Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- [Vídeo] Libro: Historia del movimiento obrero revolucionario
- David Graeber y el anarquismo
- [Madrid] Nueva normalidad: el tecnomundo. Jornadas de reflexión y crítica contra la sociedad tecnocientífica
- [Fanzine] En Lucha Nº 9
- (Ex)Presión Nº 20
- Parado el primer intento de desalojo del Ateneo Libertario de Vallekas: la luche sigue
- Encuentro del Libro Anarquista de Madrid 2020
- Las rebeliones de la miseria
- Boletín Anarquista - Semilla negra nº3
Posted: 22 Sep 2020 05:48 AM PDT
El movimiento obrero nace en Europa al final del primer tercio del siglo XIX, cuando la clase explotada toma conciencia de su condición común por encima de fronteras y regímenes. Antiguas herencias ideológicas se unirán a nuevas formulaciones en la organización del emergente proletariado urbano frente a la reacción violenta y represora de una burguesía que observaba con pavor el nuevo escenario; todo contribuirá fuertemente a que la clase trabajadora tome conciencia de la lucha de clases. Todavía existirá otro factor que contribuya a esta toma de conciencia y es el exilio; las insurrecciones, y la represión consecuente, conducirá a la diseminación internacional de numerosos rebeldes, personas afirmadas en la lucha, que observarán el sufrimiento por igual en los diferentes países, por parte de los oprimidos, y adquirirán una visión internacionalista y una comprensión de la unión de todos los explotados como clase. Tal y como dijo Proudhon, será la revolución de 1848 la fecha en la que las clases obreras tomen definitivamente conciencia de sí mismas y se separen radicalmente de la burguesía. Por lo tanto, los rasgos que definirán al movimiento obrero revolucionario serán una irreductible oposición de clases, una conciencia de la unidad económica resultado de la condición de explotados y el internacionalismo.
Los textos de este libro, compilados por Eduardo Colombo, se ocupan de la rama antiautoritaria de la Primera Internacional para recuperar la historia de un movimiento obrero que resistió, tanto al reformismo socialdemócrata como a la dictadura de los que se decían revolucionarios. Un trabajo indispensable en un mundo intelectual en el que la clase dirigente, de una pelaje o de otro, oculta a aquellos que cuestionan su derecho a mandar.
https://www.youtube.com/watch?v=dJAeP31hpKU
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Posted: 22 Sep 2020 05:13 AM PDT
La prematura desaparición del antropólogo y activista David Graeber ha provocado una viva emoción en las redes sociales y suscitado, en la prensa internacional, numerosos titulares: tanto en reconocimiento del valor intelectual de su extensa y valiosa obra como de su activismo militante.
Un reconocimiento ampliamente merecido. No solo por el interés que sus trabajos de investigación, en el campo de la antropología y la filosofía política, despertaron, dentro y fuera de los ámbitos académicos, sino también por haber sido un infatigable y consecuente activista militante. Dos facetas inseparables que le permitieron ofrecer -a la vez- una vasta panorámica de la experiencia humana y conclusiones útiles para luchar contra el autoritarismo y la desigualdad en nuestras sociedades.
Constituida en su mayor parte por trabajos de investigación académica, en el terreno y bien documentados, su obra ha tenido gran repercusión en el mundo de la ciencia y la cultura, convirtiéndole en un antropólogo conocido y reconocido mundialmente. Lo que no le impidió de poner su pensamiento y erudición accesibles para la gran mayoría de lectores.
Una labor de investigación y divulgación democrática que muy pronto encontró eco y adhesión en los medios de la izquierda radical. No solo por sus tomas de posición públicas sino también por su implicación activa en los conflictos y luchas sociales. Al punto de convertirse en una «celebridad» mediática mundial en tanto que activista y «antropólogo anarquista». Notoriedad que él puso siempre al servicio de esas causas.
De ahí que en este reconocimiento póstumo hayan sido frecuentes las referencias -más o menos bien intencionadas- a su militancia anarquista y a su concepción del anarquismo. Aunque insistiendo sobre todo en lo de que a él no le gustaba ser catalogado de «antropólogo anarquista», porque, para él, el anarquismo es una práctica y no una identidad: «el anarquismo se hace, no es».
Una concepción del anarquismo que le lleva al activismo en los movimientos altermundialistas, luego en Occupy Wall Street y últimamente en Rojava, por considerar a estos movimientos muy proclives al hacer anarquista en sus praxis y en la lucha contra la desigualdad y la dominación. Lucha que se inscribe de más en más en coordenadas éticas, humanas, y cada vez menos en coordenadas ideológicas. No solo por estar los aparatos de persuasión y coerción más movilizados -desde hace unos treinta años- para ganar la guerra ideológica, que para imponer el sistema por la fuerza, sino también por estar el modo de producción actual fundado sobre principios «morales» consumistas (el derecho al consumo) más que económicos y ser los objetos del deseo siempre objetos imaginados. Y de ahí la importancia cada vez mayor de los imaginarios en la lucha contra el sistema capitalista.
Es por todo esto que esta concepción del anarquismo me parece, además de pertinente, de gran actualidad, y que, más allá de pensarlo David Graeber y de corresponder ampliamente a su militantismo activista, la considere una concepción lógica, coherente con los orígenes del anarquismo y válida para todos los tiempos y circunstancias.
El anarquismo: una práctica y pensamiento de la acción
Claro que no es nada nuevo y que no es David Graeber quién lo ha descubierto, ni el primero que lo ha defendido con tanta convicción. Antes que él, mucho antes, por no decir desde siempre, se ha concebido el anarquismo como una manera no autoritaria de comportarse, de luchar contra todas las formas de autoritarismo y de rechazar dogmas y ortodoxias. De joven fui censurado -en la revista del Grupo Tierra y Libertad de los anarquistas españoles exiliados en México- por afirmar en un artículo que el anarquismo era una praxis y no una filosofía, una doctrina, una ideología.
No está por demás recordar que, aunque en la historia convencional se presenta al anarquismo y al marxismo, como ideologías muy próximas en el tiempo y los objetivos, la verdad es que, a diferencia del marxismo, que sí surge de la mente de Marx como una construcción teórica, el anarquismo no surge de ninguna mente en particular, aunque hayan muchos pensadores que se han declarado anarquistas. La prueba: las escuelas del marxismo (leninistas, maoístas, althusserianos…) y sus corrientes (lacanianos, foucaultdianos…) tienen generalmente fundadores, en cambio, las del anarquismo emergen casi siempre de principios o prácticas organizacionales (anarco-sindicalistas y anarco-comunistas, insurreccionistas y plataformistas, cooperativistas, individualistas, etc.).
Principios y prácticas (ayuda mutua, asociación voluntaria, toma de decisiones igualitaria) que, en realidad, son tan viejos como la humanidad. Y lo mismo puede decirse del rechazo del Estado y toda forma de violencia estructural, desigualdad o dominación, por haberse producido desde que éste y éstas han existido. Nada que ver pues con ninguna teoría ideológica general o una doctrina sorprendentemente nueva, sino como una tendencia persistente en la historia de la humanidad y del pensamiento humano.
No es, pues, solo la existencia -desde tiempos inmemoriales- de estas prácticas, de horizontalidad radical y de auto organización, lo que no permite considerar el anarquismo como una construcción teórica, una doctrina o una ideología, también lo impide el resultado catastrófico de haber reducido su praxis a una declaración o una postura ideológica. Otra cosa es la necesidad de reflexiones teóricas, sobre esas prácticas ancestrales y espontáneas, para potenciar su desarrollo en la sociedad actual; pues, pensar y vivir el anarquismo, como una práctica consecuente y cotidiana de la libertad y la igualdad, no es obviamente suficiente para cambiar el curso de la historia. Ni siquiera para evitar las intrusiones del poder en nuestras vidas cotidianas.
El anarquismo, o el movimiento revolucionario del siglo XXI
En una obra de 2004 con este título, sus autores, David Graeber y el antropólogo yugoslavo Andrej Grubacic, consideraban que «la era de las revoluciones no ha terminado» y que «el movimiento revolucionario global del siglo veintiuno será uno que tenga sus orígenes no tanto en la tradición del marxismo, o incluso de un socialismo restringido, sino del anarquismo». Una convicción fundada en que «desde la Europa del Este hasta Argentina, desde Seattle hasta Bombay», las ideas y principios anarquistas estaban «generando nuevas visiones y sueños radicales». Pues, aunque sus exponentes no se proclamaran anarquistas y se dieran otros nombres («autonomismo, anti-autoritarismo, horizontalidad, Zapatismo, democracia directa…»), en todos esos lugares los principios fundamentales eran: «descentralización, asociación voluntaria, ayuda mutua, redes sociales, y sobre todo, el rechazo a cualquier idea de que el fin justifica los medios, y mucho menos que el objetivo de la revolución sea el de tomar el poder estatal para imponer una visión propia».
Para ellos, el anarquismo, en tanto que «ética de la práctica» (la idea de construir una nueva sociedad dentro de la antigua sociedad) se había convertido en la inspiración básica del «movimiento de movimientos» (del cual los autores formaban parte), cuyo objetivo era, desde el principio, «exponer, deslegitimizar y desmantelar los mecanismos del poder mientras se ganan espacios cada vez más amplios de autonomía y de gestión participativa dentro de él».
Ahora bien, aunque el interés creciente por las ideas anarquistas en el comienzo del siglo 21 es real y proviene -en gran parte- de la ruptura producida en los años 60 y 70 entre las generaciones del anarquismo, al denunciar las más jóvenes los hábitos sectarios del siglo pasado y participar activamente en movimientos feministas, ecologistas, contra-culturales e indígenas, en realidad este auge, de las formas de funcionamiento ácrata, es el resultado del interés de las nuevas generaciones por experimentar formas más democráticas del proceso de toma de decisión. O sea, crear una cultura alternativa de democracia más que un objetivo prefigurativo del mundo que quieren crear a través de ésta.
