Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Plata
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JUICIO CAMPS
De curas, médicos, policías y
patotas
Luego de la visita de las distintas partes a Centros Clandestinos de
Detención la semana pasada, esta semana retornó con la última etapa de los
testimonios y nuevamente se evidenciaron las complicidades de distintos
sectores de la sociedad en la última dictadura.
PRENSA Y DIFUSIÓN
APDH LA PLATA
(1OCTUBRE2012) A más de un año del comienzo del
Juicio que abarca parte del Circuito Camps, las complicidades civiles quedaron
al descubierto con las distintas palabras de victimas y familiares. Hoy no
fueron la excepción, ya que el Tribunal presidido por el Juez Rosanski retomó
testimonios en el Juicio al Capellán Von Wernich que tocan a varios de los
imputados en este proceso que se desarrolla en la Ex – Amia.
La periodista Adelina Moncalvillo, hermana del
desaparecido Domingo Héctor, aseguró que el cura Cristian Von Wernich participó
del grupo de tareas que se llevó de un centro clandestino a su hermano y a
otros dos detenidos para ultimarlos en un descampado.
La mujer dijo que se enteró de esto en 1984, cuando el ex oficial de la Policía bonaerense Julio Emmed lo declaró ante la CONADEP. Emmed -aseguró Moncalvillo- dijo que había participado del grupo que se llevó a María del Carmen Morettini, a Cecilia Luján Idiart y a Domingo Héctor Moncalvillo de la Brigada de Investigaciones de La Plata -donde estaban ilegalmente detenidos- hacia lo que se supone iba a ser un "vuelo de la muerte".
Siempre según el relato de Moncalvillo, Emmed contó a la Comisión Nacional que antes del "traslado" el jefe de la Policía, Ramón Camps, y el director de Investigaciones, Miguel Etchecolatz, le preguntaron "si tenía fuerza para desmayar a una persona con un golpe. Le decían que no debía llevar armas para no despertar sospechas en los detenidos". De esta forma, los represores se aseguraban la posibilidad de subir inconscientes a un avión a los prisioneros para después arrojarlos al mar.
De acuerdo al relato de Emmed, siguió Moncalvillo, el golpe sobre su hermano "no fue certero", por lo cual este policía sacó un arma y lo hirió en la cara. "Iba en el auto el médico (Jorge Antonio) Bergés, que logró dominar la situación: Les aplicó dos inyecciones letales de un líquido rojo a cada uno, a la altura del corazón", dijo la periodista, citando una vez más al represor.
El raid siguió hasta un descampado. Allí, Emmed, Von Wernich y el resto de los represores -de los que no se conoce el número ni la identidad- "los desnudaron, los remataron y los trasladaron a Puesto Vasco (en Don Bosco, partido de Quilmes), donde incendiaron los cuerpos. Emmed contó que tuvieron que tirar varios neumáticos en la fosa para que ardieran bien", relató Moncalvillo.
"Cuando terminó la matanza, uno de los policías que había participado y que vivía por la zona invitó a su casa al resto a lavarse las manchas de sangre. Emmed contó que Von Wernich también se lavó", agregó la hermana del desaparecido.
Una vez llegados a la Jefatura de Policía, los represores fueron recibidos por Camps y Etchecolatz, quienes los felicitaron por la labor. Von Wernich les habría dicho que "Dios está muy agradecido por lo que han hecho".
Los crímenes ocurrieron el 30 de noviembre de 1977 en la localidad de Gutiérrez (sur del Gran Buenos Aires). Los tres detenidos habían sido llevados en auto engañados, ya que pensaban que se dirigían al aeropuerto de Ezeiza. Tiempo antes el cura les había tramitado la documentación para dejar el país.
Domingo Moncalvillo fue secuestrado el 18 de diciembre de 1976 en las inmediaciones de la estación de trenes de esta capital, y tuvo un régimen de detención singular, ya que su padre, su hermana y su mujer pudieron visitarlo en el centro clandestino de la Brigada de Investigaciones.
Adelina Moncalvillo dijo que su hermano pasó los primeros once días en un lugar que no pudo determinar, donde lo torturaron, y que después fue trasladado a la Brigada.
La familia recibió noticias del secuestro cuatro meses después, por una llamada anónima que preguntó si querían ver a Domingo. La semana siguiente, el comisario Juan Nogara se presentó ante el padre del desaparecido para llevarlo hasta la Brigada.
Al poco tiempo Domingo fue visitado por su mujer y por su hermana Adelina, e incluso se le permitió ir hasta su casa con custodia.
Según contó la testigo, su hermano formaba parte de un grupo de siete personas que estaban detenidos en iguales condiciones: María Magdalena Mainer, Pablo Joaquín Mainer, Cecilia Luján Idiart, María del Carmen Morettini, Nilda Susana Salomone y Liliana Galarza. Todos están desaparecidos.
