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El sistema
económico-social capitalista tuvo nacimiento en el llamado
mercantilismo, que comenzó a implantarse en Europa en los alrededores de
Renacimiento, y fue sustituyendo progresivamente el poder religioso o
el de las armas por el del capital acumulado.
No
podemos realizar aquí un análisis del sistema capitalista. Este es un
tema que ha sido extensamente tratado por innumerables autoresi,
críticos y promotores del sistema y cuya complejidad y extensión están
fuera de los límites de este artículo. Sin embargo, queremos plantear
algunas ideas respecto a su evolución y sus características actuales que
nos afectan cotidianamente.
El
sistema económico-social capitalista tuvo nacimiento en el llamado
mercantilismo, que comenzó a implantarse en Europa en los alrededores de
Renacimiento, y fue sustituyendo progresivamente el poder religioso o
el de las armas por el del capital acumulado.
El
sistema capitalista se caracteriza por su particular Modo de Producción
y por su Acumulación del Capital. Reproducimos unos párrafos que
definen brevemente su esencia: “El
Modo de Producción Capitalista está basado en la propiedad privada de
los medios de producción y tiene como fin la acumulación de capital. La
lógica del sistema capitalista consiste en incrementar cada vez más el
capital, tanto el fijo o constante (consistente en bienes materiales,
como terrenos, edificios y maquinarias) como el dinero que condensa y
virtualiza los bienes materiales históricos. La acumulación cada vez
mayor de capital, hoy centrado en el financiero, es lo que mueve a los
actores que promueven el capitalismo….En el Modo de Producción
Capitalista domina la cultura economicista y sus agentes y actores
colocan la economía como el demiurgo del proceso de reproducción
social.” Igualmente: “Es
bueno recordar que muchos de los elementos que constituyen el Modo de
Producción Capitalista existían en los imperios conocidos a partir del
Siglo XV, como en el caso del Chino, el Otomano y el Persa, donde se
comerciaba en base a la moneda, se cobraban intereses y existía la
opresión de las mayoría de sus poblaciones, pero todos ellos funcionaban
basados en el cobro de tributos en dinero o especie, bajo un marco
ideológico metafísico….los patrones éticos y morales inherentes a ellos
limitaban y muchas impedían que la acumulación de riqueza fuera la
fuente del poder. La relación era que la riqueza emanaba del poder y no
que el poder surgiera de la riqueza, tal como ocurrirá en el
capitalismo.” ii
Los
quinientos años de éxito del sistema parecen deberse a varias razones,
pero los estudiosos del tema coinciden que una de las principales ha
consistido en su capacidad para cambiar y adaptarse a las nuevas
circunstancias, frente a sus características crisis cíclicas.
Del capitalismo industrial al neocapitalismo corporativo
El
llamado “Capitalismo Industrial”, que llegó a su cenit paralelo al
explosivo crecimiento de la Revolución Industrial en el siglo XIX, se
caracterizó entre otros factores, por crear la acumulación del capital a
partir de la producción industrial. A diferencia de su período
anterior, donde esa acumulación de capital era generada por el saqueo de
productos, minerales y alimentos realizado por las naciones imperiales
en las regiones periféricas, o a través del monopolio del comercio
(América Latina sufrió, como África y algunas regiones de Asia, la
devastación de la Europa renacentista colonialista y sus monopolios
comercialesiii).
En este nuevo período las factorías pasaron a ser los principales
centros de acumulación de capital. Las grandes empresas industriales
pertenecieron en principio a individuos o familias. Los Rostchild, los
Morgan, los Rockefeller, representaban a estos “magnates industriales”
que eran adalides de la “libre empresa”. La competencia entre ellos
llegó a ser feroz. Eran polos de acumulación de capital relativamente
independientes, en pugna con sus iguales.
Pero
durante todo el Siglo XX, y sobre todo a partir de la Segunda Guerra
Mundial la propiedad de los grandes capitales fue convirtiéndose
progresivamente en corporativa. Los imperios familiares fueron
diversificando sus áreas de influencia. La acumulación de capital fue
migrando desde su origen en la producción industrial, para desplazarse
hacia el área financiera. La propiedad de las grandes empresas comenzó a
hacerse grupal y anónima. Igualmente, el proceso de globalización de la
economía y del poder que comenzara a concretarse durante la Guerra
Fría, hizo eclosión sobre todo después de la caída de la Unión
Soviética, y propició la internacionalización acelerada de los grandes complejos corporativos en crecimiento.
