ASESINATO DE MONS. ANGELELLI
SE INICIÓ EL
JUICIO EN LA RIOJA
El 4 de noviembre se inició en
La Rioja el
juicio por el asesinato de Mons. Angelelli. Después de 37 años del crimen se
pone en marcha el proceso final que condenará a algunos de los responsables. El
largo tiempo transcurrido dejó en la impunidad a la mayoría de los acusados e
imputados por fallecimiento, como los casos de Jorge Videla, Albano
Harguindeguy, Osvaldo Pérez Battaglia, Pedro Malagamba, Lázaro Aguirre y otros
militares y policías. Quedan como imputados Luciano B. Menéndez y el ex
aeronáutico Fernando Estrella.
En la primera y segunda
audiencia se escucharon las acusaciones con un pormenorizado relato de los
hechos y las pruebas acumuladas a lo largo de la investigación judicial. Esta causa
sufrió los avatares propios de las causa de los delitos del terrorismo de
estado, que se paralizaron por la vigencia de las leyes de impunidad desde 1987
hasta el 2005. En estos dieciocho años muchos testigos fallecieron antes de
declarar y también algunos de los militares y policías que venían siendo
señalados como participantes del crimen. En el 2006 se reinició la
investigación en la justicia federal, retomando los testimonios acumulados
durante la instrucción del Juez provincial Aldo Morales, que con las pruebas
obtenidas hasta entonces ya le había permitido afirmado que la muerte de Mons.
Angelelli había sido un homicidio “fríamente premeditado y esperado por la
víctima”.
En la nueva etapa judicial
tanto la sobrina del obispo Angelelli, Marilé Coseano, como Arturo Pinto, quien
viajaba con el obispo ese 4 de agosto de 1976, y el Centro Tiempo
Latinoamericano, a través de mi representación, nos constituimos en
querellantes para impulsar la causa y aportar nuevas pruebas. También lo
hicieron las secretarías de derechos humanos de La Rioja y de la Nación y el obispado
riojano. Esto contribuyó a que se dieran importantes avances, hasta que el 6 de
diciembre de 2012 el juez actuante Daniel Herrera Piedrabuena elevó la causa al
Tribunal Oral Federal para que se iniciara el juicio. Un año tardó en
constituirse el Tribunal y no fueron pocas las trabas que obstaculizaron el
inicio. Concientes que en este como en los otros juicios de delitos de lesa
humanidad es importante que la sociedad sepa las complejas tramas judiciales,
fuimos dando a conocer los obstáculos a cada paso. Esto ayudó a poner en marcha
el juicio. Pero se requiere una vigilancia permanente para impedir que los
múltiples intereses que todavía existen en los poderes feudales de La Rioja, retrasen la marcha de
las audiencias. Con argumentos técnicos y las dificultades que se generan por
jueces que deben concurrir desde otras provincias, a raíz de vacantes en el
tribunal riojano, se dilata el proceso judicial. Un ejemplo fue el pasado lunes
11 de noviembre, en que estaba prevista la declaración del primer y principal
testigo, el sobreviviente Arturo Pinto, que viajó desde la lejana provincia de
Formosa, y fue postergada hasta el lunes 25 de este mes, teniendo que recorrer
nuevamente las largas distancias que separan su domicilio actual del tribunal
en La Rioja.
