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domingo, 1 de abril de 2012

Tinkunaco 0388/12 - Re: No hay homenaje que alcance


"Lo supremo en el arte de la guerra
consiste en someter al enemigo sin darle batalla"
Las guerras han sido a lo largo de la historia de la humanidad, las herramientas de los poderosos para doblegar políticas adversas a las suyas; para conquistar territorios; para invadir países; para equilibrar intereses; para producir y vender armas; para dividir; para someter; para matar.
Las guerras fueron cambiando su manera de combate, pero los fines siguen siendo los mismos: imponer mediante la fuerza, el miedo, la muerte.
Los pueblos nunca desean la guerra, porque de sus entrañas salen los hijos que dejarán sus vidas en las batallas.
Hubo pueblos y aún los hay, que en evidente desigualdad de oportunidades han salido (y salen) a defender la Patria. La Patria, esa esencia que se lleva adentro desde que empezamos a vivir nuestro intercambio social, desde que aprendemos las estrofas del Himno en las escuelas, desde que representamos a los almidonados héroes de los libros, en los actos escolares.
Las guerras no sirven para recuperar lo que es nuestro.
Las guerras no son el mecanismo político que los pueblos, democráticamente representados, eligen para liberar territorios invadidos por piratas.
La Guerra de Malvinas en 1982, fue el último instrumento que los dictadores asesinos manotearon en su desesperado y enceguecido intento de perpetuarse a pesar de lo que ya era una crónica anunciada: la caída del Proceso.
Ahí, en la aventura trasnochada de algunos, murieron 649 jóvenes argentinos, quienes para entonces algunos apenas tenían 19 años de edad.
Están enterrados en territorio argentino, allá en nuestras Islas Malvinas.
No vamos a caer en los golpes bajos recurrentes.
Hoy se cumplen 30 años del comienzo del fin de la dictadura más sangrienta que vivimos los argentinos. Como no podía ser de otra manera, el broche final de las persecuciones, las muertes, el robo de identidades, las torturas, tenía que tener el sello de una guerra. Una guerra que nadie del pueblo argentino quiso.
El mundo, o casi todo el mundo, a treinta años de aquella locura bélica, dice que las Malvinas son Argentinas.
No habrá homenaje que alcance, hasta que no podamos flamear nuestra bandera en esa parte del territorio nacional.
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