Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- [Libro] Iglesia y anticlericalismo en los procesos revolucionarios en España
- La Fundación Anselmo Lorenzo reeditará el número 11 de la revista 'Mujeres Libres' en edición facsimilar
- [Vídeo] Anarquismo y existencialismo
- Las últimas horas de Ferrer y Guardia, y su final
- Presentación del libro "Ángel Pestaña, falangista. Anatomía de una mentira histórica"
[Libro] Iglesia y anticlericalismo en los procesos revolucionarios en España Posted: 10 Sep 2021 04:42 AM PDT Os presentamos el libro electrónico, con una temática siempre controvertida, y como tal siempre necesitada de ser rigurosamente contrastada, escrito por Julio Reyero González.
Índice:
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Posted: 10 Sep 2021 04:37 AM PDT Tras el éxito de la publicación del número 1, nos complace anunciar el lanzamiento del número 11 de la histórica publicación anarcofeminista. Dentro de nuestra labor de rescate y difusión de la cultura libertaria tratamos de abordar aquellos materiales y documentos que entendemos pueden ser más necesarios y pueden tener mayor impacto en la actualidad. Por eso que desde hace unos años venimos rescatando la historia doblemente olvidada de la Federación de Mujeres Libres, entendiendo que el feminismo se ha convertido en uno de los principales frentes de lucha por el cambio social de los últimos años. En 2018 inauguramos la que es hasta ahora la más detallada exposición sobre la organización anarcosindicalista realizada hasta la fecha: «Mujeres Libres, precursoras de un mundo nuevo (1936_1939)». Una exposición comisariada por la historiadora Sonia Lojo y realizada por los directores de arte Sancho R. Somalo y Byron Maher que a día de hoy sigue girando por toda la geografía con enorme repercusión. Así mismo, hemos reeditado fotografías del archivo histórico de la fundación y la bandera original de la organización. Dentro de esta labor de difusión, nos propusimos reeditar el conjunto de la revista Mujeres Libres en versión facsímil atendiendo al valor histórico y artístico de la publicación original. Comenzamos publicando el primer número que a día de hoy cuenta ya con tres reediciones y mil quinientos ejemplares vendidos. Ahora nos es grato anunciar que para este otoño 2021 la fundación Anselmo Lorenzo publicará, también en edición facsimilar, el número 11 de dicha publicación. Por qué el número 11 La revista que comienza a editarse en 1936 y termina su primera época en 1939 sufre numerosos cambios motivados por el golpe de estado fascista, el triunfo revolucionario en gran parte del territorio español y los tres años de guerra. Tras la publicación del primer número de la revista, creemos que el número 11 aportará una idea clara de la importancia que alcanzó Mujeres Libres en un época en la que el peso de la religión católica y la tradición patriarcal hace más significativa la increíble fuerza de esta organización específica de mujeres. Una organización que llegó a contar con casi 30.000 mujeres afiliadas e implantación en todo el territorio no sometido por los fascistas. La revista cuenta con 58 páginas que recogen la creación de la Federación Nacional, las actividades y talleres de capacitación profesional de la organización en los diferentes territorios, las publicaciones editadas por la organización, un mitin realizado en Valencia por Federica Montseny, Lucía Sánchez Saornil y María Jiménez, análisis sobre la situación de la mujer, crónicas de guerra y un buen número de artículos divulgativos. Como no podía ser de otra manera, Emma Goldman también colabora con una pieza que demuestra la estrecha relación del anarcofemisnismo internacional con la lucha antifascista española. Todo este ingente material que está presentado con un cuidado diseño e ilustraciones del artista Baltasar Lobo dan muestra de la potencia alcanzó la organización y sorprenderá a todas aquellas personas que adquieran la publicación. Un paso previo a la publicación completa de la revista Próximamente llegará a sindicatos, distribuidoras y librerías el número once de la publicación pero la labor de recuperación de la revista no acaba ahí. Dentro del plan de trabajo, se ha acordado también publicar la revista completa tan pronto como nos resulte posible. Una edición que supondrá un ingente trabajo a esta fundación pero que entendemos vendrá a llenar un vacío historiográfico injustificable. Read more ... |
