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- Redescubrir Bakunin. De cómo la filosofía trascendental alemana alumbró el pensamiento revolucionario
Siempre nos quedará París. 150 años de la Comuna Revolucionaria Posted: 19 Mar 2021 06:15 AM PDT
La naturaleza histórica de la Comuna: La revolución de todos o de ninguno La Comuna de París fue un suceso histórico obrero inédito, pues los trabajadores actuaron autónomamente y generaron una importante resonancia internacional tanto en su época como posteriormente por la manera en que se practica una ruptura tanto con el poder estatal como con la Iglesia. Todos los movimientos revolucionarios a partir de ese momento toman como referente la Comuna de París. Tanto el marxismo como el anarquismo, que aún no estaban plenamente definidos en el tiempo de la Comuna, la tratan de hacer suya más adelante, teniendo una gran influencia en las posteriores revoluciones del siglo XX. Sin embargo, nadie intelectualmente puede apropiarse de la Comuna, pues la Asociación Internacional de Trabajadores en Francia en aquél momento se encontraba en la clandestinidad, por lo que no tuvo un impacto verdaderamente importante. Además, aparte de las dos corrientes mayoritarias internas en la AIT (marxismo y socialismo libertario) en Francia otras dos corrientes revolucionarias tenían una gran fuerza tradicionalmente: el mutualismo proudhoniano, fundamentalmente entre los artesanos; y el blanquismo, socialistas seguidores del revolucionario francés Blanqui. Este último movimiento quedará diluido tras la Comuna, pues Blanqui estaba encerrado en Versalles condenado a cadena perpetua cuando estalla la misma, no pudo fugarse y vivió desde la distancia la masacre en la que terminó la Comuna de París. Por lo tanto, la Comuna de París no tiene una única tradición revolucionaria que pueda adjudicarse el suceso histórico. La obra de Karl Marx de La Guerra Civil en Francia sería un buen ensayo historiográfico y una buena investigación periodística de los sucesos de la época. Realiza una crónica detallada de la Comuna de París, e incluso esta le trastoca sus propias certezas sobre la dictadura del proletariado. Esto es, si la Comuna de París es la dictadura del proletariado, entonces esta consiste en la abolición del Estado y no en su simple conquista, y debe tenerse en cuenta como base para afirmar qué no es ciertamente la dictadura del proletariado: «La comuna ha demostrado, principalmente, que la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines». Sin embargo, Mijail Bakunin siente corroboradas las bases de su pensamiento y lo que un año más tarde en el Congreso de la AIT en La Haya, se sienta como camino netamente anarquista. Este toma la Comuna de París como una enseñanza práctica libertaria. La Comuna de París tuvo un impacto mundial e inspira muchos movimientos revolucionarios internacionales, surgen además periódicos con su nombre y colectivos que se sienten herederos de la misma. Habría que lanzar una triple pregunta sobre este suceso histórico: ¿Es la Comuna de París un germen, un modelo o un devenir revolucionario? El proceso de autoorganización popular urbana no estaba proyectado en su origen, ni siquiera estaba previsto el pueblo en armas ni las barricadas. Llegó a formular y poner en práctica durante algunas semanas un programa revolucionario muy amplio en materia de salud, educación o vivienda; que supera con mucho la simple propuesta inicial de representación comunal revocable en manos de obreros y artesanos. La naturaleza revolucionaria de la Comuna: Los cañones, la sangre y la barricada París no ha cambiado sustancialmente desde 1870 hasta la actualidad, en ese tiempo ya había anexionado los municipios colindantes. Era una ciudad de fuerte control militar y burgués con aproximadamente dos millones de habitantes en el año de la Comuna, cifra que se había duplicado en tan solo veinte años. Las grandes avenidas sirven para el paso dominante de las tropas militares, y reprimir los barrios más disidentes de la ciudad. Es en la zona Norte y Este donde quedará el viejo París, donde se aglomera la población trabajadora expulsada del centro urbano, y que protagonizará los hechos de la Comuna. La declaración de guerra entre Francia y el Reino de Prusia en julio de 1870, será el punto histórico que marca la caída del Imperio francés de Luis Napoléon Bonaparte. El desencadenante de este conflicto será el malestar francés por la candidatura de un príncipe alemán al trono vacante en España; y la chispa es la manipulación mediática de Otto Von Bismarck sobre unas comunicaciones del Káiser, tratando de herir el patriotismo francés. La derrota en la Batalla de Sedán en septiembre de 1870, junto a la captura de miles de militares franceses dirigidos