- - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -
Agradecemos sus aportes económicos que permiten sostener este servicio: http://www.alainet.org/donaciones
Agradecemos sus aportes económicos que permiten sostener este servicio: http://www.alainet.org/donaciones
Trump
y las estatuas de la discordia
Salvador
Capote
ALAI AMLATINA, 25/08/2017.- Entre los muchos
que han tomado distancia del
presidente Donald Trump debido a sus comentarios acerca de los
sucesos en
Charlottesville, se encuentran los miembros del Comité
Presidencial de Artes y
Humanidades. En una carta abierta de renuncia al presidente,
los dieciséis
prominentes artistas e intelectuales denuncian sus expresiones
racistas y le
instan a que, si no es capaz de entender los valores
americanos, renuncie
también a su cargo. Utilizando el “twitter”, como es habitual
en él, Donald
Trump había condenado ambos bandos del conflicto, situando en
un mismo plano
moral a supremacistas y anti-fascistas. David Duke, importante
figura del Ku
Klux Klan, felicitó de inmediato al presidente: “Gracias
presidente Trump por
su honestidad y coraje al decir la verdad”.
En realidad, los sucesos de Charlottesville
no son otra cosa que las más recientes manifestaciones agudas
externas de una
patología social crónica, el racismo, al cual miles de
monumentos que
glorifican la Confederación, dispersos por toda la geografía
estadounidense,
contribuyen a perpetuar.
Con muy pocas excepciones, estos monumentos
carecen de valor artístico alguno; en gran parte fueron
fabricados en masa con
fines políticos e impuestos como un medio para reafirmar la
supremacía blanca y
atemorizar a la población afroamericana con posterioridad a la
Guerra Civil. Su
edificación corresponde a la ideología llamada “Causa Perdida”
(“Lost Cause”)
que muy poderosas organizaciones como “United Daughters of the
Confederacy”
(UDC) y “United Confederate Veterans” (UCV) difundieron por
todo el territorio
norteamericano. Entre sus postulados fundamentales resaltan
los siguientes: 1)
Los confederados derrocharon heroísmo en su esfuerzo de guerra
y la derrota se
debió exclusivamente a la carencia de recursos militares. 2)
Durante los 250
años de esclavitud en el Sur, los blancos habían tratado a los esclavos
“gentilmente”, “como en
familia” y los negros eran “felices y leales a sus dueños”. 3)
La idílica vida
patriarcal en el Sur esclavista era el ideal de vida
estadounidense.
Muchos de estos monumentos fueron erigidos en
las épocas en que regían los Códigos Negros en el Sur y las
leyes de Jim Crow
en todo el país. En 1895, en Fort Mill, Carolina del Sur, se
erigió un
monumento a la supuesta fe y lealtad de los esclavos del Sur
durante la guerra.
Entre 1905 y 1925, la UDC organizó una campaña para erigir
memoriales en todos
los estados a la “mammy” o sea, a la mujer negra que tan
lealmente había
cuidado a los hijos de los amos. Por otra parte, sólo en dos
conjuntos
escultóricos, el “Shaw Memorial” de Boston (1897) y en otro
posterior ubicado
en Washington, se refleja la participación armada de los
negros en la Guerra
Civil, a pesar de que aportaron más de 180,000 voluntarios a
las filas de la
Unión, 37,000 de los cuales ofrendaron sus vidas.
Las estatuas de la Confederación son símbolos
de la violencia racial y de la pretendida supremacía blanca,
concebidos con el
fin de perpetuar para el futuro y para siempre, en bronce y
mármol, la noción
de una raza superior destinada a ejercer el dominio sobre las
razas inferiores
por mandato de la divina providencia. La contrapartida de esta
actuación
hegemónica fue la destrucción sistemática de todo lo que tenía
valor histórico
o cultural para la población india o afroamericana. Las casas,
por ejemplo,
donde vivieron grandes líderes negros, como Frederick
Douglass, simplemente
desaparecieron. Se pretende además presentar, mediante estos
monumentos, una
historia del Sur que ignora por completo a más de cuatro
millones de esclavos
negros que formaron parte también de su historia.