[Vídeo] Anarquismo y existencialismo Posted: 10 Sep 2021 04:36 AM PDT |
Las últimas horas de Ferrer y Guardia, y su final Posted: 10 Sep 2021 04:04 AM PDT Justificación Francisco Ferrer y Guardia, es sin duda alguna, la más conocida de todas las víctimas que provocó la llamada Semana Trágica de 1909. Jornadas en las que se vio incriminado por lo que era y por lo que representaba, resultando al final víctima propicia de un sistema político y judicial caduco y muy cuestionado que acabó convirtiéndolo involuntariamente en un mártir de sus ideas, y a su vez sobreviviendo su memoria como pedagogo o como símbolo de referencia del librepensamiento. Ferrer, fue sin duda, un personaje poliédrico, y transcurridos más de 100 años de su desaparición, es bueno aproximarse a algunas de sus facetas, y para ello nada mejor que su testamento, o las últimas horas que pasó sobre la tierra, para poder apreciar con ambos elementos el balance que él mismo hace obligado de su agitada vida íntima o de sus logros económicos, destacando muy en particular su brava y fría actitud personal frente a la muerte. Y en ambos casos con papeles por medio. Así, tal como recogió el periodista Santiago Tarín en un artículo publicado en La Vanguardia[1] con motivo de una exposición que había organizado el Colegio de Notarios de Cataluña con los testamentos redactados por conocidos personajes históricos, que según él permitian conocer cuáles habían sido sus últimas voluntades. Explicando en su trabajo, por ejemplo, que Enric Prat de la Riba, dejó bien clara su preocupación ante el bienestar de sus hijos, si estos llegaban; mientras que el caso de Francesc Ferrer i Guàrdia empleó sus últimas horas para dejar escrita, según Tarín, una emotiva declaración de inocencia. Explicación última que a nuestro entender, quedó corta ante el contenido del resto del documento. Y por lo mismo, se preguntaba Tarín, de forma retórica, al respecto de Ferrer: “¿Cómo ponerse en la piel de alguien que sabe que va a ser ejecutado, en la certeza que en poco tiempo las balas segarán su vida?”. Punto seguido recogía en su trabajo unas palabras que encabezaban el testamento de Ferrer y Guardia, con las que Ferrer vaticinaba, algo que nunca se cumplió por parte del estado, declarar su inocencia. Como tampoco se ha cumplido su petición de que no se realizaran actos públicos en su memoria.
Aquel testamento de Ferrer, expuesto en la exposición, abarcaba 16 páginas, que siguiendo la costumbre de la época, estaban escritas a mano, constando al final que el testamento se rubricó por Ferrer a las cuatro y media de la madrugada del mismo 13 de octubre de 1909. Horas después, Ferrer se ponía frente al pelotón de fusilamiento en el foso de Santa Amàlia, en el castillo de Montjuic, siendo uno de los cinco ajusticiados por las autoridades, incluido un deficiente mental, en represalia por la Semana Tràgica, en la que en realidad no participó, ni dio orden alguna a nadie. El caso provocó un gran escándalo internacional, con campañas de todo tipo que pedían la revocación del consejo de guerra, pero el Gobierno de la época hizo oídos sordos a las demandas, llegando a la iniquidad de que las cartas escritas por Ferrer a sus deudos en sus últimas horas, en un acto de mezquindad, no fueron entregadas a sus legitimos destinatarios, sino al capitán general de la 4ª región militar, el general Luis de Santiago, de mano del general jefe de estado mayor de la Capitanía General de Barcelona, asunto que se destapó al reclamarlas por escrito su compañera Soledad Villafranca.