Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Anarquismo y ecología
- Tres lecturas necesarias
- Rural tourists go home!
- Policía Secreta: Seis artículos y un traje bien planchado le bastaron para infiltrarse. Pensemos en seguridad básica
Posted: 03 Apr 2018 10:39 AM PDT
Un pensamiento como el anarquista contiene los diferentes regatos en los que se fragmente el largo camino hacia la libertad. Se trata de recorridos que fluyen como los ríos en el mar de la libertad, fundidos y confundidos en una única liberación.
Por el mismo motivo por el que no puede haber un anarco-feminismo, sino que habría un feminismo anarquista, ya que no todas las corrientes son feministas, no podemos hablar de anarco-ecologismo sino de ecologismo anarquista, porque el ecologismo se conjuga de diferentes maneras, algunas de ellas claramente contrapuestas. En pocas palabras: no hay anarquía sin ecología. En el pensamiento de algunos de los anarquistas más notables del siglo XIX encontramos elaboraciones profundamente claras sobre las relaciones entre liberación de los seres humanos y respeto, salvaguardia pero también liberación (de las amenazas de la civilización, del dominio y de la voracidad del Capital) respecto a los demás seres vivos y de la naturaleza (o medio ambiente). Henry David Thoreau en los Estados Unidos fue el paladín de un retorno a la naturaleza en el sentido más concreto, como rechazo a la alteradora vida moderna, y fusión del individuo con la naturaleza; Élisée Reclus conjugó la geografía en sentido libertario, como disciplina del descubrimiento y conocimiento de un mundo sin fronteras hecho de ambientes y pueblos diversos en armonía; Piotr Kropotkin no dejó jamás de poner en relación el apoyo mutuo entre los animales con la necesidad de que también entre los humanos prevaleciese la solidaridad como forma de resistencia y contraposición al dominio. Después de ellos, muchísimos pensadores y agitadores anarquistas han tenido en cuenta estos principios en sus elaboraciones y acciones para cambiar la sociedad de la explotación del hombre sobre el hombre, y del hombre sobre la naturaleza, convencidos de que las dos cosas forman parte de la unidad. Uno de ellos –pero no el único– Murray Bookchin, ha profundizado en una ecología de la libertad, influyendo en el modo de pensar y de actuar de muchos militantes en el mundo entero. Entre el 6 y el 17 de noviembre del pasado año, se celebró en Bonn la XXIII Conferencia sobre el Clima de Naciones Unidas, conocida como COP23. Una vez más, los Estados presentes, aparte de desgranar datos sobre las emisiones de gas en la atmósfera, sobre el calentamiento global y sobre el fracaso de los acuerdos de París (COP21) de 2015, han sido incapaces de encontrar una vía seria y eficaz para frenar el cada vez más irremediable envenenamiento por CO2 que atenaza al planeta a causa de las llamadas “actividades humanas”, es decir, de la constante acción del capitalismo y de los Estados que derrochan recursos, privan a la Tierra de sus defensas y emiten contaminación de todo tipo con tal de acumular el máximo beneficio. Es una opinión muy extendidas, incluso entre personalidades de las altas esferas de la política y de la economía un poquito más sensibles, que sin medidas radicales no se resolverá la enfermedad mortal que el capitalismo está infligiendo a la Tierra. Y estas medidas radicales no pueden proceder más que de un pensamiento radical, un pensamiento que vaya a la raíz del problema, que no se limite a identificar soluciones-tapón que, como mucho, intentan paliar los efectos, rascar la superficie; sino que, por el contrario, puedan incidir sobre las causas que generan el problema: la supervivencia de la vida sobre el planeta Tierra. Y este pensamiento es, sin ninguna duda, el anarquismo. El capitalismo y los Estados, con su máximo triunfo en los últimos dos siglos, están en el origen de la gravísima enfermedad del planeta. Han llevado al extremo la explotación de la naturaleza, como consecuencia de la explotación humana que han teorizado y practicado. Han hecho del dominio la ideología preponderante, sacrificando cualquier cosa, personas, animales, medio ambiente, para satisfacer la voracidad de una minoría de ricos desatados. No hay que esperar ninguna solución de quien está en el origen del mal que aflige al mundo. Sus propuestas y sus acciones son solamente trampas mistificadoras: la “green economy”, la economía verde, que pone solo una máscara sonriente y tranquilizadora a los asesinos de la tierra y a los contables del mercado global. El desarrollo sostenible quisiera mostrar una posibilidad de continuar con la destrucción del medio ambiente y la explotación humana más aceptable. Se trata solo de un oxímoron, como oxímoron es decir biocapitalismo, ese gran monstruo que ciega la razón y, mientras por un lado encauza consumidores con la conciencia limpia de los supermercados globales donde se consume el espectáculo cotidiano de la mercantilización y la alienación, por otro esclaviza y somete a millones de personas, privándolas de los más elementales bienes necesarios, además de la libertad, con el fin de proseguir en su dominio, valiéndose de las fuerzas armadas, extorsiones económicas, corrupción y otros