Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Centenario del Tratado de Brest-Litovsk
- Huelgas en el sector de la educación en EE.UU.
- Hermana No Estás Sola
- Sobre la lucha en Arraijanal (Málaga) contra la destrucción de este entorno natural
- [Radio] La Contratertulia: Especial sanidad y salud
- [Documental] On Nation (and other dogmas)
- Autogestión y cooperativismo. El avance sobre la producción
Posted: 27 Apr 2018 10:33 AM PDT
El 3 de marzo se cumplieron exactamente 100 años del infame Tratado de Brest-Litovsk y no podemos dejar pasar la ocasión para recordarlo.
Eran los primeros meses de 1918. En Rusia, contra lo que había vaticinado Marx, había estallado la revolución en febrero y triunfado en octubre de 1917. Ciertamente la situación en Rusia no era precisamente la mejor: desde 1914 Rusia vivía una situación de guerra que ciertamente no tenía nada contento al pueblo ruso ante una guerra que no tenía más efecto que la muerte en masa de jóvenes rusos. El clima desde antes de la caída del zar Nicolás había sido de rechazo de una buena parte del pueblo a la guerra, cuyo fin tenía como una de sus principales exigencias. En 1917, desde febrero hasta octubre, la revolución rusa incrementaba en fuerzas derrotando en octubre de manera definitiva toda oposición a la revolución. El partido bolchevique subió al poder no sin fuertes reclamos de los anarquistas y otros sectores del movimiento social. En febrero de 1918 los alemanes arreciaron en la ofensiva contra Rusia, y el gobierno bolchevique discutió la posibilidad de firmar la paz con los generales alemanes. Lenin y los bolcheviques prometieron desde los inicios de la revolución rusa dar por terminada la guerra. Sabían que esta era una aspiración muy sentida por el pueblo y utilizaron estas ansias de paz para ganarse la simpatía del pueblo. La guerra, sin embargo y en el complicado contexto de la revolución de octubre de 1917, no era solamente la que se sostenía contra Alemania desde 1914 y que se agudizó con fuertes ataques alemanes contra la Rusia revolucionaria en febrero de 1918. Era también la guerra civil interna que se libraba ante la contrarrevolución que se iniciaba contra los ejércitos de Wrangel, Denikin (rusos), Petliura (ucraniano), etc., y ante este panorama Lenin y su partido sacrificaron al pueblo no solamente con reclutamientos forzados de la juventud rusa, sino también por medio del hambre más terrible agudizada por el llamado Comunismo de Guerra. Finalmente, la guerra al exterior con los alemanes, pues, fue firmada de manera formal, pero siguió existiendo al interior de Rusia, ya que en las provincias cedidas por los bolcheviques a los alemanes en el Tratado de Brest-Litovsk como vamos a ver más adelante, hubo fuerte resistencia a la ocupación alemana. Esto les valió bastantes críticas, pues si bien como hemos dicho antes el fin de la guerra era algo pedido con insistencia por el pueblo ruso, no era la firma de paz con los alemanes la forma en la que se concebía el fin de la guerra, pues más que paz se consideraba por el pueblo ruso, los socialistas revolucionarios de izquierda, los anarquistas e incluso por algunos del partido bolchevique como una traición humillante a la revolución. Se pensaba, y no sin razones, que era posible vencer a los alemanes. Atraerlos hacia el centro de Rusia, alejarlos de sus bases de abastecimiento por la enorme extensión que tiene Rusia y que, sumado esto al frío del país, minarían las fuerzas de los alemanes y se podría vencerlos muy fácilmente. ¿Por qué no se hizo esto? La experiencia demuestra que la propuesta de continuar la guerra contra los alemanes y vencerlos no era del todo descabellada: durante la Segunda Guerra Mundial cuando Alemania atacó a Rusia les fue posible llegar muy cerca de Stalingrado (Volgogrado) debido a la sorpresa con que se hizo el ataque y que Stalin, amparado en el Tratado de no agresión firmado en 1938 con los nazis, pensaba como imposible una traición de sus aliados del momento. Los alemanes se acercaron a Stalingrado, pero el abastecimiento de sus frentes se hizo complicado y el frío dejó a cientos de soldados alemanes congelados antes de llegar a conquistar su objetivo. ¿Será que las condiciones en las que Lenin llegó a Rusia hayan sido una de las condiciones por las cuales se dio por terminada la guerra y cedido grandes provincias al enemigo? Veamos cómo sucedió esto: En el plano internacional Alemania ampliaba sus dominios hacia el sureste de Europa, y el llamado Imperio austro-húngaro se expandía cada vez más. Al oeste Alemania batallaba en su empeño por atacar a Francia (luego de cierta resistencia de Bélgica y final vencimiento de esta para continuar el ataque a Alemania por esa frontera), y desde el Este mantenía otro frente de batalla con Rusia. En este contexto, y con una incógnita que no se puede resolver más que declarando que Lenin, más que tolerado fue apoyado por los generales prefascistas (llamaré prefascistas a los alemanes de esta época porque, si bien no había estallado el movimiento fascista, los carácter absorbentes de los dictadores alemanes y la