Mario Marturet recordó el genocidio y la lucha de las madres en Corrientes en estas 4 décadas
El ex presidente de la Comisión de Derechos
Humanos de Corrientes relató cómo vivió la provincia los años de la
última dictadura militar. Habló del papel de los universitarios, de las
mujeres que buscaron a sus hijos y de los testimonios más fuertes
durante los juicios.
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REFERENTE LOCAL OPINO SOBRE EL PAPEL DEL NUEVO GOBIERNO ANTE CRIMENES DE LESA HUMANIDAD
Este año se cumplen 40 años del golpe de Estado que inició la dictadura militar y con ella una represión sistemática e inédita en la historia vergonzosa del país. La Argentina venía viviendo momentos violentos desde el año 1966 cuando Juan Carlos Onganía se convierte en presidente de facto, en el ‘76 esos atropellos a la vida humana pasan a formar parte del transcurrir diario de todos los ciudadanos. Las víctimas no sólo fueron militantes de organizaciones o partidos políticos, también religiosos o docentes que eligieron mantener sus convicciones contra lo impuesto, los hijos de los desaparecidos a quienes les arrancaron a las personas que le dieron la vida, aquellos recién nacidos que muchos ni siquiera pudieron estar en los brazos de la mujer que lo llevó en el vientre, y muchos más que hoy piden “nunca más”.
Por la particularidad de este aniversario, no sólo por los años que transcurrieron, también por una nueva etapa en un país donde el gobierno que se proclamaba defensor de los derechos humanos ya no está en el poder, El Litoral presenta hoy un informe especial con algunas historias que si bien son únicas y tienen valor por sí mismas, representan a su vez sectores que pueden relatar qué sucedió en esa época nefasta. En años anteriores, este medio también pudo entrevistar a ex presos políticos y al hijo de Lila Soto, Daniel Cian; además de las charlas con referentes que reclaman que la Argentina no olvide porque “un país sin memoria está condenado a repetir su historia”.
En este contexto, una de las entrevistas que se presenta en estas páginas es la de Mario Marturet, quien fue presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Corrientes, organismo querellante en la causa del Ex Regimiento de Infantería N° 9, ferviente defensor de los derechos avasallados. En diálogo con El Litoral relató hechos que identifican momentos determinantes en estos 40 años, como el papel de los universitarios durante la década del 70, las reuniones de madres en Corrientes, Alfonsín en el poder, los primeros juicios y, los que marcaron un antes y después cuando Néstor Kirchner decide juzgar no sólo a la cúpula militar.
¿Qué recuerda de la década del 70?
Tenemos una década y media, con algunos cortes, genocida. El último tramo, después del ‘76, ahí se da el carácter genocida que en realidad comienza en el año 1966 cuando Juan Carlos Onganía es presidente de facto, ahí arranca la mano dura y se centra especialmente en los universitarios; esta violencia va creciendo. Con la llegada de Agustín Lanusse es muy perseguida en Corrientes la política social que despliega el arzobispo de Goya, Devoto, y la Democracia Cristiana; le allanan la casa a Rolón Soto, de Goya; le tiran abajo la librería a Morandini; desaparece Norma Morello. Esto sigue hasta Malvinas, porque Malvinas también es un hecho genocida.
¿Cómo vivió ese 24 de marzo de 1976?
No me sorprendió. Era tan agobiante la situación que mucha gente pensó, ‘no puedo decir que era la excepción, que podía surgir algo distinto’. No es que esperaba el golpe, veíamos la desesperación por intentar parar la cosa. El gobierno de Isabel Perón no daba para más, pero venían las elecciones y teníamos esperanza. Los que pudimos conocer esa noche que se venía el golpe militar perdimos la esperanza y veíamos que la cosa se iba a poner peor. La noticia me llegó del ingeniero González, oriundo de Bella Vista y de Paso de los Libres de Teresa Alisio, los dos desaparecidos.
¿Qué hacía usted en esa época?
