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Atilio A. Boron
El significado de estas palabras: “superior” o “nuevo” estaba lejos
de ser idéntico. Sus diferencias obligaban a hacer un breve ejercicio
hermenéutico encaminado a vislumbrar, de la manera más clara posible, lo
que Lenin había querido decir cuando eligió la segunda y no la primera.
Luego de una estupenda cena casera con los amigos del CEFMA 1,
uno de ellos, Hernán Randi, se entretenía mirando un hermosísimo libro
de fotos e imágenes sobre Lenin publicado en Rusia durante la época
soviética. 2
Pasaba distraídamente sus hojas cuando de repente tropezó con una
lámina que le llamó la atención, y compartió esa sorpresa con los demás:
era una que contenía la copia facsimilar de la tapa de la edición rusa
del clásico libro de Lenin sobre el imperialismo. Randi, quien tiene
conocimientos de ruso por haber estudiado en la Unión Soviética en los
últimos años de los ochentas y hasta el derrumbe, reparó en un detalle
que en ese momento nos pareció como una sorpresiva curiosidad: el título
original de la obra, tal como allí aparecía era: El imperialismo, lo nuevo del capitalismo.3 Poco
después la conversación siguió su curso, estimulada por la
contemplación de otros tesoros fotográficos contenido en la obra pero,
un día después ese detalle reapareció en mi recuerdo con la conciencia
de que tenía una significación teórica que trascendía de lejos la
primera impresión, y que la curiosidad y lo anecdótico podían ocultar
una cuestión mucho más de fondo.
En efecto, el significado de estas palabras: “superior” o “nuevo” estaba lejos de ser idéntico. Sus diferencias obligaban a hacer un breve ejercicio hermenéutico encaminado a vislumbrar, de la manera más clara posible, lo que Lenin había querido decir cuando eligió la segunda y no la primera. Las cosas se complicaron más cuando, revisando algunos textos posteriores de Lenin pude comprobar, por ejemplo, que en La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky se refiere a su libro como El Imperialismo, etapa contemporánea del capitalismo.4 Las traducciones al inglés del libro dedicado a refutar las tesis de Kautsky se refieren a este mismo asunto aunque en lugar de “contemporánea” aparece la voz “última”. Así sucedió con una edición hecha en la Argentina y también con la que publicara la editorial de Lenguas Extranjeras de la República Popular China. Lamentablemente, no se aclara cual fue esa primera edición en lengua inglesa.5 Nos encontramos así ante cuatro posibles conceptos para caracterizar al capitalismo de ese tiempo: “superior”, “nueva o novedosa”, “contemporáneo” y “última”.
Salta a la vista que “nueva”, “novedosa”, “contemporánea” o “última” son términos que carecen de las positivas connotaciones axiológicas que guarda la voz “superior.” Esta implica una elevación, un ascenso hacia niveles nunca alcanzados en el proceso de construcción histórica de una formación económico-social capitalista, valoración que es altamente improbable estuviera presente en la visión que Lenin tenía sobre este modo de producción. En el Diccionario Ideológico de la Lengua Española, de Julián Casares, se define el adjetivo “superior” en los siguientes términos: “dícese de lo que está más alto y en lugar preeminente respecto de otra cosa.// fig. Dícese de lo más excelente y digno de aprecio.// Excelente, muy bueno.” Dos problemas, por lo tanto: primero, “excelente” o “digno de aprecio” son calificaciones que Lenin jamás le adjudicó al capitalismo. Segundo, en el término “superior” subyace una premisa evolucionista y etapista ajena por completo al pensamiento de Lenin pero que se ajustaba como anillo al dedo a la concepción histórica que informaba la codificación que el estalinismo haría de sus ideas después de su muerte. En efecto, lo superior implica el desarrollo de potencialidades existentes en la forma inferior y una marcha ininterrumpida hacia un estadío merecedor de una mejor valoración. Sólo que la asunción de estas premisas por parte de Lenin supondría la adhesión a un esquema de interpretación lineal y abstracto –ergo, no dialéctico- de la historia del capitalismo, y de su situación a comienzos del siglo veinte, que era completamente ajena a la tradición marxista tan cuidadosamente respetada y preservada por el revolucionario bolchevique a lo largo de toda su vida. Más no era éste el caso de la concepción etapista sintetizada en el Diamat de la Academia de Ciencias de la URSS, donde la sucesión histórica que llevaba del capitalismo de libre competencia a una etapa “superior”, signada por el predominio de los monopolios, no podía sino desembocar en “otra etapa superior”, la dictadura del proletariado del interregno socialista que, a su vez, culminaría con la llegada a la estación final del proceso histórico: el comunismo.
Alguien podría objetar este razonamiento recordando que Marx y Engels también hablan del comunismo como la “fase superior” del socialismo, tema que es concienzudamente examinado por el propio Lenin en el El Estado y la Revolución, cuando analiza la crucial cuestión de las bases económicas de la extinción del estado.6 Pero en el caso de los fundadores del materialismo histórico la “superioridad” del comunismo se asentaba sobre profundos fundamentos éticos, económicos y políticos ya que consolidaba los avances del socialismo. No era tan sólo algo novedoso sino sobre todo algo axiológicamente mucho mejor, más igualitario, emancipador, liberador porque el comunismo suponía la clausura definitiva de la prehistoria de la humanidad, signada por la existencia de la explotación clasista, y el amanecer de una inédita forma social despojada de ese lastre. Era, por lo tanto, perfectamente posible en este caso hablar de una forma “superior.”
Teniendo en cuenta estos antecedentes se puede concluir que no podía ser ese el sentido que Lenin le asignaba a la nueva reconfiguración del capitalismo en su etapa imperialista, signaba, como tantas veces lo subrayara, por el predominio de los monopolios. De ahí que, siendo un pensador y político saludablemente obsesionado por el estricto uso del lenguaje, no haya sido nada casual que en lugar de “superior” hubiera utilizado la expresión “nueva” (o “novedosa”, según se traduzca del ruso) para referirse, precisamente, a los cambios que presentaba el capitalismo en el marco de la Primera Guerra Mundial. La cosmovisión filosófica integral de Lenin, arraigada profundamente en el suelo de la tradición marxista, no le hubiera permitido jamás concebir que las horrendas mutaciones del capitalismo en la edad de los monopolios, la universalización del bandidaje, el saqueo y el pillaje, y la carnicería de la Primera Guerra Mundial podían constituir una fase “superior” en cualquier sentido del término. Era novedoso, sin duda; y era conveniente tomar nota de esos cambios, pero para nada podrían considerarse como algo “superior.” 7
Dado lo anterior no deja de ser lamentable el infortunio editorial que corrió la obra de Lenin en su traducción a distintos idiomas. En la gran mayoría de las lenguas occidentales se reemplazó “nueva” por “superior”. La generalizada utilización de “superior”, ¿no estaría induciendo que un capitalismo instalado en una etapa “superior” es mejor –en algún sentido- que el que le precedió? Esta conclusión se ajustaba muy bien a la opinión por entonces prevaleciente en la socialdemocracia alemana, que ya había abjurado de la revolución y del socialismo; y también hacía lo propio con la codificación estalinista del legado teórico de Lenin. En vista de lo anterior no sería temerario proponer que este reemplazo de términos distorsiona lo que Lenin efectivamente pensaba acerca del capitalismo de su tiempo. Por otra parte hubo variaciones en las traducciones que contribuyeron a confundir aún más las cosas. La primera al francés de la obra de Lenin se hace con el sorprendente título de L'impérialisme, stade suprême du capitalisme, en donde la introducción del adjetivo “supremo” debió seguramente causar un profundo fastidio en Lenin, en caso de que hubiese llegado a ver la edición de su obra porque desnaturalizaba burdamente su concepción sobre el asunto. ¿Qué es esto de llamar “supremo” –algo inalcanzablemente superior- a un régimen económico social signado por la conquista, el pillaje, la guerra y la superexplotación de las masas a escala mundial? No obstante, ya muerto Lenin, la editorial del Partido Comunista Francés, (L’Humanité) re-edita la obra en 1925 y corrigió el error, sólo que con una espectacular modificación de su título: ahora el libro se llama L'impérialisme, derniere stade du capitalisme.8 Si antes esa fase era “suprema” ahora pasa a ser la “última”. Salvo, para los editores en lengua italiana que hasta el día de hoy continúan utilizando el vocablo originalmente adoptado por los franceses, la interpretación canónica del título de la obra quedó plasmada en la forma hoy por todos conocida: el imperialismo es la etapa “superior” del capitalismo. En Alemania la obra de Lenin fue traducida como Der Imperialismus als höchstes Stadium des Kapitalismus en donde la palabra “höchstes”, también aludía a una condición de superioridad, una elevación por encima de todo el resto. Y en línea con esta interpretación encontramos los títulos de las sucesivas ediciones registradas en lengua castellana, inglesa y portuguesa.
Un breve texto de Lenin escrito pocos meses después de su libro, y titulado “El imperialismo y la escisión del socialismo”, clarifica sólo en parte esta discusión, agravada, nuevamente, por los problemas propios de la traducción del ruso a otras lenguas.9 En ese escrito Lenin define textualmente al imperialismo “como una fase histórica especial del capitalismo, que tiene tres peculiaridades; el imperialismo es: 1) capitalismo monopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3) capitalismo agonizante. La sustitución de la libre competencia por el monopolio es el rasgo económico fundamental, la esencia del imperialismo.” 10 Poco más abajo aparece la expresión “fase superior” (otra vez, en la traducción a lengua castellana, que requeriría examinar el texto original ruso para ver si es ese el término empleado por Lenin) pero renglón seguido dice que “las guerras hispano-americana (1898), anglo-bóer (1899-1902 y ruso-japonesa (1904-1905) y la crisis económica de Europa en 1900 son los principales jalones históricos de esta nueva época de la historia mundial.” 11 Parecería claro, en consecuencia, que lo de “superior” es, en el mejor de los casos (traducción mediante) una consideración secundaria en relación a los novedosos elementos que caracterizan a una nueva época en la historia mundial.