La razón es obvia, la nueva generación está mucho más interesada en el modo de funcionar, y de funcionar ya, que en argumentar «sobre los puntos más finos de la ideología» para prefigurar ese mundo y luchar por hacerlo posible. Lo que, en principio, es un pragmatismo legítimo y prometedor a largo plazo; pero que, en lo inmediato, deja el campo libre a la política institucional para recuperar -con el señuelo de la «participación» en las decisiones institucionales y de una «economía participativa» en el seno del sistema capitalista- esas prácticas ácratas.
Claro que esta recuperación política no puede evitar la vuelta del anarquismo al centro de la creatividad revolucionaria, ni que sus promotores se vean obligados a reconocer o, por lo menos, a enfatizar la cercanía de sus idearios políticos con una visión anarquista de la democracia. Pero, obviamente, esto no permite afirmar que el anarquismo es «el movimiento revolucionario del siglo XXI». Aunque, como lo reconocen los autores de este texto en su conclusión, es «un proceso a largo plazo» y «el siglo anarquista tan sólo acaba de comenzar».
Además de ser cada vez más evidente que la agudización de los problemas de desigualdad social, desde el derrumbe financiero de 2008, y de preservación de la vida, por la catastrófica gestión capitalista de la pandemia COVID-19, plantea con carácter de extrema urgencia la necesidad vital de cambiar el curso de la historia humana.
«Cómo cambiar el curso de la historia»
En otra obra, publicada en 2018 con esté título, David Graeber y el joven arqueólogo británico David Wengrow denunciaban el gran relato -de inspiración rousseauniana- de los «orígenes» de la humanidad y el gran relato teleológico de la «civilización», que le acompaña. No solo por haber sido desmentida esta narrativa por una cantidad abrumadora de evidencias arqueológicas y antropológicas, sino también por acreditar la idea de que solo somos «espectadores impotentes» para cambiar «la realidad y las jerarquías» que le serían consustanciales.
Su análisis, fundado en el «largo tiempo» en la historia y en los últimos aportes de la arqueología, mostraba -por el contrario- las numerosas y reversibles circulaciones entre las sociedades nómadas y las sedentarias, entre las comunidades extendidas y las restringidas, entre las organizaciones sociales jerarquizadas y las igualitarias. Como también que la igualdad no es solo alcanzable en el marco de comunidades restringidas y que la desigualdad no ha sido necesariamente el precio a pagar para el desarrollo de las sociedades humanas y nuestro confort. Lo que desmentía la idea, de que el interés personal y la acumulación de poder eran y son las fuerzas inmutables detrás del desarrollo de las sociedades humanas. Además de reforzar las idea de que el vaivén entre igualdad y desigualdad, entre autoritarismo y horizontalidad, estaba ritmado en la vida social prehistórica por los ritmos estacionales. Por ser las variaciones estacionales -desde el comienzo de la humanidad- las que permitían a los seres humanos experimentar, en plena consciencia, diferentes posibilidades sociales en función de sus necesidades.
Esta flexibilidad institucional es la prueba de la capacidad de los humanos y humanas de liberarnos, de no importa que estructura social, cada vez que las circunstancias lo exigen. De ahí que la verdadera cuestión -como lo precisan Graeber y Wengrow- no sea preguntarnos por el origen de la desigualdad social sino ¿por qué la aceptamos? Y ello a pesar de no haber ninguna prueba de que las estructuras de poder piramidal son la consecuencia necesaria de una organización a gran escala, y de que las circunstancias actuales exigen un cambio radical del curso de la historia para preservar nuestra propia existencia.
Es verdad que la pérdida más dolorosa de libertad comienza a pequeña escala -al nivel de las relaciones de género, de grupos de edad y de la servidumbre domestica- y que es en ella en donde vivimos las relaciones en una gran intimidad, acompañada simultáneamente de las más profundas formas de violencia estructural. Pero esto no es suficiente para explicar el por qué la especie humana no reacciona ante un poder y un sistema que la ponen en peligro de desaparecer. Pues, a pesar de ser una necesidad vital para nuestra especie, esta reacción no se produce, pese a que, como lo recuerdan pertinentemente Graeber y Wengrow, «las piezas están todas allí para crear una historia mundial completamente diferente».
Como no coincidir pues con ellos en que, «si realmente queremos entender cómo se volvió aceptable para algunos convertir la riqueza en poder, y para que a otros les digan que sus necesidades y vidas no cuentan, es aquí donde debemos mirar». Como también en que «es donde tendrá que producirse el trabajo más difícil de crear una sociedad libre». Sin embargo, me parece que será muy difícil de producir este trabajo sin liberarnos antes de la inercia existencial que nos mantiene atados y atadas a la normalidad capitalista en la que se desenvuelven nuestras existencias. Más que «cegados por nuestros prejuicios para ver las implicaciones», por comodidad o miedo a salir de la normalidad. Y ello a pesar de saber ahora adonde ella nos conduce.
De ahí la importancia de no olvidar que «el anarquismo se hace, no es» y de no resignarnos a solo serlo.
Perpignan, 18 de septiembre 2020
Octavio Alberola
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Posted: 22 Sep 2020 03:32 AM PDT
NUEVA NORMALIDAD: EL TECNOMUNDO
JORNADAS DE REFLEXIÓN Y CRÍTICA CONTRA LA SOCIEDAD TECNOCIENTÍFICA
2 Y 3 DE OCTUBRE. MADRID
Viernes 2 de octubre.
18:30h. “Actualización de los casos represivos del estado e internacional. Caso Bankia.”
19:00h. Charla: “Herramientas de control social que nos ha traído la COVID-19, la distancia social y el confinamiento.”
Local Anarquista Motín C/Matilde Hernández, 47 <M> Vista Alegre u Oporto.
Sábado 3 de octubre.
13:00h. “Presentación de la revista “Libres y Salvajes”, n.º 5.
17:00h. “Actualización de casos represivos a nivel estatal e internacional. Operación Arca.”
18:00h. Mesa redonda: “La anarquía frente al Tecnomundo: Debate sobre cómo afrontar la situación actual.”
EOA La Emboscada, C/Azucena, 67. <M> Tetuán.
COMUNICADO
Estas jornadas surgen con la idea de ser un lugar de encuentro entre diferentes individuos/as en el cual poder difundir, debatir, criticar y afilar nuestras ideas contra la sociedad tecnocientifica y su mundo.
Un mundo que tras la “emergencia sanitaria” causada por la Covid 19 se ha convertido en un inmenso laboratorio, en un experimento de ingeniería social donde todas las medidas (médicas, sociales, económicas, tecnológicas…) tomadas por aquellas que gestionan y administran nuestras vidas, por la tecnocracia, han llegado para quedarse, no serán entonces situaciones extraordinarias sino que serán medidas que a partir de ahora marcarán las pautas de nuestra vida. Hemos visto como desde la “emergencia sanitaria” se ha producido una aceleración del proyecto de artificialización del mundo, hemos visto como todas las soluciones a la devastación causada por la sociedad tecno cientifica son tecnológicas y científicas entrando en una espiral que solo nos conduce al abismo.
Quizás nos encontremos ante un cambio en las condiciones de vida semejante al ocurrido tras la II Guerra Mundial, una reconfiguración completa del mundo llevado a cabo por las tecnociencias que proyectan una nueva realidad (Orwelliana), que rediseña el mundo e igual que las anteriores grandes transformaciones necesita destruir y anular las formas de vida anteriores con un mensaje claro de la huida hacia adelante, hacia el progreso tecnológico y hacia la superación de cualquier limite, cuyo paradigma es la sociedad cibernética: la virtualización y digitalización de cada aspecto de nuestra vida, de nosotros mismos y de todo lo que nos rodea, es decir, la informatización absoluta del mundo. La digitalización del mundo orgánico e inorgánico para controlarlo, mecanizarlo y robotizarlo, dando lugar a la realización del proyecto de un mundo tecno totalitario. Esta digitalización cambiará totalmente nuestra forma de entender el mundo, aislandonos aún más entre nosotros, del medio y de la realidad, construirá y creara nuestras experiencias virtuales y nos ofrecerá nuestros deseos, en definitiva dirigirá y creará nuestras vidas que pretenden ser reducidas a las decisiones de procesadores algorítmicos. Cambiara nuestra forma de relacionarnos, trabajar, cuidarnos, comer, etc. redifiniendo estos conceptos y sometiéndolos a la lógica tecno científica a la velocidad del progreso: desde la tele medicina donde aislados del contacto humano seremos atendidos por bots dotados de Inteligencia Artificial (capaces de“aprender” por si solos) “expertos” en diversos ámbitos desde psicología hasta medicina general. Google esta invertiendo cantidades ingentes de dinero en la “big pharma” conscientes de que esta unión tecno-farmacológica les reportará miles de millones gracias a las posibilidades que ofrece la individualización de la enfermedad, mediante la colonización de nuestros espacios y cuerpos por cientos de sensores como los smartwatch o la domótica que orientarán nuestras vidas, necesidades y deseos, una vida simplificada y condicionada a cambio de nuestra libertad. En Japón los cuidadores de ancianos están siendo sustituidos por robots mucho más “eficientes” y adaptados a la personalidad de estos que los humanos, pasando por la escuela digital con todos los problemas cognitivos ocasionados en los niños: desde problemas de atención, concentración etc. hasta los más sociales como la falta de empatía o solidaridad que desarrollan ante la robotización de la educación (la misma que desarrollamos al llevar la mascarilla y no ver las caras de otras personas), o el tele trabajo donde la extensión de la IA ha cambiado totalmente el concepto de trabajo automatizando y mecanizando aún mas todas las actividades laborales lo que supondrá además de la desparición de millones de puestos de trabajo consecuencias nocivas físicas y psicológicas en las trabajadoras desde el aumento de enfermedades cardiovasculares hasta angustia, estrés, soledad, falta de empatía hacia los demás originada por falta de contacto con el mundo real y la destrucción de toda forma de comunidad ya sea en el trabajo o en cualquier otro ámbito. Si todos nuestros movimientos quedan cada vez mas mecanizados y digitalizados serán cada vez más automatizados como las manillas de un reloj, estandarizados como cualquier producto. Debemos abrazar las múltiples dimensiones de la realidad, la multiformidad de la vida y negarnos a la reducción de nuestro mundo a sus racionales cálculos.