brutalidad desatada hacia las poblaciones conquistadas permite ver lo que vendría años después con la Alemania de Hitler, de lo que ellos eran los precursores) de Alemania, cruza Vladimir desde Suiza por en medio de Alemania, luego a Suecia, Finlandia y finalmente Moscú. Una Alemania rabiosamente anticomunista dio el paso libre a Lenin para que se trasladara a Rusia a hacer posible el alto a la guerra con Alemania. Lenin llegaría a Rusia en abril de 1917, dos meses después de los acontecimientos de febrero, con lo que cosecha el trabajo realizado por muchas organizaciones a las que él no pertenecía, llegando con la gloria de la revolución rusa, que él no hizo, a los acontecimientos de octubre. Más allá de este acto de tolerancia del prefascismo alemán, a Lenin importa visualizar el asunto del alto a la guerra desde el punto de vista estratégico-militar que supo impulsar y realizar Alemania. La guerra en Rusia, como hemos dicho, era algo a lo que el pueblo deseaba poner fin cuanto antes, y apenas llegado Lenin a Rusia realiza una serie de exposiciones y actos en los que aparte del llamamiento a la revolución que liquidaría los últimos vestigios del zarismo en octubre, llama también a finalizar la guerra. Una vez firmado el Tratado una parte del pueblo ruso tenía por fin satisfechas sus exigencias de dar por acabada la guerra aunque de una manera que no deseaba y con las consecuencias funestas que trajo la firma del Tratado, como veremos más adelante, pero el prefascismo alemán se veía absolutamente beneficiado teniendo un costado de la guerra que libraba totalmente descubierto, con lo que sus fuerzas tenían la posibilidad de retomar aliento y concentrar todas sus fuerzas en el ataque por el lado oeste con Francia. Rusia y Lenin, de esta manera, dieron un aire de refresco al prefascismo alemán. Pero más allá de esta ayuda, voluntaria (por el paso de Lenin en medio de Alemania) o involuntaria (el pueblo ruso exigía también poner fin a la guerra aunque no en las condiciones que se dio), el final de la guerra no fue un pacto de tú a tú con los alemanes: estos trataron a la “patria del proletariado” como verdaderos caciques, exigiendo una rendición total por parte de Rusia y además obtener las provincias de Finlandia, Polonia, Estonia, Letonia, Curlandia, Lituania, Ucrania y Besarabia, además de Ardahan, Kars y Batumi del Imperio otomano. Trotski fue quien se encargó de capitular de manera total y absoluta en todo lo que se le pedía, y el pacto se firmó con el Tratado de Brest-Litovks de la ciudad bielorrusa el 3 de marzo de 1918, hace exactamente 100 años. La oposición a la firma de paz en condiciones tan humillantes no era algo exclusivo de los anarquistas como ya hemos indicado: hubo oposición en los anarquistas, en los socialistas revolucionarios de izquierda, en las masas populares e incluso en las propias filas del bolchevismo. Lenin se aferró a la firma del Tratado de paz de una manera fanática, amenazando incluso a su propio partido con dimitir si se le exigía no firmar la paz con Alemania. Esta actitud no fue confrontada por los bolcheviques que, aun cuando no compartían su punto de vista, eran sumisos ante su mesías y aceptaron complacer al jefe para no perder su dirigencia. Una muestra de la disidencia del bolchevismo a la actitud de Lenin se puede leer en Pravda 31, de febrero de 2018, pero al final se aceptó seguir a Lenin en su empecinamiento por firmar el Tratado. Lenin podía ser de todo, menos tonto. Sabía perfectamente que las condiciones climáticas de Rusia eran un arma poderosa y que podían ser aprovechadas contra los alemanes (la rapidez del ataque contra Kronstadt en 1921 antes de que se descongelara el hielo y Kronstadt fuera inatacable, hace ver que sabía la importancia del clima ruso). Su empecinamiento en firmar la paz con los alemanes cuando se les podía combatir y derrotar y que además existía una oposición a firmar en el pueblo, en las organizaciones no bolcheviques y hasta en ciertas fracciones bolcheviques ¿se debe a corresponder el favor a los alemanes por permitirle dejarle pasar de Suiza a Rusia, a un compromiso contraído con el prefascismo alemán? La incógnita quedará siempre en el aire, pero su paso por Alemania y su empecinamiento en firmar el Tratado de Brest-Litovsk darán siempre mucho de qué hablar. Llama poderosamente la atención el hecho de que en las provincias cedidas a los alemanes el movimiento socialista y anarquista era de mucho interés, tal cual había sido la importante actividad anarquista antes de la revolución rusa en Bialystok y en Krynki (Polonia). Lenin y Trotski sacrificaron así a miles de revolucionarios a las masacres de los alemanes. Este Tratado cedía, entre otras provincias, a Ucrania, tierra del célebre anarquista Nestor Majnó, en donde ante la ocupación de las tropas alemanas los revolucionarios tuvieron que ocultarse para, posteriormente y por inspiración de Majnó, agruparse en el célebre Ejército Insurreccional Majnovista. Los alemanes que ocupaban las tierras de Ucrania fueron combatidos por los anarquistas majnovistas como bien se sabe. Los