Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Por una moral revolucionaria
- Reflexiones libertarias sobre Palestina
- [Documental] If a tree falls: A story of the Earth Liberation Front
- El Parque. La infancia entre cartones. Entrevista a Julio Rubio
- Proyección de "If a tree falls, a story of the Earth Liberation Front" en el Local Anarquista Motín
- [Libro] Teoría de las inteligencias de autocuidado
- [Santander] Presentación del libro: "Wenüy. Por la memoria rebelde de Santiago Maldonado"
Posted: 03 Jan 2019 10:13 AM PST
Tan importante como luchar contra el sistema que nos esclaviza y destruye es luchar contra aquello que hemos interiorizado de dicho sistema. Esto exige adoptar una moral revolucionaria para, por un lado, realizar en nosotros mismos los cambios que queremos ver fuera de nosotros, y por otro lado para disponer de la actitud adecuada para combatir el sistema de forma eficaz y coherente con los principios y valores que afirmamos defender. Esta pequeña reflexión gira en torno a esta segunda cuestión, es decir, la moral revolucionaria como actitud ante el mundo para afrontar la lucha por la emancipación.
La lucha revolucionaria es una tarea que todo revolucionario se impone a sí mismo, pero cuya puesta en práctica exige una actitud sin la cual es imposible emprenderla. Querer hacer la revolución sin estar preparado para hacerla es semejante a tratar de correr un maratón sin estar preparado física y psicológicamente para el esfuerzo que ello supone. Esto es importante en la medida en que el revolucionario se encuentra inmerso en un entorno hostil del que recibe inputs que por lo general son negativos, y que se combinan con una gran variedad de dinámicas y mecanismos en el plano psicológico, ideológico y emocional cuya finalidad son destruirlo como revolucionario, y por tanto laminarlo para convertirlo en otro individuo estándar de la sociedad. Desafortunadamente esto suele ser lo más habitual al comprobar que en muchas ocasiones incipientes revolucionarios, debido a la falta de actitud, terminan abandonando todo compromiso de lucha y se entregan a una vida acomodaticia propia de la molicie burguesa imperante.
Los elementos actitudinales que todo revolucionario necesita son varios y están sumamente interrelacionados, de manera que es muy difícil hablar de ellos de manera separada sin referirse a los demás. Se trata de actitudes que directa o indirectamente son la expresión de unos valores y de una concepción de la vida que contradicen la dinámica social dominante que impone el sistema. Son, en definitiva, los elementos que conforman la moral revolucionaria que nos permite ponernos en forma para afrontar la tarea de hacer la revolución. Si no estamos en forma no podemos desarrollar esta tarea, y consecuentemente no contribuiremos de un modo eficaz y coherente a lograr la revolución. Inevitablemente una moral revolucionaria desempeña dos funciones clave. En el terreno práctico preparar a la persona, en este caso al revolucionario, para hacer la revolución que ponga fin al sistema de dominación. Pero al mismo tiempo en el terreno axiológico, es decir, en el ámbito de los valores que conforman la mentalidad del sujeto, lo que conlleva una rehumanización de la persona frente a la labor deshumanizadora del sistema.
La vida como lucha es lo que, en definitiva, define el sentido de la existencia de todo revolucionario, pero igualmente de toda vida verdaderamente humana. Nada de valor e importancia en el terreno humano ha sido conseguido sin lucha, lo que implica esfuerzo y sacrificio. Así pues, una primera y fundamental actitud que conforma la denominada moral revolucionaria es el esfuerzo y sacrificio. El ser humano ya de por sí necesita de metas que requieran un esfuerzo, y eventualmente algún tipo de sacrificio, debido a que le dan un sentido a su existencia e igualmente son un medio para superarse a sí mismo. En cierto modo puede afirmarse que son las metas de una persona las que la definen. Si la meta que mueve a una persona es grande, como puede ser la revolución y la construcción de una sociedad de la libertad, la persona es grande en sí misma.
Sin embargo, las metas importantes no se consiguen de la noche a la mañana y sin que exista de por medio un esfuerzo. Si una persona que no está en forma quiere levantar a pulso un peso de 100 kilos no puede pretender levantarlos en un periodo de tiempo irrealista, como podría ser en dos días, sino que por el contrario necesita trazar un plan de entrenamiento dirigido a preparar sus músculos para lograr dicha meta. De este modo tendrá que empezar a levantar un peso relativamente pequeño, 2 kilos, e ir practicando para desarrollar la capacidad física que le permita, pasado un tiempo, levantar 5 kilos y así sucesivamente hasta lograr levantar 100 kilos. Lo mismo ocurre con las metas estratégicas que se proponen las personas, pues definen los fines últimos que persiguen. Por tanto, razones de orden práctico exigen trazar en el terreno táctico un camino compuesto de sucesivas metas pequeñas necesarias para alcanzar la meta estratégica. Esto es aplicable a la revolución, pues su consecución requiere el trazado de un camino que conduzca a su realización exitosa, de manera que proceso y resultado son inseparables pues el primero nos prepara para la consecución del segundo.