instrumentos de persuasión psicológica cada vez más sofisticados y ocultos. El ecologismo clásico, ese que hemos conocido en los últimos treinta años, ese del “sol que ríe”, nacido antinuclear y finalizado socialdemócrata por su declarada compatibilidad con el sistema económico de tipo occidental, no tiene ninguna posibilidad de aportar cambios sustanciales; no por casualidad ha acabado por ser una muleta del sistema capitalista, obteniendo si acaso un lavado de cara. Un pensamiento radical hoy puede ayudarnos a comprender los nexos entre la falta de soluciones al problema de los residuos y la organización autoritaria de los partidos, entre una estación con récord de calor y un sistema de explotación de los recursos sin precedentes en la historia humana y que se llama capitalismo; entre una hamburguesa, un agujero en la capa de ozono y las calamidades consideradas como fenómenos “naturales” que obligan a millones y millones de personas al éxodo de sus tierras. Un pensamiento radical puede hacer comprender lo semejante y entrelazada que está la explotación de hombres y mujeres en el ámbito laboral, con una agricultura intensiva; lo mucho que una sociedad autoritaria es la negación misma del medio ambiente siendo autorizada para la defensa con cualquier medio del derecho de pocos al saqueo para la acumulación de capitales en sus propias manos. Un pensamiento radical explica cómo el patriarcado, que somete a la mujer, y el autoritarismo, que somete a toda especie viviente, tienen los mismos orígenes en el poder, en el ejercicio del dominio, y que no puede haber liberación de un solo elemento respecto a todos los demás, sino que todos los elementos deben apoyar mutuamente la liberación, que un recorrido de construcción de unas sociedad no puede excluir nada, no puede hacer excepciones, o fracasará. Una sociedad igualitaria, es decir sin privilegios, sin Estados, sin poder, es una sociedad consciente de que el mundo es todo uno y debe ser respetado por todo lo que representa: árbol o río, montaña o lago, animal o persona; sin la armonía entre todos los elementos y en todos los elementos no puede haber liberación efectiva. Por supuesto que también los métodos que se adopten deben ser coherentes con estas finalidades, deben contenerlas, hacerlas propias, ser su expresión coherente.
Pippo Gurrieri
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Abril de 2018
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Posted: 03 Apr 2018 10:31 AM PDT
Para cambiar el mundo es importante antes que nada tener una idea cabal de cómo funciona. Para esta tarea algunas lecturas resultan verdaderamente clarificadoras al ayudar a comprender mejor la realidad, lo que indudablemente es de un gran valor para su posterior transformación en un sentido emancipador. Por esta razón es importante formarse en el plano intelectual e ideológico con lecturas que constituyan una aportación valiosa en este sentido. Entre estas lecturas recomendables encontramos tres títulos que desde perspectivas diferentes abordan el fenómeno del poder y sus elites. Nos referimos concretamente a La elite del poder, de Charles Wright Mills, La casa de la guerra. El Pentágono es quien manda, de James Carroll, y National Security and Double Government, de Michael Glennon.
El libro de Mills es un clásico en la sociología, del mismo modo que el propio Mills también es un referente obligado en este mismo campo de conocimiento. Sin embargo, la mayor parte del gran público desconoce esta obra en la que el autor desarrolla un estudio sociológico de la elite estadounidense, desde su formación hasta la década de 1950. Mills no sólo hace una descripción de la evolución de esta elite, sino que, lo que aún es más importante, nos explica el enorme poder que ha llegado a concentrar en sus manos. En la disección que lleva a cabo de la elite americana, Mills expone cómo este grupo constituye la minoría que toma las decisiones sobre los asuntos de mayor trascendencia en momentos que, a la postre, resultan definitivos para la vida histórica de un país. Esto es lo que le lleva a hablar de los diferentes miembros de la elite dirigente como son los muy ricos, los altos directivos, los ricos corporativos, los denominados señores de la guerra, el directorio político, las celebridades, etc., y que engloba en tres grupos claramente diferenciables: la elite militar, la elite empresarial y la elite política. Asimismo, Mills expone la mentalidad de la elite, pero también todos aquellos rasgos que la definen como tal en el contexto de la sociedad estadounidense de los años 50 del pasado s. XX. Nos muestra cómo se relacionan entre ellos, su formación, su sentido de pertenencia a un grupo altamente exclusivo, etc, y que, en definitiva, constituyen elementos que hacen que conforme una clase social aparte. Pero lo más importante de su análisis es que el poder nacional reside en los dominios económico, político y militar cuyas respectivas estructuras conforman el triángulo del poder sobre el que se asienta la elite dirigente. Fruto de la trabazón que existe entre estas estructuras se da una creciente coordinación en el pináculo de estos dominios, y consecuentemente entre los círculos dirigentes de EEUU compuestos por