Liliana Galarza dio a luz en cautiverio a una nena que después fue entregada a los abuelos. Según contó el sobreviviente Ricardo Molina el 12 de julio del año pasado, el cura Von Wernich bautizó a la bebé y el padrino fue el represor Luis Héctor Vides.
- ¿Por qué estos detenidos recibían ese trato?- preguntó hoy el juez Antonio Pacilio.
- No sé. Lo que se dijo fue que habían tenido algún grado de colaboración- contestó la hermana del desaparecido, en referencia a la posibilidad de que los jóvenes hubieran delatado a sus compañeros de militancia ante los represores, como lo manifestaron varios sobrevivientes en el Juicio por la Verdad.
Durante la detención en la Brigada, contó Moncalvillo, Von Wernich les ofreció a los siete detenidos la posibilidad de seguir cinco años presos o exiliarse. Todos se aferraron a esta última, y el cura se encargó de los trámites. La periodista definió al cura como "el nexo entre Camps y los detenidos".
Cuando se hicieron las tramitaciones, la familia debió aportar dinero para pagar los costos, que se encargaba de recolectar el sacerdote. La salida del país estaba estipulada para el 30 de noviembre de 1977, pero nunca se hizo. "Pasaban los días y no recibíamos noticias de mi hermano, así que pensamos que no había podido salir del país", dijo Moncalvillo.
En efecto, los siete jóvenes habían sido asesinados. La salida del país se había planeado en tres tandas: Dos de tres personas cada una, con destino al Uruguay, y la restante con la persona que faltaba, con destino a Chile. Los grupos se habían divido así: Morettini, Moncalvillo e Idiart; y los hermanos Mainner y Salomone. Liliana Galarza, según lo planeado por los represores, abandonaría sola el país rumbo a Chile.
Sin embargo, en los registros del Uruguay consta la entrada de Morettini, Moncalvillo e Idiart. Según contó el policía Emmed a la CONADEP, los documentos que elaboró Von Wernich se hicieron en base a los datos de cada detenido pero se les adosó la foto de tres policías. La imagen del cabo Norberto Cozzani reemplazó a la de Moncalvillo, y dos mujeres policías -de las que se desconoce su identidad- pusieron la cara en lugar de Morettini e Idiart.
Al no poder contactarse con su hermano, la periodista y su cuñada fueron a ver a Camps. "Le pregunté si lo habían tirado de los aviones e hizo que nos retiraran de su despacho", contó. "Cuando fui a ver a Etchecolatz, me contestó: 'Y bueno, que quiere, han vuelto a la clandestinidad'", agregó.
Según dijo Moncalvillo, el policía Emmed estaba detenido por robo en 1984, cuando pidió declarar ante la Comisión Nacional. "Había dicho que si iba preso iba a cantar muchas cosas" sobre la represión ilegal, contó la testigo.
Al año siguiente, el policía fue convocado para declarar en el juicio a las Juntas, donde se desdijo bajo la presión de una amenaza de muerte contra su familia. "Cuando los jueces le preguntaron porqué se desdecía, les dijo que se había confundido un poco (en la declaración ante la CONADEP). Pero él antes había hecho la denuncia de las amenazas", resaltó la hermana del desaparecido.
La mujer dijo que se enteró de esto en 1984, cuando el ex oficial de la Policía bonaerense Julio Emmed lo declaró ante la CONADEP. Emmed -aseguró Moncalvillo- dijo que había participado del grupo que se llevó a María del Carmen Morettini, a Cecilia Luján Idiart y a Domingo Héctor Moncalvillo de la Brigada de Investigaciones de La Plata -donde estaban ilegalmente detenidos- hacia lo que se supone iba a ser un "vuelo de la muerte".
Siempre según el relato de Moncalvillo, Emmed contó a la Comisión Nacional que antes del "traslado" el jefe de la Policía, Ramón Camps, y el director de Investigaciones, Miguel Etchecolatz, le preguntaron "si tenía fuerza para desmayar a una persona con un golpe. Le decían que no debía llevar armas para no despertar sospechas en los detenidos". De esta forma, los represores se aseguraban la posibilidad de subir inconscientes a un avión a los prisioneros para después arrojarlos al mar.
De acuerdo al relato de Emmed, siguió Moncalvillo, el golpe sobre su hermano "no fue certero", por lo cual este policía sacó un arma y lo hirió en la cara. "Iba en el auto el médico (Jorge Antonio) Bergés, que logró dominar la situación: Les aplicó dos inyecciones letales de un líquido rojo a cada uno, a la altura del corazón", dijo la periodista, citando una vez más al represor.