por el mariscal Patrice MacMahon, incluido el emperador Napoleón III, inflaman el derrotismo francés firmando la rendición. Es un desastre y una humillación, y cuando el 3 de septiembre llega la noticia a París se levanta una insurrección en Francia proclamando la III República. Se improvisa un gobierno de Defensa Nacional que agrupa al republicanismo conservador y moderado, y al frente del ejército se sitúa a un militar bonapartista. Una situación abierta con un republicanismo amplio, desde el burgués hasta el republicanismo democrático. Estos republicanos tratan de contemporanizar un régimen que les sirva para sus pretensiones. El 19 de septiembre de 1870, el ejército prusiano cerca la ciudad de París, los bombardeos y hambruna acaban con la vida de muchos parisinos, por lo que la brecha entre sus ciudadanos y el gobierno oficial crece rápidamente. En París, paralelamente y bajo la situación de cerco militar, surge una entidad de gobierno revolucionaria conocida como Comité Central Republicano de Defensa, una nueva autoridad independiente. Los invasores prusianos proclaman en el Palacio de Versalles el I Reich Alemán con el Káiser Guillermo I y el canciller Bismarck, centrándolo en una revancha de carácter patriota. El gobierno francés oficialmente firma la capitulación el 28 de enero de 1871, y el 8 de febrero se hacen elecciones legislativas como exigencia de los alemanes, que querían firmar la paz con un gobierno electo oficialmente. La Asamblea Nacional francesa era de mayoría monárquica debido al voto rural en Francia, mientras que las ciudades eran fuertemente republicanas. Numerosos diputados republicanos firman su renuncia a la asamblea ante esta deshonrosa capitulación. El 1 de marzo se hace un desfile triunfal por París de las tropas prusianas. El levantamiento general parisino será el 18 de marzo, que contará con la ayuda de la Guardia Nacional, mientras que el ejército bonapartista se posiciona en contra. Esa guardia estaba vinculada a las clases populares, mientras tanto el gobierno oficial se posiciona contra el desorden, argumentando que una autoridad republicana debe dar ejemplo de paz y orden. El gobierno de Defensa Nacional, refugiado en Burdeos y dirigido por Adolphe Thiers, reclama los cañones sustraídos por el pueblo de París. El ejército francés toma los puntos estratégicos clave de París, para desarmar al pueblo y a la Guardia Nacional. Louise Michel y otras mujeres se tiran sobre los cañones y ametralladoras, los soldados permanecen inmóviles y deciden finalmente no disparar. El gobierno de Defensa Nacional no esperaba una reacción tan decidida del pueblo parisino, ni la solidaridad de parte de los soldados del ejército. La Guardia Nacional se hace con los principales centros neurálgicos urbanos. El general Lecomte es ejecutado por los ciudadanos parisinos, iniciando el gobierno de la Comuna. El 19 de marzo se hace una declaración oficial de la Guardia Nacional para crear una república popular, renunciando al poder autoritario que se había quedado vacío con la situación insurreccional. Desde Versalles se ordena la retirada de los militares leales y la policía oficialista, Thiers se comunica con el Ministro de Exteriores para contactar con el canciller alemán, a quien le aseguran que mediante una organizada represión acallarán el bandidaje parisino y el orden social será restaurado en menos de una semana. Sin embargo, serán 72 largos días de resistencia, organización comunal y un sueño revolucionario popular; mientras sufrían los estragos de un doble asedio, el de los prusianos, y el del ejército francés. La insurrección comunera abría una nueva era política experimental, una situación donde se aspiraba a abolir los viejos posicionamientos clericales, militaristas, burocráticos; la especulación, la explotación y los privilegios, puestos fin por el proletariado organizado. Apelaban al resto del país francés a abrir combate, sin embargo, su iniciativa no será ofensiva cuando las tropas de Versalles no eran aún un ejército poderoso, puesto que se prioriza el aspecto político interno, las transformaciones sociales y la organización de unas elecciones bajo la idea de la democracia directa. La Comuna queda proclamada en el Ayuntamiento de París el 28 de marzo, dos días después de las elecciones. Miles de hombres y mujeres se echaron a las calles a celebrar la Comuna, y de los 66 consejeros totalmente revocables la mayoría eran pequeños artesanos. Una efervescencia política se adueña de París durante algo más de dos meses, una experiencia revolucionaria inigualable. Decreto de separación de Iglesia y Estado; se suprime el presupuesto de cultos, los bienes de congregaciones religiosas serán considerados propiedades colectivas. La educación queda en manos