría ser interpretado como una ideología adolescente.
Considerado como el paradigma de la ideología, el lenguaje también debe ser reconocido como el factor determinante que organiza la cognición. Como bien lo notó el lingüista pionero Sapir, los humanos están muy a merced del lenguaje afectando la concepción de lo que constituye la “realidad social”. Whorf, otro prolífico lingüista antropológico, llevo estas aseveraciones más allá al proponer que el lenguaje determina por completo la forma de la vida del sujeto, incluyendo el pensamiento y todas las otras formas de actividad mental. Utilizar el lenguaje es limitarse a los modos de percepción concebidos por cada lenguaje. El hecho de que el lenguaje sea solo forma y que además moldea todo lo que nos rodea apunta al núcleo de lo que es la ideología.
La realidad se revela ideológicamente como un estrato separado de nosotros. De esta manera el lenguaje crea y degrada el mundo. “El habla humana oculta mucho más de lo que comunica; enturbia más de lo que clarifica; distancia más de lo que conecta,” esa fue la conclusión de George Steiner.
Más concretamente, la esencia de aprender un lenguaje es la de aprender un sistema, un modelo que delimita y controla el habla. A este punto es aún más fácil reconocer el carácter  ideológico del lenguaje, dado a las arbitrariedades esenciales de las reglas fonológicas, sintácticas y semánticas que se imponen para aprender cada lenguaje humano. Lo innatural es impuesto como una fase necesaria para la reproducción del mundo innatural.
Incluso en los lenguajes más primitivos, raramente las palabras guardan una similaridad reconocible a lo que denotan; son claramente convenciones. Por supuesto que esto es parte de la tendencia a observar la realidad de manera simbólica, a lo que Cioran se refería como “la pegajosa red simbólica” del lenguaje, una regresión infinita que nos cercena del mundo. La arbitraria naturaleza auto contenida del lenguaje simbólico, genera un creciente espectro de falsas certezas donde la duda, la multiplicidad y la no equivalencia deben prevalecer. La descripción de Barthes sobre el lenguaje como algo “absolutamente terrorista” viene mucho al caso; él observo que la naturaleza sistemática del lenguaje “para estar completa solo necesita ser válida, y no necesariamente verdadera.” El lenguaje afecta la separación original entre método y conocimiento.
A lo largos de estas líneas, en términos estructurales, se hace evidente que la “libertad de expresión” no existe; la gramática es aquel “policía invisible del pensamiento” en nuestra prisión inmaterial. Con el lenguaje nos hemos adaptado a un mundo que no es libre.
La reificación, esa tendencia de tomar lo conceptual como lo que se percibe, y de tratar los conceptos como algo tangible, es algo tan básico para el lenguaje como lo es parta la ideología. El lenguaje representa la reificación de las experiencias de la mente, esto es, un análisis en partes que al igual que los conceptos, pueden ser manipulados como si fueran objetos. Horkheimer señaló que la ideología consiste más concretamente en cómo es la gente —sus constricciones mentales, y  su completa dependencia a esquemas impuestos— que en lo que realmente cree. En una declaración que parece pertinente tanto para el lenguaje como para la ideología, agregó que la gente experimenta todo a través de un marco convencional de conceptos dados.

Se ha asegurado que la reificación es necesaria para el funcionamiento mental, que la formación de conceptos, los cuales pueden confundirse con relaciones y propiedades vivas, eliminan por otro lado  la casi intolerable experiencia de relacionar una experiencia con otra.

Cassirer agrega en torno al distanciamiento de la experiencia que, “la realidad física se reduce en proporción del avance en la actividad simbólica humana”. Con el lenguaje inicia la representación y la uniformidad, recordándonos la insistencia de Heidegger de que algo extraordinariamente importante ha sido olvidado por la civilización.

La civilización es a menudo percibida no como un olvido sino como un recuerdo en donde el lenguaje activa el conocimiento acumulado listo para ser transmitido, permitiéndonos tomar beneficio de las experiencias de otros mientras pensamos que fueron nuestras. Tal vez lo que ha sido olvidado es simplemente que las experiencias de otros no son las propias, y que el proceso civilizatorio es por lo tanto, vicario e inauténtico. Cuando el lenguaje, por una buena razón, se toma como algo virtualmente equiparable con la vida, estamos tratando con otra forma de decir que la vida se ha alejado progresivamente de la experiencia vivida directamente.

Tanto el lenguaje como la ideología median el aquí y el ahora, atacando directamente las conexiones espontaneas. Un ejemplo descriptivo fue provisto por una madre que se resistía la presión de aprender a leer: “Una vez que un niño ha sido alfabetizado, ya no hay vuelta atrás. Camina por los pasillos de un museo de arte. Mira a los estudiantes ya alfabetizados leer los títulos de las obras antes de ver las pinturas para asegurarse que saben lo que están viendo. O míralos leer los títulos de las obras e ignorar las pinturas por completo…Como los cuadernillos lo señalan, leer abre puertas. Pero una vez que esas puertas se abren, es muy difícil observar el mundo sin asomarse a través
de ellas.”

El proceso de transformar todas las experiencias directas en una expresión simbólica suprema, es decir en el lenguaje, monopoliza la vida. Al igual que la ideología, el lenguaje concilia y justifica, convenciéndonos de suspender nuestras dudas sobre la validez.  El código dinámico de la naturaleza alienada de la civilización, se encuentra en sus raíces. Siendo el paradigma de la ideología, el lenguaje se posiciona detrás de todas legitimaciones necesarias que sirven para dar sustento a la civilización. A nosotros nos queda clarificar que formas nacientes de dominación engendraron esta justificación, creando la necesidad de lenguaje como un instrumento básico de represión.

Antes que nada, se debe aclarar que la arbitraria y decisiva asociación de un sonido particular con una cosa específica es difícilmente inevitable o accidental. El lenguaje es una invención por la razón de que el proceso cognitivo debe proceder su expresión en lenguaje. Asegurar que la humanidad es solamente humana por el uso del lenguaje generalmente olvida el corolario de qué, ser humano es la precondición para inventar el lenguaje.

La pregunta aquí es ¿Cómo es que las palabras llegaron a ser aceptadas como signos? ¿Cómo se originó el primer símbolo? Los lingüistas contemporáneos encuentran esto como un “problema muy serio en el que uno podría caer en la desesperación de encontrar una salida para sus dificultades”. De entre los más de diez mil trabajos sobre el origen del lenguaje, incluso los más recientes, admiten que las discrepancias teoréticas se están tambaleando. La pregunta a cuando comenzó el lenguaje, ha traído una diversidad extrema de opiniones. No hay fenómeno cultural tan trascendental como éste, pero ninguna otra investigación ofrece siquiera algunos datos sobre sus orígenes.

No es de sorprender que Bernard Campbell esté muy lejos de encontrarse aislado por haber declarado que “simplemente no sabemos y nunca sabremos, como y cuando inicio el lenguaje.”