Por lo visto hasta aquí la traducción de textos teóricos fundamentales plantea a veces serios problemas hermenéuticos. Ya examinamos brevemente el problema en un trabajo en el cual cuestionábamos una traducción canónica –pero insanablemente equivocada, como muchas de las verdades contenida en el canon de lo correcto- de un término que emplea Marx en su famoso "Prólogo" a la Contribución a la crítica de la economía política . Traducción que indujo a autores como Ernesto Laclau y tantos otros a extraer erróneas conclusiones en relación al clásico problema de la relación entre estructuras y superestructuras, con todas las complejidades y problemas que tiene esta segunda expresión. En efecto, Laclau plantea en uno de sus escritos una crítica al carácter determinista del marxismo, misma que permea a lo largo de toda su obra pero que se verifica de manera rotunda en el mencionado escrito de Marx en el cual se utiliza un verbo –“bedingen”- que es torpemente traducido como “determinar”, para especificar la naturaleza del vínculo estructura/superestructura. Ahora bien: “bedingen” quiere decir, según el Diccionario Langenscheidts Alemán-Español, “condicionar”, “requerir” o “presuponer”, al paso que determinar, en alemán, es “bestimmen”. Que un personaje tan cuidadoso con sus escritos como Marx haya utilizado “bedingen” y no “bestimmen” no fue casual; la estructura puede condicionar a la superestructura política o cultural, pero no la determina, al menos en el sentido fuerte que una cierta crítica virulentamente anti-marxista se regodea en señalar. Este grosero error de traducción ha quedado consagrado por el tiempo, dando pátina de seriedad a una crítica tan infundada como malintencionada del supuesto “determinismo” de Marx.12
Pero los problemas no son sólo de traducción. El pensamiento marxista, nacido y desarrollado en los entresijos de un sistema que persiguió esas ideas con implacable saña, siempre tuvo que lidiar no sólo con los duros desafíos que le planteaba la praxis revolucionaria y el devenir del proceso histórico –que a menudo ponían en entredicho algunos de los supuestos de la primera- sino también las dificultades que la censura imponía a la difusión de sus obras. Gramsci fue víctima preferencial de esta práctica durante los once años que permaneció en las cárceles del fascismo, pero otro tanto ocurrió con Lenin que, refugiado en Zurich se empeñaba en hacer circular sus obras sorteando los obstáculos que interponía la censura zarista. Precisamente en el “Prólogo” al Imperialismo dice textualmente que “(E)l folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto no sólo me vi precisado a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico –sobre todo económico-, sino también a formular las indispensables y poco numerosas observaciones de carácter político con una extraordinaria prudencia, por medio de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la pluma para escribir algo con destino a la literatura “legal.” 13
Si bien lo que acabamos de escribir es apenas un preliminar ejercicio que merecería un tratamiento más sistemático no sería erróneo concluir que, a los efectos de la educación política de los cuadros y militantes anticapitalistas, convendría restaurar el título original de la obra de Lenin sustituyendo “superior” por “nueva”. Y esto por varias razones:
(a) porque este último concepto subraya las incesantes novedades que presenta el capitalismo, el modo de producción más dinámico de la historia, según lo atestiguaran Marx y Engels, abandonando, por lo tanto, las coagulaciones conceptuales que impiden dar cuenta de sus permanentes transformaciones las que, sin embargo, no alcanzan a disimular la persistencia de sus inherentemente opresivas determinaciones esenciales;
(b) porque la idea de “superioridad” puede fácilmente desembocar en una concepción del capitalismo imperialista como una entidad fantasmática, inasible, inabordable y sobre todo inexpugnable, estimulando la pasividad o el fatalismo derrotista de las clases y capas subordinadas y la ilusión de que la superación del capitalismo sólo podrá ser la obra de los azarosos impulsos erráticos, anómicos e imprevisibles de las multitudes nómadas. Imperio, la clásica obra de Hardt y Negri, es un claro ejemplo de lo que venimos diciendo. Obviamente, a partir de ello se liquida la teoría de la revolución, el debate sobre las estrategias y tácticas de lucha anticapitalista y la concepción (y la necesidad) del partido revolucionario. ¡Estupendo negocio para la burguesía y los imperialistas!