[3] Las últimas horas de Ferrer y Guardia A última hora de la tarde del día 12 de octubre de 1909, el juez instructor de la causa, el comandante Valerio Rasso Negrini, junto con su secretario el cabo José Gandía, tuvo la ingrata labor de leerle en persona a Ferrer y Guardia, en el despacho del gobernador del castillo de Montjuic, donde lo habían trasladado el día antes, su sentencia de muerte, y punto seguido el preso entró en capilla, desconociéndose si fue encerrado en la capilla del propio castillo o en una celda habilitada para aquellos menesteres. Los testimonios de aquellas últimas horas hablan de la actitud serena demostrada en todo momento por Ferrer y Guardia, o de la firmeza con que rechazó, de forma cordial pero categórica, la compañía del capellán del castillo, Eloy Hernández, poniendo Ferrer énfasis en su laicidad. Pero sus carceleros, forzados por el capellán no retiraron los símbolos religiosos de la celda. Ferrer parecía consciente de la resonacia que habían tenido su encarcelamiento y la correspondiente condena, teniendo en cuenta que todo había tenido lugar tres años antes, y por lo mismo confiaba que el gobierno finalmente se inclinaría, impelido por las circunstancias, a la condonación de su condena. Pero a medida de que pasaban las horas, la espezanza del indulto se desvanecía. Y fue entonces, ante la certeza de lo inevitable, que sobre las ocho de la tarde, y después de pedir unos folios, que de forma diligente le proporcionó el comandante secretario Dionisio Terol Orozco, empezó a escribir cartas a sus íntimos y de paso pidió poner en orden sus asuntos, momento en que el capellán se retiró, no sin antes informar a Ferrer que cada media hora volvería, no fuera el caso que en el intérvalo hubiera cambiado de idea. Antes de que solicitara esto ultimo a sus guardianes, pues se trataba de llamar a un notario para dictar sus últimas voluntades, el capitán general había dado instrucciones para que se facilitase al condenado poder testar su voluntad, y pidiendo lo mismo Ferrer solicitó la asistencia del notario Jose Sorribas, que aunque no consta, debió rechazar su petición, ya que finalmente acudió a Montjuic para asistirlo el notario Ricard Permanyer Ayats, en aquel momento, decano del Colegio de Notarios de Barcelona, que lo acompañara durante horas, Teniendo en cuenta que Permanyer formaba parte de una familia de marcado carácter conservador, monárquico y católico ferviente,[4] pero que en su caso había sido requerido por el gobernador de la plaza, el general Francisco Parga. Permanyer llegó al castillo sobre las diez y media de la noche, y su estancia se prolongó en la fortaleza más de seis horas y media.[5] En los intermedios, visitaron a Ferrer el capitán ayudante del gobernador militar, el señor Parga, y varios jefes y oficiales del Regimiento de la Constitución que en aquel momento formaban parte de la guardia el castillo, con los que conversó largo rato, y sin más problemas. Sobre las 11 de la noche apareció una visita inesperada en la celda de Ferrer, en su caso un jesuita apellidado Domenech, al que acompañaba el presidente de la Cofradia de los Virgen de los Desesperados, situaba en la plaza del Pi, que asistían a los condenados a muerte, como era su caso. Domenech antes se había entrevistado con el capellán del castillo Eloy Hernández, y al enterarse que no había recibido los “pertinentes” servicios espirituales, se ofreció voluntario con la intención de que adjurara de sus creencias. La entrevista fue brevísima, y ante la nueva negativa de Ferrer, el jesuita le hizo saber que el obispo Juan José Laguarda estaba dispuesto a recibir su confesión, y ante la nueva negativa de Ferrer, el religioso abandonó la celda. Al poco tiempo apareció por la estancia el oficial que mandaría el piquete pocas horas después, con el que departió unos minutos agradeciendole Ferrer el detalle.[6] En aquella misma hora de la noche se había comunicado en los cuarteles de Barcelona que las fuerzas previstas estuvieran preparadas para subir a Montjuic. La misma orden se repartió entre los jefes y oficiales que pernoctaban en sus domicilos particulares, horas más tarde, y poco a poco, de madrugada, fueron llegando los convocados al acto. Cuando el notario empezó a redactar el testamento, y pese a que éste cuenta con las cláusulas normales y habituales, empezaba de forma anómala con una declaración de principios, algo nada habitual, entre los cuales Ferrer reafirma su inocencia de los cargos que le habían imputado, o solicitando que nunca se hicieran actos ante