Opinión
El mejor equipo
Por Jorge Elbaum
El lunes 28 renunció el CEO de YPF, Ricardo Darré. Durante
la campaña electoral de 2015, el actual presidente Macri anunció –entre
globos y papel picado– que gestionaría los destinos el país con la
colaboración del “mejor equipo de los últimos 50 años”, haciendo
referencia al compromiso de trabajo cooperativo que caracterizaría a sus
colaboradores. Veinte meses después de la asunción del gobierno de
“Cambiemos”, la realidad ha puesto en evidencia las desarticulaciones
funcionales, las zancadillas múltiples y –sobre todo– las disputas por
el reparto de beneficios político-prebendarios, que alejan al “equipo”
de la caracterización comprometida,
La sinergia augurada no ha brindado el prometido ejemplo de confianza compartida que caracterizan los “trabajos en equipo”. El maquillaje festivo y optimista buscó transmitir una empatía intersubjetiva que el tiempo mostró como artificiosa. Las permanentes reyertas y superposiciones decisorias han llevado a un record de renuncias y forcejeos pocas veces vistas en la historia de nuestro país en un periodo tan corto, generando un indudable descalabro funcional. Las rivalidades sistémicas han eyectado, hasta la fecha, a una veintena de funcionarios. La recurrente coartada de los “motivos personales”, brindada como justificación inicial de las frecuentes renuncias, no ha logrado impedir la estabilización de un clima de controversias, internas egolátricas, superposiciones funcionales y desórdenes de gestión. Los auténticos motivos del abandono de funciones evidencian el carácter individualista de los funcionarios y su estructuración absolutamente ajena a cualquier forma de sinergia colectiva. El “emprendedorismo” de la cultura neoliberal y ceocrática parece vincularse más con veleidades autoritarias que con lógicas de cooperación colectiva.
La sinergia augurada no ha brindado el prometido ejemplo de confianza compartida que caracterizan los “trabajos en equipo”. El maquillaje festivo y optimista buscó transmitir una empatía intersubjetiva que el tiempo mostró como artificiosa. Las permanentes reyertas y superposiciones decisorias han llevado a un record de renuncias y forcejeos pocas veces vistas en la historia de nuestro país en un periodo tan corto, generando un indudable descalabro funcional. Las rivalidades sistémicas han eyectado, hasta la fecha, a una veintena de funcionarios. La recurrente coartada de los “motivos personales”, brindada como justificación inicial de las frecuentes renuncias, no ha logrado impedir la estabilización de un clima de controversias, internas egolátricas, superposiciones funcionales y desórdenes de gestión. Los auténticos motivos del abandono de funciones evidencian el carácter individualista de los funcionarios y su estructuración absolutamente ajena a cualquier forma de sinergia colectiva. El “emprendedorismo” de la cultura neoliberal y ceocrática parece vincularse más con veleidades autoritarias que con lógicas de cooperación colectiva.
El 15 de febrero de 2016, la directora técnica del INdEC, Graciela Bevacqua, se constituye en la primera renunciante de la gestión de Mauricio Macri, como producto de un enfrentamiento con Jorge Todesca. Días después, el 22 de febrero, deja su cargo Amilcar López, responsable de la limpieza del Riachuelo, El director de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar), dimitió al afirmar que el farmacéutico Sergio Bergman –ministro y rabino–, no le permitía llevar a cabo su tarea con la premura que la situación lo requería. “No puedo seguir adelante si no hay definiciones respecto de las personas y de las políticas”, afirmó luego de dimitir. El 5 de diciembre de 2016, Luis María Blaquier, responsable del Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES (sobrino del presidente de la azucarera Ledesma, sobre quien pesan denuncias por desapariciones de delegados fabriles en los años ´70), dio un portazo y le anunció al titular del Anses, Emilio Basavilvaso, su imposibilidad de continuar en la tarea, por “motivos personales”, eufemismo de su mala relación con el responsable del Anses. El 21 de diciembre de ese mismo año, Isela Constantini dejó su lugar en la presidencia de Aerolíneas Argentinas por negarse a realizar un ajuste orientado a vaciar la línea de bandera. El 26 de ese mismo mes y año, Alfonso Prat-Gay abandona “el mejor equipo de los últimos 40 años” en el ministerio de Hacienda y Finanzas, luego de un año de reiterados enfrentamientos con el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger.