de la Comuna, se secularizan los cementerios, medidas de higiene como autorizar las cremaciones, o aprobar el matrimonio civil. Se condonan siete meses de deudas de alquiler de viviendas en París, el tiempo que la ciudad llevaba sitiada. Se aprueban pensiones para huérfanos y viudas de la Guardia Nacional. Se expropian los talleres abandonados por los patronos huidos para autogestionar esos espacios de producción por los obreros. La Comuna representa la primera revolución de las mujeres como sujeto protagonista, una acción social determinante. Crean una unión de mujeres para la defensa y el cuidado de los heridos, participan de los comités, los debates, las reformas; y aunque también conducen ambulancias y son enfermeras, en la lucha frente al ejército se posicionan en las barricadas. Serán acusadas de doble traición, a su país y a su sexo; las mujeres comuneras serán puestas de depravadas, violentas y libertinas, que no cumplen con su función social de buena ciudadana. La Comuna de París fue periodo utópico en plena construcción, no como teoría irrealizable. Adopta como enseña la bandera roja, el 6 de abril un batallón de la Guardia Nacional quema una guillotina, y se elimina la pena de muerte. Se marca el carácter internacionalista de la revolución, y la columna imperial de la Plaza Vendôme es demolida como símbolo de militarismo, en un evento festivo revolucionario, pues las reformas que se estaban tomando incrementaban ese fervor de estar escribiendo la historia. No se incautó el banco nacional de Francia, lo cual se analizaría posteriormente como un error, puesto que hubiera supuesto la total abolición del mercado del capital francés. El 10 de mayo de 1871 el canciller Bismarck y el presidente Thiers firman la paz; se asegura un pago de 5 mil millones de francos-oro, más la adhesión de los territorios de Alsacia y Lorena. Libera a los militares prisioneros en Sedán, y se les deja pasar hacia París para reprimir a la Comuna. Frente a este ejército de unos 170 mil hombres, se enfrentarían unos 40 mil hombres y mujeres, una resistencia a la desesperada. Se va perdiendo la periferia, van cayendo los barrios parisinos y se ejecuta a los prisioneros que apoyan decididamente a la Comuna. Un decreto establece que se fusilaría a tres reaccionarios por cada comunero fusilado por el ejército francés; una increíble resistencia se desata a partir del 21 de mayo. La Semana Sangrienta hasta el 28 de mayo, se fusila sobre las barricadas y hasta en los hospitales, donde acceden las tropas francesas. El ejército penetra en la ciudad de París por los barrios burgueses del oeste, avanzando ayudados por vecinos anticomuneros identificados por brazalete tricolor; además la artillería causaría estragos entre la población comunera. El 23 de mayo cae Montmartre, uno de los bastiones de la Comuna de París. Se comienza a incendiar los edificios gubernamentales, si la Comuna no vence, destruirían París para que tuviese que reconstruirse desde las ruinas provocadas por la represión. Si los reyes no tenían ya los palacios en su madriguera, quizá ya no quisieran regresar nunca más. Se incendia, entre otros, el Palacio de las Tullerías. Estos hechos serían utilizados por la prensa conservadora para desprestigiar a la Comuna de París. Los últimos combates fueron en la zona Este el 27 de mayo, la toma del cementerio de Père-Lachaise y el fusilamiento de más de un centenar de comuneros en lo que se llamó posteriormente el muro de los Comuneros. Los días siguientes numerosos comuneros fueron represaliados, asesinados por toda la ciudad y enterrados en fosas comunes. La lucha había acabado y la venganza de los dominadores inflexible. Sembraron París de cadáveres para perpetrar una represión ejemplar, no querían que quedase nada de la Comuna de París, querían borrarla de la historia. Algunas columnas de comuneros fueron llevados hasta Versalles, en ocasiones se hicieron selecciones al azar de hombres y mujeres para fusilarlos delante de otros como ejemplo de violencia y poderío. Las masacres fueron sistemáticas y ordenadas por el gobierno de Versalles, entre las filas del ejército en combate cayeron 900 soldados, en cambio unos 20 mil comuneros fueron ejecutados. La justicia militar apenas dictó sentencias oficialmente, porque la mayoría de ejecuciones fueron al margen de la ley, aunque ordenadas por el poder. Más de cinco mil presos y presas fueron desterrados a Nueva Caledonia, entre ellas, la maestra revolucionaria Louise Michel, que incluso llegó a solicitar que se la fusilase condenada igual que a los hombres. Más de 40 mil presos en total, y hasta 1880 no se decretó una amnistía definitiva. Se buscaba consolidar un nuevo orden republicano, sin una oposición izquierdista, demostrando a la burguesía