Muchas de las teorías puestas en marcha sobre el origen del lenguaje son triviales: no explican nada sobre lo cualitativo ni los cambios intencionales introducidos por el lenguaje. La teoría del “ding-dong” sostiene que de alguna manera existe una conexión innata entre sonido y significado; la teoría del “pooh-pooh” dice que en un inicio el lenguaje consistió en eyaculaciones de sorpresa, miedo, placer, dolor, etc.; la teoría del “ta-ta” posiciona la imitación de los movimientos corporales como la génesis del lenguaje, y así un montón de explicaciones que solo excusan la pregunta. La hipótesis de que los requerimientos de la caza hicieron necesario el lenguaje, por la otra mano se refuta fácilmente; los animales cazan en conjunto sin la necesidad de lenguaje, y para los humanos, es frecuentemente  necesario mantenerse en silencio para poder cazar.

Algo más cercano a la raíz del problema, creo yo, es el acercamiento que nos proporciona el lingüista contemporáneo E. H. Sturtevant: desde el momento que todas nuestras intenciones y emociones son involuntariamente expresadas por los gestos, la mirada o los sonidos; la comunicación voluntaria, como el lenguaje, debe haber sido inventada con el propósito de mentir o engañar. En una vena más circunspecta, el filósofo Caws insistió en que “la verdad… es un comparativo recién llegado a la escena lingüística, y es ciertamente un error el suponer que el lenguaje fue inventado con el propósito de decirla.”

Pero es en contexto social específico de nuestra exploración, dentro de los términos y preferencias de actividades y relaciones concretas, donde debemos encontrar una mayor comprensión de la génesis del lenguaje. Olivia Vlahos sentenció que “el poder de las palabras” debe haber aparecido muy tempranamente; “tal vez… no mucho tiempo después de que el hombre empezó a confeccionar herramientas moldeadas a partir de un patrón especificó. “No obstante, parece ser mucho más apropiado afirmar que las técnicas de tallado o astillamiento de herramientas de piedra, durante los uno o dos millones de años que duro la vida paleolítica, fueron compartidas directamente a través de demostraciones intimas,  en vez que por instrucciones verbales.

Sin embargo, desde mi punto de vista, la propuesta de que el lenguaje apareció con los comienzos de la tecnología —Esto es, en el sentido de la división del trabajo y sus concomitantes, tales como la estandarización de cosas y eventos, y el poder efectivo de los especialistas sobre otros— se encuentra en la matriz del problema. Sería muy difícil desvincular la división del trabajo —“La fuente de la civilización,” en palabras de Durkheim— del lenguaje en cualquiera de sus fases, quizás al menos en el principio. La división del trabajo necesita controlar la acción grupal de una manera relativamente compleja; en efecto demanda que toda comunidad sea organizada y dirigida. Esto ocurre a través del quiebre de las funciones previamente desarrolladas por la comunidad, dirigiéndolas progresivamente a una diferenciación de tareas más grande, y por lo tanto a la aparición de roles y distinciones. 

Mientras que Vlahos sintió que el habla surgió muy tempranamente gracias a la confección de herramientas de piedra sencillas y su reproducción, quizás Julian Jaynes haya leventado una pregunta mucho más interesante, la cual es asumida en una opinión contraria donde afirma que el lenguaje apareció mucho después. Él pregunta, ¿Porque, si la humanidad tuvo lenguaje por un par de millones de años, cómo es que prácticamente no hubo un virtual desarrollo tecnológico? La pregunta de Jaynes implica un valor utilitario inherente al lenguaje, una supuesta emanación de las potencialidades latentes de una naturaleza positiva. Pero dado a la dinámica destructiva de la división del trabajo, a la que nos referimos anteriormente, puede ser que mientras el lenguaje y la tecnología están estrechamente ligadas, ambas fueron resistidas exitosamente por miles de generaciones.

En sus orígenes el lenguaje tuvo que encontrarse con los requerimientos de un problema que existió fuera del lenguaje. A la luz de la congruencia del lenguaje y la ideología, se hace evidente que tan pronto como el humano habló, él o ella fueron separados. Esta ruptura es el momento de la disolución de la unidad original entre humanidad y naturaleza; y esto coincide con el inicio de la división del trabajo. Marx reconoció que la llegada de la conciencia ideológica fue establecida por la división del trabajo; el lenguaje para él fue el paradigma primario del “trabajo productivo”. Todo paso dado en el avance de la civilización ha significado añadir más trabajo, en ese sentido la realidad alienada al trabajo productivo es realizada y desarrollada a través del lenguaje.                                                  

Engels, valorizando el trabajo mucho más explícitamente que Marx, explicó el origen del lenguaje desde y con el trabajo, el “dominio de la naturaleza.” Él expresó esta conexión esencial con la frase, “primero con el trabajo, después y luego con el lenguaje.” Para ponerla más críticamente, el lenguaje, esa comunicación artificial fue y es la voz de la separación artificial que es (la división) del trabajo. (En la usual y represiva comunicación  hablada, esto se piensa de manera positiva, desde luego, en los términos de esa invaluable característica del lenguaje para organizar las “responsabilidades individuales.”)

El lenguaje fue elaborado para la supresión de los sentimientos; como código de la civilización, expresa la sublimación del Eros, la represión del instinto que está en las raíces de la civilización. En un párrafo que dedicó al origen del lenguaje, Freud conectó el origen del habla a un vínculo sexual, instrumentalizado para hacer del trabajo algo aceptable como “una equivalencia y sustituto de la actividad sexual.”Esta transferencia de sexualidad libre al trabajo, es la sublimación original y Freud vio en la constitución del lenguaje, el establecimiento del nexo entre los llamados de apareamiento y el proceso laboral.

El neo-freudiano Lacan lleva este análisis aún más lejos, aseverado que el inconsciente está formado por la represión primaria derivada de la adquisición del lenguaje. Para Lacan el inconsciente está por lo tanto “estructurado como el lenguaje” y funciona lingüísticamente, no instintiva o simbólicamente como lo decía el freudianismo tradicional.

Para mirar el problema del origen en un plano figurado, es interesante considerar el mito de la Torre de Babel. La historia de la confusión del lenguaje, al igual que la historia de La caída del Edén, vertida en el Génesis, es un intento de llegar a un acuerdo sobre el origen del mal.

Yo he argumentado por todos lados, que La Caída puede ser entendida comola caída al tiempo. Del mismo modo, el fracaso de la Torre de Babel sugiere, como Russell Fraser lo escribió, “el aislamiento del hombre en el tiempo histórico.” Pero la Caída también tiene un significado en términos del origen del lenguaje. Benjamín la descubrió en la mediación, que es el lenguaje, y en el origen de la abstracción también, como una facultad del lenguaje-mente.” “La Caída es al lenguaje.” Según Norman O. Brown.

Otra parte del Génesis nos provee de un comentario bíblico sobre la esencia del lenguaje, los nombres, y sobre la noción de que nombrar algo es un acto de dominación. Hago referencia al mito de la creación, que incluye “y en absoluto, Adán llamó a toda criatura viviente, y a partir de eso ese fue su nombre.” Esto se sostiene directamente del componente lingüístico necesario para la dominación de la naturaleza: el hombre se convirtió en el amo de las cosas solo porque fue el primero que las nombró, según la formulación de Dufrenne. Como Spengler lo entendía, “llamar algo con un nombre es ganar poder sobre ello.”

Por lo tanto, el origen de la separación y conquista del mundo por parte de la especie humana, se encuentra localizado en el nombramiento del mundo. El mismo Logos como dios, está involucrado en el primer nombramiento de las cosas, lo que representa la dominación de la deidad. El conocido pasaje esta vertido en el Evangelio de Juan: “Al principio fue la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios.”