“Desde
los años 80 el lenguaje de la globalización ha sido el de los negocios.
No es en vano que las escuelas gringas de Business avasallan a las
ciencias humanas. Y banqueros y ejecutivos de Wall Street se ufanan de
haber logrado la unidad imperial que los militares del Pentágono habían
soñado: el global marketplace. En términos estratégicos implica diluir
las barreras nacionales (reguladoras) para dar lugar a la globalización
(contracción de local y global) o reordenamiento planetario de la
información, del poder y del dinero. Se integran actividades antes
separadas, expresadas por la cascada de neologismos de la “lengua
tecno-anglo-americana por excelencia.” iv
La concentración y la red corporativa
Esta
tendencia hacia la concentración de la acumulación del capital a nivel
mundial en entidades corporativas transnacionales, fue magistralmente
prevista en el Siglo XIX (cuando la acumulación recién se estaba
produciendo a partir del desarrollo industrial) por Carl Marx, uno de
los más agudos analistas del sistema capitalista que ha dado la
historia.
Es
muy probable que este proceso de corporativización tenga origen en un
tiempo anterior al que hemos mencionado como evidente. En la primera
parte del documental “Zeitgest” v se muestra claramente como el sistema corporativo
bancario se gestó en los Estados Unidos en pleno siglo XVIII, paralelo a
su nacimiento como nación. Lo cierto es que el sistema corporativo se
ha convertido en una estructura en red
durante el período de los últimas cinco décadas en el Siglo XX y lo que
va del XXI. Una red compleja, interrelacionada íntimamente y anónima
para el grueso de la humanidad. “Los dueños del mundo son personas de carne y hueso, generalmente ocultas tras las grandes corporaciones transnacionales” vi
Esta red se ha ido formando auspiciada por múltiples factores interrelacionados, algunos de los cuales son:
-
El sistema de propiedad por acciones, que permite a las corporaciones su participación e incidencia en el mercado financiero global, principal generador de la creación de capital en el neocapitalismo corporativo. La propiedad por acciones permite también que las fusiones se realicen fluidamente a través de los mercados internacionales de bolsas de valores.
-
El objetivo cada vez más prioritario de lucro inmediato (que debe ser reflejado en cada balance anual para mostrar la pujanza de cada corporación) que ha auspiciado una constante y sistemática política de fusiones, que van convirtiendo estas entidades en megacorporaciones, con el consiguiente ahorro en locaciones, infraestructuras y personal, ahorro que incrementa estos números de las ganancias. El desplazamiento que ya mencionamos de la creación de capital nuevo desde la producción industrial hacia la especulación financiera unido al fenómeno de la deslocación, ha permitido llevar las todavía existentes unidades de producción industrial propiedad de las corporaciones hacia los países periféricos, de mano de obra mucho más barata y sin sistemas de protección a los trabajadores (lo que disminuye notablemente los costos de producción), y convirtiéndose de esta manera, en forma suicida, en uno de los principales factores de la actual crisis económica (en lo que respecta a producción y empleo) de los países centrales.
-
La internacionalización y diversificación de rubros de las corporaciones, que unido a las políticas de fusión ha ido creando estrechos lazos (públicos y ocultos) entre todas ellas.
Lo cierto es que hoy, al principio de la segunda década del Siglo XXI, basta con ver los reportes de las revistas financieras internacionales (Forbes o Fortune
por ej.) y descubrir cómo, en sus listados anuales de las “500 empresas
más importantes” aparecen repetidamente las mismas o sus sucesoras,
pero siempre el mismo y cada vez más reducido grupo de instituciones
corporativas.
Hace
ya tiempo que la competencia –a diferencia de lo que sucedía en el
Capitalismo Industrial– no es el motor del crecimiento. Las grandes
corporaciones trabajan asociadas, a través de pactos y acuerdos que
pueden ser explícitos o tácitos y que a veces se hacen públicos, pero
cuya mayoría permanece en el secreto para el común de las gentes. Y no
sólo se trata de aquellas que aparentemente manejan los mismos rubros
(las petroleras, las farmacéuticas, las fabricantes de armas, etc.) sino
de todas
ellas. El entremezclamiento de capitales, propiedad, intereses, áreas
de trabajo es hoy de tal magnitud, que las relaciones entre el total de
las grandes corporaciones son de absoluta intimidad (“carnales”). En la
realidad están tan comprometidas entre sí, que funcionan como un grupo
coherente y en el fondo son quienes hoy manejan el mundo de acuerdo a
sus intereses.