jefes militares, jefes corporativos y jefes políticos. Estos jefes constituyen camarillas interrelacionadas cuyas interconexiones e intereses son coincidentes, lo que les convierte en un grupo coherente. Es interesante apuntar cómo Mills destaca el papel crecientemente dominante de la elite militar tanto en la política doméstica como internacional de EEUU. La influencia de este grupo en las decisiones que son tomadas en ámbitos políticos y económicos llega a ser determinante, lo que se debe al hecho de ser quienes elaboran las sugerencias y peticiones que posteriormente el gobierno aprueba. De este modo las decisiones adoptadas formalmente por el gobierno resultan ser las aprobadas por el alto mando militar que es el que presenta sus alternativas. Todo esto, a su vez, ha repercutido en un creciente control militar sobre la economía para adaptarla a las exigencias de la guerra, lo que ha tenido como principal consecuencia la militarización de la economía, hasta el punto de estar organizada por y para la guerra. Esto ha hecho que lo económico y lo militar se hayan fusionado en sus estructuras, hasta el extremo de que la concentración de la economía ha significado el crecimiento del poder militar que es en última instancia el factor decisivo en la organización de la economía. La importancia de esta conclusión viene reforzada por la propia actualidad de la misma al comprobar que el Pentágono es, a día de hoy, el principal y mayor poder económico en EEUU con un presupuesto de medio billón de dólares y con una fuerza de trabajo de alrededor de 5 millones de asalariados a su servicio. La presencia militar no se circunscribe al terreno económico, ni tampoco al político, sino que también se manifiesta en el ámbito de la investigación por medio del desarrollo científico-técnico que depende en su mayor parte de las inversiones multimillonarias que el Pentágono hace a través de sus contratos con las universidades. Existe, por tanto, una militarización de la ciencia pero igualmente de la educación. Asimismo, lo militar también está presente en el ámbito de las comunicaciones y del mundo audiovisual, tanto para imponer sus propias ideas como para moldear el imaginario colectivo con el propósito de crear una percepción social positiva de las instituciones militares. Esto se expresa en el ámbito cinematográfico, pero también en la radio y la televisión. Todo esto forma parte de una tendencia dominante en la sociedad americana que es la del militarismo, hasta el punto de que lo militar ha dejado de ser un medio para la consecución de unos fines políticos a causa de la creciente presencia e influencia de los militares en los círculos de poder que toman las decisiones importantes. Así, los militares no son medios al servicio de un poder civil sino que por el contrario buscan sus propios fines y convierten a otras instituciones en instrumentos a su servicio. El militarismo persigue someter todos los ámbitos de la vida a la lógica militar. Pero esto no excluye la existencia de una coincidencia de intereses y una coordinación de objetivos entre militares, políticos y jefes corporativos. Existe una mutua complementariedad e intercambiabilidad que les dota de unidad y cohesión, a lo que hay que ligar una común mentalidad y sentido de pertenencia a una elite. Todo esto ha hecho que en la práctica sea un reducido grupo de personas el que toma las decisiones importantes que son hechas en nombre del conjunto del país, y en las que los jefes militares ejercen un papel dominante. En última instancia Mills concluye que en EEUU el señor de la guerra y el jefe corporativo son los que mandan, mientras que el poder e influencia del político profesional ha decaído. En cuanto al libro de James Carroll cabe apuntar que se trata de un estudio de carácter histórico que aborda el nacimiento y desarrollo del Pentágono. El autor, hijo de un general del servicio de contraespionaje de la fuerza aérea americana destinado en el Pentágono durante dos décadas, ofrece una investigación de primera mano que recorre todos los entresijos de esta institución militar que es presentada como un gran ente burocrático que domina la política nacional e internacional de EEUU. De hecho Carroll describe al Pentágono como un centro de poder burocrático a gran escala que ha desarrollado fuerzas impersonales que escapan a todo control. La elevada concentración de poder en manos de esta institución ha hecho que desempeñe un papel central en la vida nacional de EEUU al coordinar las fuerzas económicas, políticas, tecnológicas, culturales y académicas del país. Son muy interesantes la multitud de ejemplos concretos que Carroll ofrece para demostrar cómo el poder militar se impone en última instancia a todos los demás poderes. Tal es así que en la práctica es el ejército el que ejerce el poder real aunque bajo una apariencia fijada por el constitucionalismo del sistema político estadounidense. Sin embargo, existe una dependencia del mando político-civil con el ejército. Esto se ve, por ejemplo, cuando los generales le negaron al secretario de defensa Robert McNamara ver los planes de guerra nuclear del Pentágono argumentando que carecía de autorización. O cuando el propio Pentágono se ocupó de todos los