sus restos de carácter religioso o político: “Deseo que en ninguna ocasión ni próxima ni lejana, ni por uno ni otro motivo, se hagan manifestaciones de carácter religioso o político ante los restos mios, porque considero que el tiempo que se emplea ocupándose de los muertos sería mejor destinarlo a mejorar la condición en que viven los vivos…”. De igual forma y fiel a sus creencias, Ferrer rechaza explicitamente que a su muerte se realizara cualquier tipo de rito funerario, y por lo mismo lamentaba que su cuerpo no pudiera ser incinerado. Deseo último de Ferrer que guardaba sintonía con las corrientes higienistas de la época, asumidas entre determinados sectores anarquistas, o por los socialistas y librepensadores, pero condenadas de forma rotunda por la conservadora iglesia española, que dominaba con mano de hierro las costumbres:
En éste punto concreto la voluntad de Ferrer no solo no se cumplió sino que una vez ejecutada la sentencia, Ferrer fue enterrado en el cementerio del sud-oeste, más conocido como el de Montjuic, “siendo enterrado en la fosa común del recinto libre del citado Cementerio, y en atención a manifestación del Capellán del castillo de Montjuic, D. Eloy Hernández de haber muerto impenitente”[7]. Es decir, en tierra “no santa”. Ceremonia que se repetirá en el caso concreto de Fermín Galán, el héroe de Jaca, que fusilado en diciembre de 1930, fue enterrado en el cementerio de Huesca, en un espacio similar, donde en la actualidad continúa inhumado. Ferrer también hizo una declaración de principios en una disquisición sobre lo que era para él efímero y lo que era perdurable: “solamente los hechos, sean de quien sean, se han de estudiar, ensalzar o vitupear”. [8]
Estableciendo seguidamente una serie de disposiciones que mostraban sus inquietudes ideológicas o sus afectos personales, pero en primer lugar, siendo respetuoso con sus propios acreedores. “Quiero que mis deudas sean pagadas, acreditada que sea la verdad del hecho y sin trámite alguno judicial”. Por otra parte, la escuela que había sido clausurada hacía tres años, estaba abatida, mientras que de la obra tangible de Ferrer quedaba la editorial Publicaciones de la Escuela Moderna, por ello intentó asegurar el futuro de la misma. En el aspecto personal, aseguró de igual modo el futuro de su compañera, Soledad Villafranca, mostrando de forma palpable que el destino de su compañera constituía para él una de sus preocupaciones básicas. De ahí que nombrará como albaceas testamentarios a dos personas, muy próximas ideologicamente, en su caso a William Heaford, residente en Gran Bretaña, y a Cristobal Litrán Canet, publicista y escritor anarquista que había sido miembro de la Junta Promotora de la Escuela Moderna y su secretario personal:
En términos económicos, Ferrer dejaba una importante herencia –dineros, inmuebles, fincas, acciones y editorial, la cual era dificil de evaluar como activo económico- y las disposiciones que adoptó dejan entrever un cierto discurso contradictorio al respecto del derecho a la propiedad individual en su transmisión, lo que no era precisamente una novedad. Ya que años antes, en 1901, en nombre de la escuela laica, Ferrer había aceptado la herencia de Ernestine Meuniè, pero al año siguiente se había permitido un razonado alegato en contra del concepto burgués de la herencia, haciendo renuncia, ante notario, a la legítima que había heredado de su padre, con los siguientes argumentos:
Por lo que hacía a sus bienes, las disposiciones testamentarias de Ferrer pueden parecer sorprendentes, pero en el fondo no son más que el fiel reflejo de sus afectos más cercanos. A sus tres hijas vivas (Trinidad, Paz y Sol), nacidas de su matrimonio con Teresa Sanmartí, nada más les dejaba la legítima, pero rogándoles que no la reclamasen con el argumento de que él consideraba que moralmente no les correspondía, ya que su patrimonio era fruto de la herencia recibida de Ernestine Meuniè, con la cual, insistía, había acordado que aquella herencia únicamente serviría para la propagación de sus ideas. A su hijo nacido de su relación con Leopoldine Bonard, llamado Riego, que no estaba reconocido legalmente, no le legaba nada.
