Sacco & Vanzetti, Sacco And Vanzetti, Sacco e Vanzetti, Sacco y Vanzetti es una película del año 1971 dirigida por Giuliano Montaldo y producida en Italia.
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Sinopsis
Ahora podrás Ver Sacco And Vanzetti (Sacco e Vanzetti // Sacco & Vanzetti // Sacco y Vanzetti) Online en HD
Del director Giuliano Montaldo
Del director Giuliano Montaldo
Basada
en hechos reales. En 1920, en Massachusets, Nicola Sacco y Bartolomeo
Vanzetti, dos inmigrantes italianos de ideología anarquista, fueron
acusados de un atraco a mano armada y del asesinato de dos personas…
CARTAS
CARTAS
1.- A los compañeros y a los amigos que siguieron nuestro via crucis, carta de Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti.
18 de octubre de 1921.
Cárcel de Dedham, Mass.
Cárcel de Dedham, Mass.
Hemos
sido erróneamente condenados por un atroz asesinato que otras personas
cometieron. El crimen es completamente extraño a la lucha de los
trabajadores para mejorar su situación.
No tenemos miedo a la muerte.
Todo
trabajador, como siervo del capitalismo, afronta millones de veces la
muerte en el cumplimiento de sus tareas. No tememos la muerte, pero nos
rebelamos angustiados al pensar que debemos morir por un delito que no
hemos cometido, por un hecho que no tiene ningún significado social.
Desde los primeros años de nuestra juventud hasta el momento de la
detención dimos nuestro tiempo, nuestras fatigas y los medios que
ganábamos penosamente a la educación de los trabajadores, preparándolos
para el día que el proletariado sepa emanciparse.
No
somos vulgares malhechores que robamos y matamos. Ningún hombre en
condiciones mentales normales comete un asesinato. Los delitos de
violencia son la demostración precisa de que la actual sociedad está en
condiciones anormales que determinan esas formas especiales de
delincuencia.
No
es preciso aquí repetir la historia de nuestro proceso y de nuestra
condena. Una red diabólica de mentiras fue construída en nuestro daño y
algunos inocentes actos nuestros fueron hábilmente falseados por la
mentalidad insidiosa de aquellos que en los defensores del trabajo, ven
solamente enemigos de la sociedad.
El
capitalismo americano no llega a comprender que un trabajador pueda ser
un activo luchador contra la explotación y al mismo tiempo tener una
inteligencia y un corazón que repudien los hechos de violencia. El complot tuvo
el último retoque al ponerse en evidencia nuestra fe en la justicia de
las reivindicaciones de los trabajadores. Esta razón fue suficiente para
condenarnos.
Si
vamos a la silla eléctrica iremos, no porque se haya demostrado que
somos culpables del delito que se nos atribuye, sino por nuestros
ideales. E iremos permaneciendo fieles a nuestros principios, los cuales, si hoy son rechazados y combatidos, mañana dominarán la vida.
Si
morimos, moriremos con la convicción de que los hómbres de vanguardia
deben morir siempre. Deseamos, mientras tanto, que nuestra muerte no
ocurra en vano y que vosotros, trabajadores que hacéis posible la vida
de la sociedad moderna, haréis que nuestro sacrificio sea más elocuente y
útil al progreso social que lo sería nuestra vida.
No queremos morir inútilmente.
Si
hemos de morir, haced al menos que nuestro sacrificio contribuya a
abrir el camino a un mundo en el que no existan más las clases
dominantes, sofocando las aspiraciones de la libertad.
Dedham, 1921.
...
Ahora es inútil hablar de la maquinación infame en que hemos sido
envueltos ... Ahora se esclareció nuestra inocencia. Y el procurador
Katzman sabe también que somos inocentes, que no somos vulgares
asesinos. Pero sabe igualmente que somos italianos y además, subversivos
... ¡He ahí por qué se nos quiere matar! Si debo morir por aquella fe,
por aquél noble y sublime ideal de justicia, fraternidad y libertad
social que abracé espontáneamente, que defendí y propagué siempre por
todas partes, educándome e instruyéndome, puedo gritar bien alto que
muero altivo y orgulloso ...
¡Valor,
verdugo! Tú, en nosotros, destruirás dos hombres, pero no el
pensamiento. El pensamiento vuela lejos, atraviesa todas las barreras de
los prejuicios seculares de la sociedad corrompida, marcha sin tregua
más allá de los mares y de las fronteras, a educar y crear una más
decidida juventud rebelde, que sabrá dar el último golpe de gracia a
esta sociedad, sepultándola bajo sus propias ruinas ...
Dedham, noviembre de 1921.
Mi querido hermano:
Puedes imaginarte qué alegría tengo cada vez que recibo una de tus cartas a través de los horrores de la infame bastilla de la libre América.
Tu
carta está llena de ansiedad, de valor y de ese sentimiento de
humanidad que surge, no solo de los afectos fraternales, sino de nuestra
gran fe recíproca.
Estoy
contento al saber que los camaradas y amigos de Italia se agitan en
defensa de dos inocentes, culpables sólo de amar la justicia y la
humanidad, y deseo que sus esfuerzos sean coronados por el éxito.
No
creo en la justicia corrompida de América, pero dirijo el pensamiento
hacia el proletariado del mundo y hacia los buenos camaradas. De ellos
solo podremos esperar la libertad.
Aquí
los camaradas de América trabajan por todas partes y luchan sin
descanso de suerte que después del veredicto que sacudió al mundo entero
nació una profunda indignación en todos los corazones que alientan
sentimientos de justicia y de libertad.
Ayer he recibido la visita de un compañero del Comité de defensa de
Boston: Hemos hablado un par de horas y me ha dicho que nuestros
abogados han ganado dos probabilidades de obtener la revisión del
proceso. Así, el 1 de enero, el juez dictaminará u ordenará la revisión.
En caso negativo, debemos apelar a la Corte Suprema del Estado de Massachusetts.
Lucharemos
hasta que el verdugo nos lleve a la silla fatal y que nuestro último
grito será para la anarquía. Sí, por nuestra fe sabremos morir como
supieron morir todos los mártires del pensamiento libre. Pero no por un
crimen vulgar que no hemos cometido.
Un beso infinito a todos.
Tu hermano.
Dedham, Mass. 1926.
No
abrigo ninguna gran esperanza en mi libertad personal. El proletariado
revolucionario de Europa ha sido abatido por la reacción. Debemos, pues,
abandonamos a la suerte. Pero de la reacción en Massachusetts no puedo
esperar nada y por esto debo estar dispuesto a una muerte infame.
La
razón por la cual no creo que se nos conceda la revisión del proceso es
que las altas autoridades que nos la rehusarán saben exactamente que
saldríamos ganando nosotros si el proceso se revisara. Para ellos sería
una confesión de que han cometido con nosotros una injusticia. No sólo
saldríamos en libertad, sino que su iniquidad se revelaría al mundo en
el caso de un nuevo proceso. Además, para nuestros asesinos hay algo más
peligroso que el desenmascaramiento, y es la libertad. Hemos atravesado
por todo dolor, por todo peligro, por toda preocupación, por todo
temor; hemos soportado, firme y dignamente, sin vacilaciones, una lucha a
muerte de siete años. No hemos renegados de nuestra fe, no hemos
demostrado ningún arrepentimiento sobre nuestra herejía y no hemos
abandonado nuestras concepciones. Hemos permanecido anarquistas; no nos
hemos arrojado a los pies de nuestros verdugos; les hemos mirado frente a
frente y les hemos forzado a bajar la cabeza.
¿Qué esperaría un asesino capaz de hacer lo que el juez Thayer ha hecho con nosotros, de sus víctimas, si éstas están libres?
Por
estas razones se nos ha rehusado la revisión del proceso, y se nos
rehusará todo lo demas. Nuestros enemigos saben que este es el único
camino para terminar con nosotros y suprimirnos. Y yo me asombro de que
ninguno de aquellos que hablan de este caso hayan mencionado ambas
razones. No deberían ocultarlo, sino expresarlo altamente.
Saludos a todos los amigos de New York de mi parte.
Nicolás Sacco
Queridos compañeros y amigos:
La
mayor parte de las veces, según los casos, el silencio y la tolerancia
valen un tesoro, pero a veces las cosas son de tal modo repugnantes que
revuelven hasta el estómago del más prudente. Por eso no se puede menos
de tomar la pluma para aclarar la realidad de los hechos, que son muy
diversos a como la prensa azuzadora dijo respecto de mi actitud al
rehusarme a firmar la petición enviada al gobernador Fuller.
He
aquí como están las cosas: Dos días después de mi negativa a firmar la
petición para un nuevo recurso legal, invocando una comisión imparcial
para una investigación sobre todas las fases del proceso, vino a verme
Mr. Ehrmann, el nuevo asistente abogado de Mr. Thompson, junto con el
doctor Mayerson, psiquiatra de Boston, es decir el médico de que el Comité de defensa se
ha servido siempre en estos años de peripecias de nuestra vida, y a
quien por el buen trabajo prestado a la defensa, el Estado de
Massachussetts lo recompensó con una bagatela.
Pocos mlnutos antes llegó mi compañera y Feliciani precedidos del abogado Mr. Ehrmann y el doctor Meyerson.
Apenas
vi al doctor comprendí el asunto y sin quererlo, rozó un poco mi
susceptibilidad. Después de cambiado el saludo y estrechado las manos,
nos sentamos a una mesita. El interrogatorio giró sobre lo habitual: por
qué me rehusé a firmar la petición, de que hablé extensamente en una
carta anterior enviada a la prensa, con el deseo de verla publicada
dentro de unos días.
Mr.
Ehrmann fue el primero en interrogarme si nuestra causa había sido
juzgada antes o después del juez Thayer, a lo que respondí que sí, y
confieso que hice mal en no haberle respondido diferentemente, es decir,
que tanto en la primera como en la segunda negativa de la Corte
Suprema, los jueces no hicieron más que aprobar la injusticia de Thayer y
no han estudiado nunca los hechos y las nuevas evidencias del proceso,
desde el punto de vista jurídico.
Pero Mr. Ehrmann fue muy prudente al no explicarme eso, porque quería llegar al objetivo que se habia propuesto, es decir, que yo no podía tener conocimiento de las cosas, puesto que no disfrutaba de mis plenas facultades mentales; pero hasta aquí no llegó, pues si se hubiese atrevido le habría respondido esto: Que
si hace dos años, en nuestra primera apelación a la Corte Suprema,
hubiesen colgado al juez Thayer en el primer poste del alumbrado, ningún
otro juez nos habría rehusado un nuevo proceso; a estas horas Sacco y
Vanzetti estarían libres.
Volvamos al doctor Mayerson, que después de haber preguntado otras varias cosas, me dijo: Dígame, Mr. Sacco, ¿cree usted que no firmando esta petición el pueblo podría salvarle?
- No sé lo que el pueblo puede hacer mañana -respondí- pero
tengo fe en los buenos amigos y compañeros que en la lucha de estos
años pasados nos dieron vida; y las experiencias de estos siete años me
enseñan a no firmar ningún otro papel legal.
- Ahora dígame, Mr. Sacco, continuó el doctor Mayerson; usted
reconoce todas estas instituciones universitarias, políticas,
religiosas; ¿considera usted a profesores, banqueros y políticos que
ocupan hoy altos cargos en la nación, como enemigos o amigos suyos?
- ¿Cómo
he de juzgarlos enemigos míos cuando hoy inician comicios de protesta y
nos ayudan financieramente? Después de todo también ellos tienen un
corazón. En mi vida he odiado a nadie; pero he defendido siempre al más
débil, aun cuando de parte del más fuerte hubiese encontrado a mi padre;
tanto es así -continué diciendo-, que con el patrón de la
fábrica donde trabajé varios años éramos buenos amigos y a menudo le
llevaba a su casa platos humeantes de tallarines. En cambio de eso él no
me hacía nunca pagar los zapatos que compraba para mí y para mi
familia; y ... comprenda ... para tantos otros pobres niños y madres
descalzos y harapientos que sufrían en la miseria y en el dolor en el
invierno rígido, sentía la necesidad de llevar a menudo los buenos
tallarines de mi Rosina. Pero, dejándole a él a un lado, conozco por
experiencia y por la historia de todos los siglos, la codicia y la
tiranía de todos los amos, pues si en Los Malos Pastores O.
Mirbeau dijo que también la burguesía tiene un corazón, demostró que
ese corazón se conmueve sólo cuando los soldados cosacos han disparado
sobre la muchedumbre inerme de los trabajadores que reclaman un pan
menos duro; donde, entre los cadáveres de las madres y esposas de los
trabajadores cae también el hijo del industrial; mientras que dos horas
antes el patrón habría podido conservar la vida de su hijo y evitar toda
aquella masacre de inocentes, concediéndoles un pan más para poder dar
vida a los niños mal alimentados. Pero no, ha querido antes la masacre,
para gritar después a la multitud de los huelguistas, enloquecido por el
dolor: ¿dónde está mi hijo? ¡devolvedme a mi hijo y tomad todas mis
riquezas! Pero, ¡ay! era demasiado tarde, su hijo había caído bajo el
plomo de los cosacos a quienes el padre había ordenado hacer fuego sobre
la muchedumbre inerme e inocente.
Volviendo
sobre el argumento, el doctor y Mr. Fhrmann me preguntaron otras cosas
insignificantes que yo no creo útil reproducir; después trataron por
todos los medios de herir mi sensibilidad. Pero me mantuve firme para no
darles la oportunidad de decir que estaba ... Sin embargo, he aquí qué
relato od usum delphini hizo el doctor Mayerson al gobernador
Fuller, publicado en toda la prensa del 5 de mayo. He aquí en parte lo
que dice en los puntos más inverosímiles que tomo delBoston Herald:
Sacco
no está loco. Sin embargo demuestra una evidencia de mentalidad
anormal, que caracteriza una posición extremadamente fanática en su
presente situación. Su estado de ánimo es hóstil a la firma de todo otro
papel legal en su defensa.
Más abajo dice:
Sí,
no hay duda que siete años de prisión sin ninguna ocupación y
preocupación por su situación, han contribuido a reducirlo a un estado
anormal, por lo cual el fanatismo ha intensificado en él la obsesión. A
pesar de que no esté loco, su inaccesibilidad a todos los motivos, sus
reacciones emocionales son patológicas. Su mente ha perdido la
flexibilidad de que tiene necesidad el hombre para normalizar su
situación.
Sin
duda, después de esta falsa declaración hecha al gobernador Fuller, la
prensa ha hecho su comentario, ocultando el pensamiento y la realidad de
los hechos con el más bajo modo de ver y según sus intereses
miserables.
El
gran filósofo A. Schopenhauer dice que el Estado es una obra maestra,
es verdad, porque el uno ayuda al otro a sostenerse en pie para regir la
pirámide nefasta que oprime y consume hasta los huesos al pobre
trabajador. Es la historia de todos los siglos pasados y del presente,
del humilde hasta el más alto educador intelectual. Cuando la escuela
del uno y la acción del otro han perjudicado u obstaculizado las cosas o
la función del Estado, éste, después de haberlos fusilado o crucificado
o sepultado vivos por largos años en una tumba, trata de herirlos cun
el arte de la ignominia, de la infamia, llamándoles fanáticos, locos, criminales.
Os saludo hoy, como mañana, desde el cadalso, os enviaré el último beso.
Hoy
son dos humildes trabajadores los que han empeñado la lucha; mañana
serán otros los que ocuparán nuestro puesto; los habrá siempre, y frente
a la tumba de los nobles caídos gritarán: ¡Abajo los que reniegan de
todas las libertades y del bienestar de la humanidad oprimida!
Parece
que el imperio del oro del mundo estrellado tenga miedo de ahorcarnos.
Pero no es así. La sombra de estas dos ruinas no lo perturba en ningún
modo, porque sabe por la historia que el pueblo ama con extrema pasión
al puro, al más límpido, al hermano sincero de la miseria y del dolor
que estuvo a su lado en la lucha de ayer y de hoy. Sabe también que la
rebelión t!emenda de ese pueblo laborioso haría caer en el abismo
-fácilmente- la obra maestra de la pirámide de la tiranía y de la
miseria.
Y
es claro que hoy esos señores se arrepienten de no haberse
desembarazado ayer de nosotros con un tiro de revólver, como armaron la
mano del sicario asesino que mató al compañero Kurt G. Wilckens en la
prisión de la Argentina.
Pero
sospecho de todo, a despecho del feroz Thayer y del fiscal Wilbur,
unidos a sus colegas -dignos compadres de Katzmann- que desde el año
pasado claman nuestra inmediata ejecución, la
agitación se intensifica en todas partes en los Estados de la Unión. De
las minas a las fábricas, de los astilleros y de donde quiera que haya
un rebelde -de aquí y del otro lado del Atlántico-. De las ciudades de
la Argentina, de Francia, de México, de Suiza, etc., llegan peticiones
de apelación, cartas de protesta de millares de trabajadores, de
ciudadanos respetables, de abogados de fama mundial, de ilustres
personajes de la ciencia, de la literatura, de profesores,
instituciones. universitarias, políticas y religiosas de aquí y del
resto del mundo llegan a montones todos los días al gobernador Fuller en
favor de nuestra liberación inmediata.
Todo
eso es de buen augurio, ciertamente; y yo que he tenido fe siempre en
los buenos y en los trabajadores del brazo y del pensamiento, pienso en
una insurrección general que nos arrancará de las garras feroces de los
barones de Massachusetts.
Al
contrario, respecto de esto no hay que hacerse ilusiones, pues si hoy
nos encontramos al borde de la tumba es porque hemos sido demasiado
ilusos en estos últimos años; y yo que he subido uno a uno todos los
peldaños de este doloroso calvario, tengo la firme convicción que el
gobernador nos negará todo. Tanto es así que hasta hoy el gobernador
Fuller, después de todas las cartas de protesta, de las Peticiones y de
los llamados enviados -incluso el del Comité de defensa y la
última enviada y firmada por Vanzzetti- solicitando una comisión de
investigación sobre el caso, no ha iniciado ningún trabajo; y no sólo
eso, sino que se ha rehusado a hacer ningún comentario o declaración
relativa a nuestro proceso.
Muchas
Peticiones piden una postergación de nuestra ejecución, y muchas otras
una conmutación de la Pena. Sobre esto último, si el gobernador es
forzado por las circunstancias y por el miedo, nos conmutará la
sentencia por prisión perpetua para desembarazarse así de nosotros. Pero
no por eso cesará la lucha.
¡Valor,
hermanos! Otros, mañana, ocuparán nuestro puesto, y la esperanza y la
confianza en nuestra fe que habéis demostrado en la brecha en estos
siete años de lucha, está hoy en nosotros y nos sonreirá en el abrazo de
nuestros queridos compañeros y en la lucha de mañana.
En
los acontecimientos de la lucha emprendida, tened fe en vosotros, pues
en el sendero luminoso se unirán a vosotros otros hermanos para la lucha
santa, hasta la meta de la victoria.
Por
todos los caídos, por todas las víctimas de los sin patria perseguidos,
que se conmueva la protesta humana y en la revUelta audaz, en el
combate por la liberación, suene a las puertas de los lupanares
sedientos de sangre.
Os saludo hoy como estoy seguro de enviaros mañana desde el cadalso el último beso de despedida.
Con fe en vosotros, por la anarquía.
Cárcel de Dedham, 13 de mayo de 1927.
Cárcel de Dedham, 14 de mayo de 1927
Yo sé que las autoridades capitalistas nos concederán todo lo que no puedan negarnos; pero ni más ni menos.
A
la solidaridad heroica de los amigos, de los compañeros y del
proletariado revolucionario del mundo, a la solidaridad de los pueblos
es a lo que debemos el estar todavía vivos. Y de esa solidaridad
dependerá hasta el fin nuestra suerte.
¡Cuánta sangre nuestra ha derramado, desde los mártires de Chicago en
adelante, el capitalismo, o más precisamente la reacción
norteamericanal! Pero Thayer está sano e incólume, pero todos los
perjuros en nuestros procesos están sanos e incólumes, como también los
jurados, y Katzmann, y Williams, y el esbirro Stewart, el brazo derecho
de Katzmann.
No se ha tocado un cabello a uno solo de esos asesinos.
En
Chicago el elemento del delito apuñala jueces y ametralla
representantes de la acusación pública; en New York un testigo de la
acusación que debía testimoniar en un proceso contra elementos de la
mala vida, fue acribillado a tiros mientras asistía a una comida dada en
su honor; y los verdaderos y propios culpables se escurren, por la
parte abierta de la cofia, de las garras de la llamada justicia.
Pero el puñado de sanguinarios bestializados que reclaman nuestra sangre al gobernador Fuller, no son alcanzados por nuestro terrorismo.
Dean Wigmore, amigo personal del juez Thayer, llega a decir que nosotros, anarquistas, y nuestros compañeros, pertenecemos a la Camorra napolitana, a la Maffia siciliana, a la Mano negra española y
a no sé qué otras asociaciones criminales de la India y de otros
lugares aun, y habla de la tarea realizada por Thayer en una atmósfera
de violencia cultivada por nosotros, e invoca para nosotros la hoguera.
Dejo
a los estudiosos la misión de decir que los anarquistas y el anarquismo
no tienen nada de común con las asociaciones criminales secretas; yo
constato simplemente la verdad del proverbio: El que se hace oveja, lo come el lobo, y después lo afrenta.
Afirmo
una vez más que no confío más que en los amigos, en los compañeros, en
el proletariado revolucionario internacional, la victoria de esta causa.
A ellos solos les debemos la vida, a ellos solos deberemos el que el
verdugo no nos tenga en sus manos.
Sólo vosotros podéis salvarnos y vengar nuestra sangre y nuestra muerte.
Y
si morimos, con dos cadáveres más la reacción no podrá detener la
historia y el porvenir, si vosotros sabéis, si vosotros deducís la
enseñanza y la determinación.
Thomas Jefferson, que sabía lo que decía, dijo que sólo el miedo tiene influencia sobre el corazón de los tiranos que a nada temen más que al castigo. Y Thomas Paine nos enseña que es exceso
de locura esperar piedad donde se niega justicia. La piedad misma,
cuando su objetivo es de guerra, se convierte en una insidia de guerra.
¡Ay
si no fuésemos vengados! Seguros por experiencia de la impunidad, los
enemigos de la libertad no conocerían ya límite alguno ...
He llegado al punto que impone el silencio.
Saludo ardientemente a todos los compañeros, ... también en nombre de Nicolás. Con saludo fraternal, tuyo:
Cárcel de Dedham, Mass., 1927
Nosotros
deseamos decir a los compañeros, a los amigos, al pueblo argentino, que
sabemos cuán grande, sublime y heroica es su solidaridad hacia
nosotros.
Sabemos
que habéis dado el pan y el reposo vuestro, vuestra sangre y vuestra
libertad por nosotros. Sabemos que hubo quien dió su vida por nosotros.
Vuestra
solidaridad generosa nos reafirma en la fe anárquica y humana. Vuestro
sacrificio heroico, nos hace sangrar el corazón, mas nos sostiene el
ánimo dándonos la certeza de una victoria final del proletariado.
Nosotros saludamos a quien lucha por nosotros; a quien está preso por nosotros; a quien ha muerto por nosotros.
Compañeros: amigos, Pueblo de la Argentina: nosotros morimos con vosotros en el corazón.
Y
que ninguno de vosotros se desaliente, que ninguno vacile, que ninguno
pierda el ánimo, cuando os llegue la triste nueva de nuestra muerte; que
ella no os espante.
La
vía de la libertad, que es la vía del progreso y de la justicia, está
empañada de sangre, sembrada de fosas. Solo los fuertes la pueden
recorrer. Vosotros sois fuertes. Dos caídos más: ¿Y qué? Otros ocuparán
nuestros puestos, más resueltos y numerosos que nunca. En alto los
corazones: ¡viva la anarquía y la revolución social!
Y recordaos de cuanto queremos deciros: el
enemigo nos quiere muertos, y nos tendrá muertos para defender el
privilegio y la tiranía, para humillaros, para acobardaros, para
venceros, destruiros y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud.
El enemigo se ha embriagado con el llanto de nuestras mujeres, de
nuestros viejos y de nuestros niños. Nos ha torturado, átomo por átomo,
insultado, escupido, clavado, befado, empapado los labios de hiel y
vinagre y, finalmente, ofrecerá a Mammón el humo de nuestras carnes
maceradas y maltrechas.
Y
este mismo enemigo clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos
los pueblos de la Tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y
se apresta a esclavizar la entera humanidad.
Hay que aplastarle la cabeza.
El
pasaría de buena gana sobre los cuerpos de los rebeldes, de los
revolucionarios y de los libertarios: él se prepara a pisotear a la
humanidad.
Los caídos, todos los caídos, deben ser vengados. ¡Guay si no lo son!
Nosotros os enviamos un abrazo fraterno y el saludo augural.
Casa de la Muerte, agosto 4 de 1927
Queridos
camaradas: El gobernador Alvan T. Fuller, es un asesino como Thayer,
Katzmann, perjuros del Estado y todos los otros. El me entrechó las
manos como un hermano, haciéndome creer que estaba honestamente
intencionado.
Ahora, ignorando a conciencia y negando todas las pruebas de nuestra inocencia, nos insulta y nos asesina. ¡Somos inocentes!
Esta
es la manera de obrar de la plutocracia contra la libertad, contra el
pueblo. Nosotros morimos por ser anarquistas. ¡Viva la anarquía!
Bartolomé Vanzetti
Charlestown, Prisión del Estado, agosto 4 de 1927.
Queridos amigos y camaradas:
En la celda de muerte, nos acaba de informar el Comité de Defensa que el gobernador Fuller ha decidido matarnos el 10 de agosto. No
nos sorprende esta noticia, porque ya sabíamos que la clase capitalista
es implacable y dura, y no tiene clemencia con los buenos soldados de
la revolución. Estamos orgullosos de morir y caer
como todos los anarquistas han caído y caen. Ahora sois vosotros,
hermanos, camaradas, como ya os dije ayer, los únicos que podéis
salvarnos, ya que nosotrds jamás tuvimos fe en el gobernador. Porque
hemos sabido desde un principio que el gobernador Fuller, Thayer y
Katzmann, son nuestros asesinos. ¡Viva la anarquía!
Con calurosos saludos y recuerdos a todos.
Mi querido Dante:
Yo
espero aun. Nosotros lucharemos hasta el último momento para
reivindicar nuestro derecho a la vida y a la libertad, pero todas las
fuerzas del Estado, del oro y la reacción están malditamente contra
nosotros, porque somos dos revolucionarios,dos anarquistas.
Escribiré
poco sobre esto, también porque tú eres demasiado joven para poder
comprender plenamente el profundo significado de esto y de otras cosas
de que hablaría de buena gana contigo si la situación me lo permitiese.
Empero, si eres bueno, cuando seas mayor comprenderás, entonces, el caso de tu padre y el mío y los principios de él y míos por los que hoy se nos mata.
Te
diré ahora que, por todo cuanto se de tu padre, él no es un criminal,
sino por el contrario, uno de los mejores hombres que yo haya conocido
nunca. AlgÚn día serás capaz de comprender cuanto te digo: tu padre ha
sacrificado todo lo que en la vida hay de más querido para el corazón y
más sagrado para el alma, por su fe en la libertad y la justicia para
todos.
Ese
día te sentirás orgulloso de tu padre y, si has seguido siendo lo
bastante bueno, tomarás su puesto en la lucha entre la libertad y la
tiranía para reivindicar el nombre suyo -el nuestro- y nuestra sangre.
Y
comprenderás también cuán buena y valerosa ha sido tu madre para ti,
para tU padre y para mí en estos años de lucha, de dolores, de pasión,
de penas y de atroz agonía.
Debes,
por tanto, ser bueno, valiente, afectuoso hacia tu madre, hacia Inés,
hacia Susi -buena y valerosa Susi- y hacer cuanto te sea posible para
servirles de confortación y ayuda.
Desearía
también que te recordarás alguna vez de mí, como el compañero, el amigo
de tu padre, de tu madre, de Inés, de Susi y tuyo. Puedo
asegurarte que tampoco yo fui nunca un criminal y que jamás en la vida
robé o asesiné, sino que luché modesta y exclusivamente para abolir el
crimen entre los hombres y por la libertad de todos.
Recuérdate.
Dante, que quien te diga lo contrario de tu padre y de mí, no será más
que un mentiroso, que insultará la memoria de dos hombres caídos por la
fe y el amor hacia la humanidad que ardían en sus corazones.
Sabe
y recuerda, Dante, que si tu padre y yo hubiésemos sido dos cobardes,
dos hipócritas, dos renegadores de nuestra fe, no hubiéramos sido nunca
condenados a muerte.
Ellos
no habrían considerado culpable ni siquiera a un perro sarnoso ni
ejecutado a un venenoso escorpión en base a las evidencias inventadas
contra nosotros. Y habrían acordado un nuevo proceso, aunque se tratara
de un matricida u otro delincuente común que hubiese podido presentar
las evidencias que repetidamente y en vano, hemos presentado nosotros
para obtener la revisión del proceso.
Recuerda,
Dante. recuerda siempre esto: nosotros no somos ni fuimos nunca
criminales; nos han juzgado culpables en fuerza a falsos testimonios,
nos han denegado varias veces nuevo proceso y si somos ejecutados
después de siete años, cuatro meses, y diecisiete días de
indescriptibles torturas, es solo por la razón ya expuesta por mí:
porque estuvimos y estamos siempre de parte de los pobres y contra la
explotación y la opresión del hombre sobre el hombre.
Los
documentos sobre nuestro caso que tú y los demás tendréis ocasión de
recoger y conservar, te probaran que tu padre, tu madre, Inés, mi
familia, tu y yo, hemos sido sacrificados por y para la razón de Estado
de la plutocracia reaccionaria norteamericana.
Vendrá
el día que comprenderas el sentido atroz de estas palabras, en todo su
amplio significado, y ese día, Dante, tÚ nos honraras.
Y ahora, querido Dante, se siempre bueno y valeroso, siempre ... Un cariñoso abrazo de tu
Mi querida Inés:
Quisiera
que pudieses comprender lo que te diré con espíritu ulcerado y con
profundidad de afecto. Llevaré siempre, hasta el último día de mi vida,
sobre mi corazón sin paz, la carta que me has escrito. Pediré que me la
dejen llevar también a la tumba. ¡Cuánto habría deseado vivir contigo,
con tu hermano Dante, con tu madre en una casita, perdida en el verdor
de un bosque, unidos en una sola palpitación y en una sola ternura! Y en
las tardes del verano sentarnos a la sombra de una encina, contigo en
mis rodillas para enseñarte a leer, a escribir, a amar y a creer. Pero
no ha sido así ... La maldad de los hombres no ha querido ... Un destino
adverso nos ha dividido ... Esta vieja sociedad
agonizante me arrancó brutalmente de los brazos de tu madre y de la
profundidad de vuestro cariño, hijos míos, que me esperáis inútilmente.
Pero
yo sé que seréis buenos ... yo sé que vosotros sabéis que oS siento
aquí, todas las horas ... y que os digo tantas palabras de pasión y de
angustia ...
Agradece
por mí a todos los amigos que luchan por mi libertad ... y deja que te
bese muchas, muchas veces, y que envíe también todos mis besos a tu
hermanito y a tu mamá.
Cárcel estatal de Charlestown, agosto 18 de 1927
Mi querido hijo y compañero:
Desde
el día que te ví por última vez pensé escribirte esta carta, pero mi
prolongado ayuno y el pensamiento de no poderme expresar como era mi
deseo, me han hecho esperar hasta hoy.
El
otro día, apenas cese la huelga de hambre, mi pensamiento voló a tí y
quise escribirte en seguida, pero advertí que mis fuerzas físicas no
eran suficientes y que no estaba en condiciones de readquirirlas en un
momento, debí, por lo tanto, suspenderla. Mas es necesario acabar antes
de que nos conduzcan de nuevo a la celda de la muerte. Es mi
opinión que, apenas la Corte Suprema deniegue la revisión del proceso,
nos conducirán al triste lugar, y el lunes, si nada ocurre, nos matarán
apenas haya sonado la media noche.
Heme aquí, pues, enteramente sólo contigo, con toda la fuerza de mi amor, para abrirte los tesoros de mi pobre corazón.
¡Nunca
hubiera pensado que nuestro inseparable amor pudiera acabar tan
trágicamente! Pero estos siete años de dolor me dicen que esto se ha
hecho posible.
Empero,
esta nuestra forzada separación no ha cambiado en un ápice nuestro
afecto, que permanece más sólido y vivo que nunca. Más bien, si esto es
posible, se ha agigantado más aún.
Esto
no solamente es un gran modo de proceder en la vida, sino también la
confirmación de un hecho: que el verdadero amor fraterno no sólo se
muestra en los momentos de alegría y placer, sino más aún en los
momentos de lucha y de sufrimiento.
Recuérdalo, Dante.
Nosotros lo hemos demostrado y, modestia aparte, nos sentimos orgullosos de ello.
Mucho
hemos sufrido en nuestro largo calvario. Nosotros protestamos hoy, como
hemos protestado ayer, y protestaremos siempre por nuestra libertad.
Si
desistí de la huelga de hambre fue porque ya no quedaba en mí, sombra
alguna de vida, y yo había escogido esa forma de protestar para reclamar
la vida y no la muerte.
Mi
sacrificio estaba animado por el deseo vivísimo que había en mí de
volver a estrechar entre mis brazos a tu pequeña hermanita querida Inés,
a tu madre, a tí y a todos mis amados compañeros y amigos. Por esto,
hijo, vuelve ahora la vida, calma y tranquila, a reanimar mi pobre
cuerpo, aunque el espíritu permanezca sin horizontes y siempre como
perdido entre tétricas, sombrías, visiones de muerte.
Y
bien, querido muchachito mío, después de haberme hablado tu madre
tantas veces de tí y de haberte visto en mis sueños días y noches, fue
alegría inefable la de volverte a ver, estrecharte entre mis brazos y
hablar contigo como solía hacerlo otros días ... aquellos días ...
Mucho te dije en esta ocasión y mucho deseaba decirte aún; pero ví que eras siempre el amoroso muchacho de aquel entonces ...
que eras bueno con tu mamá, que tanto te ama, y no quise herir más
largamente tu sensibilidad, porque estoy seguro que continuarás siendo
el noble y buen joven que eres ahora y recordarás para siempre cuanto te
dije.
Yo
estoy tan seguro de esto como de que lo que voy a decirte ahora hará
vibrar tu pobre corazón; pero no llores, Dante, porque muchas lágrimas
ya han sido derramadas en vano -tu madre las ha derramado durante siete
años, inútilmente. Por eso, hijo, en vez de llorar, hazte fuerte para
poder estar en condiciones de confortar a tu pobre madre.
Te
diré ahora lo que yo solía hacer cuando quería distraer a tu madre de
algpun triste pensamiento, para que tu puedas repetirlo cuando sea
necesario. Ibamos de la mano, en un largo paseo a través de los campos
al aire libre y bajo el sol radiante; recogía a mi paso flores
silvestres de un lado y de otro, y se las ofrecía, y cuando la advertía
cansada, la hacía sentar a la sombra de algún árbol, y ahí, en la viva y
dulce armonia de madre natura, ella lo olvidaba todo y era felíz, tan felíz ...
Recuerda,
también esto, hijo mío. No olvides jamás, Dante, cuantas veces seas
felíz en la vida, de no ser egoísta; comparte siempre tu dicha con los
más infelices, más pobres y más débiles que tu, y no seas sordo nunca
hacia quienes reclaman socorro.
Ayuda
a los perseguidos y a las víctimas, porque ellos serán tus mejores
amigos; ellos son los compañeros que luchan y caen como tu padre y
Bartolomeo, que lucharon y hoy caen por haber reclamado felicidad y
libertad para todos las pobres y harapientas muchedumbres del trabajo.
En esta lucha por la vida hallaras alegría y satisfacción y serás amado por tus semejantes.
Por
todo lo que tu madre me informa acerca de cuanto has dicho y hecho en
estos últimos dias de atroz agonía sufridos por mí en la celda de
muerte, yo estoy seguro de que serás un día el joven por mí soñado
tantas veces, y esta certeza me hace casi felíz.
Nadie
puede saber o decir lo que será de nosotros mañana, pero si nos matan
tu no deberás olvidar jamás de mirar a tus amigos y compañeros con la
misma sonrisa jovial sobre los labios con que miras a tus más íntimos
afectos, porque ellos te aman con el mismo amor de que rodean a todos
los demás infortunados y perseguidos compañeros.
Y
esto te lo dice tu padre, tu padre que lo es todo para ti; tu padre que
los ama como los ama, que sabe y conoce la nobleza de su fe -que es la
mía, Dante-, los supremos sacrificios que ellos afrontan todavía por
nuestra libertad, porque yo he combatido a su lado, ellos son los que
nos hacen vivir en el corazón una esperanza todavía. Solamente ellos
podrán evitar nuestra electrocutación. Esta es la lucha, la guerra entre
los ricos y los pobres, por la salvación y la libertad que tú, hijo
mío, comprenderás mejor cuando seas mayor, en toda su grandiosidad y
nobleza.
Pensaba
continuamente en ti, Dante mío, en los tristes días transcurridos en la
celda de la muerte. El canto, las tiernas voces de los niños que
llegaban hasta mí del vecino jardín de juego donde brincaba la vida y la
alegría sin afanes -solamente a pocos pasos de distancia de los muros
que aprisionan en una atroz agonía a tres almas en pena- todo me hacía
pensar insistentemente en tí y en Inés, y os deseaba tanto, tanto, ¡oh,
hijos míos! ...
Más
luego pense que fue mejor que no hayas venido a verme en esos días,
porque te hubieras encontrado en la celda de la muerte, en presencia del
cuadro espantoso de tres hombres en agonía, en espera de ser muertos, y
quien sabe qué efecto hubiera podido producir en tu mente tan trágica
visión, y que influencia hubiera podido tener en el futuro.
Por
otra parte si tu no fueses un muchacho demasiado sensible, tal visión
hubiera podido serte útil cuando, más adelante, pudieras recordarla para
decir al mundo toda la vergüenza de este siglo que está encerrada en
esa forma cruel de persecución y de infame muerte.
Sí, Dante mío, podrán
muy bien crucificar nuestros cuerpos, como ya lo hacen desde siete
años, pero no podrán destruir jamás nuestras ideas, que permanecerán aun
más bellas para las generaciones futuras.
Dante, cuando me refería a tres vidas,
quería decirte que con nosotros está otro joven, Celestino Madeiros,
que será muerto junto con nosotros. El ya ha estado otras dos veces en
la horrible celda de muerte -que debe ser destruida con la piqueta del
progreso- esa horrible celda que deshonra al Estado de Massachussets. Se
debería destruir esas celdas, para levantar en su lugar fábricas y
escuelas para enseñar lo útil y lo bueno a centenares de niños.
Dante,
te exhorto una vez más a ser bueno y a amar con todo tu afecto a tu
madre en estos tristes días, y yo moriré seguro que con todos tus
cuidados y tus afectos ella será menos infeliz. Y no dejes de conservar
un poco de tu amor para mí, hijo, porque yo te amo tanto, tanto ...
Mis más fraternos saludos para todos los buenos amigos y compañeros.
Afectuosos besos para la pequelia Inés, para mamá, y para ti un abrazo de corazón de tu padre y compañero.
P.D.
Bartolomeo te envía también sus cariñosos saludos. Espero que tu madre
te ayudará a comprender esta carta, ya que no he podido escribir mejor y
de manera más clara, porque no me siento lo bastante bien, y estoy
débil, tan débil ... ¡Adios!
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