preparativos y pormenores del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial sin contar con ninguna supervisión civil, ni siquiera la del presidente. El propio Carroll llega a afirmar que una autoridad tan dependiente de las estructuras subordinadas no es ninguna autoridad en un sentido real de la palabra, tal y como sucede en la relación que se da entre la autoridad civil y el poder militar que él mismo describe a lo largo de su obra. A diferencia de otras guerras en las que EEUU estuvo involucrado, en 1945 no se produjo el licenciamiento de las tropas sino sólo de una parte de las mismas. El Pentágono, que en un principio había sido concebido para coordinar las fuerzas militares durante el tiempo que durase la guerra, se convirtió en un entramado burocrático-militar permanente que desde entonces concentró la mayor parte del poder nacional en EEUU, pero también del poder internacional. Las condiciones históricas que hicieron esto posible fueron, por un lado, la conservación de una gran parte de las tropas alistadas en 1945, pero sobre todo la distorsión de la realidad internacional al alimentar el miedo de la amenaza soviética con el propósito de favorecer las ambiciones de poder del ejército, pero también la situación de una sociedad y de una economía organizadas por y para la guerra que necesitaban de un fuerte gasto gubernamental. Todo esto facilitó la carrera armamentística y de manera definitiva desplazó el poder nacional desde la Casa Blanca al Pentágono. Tuvo lugar así la supeditación de la política al ejército. La toma de decisiones recayó sobre los mandos militares y los asesores del Consejo de Seguridad Nacional, lo que permitió la militarización de la agenda de la Casa Blanca y que el presidente se convirtiera en un rehén de estas fuerzas fuera de todo control. Una de las conclusiones de Carroll, aunque no muy sorprendente a tenor de lo que recoge a lo largo de su obra, es que la guerra contra el enemigo exterior, representado por la amenaza soviética y el comunismo internacional, fue una guerra contra el pueblo americano para incrementar el poder del ejército y del gobierno federal, siempre bajo la excusa de salvaguardar la seguridad nacional. Los objetivos de la política nacional fueron definidos en términos militares con lo que la sociedad y la economía entera pasaron a estar al servicio de unos fines igualmente militares Este proceso de militarización culminó con la transferencia del mando civil sobre la bomba atómica a un mando militar, a lo que le siguió el incremento drástico del gasto militar y el inicio de una carrera armamentística alentada por los propios generales americanos al exagerar las capacidades militares soviéticas. El resultado de esta dinámica fue la concentración del poder nacional en manos del ejército, hasta el extremo de carecer de una supervisión civil y monopolizar todas las capacidades precisas para decidir sobre el inicio de una guerra y, dado el caso, actuar en contra del parecer del poder político presidencial. Aparte de poner de manifiesto la supremacía del poder militar en la política estadounidense, Carroll plantea una idea muy interesante vinculada a la acumulación de poder del Pentágono. La organización burocrática generada en torno a esta institución militar se caracteriza por su impersonalidad que hace que exista por y para sí misma. Esto es lo que da lugar a la aparición de una fuerza metapersonal con base en la organización militar establecida en el Pentágono y que, dada su dimensión y capacidad arrolladora, escapa a cualquier intento de control, al mismo tiempo que ejerce un dominio indiscutido sobre los líderes políticos nacionales. Digamos que el Pentágono constituye una institución que posee vida propia. Esto hace que el estudio de Carroll sea en cierto modo el reverso del análisis sociológico de Mills al centrar su atención en la dimensión histórica de la supremacía de los militares en la política americana, y en el carácter impersonal de la fuerza que representa el Pentágono como gran ente burocrático que despliega su actividad a una escala masiva. Un tema que es expuesto de forma brillante y elocuente hasta el punto de atrapar al lector. En último lugar nos encontramos con el libro de Michael Glennon que aborda la cuestión del poder en EEUU desde la perspectiva que ofrece la ciencia política. En este interesante y documentado estudio sobre la seguridad nacional en EEUU Glennon, profesor de derecho internacional en la universidad de Tufts, Massachussets, muestra con gran claridad el funcionamiento real del gobierno federal y de cómo, a diferencia de la imagen pública ofrecida por este y los medios de comunicación, áreas decisivas como la seguridad y la política exterior están en manos de un enorme entramado burocrático que funciona de manera autónoma, fuera de prácticamente cualquier control y bajo una casi absoluta opacidad. La tesis central de Glennon es la del doble gobierno que toma, a su vez, de Walter Bagehot para explicar que en EEUU existen de facto dos gobiernos. Por un lado están las instituciones madisonianas compuestas por la presidencia, el congreso y los tribunales, y organizadas conforme a las disposiciones establecidas en la constitución. Este es el