Volviendo a la cuestión del origen del lenguaje en términos reales, regresamos a la noción de que el problema del lenguaje es el problema de la civilización. El antropólogo Lizot notó que el modo de vida cazador-recolector exhibió esa falta de tecnología y división del trabajo que Jynes sintió, debió haber sido hablada en ausencia de lenguaje; “el desprecio (de la gente primitiva) por el trabajo  y su desinterés en el progreso tecnológico, en sí están más allá de la interrogante. Lo que es más, “la mayoría de los estudios recientes,”según Lee en 1981, muestran que los cazadores-recolectores estaban “bien alimentados y abrían tenido tiempo libre en abundancia.”

La humanidad temprana no fue disuadida del lenguaje por las constantes presiones de la supervivencia; el tiempo para la reflexión y el desarrollo lingüístico estaba disponible, pero aparentemente este camino fue rechazado por muchos miles de años. Ni la concluyente victoria de la agricultura, la piedra angular de la civilización, tuvo lugar (en la forma de la revolución Neolítica) por la escases de comida y las presiones poblacionales. De hecho, como Lewis Binford concluyó, “la cuestión que debemos preguntarnos no es porque la agricultura y las técnicas de almacenamiento de comida no fueron desarrolladas en ningún lado, sino porqué se tuvieron que desarrollar.”

El dominio de la agricultura, incluidos la propiedad privada, las leyes, las ciudades, las matemáticas, los excesos, la jerarquía permanente, la especialización y la escritura, solo por mencionar algunos de sus elementos, no eran un paso obligatorio en el “progreso” humano; ni siquiera el lenguaje mismo. La realidad de la vida pre-Neolítica demuestra la degradación y la derrota ocurrida en lo que ha sido generalmente visto como un paso enorme, una admirable transcendencia de la naturaleza, etc. A la luz de esto, muchas de las intuiciones de Horkheimer y Adorno en Dialectic Of Enlightment [Dialéctica de la Iluminación] (tales como conectar el progreso en el control instrumental como una regresión en las experiencias afectivas) se hacen dudosas por su falsa conclusión de que “El hombre siempre ha tenido que elegir entre su subyugación a la naturaleza o la subyugación de la naturaleza así mismo.”

“En ningún lugar la civilización se refleja tan perfectamente como en el lenguaje,” comenta Pei, y de muchas maneras muy significativas, el lenguaje no solo ha reflejado, sino que incluso ha determinado cambios en la vida humana. El profundo y poderoso quiebre anunciado por el nacimiento del lenguaje, prefiguro y eclipsó la llegada de la civilización y la historia a no más de 10,000 años atrás. Con la llegada del lenguaje, “toda la Historia se unifica y completa a la manera de un Orden Natural,” dice Barthes.

La mitología, que como lo notó Cassirer, “es desde sus inicios una religión en potencia,” puede ser entendida como una función del lenguaje sujeta a sus requerimientos, justo como cualquier producto ideológico. En el siglo XIX el lingüista Miller describió la mitología como una “enfermedad del lenguaje”; el lenguaje deforma el pensamiento por su incapacidad de describir las cosas directamente. “La mitología es inevitable, es natural, es una necesidad inherente al lenguaje… (es) la sombra oscura que se arroja sobre el pensamiento, y que nunca puede desaparecer hasta que el lenguaje se vuelva enteramente equivalente al pensamiento, algo que nunca pasará.”

Genera cierta sorpresa entonces, que el viejo sueño de una lingua Adamica, un lenguaje “real”, consistente no en signos convencionales sino en uno que exprese el significado directo y sin mediaciones de las cosas, ha sido una parte integral en la vida de la humanidad durante un estado primitivo perdido. Como se remarcó anteriormente, la Torre de Babel es uno de los significados más perdurables de este anhelo de comunicarse verdaderamente entre sí y con la naturaleza.

En esa temprana (y duradera) condición, naturaleza y sociedad formaron un todo coherente, interconectado por los vínculos más cercanos. El paso
para la participación en la totalidad de la naturaleza a la religión implico una desconexión de las fuerzas y los seres hacia lo exterior, invirtiendo las existencias. Esta separación tomo la forma de deidades, y quien estaba facultado para la religión, el chamán, fue el primer
especialista.

Las mediaciones decisivas de la mitología y la religión no son, sin embargo, los únicos desarrollos culturales profundos subalternando nuestro moderno extrañamiento. También, en la era del Paleolítico Superior, mientras las especies Neandertal dieron paso al Cromañón (y a la disminución del tamaño cerebral), nació el arte. En las celebradas pinturas rupestres de aproximadamente 30,000 mil años, se encontró una amplia variedad de signos abstractos; el simbolismo en el arte del Paleolítico tardío lentamente da pie a las formas mucho más estilizadas del Neolítico agricultural. Durante este período, que es también sinónimo de los inicios del lenguaje o en donde se registra su dominio primigenio, es cuando surge un malestar creciente. John Pfeiffer describió esto en términos de la erosión de las tradiciones igualitarias de los cazadores-recolectores, a la vez que el Cromañón establecía su hegemonía. Considerando que “no había pistas de esta línea hasta el Paleolitico Superior, la emergente división del trabajo y sus inmediatas consecuencias sociales, demandaron el disciplinamiento de aquellos que se resistían al gradual acercamiento de la civilización. Como un dispositivo de formalización y adoctrinamiento, el dramático poder del arte vino a llenar esta necesidad de coherencia cultural y continuidad de la autoridad. Por lo tanto, el lenguaje, el mito, la religión y el arte, avanzaron como condiciones profundamente “políticas” de la vida social, por las cuales el medio artificial de las formas simbólicas, remplazó la calidad de la vida sin mediaciones que existía antes de la división del trabajo. A partir de este momento, la humanidad no pudo volver a ver la realidad cara a cara; la lógica de la dominación dibujo un velo sobre el juego, la libertad y la abundancia.

Al término de la Era Paleolítica, mientras el decrecimiento en la proporción de verbos reflejaba el declive de actos únicos y libremente elegidos, a consecuencia de la división del trabajo, el lenguaje aún no poseía tiempos verbales. Aunque la creación de un mundo simbólico fue la condición para la existencia del tiempo, no se habían desarrollado diferenciaciones fijas antes de que el modelo de vida cazador-recolector fuera desplazado por la agricultura del Neolítico. Pero cuando un verbo se conjuga, el lenguaje “exige un servicio labial al tiempo, incluso cuando el tiempo es lo más alejado de nuestros pensamientos.” (Van Orman Quine, 1960). En este punto uno puede preguntarse si el tiempo existe aparte de la gramática. Una vez que la estructura del lenguaje incorpora el tiempo y por lo tanto está animado por él en cada expresión, la división del trabajo destruye concluyentemente una realidad temprana. Con Derrida, uno puede referirse con precisión al “lenguaje como el origen de la historia.” El lenguaje es en sí mismo una represión, y a lo largo de su progreso la represión se acumula –al igual que con la ideología y el trabajo-  para generar tiempo histórico. Sin el lenguaje toda la historia desaparecería.                                        

La prehistoria es el momento previo a la escritura; escribir alguna letra es la clara señal de que la civilización ha comenzado. “Se llega a la impresión,” escribe Freud en  The Future  of an Ilution [El Futuro de una Ilusión], “que la civilización es algo que fue impuesto a una mayoría renegada, por un grupo minoritario que comprendió la manera de obtener la posesión del significado del poder y la coerción.” Si la cuestión del tiempo y del lenguaje pueden parecer problemáticos, la escritura como parte de un estadio del lenguaje, hace su aparición contribuyendo la subyugación de una manera bastante desnuda. Freud pudo haber señalado legítimamente al lenguaje escrito, como la palanca con la cual la civilización fue impuesta y consolidada.