bolcheviques alegan que la firma del Tratado de Brest-Litovsk se realizó para obtener tiempo y preparar las fuerzas revolucionarias y al Ejército Rojo por la actividad contrarrevolucionaria. El argumento es sumamente absurdo, porque posteriormente al Tratado se dieron varios ataques a Rusia planeados por contrarrevolucionarios desde Finlandia y Ucrania. La guerra que habían tratado de dar por terminada con la ignominiosa firma del Tratado de Brest-Litovsk no se finiquitó y los contrarrevolucionarios siguieron intentando dar por terminada la revolución en Rusia y lo que es además significativo: a pesar de la entrega de las provincias mencionadas a los bolcheviques, la resistencia al enemigo alemán continuó existiendo. En otras palabras, ni hubo paz en las provincias cedidas a los alemanes ni tampoco en el interior de Rusia por la contrarrevolución. La estrategia militar de Alemania era bien clara: permitir el paso de Lenin a Rusia para que éste sacara a Rusia de la guerra, dando a Alemania un flanco de alivio para preparar sus tropas y lanzarlas con más efectividad contra Francia; firmada la paz en el Tratado de Brest-Litovsk y aparte de ganar una extensa región rusa, preparar futuros ataques a Rusia. De esta manera la revolución rusa sería anulada totalmente. Si se lograba el plan de Alemania el zarismo habría caído, pero la revolución rusa también, y con ello se daría paso a una democracia burguesa que hiciera que la revolución no estuviera en la frontera con Alemania donde, recordemos, estallaba un intento movimiento de inspiración socialista en noviembre de 1918, ocho meses después de firmado el Tratado de Brest-Litovsk. Erich Ludendorff, el general que facilitó el traslado de Lenin dijo sobre él: “Lenin combatirá a los patriotas rusos, después lo estrangularé a él y a los bolcheviques”. ¡Nada más esclarecedor sobre la táctica alemana! Táctica que, sin embargo, no fue un triunfo pese a la firma del Tratado. Rusia había cedido provincias donde la ocupación alemana no resultaba fácil y la resistencia continuaba como he indicado antes; resistencia en la que absolutamente nada tenían que ver los bolcheviques. Sin embargo, Rusia no fue dominada por los alemanes como pensaba Ludendorff. Si no sucedió tal cosa fue porque, entre otras cosas y paradójicamente, Majnó y sus fuerzas detuvieron varias veces la contrarrevolución… aunque como es bien sabido los bolcheviques traicionaran a los anarquistas y se aprovecharan de ellos para después liquidarlos a traición. La guerra civil fue la mayor prueba de que la paz no se obtuvo con la firma del Tratado, y el llamado Comunismo de Guerra fue además el aumento de la represión hacia el pueblo ruso que, saliendo del despotismo zarista tuvo que soportar el despotismo bolchevique. El Tratado de Brest-Litovsk no significó en los hechos más que la entrega de varias provincias al despotismo alemán y una humillación a la revolución rusa, una traición a sus principios revolucionarios que Lenin, Trotski y compañía pisotearon para complacer a los generales alemanes. Pero resulta todavía más claro el panorama sobre el marxismo ruso cuando se ve que mientras en la firma del Tratado los bolcheviques agacharon los cuernos, débiles, sumisos y cobardes, un mes después, el 11 de abril de 1918, atacan 26 centros anarquistas de la capital y la llamada Casa de la Anarquía, asesinando unos 40 anarquistas, no sin la resistencia de estos que mataron a 12 chekistas. Trotski, a quien Lenin encargó la firma del Tratado, fue quien se encargó de esta operación que era la primera ofensiva seria del bolchevismo a la revolución rusa y a los anarquistas en especial, además de también realizar el ataque a Kronstadt en 1921. ¿Cómo se entiende que supuestamente se firmara el Tratado para tener tiempo de organizar el Ejército Rojo, pero que al mismo tiempo se atacara cobardemente a los anarquistas? ¿Cómo se entiende que el Tratado se hiciera supuestamente para detener el conflicto con los alemanes y que al mismo tiempo se continuaran los combates contra los alemanes en las provincias de Rusia cedidas en el Tratado? ¿Cómo se entiende que se diga que el Tratado permitía tener paz al pueblo, cuando el Comunismo de Guerra traía hambre, el Gobierno bolchevique represión, encarcelamientos y asesinatos de revolucionarios que no deseaban la paz de los cementerios de los bolcheviques? El Tratado de Brest-Litovsk no significó sino una traición a la revolución rusa de parte de los bolcheviques. La primera vez, después de la designación de los Comisarios del Pueblo, con el que tampoco estuvieron de acuerdo los anarquistas porque ello significaba la creación de un Estado en manos de los bolcheviques, cosa peligrosa que advirtieron siempre; la primera vez, decimos, en que el bolchevismo pasaba por encima de la voluntad del pueblo. La primera, pero no la última, pues los miles de asesinados, encarcelados y deportados a Siberia son la prueba patente de ello. A 100 años de esta traición, no podemos dejar pasar el momento para recordarlo, afirmando el lema de los marinos de Kronstadt asesinados en 1921: ¡Abajo la comisariocracia!