Frente al mundo acomodaticio y conformista imperante, que aleja a las personas del esfuerzo y del sacrificio ofreciendo una forma de vida en la que estos están ausentes, es importante que el revolucionario, para rehumanizarse a sí mismo, asuma que la revolución sólo es realizable en la medida en que exige esfuerzo y sacrificio. Significa ponerse al servicio de un fin superior, para lo cual es preciso la consecución de diferentes metas pequeñas, necesarias pero no suficientes, conducentes a la realización de esa gran meta que es la revolución y la construcción de una sociedad libre. En ese proceso el revolucionario se forja a sí mismo al tener que salir de su espacio de confort, enfrentarse a sucesivos desafíos de un modo creativo que le obligan a mejorarse para vencerlos y superarlos con éxito. Gracias al esfuerzo y al sacrificio la persona logra salir de sí misma, pues renuncia a la comodidad y al conformismo para conseguir un fin mayor que le trasciende, y al hacerlo logra mejorarse en todos los sentidos al acostumbrarse a soportar el dolor y las adversidades que entraña la propia lucha. Esto genera una espiral ascendente de desafío-respuesta, de tal modo que los desafíos superados con éxito dan lugar a que la persona pueda plantearse desafíos aún mayores que, a su vez, exigirán su mejora cualitativa al desarrollar una experiencia que la mejorará aún más y, en definitiva, la preparará para hacer la revolución, lo que la convertirá en una amenaza real para el sistema.
A la argumentación anterior puede aducirse que también existen los fracasos y las derrotas. Pero justamente la actitud de esfuerzo y sacrificio implica aceptar esa posibilidad, y estar dispuesto a afrontarla con todo lo que ello conlleva. Por otro lado, el fracaso no significa un empeoramiento del individuo, sino que es igualmente una aportación a la propia experiencia en la medida en que constituye una oportunidad para aprender de los errores, y de este modo seguir mejorando de cara a superar con éxito nuevos y sucesivos desafíos. Ninguna derrota o fracaso son totales y definitivos, sino parciales y momentáneos, con lo que deben ser puestos en perspectiva como una dimensión más del proceso de aprendizaje y mejora personal del revolucionario y, en definitiva, como parte del esfuerzo y sacrificio que entraña su lucha por la emancipación.
Como rápidamente puede deducirse de lo antes expuesto la lucha entraña esfuerzo y sacrificio, o lo que es lo mismo, dolor. Pero es por medio de la lucha que el revolucionario se forja y mejora. Esto es importante porque al superar con éxito sucesivos desafíos logra desarrollar, a su vez, una actitud necesaria para todo revolucionario que es la autoconfianza. Los éxitos contribuyen a que la persona se sienta segura de sí misma, logre una creciente experiencia y con ello consiga mejorarse. En este proceso el individuo aprende a confiar en su propio esfuerzo en el que pasa a apoyarse para lograr el éxito. Si las personas no confían en sí mismas y en sus propias capacidades nunca harán nada y tampoco estarán dispuestas a ponerse a prueba. La inseguridad aboca a la pasividad y a la desidia, pero sobre todo al derrotismo y a la falta de autoestima. La falta de confianza en uno mismo impide, entonces, una valoración realista de las posibilidades y capacidades propias, de lo que se deriva la ausencia de una disposición favorable a emprender lucha alguna porque implica enfrentarse a las dificultades y abandonar la zona de confort individual. Cuando uno no cree en sí mismo, en su potencial, se ve incapaz de hacer cualquier cosa y queda sumido en la parálisis. Asimismo, la autoconfianza es una precondición para el esfuerzo que entraña la lucha, pues existe la confianza en el propio potencial para superar las dificultades que se presenten en el camino. Un revolucionario, entonces, es una persona segura de sí misma y con la autoestima en su sitio al ser consciente de cuáles son sus capacidades y posibilidades reales, lo que hace que esté dispuesto a asumir nuevos y sucesivos desafíos para superar sus limitaciones y contribuir de esta manera al logro de la revolución.
La autoconfianza es inseparable de la motivación. En la medida en que uno está seguro de sí mismo y se valora de un modo realista también es consciente de que es capaz de vencer desafíos y adversidades. Al creer en sus propias capacidades el revolucionario se ve motivado, y esta motivación es confirmada con la superación de los desafíos que se le presentan. Todo esto contribuye en gran medida a crear en el revolucionario la convicción de que el fin último que persigue es realizable. Cuando las personas estiman que, por las razones que sean, una determinada meta no es realizable se sumen en una profunda desmotivación que les aleja de cualquier iniciativa dirigida a lograr dicha meta, y con ello caen en la desmovilización. Las personas desmotivadas nunca han emprendido ninguna gran acción. Sin motivación tampoco hay autoconfianza, ni espíritu de sacrificio y, en definitiva, tampoco lucha revolucionaria.