La ideología de la Causa Perdida, cuya
expresión material son las banderas de la Confederación y los
monumentos que ya
es hora de sustraer de los espacios públicos, legitimaron
durante 75 años la humillación,
la vejación, el maltrato, los azotes, las violaciones, el
terrorismo doméstico
contra la población negra, incluyendo la horrorosa cifra de
5,000
linchamientos.
Estos monumentos, que actualmente son
utilizados por los supremacistas blancos para la expresión de
sus odios
raciales, tenían que haber sido retirados hace ya mucho
tiempo. Algunos se
preocupan de que con ello pudiera perderse una parte de la
historia, aunque sea
la historia de un pasado racista; pero hay que tener en cuenta
que todo lo que
se coloca sobre un pedestal es para rendirle honor o para que
sirva de
paradigma de virtudes cívicas a las presentes y próximas
generaciones,
funciones que no cumple ninguno de estos monumentos.
Decididamente, los héroes
de la Confederación no son nuestros héroes. Los monumentos
deben unir, no
dividir. Deben mostrar la identidad que desearíamos tener y no
la que nos
avergonzaría haber tenido.
Los pocos que tienen valor histórico podrían
ser trasladados a museos de la Guerra Civil no para su
homenaje sino para su
contextualización y uso didáctico. Algunos, execrables, como
los erigidos en
1894 en la 5a. Avenida de New York, y en Carolina del Sur en
1929 a la memoria
de un monstruo, el Dr. J. Marion Sims, quien compraba esclavas
negras para
experimentar (¡sin anestesia!) nuevas técnicas de cirugía
obstétrica y
ginecológica, han sido durante muchas décadas, un permanente
insulto a todos
los seres humanos y, de manera muy especial, a la mujer negra
norteamericana.
Algo semejante pudiera decirse de los que fueron erigidos en
los años de la
década de 1960 como contrapartida racista del movimiento por
los Derechos
Civiles liderado por Martin Luther King Jr.
Otros, como la estatua, financiada por la
UDC, llamada “Silent Sam”, del escultor canadiense John
Willson, de un soldado
de la Confederación apuntando con su arma hacia el norte, ha
sido desde su
ubicación en 1913 en el campus de la Universidad de Carolina
del Norte, en
Chapel Hill, una verdadera manzana de la discordia para el
enfrentamiento entre
supremacistas blancos y afronorteamericanos. El monumento ha
sido vandalizado
en diferentes ocasiones. Es, en realidad, un monumento al Sur
del período
post-Reconstrucción, cuando los blancos racistas consolidaron
su poder mediante
el establecimiento de las leyes de Jim Crow.
Los comentarios de Trump equiparando a
víctimas y victimarios, bien pudieran marcar el principio del
fin para su
presidencia. No existe manera de controlar los daños cuando se
lastima
moralmente a un pueblo donde el racismo ha dejado hondas
heridas todavía muy
abiertas, pues la supremacía blanca se manifiesta sin lugar a
dudas en el
empleo, la vivienda, la asistencia médica, las escuelas y,
sobre todo, en el
sistema carcelario, con la mayor población penal del mundo,
integrada en
abrumadora mayoría por afroamericanos. Lo que importa en
definitiva no son las
estatuas sino poner fin al racismo estructural inherente al
sistema.
- Salvador
Capote es Doctor en Medicina y Especialista en
Bioquímica. Actualmente vive
en Estados Unidos, donde colabora con medios alternativos de
prensa.
URL de este artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/187633
Contribuciones: http://alainet.org/donaciones.php
Mas informacion: http://alainet.org
FaceBook: http://facebook.com/America.Latina.en.Movimiento
Twitter: http://twitter.com/ALAIinfo
RSS: http://alainet.org/rss.phtml
______________________________________
Agencia Latinoamericana de Informacion
email: info@alainet.org
Suscripciones: http://listas.alainet.org/listas/subscribe/alai-amlatina
No hay comentarios:
Publicar un comentario