Un juicio
importante
Nadie desconoce que este
proceso judicial que juzga a los asesinos de un miembro del episcopado
argentino, con la importancia que tiene el catolicismo en nuestro país, tiene
una significación especial. En una nación cuyas autoridades se proclaman
católicas, con un episcopado que tradicionalmente ha ejercido importantes
cuotas de poder, no se asesina un obispo todos los días. Mons. Angelelli fue el
primer obispo asesinado en nuestro país y durante una dictadura militar
instaurada para defender la “civilización occidental y cristiana”, según sus
dichos. A nivel de las iglesias latinoamericanas y mundial existen expectativas
en torno a este juicio. Porque más allá de las penas que se les apliquen a los
imputados, el desarrollo del juicio, con las múltiples pruebas documentales y
testimoniales que se ventilarán, pondrá en la escena pública que este crimen no
pudo consumarse sin la coautoría de civiles del poder político y económico
tradicional de La Rioja
que fueron allanando el camino mediante campañas de difamación y amenazas
durante los ocho años de pastoreo de Angelelli en esa provincia norteña. Y
también la abierta complicidad de sus hermanos en el episcopado, que lo
abandonaron y lo dejaron solo ante el poder dictatorial que impuso el
terrorismo de estado en 1976. Esta realidad de soledad y falta de colegialidad
episcopal fue señalada por el mismo obispo perseguido durante los últimos
meses, antes del atentado criminal, mediante la múltiple correspondencia
mantenida con los miembros de la cúpula episcopal, que si bien realizó
gestiones ante el entonces presidente Videla, le faltó convicción, valentía y
fortaleza para obtener la protección que Mons. Angelelli necesitaba. A la luz
de los resultados, en algunos casos pareciera más grave. Si el Nuncio
Apostólico no desconocía las amenazas que sufría el obispo, resulta sospechoso
el consejo Pio Laghi, cuando se lo pide Monseñor Angelelli ante una invitación
para un encuentro pastoral en el extranjero. “Sobre la conveniencia o no de ir al exterior en agosto o setiembre
para los encuentros que menciona, me permito opinar – como hermano – que quizás
sería mejor no alejarse de la
Diócesis en circunstancias como las presentes”, escribió Pio
Laghi el 22 de junio, un mes y medio antes del homicidio. Pio Laghi conocía de
cerca las violaciones a los derechos humanos porque muchos familiares – entre
ellos mi madre - concurrían a la
Nunciatura a pedir apoyo. Y varios sacerdotes fueron sacados
del país por su gestión. Pero Angelelli era un presa mayor para la limpieza
encomendada a los militares, que el mismo Nuncio Pio Laghi había enunciado ante
la opinión pública, cuatro días después de la carta a Angelelli. El 26 de junio
en su visita a los militares en Tucumán dijo: “La causa de la violencia existente en el país es de origen ideológico.
El país tiene una ideología tradicional y cuando alguien pretende imponer otro
ideario diferente y extraño, la
Nación reacciona como un organismo, generándose así la
violencia.” Y el aval a la represión ilegal o al atentado encubierto en un
accidente: “En ciertas situaciones la
autodefensa exige tomar determinadas actitudes y, en este caso, habrá de
respetarse el derecho hasta donde se puede”.[1] El ex
general Videla lo dijo explícitamente en este expediente al declarar como imputado
y relatar su encuentro con el
Nuncio Apostólico: “…sin hesitar me
respondió: Presidente, la
Iglesia tiene asumido que el fallecimiento de Mons.
Angelelli, fue producto (sic) por un accidente; Ud. puede dormir tranquilo
respecto de este asunto”. Seguía de ese modo la exhortación del presidente
del episcopado y vicario castrense de entonces Adolfo Tortolo que al día
siguiente del golpe militar llamó a
“cooperar positivamente” para “la restauración
del auténtico sentido nacional.”[2]
Luego de iniciado el juicio, el pasado 7 de noviembre
enviamos al actual presidente del Episcopado Mons. José M. Arancedo el pedido
de “una palabra de aliento a los testigos
que otra vez deberán exponerse para relatar la dura experiencia vivida en
aquellos años…Aún con la distancia histórica será sin duda un modo concreto de
revertir la soledad que en sus últimos días sintió nuestro Padre y Obispo
Enrique, según la correspondencia mantenida con algunos de sus hermanos en el
episcopado, que obra en el expediente judicial.”
Córdoba, 14 de noviembre de 2013
Luis Miguel Baronetto
Querellante en la causa por el homicidio del
obispo Angelelli
Director de la revista Tiempo Latinoamericano
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