Pero junto al vínculo que existe entre la motivación y las capacidades propias hay que sumar, asimismo, la motivación que es intrínseca al fin último perseguido. Si se trata de una meta importante, que es deseable en sí misma, esto se manifiesta en el gran poder de atracción que ejerce sobre la persona que aspira a su realización. De este modo la meta aporta una gran motivación que constituye un impulso intenso que impele al revolucionario a seguir adelante en la lucha. A lo largo de la historia han sido ideas motrices las que han puesto en marcha la acción desinteresada de muchas personas. Entre estas ideas encontramos la libertad, la justicia, la igualdad, etc. Son ideas atractivas en sí mismas, y es por ello que son capaces de sacar lo mejor de la persona cuando esta es movilizada por ellas. Todo esto nos muestra que una gran motivación permite al revolucionario superar sus propias limitaciones y ser capaz así de grandes acciones. E igualmente a través de estas acciones el revolucionario realiza coherentemente en sí mismo esos ideales que le mueven, siendo también fuente de inspiración para los demás.
Unido a todo lo anterior nos encontramos con la fuerza de voluntad que, a su vez, aporta la determinación. Es conocido aquel refrán que dice que donde hay voluntad hay un camino. Esto tiene mucho de cierto, pues donde existe una voluntad decidida a conseguir una determinada meta los obstáculos sólo son algo circunstancial y no importa el esfuerzo que sea preciso para vencerlos. La motivación es un factor movilizador de la voluntad, pero la fuerza de voluntad exige autodisciplina, carácter, disposición al esfuerzo y al sacrificio, pero sobre todo constancia. Sin constancia tampoco se ha conseguido nunca nada importante, pues los grandes logros son generalmente fruto de un esfuerzo y de una constancia considerables. Hay que tener en cuenta que un cambio revolucionario de carácter emancipador supone enfrentarse a una compleja y difícil realidad para transformarla en un sentido cualitativo, con lo que no es realista plantearse la posibilidad de que dicho cambio pueda ser una tarea fácil, realizable con poco esfuerzo y a corto plazo. Por el contrario exige gran esfuerzo, fuerza de voluntad y constancia. La consecución de una sociedad libre no puede lograrse en el corto plazo, pues todo proceso de transformación exige mucho tiempo para ser materializado y por ello un gran esfuerzo que sólo puede nacer de la constancia. La regularidad que ofrece la constancia es, asimismo, de un incalculable valor porque la persistencia en una lucha, en unas determinadas prácticas, etc., ejercen un efecto indeleble en la persona. La constancia, en definitiva, imprime carácter en la persona. Pero además de esto la constancia provee regularidad, y la regularidad ofrece confianza a uno mismo pero también a los demás. Las personas constantes fallan menos que las que no lo son, y esto las hace muy valiosas.
Por último está la responsabilidad. No sirve de nada adoptar compromisos con uno mismo o con los demás si no se es responsable, es decir, si no se pone el interés y esfuerzo necesarios para cumplirlos o directamente no respondemos por ellos. La diferencia entre una persona responsable y una irresponsable es que la primera manifiesta diligencia en sus acciones, y por ello un interés en cumplir sus compromisos, además de estar dispuesta a asumir las consecuencias de sus actos y errores. La responsabilidad es, en suma, una obligación moral por la que uno responde tanto de sus actos como de sus inacciones. La irresponsabilidad, por el contrario, conduce a actitudes negligentes, a la desidia, pero también a la hipocresía, al descrédito y en general a la inmoralidad. Las personas responsables son diligentes a la hora de cumplir sus compromisos, inspiran confianza y se muestran cooperadoras. Resulta imposible concebir a un revolucionario como una persona que no se molesta en ejecutar los acuerdos tomados colectivamente con sus compañeros, que se desentiende de los compromisos que voluntariamente ha adquirido consigo mismo o con los demás, o que directamente traiciona la confianza de los demás.
El comienzo de un nuevo año es un momento idóneo para asumir nuevos retos y adquirir compromisos para mejorarnos como personas, y sobre todo para ponernos en forma de cara a desarrollar la difícil tarea revolucionaria. Sirva esta pequeña reflexión como un acicate para desarrollar en nosotros mismos aquellas actitudes que contribuirán a convertirnos en unos verdaderos revolucionarios, y sobre todo a ser capaces de dar lo mejor de nosotros mismos en la lucha por un mundo nuevo.
Esteban Vidal
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Posted: 03 Jan 2019 10:07 AM PST
La reciente muerte de Amos Oz, notable escritor al que se ha definido como la conciencia crítica de Israel, invita a una reflexión libertaria sobre el conflicto entre Israel y Palestina, aunque sería mejor definición referirse a los crímenes de un Estado contra una población. Oz, enfrentándose a una gran parte de sus compatriotas favorables a la ocupación, se mostraba partidario, como solución del problema, a la construccion de un Estado palestino.
Hay que decir que, para la inmensa mayoría el imaginario popular, resulta impensable una sociedad sin Estado. Es algo a lo que tenemos que enfrentarnos los anarquistas, el hecho de identificarse desde la propia educación más elemental una sociedad bien organizada con el Estado, y yendo más allá, prácticamente se considera que resulta el culmen de la civilización en su versión democrática. Así, se producen no pocas contradicciones a la hora de implicarse en conflicto entre un Estado bien afianzado, como es Israel, y un pueblo que parece aspirar a serlo como es el palestino para defender su territorio. Se plantean de esta manera, diversas cuestiones que parecen ser anatemas para el anarquismo, como es la identidad colectica basada en el territorio o las luchas por la liberación nacional, aunque otras nos obligan siempre a nuestra implicación material y moral, es el caso de la solidaridad internacional entre los pueblos. Tal y como ha señalado el anarquista israelí Uri Gordon, la gran paradoja para el activismo anarquista en Palestina, tantas veces, es apoyar como es lógico a los oprimidos, pero estar obligados a hacerlo en los propios términos y condiciones de estos.
Aunque la presencia explíctamente libertaria puede considerarse minoritaria en el conflicto, no hay que desdeñar la tradición anarquista del territorio, mencionándose siempre los principios comunistas libertarios de los primero kibutz. A partir de 1968, como en tantos otras partes del mundo, se renovó el interés por las ideas libertarias con presencia anarquista en destacados movimientos. En los años 80, hubo otro auge, especialmente entre los estudiantes israelís, y entronca con el activismo antiglobalización de finales de los 90. Como no podía ser de otra manera, ha habido anarquistas en las últimas décadas que han participado en espacios de fraternidad entre árabes y judío, con un compromiso explícito en los territorios ocupados. Desde el año de su creación, en 2003, hasta hoy es notable la iniciativa de Anarquistas Contra el Muro y su lucha conjunta con el pueblo palestino. Anarquistas de otros países se han implicado durante los últimos años en diversas organizaciones que promueven la solidaridad internacional con los palestinos. Aunque la participación anarquista en un conflicto eterno es evidente, tal vez las aportaciones polémicas desde un punto de vista libertario han sido escasas. En ocasiones, en una línea muy extendida entre la izquierda, se ha planteado la cuestión como un lucha entre opresores y oprimidos, por lo que los anarquistas debían apoyar a estos últimos, los palestinos, y dejar como algo secundario la crítica a sus líderes o a sus métodos de lucha. Por supuesto, la solidaridad es con el pueblo oprimido en nombre de la dignidad y la responsabilidad, pero no hay que olvidar que el opresor es un Estado y diferenciarlo del pueblo israelí, parte del cual se manifiesta muy crítico con su gobierno. Tal vez, esas visiones viscerales, que observan las dos partes del conflicto como bloques compactos, no ayuden demasiado desde un punto de vista antiautoritario. Más bien, los defensores del Estado de Israel, que son muchos y muy poderosos, se alimentan de esos posicionamientos con las manidas acusaciones de antisemitismo.
Tengo que decir, que yo mismo no tenga una opinión definitiva sobre el conflicto, pero trato de reflexionar al respecto con diversas posturas que he observado dentro del activismo anarquista. Como no podía ser de otra manera, otros libertarios han querido aportar un análisis exclusivamente anarcosindicalista con llamamientos a los grupos independientes de trabajadores en Palestina e Israel. Desgraciadamente, como tantas otras veces, la visión sindicalista dentro del anarquismo parece ignorar que existen pocas perspectivas para un movimiento obrero de carácter autónomo en el territorio que nos ocupa (como en muchos otros). Estas visiones sesgadas, que insisten de modo exclusivo en la lucha dentro del mundo del trabajo, ignoran muchos otros ámbitos en los que una mayoría de anarquistas está implicada. De nuevo, hay que criticar visiones que caen en la abstracción y el idealismo, mostrando categorías cuanto menos cuestionables y distanciándose de la realidad. Nuestro deseo de un irreductible internacionalismo, y de la solidaridad entre los trabajadores, no debería desapegarnos de lo real y sí obligarnos a análisis más concretos. La implicacion en el conflicto entre Israel y Palestina nos lleva, igualmente, a otra paradoja; las de las luchas por la liberación nacional y, consecuentemente, la construcción nacionalista que conlleva. Nuestros principios libertarios nos conducen a observar el nacionalismo como un mecanismo ideológico de carácter reaccionario, el cual se esfuerza por construir una unidad en torno a una identidad colectiva y conciliando a clases que deberían ser antagonistas. El nacionalismo se identifica con el poder político, el Estado, bien diferenciado del concepto de pueblo, que a nivel local puede compartir sentimientos, ideas y valores, pero con una identidad flexible que rechaza las fronteras y capaz de construir sociedades libres. Una visión que suscribimos los anarquistas, pero de nuevo excesivamente abstracta, ya que hay que atender a los problemas reales y concretos en los que en ciertos contextos no tiene cabida fácil.
El gran problema es que una gran mayoría de palestinos parece querer su propio Estado, por lo que nuestra visión ácrata algo condescendiente entra en conflicto con el deseo de los propios oprimidos. De nuevo, nuestra loable aspiración de una sociedad sin poder coerctivo, de auténticos libres e iguales, nos pone frente a una realidad en la que las personas están sufriendo ahora mismo y de poco les vale hablarles de un terreno utópico. Tengo que decir que esta contradicción, valga la aparente perogrullada, puede empezar a resolverse aceptando la propia contradicción en lugar de esgrimir el ideal (que, no olvidemos, a veces se convierte en dogma). Es decir, negar las contradicciones es refugiarse en un ideal que puede estar muy lejano, por lo que poco o nada se implica en los conflictos reales; no sirve de nada para la gente que, hoy mismo, está siendo machacada por el Estado y el capitalismo. Si los anarquistas, en mi opinión, queremos ser responsables e implicarnos de verdad, sin que en ningún momento eso tenga que ser un obstáculo para una lucha emancipatoria más amplia, hay que mancharse en el barro y eso supone aceptar las contradicciones. En el caso concreto que nos ocupa, tal vez haya que transigir con la posibilidad de un Estado palestino, como deseo mayoritario de los propios palestinos, una forma factible de mitigar la opresión a corto plazo. Nuestras ideas anarquistas no pueden ponerse por encima del sufrimiento de las personas, es tal como yo lo veo y suelo actuar en un mundo político y social que no me suele gustar. Por otra parte, aceptar como un mal menor la creación de un Estado palestino es solo una supuesta contradicción libertaria, que tal vez solo se produce desde ciertas terorizaciones, por lo que mostrémonos también flexibles desde este punto de vista. Es decir, los activistas ácratas implicados en el conflicto de modo solidario, evitando formas de represión y procurando que los oprimidos sean más autosuficientes, difícilmente van a contribuir a la construcción de un nuevo Estado. Por otra parte, la aceptación de una u otra manera de un Estado palestino, de forma evidente, no es la solución defintiva de los problemas sociales en el territorio. Obviamente, desde un punto de vista anarquista no es una solución a largo plazo, pero tal vez podría ser un camino positivo hacia espacios más libertarios. En cualquier caso, y volvemos a procurar implicarnos de forma concreta en el sufrimiento de la gente en este momento, no creo que sea una solución peor que las cosas tal y como están en este momento.
Capi Vidal
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Posted: 03 Jan 2019 10:02 AM PST
Si un árbol cae: Historia del Frente de Liberación de la Tierra
Documental sobre Daniel McGowan, un activista de Oregón, un ciudadano medio y nada extremista que fue acusado de terrorismo por intentar sabotear unas instalaciones para deforestar la propiedad de una gran compañía.
El 7 de diciembre de 2005, agentes federales de los Estados Unidos llevaron a cabo una persecución de ambientalistas radicales con nexos con el Frente de Liberación de la Tierra (Earth Liberation Front) — Una organización a la cual el FBI catalogó como “la amenaza terrorista doméstica número uno”. El documental cuenta la historia de la “organización” y su “líder”, desde su ascenso hasta su caída y arresto. Enfrentando sentencia de por vida y con entrevistas y vídeo de archivos originales de los agentes, fiscales y miembros de la organización, IF A TREE FALLS hace las preguntas más fuertes en cuanto a ambientalismo, activismo y el modo en el cual definimos el “terrorismo”.
Versión original con subtítulos (incompletos) en español.
https://www.youtube.com/watch?v=YWNxFZqh770
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Posted: 03 Jan 2019 09:53 AM PST
El parque. La infancia entre cartones es algo así como una autobiografía de un barrio de una gran ciudad a través de un vecino educador social. Esta autobiografía es, al mismo tiempo, una radiografía de los servicios sociales, sus instituciones, sus profesionales y la enmarañada red que constituye el sistema de protección social de la infancia. Esta radiografía es la historia de una voz, la del propio Julio Rubio Gómez, que interacciona con todas esas voces que se ahogan en la deshumanización de este gran sistema de protección infantil, algo similar a un engranaje hambriento de personas.
El libro, editado por La Neurosis o Las Barricadas, se centra en la historia de un grupo de niños/as que, a partir del verano de 2017 en el madrileño barrio de Hortaleza, comenzaron a pasar las noches en el parque situado a las puertas de los dos centros de menores de primera acogida que les habían sido asignados. Ante los malos tratos a los que la Institución les sometía, prefirieron la calle, el hambre y el frío. Las reacciones del vecindario no se hicieron esperar, tanto las de criminalización desde el racismo y el miedo, como las de solidaridad vecinal.
Los protagonistas de “El Parque” son lo que las instituciones denominan MENA, Menores Extranjeros No Acompañados. ¿Qué implica para ellos esta clasificación?
Como decía Sara de la asociación Harraga; “detrás de la palabra MENA se esconde un niño, una niña”. Se empiezan a usar términos no como adjetivos, sino como sustantivos, y por lo tanto psicológicamente generamos un proceso de deshumanización, despersonalización y cosificación por el cual acabamos pensando que no son niños ni niñas, sino menores, MENAS, inmigrantes, usuarios, destinatarios, etc.
El término MENA igual que “menor” son términos jurídicos, que expresan una situación jurídica, legal, pero que sin embargo se usan para todos los ámbitos; pedagógico, periodístico, psicológico… por lo que la situación jurídica acaba teniendo preferencia sobre todo lo demás.
Un niño considerado MENA tiene que ser tutelado por la Comunidad Autónoma donde esté, el Estado tiene la obligación de tutelarlo; alimentarlo, acogerlo, darles unas condiciones dignas… exactamente igual que si fuera su padre o su madre.
Vemos que en la realidad hay diferencia de trato, si a un niño de la calle (MENA) se le mete al sistema de “protección”, antes de ir al centro de menores tiene que ir a comisaría (a la GRUME; grupo de menores de la policía nacional) a poner huellas (como si fuese un delincuente) en el registro de MENAs (que es competencia del Ministerio del Interior), es decir; su condición de extranjero prevalece sobre la de menor, es decir; la política de extranjería prima sobre la de infancia, es decir; es extranjero antes que niño.
Los dos centros de menores de Hortaleza son centros de primera acogida. ¿Qué significa esto? ¿Qué los diferencia de los otros centros de menores de la Comunidad de Madrid?
“Primera Acogida” significa que una vez declarado su desamparo el chaval o chavala al primer centro a donde es llevado es a estos (primer acogimiento); al Isabel Clara Eugenia si tiene entre 0 y 14 años y al de Hortaleza si tiene entre 15 y 17 años.
Y a partir de aquí hay dos realidades; la teoría y la práctica.
Teoría: el chaval o chavala permanece muy poco tiempo, como mucho unas semanas hasta que se decide cuál es el mejor recurso (centro, piso) que se adapta a sus necesidades por edad, situación, etc. Y se le deriva allí.
Práctica: los chicos y chicas se tiran meses esperando ser derivados a otro centro. Cuando se les deriva se les manda al recurso donde hay una plaza libre, se adapte a sus necesidades o no. Y a muchos chicos y chicas para librarse de ellos y ellas se les aplican las pruebas de determinación de la edad; un médico les mira genitales, muelas y muñeca y emite un informe donde dice que podría tener 18 años o más, y con esto fiscalía de menores emite un decreto de mayoría de edad (aunque tenga documentación de menor) y el centro de Hortaleza les deja en la calle con un listado de albergues para personas sin hogar.
De estos dos centros yo me he tenido que llevar a los chavales hasta 9 veces a urgencias; moratones, brechas, brazos rotos… y los críos repetían siempre lo mismo: “Vigilante de seguridad, educador, la ruina”.
Todos hablaban de “el nido”, lugares donde se les encierra bajo llave, en aislamiento. Como un comportamiento bipolar les dejan en la calle sin querer saber nada de ellos y cuando entran pueden caer en el extremo contrario; aislamiento. Como si la Institución tuviese un trastorno bipolar.
Pero con su lenguaje (para esto tal vez sirva la “educación social”) ellos no pegan palizas, sino que hacen “contenciones”, no les encierran en aislamiento, sino en la “habitación de reflexión”.
La sensación que tengo es que la Comunidad de Madrid, igual que el resto de Comunidades, quiere deshacerse de los niños declarados MENAs para evitar lo que ellos llaman el “efecto llamada” (aunque para mí lo que existe es el “efecto huida”), en el pensamiento de “si los trato bien vendrán todos a España y será el apocalipsis nuclear, el fin del mundo, y si los trato mal no vendrá nadie”. Así su intención en la práctica (que no en la teoría) es hacerles la vida imposible, para que de una Comunidad se vayan a otra, y de un país se vayan a otro, es decir, los trato mal para que se vayan a otro lugar, y ese lugar los trata mal para que se vayan a otro, y así el niño, el chaval (casi todos son chicos) va de un lugar a otro sin rumbo ni destino fijo.
La Comunidad de Madrid propuso llevarles a Somosierra, uno de los pueblos más alejados de Madrid, pero yo creo que dijeron este pueblo porque no pueden mandarlos a Siberia, sino les mandarían allí, en la filosofía de “si envío el problema lejos desaparece”, “si no veo el problema no existe”.
En el libro cuentas la historia de los chavales del parque desde que comenzaron a dormir allí, en agosto de 2017, hasta enero de 2018 ¿Cómo sigue la historia? ¿Sigue habiendo chavales en el parque?
En realidad había chavales durmiendo antes pero no en tanto número como aquel año. Actualmente la situación sigue igual o peor, y preveo que vaya en aumento, empeorándose la situación. Antes por lo menos les daban ropa, ahora los tenemos en diciembre en chancletas, en camiseta de manga corta, muertos de hambre… La política que están empleando es “cuanto peor mejor”, es decir, hacerles la vida imposible. Inevitablemente con esta política se generan más niños de la calle, más conflictos, más marginación…
La Institución genera un problema y posteriormente dará una solución, que preveo que sea la expulsión a sus países.
Como señalas en el libro y como has señalado también anteriormente en otros artículos, las instituciones de “protección” del menor tienen unos intereses propios vinculados a la Administración de turno, por lo que la intervención social desde ellas en beneficio de los/as chavales/as se hace prácticamente imposible. ¿Cuál es, entonces, el ámbito desde el cual se puede o se debe intervenir?
El problema de este profesionalismo; educación social, trabajo social, integrador social, etc., es que convierten un problema de Derechos Humanos en uno pedagógico y psicológico. Y esto es lo que están haciendo. La única solución es el respeto a los derechos fundamentales de cualquier ser humano, de cualquier niño o niña. Que se respeten los tratados internacionales que ya hemos firmado; Declaración Universal de Derechos Humanos, Convención de derechos del niño, etc.
Es decir, no estamos ante un problema pedagógico (educación social, psicología, pedagogía…), estamos ante un problema de violación de derechos fundamentales; derecho a unas condiciones de vida dignas.
Los niños se quedan en la calle no ya porque la Institución no pueda cumplir estos derechos humanos por un desbordamiento puntual, por una mala gestión imprevista, por una desgracia ocasional, sino porque hay una planificación premeditada de la Institución, de un “Sistema de Desprotección Organizado”. Es decir, la Institución no es que no pueda hacer cumplir los DDHH, es que es ella quien los está violando. Ante esto, solo nos queda la respuesta vecinal, de la ciudadanía, del tejido social, de organizaciones sociales (poco o nada institucionalizadas), del activismo de los colectivos. Y a través de dos vías:
1.- La primera desde el asistencialismo puro y duro, decía Enrique Martínez Reguera; “los niños no tienen derechos, tienen necesidades, porque los derechos son posponibles, prorrogables, las necesidades no”. Es decir, hay necesidades inmediatas; hambre, frío, ropa, higiene, etc., que no pueden esperar y se deben cubrir. Y porque esto supone un acercamiento real a quien está sufriendo un problema, se crea un vínculo, un contacto, un conocer mejor lo que está pasando.
2.- La segunda desde la denuncia, la presión, la visibilización. La Institución tiene el comportamiento de un maltratador de manual; ante la sociedad es amigable, social, cercano, y en la intimidad es perverso, sádico, retorcido. Por eso los centros de menores son bunkers donde nadie sabe lo que pasa en esa intimidad. El maltratador ha encontrado en el concepto “protección del menor”, “interés superior del menor” y “protección de datos” la excusa perfecta para no informar a nadie de lo que pasa en esa intimidad. Debemos romper ese bunker y sacarlo todo a la luz para mostrar a una sociedad incrédula la verdadera cara del maltratador, del Sistema de “Protección”. La Institución no va a reaccionar por humanidad, va a reaccionar solo ante la presión, ante la pérdida de legitimidad, de votos, de dinero, la salida a la luz de escándalos.
Mencionas el proyecto Hortaleza Boxing Crew y otros proyectos del barrio como el BOSA (Banco Obrero Solidario de Alimentos), la OFIAM (Oficina de Apoyo Mutuo de Manoteas), la Asociación Vecinal, etc., ¿qué importancia crees que tiene este tejido vecinal?
Se diferencia de otros organismos u organizaciones sociales más institucionalizadas en su capacidad de dar respuestas rápidas y ágiles. Mientras que una organización institucionalizada para dar respuesta a un problema tiene unos mecanismos lentísimos que tienen mucho que ver con la burocracia y los intereses de la Administración, la organización vecinal va “ligera de equipaje” es rápida, flexible, ágil, inmediata.
En los años 90 comenzó a sustituirse las organizaciones vecinales y los movimientos sociales por ONGs profesionales (el activismo por el voluntariado) y se perdió esa frescura, esa capacidad rápida de respuesta, esa labor de denuncia, esa independencia.
El error no fue tanto que naciesen ONGs profesionales (en el barrio hay y dan respuesta a muchos asuntos de la chavalada) sino que hubiese esa sustitución, que desapareciesen unas para crear las otras, esa conversión. Porque los colectivos vecinales son la columna vertebral de una democracia, son las personas poniendo solución y dando respuestas a sus propios problemas sin un intermediario, la participación directa en la construcción de su entorno.
Además al ser independientes las organizaciones vecinales, llevan consigo una labor de denuncia que muchas ONGs no pueden ejercer, porque si denuncian la Institución les castiga (retirada de subvenciones, finalización de contratos, etc.).