Por otra parte, una de las preocupaciones principales de Ferrer era asegurar el futuro de Soledad Villafranca Los Arcos, la compañera con la que había convivido en los últimos años, así le legaba un número importante de acciones, el derecho de estancia en la vivienda que ambos habían ocupado en la finca Mas Germinal, el mobiliario y el ajuar de la residencia, e incluido el piano.
A su amigo y compañero en “las ideas” Lorenzo Portet Tubau, en aquel momento residente en Liverpool, le dejaba la parte más importante de la herencia, tanto simbólica como material: la editorial Publicaciones de la Escuela Moderna y parte de los bienes, entre los cuales había la casa de París.
Dentro del testamento Ferrer también daba consejos prácticos y directrices a Portet, sobre la línea ideológica que tendría que seguir la editorial, del mismo modo que también delegó en Portet el que se hiciera cargo de todos los gastos inherentes a su sucesión, y consciente del valor material que le transmitía, le encargó también que velara en términos económicos, de su familia y socorrerla si hacia al caso.
Por otra parte, en aquellos ruegos se pueden vislumbrar las filias y las fobias de Ferrer, al apreciarse que se preocupa especificamente por Soledad, su última compañera, por su hermano José y por la família de éste[10], y por su hija Trinidad, ideologicamente más próxima a él, dejando de lado a sus otras dos hijas, (Paz y Sol), con la excusa de que convivían con su madre, o al considerar que ambas ya tenían medios suficientes para vivir. Como heredero universal Ferrer instituye a su hermano José, y como heredera subsidiaria a su cuñada María Fontcuberta i Colomer, en aquel momento ambos desterrados en Teruel.
Finalmente Ferrer cerraba aquel prolijo testamento cargando la obligación de liquidar todos los impuestos que legalmente correspondieran a aquella herencia a su amigo y compañero Portet:
Pero consciente de que sus últimas voluntades podrán generar desavencias entre los herederos, en previsión de que se pudiera producir un juicio de testamentería, que tenía como objeto el partir la herencia entre los herederos cuando éstos voluntariamente no alcanzaban un acuerdo, nombró a la gente de su conveniencia para ejercer de partidores y liquidadores, o en su defecto que éstos pudieran nombrar substitutos:
Pero una cosa fue la voluntad de Ferrer y Guardia y otra muy distinta el cumplimiento de su voluntad, ya que la sentencia le había condenado también a compensar los daños causados por la revuelta producida durante la Semana Trágica, y por ello se le habían embargado todos sus bienes. Embargo, que no se levantará hasta finales de diciembre de 1912, al quedar patente que la justicia militar no había podido establecer que “los culpables hubieran actuado siguiendo las inmediatas órdenes de Ferrer”, circunstancia exigida por el Código de Justicia Militar para declarar a una persona responsable de los daños ocasionados, pero decisión aquella, que no revocó en ningún aspecto su sentencia anterior de culpabilidad. Pero aunque el reparto de la herencia tuvo lugar siguiendo la ley, no se respetaron en su totalidad los deseos de Ferrer, ya que, por ejemplo, las hijas no renunciaron a la legítima. Por otro lado: Portet nada más aceptó, por su valor simbólico, la editorial, renunciando al resto del legado. Finalmente cuando con meses de retardo Portet se hizo cargo de la editorial, el estado de ésta era lamentable, y cuando éste falleció en 1918, la viuda y los hijos vendieron la emblemática Publicaciones de la Escuela Moderna y los correspondientes derechos de edición de las diversas obras en España al editor Manuel Maucci, propietario de otra de las editoriales emblemáticas del anarquismo español. Sus últimos momentos Cerca de las dos de la madrugada, suspendieron el notario y Ferrer unos minutos su trabajo, y después de haber fumado éste un cigarrillo, conmino