Estaba en la Democracia Cristiana y trabajaba en la universidad. Entro a la universidad a trabajar en el año 1969 cuando lo matan a Juan José Cabral. Recuerdo las reuniones en el comedor universitario. Ahí tuve muchos contactos y ya venía con actividades políticas.
¿Cómo era la universidad durante esos años?
Muy convulsionada, tanto acá como en Resistencia y en todo el país. La universidad sale del Correntinazo, Rosariazo y Cordobazo. Siempre estuvo muy convulsionada, hubo tomas de Rectorado. Luego vino un período en que se normalizó un poco. En el año 1987 me jubilé.
¿Qué papel jugaba el comedor universitario?
Ahí se hacían todas las reuniones generales, después cada facultad hacía lo suyo en su edificio. Hacia el año ‘72 hubo una balacera en la Facultad de Veterinaria donde hubo muchos heridos, fue durante una asamblea porque chocaron dos extremos, los de izquierda y centroderecha. Los de centroderecha, que fueron los que dispararon, ya no se pudieron ir al comedor porque los demás no se lo permitían y desde la universidad le acercábamos la comida a una casa por calle San Martín entre Brasil y Roca. Por la alta inflación, cuando estaba Videla se hizo difícil el comedor y luego cerró.
Dijo que vivió una universidad muy convulsionada, ¿qué vio?
A partir del año 1976 empezamos con los amigos desaparecidos. No se sabía qué pasaba con ellos y se vivía un clima tenso. Había rumores de lo que sucedía en el país hasta que empezaron a haber desaparecidos en Corrientes y empieza a tomar forma lo que sucedía. Conocemos por las Madres de Plaza de Mayo; hubo antecedentes en Jujuy donde se hicieron reuniones más chicas, nadie se enteraba y era más fácil, ahí comienza el movimiento dentro del peligro. En Corrientes también surgieron las madres. Los partidos políticos habían desaparecido, no proscriptos sino desaparecidos, no existía la actividad política, sí continuaban los encuentros clandestinos siempre bajo riesgo. Comienzan a conocerse desapariciones en Monte Caseros, Goya, comienza la persecución a Devoto que tuvo que cerrar el Instituto Alberdi. No sabíamos qué pasaba. Me entero que empezaron a reunirse las madres en la casa de Estercita Artieda. El papá de Artieda se suicidó cuando se entera lo que le pasó a su hijo (Rómulo), no lo soportó. Empiezo a ir en carácter de solidaridad.
¿Cómo eran esas reuniones?
Se hacían en la casa de Artieda, eran siete u ocho madres, eran reuniones pequeñas en el pasillo de la casa. Recuerdo a Estela Artieda y a la mamá de Cacho Ayala, también a la señora de Meza y de Marcón. Escuchaba las reuniones, comentaban cuando iban a ver a los ministros o hablaban con el obispo y qué le decían. Artieda con Ayala eran las que más viajaban. Ahí me empiezo a hacer amigo de la gente defensora de los derechos humanos como Hilda Pressman.
¿Qué sabían sobre lo que pasaba con los detenidos?
Eso era lo que nunca se sabía, dónde fueron a parar. Sabíamos por ejemplo que a Artieda lo toman en Burzaco y alguien chismea que no, que lo tenían en el regimiento, acá, hasta que desaparece. Después, lo de Margarita Belén (ejecución de 11 militantes en diciembre del ‘76), la cosa se pone atroz y todos teníamos miedo.
Me hago del ambiente, después llega Alfonsín, a quien lo dejaron solo en el poder. Alfonsín se sintió muy solo, cuando llega al poder inmediatamente nombra la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), lleva a juicio y mete presa a la cúpula militar. Si hubiera estado más acompañado hubieran caído todos, el tema del genocidio estaba muy fresco todavía. A él también lo agobia la inflación.
¿Qué sucedió después?
