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martes, 5 de noviembre de 2019

Tinkunaco 1.702/19 - Re: V > Envío Serpal 539 > CHILE: Se abrieron nuevamente las grandes alamedas

SERPAL 539
CHILE:
Se abrieron nuevamente      
las grandes alamedas
*Carlos Iaquinandi Castro
Redacción de SERPAL.
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   “La historia es nuestra,
    y la hacen los pueblos”.
               Salvador Allende
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Y el pueblo chileno despertó. Como si se tratara de un explosivo de acción retardada, la protesta por la desigualdad implantada a sangre y fuego por la dictadura de Pinochet cubrió  calles y plazas del país, con epicentros en Santiago y Valparíso. Es que los gobiernos democráticos posteriores no modificaron la estructura económica neoliberal, ni la privatización de los servicios públicos básicos como la sanidad y la educación. Y en estos años se fue acumulando una sucesión de agravios a las condiciones de vida de millones de ciudadanos. Inesperadamente,  uno de los nuevos aumentos, esta vez en el billete del metro, fue el detonante de una situación enquistada.


Indicadores

El Informe sobre la brecha social en Chile del organismo de las Naciones Unidas para el Desarrollo del 2017, destaca como se fue acrecentando la desigualdad,  e indica que “el 33% del ingreso de la economía chilena queda en manos del 1% más rico de la población”. Se quebró la posibilidad del ascenso social de aquellos que nacen en la pobreza, porque no podrán acceder a la educación superior, ni a la atención sanitaria,  ni a los avances tecnológicos. Es que el esquema discriminatorio implantado por la dictadura continuó durante las últimas tres décadas. Y es por eso, que cuando jóvenes estudiantes y trabajadores iniciaron su protesta por el aumento del pasaje   levantaron la consigna “no son los 30 pesos, son los 30 años”.

Piñera: de  la “guerra” al recule

El gobierno de Piñera, no comprendió lo que sucedía, y las primeras declaraciones del presidente no hicieron más que aumentar la indignación. Definió el estallido social como “una guerra con un enemigo peligroso”, y recurrió al manido recurso de responsabilizar a Cuba y Venezuela de lo que sucedía en su país. Sacó al ejército y a carabineros a las calles y aplicó el toque de queda. La represión provocó una veintena de muertos, más de 2.500 heridos,( Cifras oficiales de la Cruz Roja Chilena) y cerca de 4.000 detenidos. Piñera tardó dos días en rectificar. Advirtió que la pueblada no se achicaba ni siquiera ante el toque de queda. Que en lugar de contener, extendía la protesta.  Y entonces, Piñera hizo un brusco “recule” estratégico. Pidió públicamente perdón y reconoció que la desigualdad social era la causa principal del estallido. Por su parte, la esposa del presidente que describió el estallido social como “una invasión extranjera, alienígena”, filtró horas más tarde un audio donde dijo “vamos a tener que reducir nuestros privilegios y compartir con los demás”. ( La realidad también “despertó” a la primera dama). Esta anécdota puso en evidencia que los que mandan Chile viven en una nube, ajenos a los alcances perversos de sus políticas. Ajenos a la realidad de su pueblo.

Primeros “parches”

 El gobierno anuló el aumento del metro, modificó el gabinete y anunció medidas económicas. Pero los cambios cosméticos no fueron suficiente. Las protestas se extendieron, y aunque se produjeron algunos desmanes aislados, prevalecieron las marchas pacíficas. Una de las ellas reunió el lunes 28 más de un millón de personas en Santiago, denunciando la opresión social y económica. Las movilizaciones generaron una serie de acciones paralelas: “cabildos abiertos” en barrios, convocados por vecinos o movimientos sociales. Incluso en varios clubes de fútbol, como por ejemplo el “Colo Colo”, varios de sus jugadores y directivos convocaron y reunieron a más de un millar de socios. En estos cabildos se debate sobre la situación del país y como hacer efectivos cambios profundos en la sociedad.

Un objetivo principal: La Asamblea Constituyente.