gobierno visible que el público cree que es el que verdaderamente ejerce el mando. Sin embargo, tal y como explica Glennon a lo largo de su investigación, hay otro gobierno que es el que realmente establece la política gubernamental y que se encuentra inserto en la burocracia federal, compuesto por altos funcionarios, generales, directores de agencias de inteligencia, etc. En la práctica esta gran burocracia que permanece invisible para el gran público es la que toma las decisiones básicas que dan forma a la política gubernamental, de manera que confinan las opciones del presidente hasta el punto de que este apenas tiene autoridad. La burocracia de la seguridad nacional es la que realmente detenta el poder en EEUU. Sin embargo, las instituciones constitucionales únicamente desempeñan una función legitimadora de dicho entramado burocrático, lo que es ocultado al público debido a que ello desmoralizaría a la sociedad y esta dejaría de creer en su gobierno. Esto demuestra que la presidencia de EEUU no es una institución piramidal en la que el presidente da órdenes que la burocracia se encarga de ejecutar, sino que más bien la situación real es la contraria en tanto en cuanto los generales y almirantes han conseguido poner a los jefes departamentales bajo sus órdenes, o que los cargos políticos directamente deleguen en los burócratas la elaboración de las políticas gubernamentales. Así, descubrimos que esta red de altos funcionarios se encarga de dar forma a la legislación que más tarde es aprobada en el congreso sin que este sepa realmente lo que está aprobando. Las disposiciones constitucionales son papel mojado, como ocurre con la separación de poderes, pues ni siquiera el congreso tiene la capacidad de supervisar la política de seguridad de la rama ejecutiva. Más aún, los propios comités de inteligencia que existen en el congreso y en el senado lejos de supervisar la actividad de la burocracia se ocupan de proteger a las principales agencias de espionaje, así como de impedir los recortes en el presupuesto, en vez de proteger al público de sus transgresiones. Asimismo, el poder de los altos funcionarios se ve refrendado en gran medida por el hecho de que senadores y congresistas delegan en ellos la toma de decisiones, lo que les da manos libres para decidir según sus intereses. La cúspide del gobierno federal, representada por el presidente de turno, depende de la gran burocracia de la seguridad nacional de la que procede la práctica totalidad de los altos funcionarios que son nombrados con cada nueva administración. Esta red de burócratas, que tiene sus orígenes en la era del presidente Truman y a cuyos integrantes Glennon llama “trumanitas”, es la que determina las líneas generales de la política gubernamental y la que toma las grandes decisiones que el presidente se encarga de legitimar con su firma. Constituye un gobierno en la sombra que escapa al escrutinio público. El secretismo, la exageración de amenazas y el conformismo son los principales rasgos del gobierno en la sombra. Sus integrantes son los que moldean el interés nacional de EEUU por encima de cualquier administración que eventualmente pueda ocupar la Casa Blanca. Las políticas que diseñan y llevan a cabo se vuelven tan fuertes que los nombramientos de personal político no pueden escapar de ellas, así como tampoco los sucesivos presidentes. El principal objetivo de esta red de burócratas es garantizar la estabilidad y el mantenimiento del statu quo, lo que se manifiesta en la continuidad de las políticas de seguridad nacional entre diferentes presidentes, como ocurrió con Bush y Obama. En definitiva, se trata de una obra fundamental cuya lectura es necesaria para entender el funcionamiento del gobierno americano y la lógica que la elite dominante de aquel país sigue en los procesos decisorios, y que viene a tirar abajo el mito de que las caras visibles de las instituciones oficiales, como ocurre con el presidente, son las que verdaderamente ostentan el mando. En conclusión, puede decirse que las tres obras aquí reseñadas constituyen investigaciones de gran valor para entender el modo en el que funciona el sistema de dominación vigente en EEUU, y que por extensión nos permiten hacernos una idea de cómo funciona en el resto de países con regímenes constitucionales y parlamentarios. Desde perspectivas diferentes, autores con distintos bagajes intelectuales y biográficos, se llegan a conclusiones similares acerca de la primacía de la institución militar como columna vertebral del Estado y del sistema de poder que sustenta. Esto nos da una idea general, pero a la vez bastante aproximada, de la lógica sobre la que se articulan las relaciones de poder y la organización de la sociedad, lo que también nos sugiere caminos para su desarticulación. Estos caminos pasan por el fin de una institución tan nefasta como el ejército, protagonista de innumerables guerras y responsable de la pérdida de incalculables vidas humanas, sin olvidar los cuantiosos daños económicos que provoca sobre los pueblos en la forma de impuestos y empobrecimiento. Caminos que, en definitiva, pasan por la abolición del Estado y de la convivencia social forzada que este impone por medio de la institución militar.