Alrededor de 10,000 a.C., la extensiva división del trabajo había producido un tipo de control social que se veía reflejado por ciudades y templos. Los escritos más antiguos son registros de impuestos, leyes y términos del servilismo laboral. Esta cosificación de la dominación se originó, por lo tanto, desde las necesidades prácticas de la economía política. Prontamente, el incremento del uso de cartas y tablillas permitió a los mandatarios alcanzar nuevos niveles de poder y conquista, tal como se ejemplifica en la nueva forma de gobierno comandada por Hammurabi  de Babilonia. Como bien dijo Levi- Strauss, “parece que (la escritura) ha favorecido más a la explotación que a la iluminación de la humanidad… la escritura en su primera aparición entre nosotros, se alió con la falsedad.”

El lenguaje, en este punto se vuelve la representación de la representación, primero en la escritura jeroglífica e ideográfica y luego en la fonética-alfabética. El progreso de la simbolización, desde las palabras simbólicas, pasando por las silabas y finalmente las letras del alfabeto, impuso un creciente e irresistible sentido de orden y control. Y luego con la reificación que la escritura permite, el lenguaje deja de estar atado a un sujeto o a una comunidad discursiva, sino que crea un campo autónomo en el que cualquier sujeto puede estar ausente.

En el mundo contemporáneo, la vanguardia del arte, ha preformado de manera notable actos de rechazo a la prisión del lenguaje. Desde Mallarme, una considerable cantidad de poesía y prosa modernista se ha rebelado contra lo que se ha considerado como el lenguaje normal. Al cuestionamiento de “¿Quién está hablando?” Mallarme contestó, “el lenguaje está hablando.” Después de esta respuesta, y especialmente desde el explosivo periodo de la Primera Guerra Mundial cuando Joice, Stein y otros procuraron una nueva sintaxis así como un nuevo vocabulario, las restituciones y distorsiones del lenguaje han asaltado toda la literatura. Los futuristas rusos, Dada (ejemplo: los esfuerzos de Hugo Ball en la época de 1920 de crear “una poesía sin palabras”), Artaud, los surrealistas y letristas se encontraban entre los elementos más exóticos de una resistencia general contra el lenguaje.

Los poetas Simbolistas y muchos de los que podían ser considerados sus descendientes, tomaron ese desafío contra la sociedad que al mismo tiempo llevaba consigo el desafío hacia su lenguaje. Pero la construcción de un cimiento inadecuado impidió el éxito de la escalera, llevando a uno a preguntarse si los esfuerzos de los vanguardistas pueden llegar a ser algo más que un gesto abstracto y hermético. El lenguaje, que en cualquier momento dado encarna la ideología de una cultura en particular, debe terminarse para poder abolir ambas categorías de extrañamiento; déjennos decir que estos serían un proyecto de dimensiones colosales. Esos textos literarios (ejemplo: Finnegans Wake, la poesía de los e.e. cummings) rompen con las reglas de un lenguaje que parece tener el efecto paradójico de evocar las mismas reglas. Al permitir el libre juego de ideas sobre el lenguaje, la sociedad no hace más que tratar estas ideas como eso, un juego.

Esa gigantesca cantidad de mentiras —oficiales, comerciales o de otro tipo— es quizás suficiente para explicar por qué Johnny No Puede Leer o Escribir, porqué el analfabetismo está creciendo en la metrópoli. En cualquiera de los casos no es solo que “la presión sobre el lenguaje se ha vuelto muy grande” como lo dice Canetti, sino que “desaprender” se ha convertido “en una fuerza en casi cada campo del pensamiento,” como lo estima Robert Harbison.

En la actualidad palabras como “increíble” y “sorprendente” son aplicadas para lo más trivial y aburrido, no es accidental que palabras poderosas e impactantes apenas y existan. El deterioro del lenguaje refleja un extrañamiento más general; se ha convertido en algo casi totalmente externo a nosotros. Desde Kafka hasta Pinter el silencio en sí, es la voz adecuada para nuestros tiempos. “Pocos libros son perdonables. El negro en los lienzos, el silencio en las pantallas, una hoja blanca sin contenido, son quizás factibles,” como bien lo dijo R. D. Laing. Mientras tanto, los estructuralistas —Levi- Strauss, Barthes, Foucault, Lacan, Derrida— han estado casi enteramente ocupados con la duplicidad del lenguaje en sus interminables excavaciones exegéticas hacia su interior. Han renunciado virtualmente al proyecto de extraer el significado del lenguaje.

Yo estoy escribiendo (obviamente) dentro de los límites del lenguaje, consciente de que el lenguaje reifica la resistencia a la reificación. Como T. S. Eliots Sweeney explica, “Tengo que usar palabras cuando te hablo.” Uno puede imaginarse el sustituir el aprisionamiento del tiempo por un presente brillante —Solo imaginando un mundo sin división del trabajo, sin ese divorcio de la naturaleza por el cual toda ideología y autoridad se acumula. No podríamos vivir en este mundo sin el lenguaje y esto significa qué debemos transformar este mundo con tal profundidad.

Las palabras revelan una tristeza; son usadas para humedecer el vacío de un tiempo que se erige con desdén. Todos hemos tenido el deseo de ir más allá, más profundo que las palabras, el sentimiento de querer terminar con todo el parloteo, sabiendo que el permitirnos vivir coherentemente elimina la necesidad de formular coherencia.

Hay una profunda verdad en la noción de que “los amantes no necesitan palabras.” El punto es que debemos tener un mundo de amantes, un mundo cara a cara, en donde incluso los nombres pueden ser olvidados, un mundo que sepa que la magia es lo opuesto a la ignorancia. Solo una política que deshaga el lenguaje y el tiempo, y que por lo tanto sea visionaria al punto de comprender la importancia del placer de los sentidos, tendría sentido para nosotros.
Traducido por Juan de la Tierra
Tomado del libro “El Reverdecer Anárquico” escritos de John Zerzan
editado en México 2019 por Editorial Revuelta Rústica
Si desean adquirir una copia fisica o digital pueden contactars en: revueltarusticaediciones@riseup.net