Erick Benítez
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Abril de 2018
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Posted: 27 Apr 2018 10:27 AM PDT
Virginia Occidental, Oklahoma, Kentucky, Arizona…, son algunos de los muchos focos de un incendio que se extiende por todo EEUU, el de las huelgas en el sector de la educación pública. Desde principios de año no paran de resonar marchas y acciones de protesta. Todo comenzó en el Estado de Virginia Occidental, donde tras años de soportar salarios extremadamente bajos y crecientes recortes en los seguros de enfermedad a través de la Agencia de Seguros de Empleados Públicos (PEIA), la situación acabó por explotar. Las protestas fueron en aumento de la mano de la creciente organización de los/as empleados/as del sector educativo, a lo que ayudó la autoritaria gestión del problema por parte de las autoridades del Estado, que a todo respondían con insultos y bravuconadas. La huelga se fue extendiendo de condado en condado. La especial coyuntura de este caso es la que ha marcado su desarrollo (así como sus logros); las condiciones especialmente precarias del sector han hecho irremplazables a los/as empleados/as en huelga, la falta de negociación colectiva en la educación en Virginia Occidental y la débil afiliación sindical dejaron el desarrollo de los paros y la negociación en manos de la militancia de los/as trabajadores/as. Finalmente, tras semana y media de paros totales, se llegó a un acuerdo con las instituciones: se acordó un aumento del 5% del salario, algo que se extiende al resto de trabajadores/as públicos/as, mientras que el futuro de PEIA pasa a una comisión de trabajo específica.
Tras esto, las acciones de protesta y las huelgas se han ido expandiendo a otros Estados, como Oklahoma o Kentucky, cada uno con sus problemáticas concretas, ya fueran con reclamaciones en torno a los salarios, las pensiones u otros aspectos. La situación está en continua evolución, muchas de estas huelgas están aún en marcha mientras escribimos este artículo, por lo que detenernos en cada una de ellas no creemos que sirva de mucho. Las cosas habrán cambiado bastante para cuando estas páginas lleguen a tus manos. En este sentido, os recomendamos visitar la web de la revista estadounidense Jacobin (jacobinmag.com) o la del medio de contrainformación inglés Libcom (libcom.org) para manteneros al día. De modo que lo que os ofrecemos no es tanto una puesta al día de las huelgas como un pequeño análisis sobre las mismas, sobre lo que representan a nivel organizativo y su importancia dentro del contexto laboral actual en EEUU. Para ello reproducimos parte de un artículo (aunque creemos que peca de cierto exceso de optimismo) publicado en marzo en la revista Jacobin bajo el título de “The lessons of West Virginia”. Las lecciones de Virginia Occidental La gran huelga salvaje de Virginia Occidental es la victoria laboral más importante en los Estados Unidos desde principios de la década de los setenta. Aunque la huelga de UPS de 1997 y la huelga de docentes de Chicago de 2012 también captaron la atención del país, hay algo diferente en el caso de Virginia Occidental. Esta huelga se extendió a todo el Estado, fue ilegal, se volvió salvaje y parece estar extendiéndose. El resurgimiento de Virginia Occidental comparte muchas similitudes con la militancia de base de finales de la década de los 60 y los 70. Pero también hay algunas diferencias críticas. Mientras que las luchas laborales de hace cuatro décadas vinieron de la mano del boom económico de la posguerra y de los inspiradores éxitos del Movimiento por los Derechos Civiles, esta nueva agitación laboral ha estallado en un periodo de ininterrumpidas derrotas obreras y austeridad económica. La inminente decisión del Tribunal Supremo de volver a colocar al sector público de vuelta en la era de la open-shop, otorga a la huelga en Virginia Occidental de un mayor grado de trascendencia. Es muy temprano para confirmar si la huelga de Virginia Occidental provocará la reactivación de un movimiento de lucha laboral en todo el país o no. Ello dependerá, en gran medida, de si los/as trabajadores/as de este conflicto pueden seguir ganando en los próximos meses, y de si la ola de huelgas en la educación pública se materializa en otros lugares como Oklahoma, Nueva Yersey, Arizona o Kentucky. Comprender las razones que llevaron a una victoria de los/as trabajadores/as en esta huelga será crucial para los/as activistas involucrados/as en futuras batallas, y para todos/as aquellos/as interesados/as en revivir el movimiento sindical estadounidense. Poder de clase Cuando se trata de encontrar una estrategia exitosa para el mundo del trabajo, no hay necesidad de reinventar la rueda. Virginia Occidental ha vuelto a poner sobre la mesa las ideas políticas simples que hace mucho tiempo fueron abandonadas por la mayoría de líderes sindicales, así como gran parte de la izquierda. La lucha de clases obtiene resultados La “cooperación” a un nivel laboral ha llevado a una concesión tras otra en las últimas décadas. Tampoco la forma prevaleciente de lo que se ha va venido a denominar “sindicalismo de justicia social” ha sido capaz de revertir el declive del sindicalismo organizado. En lugar de construir tejido y huelgas en los lugares de trabajo, muchos sindicatos progresistas se han centrado en campañas de relaciones públicas, llamados morales a los/as consumidores/as y seguidismo de los/as políticos/as demócratas. En contraposición, la militancia de base y la huelga de maestros/as y empleados/as escolares de Virginia Occidental ha revitalizado la organización de la clase trabajadora y ganado a una serie de concesiones importantes, entre ellas un aumento del 5% del salario para todos/as los/as empleados/as públicos/as. Desde el primer día, la activa participación de las bases, y su notable habilidad en momentos críticos para superar la inercia o los compromisos de los liderazgos sindicales, ha sido el motor que ha impulsado la huelga en Virginia Occidental. A través de las dinámicas empoderadoras de la lucha de masas, muchas personas que hace sólo dos semanas carecían de experiencia política y estaban desorganizadas se han convertido en activistas respetados/as por sus compañeros/as de trabajo. Ganar batallas laborales a menudo requiere infringir la ley Aunque era ilegal que los/as trabajadores/as en Virginia Occidental fueran a la huelga, lo hicieron de todos modos. Dentro de la larga tradición de realizar acciones ilegales para ganar causas justas, muchos/as huelguistas se manifestaron con carteles caseros que decían “Rosa Parks no estaba equivocada”. El Estado amenazó inicialmente con poner fin a la huelga, pero se vio obligado a retroceder. En los momentos de lucha de masas la legalidad se convierte en una cuestión de relación de fuerzas. Si una huelga tiene la fuerza, el ímpetu y el apoyo público general, es difícil para la élite gobernante tomar medidas enérgicas en su contra. La voluntad de incumplir la ley será especialmente crucial en los próximos años. Las restricciones de la estructura legal e institucional de las relaciones laborales en EEUU configuran un panorama en el que el movimiento sindical está abocado a la derrota. Esto será más cierto aún si, como se espera, la Corte Suprema elimina ciertos derechos laborales en el ámbito del sector público. Pero como demuestra la experiencia de Virginia Occidental, es posible luchar y ganar incluso frente a los obstáculos legales más draconianos.