Esteban Vidal
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Posted: 03 Apr 2018 10:25 AM PDT
“Por eso la mirada del campesino no tiene nada que ver con la del turista. Mientras uno consume paisaje, el otro usa el territorio. Ambos alteran el entorno, pero solamente el campesino cambia con las transformaciones del lugar. El turista, por mucho que cambie el paisaje, seguirá siendo exactamente él mismo. Dos miradas que ilustran el cambio producido en las últimas décadas. El mundo del campesino ha desaparecido. Ha dejado paso al mundo del que proceden los turistas. Hemos cambiado un mundo sin paisajes por unos paisajes sin mundo”.Nos hace gracia lo que ahora definimos como rural. Mientras hemos asistido a un etnocidio rural, con la desaparición de una clase social, ahora parece que aquello que ya se acabó, nunca ha dejado de existir. Por doquier se producen eventos, conferencias y reuniones, desde diferentes ámbitos pero siempre con respaldo institucional, que nos venden una imagen de lo rural totalmente distorsionada con la realidad. Ahora cuando ya no existe, es cuando hay que promocionarlo. No es la realidad lo que nos quieren vender, si no un producto para comerciar en el mercado, ya que eso es en lo que ha acabado lo rural, en algo con lo que se puede mercadear. Como decimos hemos sido testigos de que cuando nos han hablado de lo rural lo único que hemos oído son formas de cómo atraer turismo a las zonas rurales o de cómo vender productos. El discurso en el que se escudan es que solo a través de la entrada en el mercado se pueden mantener vivos productos y supuestas formas de vida que nada tienen ya que ver con lo rural. Un turismo rural ¿para recuperar qué? Para no recuperar nada. Algunos dirán que para que las zonas despobladas dejen de estarlo, pero el tan de moda discurso contra la despoblación es un discurso muy peligroso ya que tras él se esconde la mercantilización de las zonas naturales y de los pueblos despoblados o en vías de despoblación. Los que vivimos en zonas fuera de las ciudades (ya que dudamos que podamos seguir llamándolas rurales) y somos conscientes de las dinámicas mercantilizadoras de las ciudades, estamos sintiendo una especie de gentrificación de nuestras zonas. Lo mismo que en los barrios de las ciudades pero en los pueblos. Pueblos para los visitantes y no para sus habitantes. Ahora empiezan a venir lo que podríamos llamar los pioneros, aquellos que llegan primero y ven las posibilidades que guardan nuestros pueblos, luego asistiremos a la llegada masiva de todos los demás. Para muchos y muchas lo aquí expuesto sonará exagerado pero estamos al principio del proceso. Tiempo al tiempo. Hasta hace nada todo aquello relacionado con lo rural (cuando aún lo era) era síntoma de atraso. Tenían que despoblar las zonas rurales, acabar con el apego a la tierra, acabar con esas formas de vida ajenas al mercado y todas las formas de solidaridad existentes. Cuando han conseguido acabar con todo esto, para poder llevar la transformación urbana y llevar mano de obra suficiente a la industria, con lo que se han encontrado es con zonas vacías. Algunas preocupantemente vacías como la Celtiberia ibérica con la segunda tasa de despoblación más alta de Europa occidental. Y es ahora, cuando tienen un territorio grandísimo prácticamente vacío cuando empieza su mercantilización. Los mismos que crearon el problema lo intentan solucionar extrayéndole, como siempre, el máximo rendimiento económico (si es que así se puede solucionar algo). Desde la izquierda también se ve con muy buenos ojos este discurso de la repoblación. Desde esa izquierda que se viste de radical o de moderada según conviene a su número de votos. Esa izquierda que se queja de la gentrificación y de la mercantilización en las ciudades mientras apoya los discursos despoblacionales como si no hubiera una relación de lo uno con lo otro. Lo que existe es una idealización y mistificación de lo rural y lo natural, de todo aquello que ayer despreciábamos. Una idealización fomentada e interesada por la industria turística. Muchas veces cuando hablamos sobre todos estos temas caemos en unos misticismos más que preocupantes. Cuanto más nos alejamos del objeto en cuestión más lo mitificamos. Suele ser algo común en nosotros y nosotras mismas, cuando no conocemos algo de manera directa la imagen que podemos llegar a hacernos siempre es diferente a cuando lo conocemos directamente. En la sociedad actual sus apologetas podrán argumentar que ello ya no pasa debido a toda la información a la que podemos acceder con el solo “click” de un ratón pero creemos que esto se ha agudizado todavía más. La sociedad hipertecnologizada e hiperindividualista en la que vivimos no nos llena lo suficiente y ello hace que idealicemos aquello que no conocemos, también gracias a la ayuda de la publicidad de la industria turística. Incluso aquellos y aquellas que parece que están viviendo en su sociedad ideal ocultan una insatisfacción enorme que intentan paliar con sucedáneos de experiencias reales y que mayor experiencia que reconectar con la naturaleza y con nuestro pasado. Mitificamos