Este proceso de digitalización del mundo físico sería imposible sin dos aristas de esta nueva realidad: el 5G y las `smart cities´. El 5G aumentará la capacidad y la velocidad de conexión entre todos los aparatos y objetos que conforman las smart cities, permitiendo la hiperconctividad necesaria para el funcionamiento del tecno mundo. Las ciudades son colonizadas por miles de antenas, sensores, antenas y procesadores algorítmicos instalados en todos los aparatos que permitirán la mecanización y automatización de toda la ciudad, será la maquina quien tome las decisiones en estas ciudades, quedaremos desplazados por maquinas algorítmicas que dirigen nuestras vidas, significará la racionalización absoluta de nuestras vidas, una nueva organización del espacio y el tiempo más racional sometida a los números. Estas ciudades tienen el aspecto de una fabrica cuyo automatismo tendría como fin ultimo al hombre que se transforma finalmente en un autómata Tanto la 5G como las smart cities son proyectos de control social, todos nuestras actividades físicas y virtuales quedaran registrados, gracias a las capacidades del big data, en miles de datos que son procesados mediante IA, siendo esta capaz de interpretar en tiempo real una gran cantidad de situaciones y señalar en consecuencia ciertas acciones que habría que tomar respecto de ellas. Sin ir más lejos cualquiera de los aparatos inteligentes que llevamos encima saben más cosas de nosotros que quizás nuestros amigos (desde lo que compramos, donde hemos estado, nuestras series favoritas, lo que leemos etc.), dando lugar a la sociedad de la vigilancia permanente y somos nosotros mismos los que ofrecemos los datos mediante los que nos vigilan, controlan, modelan y someten. Es necesario que nos neguemos a entregar nuestros datos, nuestra vida, a el Estado y a las multinacionales tecnológicas.
La Ciencia y el Estado se han erigido, se han subido a un trono, como salvadores de la “emergencia sanitaria” sin embargo sus soluciones: el aumento de autoridad, ciencia, tecnología y burocracia son las mismas que nos han llevado a la situación de devastación absoluta del mundo, dos siglos de colonización industrial sobre todo lo vivo han sido suficientes para envenenar el planeta entero y empeorar consecuentemente las condiciones de vida de todo lo que habita en él. En el imaginario social el progreso tecno científico se ha colado como salvador del mundo sin embargo sus desarrollos nos conducen a el abismo, nos hacen creer que nos salvará del colapso o una catástrofe, sin embargo el colapso y la catástrofe son nuestra vida diaria, es esta sociedad industrial liberticida y ecocida que nos somete a su lógica, que arrasa formas tradicionales de vida para someterlas a la mercantilización, que nos desposee de todo lo natural para luego convertirlo en una mercancía artificializada que poder vendernos, que ha convertido el mundo en un extenso monocultivo, no solo en la agricultura sino en todas las actividades humana, regado por doquier de químicos, radioactividad, ondas electromagnéticas mercancías, etc. La cosmovisión científica del mundo es reducionista, fragmentaria y mecanicista impone leyes universales a todo los complejos procesos y fenómenos que ocurren en el mundo pretendiendo convertir la complejidad y multiformidad del mundo en un laboratorio donde todo quede estandarizado, homogeneizado e ingenierizado, para artificializarlo todo. La visión reductivamete técnica que tiene la ciencia del mundo pretende reducir la naturaleza a un producto más, rediseñar las funciones de los vivo para que sean útil a sus fines y valores instrumentales, rectificar lo vivo. Las tecnociencias mediante las llamadas NBIC (Nanotecnología, Biotecnología, Ciencias de la Información y Ciencias Cognitivas) pretenden la construcción de nuevos sistema biológicos no existentes en la naturaleza y lo consiguen mediante la biología sintética que se encarga de diseñar lo que no existe en la naturaleza o rediseñar lo que ya existe para darle un valor instrumental. La cración de nuevas formas de vida como genomas sintéticos y células sintéticas expande la capacidad del dominio técnico sobre la existencia ya que estas nuevas fornas de vida convertidas en instrumentos que permitirán la colonización y rediseño del mundo constituyendo, las tecnociencias un nuevo paradigma de racionalización, producción y control de la vida en su totalidad, que esta logrando no solo extraer y explotar los recursos de la tierra sino que también esta conquistando las capacidades productivas y de trabajo de muchos organismos vivos, estos trabajaran como robots industriales, sin descanso: son los nuevos obreros del tecno capitalismo ya no son sólo los seres humanos, son microorganismos, plantas y animales rediseñados además de robots provistos de IA. El capitalismo industrial una vez explotada y reducida la naturaleza a mera mercancía pretende conseguir convertir cada una de las partes de nuestro cuerpo en una mercancía más.
Como enemigos de toda autoridad, enemigos de toda mediación sobre nuestras vidas, es necesaria la lucha contra la artificialización de lo vivo y contra la creación de una sociedad tecnototalitaria. Nosotros no vamos a esperar a que llegue el colapso, porque el colapso ya está aquí, son las continuas catástrofes ambientales, sociales y políticas que ocurren cotidianamente, el colapso es la cotidianidad de millones de personas que habitan el llamado “tercer mundo”. Por otro lado, esperar al colapso, que no traerá otra cosa que el ecofascismo, con la esperanza de que sea un proceso emancipatorio, oculta el hecho de que bajo el condicionamiento técnico no es posible ninguna forma de libertad, quienes quieren la libertad sin ningún esfuerzo, solo esperando que el sistema se derrumbe, no se la merecen.
Una lucha alejada de la lógica del izquierdismo posmoderno que tan solo pretende reformar un mundo que se derrumba, que defiende una libertad vacía, superflua. El posmodernismo es lo que les queda a los individuos cuando ya no tienen ningún dominio sobre su existencia, dirigidos por la máquina ven en ella la posibilidad de transformar sus cuerpos o sus vidas. Sin embargo no hay nada liberador ni en la técnica, ni en los que dicen querer usarla como método emancipatorio.
Una lucha que sea realizada por nosotros mismos sin ninguna mediación, que vaya a la raíz del problema: la organización tecno-científica-industrial del mundo.
Por la anarquía.
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Posted: 22 Sep 2020 03:22 AM PDT
Vigilancia
El proyecto de Smart City ya está aquí: nuevas ciudades llamadas inteligentes que aplican tecnologías de información y comunicación, aunque tú y yo sabemos que todos estos dispositivos no son más que pretextos para tenernos fichados e incrementar la vigilancia policial y todo lo que vendrá después; porque está cantado que estos sistemas de videovigilancia darán alas a los polis. En realidad, hay una tendencia general a la utilización de todo tipo de tecnologías de control social, es un hecho constatable. Por un lado, antenas y sensores, grandes bases de
datos, aplicaciones de rastreo, sistemas de reconocimiento facial, drones equipados con cámaras que proporcionan una información única, por el otro, redes con tecnología 5G, biometría o sistemas de reconocimiento facial para espiarnos. Veréis cómo tarde o temprano llegarán arrestos propiciados por este tipo de desarrollos tecnológicos.
A eso hay que añadir las metodologías Smartborders, el concepto de frontera inteligente, toda una red por la que circularán las señales con sus ondas electromagnéticas nocivas para la salud, los animales y el medio ambiente (aunque los expertos que les asesoran negarán esta afirmación).
“Sé Smart”. Con la excusa de la conectividad y la seguridad nos han pillado bien. Seguro que en los planes de Goia y demás alcaldías, entran el intensificar la red de videovigilancia. Tecnología al servicio del capital y las multinacionales.
Llegados a este punto, cuando termines de leer este ejemplar creo que te cambiará el careto. Que EN LUCHA sirva para mantenerte informada y animar al activista que llevas en tu interior; aunque la lucha sea desigual, sal y deja tu rastro. No permitamos la proliferación de todo este tipo de iniciativas “inteligentes”. Que se multipliquen las acciones.
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Posted: 22 Sep 2020 03:14 AM PDT
10, 100, 1000 CENTROS SOCIALES. UN AÑO DE RESISTENCIA CONTRA EL TERRORISMO DE ESTADO
Desde 2019 hasta hoy, el Estado italiano ha llevado a cabo numerosas operaciones represivas e infligido una serie de medidas restrictivas a los compañeros anarquistas, limitando su libertad de circulación y obligándolos a permanecer dentro de los límites de su ciudad o alejarse de la ciudad o región donde ellos residen.
Como destinatarios de este tipo de medidas menores, juntos queremos relanzar nuestra solidaridad con los más de 200 compañeros implicados en los distintos juicios en Italia que comienzan este septiembre y que continuarán durante todo el otoño.
En particular, el juicio de apelación de la Operación Scripta Manent se reanudará a principios de septiembre: este juicio involucra a cinco compañeros que han estado en prisión durante 4 años (dos de ellos durante 8 años) y que ha resultado en más de 20 años de condena. en el primer grado.
Durante este juicio el fiscal Sparagna farfulló de un anarquismo “aceptable” y de uno “criminal”, declaraciones que contienen la estrategia punitiva que el Estado quiere llevar a cabo, basada en dividir lo “bueno” de lo “malo” dentro del movimiento anarquista y el dictamen de sentencias ejemplares.
LOS QUE ASPIRAN A LA LIBERTAD NO SE “MIDEN” A SI MISMOS
Somos anarquistas sujetos a medidas restrictivas tras una serie de investigaciones que han atravesado la península italiana en el último año y medio. Quisieran aislarnos, pero no pueden. Quieren evitar que apoyemos a nuestros compañeros en prisión, pero su represión sólo puede fortalecer nuestra solidaridad.../...