a Permanyer a continuar con el trabajo. Concluído el mismo a las 4,30 de la madrugada, Permanyer solicitó la presencia de dos guardias del cuerpo de vigilancia de la fortaleza, que firmaron como testigos tal como era preceptivo, según consta en la copia del testamento expedida en 1991 por el notario Archivero don Ángel Martínez Sarrión, que obra en la Fundación Francesc Ferrer i Guardia. Poco después de las cinco de la mañana el notario abandonó el castillo, no sin antes recibir un último encargo de Ferrer, que le rogó encarecidamente que hiciera llegar una copia de su testamento a Soledad Villafranca, quedando Ferrer escribiendo más cartas de despedida a amigos y personas de su entorno más próximo. A primera hora de la mañana Ferrer fue visitado por su defensor, el capitán Francisco Galcerán Ferrer, que permaneció con él hasta cumplirse la sentencia. Francisco Galcerán, capitán de Ingenieros (Vilanova i la Geltrú, 1874- …) Durante la elaboración del sumario Ferrer careció de abogado y, cuando tuvo a Galcerán como defensa en el consejo de guerra, el tribunal le concedió a éste nueve días para fundamentar la defensa y menos de 24 horas para leer los 600 folios del sumario. Indignado por lo que a todas luces se evidenciaba como una farsa legal para encubrir un asesinato político, hizo una defensa tan honesta y valerosa como inútil del acusado. Durante aquella visita Ferrer le expresó su reconocimiento a Galcerán por su voluntariosa defensa, reiterandole que se hallaba muy reconocido por las atenciones que había recibido por parte de algunos militares desde que lo habían trasladado a Montjuic. Antes del amanecer, fueron subiendo por la carretera del castillo una compañía a pie armada, del Regimiento de infantería de Vergara, dos escuadrones de caballería de Montesa, un piquete del regimiento de la Constitución y dos secciones de la Comandancia de artillería y del Regimiento mixto de ingenieros, que serían los encargados de formar el piquete para la ejecución. No tardó mucho en hacerlo el mayor de la plaza, quien, con su ayudante, se presentó en el castillo para presenciar la ejecución. Los hermanos de la Paz y Caridad, ocupando carruajes, llegaron también a Montjuic a las seis de la mañana, y un poco más tarde lo hicieron los Hermanos de la Cofradía de la Virgen de los Desamparados, que serían los encargados de recoger el cadaver. Los primeros no intervinieron, por haber mantenido Ferrer su oposición a que entraran en la capilla. Mientras tanto, las fuerzas de servicio en el castillo adoptaron las precauciones necesarias en aquellos casos, impidiendo que los curiosos, que en un reducido número se hallaban en la meseta de la fortaleza, se aproximasen a los fosos de Santa Amelia, que era donde tendría lugar la ejecución. Se levanta el telón del último acto Cuando el reloj de la fortaleza marcaba las ocho y curenta y cinco minutos, el reo atravesó solo la plaza de Armas seguido de los llamados por ley para presenciar la ejecución. Ferrer marchaba tranquilo, mirando a un lado y otro, con el brazo izquierdo doblado y apoyando la mano en la espalda, y brazo derecho caído. Minutos después llegaba la comitiva al foso de Santa Amelia, donde ya aguardaba el sargento mayor Policarpo Martínez Cantullera, con su ayudante y las fuerzas que tendrían que formar el pelotón. Al pasar Ferrer delante del general le saludo sonriente, muestra de su gran sangre fría. Lo mismo que hizo ante el comandante que mandaba el piquete, manifestando al general, no sabemos si seriamente o si en tono jocoso, por el doble sentido del comentario, que se felicitaba de morir entre caballeros uniformados, pues para él hubiera sido una gran contrariedad hacerlo entre canallas. Repitiendo que deseaba hacer público, su agradecimiento a los jefes y oficialidad del castillo por sus atenciones, dio dos pasos, y serenamente sin la ayuda de nadie, se