lo rural y lo natural porque vemos en él un Edén ya perdido en el que podemos sentirnos protagonistas de nuestras propias vidas. Queremos tener, aunque sea un sucedáneo, algo que nos aporte algún tipo de experiencia natural, algo que nos parezca real, autentico, poder hacer algo con nuestras propias manos y poder realizarnos como seres humanos: poder cultivar un huerto, un pedacito de tierra que sea trasformada por nosotros y nosotras y que podamos ver su resultado; fabricar nuestras propias herramientas; recolectar nuestros propios alimentos; cazar; pescar; bañarnos en ríos salvajes; cocinar nuestros propios alimentos; aprender a hacer cestería; arreglar nuestra propia casa… Poder hacer, o al menos practicar su sucedáneo, de todo aquello que la sociedad de hoy nos impide hacer y que han sido las actividades que han regido, a través de los tiempos, nuestra sociedad, nuestra Historia y nuestro progreso posible. Cuando lo hacemos vivimos una experiencia increíble y vemos todas las posibilidades que guardamos en nosotros y nosotras mismas y que no sabíamos. Eso es lo que nos vende el turismo rural, experiencias, más bien pseudoexperiencias, ya que lo que ahora hacemos no forma parte de nuestra vida del día a día sino parte de nuestro tiempo de reposo para volver al trabajo. Asistimos a una pérdida que es irreparable. Las casas rurales se multiplican por doquier; se vende una imagen totalmente distorsionada de lo que en realidad somos; se mercantiliza el acceso a espacios naturales; el lobby de la caza compite con el del turismo a ver cuál de los dos puede llegar a ser más rentable y más destructivo; se construye; lo que antes se vendía a metros ahora se vende en hectáreas; suben los alquileres; vivir en el campo se está haciendo cada vez más imposible… Muchos argumentan que con el turismo rural estamos revirtiendo la perdida de lo rural pero no seamos ingenuos. No son las actividades rurales, como la ganadería y la agricultura, las que rigen la vida de nuestros pueblos hoy en día, y aunque las rigieran lo que hoy podemos denominar a través de esos nombres distan mucho de ser lo que en su día fueron. El turismo rural es la imagen de lo rural que ya no existe. Es su conversión en mercancía y ello es algo mucho peor porque si ya no existiera quizá podríamos ser conscientes de su perdida, pero con su conversión en mercancía en nuestro imaginario y en el del turista queda como que algo de todo aquello todavía existe. En nuestra comarca, o en cualquier otra comarca de ese mundo no ya rural, lo vemos por todos los pueblos. Mientras hemos ido perdiendo población hemos ido ganando turismo rural. Perdemos lo rural y ganamos en turismo. Somos como el pueblo indígena que es expulsado de sus tierras, con la perdida de las formas de vida que ello conlleva, para acabar trabajando en un complejo turístico que imita aquello con lo que arrasó, mientras el turista cree que esta en algo superautentico. El turismo rural es el mismo turismo que el de la multinacional, es el mismo turismo que el del gran Capital, es el mismo turismo que el de la costa pero en el interior. Turismo familiar decían esta semana por el telediario refriéndose al “rural”. Intentan darle otra cara, otra imagen ya que el turismo convencional está dando una imagen de descontrol, contaminante, despilfarrador, de piso turístico legal o ilegal, de borrachera. Ahora hay que vender el turismo cultural, responsable, ecológico, sostenible, familiar… y ahí es donde tenemos nuestro turismo rural. La realidad es que el turismo es el turismo, es siempre el mismo. El turismo rural es el que hace que el turismo de costa se extienda hacia el exterior, el que produce aún más efecto llamada, el que hace que aeropuertos sin aviones empiecen a tenerlos, es el mismo turismo que el de la autovía, el de la autopista, el de la central eléctrica y la nuclear, el del complejo turístico…etc El mismo que el de siempre. Pero se preocupen todos aquellos y aquellas que sufren por la despoblación del mundo rural y abogan por su mercantilización turística. Además de todo lo expuesto, las ciudades son cada día más insostenibles, más calurosas y con menos recursos. Aquellos y aquellas que tengan su cuenta bancaria lo suficientemente llena podrán disfrutar de aquellos territorios que no estén masificados y en los que sea aun posible la vida. Ya lo decía Charbonneau “si la evolución sigue por el mismo camino, la vieja casa del pobre acabará valiendo más que la mansión del rico”.
Cecilio Rodríguez
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Posted: 03 Apr 2018 12:06 AM PDT
Esta semana Freedom Press daba la noticia del reconocimiento de la infiltración en su organizacón del que se convertiría en jefe de la policía secreta de Belfast, Roger Pearce, entre los años 1981-83. Su objetivo era espiar las comunidades unionistas irlandesas y el entorno social del IRA. Esto nos ha dado que pensar no solo en las vulnerabilidades de nuestras organizaciones, sino del rol que desempeñan dentro del entramado social y cómo conociendo nuestro funcionamiento hay desalmados que pueden aprovecharse de nosotras.