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Posted: 22 Sep 2020 03:06 AM PDT
El pasado 16 de septiembre se volvió a dejar constancia de que la solidaridad y la acción directa es la mejor arma de la que disponemos como medio de defensa frente al Estado y la represión. Alrededor de 150 personas de vallekas y otros barrios de la ciudad se plantaron en la puerta del Ateneo para impedir el desalojo del espacio. No se trata solo del desalojo de un espacio, es la defensa de la okupación como herramienta de lucha en la guerra social, como herramienta para crear con nuestras propias manos, al margen de partidos e instituciones, espacios de lucha, encuentro y aprendizaje.
Y lo conseguimos (gracias a todos y a todas). Contamos con un tibio despliegue de periodistas, furgonas de la policía municipal y el comisario del distrito. Debido a la fluencia de solidarias, la secretaria judicial no tuvo más remedio que pasar de largo. Ahora, cualquier día y sin previo aviso, el Ateneo puede ser desalojado.
Más especial resulta esta muestra de solidaridad si tenemos en cuenta como se esta desplegando el discurso represivo sobre vallekas (y los barrios obreros de Madrid en general): criminalización mediática, constante señalamiento de los medios y la clase política por los casos de Covid-19, persecución a las personas migrantes, abusos policiales, videovigilancia, multas y una persecución especialmente intensificada a la okupación en los últimos meses. Todo ello con la retina cargada de imágenes como las colas del hambre, que no cesan, los desahucios y desalojos, que no cesan, los centros de salud, colapsados, los trabajadores hacinados en el metro y esperando que un político les diga si pueden salir a la calle para algo que no sea trabajar para nuestros patrones. Esa es la lógica del estado y el capital para los pobres y los barrios donde vivimos.
La lucha continua por muchas y variadas formas, la solidaridad no tiene límites ni barreras, y va más allá de los días concretos de desalojos: bancos, inmobiliarias, especuladores, policías, medios de comunicación, políticos y empresarios siguen ahí, manejando y gestando las condiciones de nuestra explotación. Llamamos a extender la solidaridad en todas sus formas.
Este domingo convocamos nuevamente jornadas de resistencia en el Ateneo, y seguimos con el lla- mamiento: el viernes de la semana del desalojo del Ateneo, manifestación a las 20H en vallekas en solidaridad con los espacios okupados. El lugar exacto lo confirmaremos el día del desalojo.
¡Solidaridad con los espacios okupados!
¡Ningún desalojo, ningún desahucio sin respuesta! ¡Okupación, resistencia y acción directa! Read more ... |
Posted: 22 Sep 2020 02:49 AM PDT
El evento tendrá lugar los días 6, 7 y 8 de Diciembre de 2020
Un año más y ya van 18!!! Nuevamente se realiza el encuentro del libro anarquista de Madrid, consideramos necesario fomentar espacios donde acercar las distintas posturas anarquistas tanto entre nosotros como de cara fuera... Ya que nos hayamos en la sociedad más interconectada y sin embargo es el periodo en el que más desconexión hay. Vivimos tiempos donde la profundización y el debate se han convertido en frases de 200 caracteres y textos que de forma individualizada se leen siempre y cuando no sean demasiado largos... Por esto y mucho más continuamos forjando espacios donde debatir, conocerse y profundizar en la lucha. frente a la una cultura infantilizadora que fomenta el individualismo y nos condena al aislamiento mediante el miedo y la justificación tecnocrática sanitaria, ahora que nos condenan al distanciamiento social es cuando mas necesario es conocer difundir y poner en practica la cultura libertaria, solidaridad, apoyo mutuo y horizontalidad.
Más información en: https://encuentrodellibroanarquista.org/
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Posted: 18 Sep 2020 05:17 PM PDT
En esta segunda década del siglo cada vez son más frecuentes las revueltas urbanas a lo largo y ancho de la geografía global, con sutiles variaciones en cuanto a su duración e intensidad. Hong Kong, Francia, Argelia, Irak, Haití, Líbano, Cataluña, Ecuador, Bolivia, Sudán, Chile, Bielorusia y, ahora, Estados Unidos de Amérikkka, han sido sede de multitudinarias protestas ampliamente reseñadas en los medios de domesticación masiva. Como he señalado en otras ocasiones, éstas manifestaciones tienen motivaciones muy particulares que las explican; sin embargo, es indiscutible que todas poseen un vínculo intangible que funge como denominador común de la mayoría de estas movilizaciones: el hartazgo y la rabia de la desesperanza.
Lejos de la retórica izquierdista que insiste contra toda evidencia que «mientras haya miseria habrá rebelión», lo que en verdad ha motivado las rebeliones recientes no ha sido la «miseria» sino la conjunción del hartazgo y la desesperanza. Estos dos factores –que impulsan la añoranza por lo «malo conocido» y anhelan el retorno al Estado benefector, al capitalismo industrial y a la sociedad del trabajo–, son los causantes del malestar generalizado que ha desembocado en la revuelta global de nuestros días.
Resulta cada vez más axiomático que la «miseria» solo produce «miseria». Es decir, servidumbre, mendicidad e incluso, pérdida de toda dignidad. Tal como reza el proverbio: «el hambre es mala consejera». Es la madre de todos esos especímenes que se cuelgan un letrero al cuello que reza «Hago cualquier trabajo» (hasta para las SS, como nos recuerda George Steiner). Por eso, en lugar de crear rebeldes y refractarios, la miseria engendra enfermedad, desnutrición, mortalidad, miedo, explotación sexual, corrupción, soldados, policías, delatores y votantes: miseria humana. Razón por la que se enaltece la miseria desde la izquierda, sabedores que entre sus fauces se ceba el porvenir, o sea, se contabilizan los futuros votos. Solo hay que consignar algunos «premios» y, enunciar abracadabra: la carroña clientelar permanecerá garantizada por un período de tiempo relativamente prolongado, hasta que «ya no quedan premios» (Burroughs dixit) y vuelvan las sublevaciones.
Eso ya lo infería el célebre autor de Los Miserables, pavimentando su brillante carrera política de la mano de su exitosa carrera literaria. En el Libro Séptimo de su conocidísima novela, intitulado «El argot», el poeta y novelista remata:
«Desde el año 1789, el pueblo entero se dilata en el individuo sublimado; no hay pobre que, teniendo su derecho, no tenga su rayo luminoso; el más mísero y desvalido siente en sí la honradez de Francia; la dignidad del ciudadano es una armadura interior; el que es libre es escrupuloso; el que vota reina. De ahí la incorruptibilidad; de aquí el aborto de las desordenadas é insanas concupiscencias; de aquí los ojos bajados heroícamente ante las tentaciones».[2]
Víctor Hugo, después de aventarse un clavado en la profunda alberca de la miseria, otea su maravilloso potencial. Como bien señala Walter Benjamin:
«Fue el primer gran escritor que usó títulos colectivos en su obra: Les Misérables, Les travailleurs de la mer. La multitud significaba para él, casi en un sentido antiguo, la multitud de los clientes –esto es, sus lectores– y de sus masas de votantes».[3]
Ciertamente, la miseria ha avivado incontables revueltas en la historia pero, de manera infalible, han sido «pacificadas» con dosis proporcionales de garote (la neutralización por miedo), pan (la neutralización por subsidio[4]) y, circo (premios de consolación y reformas políticas). Justo, en la aplicación proporcional de estas raciones radica la culminación del conecepto «proletario», en referencia a los ciudadanos sin tierra carentes de trabajo que conformaban la clase más miserable de las ciudades romanas (proletarius), cuya única utilidad –para el Estado– era su capacidad de generar proles (descendencia/hijos).
Estas hordas de excluídos, fueron pacificadas con garrote, pan y circo y, empleadas como «mano represiva» (legionarios), engrosando las reservas de los ejércitos del Imperio. Tal reflexión, motivó a San Charlie de Tréveris –catorce siglos después– echar mano del término «proletario», aterrizando su única definición en una apretada nota a píe de página a lo largo de los copiosos folios de El Capital, donde delimita a priori todas las chapucerías de los marxianos contemporáneos que intentan, de manera arbitraria, subsumir dentro del concepto «proletario» las configuraciones identitarias más insólitas (pueblos originarios y afrodescendientes) tratando de subsanar las limitaciones racistas y las estrecheces economicistas de la visión marxiana.[5]
De payasos y profetas
A propósito del «pauperismo» o la miseria generalizada de las clases jornaleras, ya por allá de 1844-46, decía Proudhon citando a Antoine Eugène Buret[6]:
«La descripción de la miseria de las clases jornaleras […], tiene algo de fantástico que oprime el corazón y espanta. Son escenas que la imaginación se resiste a creer, a pesar de los certificados y de los expedientes gubernativos. Esposos desnudos, ocultándose en el fondo de una alcoba sin amueblar, con sus hijos también desnudos; poblaciones enteras que no van el domingo a la iglesia por no tener ni harapos con que cubrirse; cadáveres insepultos durante ocho días por no haberle quedado al difunto un sudario en que amortajarle, ni dinero con que pagar el ataúd y al sepulturero, en tanto que el obispo goza de cuatrocientos o quinientos mil francos de renta; familias enteras amontonadas en miserables pocilgas, haciendo vida común con los cerdos, y ya en vida ganadas por la podredumbre, o habitando en agujeros como los albinos; octogenarios que duermen desnudos sobre desnudas tablas; la virgen y la prostituta expirando en medio de la misma desnudez e indigencia; en todas partes la desesperación, la consunción, el hambre, ¡el hambre!... ¡Y ese pueblo, que expía los crímenes de sus amos, no se subleva!»[7] (subrayado mío).
