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viernes, 15 de noviembre de 2013

Tinkunaco 1.606/13 - Re: Asesinato de Mons. Angelelli - Se inició el juicio en La Rioja



ASESINATO DE MONS. ANGELELLI

SE INICIÓ EL JUICIO EN LA RIOJA

El 4 de noviembre se inició en La Rioja el juicio por el asesinato de Mons. Angelelli. Después de 37 años del crimen se pone en marcha el proceso final que condenará a algunos de los responsables. El largo tiempo transcurrido dejó en la impunidad a la mayoría de los acusados e imputados por fallecimiento, como los casos de Jorge Videla, Albano Harguindeguy, Osvaldo Pérez Battaglia, Pedro Malagamba, Lázaro Aguirre y otros militares y policías. Quedan como imputados Luciano B. Menéndez y el ex aeronáutico Fernando Estrella.
En la primera y segunda audiencia se escucharon las acusaciones con un pormenorizado relato de los hechos y las pruebas acumuladas a lo largo de la investigación judicial. Esta causa sufrió los avatares propios de las causa de los delitos del terrorismo de estado, que se paralizaron por la vigencia de las leyes de impunidad desde 1987 hasta el 2005. En estos dieciocho años muchos testigos fallecieron antes de declarar y también algunos de los militares y policías que venían siendo señalados como participantes del crimen. En el 2006 se reinició la investigación en la justicia federal, retomando los testimonios acumulados durante la instrucción del Juez provincial Aldo Morales, que con las pruebas obtenidas hasta entonces ya le había permitido afirmado que la muerte de Mons. Angelelli había sido un homicidio “fríamente premeditado y esperado por la víctima”.
En la nueva etapa judicial tanto la sobrina del obispo Angelelli, Marilé Coseano, como Arturo Pinto, quien viajaba con el obispo ese 4 de agosto de 1976, y el Centro Tiempo Latinoamericano, a través de mi representación, nos constituimos en querellantes para impulsar la causa y aportar nuevas pruebas. También lo hicieron las secretarías de derechos humanos de La Rioja y de la Nación y el obispado riojano. Esto contribuyó a que se dieran importantes avances, hasta que el 6 de diciembre de 2012 el juez actuante Daniel Herrera Piedrabuena elevó la causa al Tribunal Oral Federal para que se iniciara el juicio. Un año tardó en constituirse el Tribunal y no fueron pocas las trabas que obstaculizaron el inicio. Concientes que en este como en los otros juicios de delitos de lesa humanidad es importante que la sociedad sepa las complejas tramas judiciales, fuimos dando a conocer los obstáculos a cada paso. Esto ayudó a poner en marcha el juicio. Pero se requiere una vigilancia permanente para impedir que los múltiples intereses que todavía existen en los poderes feudales de La Rioja, retrasen la marcha de las audiencias. Con argumentos técnicos y las dificultades que se generan por jueces que deben concurrir desde otras provincias, a raíz de vacantes en el tribunal riojano, se dilata el proceso judicial. Un ejemplo fue el pasado lunes 11 de noviembre, en que estaba prevista la declaración del primer y principal testigo, el sobreviviente Arturo Pinto, que viajó desde la lejana provincia de Formosa, y fue postergada hasta el lunes 25 de este mes, teniendo que recorrer nuevamente las largas distancias que separan su domicilio actual del tribunal en La Rioja.
Un juicio importante
Nadie desconoce que este proceso judicial que juzga a los asesinos de un miembro del episcopado argentino, con la importancia que tiene el catolicismo en nuestro país, tiene una significación especial. En una nación cuyas autoridades se proclaman católicas, con un episcopado que tradicionalmente ha ejercido importantes cuotas de poder, no se asesina un obispo todos los días. Mons. Angelelli fue el primer obispo asesinado en nuestro país y durante una dictadura militar instaurada para defender la “civilización occidental y cristiana”, según sus dichos. A nivel de las iglesias latinoamericanas y mundial existen expectativas en torno a este juicio. Porque más allá de las penas que se les apliquen a los imputados, el desarrollo