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Posted: 08 Jun 2020 04:58 AM PDT
El relato de babel nos advertía que cualquier intento de ir más allá de las limitaciones humanas conducirían inevitablemente a un de desastre ¿Hemos acaso desacatado el oráculo de dicho mito?
"Es la primera vez en la historia humana que astronautas de la NASA entran en la EEI desde una nave comercial", escribió la NASA en Twitter el 31 de mayo del 2020.
Quién diría que cuando una empresa privada logró por primera vez en la historia mandar una nave tripulada al espacio, al siguiente día todo Washington iba a ritualizar la muerte de George Floyd en un festín de saqueos y protestas que convertirían a la democracia y al capitalismo en un maniquí sexual para violar en el nombre y consentimiento de la “justicia”. Ser latino nunca había sido tan bien cotizado como esta madrugada, ayer cuando dimos el primer paso para privatizar el universo, la tierra ahora trata de abolir un sistema que ha oprimido a las minorías por siglos. Hoy, primero de junio, Washington está al parecer aguantando la negligencia del civil de a pie con derechos que alguna vez intentó amaestrar, el hombre anárquico con ojos de toro que ahora ve la propiedad privada como un manto rojo está entrando a ser parte de la historia de los Estados Unidos de América. disculpen mis metáforas antropomorfas, pero estamos quizás acaso atestiguando bajo la comodidad de nuestro estado pobre con los hospitales colapsando, a un país rico siendo destruido por la ética de ciudadanos que aseguran que el apartheid no fue lo peor que Estados Unidos construyó. Sería una intuición muy precoz decir que George Floyd será el archiduque Franz Ferdinand de nuestros tiempos y que de acá a mañana una guerra civil estallará por la muerte de un hombre a manos de otro; pero, lo que sí es seguro, es que la libertad del ser humano se ha revelado y las protestas, la destrucción, los saqueos y los demás ademanes vandálicos que cualquier ciudadano bajo un estado de leyes se puede dar el lujo de infringir, se han ya infringido para demostrarle a los cuerpos del orden que estamos echando abajo los muros de aquella prisión y confinamiento racial.
La reflexión llega ahora a Perú, un país que ha ensamblado las prácticas de discriminación racial hacia el “cholo” como la tradición más respetada del país, es increíble que el descubrimiento de la ignorancia todavía esté lejos de ser aceptada, pero el fenómeno de George Floyd es un síntoma indiscutible que el peruano de a pie, solo se indigna cuando las desgracias pasan a millones de años luz de su realidad. Cuando el criollo moderno que ha levantado muros invisibles en los balnearios de Asia, que ha privatizado el gusto estético hacia las tonalidades de piel blanca, ha decidido ponerle un cese a su ignorancia discriminatoria para rezar mediante el hashtag por un mundo mejor.  Esto es un increíble pero hay que conformarnos con nuestros propios jinetes de la muerte.
La frase de Antonio Raimondi sigue siendo un retrato inmortal para el Perú, el “mendigo sentado en una banca de oro” un siglo después de aquella creación epigráfica en nuestra historia parece materializarse cada vez más en el confinamiento, en Richard Swing, en la libertad de expresión del ministro de salud y en un abanico atiborrado de desgracias que nos invitan a la reflexión, a pensar que la pandemia del “virus chino”; parafraseando a la lucidez confabulada de Trump, es en realidad un siniestro más grande para el estado que para los mismos ciudadanos de pie; parece pues, que la esperanza de vida para nuestra constitución y para la democracia se reduce a medida que confrontamos las cifras de muertos e infectados; Perú, encabezando en el mundo a los países con mayores contagiados del COVID-19 hace lo posible para escalar al pináculo y coronarse  (perdón por el lenguaje hipocondriaco) como un estado que perderá esta guerra a propósito y con gusto.
V. Ferreccio

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Posted: 08 Jun 2020 04:47 AM PDT
Más de 4.000 personas marcharon hoy en Atenas, Grecia, en la Embajada de los Estados Unidos por el asesinato de George Floyd por parte de la policía en Minneapolis y en solidaridad con la Rebelión de los Estados Unidos que tiene lugar ahora en pueblos y ciudades de los Estados Unidos. Cuando la demostración llegó a la embajada estadounidense fortificada en el centro de Atenas, los anarquistas atacaron a las brigadas de la policía antidisturbios que custodiaban el edificio.
Solidaridad de Atenas, Grecia
Sin justicia, no hay paz
https://www.youtube.com/watch?v=nOAp_LtzbPk