que no solamente los monárquicos podían mantener el orden. Se blinda la propiedad privada, y se continúa una política imperialista en las colonias. Esta III República francesa durará hasta 1940 con la entrada nazi en Francia. La naturaleza poética de la Comuna: El tiempo de no retorno al orden antiguo Los obreros con su incultura lograron tomar el poder y organizarlo horizontalmente, destruyendo el orden autoritario. El legado de la Comuna de París representa el inicio de un ciclo histórico de preparación de una nueva Revolución Social, que se inicia cincuenta años más tarde prendiendo la mecha la Revolución Soviética. Se rompe el idealismo republicano del movimiento obrero, el vacío institucional de poder favorece el florecimiento de experiencias revolucionarias. Un legado indiscutible será la Internacional Situacionista en los años 40 en Francia hasta 1972, cuando decide autodisolverse, recoge el bagaje revolucionario del marxismo, el consejismo y el anarquismo, tratando de superar estas antiguas corrientes. El pensamiento revolucionario se alcanza mediante la realización y la supresión, es decir que el Situacionismo realiza lo que el anarquismo no logró realizar, y supera las formas políticas marxistas abogando por la supresión de la dominación estatal. Una enseñanza de la Comuna de París es el pueblo en armas, una fusión entre la propia revolución y la lucha armada obrera. También alienta a la destrucción de la ciudad capitalista, y la construcción sobre sus ruinas de una ciudad al servicio de la clase trabajadora. Se observa esta tendencia en la quema de edificios públicos parisinos ante la represión gubernamental. La ciudad se parapeta tras las barricadas, la masacre sucede barrio a barrio, la contrarrevolución vence igual que sucedería más tarde en la Revolución mexicana, rusa o española. El alimento comenzó a escasear porque los usureros guardaban la comida en almacenes, pero las mujeres deciden asaltar estos almacenes poniendo a disposición popular todos los alimentos. Además, son las mujeres las que en la última semana de la Comuna de París defenderán a sangre y fuego las barricadas en las calles parisinas. La Comuna de París pone de relieve la distinción entre el tiempo de rutina y el tiempo poético, y se plantea como única salida digna la misma muerte. El aprendizaje personal y colectivo en tan solo unas semanas fue tan intenso que a muchos obreros se les hacía imposible retomar sus vidas anteriores de opresión. Su experiencia vital en ese momento revolucionario fue muy fuerte en cuanto a la práctica de la acción directa y la autoorganización, por lo que prefirieron morir defendiendo las barricadas que volver a su tiempo anterior de rutina, el tiempo poético se impuso como el de verdadero valor. Bibliografía asociada: https://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/La_guerra_civil_en_Francia_Marx.pdf http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-30822019000100013 https://elobrero.es/cultura/49466-proceso-y-represion-de-la-comuna-en-paris.html Fuente: https://www.todoporhacer.org/comuna-paris/ Read more ... |
Posted: 19 Mar 2021 06:07 AM PDT Nuestra mente no necesita de un cumulo forzado de conocimiento, ni descubrir nuestro yo superior, pues solo nos conduce a ilusiones y engaños, más bien debemos descubrirnos a nosotros mismos en el día a día, sin autoridad ni represión. Pues debemos analizar y observar cuidadosamente y romper con aquellas influencias que acondicionan nuestros propios pensamientos para así convertirnos en maestros de si mismos. Descargar Libro [PDF]Jorge Enkis Editorial Autodidacta https://editorialautodidacta.org/ Read more ... |
[Vídeo] Cómic: "Trilogía egoísta" de Antonio Altarriba y Keko Posted: 19 Mar 2021 06:02 AM PDT |
Posted: 19 Mar 2021 05:59 AM PDT La crisis presente del sistema parlamentario, en manos de una casta política profesional aquejada de cesarismo y al servicio de intereses económicos espurios, vuelve sorprendentemente actual la figura de Mijail Bakunin, un personaje histórico del socialismo obrero cuya vida casi novelesca, su amor por la libertad, su ejemplo de perseverancia y su original análisis de la realidad social de su tiempo, convierten en una atractiva referencia del radicalismo contemporáneo. Por encima de los consabidos tópicos como el de “padre” del anarquismo, conspirador empedernido o acérrimo contrincante de Marx, a poco que se le estudie con objetividad, se abandonarán los estereotipos y se le situará en el lugar prominente del pensamiento revolucionario que le corresponde. El salto de un joven idealista ruso desde la filosofía especulativa hacia la acción subversiva resulta lógico si se tiene en cuenta que la Rusia zarista proscribía el pensamiento libre y que los círculos de