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sábado, 16 de marzo de 2019

Tinkunaco 426/19 - Revista El Emilio - Escribió la “representante” de Dios en este “Valle de lágrimas” - Por Victor Leopoldo Martínez

Escribió la “representante” de Dios en este “Valle de lágrimas”.


C.A.B.A., Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO,  Derechos humanos.

V.L.M.
Por Victor Leopoldo Martínez


En una nota publicada el 1 marzo de este 2019 por el diario “La Capital” de Mar del Plata y firmada por María Lilia Genta (hija del militante “nacionalista” ultraderechista  católico “armado”  y furibundo antiperonista, acompañante de la “Libertadora” del 55, Jordán Bruno Genta) titulada “Historia de un presunto Martirio”, la autora expresa su contrariedad por la decisión de la Santa Sede y su máxima autoridad El Papa Francisco de beatificar a  “el obispo Enrique Angelelli (que rigió la diócesis riojana entre 1968 y 1976), los curas Carlos Murias y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera (todos ellos colaboradores del obispo) a quienes la Santa Sede ha declarado muertos por odio a la fe según decreto pontificio” (sic), decisión  del Vaticano dada a conocer el 8 de junio del pasado año. 
La nota es larga y tomaré lo que yo considero importante para los fines de la presente. Sin embargo y por respeto profesional no quiero cometer el mismo error que comete la Genta induciendo al lector pero esta vez en sentido contrario. Al final del presente artículo  encontrarán los lectores  la nota completa de María Lilia Genta para cotejar, comparar y sacar sus propias conclusiones.
Por empezar quiero aclarar que dicha nota es reproducción  de una columna de opinión escrita para un medio claramente ultra católico llamado “Que no te la cuenten” (cuyo logo se puede apreciar a continuación y su web es : http://www.quenotelacuenten.org/2019/03/01/angelelli-historia-de-un-presunto-martirio-i-maria-lilia-genta/). 
Que no te la cuenten 1
Esto nada tendría de importante en un país que tiene dentro de sus principios constitucionales la libertad de expresión, si dicha columna limitaba su  publicación  al medio original cuyo target de lectores profesan las mismas ideas y sentimientos de la autora. Evidentemente el diario La Capital de la ciudad balnearia (medio comunicación masivo que no reproduce algo así sino tuviera la clara intención de “formar opinión”) ideológicamente comulga con el pensamiento de la Genta.
Claramente todo lo expresado en la misma tiene una connotación ideológica (mal que le pese a la autora ya que estoy usando similar criterio para la caracterización). La identificación político-ideológica que se haga de todo aquel sector social o comunidad nacional que reivindique la justicia social y la dignidad humana como de “izquierda” y por ende merecedora de su satanización, solo es posible por provenir  de una postura político-ideológica opuesta, o sea  de “derecha. En este último caso y en términos políticos se podría decir que los de “derecha” aspiran a todo lo contrario; eligen y defienden el estilo de vida liberal- capitalista que incluye entre otras “joyitas”  las perversas desigualdades que su accionar  genera y  con las que deben “resignarse” a  convivir en el mundo terrenal los maltratados por el capitalismo   si realmente quieren  ganar el “paraíso en el cielo” después de ser banquetes de anélidos en un cementerio.[1] 
Que una de las partes niegue que ambas posturas sean ideológicas en nombre de la “Fe” que practican  es un absurdo que solo puede servir para justificar barbaridades –contrarias incluso a los mandatos cristianos en este caso- realizadas por fanatismo e ignorancia (que incluye el “conocimiento” con negación de algunos hechos por conveniencia y/o necedad; o sea “hacerse el burro”).