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Posted: 05 Jun 2020 12:46 PM PDT
Al querido Gabriel Pombo Da Silva y a todas las compañeras y compañeros secuestrados por el Estado en estos días de la plaga.
El carácter multidimensional de la «crisis» actual nos recalca que la «emergencia sanitaria» originada por la Covid-19 es solo una de sus diversas facetas. Vivimos una «crisis sitémica» –como rezan los «expertos»– donde la pandemia es el rostro visible del experimento en curso en el que se enfrentan con ahinco dos modelos de capitalismo con sus rivalidades geopolíticas. A todas luces, lo que está en crisis en este mundo tripolar (Rusia/China/Estados Unidos) es la totalidad del paradigma de dominación existente, engendrado en las entrañas del progreso con el estallido de la Segunda Revolución Industrial. O, lo que es lo mismo, la hegemonía del consenso de Washington (hoy mal llamado neoliberalismo), entendido como la voz de mando del proceso de globalización económica, cultural y política, que ha impuesto como patrón universal de gestión política a la democracia representativa (partidocracia) y, al actual modelo de expansión y acumulación de capital, como ejemplo de gestión económica.
La dominación moderna ha alcanzado su límite objetivo, generando gran escepticismo en torno al sistema y sus instituciones. Esta evidencia ha provocado una metamorfosis que está dando paso al nuevo sistema de dominación. Maquillada con la soflama del «capitalismo consciente» la nueva dominación se impone, instaurando una administración política aún más autoritaria y un capitalismo con «impacto social» mucho más regulado y centralizado, infundido en los preceptos de la Cuarta Revolución Industrial (4IR, por sus siglas en inglés);[1] o sea, en la reconfiguración de la gestión capitalista en el Siglo XXI a través de la implantación de nuevas tecnologías, consolidando su infraestructura en el Internet de las cosas.
Con la convergencia e interacción del Internet del conocimiento, el Internet de la movilidad y, el Internet de la energía, el «capitalismo consciente» no solo consolida la prolongación del trabajo (intelectual masificado, inmaterial y comunicativo) sino la acumulación ilimitada de capital asegurando la repartición de migajas; mientras el Estado nacional –reciclado, recargado y celebrado desde los balcones de las metrópolis– se encarga de la gestión de riesgos, el análisis eficiente del Big data (con algoritmos de inteligencia artificial) y, el control progresivo de la vigilancia digital mediante las tecnologías informáticas móviles apoyadas en la red de (50 mil) satélites 5G que pueblan el espacio exteror.
Sin lugar a duda, la pandemia de la Covid-19 está dramatizando la refundación del capitalismo y su consecuente traspaso de poder hacia el Oriente, como atinadamente alerta Byung-Chul Han. Esta transferencia no será inmediata. En verdad, este cambio paradigmático –que no «crisis final» como pregonan en los círculos del bolcheviquismo posmoderno y sus ideologías satélites–[2] se efecturá de manera paulatina, mediando mucha vaselina de por medio, hasta consolidarse como modelo hegemónico, siendo casi imperceptible para la mayoría de la gente de a pie que continuará en el precariado a pesar del incremento progresivo de su limosna que asegura la arrolladora continuidad del consumo,[3] lo que sin duda motivará un incremento consecutivo en la percepción de bienestar en contraste con el desfase provocado por los procesos de histéresis[4] –en sentido bourdieuano– recién inaugurados con la intrusión de la Cuarta Revolución Industrial y la expansión del capitalismo cognitivo. Este desfase temporal entre el ejercicio de una fuerza social y el despliegue de sus efectos por la mediación retardada de su incorporación, será cada día más evidente con el incremento del desempleo en los sectores manufactureros y, la segregación de la población adulta mayor, que no solo resultará socialmente inútil en este nuevo paradigma («nueva normalidad») sino que se convertirá en estorbo para el capital –por su improductividad digital– y, en lastre para el Estado-nación remasterizado.
Concretar el cambio implicará el apogeo de guerras comerciales (¿hay otras?) y, quizá, hasta de enfrentamientos militares por el control del espacio exterior y el dominio y/o influencia geopolítica; además de la erradicación sistemática de los conflictos internos («terrorismo doméstico») incitados por una reducidísima minoría refractaria que continuará en pie de guerra frente a toda autoridad a pesar de contar con el repudio unánime de las mayorías ciudadanas. Pero, definitivamente, esta mudanza de paradigma de la mano de la ascención del imperialismo chino, no tendrá nada que ver con la «programación predictiva» de los «reptilianos pedófilos-satánicos» –en alianza con el lobby judío y los nuevos Illuminatis de Baviera– que, animados por su ambición infinita, tratan de imponer una dictadura global regida por los mandarines chinos con campos de concentración y consumo obligatorio de arroz frito, como profetiza el vulgo neonazi estadounidense. Lejos de la tesis conspiranoica sobre la instauración del Gobierno Global; el Estado nacional recargado, está reafirmando su legitimidad y autoridad en el actual proceso de desglobalización acelerada. Así se erige como la única fuerza capaz de proteger a sus ciudadanos y librar la guerra a gran escala contra el «enemigo invisible» con el auxilio incondicional de las nuevas tecnologías. El nuevo Estado nacional aprovecha la emergencia y se torna omnipresente y omnipotente: se alzan fronteras rígidas (muros y alambradas); los ejércitos se aprestan a «servir» y; se reafirma peligrosamente la identidad nacional expandiendo el repudio a todo lo «extraño». Se vislumbra el retorno a la «producción nacional» desde la óptica del «decrecimiento» (argumentando desfachatadamente que «es insostenible el crecimiento cero»). Los mandatarios de los Estados nacionales asumen poderes plenipotenciarios con el apoyo de las mayorías que cierran filas asintiendo las gestiones gubernamentales durante la pandemia. Emerge nuevamente la Hidra de Lerna con sus múltiples cabezas: el Estado, el capital, la religión y, la ciencia, consolidan su autoridad. El fascismo –en sus acepciones roja o parda–, gana aceptación y popularidad entre la muchedumbre y se alza como «solución final» frente a la «amenza» ofreciendo protección a sus connacionales.
El Nuevo Mundo parece un déjà vu de la década de 1920. Se trata de una restauración profunda. Una suerte de cambio radical de look del poder capitalista que va mucho más allá de la clásica remozada con hojalatería y pintura a la que se ha sujetado siempre de manera cíclica. Esta vez ha decidido someterse a una intervención quirúrgica de reconstrucción total a través de las nuevas tecnologías y la instrumentalización de formas inéditas de explotación que articulan y/o superponen la clásica explotación del trabajo asalariado con la autoexplotación del sujeto de rendimiento y, la hiperexplotación del ciberconsumidor: la nueva fuerza de (co)producción gratuita. Esta vez no habrá una nueva vuelta de rosca ni siquiera habrá una tuerca que apretar. En esta ocasión, los «ajustes» seran constantes y se efectuaran desde la nube.
Para reforzar esta permuta ya se anuncia la confluencia de los pares opuestos (izquierda/derecha), evidenciando, una vez más, la falsedad de sus antagonismos «irreconciliables»: marxistas y anarcocapitalistas[5] sellan con beso de lengua la imposición global de la Cuarta Revolución Industrial, afianzando la agenda con más de lo mismo; es decir, más capitalismo in saecula seculorum. Para eso se alistan en nombre del «capitalismo social» y en defensa de las nuevas tecnologías «emancipatorias» los intelectuales orgánicos al servicio de Otro mundo posible. En este sentido, llama la atención la fusión de dos posturas político-económicas opuestas, generalmente presentadas como contradictorias: el paternalismo y el libertarismo o anarco-capitalismo.