https://www.youtube.com/watch?v=AL8chWFuM-s
Los lugares de trabajo siguen siendo nuestro más poderoso lugar de resistencia contra las élites gobernantesEl hecho de que el sistema dependa de nuestro trabajo nos otorga un inmenso poder estructural. Como los eventos de la última semana y media han demostrado, esto sigue siendo tan cierto para los/as empleados/as públicos/as (incluyendo puestos laborales preeminentemente femeninos, como las maestras) como lo es para los/as trabajadores/as del sector privado. De esta forma, uno de los cánticos más populares durante las protestas ante el capitolio de la última semana y media fue: “¡Si esto no se arregla, ciérralo!”. Mantener y extender este potencial poder depende en gran medida de las iniciativas independientes de una “minoría militante” de activistas obreros de base Es poco probable que la huelga de Virginia Occidental hubiera tenido lugar, y menos aún hubiera tenido éxito, sin los incansables esfuerzos de un pequeño grupo de profesores/as radicales profundamente arraigados/as en sus centros de trabajo. Muchos/as de ellos/as ya destacaron durante la pasada campaña de 2016 de Bernie Sanders. Otros/as, principalmente en el sur del Estado, como el Condado de Mingo, provienen de una tradición multi-generacional de militancia que se remonta a las Guerras de las Minas de principios del siglo XX. Reconstruir una red análoga a lo largo del país es esencial. Desde la expulsión de gran parte de los/as militantes radicales de los sindicatos en la década de los 50 durante la era McCarthy, los movimientos obrero y socialista se han visto fatalmente debilitados por este divorcio. Y los/as izquierdistas en las últimas décadas se han mostrado sorprendentemente desinteresados/as en tratar de enraizarse en sus lugares de trabajo y en las organizaciones de clase. Con suerte, el inspirador ejemplo de Virginia Occidental fomentará un nuevo énfasis estratégico en la lucha de clases en los centros de producción. Promover la fusión del socialismo con el movimiento obrero requerirá necesariamente abandonar el bagaje ideológico y los malos hábitos políticos acumulados durante décadas de marginación El ethos de los/as huelguistas de Virginia Occidental ha sido el polo opuesto al sectarismo estéril, a la insularidad política y a la cultura del reclamo que prevalece en gran parte de la izquierda. Los/as radicales tenemos mucho que aprender del modelo de unidad de acción de Virginia Occidental. Como resume la profesora de secundaria de Charleston y activista laboral Emily Comer: “Para generar un movimiento de masas exitoso, las personas no tienen que ponerse de acuerdo sobre política partidista, religión o cualquier otro aspecto en este sentido. Pero sí han de unirse y luchar solidariamente en torno a un objetivo compartido”. Poner el foco sobre las grandes demandas de la clase trabajadora La lucha aquí giró en torno a cuestiones materiales, sueldos y seguros médicos, que directamente afectan a los medios de subsistencia de miles de habitantes de Virginia Occidental. El creciente impulso hacia acciones similares en todo el país muestra que la urgencia de estos problemas no se circunscribe a los Apalaches. Read more ... |
Posted: 27 Apr 2018 10:19 AM PDT
No, no, esta no ha sido una sentencia cualquiera: pese a enmarcarse en un sistema judicial que ha dado en los últimos 14 años abundantes pruebas de su ceguera en perspectiva de género, pese a haber sido dotado de una ley para que hagan correctamente su trabajo, el fallo del caso de ‘La manada’ rebasa todo lo rebasable. Y no, esta vez ya no: ni las mujeres ni nuestros aliados hombres vamos a consentir que, por enésima vez nos escupa un aséptico “las sentencias judiciales deben respetarse”. No. Esta no la respetamos; de hecho, la despreciamos. Despreciamos el papel jugado por quienes han santificado la cultura de la violación, lanzando sin pudor el mensaje de que, para que se reconozca, una agresión sexual debe conllevar la puesta en riesgo de nuestras vidas. No señores: bien sabemos desde pequeñas, y así es recomendado por las expertas, que en una situación de violencia sexual semejante lo normal es no resistirse, proteger la propia vida, cerrar los ojos y aguantar hasta que todo pase como ha hecho nuestra hermana.
