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Olmedo Beluche
Firma del Tratado Hay. Buau Varilla 18/11/1903
Para los "progres" e "izquierdistas" panameños que insisten en repetir la leyenda dorada de la oligarquía
SEPARACION DE PANAMA, LA HISTORIA DESCONOCIDA
Por Olmedo Beluche[1]
Contrario a lo usualmente afirmado por la historia oficial panameña, la Separación de Panamá
de Colombia en 1903, no fue producto de un movimiento genuinamente
popular, ni de un anhelo liberador de los istmeños frente al “olvido” en
que supuestamente nos tenía Bogotá. El estudio documental de la época
más bien demuestra una integración cultural y política de los panameños
en el conjunto de la nación colombiana, incluso entre los sectores de la
oligarquía comercial conservadora de la ciudad de Panamá, que sería agente de la conspiración separatista (Beluche, 2003).
Las diversas crisis
políticas producidas a lo largo del siglo XIX, expresadas en lo que
nuestra historia llama genéricamente “actas separatistas” (1826, 1830,
1831, 1840-41, 1860), muchas veces han sido sacadas de su verdadero
contexto para ser presentadas como expresiones de una nación en ciernes
que viene a concretarse en 1903. Pero un repaso cuidadoso de los hechos
que rodearon a cada una de esas coyunturas muestra que, más que un
proceso de conformación nacional diferenciado de Colombia, estos
movimientos expresaron conflictos políticos (liberales vs
conservadores), económicos (librecambismo vs proteccionismo) y
administrativos (federalismo vs centralismo) (Beluche, 1999).
En Panamá,
conocer y aceptar los verdaderos móviles y actores de la Separación ha
sido un parto que nos ha tardado cien años producir, pero al que están
contribuyendo nuevas investigaciones recientemente aparecidas (Díaz
Espino, 2003). Aunque hubo pioneros que desde hace décadas se atrevieron
a señalar los hechos en toda su crudeza (Terán, 1976), sus trabajos
fueron sistemáticamente ocultados y denigrados. También hubo
historiadores extranjeros que abordaron objetivamente el acontecimiento,
pero estos libros quedaron como material de especialistas y lejos del
alcance del gran público (Lemaitre, 1971) (Duval, 1973).
Los actores principales de
este drama son: el expansionismo imperialista de Estados Unidos,
expresado en su carismático presidente Teodoro Roosevelt; la quebrada
Compañía Nueva del Canal, de capitales franceses, representada por
Philippe Bunau Varilla; en el centro de los hechos, el prominente
abogado neoyorkino William N. Cromwell, verdadero cerebro de la
separación, y representante legal tanto de la Compañía Nueva del Canal
como de la Compañía de Ferrocarril de Panamá;
los agentes norteamericanos y panameños de la Compañía del Ferrocarril,
como José A. Arango y Manuel Amador Guerrero; y, por supuesto, el venal
e inepto gobierno colombiano del Vicepresidente Marroquín.
A fines del siglo XIX,
Estados Unidos iniciaba su proceso de expansión en el Caribe,
desplazando de allí a sus otrora rivales, España e Inglaterra. A la
primera le arrebató Cuba y Puerto Rico con la guerra de 1898; con la
segunda firmó el Tratado Hay-Pauncefote en 1901, por el cual se
reconocía la preeminencia norteamericana en la posible construcción de
un canal por el istmo centroamericano. El canal era una necesidad
lógica del desarrollo capitalista norteamericano, ya que era la única
forma de integrar y comunicar sus costas atlántica y pacífica.
En principio, la ruta privilegiada por Washington para construir este canal no era Panamá,
sino Nicaragua, siguiendo el cauce del río San Juan hasta sus grandes
lagos. Aquella parecía más factible y menos costosa, en especial si ya
estaba el precedente del fracaso francés en la construcción del Canal
por Panamá.
Mediante el Convenio Salgar-Wyse (1878)
una empresa francesa, encabezada por el ingeniero Fernando de Lesseps,
había iniciado la excavación del canal en 1880. Esta primera empresa
fracasaría ante las enormes dificultades tecnológicas hacia 1888, dando
paso a un nuevo intento con la Compañía Nueva en los años 90 del siglo
XIX, que también fracasaría.
De manera que, para fines de
1901, la Comisión Walker del Congreso norteamericano, luego de estudiar
ambas alternativas, se había pronunciado por la vía de Nicaragua, y el
18 de noviembre se firmó un tratado con ese país. ¿Qué motivó que dos
años después Estados Unidos cambiara completamente de opinión?