El 9 de enero de 2017 deja su puesto el viceministro de Salud, Néstor Pérez Baliño, abandonando su cargo de responsable de Promoción, Programas Sanitarios y Salud Comunitaria, calificando a su inmediato superior con adjetivaciones no precisamente amigables. Sin solución de continuidad, deserta el secretario de Políticas, Regulación e Institutos del Ministerio de Salud, Eduardo Munin, sumándose a las calificaciones enunciadas por Pérez Baliño. El 18 de enero, le tocó el turno al presidente del Banco Nación, Carlos Melconian, quien declaró el día de su renuncia que “Me toca despedirme de un lugar del que no me quiero despedir “. Sin solución de continuidad, ese mismo día, el secretario de Obras Públicas, Daniel Chain, se retira de su cargo con imputaciones contra el ministro Rogelio Frigerio.
El 9 de marzo de 2017, Calos Cobas, director de Logística de Presidencia de la Nación, abandona su cargo en medio de un escándalo por la investigación judicial que lo vincula a la adjudicación de rutas aéreas para la empresa Avianca. Cobas se había desempeñado tiempo antes de ser funcionario como gerente de McAir, la aerolínea de la familia Macri que pasó a manos de Avianca. Cuatro días después, el 13 de marzo, el representante Especial para Asuntos de Derechos Humanos de la Cancillería, Leandro Despouy, deja su cargo prologando la decisión de Esteban Conte Grand, quien es despedido por el ministro Garavano por su cercanía política con Martín Lousteu, el día 14 de marzo. La jornada siguiente, el 15 de marzo es expelido el titular del PAMI, Carlos Regazzoni, por no congeniar (¿comercialmente?) con el propietario de Farmacity, a la sazón, coordinador de gabinete, Mario Quintana. El 3 de abril se despide Martín Lousteau para constituirse en el candidato de oposición al PRO en la Ciudad de Buenos Aires. Una semana después, el 11 de abril, José Luis Sureda, el número dos del ministerio de Energía difunde en una carta pública –dirigida a su superior Juan José Aranguren– que titula “O mis convicciones o su autoritarismo”. En esa misiva el secretario de Recursos Hidrocarburíferos, se dirige al ex titular de Royal Dutch Shell en nuestro país afirmando “que la diversidad de opiniones es para usted un problema muy difícil de resolver”.
El 12 de abril deja la embajada en Panamá Miguel del Sel argumentando que le “toca volver a hacer reír” después de difundir falta de colaboración de al Cancillería a sus tareas protocolares. El 24 del mismo mes, luego de aducir “razones personales”, renuncia Carlos Balbín como Procurador del Tesoro de la Nación ante la negativa de silenciar el escándalo del Correo. El 29 de mayo es despedida la canciller Susana Malcorra, por sus diferencias en relación a política vinculada a Venezuela. El 31 de mayo el ministro de Justicia Germano Garavano echa a Juna Felix Morteau titular de la Coordinación Nacional Para el Combate de Lavado de Activos y el Terrorismo, ante el avance de las investigaciones internacionales sobre los “panamá Papers” y el caso de los sobornos de la empresa brasileña Odebrecht. El 22 de agosto, después de la marcha de la CGT, Mauricio Macri despidió a los dos funcionarios vinculados al sindicalismo, Ezequiel Sabor, viceministro de Trabajo y a Luis Alberto Scervino, que ocupaba el cargo de superintendente de Servicios de Salud de la Nación. Y el 28 se fue Ricardo Darré, CEO de YPF. La ficción del “mejor equipo” enunciada por Macri empieza a consumirse en una hoguera de vanidades, trifulcas de intereses crematísticos y codazos desesperados por salir en la foto. La competencia de jactancias muestra un conjunto de voluntades ajenas a todo espíritu solidario. Según uno de los renunciantes, el gobierno nacional se asemeja más a un “nido de víboras” que al “mejor equipo”. Sófocles lo advirtió cuatro siglos antes de nuestra era: “Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja”.
* Titular del Llamamiento Argentino Judío.
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