Y sí, desde luego que el «pueblo» se ha sublevado infinidad de veces. Los «motines del pan», ocasionados por la privación de alimentos básicos, han sido la contestación de la prole a las hambrunas desde los albores de la civilización, dejando un nutrido registro de efímeras asonadas desde el siglo XIV al XX, con marcada frecuencia en los siglos XVII, XVIII y XIX[8]. Como bien advierte Bakunin:
«Desde que existen sociedades políticas, las masas han estado siempre descontentas y han sido siempre míseras, porque todas las sociedades políticas, todos los Estados, republicanos lo mismo que monárquicos, desde el comienzo de la Historia hasta nuestros días, han sido fundados exclusivamente y siempre, solo con la diferencia de grado en la franqueza, sobre la miseria y el trabajo forzoso del proletariado. […] De ahí un eterno descontento. Pero este descontento raramente produjo revoluciones»[9].
Uno de los motines del hambre –característicos de la época preindustrial– del siglo XVII, de los que se tiene mayor documentación, fue el acontecido la primavera de 1652 en la ciudad de Córdoba en la región andaluza.[10] Casi finalizando el siglo pero de este lado del Atlántico, tendría lugar otra algarada provocada por la miseria: el motín del hambre de 1692 de la Ciudad de México, también conocido como el «motín del pulque».[11] En los siglos XVIII, XIX y XX, igualmente figuraron los motines engendrados por la miseria. Empero, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, estas revueltas serían aprovechadas eficazmente por los «putschiistas» devotos del coup d'État. La miseria comenzaría a parir revoluciones.
La carrera del «revolucionario profesional» empezó a dar frutos en el siglo XIX, consolidandose la estrategia golpista hacia la «toma del poder». Por eso, para San Charlie, Blanqui y sus camaradas, eran la viva encarnación de «los verdaderos jefes del partido proletario».[12] De tal suerte, se alentaba la formación de «especialistas» en los menesteres de la Revolución y se «sacraliba» la política, transformando la Nación, el Estado, el Pueblo, la Raza o, el Proletariado, en una entidad sagrada, es decir, una entelequia suprema, intangible y trascendente, eregida como eje de un sistema de valores, símbolos, ritos, mitos y creencias, que demanda sacrificio, militancia, fidelidad, culto y subordinación del individuo y de la colectividad. Así tomaba cuerpo el simbolismo político en la sociedad de masas[13] y se propagaba «un modo de concebir la política que excede el cálculo del poder y del interés, y se extiende hasta abarcar la definición del significado y del fin último de la existencia»[14]. Para ello, se dotaba a las masas de esperanza en el futuro (¡otro mundo es posible!), mientras se les amaestraba como carne de cañón; es decir, en tanto aprendían el arte de los imbéciles y se diponían a matar y a morir en nombre de la Verdad que los hará felices, enunciada por algún payaso y/o profeta.
Para decirlo con el compañero Bonanno:
«Si hubo un tiempo en el que pensé que sería útil ser un payaso para la revolución, y los mítines sin duda constituyen una actividad teatral como cualquier otra, ahora ya no creo en esta necesidad, no por la inutilidad específica del payaso, que siempre tendrá su papel en todos los movimientos políticos, sino por la posibilidad de que la revolución se pueda lograr tocando la lira al pueblo, con todas las cuerdas de la armonía establecida […] Traer a colación la verdad como símbolo del sacrificio por el cual uno está dispuesto a morir, y por lo tanto a matar, sugiere a otros, si hay una pizca de inteligencia, la solución del enigma, el lugar del truco a ser resuelto para beneficio de todos. ¿Pero quién responde a la esfinge?»[15]
El proceso de incubación
A finales del siglo XIX, la miseria incubó el huevo de la serpiente. Las hambrunas decimonónicas abonaron el terreno para los fascimos (rojo y pardo). Desde 1890, una sucesión de malas cosechas en las regiones del Volga, causó estragos a millones de campesinos en la Rusia zarista. Comunidades enteras huían a las ciudades en busca de alimento. Más de medio millón de personas morían literalmente de hambre o como resultado del tifus y el cólera. A pesar de la hambruna, las autoridades permitieron la exportación de granos, lo que provocó incontables motines y rebeliones campesinas que serían reprimidas por el Ejército imperial a sangre y fuego. Esta situación, indujo a los dirigentes populistas a impulsar su llamado «hacia el pueblo», enrolando a cientos de estudiantes provenientes de las principales ciudades que –desde su visión romántica–, concebían la aldea como una armoniosa comunidad colectiva que encarnaba las aspiraciones socialistas del «alma campesina». Así concluiría la última década del XIX, marcada por las abismales desigualdades del imperio ruso, con una ralea de aristócratas privilegiados y una enorme «masa» de miserables asechada por el hambre y las enfermedades.
Durante los primeros años del siglo XX, la miseria en las zonas rurales continuaría en ascenso, mientras que en las ciudades el desempleo alcanzaba niveles insólitos, lo que desató una ola de manifestaciones y huelgas, en su mayoría emplazadas por los anarquistas. En el verano de 1903, una gigantesca huelga general estremecía el sur de Rusia; en tanto, los «marxistas revolucionarios» se arrancaban el cuero durante su II Congreso en medio de una batalla campal por el control del Partido Obrero Social Demócrata Ruso, lo que originó la irreconciliable división entre bolcheviques y mencheviques.
La «conciencia revolucionaria» se había acrecentado considerablemente con la progresiva escolarización del campo, lo que aunado al descontento generalizado por la derrota militar frente al imperialismo japonés, ubicaba los ánimos al borde de la revolución social.
En los primeros días de 1905, estallaron huelgas en diferentes ciudades del país. El 9 de enero, tuvo lugar una masiva manifestación en Petrogrado (San Petersburgo), encabezada por el cura Gueorgui Garpón. Más de 140 mil mujeres, hombres y niños, empuñando imágenes religiosas y retratos del Zar, marcharon hacía el Palacio de Invierno suplicándole al «Padrecito del pueblo» que aliviase la tremenda miseria que estaban soportando. Los cosacos abrirían fuego contra los manifestantes, dejando un saldo de miles de muertos y heridos. Gorki, bautizaría aquella masacre como «El domingo rojo» y Lenin –el nuevo payaso/profeta–, la interpretó como «la agonía de la tradicional fe de los campesinos en el “padrecito zar”, y el nacimiento del pueblo revolucionario».[16] Sin embargo, para 1913 los miserables de toda Rusia –al grito de «Dios salve al Zar»–se aprestaban a celebrar los trescientos años de gobierno de la dinastía Romanov.[17] A mediados del siguiente año, la embriaguez patriotera conducía a los miserables de nueva cuenta a la guerra como carne de cañón.
Hacia el final de la Gran Guerra, el escenario se exhibía caótico a lo largo y ancho de Rusia. La exigua industria estaba consagrada a satisfacer las necesidades castrenses («el hambre de proyectiles») y, aunque la producción agrícola no se interrumpió, la amplia red de ferrocarriles del Imperio se puso al servicio de la guerra, paralizando el flujo de alimentos a las ciudades. La hambruna resultante, dio paso a intensas protestas y motines.
El 23 de febrero de 1917, las obreras de las fábricas textiles de Petrogrado –bajo las órdenes del partido bolchevique–, se lanzaron masivamente a las calles con el lema «¡No más hambre!», dando inicio a la denominada «revolución de febrero» que desembocó en la abdicación del Zar Nicolás II. El 3 de abril, llegaría a la estación de trenes de la otrora capital imperial procedente de Zúrich el payaso/profeta de la nueva Revolución, contando con el puntual financiamiento del Reich.[18] Treinta y cuatro semanas después, se pondría en marcha el fascismo rojo, prolongándose hasta finales del año 1991. El hambre no desapareció con su implantación pero todos los motines de subsistencia fueron ahogados en sangre.[19] La «pacificación» con garrote, pan y circo, tampoco prescribió con la muerte de Lenin (21 de enero de 1924), por el contrario, se intensificó con su sucesor Iósif Stalin. El nuevo payaso/profeta impondría una gigantesca red de campos de concentración, tristemente conocida como Gulag.[20]
Con diferentes protagonistas, aunque con el mismo guion –experiencia de la que podríamos y, deberíamos, extraer importantes pistas que nos ayuden a entender el presente–, la incubación del fascismo continuó su curso. Desde finales de los ochocientos hasta el año 1913, durante la llamada «Era giolittiana», el Reino de Italia impulsó la integración de su economía en el contexto capitalista internacional, promoviendo la «modernización económica y social». La gran inflación resultante de la Primera Guerra Mundial, derivó en la miseria generalizada a partir de 1918, sembrando el descontento entre los excluidos. Ante la «crisis», los sectores obreros llamaron a huelga extendiendose los conflictos en toda la bota itálica. La rápida descomposición del Estado liberal posunitario y la turbulencia revolucionaria,[21] abonaron el terreno para el ascenso al poder de Benito Mussolini.
Con la llegada de este payaso/profeta, se instauró un nuevo régimen totalitario con los mismos rasgos del «fascismo genérico».[22] Rápidamente incorporó elementos propios, construyendo un «paradigma» a la italiana («fascismo específico»), fundado en el corporativismo, la exaltación del «pueblo», la redención obrera y, el nacionalismo. La ideología de este otro fascismo también se presentaba como una doctrina revolucionaria, ungida de principios socialistas (anticapitalistas, antiparlamentarios, antiliberales y, desde luego, antimarxistas y ultranacionalistas), que propugnaba la intervención del Estado mediante corporaciones profesionales que agrupasen a trabajadores y empresarios afectos al regimen de partido único[23]. Para garantizar el buen funcionamiento del sistema, sería necesario consolidar el terror contra los intelectuales disidentes, las minorías étnicas y, los opositores al régimen (traidores a la nación), a través de un aparato policial extremadamente represivo; afianzar las fuerzas armadas al servicio del líder y su organización partidista –dispuestas a extender el proyecto fascista hacia el exterior– y; emprender la permanente movilización de la sociedad en función del fortalecimiento del Estado.