Hermana, no estás sola, ya lo ves, estamos contigo. Siéntete cubierta por el manto de sororidad que tejemos de norte a sur, de este a oeste. Siéntete protegida, porque no vamos a parar hasta que se revise la sentencia, hasta que se revise la actuación de quienes han decidido ignorar el dolor que has soportado, que han dudado de tu testimonio, como se duda del de todas, mandando el oscuro mensaje de que la calle y la noche, serenas o ebrias, no son nuestras. No es una cuestión de años, tampoco de venganza: se trata de la cuestión esencial de si el Estado español avala la cultura de la violación. Por eso, si no reculan, si no buscan solución racional a este insulto a las mujeres, sin justicia, no habrá paz. Vamos a acabar con este clima de sospecha y duda de nuestros testimonios. Vamos a acabar con una justicia patriarcal que nos quiere apaleadas o muertas para poder reconocer una violación. Vamos acabar con la cultura de la violencia sexual. No vamos a tolerar un poder judicial que, en el mejor de los casos, es caduco e inútil, socialmente dañino, sin la obligada capacitación en perspectiva de género y, en el peor, está conformado por una élite patriarcal que alimenta el terrorismo machista. Tomen nota, no vamos a parar y nos sobra creatividad para organizar la rabia. Hermanas y hermanos, nos vemos en las calles. Read more ... |
Posted: 27 Apr 2018 09:59 AM PDT
La lucha se está llevando en Arraijanal, la última playa natural de Málaga capital y que tiene como proyecto su destrucción para la construcción de campos de fútbol y otros negocios relacionados. Es un terreno cedido por 75 años al actual dueño del Málaga CF, un jeque mafioso de Catar.
Desde hace mes y medio aproximadamente resiste a pie de obra una acampada 24h/7dias a la semana para intentar impedir la destrucción de todo este entorno de valor medioambiental y arqueológico incalculable. Aparte hace años que varias asociaciones están intentando frenar este desastre (al que por desgracia en la Costa del Sol estamos muy acostumbradxs) por vías legales. Actualmente la fiscalía de medioambiente ha abierto diligencias para investigar el entorno y su valor a nivel arqueológico y medioambiental. Existen dos páginas de Facebook donde se está colgando el contenido relacionado con la lucha, ya que hace falta mucha gente para apoyar la acampada a pie de obra y que esta lucha se conozca por todos sitios: https://www.facebook.com/ https://www.facebook.com/%C3% Read more ... |
Posted: 27 Apr 2018 09:43 AM PDT
Programa monográfico sobre sanidad con la participación de un compañero del sector. En este programa se condensa mucha e interesante información, esclarecedor. Por supuesto no es defensa acrítica de la maravillosa Sanidad Pública.
Contratertulia nº 189. Radio Ela - Emisora Libre y Autogestionada Madrid. Read more ... |
Posted: 27 Apr 2018 09:32 AM PDT
A partir de la reapropiación de imágenes de archivo de contenidos dispares (imágenes de guerra, partidos de futbol, celebraciones sociales, rituales religiosos, personajes históricos...), y procedentes de distintas fuentes (entre las que se incluyen películas de Chris Marker, Alain Resnais, Leni Riefenstahl o Gianikian y Ricci Lucchi, junto a imágenes de spots, telediarios...), la productora Zavan Films elabora este complejo y caleidoscópico trabajo sobre las identidades (nacionales, religiosas, comerciales...) y su relación con la guerra, los beneficios económicos y los "crímenes legales".