La historia simplista narra
que, en posteriores debates del Congreso, tanto Bunau Varilla como
Cromwell mostraron estampillas de correo nicaraguenses en las que se
aprecian los volcanes de este país, y que los senadores norteamericanos,
impresionados por la explosión del volcán Mount Pelée, que había
borrado del mapa la isla de Saint-Pierre, y por una falsa noticia de la
erupción del Momotombo, entonces se decidieron por Panamá.
Pero, ¿qué motivó al
abogado Cromwell y al ingeniero francés Bunau Varilla a intervenir tan
activamente para convencer a los senadores de adoptar la ruta panameña?
Lo que no se cuenta es que, ya para 1896, la Compañía Nueva del Canal, a
través su presidente Maurice Hautin, dada la incapacidad para terminar
el Canal de Panamá, y ante la
posibilidad de perder 250 millones de dólares en inversiones cuando
expirara la concesión en 1904, había contratado a William N. Cromwell
para convencer al gobierno norteamericano de comprarles sus propiedades.
Cromwell no se limitó al
cabildeo para el que fue contratado, sino que inició un plan que
denominó “americanización del canal”, por el cual reuniría un grupo de
notables empresarios de Wall Street que sigilosamente comprarían las
devaluadas acciones del “canal francés” y las revenderían a su gobierno.
Para ello, su bufete Sullivan & Cromwell estaba en una posición
privilegiada, ya que contaba con clientes como el banquero J. P. Morgan,
entre otros.
El 27 de diciembre de 1899,
Cromwell fundó la Panama Canal Company of America, con 5,000 dólares de
capital, emtiendo acciones por 5 millones, de la que participaron
empresarios como: J.P. Morgan, J. E. Simmons, Kahn, Loeb & Co., Levi
Morton, Charles Flint, I. Seligman (Díaz Espino, 2003).
Este grupo influyó en el
prominente senador y líder republicano Mark Hanna, quien actuó como
vocero de la “causa panameña”. Luego del asesinato del presidente
McKinley, este grupo también convenció al presidente Teodoro Roosevelt,
haciendo partícipes del negocio a Henry Taft, hermano del ministro de
guerra y futuro presidente William Taft, y al cuñado de Roosevelt,
Douglas Robinson.
El traspaso de la Compañía Nueva, de
manos francesas a las yanquis, tardó varios meses por la resistencia
inicial de Hautin a renunciar por completo a la empresa y vender a muy
bajo precio. Sin embargo, la adopción de la propuesta por Nicaragua en
1901, sirvió de acicate a los accionistas franceses que sacaron de
enmedio a Hautin, y nombraron vocero a Maurice Bo, director del banco
Credit Lyonnais, y éste a su vez envió a Bunau Varilla para negociar con
los norteamericanos.
El negocio era redondo, se invirtieron
3.5 millones de dólares en las acciones de la Compaña Nueva, que fueron
compradas en lotes pequeños, y se revenderían al gobierno norteamericano
en 40 millones de dólares, obteniendo los inversionistas
norteamericanos utilidades por cada acción por el orden del 1.233%.
Por supuesto, concretar el negociado pasaba: primero, por convencer al gobierno y al Congreso de Estados Unidos de optar por Panamá;
segundo, firmar un tratado con Colombia que autorizara a ese país para
terminar la obra iniciada por los franceses. En enero de 1902, el
senador John Spooner a instancias de Roosevelt presentó el proyecto de
ley que autorizaba a su gobierno a negociar con Panamá y que anulaba la precedente Ley Hepburn, que favorecía a Niacaragua.
Ese año el esfuerzo se centró en
negociar con Colombia el tratado. Camino que estuvo lleno de
dificultades, dada la actitud patriótica del negocaciador José Vicente
Concha, que objetó reiteradamente aspectos leoninos del tratado
propuestos por el Secretario de Estado John Hay. Sin embargo, la presión
norteamericana pudo más, forzando al gobierno del Vicepresidente
Marroquín a desautorizar reiteradamente a su embajador, el cual
finalmente renunció. El camino quedó despejado para un acuerdo, firmado
en enero de 1903 y que llevó el nombre de Tratado Herrán – Hay.
Pero este tratado, cayó como una bomba en Colombia, y Panamá
por extensión. Mediante el acuerdo se segregaba una zona de 5
kilómetros a cada lado del canal, incluyendo ríos, lagos y los
principales puertos, en la cual Norteamérica tendría plena jurisdicción.