Después se afloja un poco todo; las que nunca aflojan son las madres. Luego viene el drama de la economía con Menem y las privatizaciones. Nunca se dejó de andar. Ester Artieda muere en el 90 y yo me entero que las reuniones ya no se hacían más, se retoman con Néstor Kirchner, cuando la Comisión de Derechos Humanos toma protagonismo. Aparece el fiscal Aguad, quien nos habla de la posibilidad de juicios y nos aconseja que tengamos personería jurídica para que accionar en los juicios.
¿Qué función cumplían?
Éramos querellantes, hacíamos de nexo entre los testigos, los tranquilizábamos, los ayudábamos para que no tengan miedo.
¿Qué fue lo que más lo impactó en los juicios?
Recuerdo un testimonio espectacular por el efecto que tuvo, el de Carlos Achar, un estudiante de Arquitectura que cae preso en el año 1976, a quien le pasa de todo, como a Silvia Martínez. El logra salir, es decir, se salva y se exilia a Canadá. En el año 1984 vuelve al país y en el año 1986, cuando se comienzan a tratar las leyes de Obediencia de Vida y Punto Final, tiene la lucidez de dar su testimonio y lo hace en un Juzgado de Resistencia. Lo hace cuando aún tenía las heridas de la tortura. Muere en el año 1999, antes que comiencen los juicios acá, luego su testimonio se saca del Juzgado de Resistencia y se toma como declaración inobjetable. Cuando comienzan acá los juicios se hace una solicitada de parte de una clase social que llama a que no se realicen los mismos y comenzaron los rumores de que la Comisión de Derechos Humanos asesoraba a falsos testigos. El testimonio de Carlos Achar demuestra lo que sucedió en esa época. Todos los testimonios fueron desgarradores.
Si bien todos fueron desgarradores, ¿cuál le causó más efecto?
Escuchar las torturas y los abusos a las mujeres, sobre todo a las mujeres, fue muy doloroso. En una inspección al Regimiento un ex detenido cuenta lo que vivió, quienes lo escucharon contaron que los paralizó; contó paso a paso lo que sucedió y su hijo (en la inspección ocular) lo acompañó, el hombre relató cómo lo violaron.
Vinieron a declarar tres testigos del Plan Cóndor, Martín Almada de Paraguay, Mónica Rubin de Francia y el coronel Vallester, quien forma parte del Centro de Militares para la Democracia Argentina. La francesa contó sobre el plan, que se aplicó también en Argelia e Indochina, contó lo que ocurrió en América Latina. Desde el primer momento dice que va a hablar avergonzada de lo que hizo su patria y termina con una frase muy fuerte. Rubin dice: “Lo que les voy a decir no minimiza la criminología aplicada por mi país, pero para tristeza de ustedes, los argentinos fueron los mejores alumnos porque superaron a su maestro, porque Francia no robaba bebés y acá sí”.
¿Cómo ve hoy, con un nuevo gobierno, los derechos humanos?
Creo que el presidente Mauricio Macri no va hacer nada a favor, no va a impulsar como lo hizo Néstor Kirchner con los juicios que fue algo espectacular, pero tampoco creo que pueda hacer mucho en contra. No vamos a tener el viento a nuestro favor pero en contra tampoco, salvo que se saque la careta. No sé si va a llegar a haber algún tipo de persecución ideológica. Los juicios van a continuar sin el apoyo de afuera, no creo que mucho se jueguen los jueces. Recuerdo cuando Macri dijo en Alemania hace dos años que se va a terminar, cuando él sea presidente, el curro de los derechos humanos. Que eso me diga a mí pero no voy a permitir que lo diga a las madres y abuelas que tanto lucharon.
¿Cómo describiría a nuestro país en estos 40 años?
Nos demostró que es un país muy difícil, que al continente le cuesta sacarse el imperialismo. A los de afuera les molesta la unidad latinoamericana: Logramos avances pero ahora está peligrando, sólo queda Evo Morales. Otra cosa, no entiendo nada de economía pero sé que se vienen situaciones difíciles y van a sufrir mucho los hijos de aquellos niños que aún no nacieron. Pero, mientras se pueda luchar, habrá optimismo.
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