Juicio Circuito Camps
Isidoro Graiver: “Éramos un grupo fuerte”
El ex dueño de Papel Prensa relacionó su detención
clandestina con los “escozores” que la actividad política, gremial y
empresarial de su hermano David le habían provocado a “miembros como los Martínez
de Hoz”. Las diferencias con él y su espsoa Lidia Papaleo en los criterios de
conducción empresarial. También declaró Jorge Gilbert y los hermanos Iaccarino.
Por Secretaría de Prensa y Difusión – APDH La
Plata
(4JUNIO2012) - La audiencia de hoy comprendió la
declaración de Isidoro Graiver, hermano de David Graiver, quien relató las
circunstancias de su secuestro, ocurrido el 17 de marzo de 1977 en la casa de
su madre. En el operativo participaron civiles, que operaron bajo el mando del
represor Norberto Cozzani, uno de los imputados en la causa, a quien el testigo
pudo identificar en aquel momento como “el que llevaba la voz cantante”.
Graiver fue trasladado de inmediato a lo que años
después supo que se trató del centro clandestino conocido como “Puesto Vasco”,
donde había compartido cautiverio con su padre Juan Graiver -detenido días
antes, el 7 de marzo- y su cuñada, Lidia Papaleo de Graiver. Entre otros compañeros,
mencionó también a Francisco Fernández Bernardez y a Jorge Rubintein, quien se
había desempeñado como “colaborador directo” en las actividades empresariales
de hermano David Graiver.
En este sentido, el testigo contó que en plena
dictadura la familia había sido la dueña de EGASA (Empresas Graiver Asociada
Sociedad Anónima), entre las que estaba incluida Papel Prensa. “La sociedad
comercial con mi hermano se termina en el ’75 y me reincorporo cuando él
fallece en un accidente aéreo en México, en agosto del ‘76”, afirmó Graiver,
aludiendo a las diferencias que mantenían respecto al manejo de las empresas. “No
sabíamos que la actividad política, gremial y empresarial (de David) había
provocado escozores a miembros como los Martínez de Hoz”, precisó. Y agregó: “Éramos
muy atractivos como víctimas, porque económicamente, más allá de los problemas
financieros, éramos un grupo fuerte”.
En Puesto Vasco, Graiver fue torturado con picana eléctrica
y sometido a interrogatorios, al igual que el resto de los detenidos, aunque
manifestó que con él no habían tenido ninguna saña en particular. También
refirió a la vez en que junto a su cuñada fueron retirados del calabozo y
llevados a una habitación, donde mantuvieron un encuentro con el ex jefe de la
Policía Bonaerense, Ramón Camps, que
estaba con un civil que colaboraba con el gobierno de Ibérico Saint Jean y que
después fue ministro de justicia de la Nación: Arturo Rodríguez Varela.
Un párrafo aparte merece la mención a Jorge
Rubintein, cuyo cadáver, según el testigo, habría sido visto por Fernández
Bernardez, quien a través de la mirilla de la celda espió cómo lo arrastraban,
luego de una sesión de tortura. “A él (Rubintein) lo habían operado del corazón,
debía estar medicado, pero no le daban las pastillas; no estaba en condiciones
de recibir un sesión de tortura más, nos había dicho en el calabozo”, recordó. Y
al mismo tiempo, relativizó: “No descarto el fallecimiento de Rubinstein, tal
vez se les fue de las manos”.
En cuanto a Cozzani y a quienes comandaban las
fuerzas, Graiver dijo que “seguro recibían órdenes de superiores, no creo que
hayan sido los que inventaron ese sistema ni los que marcaban las pautas de lo
que debía hacerse, imagino que les daban instrucciones y que tenían que
cumplirlas”.
El testigo recordó durante los primeros días de abril
de 1977 había sido trasladado al Pozo de Banfield y a la alcaidía del
Departamento de Policía en Capital Federal, donde compartió cautiverio con el
dueño del diario La Opinión Jacobo Timerman, quien le contó que había pasado
por Puesto Vasco.
En
otro orden de cosas, Graiver se remontó a los días
previos a su secuestro, cuando su padre y su cuñada habían sido
capturados y
pidió ayuda a Francisco Manrique, el ex ministro de Bienestar Social de
Pedro
Eugenio Aramburu, quien al día siguiente lo llevó a hablar con segundo
integrante de la junta militar de aquel entonces, el ex represor Roberto
Viola. “Le conté todo y me puse a su entera disposición”,
admitió.
Tras relatar su puesta a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional, el testigo fue tajante en relación a las condiciones de
cautiverio: “No era que estábamos agonizando ni nada por el estilo, estábamos
un poco pálidos, desmejorados”.
Por último, Graiver subrayó la “excelente relación” que
mantuvo con su hermano David, aun después del alejamiento de la empresa, por
tener “distintos criterios de conducción”. “Mi cuñada no tenía ninguna
experiencia, comercialmente hablando. Era difícil, pero lo fuimos llevando. Yo
colaboraba, no conducía”, concluyó, dejando entrever que la responsabilidad
absoluta sobre las empresas era de Lidia Papaleo de Graiver.
Quien se sintió morir
Jorge Orlando Gilbert, por su parte, compareció ante los jueces Carlos
Rozanski, Claudio Falcone y Mario Portela para contar el cautiverio que vivió desde
el 30 de agosto de 1977, junto a su
compañera de estudio Liliana Zambano, quien vivía enfrente a la Comisaría 9º.
"Con ella habíamos rendido a la mañana una materia en la facultad (de
Humanidades) y por la noche íbamos a festejar", recordó.
Gilbert y Zambone habrían sido llevados al centro
clandestino que funcionó en la Brigada de Investigaciones de La Plata, junto a
otro compañero que casualmente se había presentado en la casa de Zambano a
pedirle apuntes de estudio.
-Está demasiado tranquilo éste -le oyó decir Gilbert
sobre sí mismo a uno de los integrantes del grupo de tareas-. Vamos a ver si se
le ablanda un poco la memoria.
Al otro día, el testigo fue trasladado a “un lugar
distante, recorrido por calles pavimentadas”, que se trataría del Destacamento
de Arana, donde fue alojado en una celda y sometido a sesiones de picana eléctrica
en otra habitación en la que había un camastro, al que lo ataron desnudo. “El interrogatorio
no consistió en mi actividad, sino en a quiénes conocía del ámbito de la
militancia, porque había militado en los barrios, hasta el ‘75”, aseguró. Y
continuó: “La tortura era continua, porque no se sabía cuándo iba a ser la
segunda vez, que de hecho no la hubo; pero a la tortura interior la seguí padeciendo”.
Días después, contó el ex detenido, lo llevaron
nuevamente a la Brigada de
Investigaciones, de donde finalmente fue liberado, tras permanecer más de
veinte días cautivo. “Me sentía morir, internamente sentía eso”, sintetizó el
testigo sobre el calvario que le tocó vivir.
La audiencia continuó pasadas las 16, con los
testimonios de los hermanos
Iaccarino, Carlos y Alejandro,
quienes relataron su secuestro junto a su hermano Rodolfo, el desapoderamiento
de sus empresas durante la última dictadura cívico-militar y su cautiverio en
el Centro de Operaciones Tácticas Nº 1 de Martínez.
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