Una caracteristica esencial del fascismo es su talante anticapitalista y antiburgués[24], manifiesto en su crítica al materialismo imperante en el capitalismo, por lo que demanda su transformación hacia un «capitalismo organizado» (Capitalismo de Estado o, Capitalismo Monopolista Totalitario) fuertemente regulado, que permita la «redistribución del poder social, político y económico.»[25] Para ello apela a sentimientos fuertemente arraigados en el «pueblo», encarnandolos en los símbolos y, su representación en el Estado, por medio del establecimiento de lazos directos entre las «masas», el partido dirigente y el líder.[26] De tal suerte, toda esfera de la actividad humana queda sujeta a la intervención estatal. Como sentenciara el Duce: «todo dentro del Estado, nada en contra del Estado, nada fuera del Estado.»[27]
Pero pese a esta «estatización forzada» (o gracias a ella), el régimen fascista va a gozar de gran popularidad y total aceptación entre las «masas». El estímulo a las actividades de ocio popular; la política de integración; la construcción del «hombre nuevo» a través del sistema de educación y; el fomento de la seguridad social mediante la «Carta del Trabajo»[28] –prometiendo derechos sociales y, un orden de paz y armonía entre obreros y patronos, como fuerzas productivas al servicio de la Nación–, le otorgará el beneplácito popular al fascismo, dotando de especificidad este fenómeno político.
En Alemania, la situación no sería muy diferente. El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei) llegó al poder en 1933 en medio de una gran convulsión social y una profunda depresión económica. El crack de Wall Street de 1929 tuvo severas repercusiones como consecuencia de la enorme dependencia de los prestamos a corto plazo del exterior, allanando el camino de la Revolución nacionalsocialista. La tasa de desempleo entre 1929 y 1932 se incrementó de 6 a 18%, la producción industrial registró una caída de 40% y, la renta per cápita se contrajo en 17%. Esta conjunción de factores estimularon «el ascenso de un nuevo movimiento de masas que, en un período de crisis, movilizó a una gran proporción de la población, seducida por los atractivos de un líder carismático como era Hitler.»[29]
Desde los años noventa del siglo XIX, el movimiento völkisch atesoró fuerzas con el discurso cohesionador a pesar de su organización multiforme y sus diversas preocupaciones ideológicas, a veces contradictorias y rivales entre sí, pero inequívocamente orientadas hacia el antisemitismo, el pangermanismo, la eugenesia y, la reformación de la vida cultural y religiosa. Al interior de este movimiento, cobraba pujanza la presencia juvenil que se sacudía «literalmente las represiones y coacciones de una rancia existencia burguesa»[30] Dando inicio el siglo XX, el movimiento popular cosecharía adhesiones ante las dificultades económicas que acarreó la Primera Guerra. La economía alemana estaba severamente afectada por la prolongación del conflicto. La miseria provocó motines de hambre (1915) e importantes huelgas (1917) socavando la moral en el frente interno.
A mediados de 1917 –bajo la dictadura militar de Lundendorff y Hindenburg– se fundó el Partido Patriótico Alemán (Deutsche Vaterlandspartei/DVLP), con el apoyo de la Alldeutscher Verband. De orientación ultraderechista, nacionalista y militarista. La nueva formación política acogió en su seno al movimiento völkisch, junto a otras corrientes antisemitas del nacionalismo radical alemán, llegando a contar con un millón doscientos cincuenta mil afiliados. Tras la revolución de noviembre de 1918, que puso fin a la monarquía de Guillermo II y, dio paso a la república parlamentaria, el Partido Patriótico se disolvió. Muchos de sus miembros pasarían a engrosar las filas del Partido Nacional del Pueblo Alemán (DNVP); el resto de sus integrantes, bajo la dirección del obrero ferrocarrilero Anton Drexler y el periodista Karl Harrer, conformaron el Círculo Político de Trabajadores (Politischer Arbeiterzirkel). Radicalmente opuesto al capitalismo y al comunismo, el «Círculo» se dedicó en cuerpo y alma al activismo y la agitación política entre los trabajadores.
El 5 de enero de 1919, Drexler y Harrer fundarían en Múnich el Partido Obrero Alemán (DAP) con tan solo 40 militantes. Uno de sus futuros miembros sería Adolf Hitler, quien dos años más tarde, se consolidaría como líder indiscutible del partido. Después de su activa participación en el brutal aplastamiento de la insurrección espartaquista, junto a las milicias de voluntarios (Freikorps), la formación política cambiaría su nombre por el de Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) y, haría público su Programa de 25 puntos –coautoría de Drexler y Hitler– el 24 de febrero de 1920.
Al calor de la miseria, crecía el espíritu ultranacionalista y la cultura racista, lo que facilitó el incremento acelerado de la militancia del partido. El discurso demagogo del NSDAP, centrado en el ataque a los bancos y las grandes empresas, junto a la defensa del socialismo de Estado como propuesta económica garante de la seguridad social, ejerció gran influjo entre los trabajadores y una enorme aceptación general, proporcionándole dos victorias con mayoría simple en las elecciones democráticas parlamentarias de 1932 y, el posterior nombramiento de Hitler como canciller (1933).
La miseria que viene
Las revueltas de subsistencia más connotadas de finales del siglo pasado fueron las de Argentina en 1989, durante la hiperinflación de los últimos días de gobierno de Raúl Alfolsín, destacando la proliferación de «ollas populares» y la expropiación colectiva del centro comercial Cruce Castelar en el Municipio de Moreno en Buenos Aires[31]. Aquella experiencia, pronto sería neutralizada con medidas oficiales de contención mediante la provisión de alimentos a las zonas populares, consolidándose como prácticas clientelares que favorecieron el empoderamiento de líderes y dirigentes sociales como mediadores con el sistema de dominación, garantizando el control social y la recuperación sistémica. Se repetirían los motínes de subsitencia en el país austral a comienzos del presente siglo originando el levantamiento de diciembre de 2001 que produjo la caída del gobierno de Fernando De la Rúa. Nuevamente serían apaciguados con garrote, pan y circo, mientras se asfaltaba el futuro del matrimonio Kirchner (2003-a la fecha) con el voto por la izquierda asegurada.
En lo que llevamos andado del siglo XXI, se ha registrado una retahila larga de protestas y rebeliones por hambre. En enero de 2007, bajo el lema de «sin maíz no hay país» y contra la ratificación del Tratado de Libre Comercio de Amérca del Norte (TLCAN), decenas de miles de manifestantes tomarían las calles de la Ciudad de México en protesta por el alza del precio del maíz. En septiembre de ese mismo año, en Myanmar (antigua Birmania) el aumento en los precios de los alimentos y la gasolina, provocó la insurrección de las monjas y monjes budistas conocida como la «revolución del azafrán». Durante la primavera del año 2008, estallaron motines en diferentes ciudades de Egipto, Marruecos, Haití, Filipinas, Indonesia, Pakistán, Bangladés, Malasia, Senegal, Costa de Marfil, Camerún y Burkina Faso.
Las rebeliones de los miserables se intensificaron con la llamada «crisis financiera internacional» que agravó el hambre en el mundo con la volatilidad creciente de los productos agrícolas al ser incluidos en las bolsas de «commodities», como resultado de la incursión de fondos especulativos en estos rubros. Desde entonces, los precios continúan en alza, arrojando a más de cien millones de personas a la miseria. Lo paradójico es que con la industrialización del agro –de la mano de los pesticidas y la manipulación biotecnológica– la actual sobreproducción agrícola es exuberante. Hoy, las hambrunas no se deben a la penuria ni a los infortunios meteorológicos sino a otros factores.
La especulación financiera de los productos alimentarios ha forzado a 820 millones de personas alrededor del mundo a vivir en extrema pobreza, de las cuales 265 millones podrían morir de hambre, según las proyecciones más conservadoras del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Se estima que unas 12,000 personas morirán de hambre diariamente como consecuencia del impacto económico de la pandemia, número muy superior a los que fallecerán por las secuelas del virus Covid-19. En tanto, ocho de las mayores corporaciones productoras de alimentos y bebidas han repartido entre sus accionistas más de 18.000 millones de dólares desde que inició la crisis sanitaria. Los economistas esperan que la contracción de la producción global genere alrededor de 450 millones de parados en el mundo pero, de enero a la fecha, han aumentado más de 40% sus fortunas los 12 multimillonarios más acaudalados del planeta.
Muy probablemente, esta miseria anunciada suscite incontables rebeliones que facilitarán el acenso de nuevos payasos/profetas y el establecimiento de nuevos gobiernos populistas. Pero, ninguna conducirá al ocaso del capitalismo ni al fin de la dominación. Con la «neonormalidad» que nos imponen, se reinventan los capitales y se remoza la dominación, regresando a los Estados fuertes y a la retórica nacionalista, en un marco de reorganización que vuelve a dejar fuera del texto la libertad individual y colectiva en busca de «soluciones urgentes», fortaleciendo las tentaciones autoritarias.
Otra vez, la miseria incuba al fascismo (rojo y/o pardo) disfrazado de solución revolucionaria y transformación radical y, se instituye como la razón de lucha que intenta reemplazar la vieja realidad. El auge contemporáneo del fascismo y su galopante institucionalización, nos revela su evidente aceptación a través de la reiterada narrativa de «la recuperación de los valores perdidos» que capitaliza el pasado –supuestamente «heroico» y siempre mejor que el presente– y lo moldea como producto disponible en un futuro mejor.
No podemos caer en la trampa de la «urgencia» y bajar la guardia ante el reemplazo autoritario de la realidad. El Poder mantiene cautiva a la realidad desde el primer día de su ejercicio sobre la faz de la Tierra. De ahí la imposibilidad de transformarla –como cínicamente proponen las izquierdas en todos los confines–; la cantaleta de “Otro mundo es posible” es la trampa contemporánea para prolongar la homonimia «Poder=realidad». Por ello la apetencia de poner en práctica un pensamiento-acción capaz de demoler la realidad. No de transformarla. Solo así se desarma la trampa de la totalidad. He ahí la necesidad de pensar la praxis anárquica en su dimensión excesiva, la necesidad de pasar de los sintagmas preposicionales al paradigma. Empero, para concretar un nuevo paradigma anárquico es imprescindible quemar todas las hojas de ruta.