El poder real en manos de las corporaciones
Quien
tiene el poder real en el planeta pudo hacerse transparente desde los
gobiernos de George W. Bush, en los que la mayor parte de sus
funcionarios pertenecían directamente
a las corporaciones, (Cheney, Rice, el propio Bush, etc.), pero es en
la administración Obama cuando más claro queda el papel de los grandes
conglomerados (en particular el Complejo Militar-Industrial) en las
orientaciones de la política del gobierno de Estados Unidos, que
responde directamente a sus intereses y que continúa a nivel nacional e internacional
los lineamientos de Bush aunque el nuevo presidente tenga aparentemente
un signo político diferente (esta es una de las razones que explica el
casi total incumplimiento de las promesas electorales de Obama y su
consiguiente acelerada caída de popularidad). En el caso europeo los
testaferros son una clase política agotada, que hace mucho tiempo dejó
por el camino toda visión ideológica o política propia y se convirtió en
mandadera de los intereses de los grandes conglomerados. En España, el
triste papel del gobierno de Rajoy absolutamente obediente de las
directivas que solo favorecen a los grandes capitales y que en su caso
se imponen a través de instituciones intermediarias (FMI, Comisión
Europea, Banco Central Europeo) es una representación casi caricaturesca
de cómo los gobiernos se han ido convirtiendo en los operadores del
poder verdadero, el de las corporaciones transnacionales.
Este
proceso que estamos describiendo no tiene nada que ver con una visión
“conspirativa” de los hechos. La incidencia y poder de la red de
corporaciones transnacionales es pública y notoria. Su propia soberbia
publicita en demasía (a través de las mismas revistas que mencionamos)
los volúmenes de dinero que manejan, los múltiples rubros que
desarrollan, la cobertura geográfica y de influencia que cada una o cada
grupo tienen, las áreas del mercado mundial que cada una domina y hasta
los monstruosos emolumentos que devengan anualmente tanto sus
ejecutivos como sus accionistas, así como sus cada vez mas desaforadas
ganancias anuales en un mundo en crisis económica. Esto en lo que
respecta a su poder público, aunque también a veces se filtran (ya que
el control nunca puede ser absoluto) algunos datos “secretos” que
muestran que esa cara pública es sólo la parte visible del iceberg.
Por
todo esto, cuando analizamos la geopolítica mundial nos encontramos con
un panorama que luce caótico. Hoy parecemos estar más allá de las
visiones estratégicas colonialistas o imperiales que mantenían cierta
coherencia de acciones y objetivos. Sobre sus esqueletos (o sus
escombros) las verdaderas fuerzas de poder que actúan globalmente son
los intereses particulares, con objetivos a corto (y en algunos casos a
mediano) plazo de las grandes corporaciones, motorizados
fundamentalmente por el afán de lucro y la ganancia rápida. Estos
intereses permean todas las posiciones políticas y sociales., son los
verdaderos y ocultos resortes del poder, y por sus propias
características resultan a veces contradictorios o enfrentados entre sí,
y son los que configuran nuestro actual, abstruso y a veces hasta
surrealista, escenario internacional.
i
Desde Adam Smith hasta John Keynes entre algunos de sus promotores,
hasta Marx, Engels, Proudhon, Bakunin, y los llamados neomarxistas entre
algunos de sus críticos.
ii Sistema Capitalista Mundial y Polo de Poder Latinoamericano, José Luis Pacheco Simanca, Fondo Editorial Question, Caracas, 2004, pág. 29
iii
El proceso de saqueo de América Latina y la demostración de cómo sus
riquezas robadas fueron las que financiaron la Revolución Industrial en
Europa, fue magistralmente expuesto en el libro Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano, Siglo XXI Editores, Bs.As. 1973
iv Relaciones internacionales de dominación, Pedro Agustín Díaz, Universidad Nacional de Colombia, Fac.de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Bogotá, 1998, pág.316
Barómetro Internacional
barometrointernacional@gmail.com
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