El raid siguió hasta un descampado. Allí, Emmed, Von Wernich y el resto de los represores -de los que no se conoce el número ni la identidad- "los desnudaron, los remataron y los trasladaron a Puesto Vasco (en Don Bosco, partido de Quilmes), donde incendiaron los cuerpos. Emmed contó que tuvieron que tirar varios neumáticos en la fosa para que ardieran bien", relató Moncalvillo.
"Cuando terminó la matanza, uno de los policías que había participado y que vivía por la zona invitó a su casa al resto a lavarse las manchas de sangre. Emmed contó que Von Wernich también se lavó", agregó la hermana del desaparecido.
Una vez llegados a la Jefatura de Policía, los represores fueron recibidos por Camps y Etchecolatz, quienes los felicitaron por la labor. Von Wernich les habría dicho que "Dios está muy agradecido por lo que han hecho".
Los crímenes ocurrieron el 30 de noviembre de 1977 en la localidad de Gutiérrez (sur del Gran Buenos Aires). Los tres detenidos habían sido llevados en auto engañados, ya que pensaban que se dirigían al aeropuerto de Ezeiza. Tiempo antes el cura les había tramitado la documentación para dejar el país.
Domingo Moncalvillo fue secuestrado el 18 de diciembre de 1976 en las inmediaciones de la estación de trenes de esta capital, y tuvo un régimen de detención singular, ya que su padre, su hermana y su mujer pudieron visitarlo en el centro clandestino de la Brigada de Investigaciones.
Adelina Moncalvillo dijo que su hermano pasó los primeros once días en un lugar que no pudo determinar, donde lo torturaron, y que después fue trasladado a la Brigada.
La familia recibió noticias del secuestro cuatro meses después, por una llamada anónima que preguntó si querían ver a Domingo. La semana siguiente, el comisario Juan Nogara se presentó ante el padre del desaparecido para llevarlo hasta la Brigada.
Al poco tiempo Domingo fue visitado por su mujer y por su hermana Adelina, e incluso se le permitió ir hasta su casa con custodia.
Según contó la testigo, su hermano formaba parte de un grupo de siete personas que estaban detenidos en iguales condiciones: María Magdalena Mainer, Pablo Joaquín Mainer, Cecilia Luján Idiart, María del Carmen Morettini, Nilda Susana Salomone y Liliana Galarza. Todos están desaparecidos.
Liliana Galarza dio a luz en cautiverio a una nena que después fue entregada a los abuelos. Según contó el sobreviviente Ricardo Molina el 12 de julio del año pasado, el cura Von Wernich bautizó a la bebé y el padrino fue el represor Luis Héctor Vides.
- ¿Por qué estos detenidos recibían ese trato?- preguntó hoy el juez Antonio Pacilio.
- No sé. Lo que se dijo fue que habían tenido algún grado de colaboración- contestó la hermana del desaparecido, en referencia a la posibilidad de que los jóvenes hubieran delatado a sus compañeros de militancia ante los represores, como lo manifestaron varios sobrevivientes en el Juicio por la Verdad.
Durante la detención en la Brigada, contó Moncalvillo, Von Wernich les ofreció a los siete detenidos la posibilidad de seguir cinco años presos o exiliarse. Todos se aferraron a esta última, y el cura se encargó de los trámites. La periodista definió al cura como "el nexo entre Camps y los detenidos".
Cuando se hicieron las tramitaciones, la familia debió aportar dinero para pagar los costos, que se encargaba de recolectar el sacerdote. La salida del país estaba estipulada para el 30 de noviembre de 1977, pero nunca se hizo. "Pasaban los días y no recibíamos noticias de mi hermano, así que pensamos que no había podido salir del país", dijo Moncalvillo.
En efecto, los siete jóvenes habían sido asesinados. La salida del país se había planeado en tres tandas: Dos de tres personas cada una, con destino al Uruguay, y la restante con la persona que faltaba, con destino a Chile. Los grupos se habían divido así: Morettini, Moncalvillo e Idiart; y los hermanos Mainner y Salomone. Liliana Galarza, según lo planeado por los represores, abandonaría sola el país rumbo a Chile.
Sin embargo, en los registros del Uruguay consta la entrada de Morettini, Moncalvillo e Idiart. Según contó el policía Emmed a la CONADEP, los documentos que elaboró Von Wernich se hicieron en base a los datos de cada detenido pero se les adosó la foto de tres policías. La imagen del cabo Norberto Cozzani reemplazó a la de Moncalvillo, y dos mujeres policías -de las que se desconoce su identidad- pusieron la cara en lugar de Morettini e Idiart.
Al no poder contactarse con su hermano, la periodista y su cuñada fueron a ver a Camps. "Le pregunté si lo habían tirado de los aviones e hizo que nos retiraran de su despacho", contó. "Cuando fui a ver a Etchecolatz, me contestó: 'Y bueno, que quiere, han vuelto a la clandestinidad'", agregó.
