Revista Veintitrés
Tali Goldman
Subtes: la nueva campaña sucia del PRO
El jefe de gobierno inició una peligrosa ofensiva contra los metrodelegados que propició linchamientos de usuarios y demoniza a los trabajadores. El objetivo: culpar a los empleados por las fallas. Ideología noventista y las muertes que desnudan el descontrol.
Fue un golpe a puño cerrado. Del otro lado del mostrador de
plástico estaba Natalia, la boletera de la estación Medrano de la línea
B. Era miércoles 2 de octubre por la mañana, en la hora pico y un
usuario, furioso porque el servicio estaba interrumpido, no dudó en
armar una gresca. Su foco: los trabajadores. Por fallas técnicas en la
estación Carlos Pellegrini, el transporte que recorre la avenida
Corrientes bajo tierra, tuvo que cortar momentáneamente el servicio.
Pero eso para algunos pasó inadvertido y prefirieron, casi de manera
refleja, agarrarse a piñas con quienes tenían más a mano. “Sabemos que
son laburantes como nosotros, que tienen que ir a su lugar de trabajo,
pero las condiciones no las ponemos nosotros –explicaba Natalia,
conmocionada luego del episodio–. Les explicamos a los pasajeros que fue
un problema técnico, que el servicio está cada vez peor y que no es por
culpa de los trabajadores. Es culpa de la empresa Metrovías y de Sbase,
que no invierte correctamente”.
Pero la reacción de los pasajeros no fue casual: tiene clara relación con la estrategia que viene implementando Mauricio Macri y que, finalmente, va cosechando sus frutos. Por caso, desde que el Gobierno de la Ciudad asumió –después de varias idas y vueltas– la potestad del servicio subterráneo, son recurrentes las denuncias y la estigmatización hacia los trabajadores, acusándolos de responsables hasta en los casos más insólitos, cada vez que la ocasión lo permita. Así sucedió, por ejemplo, cuando un día antes de comenzar la campaña por las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, el Ejecutivo porteño inauguró las dos nuevas estaciones de la línea B, Echeverría y Juan Manuel de Rosas. Luego de un relevamiento de los propios trabajadores (un registro minucioso con material fotográfico) podían observarse las irregularidades en los túneles, fisuras en las bóvedas, filtraciones en las bombas, entre otras cosas, y además, lo más grave: la falta de habilitación del sistema de comunicación entre el conductor y el jefe de control. Es decir, cualquier cosa que pasara en esas estaciones no sólo no podía notificarse sino que de ello no quedaba ningún tipo de registro. Y cualquier cosa que sucediera sería, a priori, responsabilidad de los trabajadores. Es decir, que funcionaran esas estaciones no sólo ponía en riesgo al personal, sino a los propios pasajeros. Pero ante esa situación el jefe de gobierno volvió a tirar la pelota hacia donde más le gusta: “Ellos deben entender que los abusos de poder generan un nivel de irritación en la gente. Les pido que se comprometan a brindar un mejor servicio a los pasajeros, y el que no lo haga, que le deje el lugar a otro”. Lo curioso de la frase que desplegó luego de cortar la cinta y jugar al motorman, fue que no hizo referencia, justamente, a los responsables del servicio, es decir, Metrovías. Una vez más, ponía sobre los trabajadores el termómetro del mejor o peor servicio, dejando a la empresa responsable de invertir en las formaciones, en las estaciones y de decidir cómo, cuántas y cuáles formaciones circulan por día, en un lugar impoluto.
La última jugada del Pro en esta materia tiene que ver con la circulación de una encuesta: una práctica que gusta mucho en los pagos amarillos. Esta vez, en relación con el subte. Veintitrés obtuvo en exclusiva la encuesta que promotoras del Gobierno de la Ciudad realizan a los pasajeros en las líneas subterráneas. El material, que consta de siete páginas, tiene varias preguntas que claramente intentan, sin ser explícitas (o sí), colocar al trabajador en el epicentro de las responsabilidades. Las más llamativas son:
- “Pensando en lo sucedido en los últimos meses, cree usted que los paros y las medidas de fuerzas gremiales tomadas por los delegados del subte son: A) Justificadas, B) Injustificadas”.
- “¿Quién cree usted que es el principal responsable de los paros del subte? A) El gobierno nacional, B) El Gobierno de la Ciudad, C) Los empleados del subte (en general), D) Los delegados gremiales del subte, E) La empresa concesionaria”.
- “¿En qué medida le afectan a usted los paros y las medidas de fuerza gremiales llevadas adelante por los delegados del subte? A) Mucho, B) Poco, C) Nada”.