Muestras  de barbaridades cometidas  con la bendición de la “derecha”  eclesiástica a la largo de la historia de la humanidad (Las cruzadas; La ¿Santa? Inquisición; las masacres de pueblos originarios  llevadas adelante por los conquistadores de América hechas bajo la bandera de la cruz, negra historia por el cual el Papa Francisco tuvo el coraje de pedir PERDÓN en su visita a Bolivia; el bombardeo criminal del 16 de junio de 1955  en plaza de mayo asesinando cientos de civiles e hiriendo a miles de personas realizado por aviones que llevaban pintado en sus alas “Cristo vence”; ni que hablar de aquellos “Capellanes” y Obispos que acompañaron a torturadores de la última dictadura militar en mesas de tormentos ) no son casualmente muestras de cordura, racionalidad y menos aún una demostración de “Fe”.[2]
Dichos en términos psiquiátricos, los desequilibrios emocionales  que por fanatismo producen muerte no pueden ser justificados por una cuestión de “Fe”. “Fe” no es sinónimo de “fanatismo”; sean estos de derecha o de izquierda.
¿CÓMO RESOLVER CONTRADICCIONES?
Voy  a comenzar el análisis cotejando párrafos del texto de la nota de Genta con sus respectivas “notas al pie”.
Para fundamentar su teoría negadora de merecimientos en relación a la beatificación del obispo Angelelli y los “curas”, la Sra. Genta manifiesta: “El hecho ha causado estupor y no poco escándalo entre quienes conocen las circunstancias históricas que rodearon las muertes de los pretendidos mártires. Se han elevado varias peticiones a la Santa Sede, debidamente documentadas, en favor de una suspensión de la medida; no han faltado las súplicas dirigidas al Vicario de Cristo rogando se deje sin efecto semejante beatificación; dos obispos argentinos (ambos eméritos) han manifestado públicamente su oposición [1].  Y en la nota al pie se puede leer lo siguiente: [1] “Nos referimos al Arzobispo Emérito de La Plata, Monseñor Héctor Aguer y al Obispo Emérito Castrense Monseñor Antonio Juan Baseotto…   Monseñor Baseotto, en carta fechada el 12 de octubre de 2018 y publicada en varios medios nacionales afirmaba«…Claramente, si hubiera sido muerto por los militares (Angelelli), no habría sido por su Fe, sino por su compromiso con las fuerzas de izquierda, entonces operantes en La Rioja…»”
Veamos:
La sola utilización del término “hubiera” por parte del “monseñor” para justificar un posible asesinato lo coloca en una muy mala posición para ser –como dice ser-  un hombre de la “fe cristiana”. La  laica  autora de la nota  no hizo otra cosa que tirarle un salvavidas de plomo.  
¿Cómo puede considerarse a sí mismo “cristiano” alguien que…?:
1) Acepta ser  “obispo castrense”, o sea la pata religiosa de un grupo militar dictatorial  que desprecia la vida de otros humanos por las razones que sea y…
2) Que una de las razones esgrimidas por “monseñor” sea la supuesta no fe de la víctima habilitando su asesinato por parte del  grupo a quien él bendice las armas criminales.
Estás paradojas con las que el poder eclesiástico cristiano viene conviviendo desde hace casi 17 centurias en relación a los fines terrenales que ellos mismos se adjudicaron,  las ponen de manifiesto en cada oportunidad que pueden los miembros del clero católico en ese  afán permanente existente en algunos por codearse con el poder político-económico en cada lugar del planeta y en otros tratando de que el valle no termine inundados por las lágrimas que la injusticia social ocasionada por los poderosos contra los más desprotegidos.
Pero en el texto existe una contradicción más flagrante todavía. La manifiesta a continuación“Cualquiera que conozca medianamente lo sucedido en Argentina (y en Hispanoamérica) durante las décadas de los años sesenta y setenta sabe perfectamente que se trata de una historia radicalmente falsa. La verdad es muy distinta y es necesario decirla (O sea, la representante del reino celestial en este valle de lágrimas tiene la “posta”; y esa posta es la siguiente). Lo que ocurrió en aquellos dramáticos años es que el comunismo internacional con sede en la Unión Soviética y con el indiscutible apoyo de la Cuba castrista desató en prácticamente la totalidad del territorio hispanoamericano lo que se llamó la Guerra Revolucionaria….  cuyo objetivo antes que la conquista del territorio apuntaba a la conquista de la población y a la toma del poder por vía armada a fin de imponer la utopía de un «socialismo nacional» de neto corte marxista, ateo y totalitario(Y… ¡Si! Contrastado con la practicidad que en los  hechos ha mostrado la explotación del hombre por el hombre llevada adelante por el capitalismo de manera salvaje –y porqué no, apátrida también-, claro que sacarse semejante yugo de encima y sin recursos a cualquier sociedad se le  torna utópico. Claramente el capitalismo no es totalitario a la hora de la distribución de la riqueza que produce el trabajador; al contrario, es selectivo. Lo que el capitalismo  “totaliza” es la pobreza y la miseria;  en esto también es “totalitario”)   Pero este cuadro de situación no estaría completamente descripto si a todo lo dicho no se agregara la decisiva participación de un componente eclesial que sumó una cuota nada despreciable de activa colaboración ideológica y armada a la acción de las fuerzas revolucionarias del comunismo….
Que no te la cuenten 2
Este es el punto fundamental, el que se omite con demasiada frecuencia cada vez que se examina la época que estamos analizando, el punto, en suma, que la jerarquía católica argentina hasta el día se ha negado a revisar [2]  Y en la nota al pie aclara ([2] Nos referimos a los pronunciamientos y documentos oficiales de la Jerarquía. Ha habido varios obispos (muy pocos)  que, a título personal, no sólo han reconocido esta realidad sino que la han denunciado pública y valientemente) O sea para la Genta son valientes los que reafirman su parecer, el resto está contaminado por el ¿comunismo?
LOS MÁRTIRES
¡Póngase de acuerdo! O las dos son válidas para una justificación de la violencia, o ambas son deplorables; más aún en  los casos donde se “fabricaron” pruebas para “satanizar” supuestosíenemigos de un lado  mientras que del otro lado las pruebas de las atrocidades padecidas son demasiado evidentes. La clase “pudiente” y los terratenientes  riojanos  fueron los que rebautizaron a Angelelli como “satanelli” o el “obispo rojo”. ¿Se animaría la Genta a rebautizar a monseñor Plaza y a Von Wernich como los “Lucifer Negros” del catolicismo?
Las pruebas de las masacres en campos clandestinos cometidas durante la última dictadura existen y están a disposición de cualquier ciudadano con los respectivos lugares señalados por las víctimas sobreviviente… ¿Cuáles son las pruebas  que Ud. Sra. Genta tiene para demostrar que “Angelelli y los curas” colaboraron de manera ideológica y armada con las fuerzas revolucionarias del comunismo? ¿La foto de una misa dada por Angelelli donde aparece un trapo detrás que dice “Montoneros”?  Yo estoy trabajando fílmicamente el tema y en mis investigaciones me encontré de casualidad con el “travieso” (ya entradito en años)  que colocó aquel lienzo que aparece en la foto. “Lo hicimos por joder” me dijo. Ni siquiera era miembro armado de lo que usted llama “fuerza revolucionarias comunistas”; era un simple militante peronista simpatizante de aquella estructura y que en Bs. As. los llamaban los “montoneros carajo” por el cantito que siempre usaban en las movilizaciones.
Pero sigamos:
La Genta luego continua su “deducción” del siguiente modo: “Pero sin la consideración de este punto es imposible entender el verdadero sentido de la vida y aún de la muerte de Angelelli y de otros que como él siguieron los pasos extraviados de lo que, con aguda precisión, se llamó la Iglesia clandestina[3]. Y en la nota al pie escribe([3] La expresión fue acuñada por Carlos Alberto Sacheri quien en 1970 publicó un libro con ese nombre. Al igual que Jordán B. Genta (asesinado en octubre de 1974) Sacheri murió en un atentado terrorista en diciembre del mismo año. Ambos denunciaron la ofensiva revolucionaria del comunismo en Argentina en aquellos años: Genta principalmente en el plano político y cultural, Sacheri en la Iglesia. En una carta hecha pública en 1975, sus asesinos declaraban explícitamente que habían sido asesinados por su condición de “soldados de Cristo Rey”.)
Este disparate hecho argumento no resiste la más miserable investigación histórica.  El propio cristianismo, en su nacimiento,  se movió en la clandestinidad por casi tres siglos. Pero además y de vuelta leemos a la representante terrena del “reino celestial” fijando cuáles son los pasos correcto y cuales los pasos extraviados.
Para terminar voy a intentar  poner las cosas en su lugar (el de la lógica y la racionalidad). Los “salvavidas de plomo” que les tiró  la autora a sus referente para reafirmar su postura tampoco resisten ningún análisis  incluso realizado desde la “fe”.  Bastan las siguientes preguntas para uno de sus referentes. ¿Cómo puede hablar de “fe” un supuesto “pastor terrenal” de ovejas (y encima “castrense”) que detesta a cualquiera de las otras ovejas que no quieren unirse a su rebaño porque AMAN  la libertad y prefieren NO ser domesticadas y menos obligado a profesar otra “fe” que NO sienten? ¿Quién lo habilitó para que decida y justifique asesinatos  de ovejas que él considera descarriadas y las ubica en la “izquierda”?  ¿Jesús, Jehová, la madre que pario a cristo? ¡Es evidente que en este planteo plagado de incongruentes argumentos no hay ninguna cuestión de “fe” sino y claramente un planteo IDEOLÓGICAMENTE TERRENAL!   Existen  diversas y variadas fidelidades en materia de “fe” en todo el planeta,  pero desde el punto cristiano  donde el precepto vital es el AMOR ENTRE LOS HOMBRES, es inaudito que uno de sus “pastores” justifique el asesinato. Cristo nunca  habilitó en su prédica  la aniquilación de otros humanos por cuestiones de “fe”. Una cosa es la “fe” y otra muy distinta es el fanatismo; sea este religioso o no. Digo esto porque considero que paradójicamente el “ateísmo”,  que no necesariamente se lo debe identificar únicamente con el “marxismo” (Galileo fue uno de los condenados de la inquisición del “Santo Oficio” por entregar a la humanidad su acertada teoría helio céntrica que pateaba el tablero de la Ptolomeica teoría geo céntrica de la que sea habían colgado los burócratas eclesiales para mantener en los creyentes el temor al creador “todo poderoso” y a su poder terrenal -ellos-). El ateísmo “no ideológico”   es otro modo de “fe”  asociado a la creencia que el hombre, como otra parte viviente de un todo,  es artífice de su propio destino sin que medien intervenciones divinas. Esto es tan respetable como cualquier otra idea porque son eso, ideas, abstracciones existenciales.  Estás creaciones imaginativas, con el tiempo pasaron a ser fenómenos culturales. ¿Y por qué me refiero a lo cultural? Rescatemos un ejemplo de la liturgia que nos brinda el propio catolicismo.  La propia oración llamada “Credo” pensada y elaborada por un humano  (no un “ángel”), en uno de sus párrafos sostiene que Jesús, luego de su muerte subió a los cielos y se sentó a “la derecha” de Dios Padre. ¿Por qué el autor/a de la oración decidió sentarlo a la “diestra” y no a la izquierda? ¿Quiso simbolizar que el lado izquierdo  del padre celestial era -y es- su parte maligna, siniestra? 
Estos “des-valores” hechos cultura y asumidos como “valoraciones” sociales están muy arraigados en las sociedades occidentales. Actuar bien es actuar por “derecha”,  actuar mal es actuar  por “izquierda”. Dar la “diestra” (la “derecha”) es un reaseguro de “honestidad”,  dar la izquierda  preanuncia intencionalidad “siniestra”. La bola mala en el billar tiene que tener color “negro”, la buena es “blanca”. Terminar explotado en el trabajo es “trabajar como negro”; si se está en condiciones de vida precarias sos un “negro de mierda que no quiere trabajar”.  Negro, pobre,  son sinónimos de peligro, y si encima demandan una paga más justa y un trato más digno en términos laborales, entonces  seguramente están contaminados  por ideas de izquierda, comunistas (o peronista) y por ende son “siniestros”.
Termino acá esta primera parte porque el texto, por las abundantes contradicciones que muestra y los absurdos argumentos utilizados para justificar aberraciones  humanas, no resiste un análisis pormenorizado y para eso en una segunda parte me explayaré sobre la cuestión legal en términos de los pasos judiciales que llevaron a los enjuiciamientos por asesinato..     
Notas
[1] A fuerza de ser sincero y con los padecimientos que está soportando el pueblo argentino  de la mano del impresentable gobierno de CAMBIEMOS, podría suponer que la Genta es Macrista ya que el ignorante y perverso presidente que el país hoy tiene no deja de pedir paciencia y fé en el futuro que con los antecedentes ni siquiera es como el “celestial”, aunque ambos sean incierto (que en el caso del gobierno de Macri todos tienen la  certeza de un futuro más miserable que el que nos está haciendo padecer desde  el 11 de diciembre de 2015  flagelando a la mayoría de la población con sus medidas de saqueo económico, quitándole el pán de cada día a gran parte de la sociedad.
[2] Luis Landriscina en uno de sus relatos costumbristas  manifiesta a propósito de las locuras de ciertos “evangelistas” (Las masacres a través del suicidio masivo ocasionada por el delirante pastor evangélico James Warren Jim Jones en Guyanas… o el otro caso en nuestro propio país: La masacre de  Lonco Luan, Neuquén, llevada adelante por  el pastor pentecostal  Ricardo Painetrú cuyo lema era «al mal se lo hecha a golpes de “Fe”») que dicen obrar en nombre de la “fe” cristiana   y rinden culto a la muerte invitando al suicidio colectivo o incitando al asesinato “no pueden llamarse cristianos”
ACÁ TRANSCRIBIMOS LA NOTA ORIGINAL ESCRITA POR LA Sra. GENTA

Angelelli. Historia de un presunto martirio

Por María Lilia Genta
De no mediar una vuelta atrás del Papa Francisco (cosa muy poco probable) o un milagro de la Virgen (que impetramos y esperamos) el próximo 27 de abril serán beatificados en la Provincia argentina de La Rioja el obispo Enrique Angelelli (que rigió la diócesis riojana entre 1968 y 1976), los curas Carlos Murias y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera (todos ellos colaboradores del obispo) a quienes la Santa Sede ha declarado muertos por odio a la fe según decreto pontificio dado a conocer el 8 de junio del pasado año.
El hecho ha causado estupor y no poco escándalo entre quienes conocen las circunstancias históricas que rodearon las muertes de los pretendidos mártires. Se han elevado varias peticiones a la Santa Sede, debidamente documentadas, en favor de una suspensión de la medida; no han faltado las súplicas dirigidas al Vicario de Cristo rogando se deje sin efecto semejante beatificación; dos obispos argentinos (ambos eméritos) han manifestado públicamente su oposición[1]; en muchos medios católicos (y aún en la prensa secular) se ha dado amplia difusión a las razones que fundan tales pedidos y súplicas. Pero hasta ahora la respuesta ha sido el silencio oficial del Vaticano o, en su defecto, algunas notas periodísticas aparecidas como las tres que publicara el portal oficioso de la Santa Sede Vatican Insider en sus números de los días 30 y 31 de octubre y 2 de noviembre pasados. Estos artículos, firmados el primero por Andrea Tornielli y los otros dos por Andrés Beltramo Álvarez, pretenden rebatir con argumentos insostenibles las sólidas razones que esgrimen quienes se oponen a esta beatificación que tanta inquietud y perplejidad ha provocado en amplios sectores católicos y aún seglares.
Va de suyo que quienes nos manifestamos contrarios a esta beatificación somos católicos que procuramos ser fieles a la Fe de nuestro bautismo, a Cristo, a la Iglesia, a la Tradición y al Magisterio. Lo hemos proclamado en cuanta ocasión fue preciso hacerlo. Además, y a riesgo de parecer inmodestos, no creemos que debamos rendir examen de ortodoxia. Sin embargo, los propulsores de esta descabellada beatificación nos han dedicado los peores calificativos. Según Monseñor Marcelo Colombo, ex obispo de La Rioja y actual arzobispo de Mendoza, somos “profetas del odio que en su omnipotencia se sienten dueños de este país”, “ideólogos de la seguridad nacional” y, al parecer, nos identificamos con “los poderosos” enemigos de “los pobres”; además, nuestras críticas resultan “trasnochadas, anacrónicas e irreverentes”. Para Tornielli, en cambio, representamos sectores católicos “alérgicos a ciertas enseñanzas de la Doctrina social de la Iglesia, en relación con la justicia social”. Tales falacias se comentan solas y son muestra evidente de la ofuscación ideológica que padecen los fautores de este curioso martirologio.
  1. En realidad, todo el proceso de esta beatificación responde, en esencia, a la asunción sin más por parte de ciertos sectores eclesiales, de una historia falsa o, mejor dicho, de una enorme impostura impuesta por una abrumadora propaganda en Argentina a partir de 1983, año en que cesa el gobierno militar y se abre paso a la sucesión de gobiernos democráticos. Esa propaganda ha sostenido invariable el relato de una “historia oficial” que consiste en afirmar que en Argentina hubo una terrible dictadura militar que asesinó, secuestró e hizo desaparecer a treinta mil personas absolutamente inocentes, comprometidas con las luchas populares por la liberación, en el marco de un enorme genocidio. La versión eclesiástica de este relato supone que hubo obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que se enfrentaron valientemente a la dictadura genocida (mientras la mayoría de la cúpula jerárquica se mantenía en silencio o colaboraba directamente con los militares) lo que significó, en algunos casos, la ofrenda de la propia vida. Así, en este marco, Angelelli era un obispo comprometido con la justicia social, dedicado a los pobres, fiel al espíritu del Concilio Vaticano II: un día, unos militares perversos decidieron acabar con su vida fraguando para ello un accidente automovilístico. Felizmente, tras varios años, la impoluta justicia democrática descubrió la verdad y condenó a los asesinos. Epílogo: Angelelli murió asesinado por odio a la fe; ergo es mártir y como tal es beatificado. Lo mismo cabe decir respecto de sus “compañeros de martirio”. He aquí, en síntesis, el relato en su doble vertiente secular y eclesial.
Pero esta historia no resiste la menor crítica. Cualquiera que conozca medianamente lo sucedido en Argentina (y en Hispanoamérica) durante las décadas de los años sesenta y setenta sabe perfectamente que se trata de una historia radicalmente falsa. La verdad es muy distinta y es necesario decirla. Lo que ocurrió en aquellos dramáticos años es que el comunismo internacional con sede en la Unión Soviética y con el indiscutible apoyo de la Cuba castrista desató en prácticamente la totalidad del territorio hispanoamericano lo que se llamó la Guerra Revolucionaria. Esta guerra, atípica, desarrollada a nivel continental bien que con las debidas variantes regionales y nacionales, fue sobre todo una guerra ideológica cuyo objetivo antes que la conquista del territorio apuntaba a la conquista de la población y a la toma del poder por vía armada a fin de imponer la utopía de un “socialismo nacional” de neto corte marxista, ateo y totalitario. Por tanto, una de las etapas de este proceso revolucionario consistía en la organización de un aparato militar guerrillero cuyo modus operandi era, en esencia, el terrorismo, al principio selectivo contra las fuerzas armadas regulares y, luego, indiscriminado contra la población en general. Cuanto decimos está plenamente documentado en los periódicos de la época y en multitud de estudios y de ensayos que pueden consultarse sin mayores dificultades.
Pero este cuadro de situación no estaría completamente descripto si a todo lo dicho no se agregara la decisiva participación de un fuerte componente eclesial que sumó una cuota nada despreciable de activa colaboración ideológica y armada a la acción de las fuerzas revolucionarias del comunismo. Este es el punto fundamental, el que se omite con demasiada frecuencia cada vez que se examina la época que estamos analizando, el punto, en suma, que la jerarquía católica argentina hasta el día se ha negado a revisar[2]. Pero sin la consideración de este punto es imposible entender el verdadero sentido de la vida y aún de la muerte de Angelelli y de otros que como él siguieron los pasos extraviados de lo que, con aguda precisión, se llamó la Iglesia clandestina[3].
Nos estamos refiriendo al grave impacto que tuvieron en la vida de la Iglesia, tanto en Argentina como en el resto de Hispanoamérica, las experiencias de la llamada Teología de la Liberación y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que se inspiraba en ella. En ambos casos se trató de una gravísima desnaturalización del Evangelio que de mensaje salvífico ordenado a la vida eterna pasó a ser una suerte de utopía revolucionaria intramundana adoptando, incluso, la praxis y la hermenéutica marxistas de la revolución social. Con el propósito, en muchos casos noble y  bien intencionado, de ocuparse de los pobres y de dar respuesta a situaciones objetivas de injusticia en las sociedades hispanoamericanas, se sustituyó la auténtica doctrina social de la Iglesia por la temible utopía de un “socialismo cristiano”.