colocó en el lugar que se le había asignado. Pidió entonces que no se le fusilara de rodillas, ni de espaldas, las dos posiciones en las que se acostumbraba a ajusticiar a los reos, para evitar la incomodidad de sus verdugos, soldados por lo general, de quintas. Y después de consultarse la petición por teléfono, con el capitán general, se dispuso que el reo se colocara de frente, si bien con los ojos, convenientemente, vendados. Ferrer ofreció alguna resistencia, molesto ante aquella arbitraria disposición, pero al final resignado accedió a ello, y adelantado el pie derecho y dejando caer los brazos, quedo en posición de semifirme. Ya en aquella posición Ferrer abrazó a su defensor, que se habia adelantado, besandolo dos veces en las respectivas mejillas, al estilo fránces. Ferrer, de cara al piquete, sereno, reposado, y con voz clara, gritó entonces dirigiendose a los soldados. “¡Soy inocente! ¡Viva la Escuela Moderna! En aquel momento sonó una sorda y cerrada descarga. Eran las nueve y un minuto. Ferrer, que estaba de pie y cara al piquete, cayó muerto fulminado. Tres balas le habían destrozado el cerebro. Otra bala le había atravesado la garganta. Sin perder un minuto y sin que se celebrara la macabra maniobra del tiro de gracia, el cuerpo del fusilado fue colocado inmediatamente en el ataud, ya dispuesto por los miembros de la Cofradía de la Virgen de los Desamparados. Sic transit gloria mundi. Antonio Gascón Ricao Notas: [1] Santiago Tarín, Cosas que harás después de que yo haya muerto, la Vanguardia, 6-8-2017 [2] A todo lo largo del texto, se irán utilizando fragmentos del Testamento, en cursiva, pero sin citarlo reiteradamente. [3] AGMS, Expediente Ferrer. [4] José Aristónico García Sánchez, Auténticos testimonios de la historia, Revista Notario del Siglo XXI, Colegio Notarial de Madrid. [5] En la parte jurídica, se ha utilizado parte de las informaciones que aparecen, en el excelente trabajo de: Teresa Abelló i Güell, La personalitat a les portes de la mort: El testament de Francesc Ferrer i Guardia (1854-1909), Estudis històrics i documents dels Arxius de Protocols, Tomo XXVIII, Barcelona, 201º, p. 333-364. [6] Las referencias de aquella noche y madrugada están extraídas del diario El Progreso, diario republicano autonomista, del día 21 de octubre de 19009, editado en Santa Cruz de Tenerife, sin que se cite en la crónica el autor [7] Citado en “causa contra Francisco Ferrer…, p. 677 [8] AHPB, Recardo Permanyer i Ayats, Manual de 1909, vol. III, f. 2.046 v. [9] AHPB, Lluís Rufata i Banús, Manual de 1902, vol. II, f. 760r-761r. [10] M. Mercè Compte-Barceló, d´Alella a Austràlia i dels antípodes a Llançà: Josep Ferrer i Guárdia, un cultivador de clavells catalá. Quaders Agraris, nº 41, dociembre, 2016, p. 43-58. Read more ... |
Presentación del libro "Ángel Pestaña, falangista. Anatomía de una mentira histórica" Posted: 09 Sep 2021 01:16 AM PDT El día 17 de septiembre, viernes, a las 19:30 horas, presentaremos en nuestra sede madrileña Ángel Pestaña, falangista. Anatomía de una mentira histórica, del historiador Sergio Giménez. Presentará el acto Julián Vadillo, historiador especializado en historia del anarquismo español. Editado por Piedra Papel Libros, el libro de Sergio Giménez pretende «arrojar luz sobre la trayectoria política y vital de un anarquista de corazón que encontró la vena revolucionaria más fecunda al conciliar sindicalismo, política e internacionalismo obrero con un patriotismo de tradición republicana que se antoja, hoy, oscuro objeto del deseo de la izquierda española parlamentaria».
Será, como decíamos, el viernes 17 de septiembre, en la sede de la FAL en Madrid. Una ocasión única para charlar con su autor y acercarnos un poco más a la figura de Ángel Pestaña, desmontando un relato que ha durado demasiado tiempo. Read more ... |
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