- “Algunos afirman que ‘la actitud de los trabajadores del subte impacta negativamente en su experiencia de viaje’. ¿En qué medida está usted de acuerdo con esta afirmación? A) Acuerdo, B) Desacuerdo”.
- “¿Cree usted que las autoridades del GCBA deberían tomar una postura más estricta con respecto a las acciones de protesta llevadas adelante por los delegados gremiales? A) Sí, debería tomar una postura estricta, B) No, no debería tomar una postura estricta, C) ¿Qué sería en su opinión una postura más estricta?”.
- “¿Cuáles de las siguientes acciones cree usted que debería llevar a cabo el GCBA ante las protestas de los delegados gremiales? A) Sancionar descontando del salario los días no trabajados, B) Denunciarlos ante la Justicia, C) Despedirlos”.
- “¿Estaría usted dispuesto a apoyar al GCBA en la toma de acciones como esas aun si esto deriva en más días de paro e incomodidades por el viaje? A) Sí, B) No”.
- “¿Cree usted que el Gobierno de a Ciudad está en condiciones de afrontar el problema de los paros y medidas de fuerza injustificadas promovidas por los delegados gremiales y encontrar una solución duradera para el problema? A) Sí, B) No”.
Según adelantaron los metrodelegados a esta revista, presentarán una denuncia ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Y mientras tanto, los mismos trabajadores que son estigmatizados por un jefe de gobierno, sufren accidentes fatales en los propios lugares de trabajo. El último caso ocurrió el sábado 28 de septiembre, el primer día de trabajo en el túnel de Sergio Reyes, de 40 años, casado y padre de cuatro hijos. Hacía una semana que había ingresado a trabajar para la empresa Metrovías, en la categoría de peón de limpieza, la más baja. Los primeros días hizo su tarea en los talleres de El Polvorín, en la calle José Bonifacio, a la altura del barrio de Flores, en la línea A. El día de su muerte lo habían mandado a la línea B a trabajar en los andenes. A las 12 del mediodía, cuando terminaba su turno de limpieza, fichó y cruzó por un lugar que no debía. Lo hizo por una suerte de plataforma de madera que está dispuesta entre dos vías, entrando a la estación Federico Lacroze. Un pasadizo que no tiene ningún tipo de señalización que a simple vista indique que está prohibido pasar. Y nadie le advirtió sobre la única señal: una sirena que cuando se pone roja indica que viene un tren. Sergio Reyes no llegó a reaccionar cuando vio que el subte se le venía literalmente encima. Lo arrolló contra una columna. De urgencia lo llevaron al Hospital Tornú y falleció horas después.
La
de Sergio Reyes es la segunda muerte en lo que va del año y la cuarta
contando el pasado 2012. Trabajadores que mueren por situaciones de
precariedad en condiciones laborales. Las primeras tres fueron por
electrocución. La que cobró más relevancia fue la de Antonio Villares,
durante el mes de abril de este año. Era personal del sector bombas de
agua y tras las feroces inundaciones que llegaron a tapar las vías,
murió electrocutado revisando las bombas que debían sacar el agua de la
estación Los Incas, también de la línea B.
Según
explicó a Veintitrés Enrique Rositto, secretario de prensa de la
Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGSYP), “hay
responsabilidad tanto de la empresa como del Gobierno de la Ciudad. En
primer lugar, Metrovías tiene que hacerse cargo de brindar
capacitaciones, pero no lo hace: los supervisores del área técnica y
operativa tienen que enseñarle a cada trabajador cuál es la forma segura
de realizar las tareas, desde cómo cortar la corriente, cómo proceder a
la evacuación de los pasajeros y hasta por dónde y cómo circular, que
evidentemente no se lo enseñaron al compañero Reyes”. Y continuó: “Por
supuesto que por arriba del concesionario está Sbase-Subterráneos de
Buenos Aires, que es la propietaria y la dueña de los subtes y por lo
tanto, el organismo que delega en Metrovías la operatividad del
servicio. Pero justamente no puede deslindarse de su responsabilidad de
controlar no sólo que las estaciones y las formaciones estén en buen
estado, sino que los trabajadores tengan las debidas instrucciones. Y
eso claramente no sucede. Sbase está preocupado por inaugurar y decorar
estaciones, pero cuando alguno plantea que hay fallas en la seguridad
que ponen en riesgo no sólo la vida de los que trabajamos en el subte
sino de los pasajeros, las desconoce, o incluso nos denuncian
abiertamente”.
La estrategia de Mauricio Macri va tomando forma. ¿Hasta dónde llegará?
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