Según dijo Moncalvillo, el policía Emmed estaba detenido por robo en 1984, cuando pidió declarar ante la Comisión Nacional. "Había dicho que si iba preso iba a cantar muchas cosas" sobre la represión ilegal, contó la testigo.
Al año siguiente, el policía fue convocado para declarar en el juicio a las Juntas, donde se desdijo bajo la presión de una amenaza de muerte contra su familia. "Cuando los jueces le preguntaron porqué se desdecía, les dijo que se había confundido un poco (en la declaración ante la CONADEP). Pero él antes había hecho la denuncia de las amenazas", resaltó la hermana del desaparecido.
“Me aplicaron picana
dos veces, pero tortura es todo”
Silvia Fanjul era empleada en una oficina que coordinaba el aspecto administrativo de las
empresas y el cuerpo de asesores. El 14 de marzo de 1977 la oficina “era un
caos”: David Graiver había fallecido, su padre Juan había sido secuestrado y
Lidia Papaleo e Isidoro Graiver
no concurrían porque sabían que corrían peligro.
Ese día una comisión policial se presentó a última hora de la
tarde y le pidió que los acompañara, cosa que hizo con total tranquilidad ya
que supuso que tendría garantías.
Con los ojos vendados y tirada en el piso del auto fue conducida a
lo que después supo era el centro clandestino de detención “Puesto Vasco”.
Antes que nada le hicieron escuchar que estaban allí Juan Graiver y Jorge
Rubinstein, abogado del grupo. A continuación la sometieron a un interrogatorio
bajo tortura, preguntándole dónde se encontraban los otros miembros del grupo
que aún no habían sido detenidos así como sobre la actividad de las empresas,
situación financiera, etc.
La testigo relató haber sido interrogada por Cossani, Rousse y
Camps. “Por eso me presenté con mi denuncia en el Ministerio
de Defensa, porque me pareció importante atestiguar que el general Camps había
estado en un centro clandestino de detención”.
En otra oportunidad fue también torturada, pero la testigo fue
insistente en recalcar que tan terrible como la tortura era el terror de la
espera. Particularmente cuando se negaban a darles agua para beber, puesto que
esa podía ser una señal de que serían sometidos a la picana eléctrica.
Se refirió también a la muerte de Jorge Rubinstein, quien según
los comentarios “se había quedado en el
interrogatorio”. “-¿Había muerto?”, preguntó el Dr. Rozanski.
“-Sí”.
Después de 20 días en ese centro, Fanjul fue trasladada al “Pozo
de Banfield” (en la Brigada de Investigaciones de esa localidad), donde declaró
frente al “preventor militar” del caso Graiver, Oscar Bartolomé Gallino,
siempre en condición clandestina.
Recién cuando los llevaron a la Comisaría de Banfield avisan a las
familias que se encontraban allí y se inicia régimen más favorable: “Ahí es donde yo digo que nos engordaron”.
La testigo estuvo también en el Departamento Central de la Policía
Federal, donde tuvo oportunidad de ver a Jacobo Timerman y en la cárcel de
Devoto.
Segundo Ramón Álvarez es arquitecto, nació en la capital federal
el 26 de septiembre 1956. En junio de 1977 cinco personas llegaron a su casa
buscando a María Paula, su hermana. Revisaron toda la casa, estaban presentes
sus padres y su hermana mayor. Posteriormente, Segundo descubrió que hacía tres
o cuatro días que estaba desaparecida, “o sea que la habían agarrado”.
Álvarez
fue secuestrado el 28 de Junio de 1977, en momentos en que caminaba hacia su
domicilio donde fue interceptado por cuatro personas vestidas de civil armadas,
que lo introducen a la fuerza en un automóvil. Lo llevaron a un primer Centro
de Detención, donde permaneció siete días detenido. Posteriormente pasó ocho
días en Comisaría Quinta. Allí tomó contacto con Gustavo Pérez Monsalvez, Di
Salvo, el “negro”, Ana María y su esposo.
Álvarez recorrió en su cautiverio la Brigada de Investigaciones de
La Plata, donde estuvo con “Yiyo” Andreani, compañero de militancia en el
Partido Comunista Revolucionario.
“Me
liberaron con una chica. Nos metieron abajo en el asiento de atrás. Nos sacaron
del auto y nos dijeron que esperemos. Pensábamos que nos iban a matar. Nos
abrazamos, nos quedamos un tiempo. Al rato nos sacamos la venda –un cacho de
trapo-. El código era: sin venda, moris. Pero por suerte vencimos el código”,
concluyó el testigo.
A su
vez, la víctima quiso remarcar que en Comisaría Quinta un cura entró al
calabozo, el cual quería quebrar emocionalmente a las personas que estaban allí
a través de la espiritualidad.
Mañana martes a partir de las 10 continúan los testimonios.
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