Blog de la Delegación de Cádiz de la APDHA
Rafael Lara, del área de inmigración de la APDHA. Hoy
estamos de luto. Al menos trescientas personas han perdido la vida cerca
de Lampedusa, cuando intentaban llegar a Europa. Un drama terrible que
nos tiene a todos llenos de dolor, estremecidos pero también indignados
ante la vergüenza de estas muertes evitables. Los responsables tienen
nombre y apellido: son los oscuros dirigentes de la Unión Europea y
gobiernos de países como Italia y España.
Pero por desgracia no han sido las únicas víctimas. En los últimos años decenas de miles de personas han perdido la vida en el Mediterráneo intentando llegar a Europa. Son cifras escalofriantes, mayores que las que provoca un gran terremoto y que sin embargo no conmueven ni movilizan las conciencias.
Lo que ha pasado en Lampedusa, lo que está pasando en Ceuta y Melilla o en el Estrecho de Gibraltar no es una fatalidad, no es una fatalidad. No responde a un golpe de mar o a un incendio descontrolado. Es el resultado de unas políticas europeas obsesionadas hasta la paranoia con la ´”lucha contra la inmigración irregular”.
Muchos llamamos a esta “lucha” una auténtica guerra contra los migrantes. ¿Una guerra? ¿No es un poco exagerado hablar de guerra contra los migrantes?
Entonces ¿cómo llamar al despliegue de dispositivos fronterizos para repeler y atrapar inmigrantes por todas las fronteras europeas? La agencia Europea de fronteras, Frontex, ha desplegado navíos, aviones, helicópteros, sensores térmicos, cámaras infrarrojas y recientemente hasta drones para vigilar desde el Estrecho de Gibraltar hasta Grecia y evitar que entren los indeseables del Sur.
¿Cómo llamar al SIVE, a la creciente militarización del Estrecho, a las alambradas de Ceuta y Melilla o a los centenares de campos de internamiento construidos dentro y fuera de toda Europa? El gobierno español ya ha puesto en marcha los drones de vigilancia. Y está estudiando cómo conseguir que las vallas de Ceuta y Melilla sean absolutamente infranqueables
Es una verdadera guerra contra los migrantes, que impone a países como Libia, Túnez, Argelia y Marruecos el papel de gendarmes de las fronteras europeas. Una guerra en la que las graves violaciones de derechos humanos que se producen continuamente no importan: Europa mira hacia otro lado de forma cómplice.
Violaciones de derechos humanos innumerables en Marruecos, que –como hemos denunciado muchas veces– lleva a muchas personas subsaharianas a la desesperación. Y tras ello al salto de las vallas, a intentar llegar a nado o a subirse en frágiles neumáticas de juguetes para niños para atravesar el Estrecho.
Una sociedad que se dice democrática no debiera tolerar esta situación, que ha convertido el Mediterráneo en un verdadero cementerio.
Tras la tragedia de Lampedusa, quizás por su magnitud, ya han surgido los lamentos hipócritas y las lágrimas de cocodrilo de los dirigentes europeos. Italia, que ha decretado un día de luto, pero olvida que tiene acuerdos terribles con Libia y Túnez y que mil veces han intentado por todos los medios que los inmigrantes no lleguen a su territorio, amenazando incluso con lanzar las cañoneras contra los barcos de inmigrantes.
Ya han salido los que culpan a las mafias, que efectivamente actúan aprovechándose de la necesidad imperiosa de muchas personas de cruzar las fronteras a toda costa. Y olvidan que es precisamente el cierre de fronteras lo que les permite actuar y enriquecerse
No, los muertos de Lampedusa, como los del Estrecho o los de Ceuta y Melilla, no son producto de la fatalidad o de la acción de las mafias. Son las víctimas de una Europa Fortaleza, enrocada hasta la ceguera en la lógica securitaria y que ha renunciado a los valores que dice defender.
Este domingo, cuando lleguemos a las alambradas de Ceuta en nuestra Caravana de Solidaridad, recordaremos a todos los que han perdido la vida llamando a nuestras puertas. Recordaremos a las víctimas de la Europa asesina.
Pero por desgracia no han sido las únicas víctimas. En los últimos años decenas de miles de personas han perdido la vida en el Mediterráneo intentando llegar a Europa. Son cifras escalofriantes, mayores que las que provoca un gran terremoto y que sin embargo no conmueven ni movilizan las conciencias.
Lo que ha pasado en Lampedusa, lo que está pasando en Ceuta y Melilla o en el Estrecho de Gibraltar no es una fatalidad, no es una fatalidad. No responde a un golpe de mar o a un incendio descontrolado. Es el resultado de unas políticas europeas obsesionadas hasta la paranoia con la ´”lucha contra la inmigración irregular”.
Muchos llamamos a esta “lucha” una auténtica guerra contra los migrantes. ¿Una guerra? ¿No es un poco exagerado hablar de guerra contra los migrantes?
Entonces ¿cómo llamar al despliegue de dispositivos fronterizos para repeler y atrapar inmigrantes por todas las fronteras europeas? La agencia Europea de fronteras, Frontex, ha desplegado navíos, aviones, helicópteros, sensores térmicos, cámaras infrarrojas y recientemente hasta drones para vigilar desde el Estrecho de Gibraltar hasta Grecia y evitar que entren los indeseables del Sur.
¿Cómo llamar al SIVE, a la creciente militarización del Estrecho, a las alambradas de Ceuta y Melilla o a los centenares de campos de internamiento construidos dentro y fuera de toda Europa? El gobierno español ya ha puesto en marcha los drones de vigilancia. Y está estudiando cómo conseguir que las vallas de Ceuta y Melilla sean absolutamente infranqueables
Es una verdadera guerra contra los migrantes, que impone a países como Libia, Túnez, Argelia y Marruecos el papel de gendarmes de las fronteras europeas. Una guerra en la que las graves violaciones de derechos humanos que se producen continuamente no importan: Europa mira hacia otro lado de forma cómplice.
Violaciones de derechos humanos innumerables en Marruecos, que –como hemos denunciado muchas veces– lleva a muchas personas subsaharianas a la desesperación. Y tras ello al salto de las vallas, a intentar llegar a nado o a subirse en frágiles neumáticas de juguetes para niños para atravesar el Estrecho.
Una sociedad que se dice democrática no debiera tolerar esta situación, que ha convertido el Mediterráneo en un verdadero cementerio.
Tras la tragedia de Lampedusa, quizás por su magnitud, ya han surgido los lamentos hipócritas y las lágrimas de cocodrilo de los dirigentes europeos. Italia, que ha decretado un día de luto, pero olvida que tiene acuerdos terribles con Libia y Túnez y que mil veces han intentado por todos los medios que los inmigrantes no lleguen a su territorio, amenazando incluso con lanzar las cañoneras contra los barcos de inmigrantes.
Ya han salido los que culpan a las mafias, que efectivamente actúan aprovechándose de la necesidad imperiosa de muchas personas de cruzar las fronteras a toda costa. Y olvidan que es precisamente el cierre de fronteras lo que les permite actuar y enriquecerse
No, los muertos de Lampedusa, como los del Estrecho o los de Ceuta y Melilla, no son producto de la fatalidad o de la acción de las mafias. Son las víctimas de una Europa Fortaleza, enrocada hasta la ceguera en la lógica securitaria y que ha renunciado a los valores que dice defender.
Este domingo, cuando lleguemos a las alambradas de Ceuta en nuestra Caravana de Solidaridad, recordaremos a todos los que han perdido la vida llamando a nuestras puertas. Recordaremos a las víctimas de la Europa asesina.
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