El “canal francés” sólo segregaba 200 metros a cada orilla sin
menoscabo de la soberanía nacional. Además la compensación económica que
se proponía (10 millones de abono y 250.000 dólares anuales) era
evidentemente inferior a lo que ya el estado colombiano recibía por los
derechos del ferrocarril (250 mil dólares anuales) y otros tantos por
uso de los puertos. Comparado con el Salgar-Wyse, el Herrán-Hay era
totalmente inconveniente.
Había otro escollo: el tratado
contemplaba el pago de 40 millones de dólares que Estados Unidos haría a
la Compañía Nueva del Canal en compensación, pero esto era
completamente ilegal, pues estaba claramente prohibido por la
Constitución y por el propio Salgar-Wyse, que impedía a esta empresa
traspasar sus propiedades a un gobierno extranjero. El Tratado Herrán –
Hay nació, pues, condenado por la opinión pública colombiana y
panameña, especialmente por el menoscabo de la soberanía.
El gobierno de Marroquín tuvo ante el
Herrán – Hay una actitud incongruente: por un lado, había autorizado a
su embajador a Tomás Herrán a firmarlo; por otro, no puso empeño en
defenderlo, especialmente ante el Congreso, que fue convocado en junio
de 1903 para ratificarlo. Pero no era la soberanía lo que preocupaba al
gobierno de Marroquín, sino que se centró en tratar de recibir una
tajada de los 40 millones que recibirían los accionistas de la Compañía
“francesa”. Sin saberlo Marroquín (creemos), con esta aspiración tocaba
las fibras más sensibles de poderosos intereses norteamericanos, lo que
les llevaría a secesionar al Departamento del Istmo, pues no estaban
dispuestos a renunciar a su ganancia.
Cuando el Congreso colombiano cerró sus
sesiones sin ratificar el tratado, a mediados de agosto, emitió una
resolución que expresaba la esperanza de que en 1904, cuando las
propiedades de la Compañía francesa hubieran pasado a Colombia, por
expirar el contrato Salgar-Wyse, se estaría en mejores condiciones de
negociar con Estados Unidos.
El razonamiento era simple, pero
equivocado: en pocos meses quedarían fuera de la negociación los
franceses, y podrían negociar directamente, sin un tercero de por medio,
Bogotá y Washington. ¿Qué apuro podía tener Roosevelt, si hasta
terminaría pagando menos, porque se podría ahorrar esos 40 millones? Era
lógico, pero errado, porque Roosevelt y sus socios eran los reales
beneficiarios de esos 40 millones, y no los franceses.
De ahí que el rechazo del Tratado
Herrán–Hay por el Congreso colombiano, desencadenara la trama de la
“Separación”, que empezó a prepararse ante la eventualidad, desde junio o
julio. William N. Cromwell hizo viajar a Nueva York desde Panamá al capitán J.R. Beers, agente de fletes de la Compañía del Ferrocarril de Panamá;
se dice que se entrevistó en secreto (en Jamaica) con el abogado
panameño de esta empresa, y prócer de la separación, José A. Arango; y
finalmente recibió por dos meses, entre fines de agosto y fines de
octubre, a Manuel Amador Guerrero, otro empleado y futuro primer
presidente de la República de Panamá, para tramar los hechos del 3 de Noviembre.
La ganancia estimada, propició que los
accionistas norteamericanos de la “compañía francesa del canal”,
invirtieran grandes sumas que sirvieron para pagar miles en sobornos que
oficiaron de parteras de la nueva república, por supuesto, con el apoyo
de varias cañoneras de la Armada que convenientemente Roosevelt envió a
principios de noviembre para “tomar el Istmo”. Lo demás es historia
conocida.
Bibliografía:
- Beluche, Olmedo. 1999. Estado, Nación y Clases Sociales en Panamá. Editorial Portobelo. Pequeño Formato 115. Panamá.
- Beluche, Olmedo. 2003. La verdadera historia de la separación de 1903. Reflexiones en torno al Centenario. ARTICSA. Panamá.
- Díaz Espino, Ovidio. 2003. El país creado por Wall Street. La historia no contada de Panamá. Planeta. Bogotá.
- Duval Jr., Miles P. 1973. De Cádiz a Catay. La historia de la larga lucha diplomática por el Canal de Panamá. Editorial Universitaria. Panamá.
- Lemaitre, Eduardo. 1971. Panamá y su separación de Colombia. Biblioteca Banco Popular. Bogotá.
- Terán, Oscar. 1976. Del Tratado Herrá-Hay al Tratado Hay-Bunau Varilla. Historia crítica del atraco yanqui, mal llamado en Colombia la pérdida de Panamá y en Panamá nuestra independencia de Colombia. Valencia Editores. Bogotá.
Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá y Mgter. En Estudios Políticos.
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