Sin duda que las turbulencias que siguieron inmediatamente a la clausura del Concilio Vaticano II y el estado de confusión generalizada en que quedó sumida la Iglesia en aquellos años contribuyeron de manera decisiva a la configuración de este fenómeno. De hecho, los promotores de este “socialismo cristiano” con su idea de “un hombre nuevo” -más próxima a la ideología marxista del Che Guevara que a la teología paulina- no hacían sino invocar el “espíritu del Concilio”. Este “espíritu” campeaba por doquier dejando a su paso un cúmulo de estragos y de ruinas. Es en este contexto eclesial -e insistimos en subrayar enfáticamente este punto- en el que se inscribe la activa participación de numerosos sacerdotes, religiosos y laicos en las organizaciones guerrilleras armadas y en las organizaciones colaterales de superficie que constituyeron una vasta red mundial de apoyo a la subversión marxista.
De lo que se trató, en realidad, fue lisa y llanamente de la introducción de la dialéctica marxista en el interior de la Iglesia. Esta dialéctica fue creando falsas antinomias: integrismo versus progresismo, conservación versus renovación, poder episcopal versus autoridad papal, “iglesia de los pobres” versus “iglesia de los poderosos”, “el aire enrarecido, envejecido” versus el “aire fresco” , “estructuras eclesiales caducas” versus “nuevas estructuras eclesiales”, etc. Tales antinomias aparecían como oposiciones absolutas, sin dejar lugar a matices ni a integraciones en un constante avance hacia el enfrentamiento y la disyunción.
Por otra parte, esos mencionados sectores eclesiales, en ocasión fuertemente radicalizados, no se presentaban, en todo caso, como una parte o un carisma más dentro de la unidad de la Iglesia sino, al contrario, pretendían representar el verdadero rostro de la Iglesia jactándose de poseer una asistencia especial del Espíritu Santo el cual les acordaba ciertos carismas especiales para la realización de su misión profética para la transformación de la Iglesia, transformación radical tanto en lo dogmático como en lo pastoral. Esta suerte de “nueva Iglesia” debía prestar activa colaboración al marxismo (se daba por descontado que la humanidad avanzaba ineluctablemente hacia el socialismo) como condición indispensable de toda “encarnación” de los valores cristianos en el orden temporal. Se trataba, como ya dijimos, de una grave desnaturalización del mensaje cristiano; en efecto, el cristianismo no tenía ya por objeto la salvación sobrenatural de los hombres sino una salvación intramundana, inmanente y secularizada identificada con las propuestas más radicales de la revolución comunista.
  1. Pues bien, fue en este contexto que se desarrolló la actividad pastoral de Monseñor Enrique Angelelli desde los años iniciales de su oficio episcopal. Más aún, Monseñor Angelelli es una figura paradigmática que encarna como pocos este desgraciado compromiso de la Iglesia argentina con el proceso de la guerra subversiva marxista.
Son numerosos los hechos que avalan lo que decimos. Como Obispo Auxiliar de Córdoba es muy conocida su actuación contra el Arzobispo Monseñor Ramón José Castellano quien debió abandonar su cargo a causa de ciertas acciones de un grupo de sacerdotes y profesores del Seminario Mayor (del que era Rector el propio Angelelli), que llevaron a un profundo enfrentamiento en el catolicismo cordobés; Angelelli no sólo alentaba dichas acciones sino que las lideraba en su doble condición de obispo auxiliar y de rector del Seminario. En La Rioja, al frente de cuya sede episcopal fue designado tras los sucesos de Córdoba[4], su acción estuvo notoriamente signada por el tercermundismo y la teología de la liberación. Se rodeó, en efecto, de sacerdotes y laicos de inequívoca filiación tercermundista (que fueron desde el primero al último día sus colaboradores más estrechos) al tiempo que emprendió toda clase de persecuciones contra quienes no comulgaban con su línea pastoral. De esta misma época comienza a conocerse su cercanía y compromiso con las organizaciones terroristas como Montoneros. También son muy conocidos los duros enfrentamientos que protagonizó con amplios sectores de fieles que no admitían el giro ideológico que Monseñor Angelelli imprimía a su gestión. Los enfrentamientos fueron de tal calibre que la misma Santa Sede tuvo que intervenir.