Para terminar, queríamos preguntarte sobre la situación del local en el que realizáis vuestras actividades tanto Hortaleza Boxing Crew como otros de los colectivos mencionados.
El local donde estamos, desde donde las asociaciones de barrio hacen su labor; reparto de comida, ropa, boxeo, breackdance, vivienda… está en la UVA de Hortaleza, un poblado de casas bajas que se creó en los años 60 para realojar a la gente que vivía en chabolas y que estaban sobre terrenos donde iban a construir (y que ahora cuestan una pasta). Era un realojo provisional en estas casas. En 2018 se sigue con estos realojos, y ahora le toca a nuestro edificio donde está nuestro local, que lleva funcionando desde 1976 aproximadamente y que lo construyeron y reformaron los vecinos y vecinas del barrio. Nos realojan a otro local más pequeño, menos funcional y nos piden unos 460€ mensuales más gastos de luz, comunidad, etc. Para nosotras es inviable, no somos una empresa, un negocio donde entra dinero. Al no aceptar el nuevo local porque es insostenible mantenerlo nos echan a la calle.
Nuestra intención es resistir hasta el último momento y visibilizar el conflicto, como en esta entrevista, para poder comunicar la realidad que estamos viviendo, además de varias paradojas:
1.- Nuestros barrios se llenan de casas de apuestas para la juventud mientras los proyectos sociales como el nuestro que trabaja para esa misma juventud somos expulsados.
2.- A los mismos niños a quienes su tutor legal, la Comunidad de Madrid, deja en la calle, consumidos por el disolvente, muertos de hambre, frío, solos… se les atiende desde este local; ropa, comida, mantas, actividades. Y los que vamos a ser desalojados, expulsados y castigados somos nosotros.
3.- La misma Comunidad de Madrid que nos deriva chavales al boxeo, nos quiere expulsar. Nos usa como recurso al mismo tiempo que nos expulsa, es de locos.
4.- La Comunidad de Madrid nos dice; “te cobramos, pero pídenos una subvención y te la daremos”. Es decir; la Comunidad de Madrid nos dice que pidamos una subvención a la Comunidad de Madrid para pagar a la Comunidad de Madrid. No tiene sentido, a no ser que esta formula se haga para controlar un proyecto, un movimiento social. O para ponerse medallas; “mira lo que estoy invirtiendo en algo social” pero que luego me vuelve como cobro de un alquiler. Es decir, estamos ante trileros profesionales.
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Posted: 03 Jan 2019 09:44 AM PST
- PROYECCIÓN: "IF A TREE FALLS, A STORY OF THE EARTH LIBERATION FRONT"
- MARTES 8 DE ENERO A LAS 19:30H. - LOCAL ANARQUISTA MOTÍN
Duración: 1 h. 25 min.
En el Local Anarquista Motín, Calle Matilde Hernández, 47 Metro: Oporto o Vista alegre.
"If a tree falls, a story of the Earth Liberation Front" es un documental en el que se refleja los orígenes de una de las células del ELF y la destrucción de la misma con el arresto en 2005 de 14 personas.
En este documental se reflexiona sobre la destrucción del medio ambiente por parte del desarrollo industrial y sobre la necesidad de la acción directa como forma de lucha.
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Posted: 03 Jan 2019 09:38 AM PST
Teoría de las inteligencias de autocuidado o preventivas es una guía práctica para la deconstrucción del pensamiento médico paciente. Una perspectiva del bienestar individual y colectivo desde la autopoiesis cognitiva y las inteligencias relativas al aprendizaje sobre el inconsciente cognitivo.
Una mirada hacia la salud social antiautoritaria, una filosofía hacia el autocuidado y práctica preventiva, fuera de la medicalización sanitaria y totalitarista del sistema capitalista y sus Instituciones. Aprender y aplicar nuestras inteligencias autodidactas al campo de las ciencias cognitivas, biológicas, físicas, psíquicas y sociales.
Descargar Libro [PDF]Read more ... |
Posted: 02 Jan 2019 11:28 AM PST
El 1 de agosto de 2017, durante la represión por parte de la gendarmería argentina, de un corte de ruta realizado por la comunidad mapuche, desaparecía Santiago Maldonado. Con la convicción de que la propia gendarmería lo había hecho desaparecer, Argentina estalló en movilizaciones y protestas. Finalmente, el cuerpo aparecería más de dos meses después, presumiblemente depositado por la propia gendarmería.
Este domingo 6 de enero vamos a intentar recuperar la figura de Santiago Maldonado, quién era, la lucha mapuche en la que participó, así como aquellos intensos meses de efervescencia, de contaminación mediática, de protestas, de solidaridades.
Exequiel, compañero de la Biblioteca Alberto Ghiraldo (Rosario, Argentina) nos hablará de todo esto, presentándonos el libro: Wenüy. Por la memoria rebelde de Santiago Maldonado
Fuente: Briega
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