Página12
Juan Gelman
Duda de que
Washington apoye un ataque israelí a las instalaciones nucleares
iraníes, teme quedarse solo en esta empresa y busca otras alianzas. El
reciente acercamiento diplomático entre Irán y EE.UU. ha creado cierta
esperanza internacional en una distensión que evite otra guerra, pero el
premier Benjamin Netanyahu se empeña en desacreditarla. En su
intervención en la Asamblea General de la ONU se burló del nuevo
presidente iraní Hassan Rohani y de su postura aperturista hacia
Occidente: “Ahmadinejad –el presidente anterior– era un lobo con piel de
lobo y Rohani es un lobo con piel de cordero”, afirmó. No deja de ser
un mérito semejante conocimiento zoológico.
El discurso de Netanyahu advino cuatro días después de la
conversación telefónica Obama/Rohani, la primera entre mandatarios de
los dos países desde 1979, y cuando habían comenzado las consultas
preparatorias de las negociaciones que los días 15 y 16 de este mes
tendrán lugar en Ginebra entre Irán y las naciones del grupo P5+1
(EE.UU., Gran Bretaña, China, Rusia y Francia más Alemania), el cual
busca una vía diplomática desde el año 2006 a fin de concretar una
solución pacífica al problema del de- sarrollo nuclear iraní. De ahí que
Netanyahu precisara: “Si Israel se ve obligado a quedarse solo, Israel
se quedará solo. Y al quedarse solo, Israel sabrá que estamos
defendiendo a muchos, muchos otros”. Una nueva advertencia de que Israel
no vacilará en bombardear las instalaciones nucleares de Irán, con el
apoyo estadounidense o sin él, desatando una guerra de imprevisibles
consecuencias.La elección de un presidente moderado en Irán que reabre la vía diplomática y se declara dispuesto a que la comunidad internacional verifique que el programa nuclear iraní tiene fines pacíficos ha desconcertado –para decir lo menos– a los círculos políticos israelíes. El parlamentario del Likud Tzachi Hanegbi, ex ministro de Justicia, ex ministro de Seguridad Interior y ex ministro de Inteligencia y Asuntos Nucleares, comentó que su gobierno “ya no está convencido” de que EE.UU. es serio en sus amenazas militares contra Irán.
Tal desconfianza llevó a Israel a crear un nuevo ministerio, el de Asuntos Estratégicos, cuyo solo objetivo es el planeamiento de iniciativas concernientes a una eventual guerra contra Irán (www.independent.co.uk, 7-4-13). Su titular, Yuval Steinitz, declaró que las sanciones de la ONU impuestas a Teherán “no bastan y las conversaciones tampoco. Ha llegado el momento de enfrentar a los iraníes con una amenaza militar del mundo entero y de Occidente para obtener resultados”. Aliado político infatigable de Netanyahu, Steinitz subrayó en una entrevista concedida a la radio del ejército israelí que esa acción debería materializarse “en pocas semanas, un mes” si no hay señales de que Irán pone fin a su programa nuclear.
El canal 2 de la TV israelí informó el miércoles pasado que funcionarios israelíes se reunieron en las últimas semanas “con figuras prominentes de varios países árabes y del golfo para crear una alianza capaz de bloquear la intención iraní de tener armas nucleares” (www.ti mesofisrael.com, 2-10-13). Según el canal, “el primer ministro Benjamin Netanyahu ha supervisado diversos ‘encuentros exhaustivos’ con representantes de dichos países”. Poseen no poco en común: autocracias sunnitas como las de Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos también condenan el programa nuclear de un Irán chiíta.
Jerusalén y éstos, sus vecinos árabes, no mantienen relaciones. Aparentemente. El presupuesto del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel para 2013-2014 reveló que entre las 11 misiones diplomáticas nuevas que ha establecido desde el 2010 figura una en “un estado innominado del golfo Pérsico” (www.timesofisrael, 12-5-13). El mismo ministerio solicitó luego al de Finanzas que quitara ese rubro y lo ocultara a toda mirada pública.
Las negociaciones Irán/P5+1 vienen envueltas en una paradoja: se conoce el fin, pero los pasos a dar para llegar hasta él están cargados de dificultades históricas y políticas que Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations, enumeró en el Financial Times (29-9-13) La primera es la mutua desconfianza que impera entre Washington y Teherán. La siguiente: se estima que Irán posee unas 18.000 centrifugadoras y un nuevo reactor que, cuando entre en funciones, permitiría la obtención de plutonio, segunda etapa hacia la obtención de un arma nuclear. La tercera es de orden político: el dueño último de las decisiones iraníes no es el presidente Rohani, sino el ayatolá Alí Jamenei, líder supremo.
Para Elliott Abrahams, ex cercano colaborador de Reagan y de Bush padre, a Netanyahu le tocará en adelante jugar el papel de policía malo advirtiendo una y otra vez a EE.UU. y el mundo que Rohani no es un reformista sino un instrumento ganatiempo para que Irán logre finalmente acceso al armamento nuclear (www.foreignaffairs.com, 1-10-13). Qui vivra verra, dicen los franceses.
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