del juicio, con las múltiples pruebas documentales y testimoniales que se ventilarán, pondrá en la escena pública que este crimen no pudo consumarse sin la coautoría de civiles del poder político y económico tradicional de La Rioja que fueron allanando el camino mediante campañas de difamación y amenazas durante los ocho años de pastoreo de Angelelli en esa provincia norteña. Y también la abierta complicidad de sus hermanos en el episcopado, que lo abandonaron y lo dejaron solo ante el poder dictatorial que impuso el terrorismo de estado en 1976. Esta realidad de soledad y falta de colegialidad episcopal fue señalada por el mismo obispo perseguido durante los últimos meses, antes del atentado criminal, mediante la múltiple correspondencia mantenida con los miembros de la cúpula episcopal, que si bien realizó gestiones ante el entonces presidente Videla, le faltó convicción, valentía y fortaleza para obtener la protección que Mons. Angelelli necesitaba. A la luz de los resultados, en algunos casos pareciera más grave. Si el Nuncio Apostólico no desconocía las amenazas que sufría el obispo, resulta sospechoso el consejo Pio Laghi, cuando se lo pide Monseñor Angelelli ante una invitación para un encuentro pastoral en el extranjero. “Sobre la conveniencia o no de ir al exterior en agosto o setiembre para los encuentros que menciona, me permito opinar – como hermano – que quizás sería mejor no alejarse de la Diócesis en circunstancias como las presentes”, escribió Pio Laghi el 22 de junio, un mes y medio antes del homicidio. Pio Laghi conocía de cerca las violaciones a los derechos humanos porque muchos familiares – entre ellos mi madre - concurrían a la Nunciatura a pedir apoyo. Y varios sacerdotes fueron sacados del país por su gestión. Pero Angelelli era un presa mayor para la limpieza encomendada a los militares, que el mismo Nuncio Pio Laghi había enunciado ante la opinión pública, cuatro días después de la carta a Angelelli. El 26 de junio en su visita a los militares en Tucumán dijo: “La causa de la violencia existente en el país es de origen ideológico. El país tiene una ideología tradicional y cuando alguien pretende imponer otro ideario diferente y extraño, la Nación reacciona como un organismo, generándose así la violencia.” Y el aval a la represión ilegal o al atentado encubierto en un accidente: “En ciertas situaciones la autodefensa exige tomar determinadas actitudes y, en este caso, habrá de respetarse el derecho hasta donde se puede”.[1] El ex general Videla lo dijo explícitamente en este expediente al declarar como imputado y relatar su encuentro con el Nuncio Apostólico: “…sin hesitar me respondió: Presidente, la Iglesia tiene asumido que el fallecimiento de Mons. Angelelli, fue producto (sic) por un accidente; Ud. puede dormir tranquilo respecto de este asunto”. Seguía de ese modo la exhortación del presidente del episcopado y vicario castrense de entonces Adolfo Tortolo que al día siguiente del golpe militar llamó a “cooperar positivamente” para “la restauración del auténtico sentido nacional.”[2]
Luego de iniciado el juicio, el pasado 7 de noviembre enviamos al actual presidente del Episcopado Mons. José M. Arancedo el pedido de “una palabra de aliento a los testigos que otra vez deberán exponerse para relatar la dura experiencia vivida en aquellos años…Aún con la distancia histórica será sin duda un modo concreto de revertir la soledad que en sus últimos días sintió nuestro Padre y Obispo Enrique, según la correspondencia mantenida con algunos de sus hermanos en el episcopado, que obra en el expediente judicial.”

Córdoba, 14 de noviembre de 2013
Luis Miguel Baronetto
Querellante en la causa por el homicidio del obispo Angelelli
Director de la revista Tiempo Latinoamericano  


[1] Diario El Independiente, domingo 27 de junio de 1976, pag. 3: “A la violencia se refirió el representante del Papa”.
[2] Diario El Independiente, viernes 26 de marzo de 1976, pág. 7: “Monseñor Tortolo exhortó a una “cooperación positiva”.

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