El encargado de investigar la situación e informar a la Santa Sede fue Monseñor Vicente Zaspe quien elevó al Papa Paulo VI un informe que en nada respondía a la realidad que se vivía en la Iglesia riojana. En dicho informe se hablaba de la fidelidad de Monseñor Angelelli al Evangelio y al Concilio Vaticano II. Sin embargo se omitía un dato fundamental: se trataba de un Evangelio y de un Concilio distorsionados por la suma de todas las ideologías de izquierda, de inspiración tercermundista que gravaban pesadamente sobre la integridad de la Fe.
Todo esto constituye, sin lugar a dudas, una contra ejemplaridad respecto de lo que debe ser un genuino pastor católico a quien se le encomienda regir, instruir y santificar a su pueblo. Monseñor Angelelli, por desgracia, lejos estuvo de configurar en su vida y en su obra pastoral el ejemplo de un sucesor de los Apóstoles: ni rigió, ni santificó ni instruyó al rebaño que le fue confiado ya que con su acción sólo produjo confusión y desunión; y esto, independientemente de sus intenciones que permanecen ocultas para nosotros y sólo sujetas al inapelable juicio de Dios.
 (Continuará)
Maria Lilia Genta
[1] Nos referimos al Arzobispo Emérito de La Plata, Monseñor Héctor Aguer y al Obispo Emérito Castrense Monseñor Antonio Juan Baseotto. Monseñor Aguer, en carta dirigida al diario La Nación, con fecha 5 de agosto de 2018, sostenía, entre otras cosas: “¿Por qué no se declara el martirio del filósofo Carlos Sacheri, maestro de la Doctrina Social de la Iglesia, asesinado por el ERP a la salida de misa y cuya sangre salpicó a su mujer y a sus hijos? Sospecha: se piensa que Sacheri era “de derecha”, y en su libro La Iglesia clandestina había denunciado los errores del progresismo y la infiltración marxista en ambientes católicos. Su beatificación sería eclesiásticamente incorrecta”. Por su parte, Monseñor Baseotto en carta fechada el 12 de octubre de 2018 y publicada en varios medios nacionales y del exterior afirmaba: “Voy constatando en muchos cristianos bien formados que abrigan, como yo, una duda muy seria acerca de este supuesto martirio. Claramente, si hubiera sido muerto por los militares, no habría sido por su Fe, sino por su compromiso con las fuerzas de izquierda, entonces operantes en La Rioja y hoy, en el poder, al que han llegado muy hábilmente”.
[2] Nos referimos a los pronunciamientos y documentos oficiales de la Jerarquía. Ha habido varios obispos (muy pocos)  que, a título personal, no sólo han reconocido esta realidad sino que la han denunciado pública y valientemente.
[3] La expresión “Iglesia clandestina” fue acuñada por Carlos Alberto Sacheri quien en 1970 publicó un libro con ese nombre. Al igual que Jordán B. Genta (asesinado en octubre de 1974) Sacheri murió en un atentado terrorista en diciembre del mismo año. Ambos denunciaron la ofensiva revolucionaria del comunismo en Argentina en aquellos años: Genta principalmente en el plano político y cultural, Sacheri en la Iglesia. En una carta hecha pública en 1975, sus asesinos declaraban explícitamente que habían sido asesinados por su condición de “soldados de Cristo Rey”.
[4] En realidad, el objetivo de Angelelli era ser desginado Arzobispo de Córdoba en remplazo del defenestrado Monseñor Castellano. Pero la Santa Sede adoptó una decisión en cierto modo salomónica: nombró arzobispo de Córdoba a Monseñor Primatesta, a la sazón Obispo de San Rafael (Mendoza), y traslado a Angelelli a la sede de La Rioja, sede que asumió el 24 de agosto de 1968.
Saque el lector sus propias conclusiones.

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