Imaginemos por un instante que lo «normal» no sea el capitalismo ni la continuidad ad infinitum de la dominación sino ese mundo en ruinas al que nunca hemos temido. Pensemos en la destrucción definitiva del trabajo, en la demolición de todo lo existente, en el derrumbe terminante de la civilización. Caminemos, sin desviarnos, hacia ese objetivo. La pericia del fuego es una apuesta tentadora que alienta nuestros anhelos de liberación total e impulsa la reyerta. Hoy, lo único que tenemos que salvar es el fuego. El resto: ¡qué arda hasta las cenizas!
Gustavo Rodríguez,
Planeta Tierra, 1º de septiembre de 2020
(Extraído del folleto «El aroma del fuego: la rabia de la desesperanza en un mundo tripolar», septiembre, 2020.)
Notas
[1] Odier, Daniel, El trabajo (The Job). Entrevistas con William Burroughs, Enclave de Libros Ediciones, Madrid, 2014.
[2] Víctor Hugo, Los miserables, Cuarta Parte, Libro Séptimo-El argot, Garnier Hermanos Libreros-Editores, Paris, 1901, p. 282.
[3] Benjamin, Walter, El París de Baudelaire, 1º Edición, (Mariana Dimópulos, trad.), Eterna Cadencia Editora, Buenos Aires, 2012, p.136.
[4] Esta estrategia neutralizadora es harto común en América Latina, generalmente orquestada por una red clientelar, tejida por los partidos políticos y un conjunto variopinto de organizaciones sociales que se han instituido como interlocutoras con el Estado, ya sea mediante la movilización y/o a través de la negociación y el acuerdo con la dominación.
[5] «Por "proletario" únicamente puede entenderse, desde el punto de vista económico, el asalariado que produce y valoriza "capital" y al que se arroja a la calle no bien se vuelve superfluo para las necesidades de valorización del "Monsieur Capital", como denomina Pecqueur a este personaje. "El enfermizo proletario de la selva virgen" es una gentil quimera del señor Roscher. El habitante de la selva virgen es propietario de ésta y la trata tan despreocupadamente como lo hace el orangután, esto es, como a propiedad suya. No es, por ende, un proletario. Lo sería si la selva virgen lo explotara a él, y no él a la selva virgen. En lo tocante a su estado de salud, el mismo no sólo resistiría la comparación con el del proletario moderno, sino también con el de "personas respetables", sifilíticas y escrofulosas. Es probable, no obstante, que el señor Wilhelm Roscher entienda por selva virgen sus landas natales de Luneburgo.» Marx, K., El Capital, Tomo I, Vol. 3, capítulo XXIII: La ley general de la acumulación capitalista, Siglo XXI editores, México, 2009, nota número 71, p. 761.
[6] Cfr. vid. Buret, E: De la misère des classes laborieuses en France et en Angleterre, París, 1840.
[7] Proudhon, P. J., Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria, (F. Pi y Magall, trad. y prólogo), Primera Parte, Cap. VI, El Monopolio, Librería de Alfonso Durán, Madrid, 1870, p.p. 312-313.
[8] Hasta la segunda mitad del siglo XIX, las causas del hambre fueron las malas cosechas provocadas por las constantes heladas, las inundaciones y las devastadoras sequías que produjo la famosa «Pequeña Edad de Hielo», a lo que debe agregarse –como agravante– los habituales atropellos contra los desposeídos y las medidas draconianas impuestas por las clases dominantes.
[9] Bakunin, Miguel, Obras completas, Vol.1, 3ª Ed., Las Ediciones de La Piqueta, Madrid, abril 1986, p.159.
[10] Tras la terrible epidemia de peste que debastó la región entre 1649 y 1650, se registró un incremento sustancial en los precios del trigo provocando la hambruna entre los más desposeídos. La muerte por hambre de un niño en el Barrio de San Lorenzo, haría estallar un colérico motín a comienzos del mes de mayo. Una multitud de campesinos asaltaría la casa del corregidor y de prominentes acaudalados de la ciudad, expropiando masivamente el grano acaparado. La rebelión sería apaciguada con la mediación de Diego Fernández de Córdoba, que aceptó sustituir al corregidor (vizconde de Peña Parda) y establecer un precio fijo para el pan, exigiéndole a los campesinos cordobeses que entregaran las armas y regresaran a sus casas. El rey Felipe IV ordenó la entrega de recursos a la ciudad para la compra de trigo y otorgó el perdón a los amotinados, poniendo fin a la revuelta con abundancia de grano y el abaratamiento del pan. Cfr. vid, Díaz del Moral, Juan, Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, Alianza Editorial, Madrid, 1967.
[11] Después de un prolongado período de torrenciales aguaceros e inundaciones en el Valle de México, que afectaron severamente las zonas agrícolas, le siguío una plaga de chiahuixtle que dio cuenta de las pocas cosechas que habían subsistido a las aguas. La carestía de maíz y trigo y, la especulación de los comerciantes, indujo un alza en el precio de los granos, desatando en plena epidemia de sarampión el hambre en los sectores excluidos –«indios, negros, criollos y bozales de diferentes nacionalidades, chinos, mulatos, moriscos, zambaigos, lobos y españoles zaramullos (que eran los pícaros, chulos y arrebataropas)»–; ante la escasez de alimentos las mujeres indígenas se lanzaron al asalto de la alhóndiga en busca de sustento. Inmediatamente se produjo la revuelta en plazas, mercados y pulquerías, envalentonados y eufóricos por los efectos del «néctar de los dioses». Al grito de ¡Viva el pulque! se desencadenó la ira de los amotinados que enfilaron rumbo al Zócalo, dispuestos a quemar el palacio, matar al virrey y al corregidor. A las cinco de la tarde del 8 de junio de 1692, con piedras y machetes en mano, los sublevados quemaron el palacio virreinal, las casas del ayuntamiento, sus juzgados y oficios de escribanos, la puerta de la Real Cárcel de Corte, la alhóndiga y los cajones y puestos de la plaza mayor. Las expropiaciones de bienes y alimentos fueron masivas, siendo saquedas las tiendas de mercadería, semilla, hierro, loza y otros géneros. Al otro día la represión no se dejaría esperar, muchos de los amotinados serían ahorcados, otros azotados y se expulsaría de la ciudad a la población indígena hacia los barrios periféricos. Tras el tumulto, hubo bastante maíz y trigo que llevaron de la ciudad de Celaya para apaciguar a los sublevados. Cfr. vid, Robles, Antonio de, Diario de sucesos notables (1665-1703), vol. III, Porrúa, México, 1945. Y, Sigüenza y Góngora, Carlos, “Alboroto y Motín de México del 8 de junio de 1692”, en Relaciones históricas, UNAM, Biblioteca del Estudiante Universitario, México, 1954. Otra versión de los hechos, afirma que «el tumulto no había sido motivado por la falta de maíz, sino que antes bien tenían mucho escondido en sus casas; que lo habían escondido para tenerlo acumulado cuando se sublevaran, y que como la cosecha de maíz se había perdido y había poco y caro, compraron mucho más de lo necesario y lo enterraron para que con ello faltase a la gente pobre y éstos, viendo que valía la comida tan cara estarían de parte de los sublevados.», Carta de un religioso sobre la rebelión de los indios mexicanos de 1692, Editor Vargas Rea, México, 1951, recogido en Feijóo, Rosa, El Tumulto de 1692, Revista Historia Mexicana, El Colegio de México, Vol. XIV, N° 4, Abril-Junio 1965, p. 458.
[12] Marx, K., El 18 brumario de Luis Bonaparte, Fundación Federico Engels, 2003, p.21
[13] Cfr. vid. Mosse, George L., La nacionalización de las masas. Simbolismo político y movimientos de masas en Alemania desde las Guerras Napoleónicas al Tercer Reich, Ediciones de Historia Marcial Pons, Madrid, 2005.
[14] Cfr. E. Gentile, «La sacralización de la política y el fascismo», en J. Tussel, E. Gentile, G. Di Febo, (Eds.), Fascismo y franquismo cara a cara. Una perspectiva histórica, Biblioteca Nueva, Madrid, 2004, p.p. 57-59. Véase también, Gentile, Emilio (1973), La vía italiana al totalitarismo. Partido y estado en el régimen fascista, Siglo XXI, Madrid, 2005; y, Gentile, Emilio, Fascismo: historia e interpretación, Alianza editorial, Madrid, 2004.
[15] Bonanno, Alfredo, Miseria della cultura. Cultura della miseria, Colla Pensiero e azione, Parte Seconda, Cap. IV, Edizioni Anarchismo, 2015, p.175.
[16] Lenin, V.I. (1905), «El “padrecito Zar” y las barricadas», en Obras Completas, Tomo VIII, Akal Editor, Madrid, 1976, p.108.
[17] Las principales calles de San Petersburgo se engalanaron con los colores imperiales y los retratos de los zares, mientras largas cadenas de luces de colores encendían por las noches con la leyenda 1613-1913 y el águila bicéfala del imperio, deslumbrando a los forasteros, muchos de los cuales nunca habían visto la luz eléctrica. «La ciudad era un hervidero de curiosos procedentes de las provincias, y los transeúntes usualmente bien vestidos que paseaban en torno al Palacio de Invierno se veían ahora superados en número por las masas sin lavar (campesinos y trabajadores ataviados con sus blusas y gorras, y mujeres vestidas de harapos con pañuelos en la cabeza)». Cfr. vid. Figes, Orlando, La revolución rusa. La tragedia de un pueblo (1891-1924), Edhasa, Barcelona, 2010.