debate filosófico eran poco menos que clandestinos. Bakunin, al alejarse de la autocracia rusa, pudo comprobar in situ la descomposición material e intelectual de la vieja Europa, a punto de derrumbarse, y ese choque racional con la realidad le hizo abandonar la abstracción, olvidando para siempre la metafísica y dejándose llevar por el torbellino de la revolución. Su apuesta por la vida real -por la verdad contenida en el devenir histórico- le llevaba a sumergirse en las revueltas populares contra el absolutismo monárquico con la intención de que rebasaran los horizontes burgueses. Sus influencias, que van de Hegel y Comte a las tesis de la Primera Internacional (pasando por Proudhon), son fáciles de detectar en sus escritos, casi siempre circunstanciales, pero nunca hallaremos en ellos los elementos de un sistema susceptible de convertirse en doctrina o al menos en un manantial de recetas políticas intemporales o de respuestas para todo, aunque sí un método y una perspectiva histórica que proporcionaron coherencia a sus aportaciones y ahora estimulan inteligentes investigaciones. Su contribución teórica más imperecedera ha sido la crítica del Estado, un hermano menor de la Iglesia que si bien venía determinado en su forma moderna por el modo de producción capitalista, a su vez se volvía la condición necesaria de dicha producción. Toda revolución que se detuviera en los parlamentos, es decir, toda revolución burguesa, desembocaba en el Estado, donde se organizaban los intereses de clase. El dominio de la burguesía se consolidaría incluso bajo la bandera del socialismo, pues la función de un gobierno “socialista” no sería la de desarrollar la libertad civil, sino la de desarrollar la economía de mercado, y, por lo tanto, redundaría en la explotación de los obreros y campesinos. Para que la revolución fuera social, los intereses de los oprimidos tenían que ordenarse de abajo arriba mediante la libre federación, sin burocracias ni concentración de poder: se debía prescindir de la política y abolir el Estado desde el principio, En una siglo donde la revolución estaba a la orden del día, muchos eran los que pensaban que cualquier movimiento de los explotados que no persiguiera objetivos revolucionarios inmediatos acabaría por transformarse en instrumento de la burguesía. Las clases medias eran una cantera de intelectuales sin futuro, filántropos, intermediarios, desclasados y demás “explotadores del socialismo”, con los que se podía configurar un despotismo con pretensión de “científico” y bajo las apariencias de la representación popular. Según los postulados del socialismo parlamentario, las masas serían liberadas solo si se sometían a los dictados estatales obra de dirigentes iluminados por una doctrina infalible. La critica del Estado se completaba pues con una crítica de la casta política alimentada por él, y de los lugares comunes que conformaban el ideal burgués de servilismo voluntario: el deber ciudadano, las elecciones, el interés general, la representación delegada, las mayorías, el respeto a la ley… En fin, destaca en Bakunin su visión profunda de la degeneración estatista de las revoluciones. Confiando ciegamente en la pasión creadora de las masas, en su fundamentada opinión la revolución no necesitaba jefes (aunque fuesen hombres de ciencia), ni vanguardias dirigentes, ni convenciones, ni tampoco gobiernos “proletarios”, peor si se revestían con poderes de excepción. La auto-organización de las masas servía de antídoto para la centralización estatal, fuente de la corrupción burocrática que a toda costa se quería evitar. El Estado proletario sería un sin sentido: necesariamente daría pábulo a la formación de una nueva clase privilegiada de expertos, funcionarios y hombres de aparato. Aunque su origen fuese obrero, dejaría de serlo en el acto; los obreros que gobiernan defienden intereses de clase ajenos al proletariado: los de la “burocracia roja”, la aberración más vil contenida en el comunismo “autoritario”. En poco tiempo el Estado absorbería toda la actividad social, la producción, el pensamiento, la cultura…, y con la ayuda de un contingente de fuerzas del orden regularía “científicamente” hasta el menor detalle de la vida cotidiana. El comunismo de Estado transformaría la revolución en un despotismo de la peor especie, que lejos de instaurar el reino de la igualdad y la libertad, entronizaría el dominio de una nueva burguesía más voraz y depredadora que la antigua. La herencia de Bakunin, su testamento político, reposa en estas sagaces críticas. Miguel Amorós, para el boletín del Centro Ascaso Durruti de Montpellier 1 de diciembre de 2020 Fuente: https://kaosenlared.net/redescubrir-bakunin/ Read more ... |
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