La Mesa de Unidad Social que agrupa a sindicatos, estudiantes, movimientos sociales y vecinales, organizaciones profesionales, representantes del pueblo mapuche, “No + AFP”, organización contraria a las jubilaciones privadas,  y otras entidades, plantea una Asamblea Nacional Constituyente, para derogar el texto actual, heredado de Pinochet y establecer una Constitución que promueva los derechos y libertades que reclaman los ciudadanos. Los partidos, incluso los de izquierda, se vieron superados por los acontecimientos, y ahora tratan de sumarse a ese reclamo. Unos para impulsarlo y otros para frenarlo. Pero la demanda está en la calle.  Esa convocatoria daría marco a estas deliberaciones populares y sería un cauce para la participación colectiva. De esa manera, elaborar un proyecto común que pueda ser refrendado por el voto de todos los chilenos.

La protesta y la cultura

El estallido popular también alcanzó al área cultural. Brigadas de artistas, músicos, muralistas, poetas y cantantes protagonizan actividades en plazas, calles y espacios vecinales. Desde solistas a conjuntos que se forman espontáneamente y recuperan emblemas musicales como “El derecho a vivir en Paz”, “Venceremos” o “El Pueblo Unido Jamàs será vencido”. Este último entonado incluso en la estaciòn de Estocolmo por decenas de chilenos allí radicados como gesto solidario  y en todos los casos, apoyando los reclamos de cambio, igualdad y el cese de la represión.

Al comienzo fueron los jóvenes

Si bien inicialmente los movilizados eran jóvenes de menos de 30 años, poco a poco se fueron sumando mayores, incluso jubilados, uno de los sectores más castigados. Las pensiones, como la educación  y la sanidad también están privatizadas y la retribución media es de 286 dólares mensuales. Los universitarios deben sacar préstamos bancarios para poder pagar sus matrículas. Estos pilares de la sociedad, como todos los bienes y servicios se han convertido en mercancías para beneficio de empresas privadas.

Ahora el pueblo es protagonista

El estallido popular iniciado a mediados de octubre, se agravó el dia 19 cuando el presidente dispuso aplicar el estado de emergencia. El aumento de la represión provocó que las protestas se generalizaran y se extendieran. Y quedó en evidencia el descontento acumulado en muchos años en gran parte de la sociedad. Hoy queda claro que las instituciones: gobierno, parlamento, iglesias, o la justicia, están lejos del sentir y de las demandas mayoritarias de la sociedad. Desde organizaciones y movimientos sociales se reclama que continúa un sistema heredado de la dictadura. Hay minorías que han diseñado instituciones y mecanismos económicos con la finalidad de enriquecerse y crear un marco seudo-democrático para perpetuarse en el poder aunque cambien los actores polìticos. La consecuencia ha sido una desigualdad creciente que frustra y hunde a los ciudadanos. Eso explica la rebelión de los jóvenes que advierten que les han cerrado el futuro. De allí su papel principal como chispa de la explosión social. Ante la claudicación o la inacción de las instituciones, ahora es el pueblo el que quiere decidir el rumbo de Chile.

Una “agenda” improvisada

 El gobierno está desbordado e intenta medidas “analgésicas”. Han promovido una “agenda social”, con algunas mejoras puntuales que han sido rechazadas por el movimiento popular. En general por insuficientes, y en particular, porque no modifican las causas estructurales de la profunda desigualdad. Y además, porque el gobierno mantiene la represión a las marchas y manifestaciones. Hay evidencias en los videos que diariamente recogen las interrupciones violentas de marchas pacíficas. Por ejemplo la del lunes 4, cuando decenas de miles de personas marcharon para concentrarse en Plaza Italia en el centro de Santiago, y súbitamente camiones hidrantes y lanzagases iniciaron un ataque contra los manifestantes, lo que generó varios incidentes.  Minutos después se producìa el sismo grado 6, donde la Naturaleza aportaba otro elemento de inquietud, o bien, a su modo, se sumaba al reclamo popular.

El vaticinio de Allende

Lo cierto es que este imprevisto despertar encabezado por la juventud chilena, confirma los términos del emotivo último mensaje radial del presidente Salvador Allende, cuando las bombas de Pinochet comenzaban a caer sobre el palacio de Gobierno: “Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.”

* Carlos Iaquinandi Castro
Redacción de SERPAL

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   5 de noviembre de 2019
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