Desde 2008, el profesor de economía y ciencias del comportamiento, Richard Thaler, catedrático por la Universidad de Chicago y Premio Nobel en Ciencias Económicas 2017   –por «sus aportes en economía conductual»–, ha venido desarrollando el concepto de «paternalismo blando» o «paternalismo libertario». Lo que lo llevó a escribir Nudget [6] en co-autoría con Cass Sunstein, profesor de jurisprudencia de la Escuela de Leyes de Harvard. La «teoría del nudging (del “empujoncito”)» de Thaler, se basa en la factibilidad de diferentes procedimientos que coadyuvan a «empujar», o sea, a incentivar o alentar, ciertas decisiones influyendo en el «sistema automático» de las personas con el propósito de provocar cambios en el comportamiento público, impulsando decisiones más racionales que los haga felices a largo plazo. A este proceso inductivo que establece vínculos entre los análisis de la economía del comportamiento y la psicología social, lo denominan «arquitectura de las decisiones» y, lo fomentan en busca de «mejores resultados individuales y sociales». Thaler y Sunstein, consideran que «es legítimo que los arquitectos de decisiones influyan en el comportamiento de las personas haciendo sus vidas más largas, más sanas, y mejores»;[7] diseñando la arquitectura del contexto decisional de manera que se induzca a la toma de «una decisión más consciente en función del beneficio social y del beneficio propio»,[8] lo que embona con el tránsito hacia ese «capitalismo consciente» que comentaba antes y que hoy se presenta –en palabras de Rajendra Sisodia y John Mackey–, como «la cura del mundo».
Tampoco hay que rascarle mucho para encontrar en el bando «opuesto», es decir en marxistlandia, una veintena de impulsores de este «capitalismo social». En esas mismas latitudes (de arenas movedizas), encontraremos desde filósofos, sociólogos, economistas y catedráticos, hasta cibermarxianos optimistas de las tecnologías que plantean que su icónica «lucha de clases» se ha trasladado al terreno del conocimiento y que la batalla final se librará en el ciberespacio; apostándole a la toma del Palacio de Invierno por las comunidades cibernautas: germen de la nueva organización político-social fundada en la cooperación mutua a través de la conexión en red. Uno de estos especímenes que destaca con creces en los círculos cibermarxianos es Richard Stallman. Adorado hasta en nuestras tiendas, Stallman es fundador del movimiento del software libre, del sistema operativo GNU/Linux y de la Fundación para el Software Libre.
Otro notorio cibermarxiano es Eben Moglen, profesor de derecho e historia en la Universidad de Columbia y fundador/director del Software Freedom Law Center; autor de un texto sui géneris que imita el espíritu del Manifiesto Comunista intitulado «The dotCommunist Manifesto».[9] Desde luego, no todos los cibermarxianos se han sentido a gusto con el tufillo que desprende semejante Manifiesto –más asociado hoy a la exégesis marxiana-leninista que a las elucubraciones del propio Carlos Enrique de Tréveris– y han recurrido a la sana distinción entre «comúnistas» (commonists) y, «comunistas», haciendo énfasis en la palabra «común» y resaltando la sutil diferencia que produce un acento o, una letra de más, como resulta con la doble «n» en lengua inglesa. Tal es el caso de Lawrence Lessig, célebre creador de la «sana distinción» entre comunista sin acento y la acentuación políticamente correcta. Fundador de la encumbrada Creative Commons, profesor de jurisprudencia de la Harvard Law School, especializado en derecho informático y, precandidato en las primarias del Partido Demócrata para la nominación presidencial de los Estados Unidos. Desde la década de 1990 detectó que los oligopolios de la computación y los Estados nacionales, comenzaban a controlar el ciberespacio y a adaptarlo a su provecho mediante la imposición del Protocolo de Internet (IP) y la acumulación de datos de los internautas, en detrimento de la idea original que promovía un Internet creativo basado en la descentralización, la libre información y la socialización del conocimiento a través del libre acceso y la posesión en común.[10] Sin embargo, vale señalar –aunque para nosotros debería resultar obvio– la concordancia intrínseca entre las teorías fomentadas desde el cibermarxismo y el «anarco-comunismo informacional» y, los promotores del capitalismo cognitivo o cibercapitalismo en torno a las ilusiones tecnológicas y la producción de lo común. Una lectura rápida del discurso de la nueva empresa en línea, nos confirma ampliamente la instrumentalización comercial del común y, el uso permanente de la «inteligencia colectiva» y la «cooperación mutua» como recursos fundamentales del rendimiento de las empresas.
Curiosamente, las tesis en torno a la categoría de común han ido hilvanando la metanarrativa de la neoizquierda en nuestros días. El culto al común –así en singular– no es nuevo, hace un siglo que viene cocinándose en los círculos marxianos antibolcheviques.[11] La paradoja es que desde principios del milenio, comenzaron a machacarnos el concepto dos egregios del leninismo posmoderno: Antonio Negri y Michael Hardt. En los primeros años de la década del 2000, ambos autores pusieron sobre la mesa este «producto», definiéndolo en Imperio como «la encarnación, la producción y la liberación de la multitud».[12] Retomarían su desarrollo conceptual en las páginas de Multitud [13] y, Commonwealth,[14] haciendo uso de una retórica gatopardista que a veces pretende confundirse con las viejas tesis anarco-mutualistas en busca de incautos, subrayando que «el capitalismo y el socialismo, aunque en ocasiones se han visto mezclados y en otras han dado lugar a enconados conflictos, son ambos regímenes de propiedad que excluyen el común. El proyecto político de institución del común que desarrollamos en este libro traza una diagonal que se sustrae a estas falsas alternativas –ni privado ni público, ni capitalista ni socialista– y abre un nuevo espacio para la política».[15]
No obstante, Hardt y Negri no han sido los únicos en promover[16] este libreto. Una nutrida legión de marxianos posmodernos –muchas veces antagónicos, of course– le ha seguido el hilo, desarrollando alianzas con una fauna variopinta que, como era de esperar, incluye al neoblanquismo invisible; al situacionismo tardío; al «comunismo internacionalista» (GCI); al anarcopopulismo especificista (neoplataformismo); a sectores del trasnochado anarcosindicalismo; al anarcofederalismo de síntesis y; al ecologismo municipalista; sin olvidar a uno que otro liberal con esteroides de esos que gozan de gran reputación en nuestras tiendas, a pesar de ser confesos propagandistas del Sanderismo y ahora, inescrupulosos promotores de la candidatura presidencial de Joe Biden en nombre del «voto responsable» –léase Michael Albert, Noam Chomsky, o ese deleznable piquete de ex «radicales» de izquierda, fundadores de la Students for a Democratic Society en la década de 1960 y, firmantes de una carta de apoyo a Biden[17] (Todd Gitlin, Carl Davidson, Robb BurlageCasey Hayden, Bill Zimmerman, entre otros personajes «connotados»).
Entre los marxianos posmodernos que se encargan de continuar sentando las bases estructurales del común, destaca la mancuerna Pierre Dardot-Christian Laval. Fundadores del grupo Question Marx y, especializados en la obra de San Carlos Enrique de Tréveris, han publicado en coautoría varios ensayos sobre las disquisiciones del viejo gurú, así como reflexiones propias sobre la revolución en el siglo XXI. Con una prosa mucho menos densa que la metatranca discursiva de Negri y Hardt y, guardando distancia del enfoque leninista de éstos, han abordado el tema del común como alternativa socio-económica alejados de las apretadas hormas de las distintitas variedades de comunismo de Estado realmente existentes.
En ese tenor sacaron a la luz «ComúnEnsayo sobre la revolución en el siglo XXI»,[18] un texto con claras ínfulas refundacionales en el tenor marxiano-libertario con cierta reminiscencia gueríniana que coloca nuevamente en la agenda la temática de la Revolución, a partir de la disección minuciosa de la trilogía intelectual de Hardt y Negri, no sin dejar de acusar cierto «neoproudhonismo incapaz de concebir la explotación de otro modo que como “captación ilegítima de los productos del trabajo a posteriori” [que demuestra] una ceguera cargada de consecuencias acerca de las formas contemporáneas de explotación de los asalariados y las transformaciones inducidas por el neoliberalismo en las relaciones sociales y las subjetividades».[19]
Con ese espíritu refundacional, no escatiman a la hora de echar mano extensa (a veces de manera crítica) de Proudhon y, reiterar ese distanciamiento con la alienación comunista que mencionábamos antes, ratificando que: «Lo que ellos [comunistas y socialistas] llaman “emancipación” es en realidad la opresión política absoluta y una nueva forma de explotación […] porque creen que el poder y la fuerza provienen del centro y de arriba, no de la actividad de los individuos. En el fondo ahí no hay más que un ideal de Estado organizador que generaliza la policía y que sólo toma del Estado su lado reaccionario, el de la pura coerción».[20]