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Posted: 26 Apr 2018 02:31 AM PDT
“La autogestión, en la práctica, aprendiendo y rectificando, no es algo definitivamente logrado, ni un paraíso prometido, sino el comienzo de un proceso hacia la liberación" (Abraham Guillén)La democracia en el trabajo, la posibilidad de una economía basada en la autogestión por parte de los propios productores, el control colectivo de la infraestructura material que permite solventar las necesidades vitales del pueblo, es una alternativa al sistema capitalista de producción que ha permeado todas las resistencias obreras y populares desde la emergencia misma de la sociedad del salario y la mercancía. Ya fuera desde la memoria de grabada en la psiquis proletaria por los siglos de uso de los llamados bienes comunales, que en la sociedad precapitalista permitían el acceso de los campesinos a recursos imprescindibles para su subsistencia, sometidos a un régimen de gestión colectiva, y más o menos democrática según las zonas y los momentos. O ya fuera por la expansión en la naciente clase obrera de las “utopías” socialistas que veían como finalidad inmanente del propio desarrollo capitalista la conformación de la infraestructura material y social que permitiría construir un socialismo preñado de abundancia y riquezas, tanto materiales como culturales, para todos. En ambos casos, la posibilidad de construir o revivir el escenario del comunismo deseado, iba teñida de la idea de favorecer el autogobierno de los trabajadores, provocando la desaparición de la relación salarial y la progresiva (o inmediata, según las corrientes) pérdida de sentido del Estado, como mecanismo de gestión política de la fuerza de trabajo que desaparecería ante la emergente potencia de las relaciones directas y democráticas entre los propios productores. Esta visión animó el proceso de desarrollo del movimiento obrero, así como la paralela generación de experimentos sociales que permitían iluminar aspectos de la realidad que la explotación capitalista dejaba en la penumbra, como la potencia económica de la cooperación productiva o la capacidad misma del trabajo asociado en pié de igualdad para resolver necesidades humanas básicas y para producir un avance en la conciencia política de la clase trabajadora. Así, el desarrollo de los sindicatos, las cooperativas, las redes de consumo o las comunas y establecimientos utópicos (como los falansterios de Fourier o la Nueva Icaria de Etienne Cabet) iban de la mano, generando un proceso de empoderamiento de la clase trabajadora, que no sólo defendía sus intereses inmediatos en el lugar de trabajo, reclamando mayores salarios, sino que también se presentaba como portadora de una alternativa de conjunto al sistema , así como de un proyecto económico capaz de resolver las contradicciones inherentes al proceso de desarrollo capitalista. Todo ello explica que los procesos revolucionarios desatados por el movimiento obrero se vieran acompañados, casi invariablemente, por el ensayo de formas de organización autogestionaria de la producción como los soviets rusos o los consejos obreros alemanes, llegando a la tentativa global de construir la sociedad de la autogestión en las colectividades españolas, durante la guerra civil, o en la estructura económica (que no en la política) del socialismo yugoslavo a partir de la ruptura de Tito con el Kremlin en 1951. Mucho ha llovido desde entonces. El fracaso de la experiencia del socialismo estatista y burocrático del Este de Europa, junto a la derrota de la gran oleada de luchas populares del 68 en todo el mundo, y a la transformación de las estructuras de la clase obrera misma en las ultimas décadas de globalización y neoliberalismo, han llevado a la descomposición de determinadas formas de resistencia proletaria, junto a la recomposición en nuevas áreas de experimentación de las luchas de la clase trabajadora. Y en este nuevo escenario, la autogestión, lejos de desaparecer como horizonte de transformación, se ha diseminado en una miríada de propuestas, que tanto invitan a delinear las estructuras fundamentales de una hipotética sociedad post-capitalista (como en el caso de la Economía Participativa de Michael Albert o la Democracia Inclusiva de Takis Fotopoulos), como construyen alternativas reales para supervivencia de las clases populares desde ya en el seno del propio sistema, entrando en un conflicto irresoluble con él (como las empresas recuperadas argentinas, latinoamericanas y europeas o el creciente movimiento de la economía social y solidaria). Los conceptos de autogestión, sustentabilidad ambiental y democracia económica se han convertido en una melodía recurrente que permea gran parte de las resistencias antisistémicas a nivel internacional, así como en una forma efectiva de ganarse la vida dignamente para miles de personas a través del globo. Desde el espacio del cooperativismo clásico, a los mercados sociales, las cooperativas integrales, la Economía de los Trabajadores (estrechamente vinculada a la experiencia de las fábricas recuperadas), las iniciativas de transición ecológica, al discurso de gran parte del sindicalismo combativo o de cada vez más numerosos estudiosos e intelectuales, la democracia en el trabajo, la autogestión, se está convirtiendo sin prisa pero sin pausa en la única alternativa global coherente a un sistema capitalista en crisis y en plena senilidad. Una alternativa construida desde la pluralidad de los registros, y no desde la imposición de un discurso único, monolítico y dogmático, que tantas veces ha llevado al fracaso a las tentativas obreras de emancipación. Por supuesto, esta nueva potencia se expresa también en la Península Ibérica. Las Cooperativas Integrales; mercados sociales como el de Madrid; redes de redes de economía social como REAS (Red de Economía Alternativa y Solidaria); experimentos urbanos como La Canica, en Madrid, o rurales como las ocupaciones de tierras del sindicalismo jornalero en Somontes, en Andalucía; iniciativas de cooperativismo de consumo o, incluso de vivienda por medio de la cesión de uso como La Borda, en Barcelona; centros sociales, en casi todas las ciudades; huertos urbanos…con todas sus contradicciones y ambivalencias, dan fe de la vitalidad de un sector emergente de la economía que permite afirmar con solvencia que existen otras formas de producir y de vivir, más allá de la relación salarial y de la mercantilización de la vida impuesta por el proceso de valorización del Capital. ¿Cómo desarrollar y reforzar ese sector? ¿Cómo hacer crecer la alternativa y dar herramientas