(c) porque la idea de la permanente novedad del capitalismo obliga a las fuerzas que militan a favor de la revolución anti-capitalista a extremar sus esfuerzos para profundizar en su estudio, a fortalecer su conocimiento y a cultivar el desarrollo de la teoría marxista, en línea con aquel viejo apotegma de Lenin que decía que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Y que un estímulo para el desarrollo de la teoría es la constatación de que nos encontramos ante un sistema que se reproduce y permanece, pero lo hace “revolucionándose incesantemente”, como Marx y Engels decían en el Manifiesto Comunista y que por eso mismo es preciso examinar las transformaciones de su fisonomía, sus cambios de piel bajo los cuales se preservan y refuerzan los inhumanos y opresivos fundamentos del orden social capitalista. Sin ese adecuado conocimiento resultará muy difícil, para no decir imposible, pretender cambiar al sistema. Lección número uno del arte militar, desde Tsun Tzu a Lenin y Gramcsi, pasando por Maquiavelo y von Clausewitz: enemigo que se desconoce no puede ser derrotado;
(d) por último, porque estoy absolutamente convencido que si hay algo que Lenin no quería era que en cualquiera de sus escritos se deslizara la posibilidad de concebir al capitalismo como una formación social indestructible a favor de su enorme capacidad para “superarse” permanentemente. Una tal concepción remata inevitablemente en la tesis de la economía clásica inglesa, tan criticada por Marx, que mientras consideraba a las formaciones sociales precapitalistas como productos artificiales de la historia naturalizaba y eternizaba al capitalismo.
Por todo lo anterior, sería aconsejable hacer un esfuerzo en dos direcciones: primero, para revisar cuidadosamente los textos originales de Lenin escritos en lengua rusa y verificar la correcta traducción de algunos de sus conceptos cruciales, como el imperialismo; segundo, sugerir a las editoriales que publican el clásico libro de Lenin que procedan a cambiar el título, respetando estrictamente el que había elegido su autor cuando en 1917 lo publicara en su lengua materna.
___________
1 CEFMA. Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti
2 Randi es Periodista y Dicector Adjunto del CEFMA.
3 Podría también traducirse como El imperialismo, lo novedoso del capitalismo. Es sabido las dificultades que comporta la traducción, especialmente desde una lengua eslava a una romance como el castellano. Pero más allá de estos problemas, es claro que la expresión “superior” no se hallaba presente en la primera edición de la obra de Lenin que viera la luz bajo la muy cuidadosa supervisión del autor. Recordemos que la obra fue publicada en ruso a mediados de 1917 en Petrogrado, habiendo sido escrita entre Enero y Junio de 1916.
4 Tal es la traducción del ruso que se encuentra en V. I. Lenin, Obras Escogidas en doce tomos (Moscú: Editorial Progreso, 1977), p. 2.
5 Ver en lengua castellana La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky (Buenos Aires: Editorial Anteo, "Pequeña biblioteca Marxista-Leninista",1974) pg. 9. La traducción china al inglés lleva por título The Proletarian Revolution and the Renegade Kaustky (Pekin: Foreign Languages Press, 1965), p. 3
6 El análisis se encuentra en el capítulo 5 de la mencionada obra.
7 Un dato que conviene tener en cuenta sobre el proceso de elaboración de El Imperialismo: según el historiador y filósofo marxista italiano Luciano Gruppi durante el período 1912-1916 Lenin consultó 148 libros y 232 artículos sobre el tema, y las notas y comentarios sobre estos materiales llenaron veinte cuadernos. Sobre esto ver Luciano Gruppi, Il pensiero di Lenin (Roma: Editori Riiuniti, 1971), pp. 150-151. El historiador británico D. K. Fieldhouse también aporta algunos elementos sobre la formación del pensamiento de Lenin. Ver su “Imperialism: An Historiographical Revision”, en The Economic History Review (New Series, Vol. 14, No. 2 (1961), pp. 187-209.
8 Téngase presente que La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky en una obra de 1918. Es decir que ya para ese entonces Lenin sabía que una traducción de su libro sobre el imperialismo utilizaba la expresión “última” en el título. La edición francesa que apela a este término es recién de 1925.
9 Obras Escogidas en Doce Tomos, op. cit. pp. 55-61. La cita es de la página 55 y el énfasis se encuentra en el original. El texto fue escrito en Octubre de 1916 y publicado en Diciembre en el número 2 del “Sbórnik Sotsial-Demokrata”.
10 El énfasis es nuestro.
11 Ibid., p. 55. El énfasis es otra vez nuestro, para subrayar una vez más la importancia que Lenin le asignaba a los aspectos novedosos del capitalismo y de la propia historia mundial.
12 Ver nuestro Tras el Búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000), libro que se puede descargar gratuitamente en https://docs.google.com/file/d/0Bx2YC3gJbq2TOTFmZTE0OTctMTViOS00NmZhLTg2YjctZTU3MmQ1YjIzODNj/edit?pli=1
En el capítulo 3 de ese libro se esboza una crítica a los mal llamados “gramscianos argentinos” y a los “postmarxistas”, y especialmente a la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. La cita concreta sobre la cuestión del “determinismo” en Marx se encuentra en la obra del primero de los autores, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (Buenos Aires, Nueva Visión: 1993) p. 22.
13 Cf. La versión del libro de Lenin publicada por Ediciones Luxemburg en 2009, con el notable estudio introductorio de Plinio de Arruda Sampaio Júnior. La referida cita de Lenin se encuentra en la página 93. No es un dato menor que el subtítulo del libro de Lenin sea “Ensayo Popular”, lo que indica muy claramente cuál era la intención del autor y a qué público quería llegar, y los problemas que ante estos propósitos erigía la necesidad de escribir utilizando el “maldito lenguaje de Esopo.”
En efecto, el significado de estas palabras: “superior” o “nuevo” estaba lejos de ser idéntico. Sus diferencias obligaban a hacer un breve ejercicio hermenéutico encaminado a vislumbrar, de la manera más clara posible, lo que Lenin había querido decir cuando eligió la segunda y no la primera. Las cosas se complicaron más cuando, revisando algunos textos posteriores de Lenin pude comprobar, por ejemplo, que en La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky se refiere a su libro como El Imperialismo, etapa contemporánea del capitalismo.4 Las traducciones al inglés del libro dedicado a refutar las tesis de Kautsky se refieren a este mismo asunto aunque en lugar de “contemporánea” aparece la voz “última”. Así sucedió con una edición hecha en la Argentina y también con la que publicara la editorial de Lenguas Extranjeras de la República Popular China. Lamentablemente, no se aclara cual fue esa primera edición en lengua inglesa.5 Nos encontramos así ante cuatro posibles conceptos para caracterizar al capitalismo de ese tiempo: “superior”, “nueva o novedosa”, “contemporáneo” y “última”.
Salta a la vista que “nueva”, “novedosa”, “contemporánea” o “última” son términos que carecen de las positivas connotaciones axiológicas que guarda la voz “superior.” Esta implica una elevación, un ascenso hacia niveles nunca alcanzados en el proceso de construcción histórica de una formación económico-social capitalista, valoración que es altamente improbable estuviera presente en la visión que Lenin tenía sobre este modo de producción. En el Diccionario Ideológico de la Lengua Española, de Julián Casares, se define el adjetivo “superior” en los siguientes términos: “dícese de lo que está más alto y en lugar preeminente respecto de otra cosa.// fig. Dícese de lo más excelente y digno de aprecio.// Excelente, muy bueno.” Dos problemas, por lo tanto: primero, “excelente” o “digno de aprecio” son calificaciones que Lenin jamás le adjudicó al capitalismo. Segundo, en el término “superior” subyace una premisa evolucionista y etapista ajena por completo al pensamiento de Lenin pero que se ajustaba como anillo al dedo a la concepción histórica que informaba la codificación que el estalinismo haría de sus ideas después de su muerte. En efecto, lo superior implica el desarrollo de potencialidades existentes en la forma inferior y una marcha ininterrumpida hacia un estadío merecedor de una mejor valoración. Sólo que la asunción de estas premisas por parte de Lenin supondría la adhesión a un esquema de interpretación lineal y abstracto –ergo, no dialéctico- de la historia del capitalismo, y de su situación a comienzos del siglo veinte, que era completamente ajena a la tradición marxista tan cuidadosamente respetada y preservada por el revolucionario bolchevique a lo largo de toda su vida. Más no era éste el caso de la concepción etapista sintetizada en el Diamat de la Academia de Ciencias de la URSS, donde la sucesión histórica que llevaba del capitalismo de libre competencia a una etapa “superior”, signada por el predominio de los monopolios, no podía sino desembocar en “otra etapa superior”, la dictadura del proletariado del interregno socialista que, a su vez, culminaría con la llegada a la estación final del proceso histórico: el comunismo.
Alguien podría objetar este razonamiento recordando que Marx y Engels también hablan del comunismo como la “fase superior” del socialismo, tema que es concienzudamente examinado por el propio Lenin en el El Estado y la Revolución, cuando analiza la crucial cuestión de las bases económicas de la extinción del estado.6 Pero en el caso de los fundadores del materialismo histórico la “superioridad” del comunismo se asentaba sobre profundos fundamentos éticos, económicos y políticos ya que consolidaba los avances del socialismo. No era tan sólo algo novedoso sino sobre todo algo axiológicamente mucho mejor, más igualitario, emancipador, liberador porque el comunismo suponía la clausura definitiva de la prehistoria de la humanidad, signada por la existencia de la explotación clasista, y el amanecer de una inédita forma social despojada de ese lastre. Era, por lo tanto, perfectamente posible en este caso hablar de una forma “superior.”
Teniendo en cuenta estos antecedentes se puede concluir que no podía ser ese el sentido que Lenin le asignaba a la nueva reconfiguración del capitalismo en su etapa imperialista, signaba, como tantas veces lo subrayara, por el predominio de los monopolios. De ahí que, siendo un pensador y político saludablemente obsesionado por el estricto uso del lenguaje, no haya sido nada casual que en lugar de “superior” hubiera utilizado la expresión “nueva” (o “novedosa”, según se traduzca del ruso) para referirse, precisamente, a los cambios que presentaba el capitalismo en el marco de la Primera Guerra Mundial. La cosmovisión filosófica integral de Lenin, arraigada profundamente en el suelo de la tradición marxista, no le hubiera permitido jamás concebir que las horrendas mutaciones del capitalismo en la edad de los monopolios, la universalización del bandidaje, el saqueo y el pillaje, y la carnicería de la Primera Guerra Mundial podían constituir una fase “superior” en cualquier sentido del término. Era novedoso, sin duda; y era conveniente tomar nota de esos cambios, pero para nada podrían considerarse como algo “superior.” 7
Dado lo anterior no deja de ser lamentable el infortunio editorial que corrió la obra de Lenin en su traducción a distintos idiomas. En la gran mayoría de las lenguas occidentales se reemplazó “nueva” por “superior”. La generalizada utilización de “superior”, ¿no estaría induciendo que un capitalismo instalado en una etapa “superior” es mejor –en algún sentido- que el que le precedió? Esta conclusión se ajustaba muy bien a la opinión por entonces prevaleciente en la socialdemocracia alemana, que ya había abjurado de la revolución y del socialismo; y también hacía lo propio con la codificación estalinista del legado teórico de Lenin. En vista de lo anterior no sería temerario proponer que este reemplazo de términos distorsiona lo que Lenin efectivamente pensaba acerca del capitalismo de su tiempo. Por otra parte hubo variaciones en las traducciones que contribuyeron a confundir aún más las cosas. La primera al francés de la obra de Lenin se hace con el sorprendente título de L'impérialisme, stade suprême du capitalisme, en donde la introducción del adjetivo “supremo” debió seguramente causar un profundo fastidio en Lenin, en caso de que hubiese llegado a ver la edición de su obra porque desnaturalizaba burdamente su concepción sobre el asunto. ¿Qué es esto de llamar “supremo” –algo inalcanzablemente superior- a un régimen económico social signado por la conquista, el pillaje, la guerra y la superexplotación de las masas a escala mundial? No obstante, ya muerto Lenin, la editorial del Partido Comunista Francés, (L’Humanité) re-edita la obra en 1925 y corrigió el error, sólo que con una espectacular modificación de su título: ahora el libro se llama L'impérialisme, derniere stade du capitalisme.8 Si antes esa fase era “suprema” ahora pasa a ser la “última”. Salvo, para los editores en lengua italiana que hasta el día de hoy continúan utilizando el vocablo originalmente adoptado por los franceses, la interpretación canónica del título de la obra quedó plasmada en la forma hoy por todos conocida: el imperialismo es la etapa “superior” del capitalismo. En Alemania la obra de Lenin fue traducida como Der Imperialismus als höchstes Stadium des Kapitalismus en donde la palabra “höchstes”, también aludía a una condición de superioridad, una elevación por encima de todo el resto. Y en línea con esta interpretación encontramos los títulos de las sucesivas ediciones registradas en lengua castellana, inglesa y portuguesa.
Un breve texto de Lenin escrito pocos meses después de su libro, y titulado “El imperialismo y la escisión del socialismo”, clarifica sólo en parte esta discusión, agravada, nuevamente, por los problemas propios de la traducción del ruso a otras lenguas.9 En ese escrito Lenin define textualmente al imperialismo “como una fase histórica especial del capitalismo, que tiene tres peculiaridades; el imperialismo es: 1) capitalismo monopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3) capitalismo agonizante. La sustitución de la libre competencia por el monopolio es el rasgo económico fundamental, la esencia del imperialismo.” 10 Poco más abajo aparece la expresión “fase superior” (otra vez, en la traducción a lengua castellana, que requeriría examinar el texto original ruso para ver si es ese el término empleado por Lenin) pero renglón seguido dice que “las guerras hispano-americana (1898), anglo-bóer (1899-1902 y ruso-japonesa (1904-1905) y la crisis económica de Europa en 1900 son los principales jalones históricos de esta nueva época de la historia mundial.” 11 Parecería claro, en consecuencia, que lo de “superior” es, en el mejor de los casos (traducción mediante) una consideración secundaria en relación a los novedosos elementos que caracterizan a una nueva época en la historia mundial.
Por lo visto hasta aquí la traducción de textos teóricos fundamentales plantea a veces serios problemas hermenéuticos. Ya examinamos brevemente el problema en un trabajo en el cual cuestionábamos una traducción canónica –pero insanablemente equivocada, como muchas de las verdades contenida en el canon de lo correcto- de un término que emplea Marx en su famoso "Prólogo" a la Contribución a la crítica de la economía política . Traducción que indujo a autores como Ernesto Laclau y tantos otros a extraer erróneas conclusiones en relación al clásico problema de la relación entre estructuras y superestructuras, con todas las complejidades y problemas que tiene esta segunda expresión. En efecto, Laclau plantea en uno de sus escritos una crítica al carácter determinista del marxismo, misma que permea a lo largo de toda su obra pero que se verifica de manera rotunda en el mencionado escrito de Marx en el cual se utiliza un verbo –“bedingen”- que es torpemente traducido como “determinar”, para especificar la naturaleza del vínculo estructura/superestructura. Ahora bien: “bedingen” quiere decir, según el Diccionario Langenscheidts Alemán-Español, “condicionar”, “requerir” o “presuponer”, al paso que determinar, en alemán, es “bestimmen”. Que un personaje tan cuidadoso con sus escritos como Marx haya utilizado “bedingen” y no “bestimmen” no fue casual; la estructura puede condicionar a la superestructura política o cultural, pero no la determina, al menos en el sentido fuerte que una cierta crítica virulentamente anti-marxista se regodea en señalar. Este grosero error de traducción ha quedado consagrado por el tiempo, dando pátina de seriedad a una crítica tan infundada como malintencionada del supuesto “determinismo” de Marx.12
Pero los problemas no son sólo de traducción. El pensamiento marxista, nacido y desarrollado en los entresijos de un sistema que persiguió esas ideas con implacable saña, siempre tuvo que lidiar no sólo con los duros desafíos que le planteaba la praxis revolucionaria y el devenir del proceso histórico –que a menudo ponían en entredicho algunos de los supuestos de la primera- sino también las dificultades que la censura imponía a la difusión de sus obras. Gramsci fue víctima preferencial de esta práctica durante los once años que permaneció en las cárceles del fascismo, pero otro tanto ocurrió con Lenin que, refugiado en Zurich se empeñaba en hacer circular sus obras sorteando los obstáculos que interponía la censura zarista. Precisamente en el “Prólogo” al Imperialismo dice textualmente que “(E)l folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto no sólo me vi precisado a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico –sobre todo económico-, sino también a formular las indispensables y poco numerosas observaciones de carácter político con una extraordinaria prudencia, por medio de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la pluma para escribir algo con destino a la literatura “legal.” 13
Si bien lo que acabamos de escribir es apenas un preliminar ejercicio que merecería un tratamiento más sistemático no sería erróneo concluir que, a los efectos de la educación política de los cuadros y militantes anticapitalistas, convendría restaurar el título original de la obra de Lenin sustituyendo “superior” por “nueva”. Y esto por varias razones:
(a) porque este último concepto subraya las incesantes novedades que presenta el capitalismo, el modo de producción más dinámico de la historia, según lo atestiguaran Marx y Engels, abandonando, por lo tanto, las coagulaciones conceptuales que impiden dar cuenta de sus permanentes transformaciones las que, sin embargo, no alcanzan a disimular la persistencia de sus inherentemente opresivas determinaciones esenciales;
(b) porque la idea de “superioridad” puede fácilmente desembocar en una concepción del capitalismo imperialista como una entidad fantasmática, inasible, inabordable y sobre todo inexpugnable, estimulando la pasividad o el fatalismo derrotista de las clases y capas subordinadas y la ilusión de que la superación del capitalismo sólo podrá ser la obra de los azarosos impulsos erráticos, anómicos e imprevisibles de las multitudes nómadas. Imperio, la clásica obra de Hardt y Negri, es un claro ejemplo de lo que venimos diciendo. Obviamente, a partir de ello se liquida la teoría de la revolución, el debate sobre las estrategias y tácticas de lucha anticapitalista y la concepción (y la necesidad) del partido revolucionario. ¡Estupendo negocio para la burguesía y los imperialistas!
(c) porque la idea de la permanente novedad del capitalismo obliga a las fuerzas que militan a favor de la revolución anti-capitalista a extremar sus esfuerzos para profundizar en su estudio, a fortalecer su conocimiento y a cultivar el desarrollo de la teoría marxista, en línea con aquel viejo apotegma de Lenin que decía que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Y que un estímulo para el desarrollo de la teoría es la constatación de que nos encontramos ante un sistema que se reproduce y permanece, pero lo hace “revolucionándose incesantemente”, como Marx y Engels decían en el Manifiesto Comunista y que por eso mismo es preciso examinar las transformaciones de su fisonomía, sus cambios de piel bajo los cuales se preservan y refuerzan los inhumanos y opresivos fundamentos del orden social capitalista. Sin ese adecuado conocimiento resultará muy difícil, para no decir imposible, pretender cambiar al sistema. Lección número uno del arte militar, desde Tsun Tzu a Lenin y Gramcsi, pasando por Maquiavelo y von Clausewitz: enemigo que se desconoce no puede ser derrotado;
(d) por último, porque estoy absolutamente convencido que si hay algo que Lenin no quería era que en cualquiera de sus escritos se deslizara la posibilidad de concebir al capitalismo como una formación social indestructible a favor de su enorme capacidad para “superarse” permanentemente. Una tal concepción remata inevitablemente en la tesis de la economía clásica inglesa, tan criticada por Marx, que mientras consideraba a las formaciones sociales precapitalistas como productos artificiales de la historia naturalizaba y eternizaba al capitalismo.
Por todo lo anterior, sería aconsejable hacer un esfuerzo en dos direcciones: primero, para revisar cuidadosamente los textos originales de Lenin escritos en lengua rusa y verificar la correcta traducción de algunos de sus conceptos cruciales, como el imperialismo; segundo, sugerir a las editoriales que publican el clásico libro de Lenin que procedan a cambiar el título, respetando estrictamente el que había elegido su autor cuando en 1917 lo publicara en su lengua materna.
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1 CEFMA. Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti
2 Randi es Periodista y Dicector Adjunto del CEFMA.
3 Podría también traducirse como El imperialismo, lo novedoso del capitalismo. Es sabido las dificultades que comporta la traducción, especialmente desde una lengua eslava a una romance como el castellano. Pero más allá de estos problemas, es claro que la expresión “superior” no se hallaba presente en la primera edición de la obra de Lenin que viera la luz bajo la muy cuidadosa supervisión del autor. Recordemos que la obra fue publicada en ruso a mediados de 1917 en Petrogrado, habiendo sido escrita entre Enero y Junio de 1916.
4 Tal es la traducción del ruso que se encuentra en V. I. Lenin, Obras Escogidas en doce tomos (Moscú: Editorial Progreso, 1977), p. 2.
5 Ver en lengua castellana La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky (Buenos Aires: Editorial Anteo, "Pequeña biblioteca Marxista-Leninista",1974) pg. 9. La traducción china al inglés lleva por título The Proletarian Revolution and the Renegade Kaustky (Pekin: Foreign Languages Press, 1965), p. 3
6 El análisis se encuentra en el capítulo 5 de la mencionada obra.
7 Un dato que conviene tener en cuenta sobre el proceso de elaboración de El Imperialismo: según el historiador y filósofo marxista italiano Luciano Gruppi durante el período 1912-1916 Lenin consultó 148 libros y 232 artículos sobre el tema, y las notas y comentarios sobre estos materiales llenaron veinte cuadernos. Sobre esto ver Luciano Gruppi, Il pensiero di Lenin (Roma: Editori Riiuniti, 1971), pp. 150-151. El historiador británico D. K. Fieldhouse también aporta algunos elementos sobre la formación del pensamiento de Lenin. Ver su “Imperialism: An Historiographical Revision”, en The Economic History Review (New Series, Vol. 14, No. 2 (1961), pp. 187-209.
8 Téngase presente que La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky en una obra de 1918. Es decir que ya para ese entonces Lenin sabía que una traducción de su libro sobre el imperialismo utilizaba la expresión “última” en el título. La edición francesa que apela a este término es recién de 1925.
9 Obras Escogidas en Doce Tomos, op. cit. pp. 55-61. La cita es de la página 55 y el énfasis se encuentra en el original. El texto fue escrito en Octubre de 1916 y publicado en Diciembre en el número 2 del “Sbórnik Sotsial-Demokrata”.
10 El énfasis es nuestro.
11 Ibid., p. 55. El énfasis es otra vez nuestro, para subrayar una vez más la importancia que Lenin le asignaba a los aspectos novedosos del capitalismo y de la propia historia mundial.
12 Ver nuestro Tras el Búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000), libro que se puede descargar gratuitamente en https://docs.google.com/file/d/0Bx2YC3gJbq2TOTFmZTE0OTctMTViOS00NmZhLTg2YjctZTU3MmQ1YjIzODNj/edit?pli=1
En el capítulo 3 de ese libro se esboza una crítica a los mal llamados “gramscianos argentinos” y a los “postmarxistas”, y especialmente a la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. La cita concreta sobre la cuestión del “determinismo” en Marx se encuentra en la obra del primero de los autores, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (Buenos Aires, Nueva Visión: 1993) p. 22.
13 Cf. La versión del libro de Lenin publicada por Ediciones Luxemburg en 2009, con el notable estudio introductorio de Plinio de Arruda Sampaio Júnior. La referida cita de Lenin se encuentra en la página 93. No es un dato menor que el subtítulo del libro de Lenin sea “Ensayo Popular”, lo que indica muy claramente cuál era la intención del autor y a qué público quería llegar, y los problemas que ante estos propósitos erigía la necesidad de escribir utilizando el “maldito lenguaje de Esopo.”
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