Dando rienda suelta a sus asépticas interpretaciones teóricas en torno al devenir de los «movimientos sociales» que se suscitaron a comienzos de la década pasada (2010-2012) y captaron la atención de los medios de desinformación masiva –léase las romerías de los Indignados (15-M) con su camping en la Puerta del Sol; la movilización del 15 de octubre (15-O) con su espectacular Occupy Wall Street; la ocupación de la Plaza de Syntagma en el centro de Atenas y; la ocupación de la Plaza Taksim en Estambul–, Dardot y Laval «descubren» en estos simulacros «una invención democrática» que puso en práctica el «principio de común» como crítica a la democracia representativa, evidenciándose como el principio de la democracia política bajo su forma más radical y, erigiéndose como el «término central de la alternativa política para el siglo XXI»,[21] obviando la inmediata recuperación sistémica de estos movimientos y su compulsiva degeneración en partidos políticos (Partido X, Podemos, el Sanderismo con Biden, Syriza, etc., etc.).
Evidentemente, la ausencia de experiencia empírica de los autores de Común, debilita toda la argumentación del ensayo y, explica la carencia de propuestas fácticas y consecuentes con los tiempos a lo largo de 669 páginas. Como ya es costumbre entre los teóricos marxianos –incluidos los marxianos-libertarios– la recurrencia a extrapolar sus contemplaciones académicas a la construcción de paradigmas es una constante. Desde luego, esta afirmación no corresponde en absoluto con una postura anti-intelectual –más próxima a la vulgata fascista que a nuestra praxis–; más bien corrobora la necesidad de tamizar toda la producción académica guardando prudencial distancia con la manufactura institucionalizada y sus vacas sagradas, siempre divorciadas de la práctica y, generalmente al servicio del «establishment». Pero además, pretende ratificar la urgencia de reelaboración teórica a partir de la práctica anárquica más notoria, facilitando los contextos intelectuales que la nutran y ensanchando las arterias de la praxis. Sólo así, podremos afrontar globalmente la propia vastedad de nuestros proyectos destructivos y nuestros propósitos de emancipación total, rompiendo definitivamente con toda la alienación izquierdista, abandonando las conceptualizaciones y las prácticas ajenas, comprendida la remasterización del común.
Gustavo Rodríguez,
Planera Tierra, 22 de mayo de 2020
(¡con Mauri en el corazón!)
(Extraído del folleto «Covid-19: la anarquía en tiempos de pandemia», Rodríguez, Gustavo, mayo 2020)
Notas:
[1] Así quedó asentado a finales de enero del presente año en el nuevo manifiesto «Davos 2020», emitido en el marco de su 50 Reunión Anual del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés): «El propósito universal de las empresas en la Cuarta Revolución Industrial, en la cual impulsa el capitalismo de stakeholders como la nueva vía para los negocios con impacto social». Disponible en: https://www.weforum.org/agenda/2019/12/davos-manifesto-2020-the-universal-purpose-of-a-company-in-the-fourth-industrial-revolution/ (Consultado 18/5/20).
[2] El mejor exponente de estas expresiones del bolchevismo posmoderno es el filósofo lacaniano Slavoj Žižek, quien publicara recientemente un artículo intitulado «Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo», donde asegura que la epidemia «es una especie de ataque de la ‘Técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos’ contra el sistema capitalista global», en alusión al clásico de Tarantino y en detrimento de los sermones de San Carlitos de Tréveris: «Las contradicciones crean explosiones, crisis en el curso de las cuales todo trabajo se detiene temporalmente mientras que una importante parte del capital se destruye, volviendo de nuevo el capital, por la fuerza, a un punto en donde, sin suicidarse, puede volver a emplear nuevamente de forma plena su capacidad productiva» Marx, K., Le Capital, livre I, Presses Universitaires de France; París, 1993.
[3] Los guarismos económicos estimados por los apologetas de la Cuarta Revolución Industrial auguran la abundancia; según sus cálculos la revolución 4.0 agregará US$14,2 billones a la economía mundial en los próximos 15 años con un impacto social directo, erradicando de la faz de la tierra cualquier negatividad aún presente en la servidumbre voluntaria, argumentando ad nauseam su infinita felicidad.  
[4] Bourdieu, Pierre: Argelia 60. Estructuras económicas y estructuras temporales, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006; y en ensayos en torno a las investigaciones sobre las «estrategias» en las prácticas de los bearneses y cabileños en Argelia.
[5] Este oxímoron a cobrado presencia en las últimas tres décadas al configurarse como «tendencia» al interior del autodenominado «movimiento libertario (libertariano)», también conocido como Libertarian Party. En el plano económico, mantiene los mismos postulados del libertarismo con fuerte influencia de la escuela austriaca y las «tesis» de Robert Nozick (Anarquía, Estado y utopía, 1974). En años recientes sus congresos anuales han sido motivo de notas sensacionalistas al realizarse en el enclave turístico del puerto de Acapulco, en México, bajo el pomposo rótulo de «Anarchapulco», contando con la presencia de especialistas internacionales en transacciones financieras en criptomonedas; gurús del «capitalismo social» y; activistas políticos como Rick Falkvinge, fundador del Partido Pirata Sueco y uno de los principales ideólogos de la lucha contra la corrupción política en Suecia y; Derrick Broze, periodista de investigación, conferencista, aspirante a alcalde de la ciudad de Houston (2019) y, activista indigenista, dedicado al «empoderamiento de las comunidades indígenas» y la denuncia de «la hipervigilancia del Estado sobre los ciudadanos».
[6] Thaler, Richard H., Sunstein, Cass R., Nudge: Improving Decisions about Health, Wealth, and Happiness, Yale University Press, 2008 (Traducción al castellano, Un pequeño empujón: El impulso que necesitas para tomar mejores decisiones sobre salud, dinero y felicidad, Taurus, México, 2017).
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9]Moglen, Eben, The dotCommunist Manifiesto, enero 2003. Disponible en línea: http://emoglen.law.columbia.edu/publications/dcm.html (Consultado 20/5/2020)
[10] Vid., Lessing, Lawrence, The Future of Ideas: The Fate of the Commons in a Connected World, Random House, 2001 (Traducción al castellano, El futuro de las ideas: el destino de los comunes en un mundo conectado).
[11] Llama la atención que ni en las premisas del anarco-comunismo (Kropotkin, mediante) ni en la tradición anarcosindicalista, jamás se haya postulado nada sobre el «común». Siempre han teorizado sobre la propiedad colectiva de los medios de producción y la socialización de los servicios y bienes de consumo sin diferencias de clase, es decir, de manera igualitaria y nada más; sin mayores diferencias con los postulados marxista-leninistas y, guardando distancia del paradigma proudhoniano que ya identificaba la fuerza social espontánea de lo común. Salvo las críticas al secuestro burocrático de los marxianos-leninoides con la firme decisión de prolongar la vida del llamado Estado proletario que, claramente, dista de las tendencias libertarias; tanto anarco-comunistas como anarcosindicalistas, optan por instaurar un «sistema» (con bastantes imprecisiones teórico-prácticas) de colectivización y socialización, que no presenta mayores divergencias en los hechos con las prácticas burocráticas leninistas que tanto critican. Vale, agregar sobre el tópico que en los contadísimos y excepcionales casos en que los teóricos comunistas marxistas han tratado de conceptualizar lo «común», lo han hecho expresando verdaderos desatinos, como aquella afirmación de Lenin a principios del período denominado Comunismo de guerra (1918-1921): «todo es común, incluso el trabajo».
[12] Vid., Hardt, Michel & Negri, Antonio, Empire, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 2001 (traducción al castellano: Imperio, Paidós, Buenos Aires, 2002).
[13] Hardt, Michael y, Negri, Antonio, Multitud: guerra y democracia en la era del Imperio, Debate, Barcelona, 2004.
[14] Hardt, Michael y, Negri, Antonio, Commonwealth. El proyecto revolucionario de una revolución del común, Akal, 2011.
[15] Ibíd. p. 11.
[16] El empleo de este vocablo –aparentemente inocuo– no es casual, encubre una conceptualización bastante más intrincada que halla sus raíces en los objetivos básicos de la mercadotecnia en la denominada marketing mix, en referencia a la mezcla de tácticas o acciones empleadas para posicionar una marca o producto en el mercado mediante la intervención de las 4P: precio, producto, promoción y plaza (lugar).
[17]Disponible en: https://www.thenation.com/article/activism/letter-new-left-biden/(Consultado 20/5/2020).
[18] Laval, Christian y, Dardot, Pierre, Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI, Gedisa, Barcelona, 2015.
[19] Ibíd. p. 223
[20] Ibíd. p. 243.
[21] Ibíd. Presentación, s/p.

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