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Pascual Serrano
Fotos antiguas y acontecimientos en cualquier otro lugar del mundo han nutrido toda una catarata de mentiras donde resulta más laborioso desmontar las mentiras que contar la verdad
Primero fue internet, y después las redes sociales. La conclusión parece indiscutible, había llegado la democratización de la información. Los ciudadanos, vigilantes, testigos, armados con nuestros artilugios tecnológicos y nuestra conexión a internet móvil de banda ancha habíamos derrocado el oligopolio de los grandes medios de información y pondríamos fin a sus manipulaciones e intereses que condicionaban el periodismo. El periodismo ciudadano, con sus blogs primero y sus redes sociales ahora nos llevaría a casa la realidad sin mediaciones perversas de las empresas de comunicación.
Efectivamente el diagnóstico sobre el poder y aplicación de la manipulación por parte de los grandes medios era acertado; pero la ilusión de que íbamos a llegar a conocer la verdad mediante la masiva participación ciudadana y todo el potencial tecnológico parece que fue un espejismo.
Una vez más, Venezuela se ha convertido en el campo de pruebas de las nuevas tendencias (des)informativas. Los enfrentamientos entre opositores al gobierno de Nicolás Maduro y defensores, y la violencia desencadenada han tenido un reflejo en las redes sociales, y en especial en Twitter, que nos muestra hasta qué punto internet y esta red social se pueden convertir en un estercolero gracias a la intervención de militantes paranoicos y campañas dirigidas por manos ocultas. Fotos antiguas y acontecimientos en cualquier otro lugar del mundo han nutrido toda una catarata de mentiras donde resulta más laborioso desmontar las mentiras que contar la verdad.
La violencia y represión policial ha tenido un protagonismo especial. Han presentado imágenes de policía reprimiendo en el Estado venezolano de Mérida que procedían del año 2010 y de un cuerpo de policía que ya no existe en la actualidad.
En otras ocasiones se han utilizado imágenes de Brasil en 2013.
O de estudiantes que se manifestaban contra el gobierno chileno en 2012.
No podían faltar las imágenes de violencia sexual, siempre de gran éxito viral. Difundieron una fotografía de policías obligando a un estudiante a hacerles una felación, pero se trataba de una escenificación procedente de una web porno.
Incluso presentaron como estudiantes muertos en Maracay, una docena de cadáveres de sirios en Alepo de 2012.
No solo los brasileños, los chilenos y los sirios tienen una segunda oportunidad para ser protagonistas en Venezuela, también el ciudadano vasco Unai Romano, deformado por las lesiones tras su paso por el cuartel de la Guardia Civil en 2001, acusado de pertenencia a ETA, acabó presentado como víctima de tortura del “régimen” venezolano.
Además de la represión había que presentar unas condiciones del país que pudieran justificar ese “levantamiento” contra el gobierno de Maduro. Afirman que en el Hospital Central de Maracay la situación era tan precaria que los bebés los debían de colocar en cajas y adjuntaban fotos que resultaron ser de Honduras de 2012.
En cuanto a presentar un masivo apoyo ciudadanos a las movilizaciones contra el gobierno, se difundieron imágenes de la cadena humana a favor de la independencia de Cataluña diciendo que era en Venezuela (Táchira).
Desde las redes también podemos asistir a unos razonamientos bastantes limitados mentalmente para demostrar sus tesis.
Pensábamos que las redes sociales iban a suponer la democratización de la información y, desgraciadamente, lo que han democratizado es la desinformación.
Todo esto es solamente en Twitter, donde la mayoría de los usuarios ponen sus tuits en abierto. En círculos más cerrados como Facebook nos tememos que la espiral endogámica desinformativa entre los afines puede llegar al paroxismo. Ya dijo alguien que en tiempos de inundaciones escasea el agua potable. Quizás eso sea lo que está ocurriendo con la sobreinformación. Va siendo tiempo de que aprendamos a ser mucho más desconfiados y selectivos. Sin duda la verdad está ahí, hubo un tiempo en que, mediante la censura, nos la ocultaban, ahora, mediante el exceso de información, nos la entierran. Del mismo modo que nuestros padres y abuelos aprendieron a burlar aquella censura, nosotros debemos aprender a desbrozar la mentira.
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