[18] Los alemanes brindaron ayuda económica a Lenin y los bolcheviques, con la intención de que la revolución en la retaguardia forzara la retirada de las tropas rusas del frente, tal como sucedió. En marzo de 1918, Rusia y Alemania firmaron un armisticio en la ciudad fronteriza de Brest-Litovsk (Bielorrusia), en virtud del cual los rusos renunciaron a grandes territorios (Estonia, Finlandia, Lituania, Polonia y Ucrania) y, la mitad de su industria. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética recuperó todo lo perdido en Brest-Litovsk e implantó el fascismo rojo en toda su órbita de influencia.
[19] El disturbio por hambre más silenciado de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, fue el «motín de la mantequilla» en la ciudad de Novocherkassk, durante los primeros días de junio de 1962. En pleno esplendor del Imperio rojo, al calor de la denominada «guerra fría», Nikita Jrushchov ordenó instalar misiles nucleares en Cuba con la intención de amedrentar a Estados Unidos y evitar otra escalada militar contra su nuevo satélite. Consiente que la decisión podría desatar la Tercera Guerra Mundial, exigió al complejo militar-industrial soviético aumentar la producción de armamentos, decretando drásticos recortes presupuestales en cualquier sector que no estuviese relacionado a la esfera castrense. El 1º de junio, el Comité Central del PCURSS anunció un alza en los precios de la canasta básica (subió el valor de la carne, la mantequilla y los huevos). El golpe más duro por el alza de precios lo sufrieron los trabajadores cuyas empresas acababan de recortar los sueldos. Los empleados de la Fábrica de Locomotoras Eléctricas «Budyonny» de Novocherkassk, sería uno de los grupos más afectados. Ante la situación, los trabajadores se declararon en asamblea permanente lo que derivó en una masiva protesta en la que participaron más de 5 mil manifestantes. Las autoridades comunistas enviaron los tanques del Ejército Rojo con el objetivo de atemorizarlos pero al no poder persuadirlos ordenaron abrir fuego contra los trabajadores, asesinando a 26 manifestantes e hiriendo a 87. Siete personas fueron incriminadas por asociación ilícita y ejecutadas por los hechos; también serían sentenciados ciento cinco manifestantes, acusados de sedición y condenados a 10 y 15 años de cárcel, quienes al terminar su sentencia fueron obligados a firmar un documento jurando que nunca divulgarían estos hechos. Cfr. vid. Mandel, D., ed., Novocherkassk 1-3 yunya 1962, g.: zabastovka i rasstrel, Moscow: Shkola trudovoi demokratii, 1998. Y, Siuda, Pyotr, Novocherkassk Tragedy, Obschina, 1988, disponible en: https://libcom.org/files/1962%20The%20Novocherkassk%20Tragedy.pdf (Consultado: 31/08/2020)
[20] Solo durante la gran purga de1937-38, más de un millón de personas fueron asesinadas o bien fallecieron en los helados campos de trabajo forzado, la mayoría ex miembros del partido bolchevique, obreros y campesinos.
[21] Cfr. vid, Luebbert, Gregory M., Liberalismo, fascismo o socialdemocracia. Clases sociales y orígenes políticos de los regímenes de la Europa de entreguerras, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 1997.
[22] Griffin, Roger, «Cruces gamadas y caminos bifurcados: las dinámicas fascistas del Tercer Reich», en Mellon, Joan Antón, Orden, jerarquía y comunidad. Fascismos, dictaduras y postfascismos en la Europa contemporánea, Tecnos, Madrid, 2002, p.109; Payne, Stanley G., Historia del fascismo, Editorial Planeta, Barcelona, 1995, p.12.
[23] Cfr. vid, Preti, Domenico, La modernizzazione corporativa (1922-1940): economia, salute pubblica, istituzioni e professioni sanitarie, Franco Angeli, Milano, 1987; Economia e instituzioni nello Stato fascista, Editori Reuniti, Roma, 1980. Y; Pinto, António Costa (ed), Corporatism and Fascism. The Corporatist Wave in Europe, Routledge, London, 2017.
[24] Paxton, Robert O., Anatomía del fascismo, Ediciones Península, Barcelona, 2005, p.11.
[25] Ibídem, pp. 18-19.
[26] Op.Cit, Mosse, George L., pp. 69 y ss.
[27] Mussolini, B., El fascismo, Bau Ediciones, Barcelona, 1976.
[28] En la «Carta del Lavoro» (Carta del Trabajo), «documento político del partido» autorizado por Benito Mussolini el 21 de abril de 1927 –aniversario de la fundación de Roma–, dictado por el Gran Consejo del Fascismo y publicada en Il Lavoro d'Italia dos días después (23), quedarían proclamados «los derechos sociales de los trabajadores italianos» en una trama jurídico-político-ideológica que «representa el punto culminante de la gran obra de renovación de la legislación general que ha reconstruido armónicamente todo el sistema de ordenamiento jurídico italiano, basándolo en los principios fundamentales de la Revolución fascista […] Este documento de nuestra Revolución social en cuanto corporativa […] presenta una feliz síntesis entre las dos fuerzas que siempre han acompañado la milenaria historia de Roma: tradición y revolución […] la luminosa idealidad que la revolución de las camisas negras, bañando con su sangre los atormentados campos de Europa, en siembra de una más alta justicia social entre los individuos y entre los pueblos, tiende […] a llevar hacia la victoria, con su fuerza y con su espíritu indómitos, contra los enemigos de una palabra enemiga de la Fe y la Civilización.» Vid. Mazzoni, Giuliano, Los principios de la “Carta del Lavoro” en la nueva codificación italiana, Revista de Estudios Políticos, 6, pp. 227-249. Disponible en: Dialnet-LosPrincipiosDeLaCartaDelLavoroEnLaNuevaCodificaci-2126260.pdf (Consultado 30/8/2020). Para información complementaria ver también: Heller, Hermann, Europa y Fascismo, Condes, F.J. (trad.), Estudio Preliminar «El fascismo y la crisis política de Europa» de José Luis Monereo Pérez, Editorial Comares, Granada, 2007.
[29] Fulbrook, Mary, Historia de Alemania, Beatriz García Ríos (trad.), Cambridge University Press, 1995, p.241.
[30] «Los miembros de los Wandervögel (“pájaros errantes”) se vestían con ropas deportivas amplias y cómodas y se dedicaban a realizar excursiones y acampadas por la campiña, cantando y tratando de adoptar un estilo de vida lo más natural posible; estos grupos aún mostrándose críticos con la política oficial (despreciando sobre todo la política parlamentaria de partidos) y el sistema de educación establecido, solían ser no solo muy nacionalistas, sino al mismo tiempo antimaterialistas y antisemitas, dado que en la sociedad moderna se identificaba a los judíos con la burda acumulación de dinero.» Ibídem, pp. 202-204.
[31] Del 24 al 31 de mayo de 1989 se registraron 282 acciones de expropiación masiva en Rosario, Córdoba, Mendoza, Tucumán y Capital Federal.
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Posted: 17 Sep 2020 09:24 AM PDT
Salud compañeros, celebramos el tercer numero de nuestro boletín semilla negra que brota a raíz de las injusticias de parte de los gobiernos y Estados de todo el mundo, donde el capitalismo busca en cada rincón del planeta perpetuarse con mayor brutalidad. En esta región el poder político impone mano dura contra quien resista, sus proyectos de control ,hambre, miseria, encierro y muerte. El golpe de su crisis afecta como siempre a los mas humildes ,imponiendo un estado policial que a dejado un saldo mas de 100 asesinatos en barrios y comisarias y cárceles sumando una crisis sanitaria que ha dejado a mas de 5.000 personas sin laburo y sin techo. lo cual el llamado a la revolución social es urgente!
SANTIAGO MALDONADO, RAFAEL NAHUEL, FACUNDO CASTRO PRESENTE ! LIBERTAD A TODXS LXS PRESXS Y COMPAÑERXS SECUESTRADXS POR LXS ESTADOS EN TODO EL MUNDO!
Siempre que observamos, analizamos y reflexionamos sobre el juego de la política vemos que por muchos años siempre hemos sido los eternos explotados los eternos perdedores, pero nunca vencidos; porque mientras exista un rebelde un paria que mira y siente el dolor ajeno como si fuera propio, la lucha contra la tiranía y el poder jamás desaparecerá, así como ese sueño y deseo de libertad que es una luz en el horizonte que se aleja con cada paso que damos en la lucha, pero no retrocede ni claudica y en su empeño. Responde siempre ante una injusticia y no pone la otra mejilla cuando el Estado golpea, sino que responde con mayor violencia hacia quienes escudándose en la moralidad y en las leyes, cometen los más horrendos crímenes.
Pero no es el odio, el que nos empuja a reaccionar contra los eternos enemigos, es si no por el amor que sentimos es ese amor por la vida, vida que el capitalismo destruye día a día, es ese amor a la libertad que nos empuja a combatir a los opresores de cualquier gobierno, lejos de querer ocupar sus sucios puestos sabemos que el poder corrompe y corromperá siempre a cualquiera quien lo ejerza.
No queremos el poder para nosotros si no que nuestra lucha aspira y quiere la libertad para todos libertad que no obtendremos por vías místicas ,ficticias políticas electorales gubernamentales porque estas son las principales trabas que el poder y la autoridad edifica para impedir la verdadera libertad, esa libertad que no conoce leyes más que de la propia naturaleza, códigos ni estadísticas, esa libertad que no reconoce autoridad alguna, esa libertad en donde nos reconocemos como iguales rechazando la jerarquía y el mando, sosteniendo el apoyo mutuo y la solidaridad como el factor evolutivo entre todas las especies, permitiendo actuar, según nuestras propias necesidades en el interés común de todos para resolver cualquier problema que pueda surgir y dar soluciones inmediatas sin burócratas ni parasitismos partidistas.
La libertad solo se puede conseguir con y por caminos de libertad.
salud y revolución social.
Alentamos la difusión y propagación de este material. La propiedad intelectual también es un robo.
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Ingobernable
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