El caso Freedom Press
El supreagente Roger Pearce, que llegó a ser encargado europeo para la seguridad y royos varios con Al-qaeda hasta que lo cazaron de vellón -para los interesados que se lean su biopic-, estuvo en activo por lo menos 30 años. Para infiltrarse siguió varias pautas:
- Iva camuflado con gafas a lo Trotsky y perilla.
- Algunos apuntan que también podía haber sido introducido por una novia activista.
- tenía un curriculum que le hacía valiosos para la organización y
- usaba "el truco del del chofer" - ofrecer acercar en coche a los compañeros-, al parecer un tema recursivo en UK.
En lo político:
- un discurso impecablemente correcto y asumible en la tradición libertaria
- un interés muy marcado en un tema, en este caso el movimiento unionista -no independentista- norirlandés. Seis artículos en una publicación anarquista y un traje bien planchado le bastaron para llegar a su objetivo, las comunidades unionistas del Ulster. Absolutamente nada hacía sospechar de él, ni si quiera su particular interés por el IRA. Una Historia llena de infiltracionesHasta el momento se han confirmado y descubierto cientos agentes infiltrados en un periodo de 40 años, 11 de ellos en grupos anarquistas. Ahora que lo han cazado Pearce escribe libros con sus azañas.Instituciones de todo tipo usan agentes infiltrados bien para controlar bien para instigar. Todos recordamos los históricos casos de "Fernando Perez " y el GRAPO o El Lobo y ETA. Nadie sospechaba nada de ellos. El Caso Scala fue producto de una infiltración con fin instigador, lo que hoy se denominaría un ataque de bandera falsa. La última maniobra extensiva de la que tenemos conocimiento se produjo esta semana: "LaUniversidad Estatal de Michigan envió nueve policías "encubiertos"a la protesta contra Richard Spencer [supremacista blanco]- pero dice que no es vigilancia" 30.3.2018 Somos objeto de ataques directos en forma de detenciones arbitrarias (caso pandora, piñata, araña...), tanto como de falsa bandera (en los últimos tiempos el Comando Mateo Morral). En las manis más multitudinarias podemos ver policías infiltrados en grupo (manifestación 25-S 2012 "que soy compañero, coño!"). ¿Somos tan importantes como para que nos infiltren?
Muchas nos preguntamos ¿Somos tan importantes como para que se infiltren en nuestras organizaciones? En cuanto cruzan datos todos somos importantes. ¿Qué puede tener de valioso una distri, una okupa o una feria del libro? Más de lo que creemos. Nuestras organizaciones se sitúan en la base del entramado social. Para controlarlo hay que desarmarlas, y hay que empezar por algún lado.
La poli tiene una idea intuitiva de este entramado, pero la secreta - CNI y Brigada de Información- va mucho más allá. Ellos llenan las comisarías de pósters con diagramas de vínculos entre organizaciones y fotos de sospechoso, intentando encontrar a los líderes no declarados. Los infiltrados llenan los huecos y unen puntos. No hay otra forma de controlarlo que infiltrándose. Los modernos sistemas de análisis cruzan datos en instantes, hacen los diagramas y les dicen a los sicarios a quién detener. Si el Estado se regodea en sus cloacas, si la represión ha cambiado, si la guerra ha cambiado, si se ha hecho multidimensional, no solo hay que esperar la represión clásica a base de palos y montajes policiales, también hay que esperar montajes mediáticos, embrollos judiciales, envites económicos, acoso de bots a través de redes sociales y todo tipo de artimañas. ¿Estamos preparados? Es más ¿Somos capaces de dar el primer golpe? Cómo abordar la seguridad de las organizacionesTe van a engañar, han sido entrenado para ello. Tan absurdo como no reconocer que en nuestras organizaciones hay fugas y filtraciones es no reconocer que somos objetivo y presa de esta mafia organizada que es el Estado y su brazo armado, que es la policía.Para hacernos una idea de cómo abordar el tema podemos hacer una comparación con lo que sucede en la red al respecto de la seguridad. Si queremos evitar las filtraciones y sus efectos, detenciones y multas, se recomienda tener unos elementos mínimos de seguridad. Nuestra organización, por pequeña que sea o insignificante que creamos que es, debe mantener también unos cuidados mínimos de discreción y secretismo con el fin de minimizar las fugas. Este tiene dos niveles, uno individual y otro colectivo. Y las acciones deben ir encaminadas a salvaguardar tanto las identidades como las acciones y los documentos y datos.
Salud! PHkl/tctca
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