útiles para la lucha económica a quienes la sostienen en el día a día? Sin querer ser exhaustivos, vamos a delinear una serie de ideas fuerza o propuestas que permiten alimentar un debate necesario: -Es preciso fomentar la integración y el desarrollo de las experiencias autogestionarias, favoreciendo lo que el movimiento cooperativista ha llamado siempre “intercooperación”. La generación de espacios y herramientas comunes, permitiría un aumento de escala de las iniciativas, favoreciendo la productividad en su seno y su capacidad de convertirse en referentes efectivos para la mayoría social. Se podría pensar en bancos de herramientas o de conocimientos, en redes amplias y cooperativismo de segundo y tercer grado, en mecanismos de colaboración mutua y de articulación de vías efectivas para generar sinergias, en instrumentos periodísticos (quizás desde la utilización de proyectos ya existentes) que se conviertan en una “prensa colectiva”, etc. -Este proceso de integración y desarrollo debe plantearse como objetivo estratégico el control de la totalidad de las cadenas de valor. Las iniciativas autogestionarias, convertidas en simples subcontratistas de grandes gigantes económicos o de las administraciones públicas, pueden operar como un simple mecanismo de outsourcing, precarizando las condiciones de trabajo e impidiendo el poder efectivo de los trabajadores sobre sus empresas. Esto implica que se debe llevar a cabo una política ambiciosa para tomar el control de la producción, distribución y comercialización de los productos, favoreciendo la integración de las cadenas de valor desde la perspectiva autogestionaria. Algunas experiencias actuales de las empresas recuperadas argentinas, que favorecen la integración del trabajo textil con el de diseño y la comercialización, van en este sentido. Una novedosa propuesta de poner en marcha supermercados cooperativos, tampoco debería ser olvidada. -La formación es un activo estratégico que las experiencias autogestionarias deben de impulsar todo lo posible. En una economía cada vez más centrada en los conocimientos y en la innovación, se hace imprescindible favorecer la más amplia formación para los trabajadores autogestionarios. La puesta en marcha de Escuelas de la Cooperación, físicas o virtuales, y un amplio Banco Común de Conocimientos, es cada vez más necesaria. -Se debe experimentar en el ámbito de los cuidados, para generar formas económicas que, manteniendo y aumentando la productividad (lo que es imprescindible en un entorno económico hostil como el capitalista), puedan superar la limitada visión de la conciliación de la vida laboral y familiar, favoreciendo la integración de la vida con el trabajo y el placer, fomentando la feminización del trabajo autogestionario. -Hay un fenómeno, paralelo a la aparición de los llamados “ayuntamientos del cambio”, de aumento de la dependencia de la economía social y solidaria de las subvenciones, ayudas y contratas públicas. Esto puede favorecer de manera temporal su desempeño, pero se ha de ser consciente de que un cambio de gobierno implicará una posible debacle económica para muchas cooperativas y asociaciones. Es imprescindible, entonces, que todo el tejido autogestionario y de la “otra economía” tenga claro que en momentos de beneficios es importante dedicar un alto porcentaje de los mismos a la reinversión en la empresa, para hacerla más competitiva, independiente de los ciclos políticos y económicos, y productiva, aun limitando el montante que se dedica al consumo inmediato de los socios. -Las experiencias de financiación alternativa como Coop57 o la CASC son estratégicamente muy importantes. Además, debería tenderse a la constitución de un auténtico Banco Cooperativo, con todo tipo de servicios financieros, que diera servicio a todo el sector social de la economía, así como a los autónomos y pequeña empresa familiar. Es decir, a todo el magma económico en conflicto con el despliegue del neoliberalismo. La recuperación de la soberanía económica, alimentaria y ecológica impone la articulación creciente de las formas de producción disfuncionales para el proyecto neoliberal, que abarcan desde la pequeña explotación agraria familiar al cooperativismo de consumo, lo que se podría favorecer enormemente con el despliegue de una Banca de la Participación que derivase el crédito generado desde la otra economía a la integración y desarrollo de las cadenas de valor controladas por la misma. -La recuperación de los bienes comunes es otro proyecto estratégico. Por recuperación de los bienes comunes entendemos también la conformación de un auténtico sector del común con los servicios públicos estatales. Para ello, dichos servicios tienen que ser defendidos de la privatización y organizados mediante nuevas formas de gestión comunal-cooperativa, que permitan la cogestión de los trabajadores junto a la participación directa de las comunidades concernidas. Se trata de inventar el nuevo Derecho del “no-Estado” del común. Las nuevas formas de propiedad y de gestión que superen la dicotomía capitalista entre propiedad pública y privada, reinventando una propiedad del común participativa y autogestionaria. Propuestas como la presentada por el Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión para la limpieza viaria de Madrid o la propuesta de los trabajadores de los autobuses de Zaragoza (AUZSA), deben de ser exploradas. -El trabajo autogestionado debe vincularse estrechamente a l resto de luchas sociales de las clases populares. Un cooperativismo apolítico es un contrasentido y sólo lleva a la pérdida de calidad democrática a nivel interno de las iniciativas. El sistema no va a caer solamente por la evolución económica de la sociedad o por la competitividad económica o vivencial de la propuesta autogestionaria. Habrá cuellos de botella, momentos de enormes contradicciones y auténticas batallas ciudadanas. La economía autogestionaria es una de las vertientes fundamentales del proyecto de cambio social, pero no la única. Y no puede vencer sola. El proyecto de la economía autogestionaria, en definitiva, es un proyecto de cambio sistémico, que permite sentar las bases (junto a las luchas y la organización popular) para el inicio de la transición a otra forma de producir, de sentir y de vivir. A otro tipo de sociedad. Una sociedad del socialismo autogestionario que sólo se puede edificar desde la cooperación mutua de todos los sujetos sometidos.
José Luis Carretero Miramar. (Miembro del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión –ICEA)
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