VAMOS MAL…
Y PODEMOS IR PEOR
A poco de cumplirse un año del inicio de la pandemia, las cifras confirman categóricamente que no estamos doblegando la famosa curva de contagios, ni sus derivadas: ingresos hospitalarios, saturación de UCIs y fallecimientos. Los datos marcan en España y en otros países europeos, un incremento significativo. Los gobiernos han dudado en aplicar medidas más severas en cuanto a la movilidad de los ciudadanos. No han reforzado las dotaciones de personal sanitario, no han invertido en recursos médicos imprescindibles. Llegados a estos extremos, ahora resultan más evidentes los perjuicios que provocan las demoras en aplicar confinamientos y restricciones más drásticas.
Hubo advertencias
Recordemos que antes de las fiestas, los epidemiólogos y los médicos, alertaron que no se tomaban las medidas necesarias para detener la pandemia. El rastreo de los infectados y sus contactos se hizo con medios precarios y luego se abandonó. Se confinaron zonas de miles de personas, que cruzando una calle, ya ingresaban en otra que no tenía esas restricciones. Se permitieron excesos y desbordes inexplicables en ámbitos públicos, poniendo en riesgo a quienes sí cumplían las normas. Pero esto no ocurrió excepcionalmente un fin de semana. Viene ocurriendo desde hace meses de forma sistemática. Los técnicos y los profesionales alertaron que un aumento de la presión asistencial, coincidiría con el comienzo de las vacunaciones masivas, que recaería sobre un personal agotado por la presión laboral que soportan desde hace varios meses con la imparable secuencia de ingreso de enfermos.
El miedo a equivocarse
La clase política, salvo honrosas excepciones, no está a la altura de las circunstancias. No han entendido la dimensión del problema sanitario que afrontamos. Si lo hubieran comprendido, les daría vergüenza estar cruzándose críticas públicamente. Se reunirían el tiempo que fuera necesario para acordar las medidas que aconsejan los colegios médicos y los epidemiólogos. No advierten el efecto de desaliento y rechazo que provocan entre quienes esperamos unidad, sensatez y eficacia. Hasta los animales cuando se ven amenazados, instintivamente saben unirse para afrontar un riesgo de muerte como el que padece nuestra sociedad.
La busca irresponsable de réditos polìticos
En el caso de España, si se toman medidas a nivel nacional, surgen críticas desde algunas comunidades. Si no se adoptan, se reclama que tiene que haber una centralización para ser eficaces. Madrid – gobernada por la oposición conservadora, se queja de que no le llegan suficientes vacunas, pero a la semana, esa comunidad aparecía con la cifra más baja de vacunación con apenas un 25% del total que disponible. Abundan anécdotas similares. Hay algunas reacciones tardías entre algunos funcionarios de nivel en comunidades donde se registran los peores indicadores sobre la evolución de la pandemia. Algunos reconocen que la “movilidad social” durante las fiestas fue el detonante. Y ahora admiten la necesidad de unidad de acción en la sociedad y en la clase política. Lamentablemente son excepciones.
Estaban suficientemente avisados
En noviembre, Miguel Hernán, profesor del departamento de Epidemiología de la Universidad de Harvard alertaba –por ejemplo – de que Madrid tenía un nivel alto de ocupación de UCIs con casos de coronavirus. “Mantenerlo, es jugar con fuego”, afirmó. Alertó que si los casos seguían aumentando, no habría capacidad de respuesta. Sugería que se hicieran tests rápidos masivos y un aislamiento efectivo de la población. Y un trazado de contactos para limitar los contagios. No se hizo nada de eso. Tampoco se hacen contrataciones de personal sanitario. Algún funcionario se excusó diciendo que “no hay disponibilidad, prefieren marcharse al extranjero”. Claro, si aquí les han llegado a ofrecer contratos por dia y mal pagados. En los próximos días, se agravará la falta de personal, de camas de UCIs en distintos hospitales que ya están al límite. ¿También argumentarán sorpresa ?
Tiempo de oportunistas
No faltan los privatizadores que buscan soluciones externas, porque como ya ocurrió en Madrid y en Catalunya, han tenido altos cargos que provenían de la empresa privada, dirigiendo a la pública con el argumento de que “eran buenos gestores”. Y lo siguieron siendo, pero favoreciendo a la privada. Ahora hay quienes aprovechan pagar a empresas privadas para realizar tareas que pertenecen al área pública. Eso constituye una burla al esfuerzo que vienen haciendo desde hace meses los médicos, enfermeras y celadores de la sanidad pública que doblan turnos, algunos que incluso no ven a sus familias para evitar el riesgo de contagio, y se prodigan humanamente para estar cubriendo las necesidades de los enfermos.
Los médicos plantean más restricciones
Volvamos a los que saben: la Organización Médica Colegial en España alertó por la sobreocupación en las UCI, Reanimación, Atención Primaria, Urgencias y plantas de hospitalización y solicita a las autoridades endurecer las restricciones. Apunta que el crecimiento de los contagios de coronavirus es exponencial. Los médicos piden a las autoridades sanitarias “intensificar las medidas de restricción de la movilidad y aforos contra la covid-19”. Añaden que a la población le piden responsabilidad e incluso el autoconfinamiento en los lugares donde los indicadores de contagio son más alarmantes.
No es necesario ser profeta
Lo de “podemos ir peor” no es una frase retórica. ”. Los datos que se publican diariamente confirman la tendencia. La viróloga Margarita del Val puso en marcha el mismo día que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de coronavirus, una estructura que agrupa a más de 300 grupos de investigación de toda la geografía española. Anticipó en diciembre lo que está ocurriendo en enero. Y ahora afirma que estamos en el peor momento en cuanto al número de contagios y que “el ritmo de vacunación en España es muy lento”.
Responsabilidades
Sobre el inicio de la pandemia, dice la investigadora que ha surgido en el mundo de la superpoblación, la emergencia climática y la globalización. La científica recurre a la etimología de la palabra epidemia para reforzar su idea: enfermedad de la sociedad. "Si a mí me duele la garganta yo no me olvido y paso de ella, la tengo que curar. Si a la sociedad le duelen las personas con menos recursos, tiene que cuidar de ellas". Esa es sin duda la responsabilidad de los que fueron elegidos por los ciudadanos para gobernar. Ya es tiempo de que asuman los riesgos que provoca este rumbo suicida que desprecia el equilibrio de la naturaleza, la acumulación de riquezas en pocas manos, y el desprecio por las vidas de millones de personas, condenadas de antemano por haber nacido “en el lugar equivocado”. Como por ejemplo, la “Cañada Real”, una zona de Madrid, en el centro de España, donde se alojan precariamente unas siete mil personas, cientos de familias con niños y que desde hace màs de tres meses carecen de energía eléctrica. En la oscuridad y con el riesgo permanente de incendios por los fuegos con los que procuran aliviar el frìo provocado por la intensa nevada y las temperaturas bajo cero.
¿Lo primero es la salud?
Este panorama español, con algunas variantes se repite en muchos países europeos y en el resto del mundo. El coronavirus sigue infectando a millones de personas, pero las consecuencias son desiguales según los territorios, las regiones, los barrios. Y es evidente que los países con mayor pobreza, tienen amplios sectores de población que no reciben la atención necesaria. La salud es para quienes pueden pagarla, o sea unas minorías.
Pero más allá de las cifras, queda la sensación de que una vez más, la flagrante desigualdad en la que vive la población mundial, castigará a los que menos tienen, a los desposeídos, a los que siempre esperan lo que nunca llega.
Esa es la verdadera pandemia permanente que los pueblos tendremos que derrotar: la desigualdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario