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Julian Assange,
refugiado político
Silvia
Arana
ALAI
AMLATINA, 30/03/2018.- El
28 de
marzo, el gobierno ecuatoriano confirmó que había incomunicado
a Julian
Assange, fundador de WikiLeaks, en represalia por un tuit. En
dicho tuit,
Assange había equiparado el arresto del presidente de Cataluña
Carles
Puigdemont, en Alemania y a pedido del gobierno español, con
el arresto en 1940
del presidente catalán Lluís Companys por la Gestapo. Companys
fue deportado a
España y ejecutado por el gobierno fascista de Franco.
Según
el
gobierno ecuatoriano, Assange había acordado no interferir en
asuntos de
política exterior mientras estuviera en la embajada
ecuatoriana en Londres.
¿Pero bajo qué punto de vista el tuit de un periodista
representa “injerencia”
en política extranjera? Argumentar que un tuit de Assange es
injerencia en
asuntos extranjeros equivale a negarle la libertad de
expresión a uno de los
periodistas y editores más destacados de la última década.
Recordemos que WikiLeaks
publicó en los últimos diez años más información secreta que
todos los demás
medios de prensa combinados sobre tratados comerciales,
vigilancia masiva,
ataques contra civiles, torturas y asesinatos cometidos por
los gobiernos de
EE.UU. y otros países en Irak, Afganistán, Yemen, Siria… Gran
parte de las
revelaciones fueron proporcionadas por denunciantes de
conciencia, como Chelsea
Manning, quienes pusieron en riesgo su vida y su libertad en
defensa del
derecho de la gente a estar informada, a saber la verdad.
El
gobierno
de Ecuador al otorgarle protección en su embajada en Londres
hace seis años
demostró su apego y respeto a las leyes internacionales a
favor de los
refugiados, y resistió con integridad las presiones de Estados
Unidos y del
Reino Unido.
Sin
embargo,
tanto el anterior como el actual gobierno ecuatoriano,
manifestaron en diversas
ocasiones su malestar por las opiniones políticas que Julian
Assange emite
desde el consulado ecuatoriano en Londres. En octubre de 2016
el gobierno de
Rafael Correa le cortó la conexión a internet durante la
última etapa de las
elecciones estadounidenses, respondiendo quizás a presiones
del Partido
Demócrata que consideraba que su candidata Hillary Clinton
había sido
perjudicada por las revelaciones difundidas por WikiLeaks
sobre diversos temas:
desde favoritismo en el manejo de las primarias que
perjudicaron al candidato
Sanders hasta acuerdos secretos con Wall Street y el rol clave
que tuvo como
Secretaria de Estado en la sanguinaria invasión de Libia y el
golpe de Estado
en Honduras.
Recientemente,
el presidente Moreno le advirtió públicamente a Assange que no
intervenga en
asuntos políticos, poco después de que este difundiera
información favorable al
independentismo catalán. Moreno, quien se precia de ser una
persona abierta al
diálogo y moderada, no tuvo reparos en calificar a Julian
Assange como una
“piedra en el zapato”.
Expresiones
como esta distorsionan la realidad. La piedra en el zapato
sería en todo caso
el gobierno del Reino Unido que persiste en desconocer el
mandato de Naciones
Unidas de febrero de 2016 recomendando la “libertad inmediata”
de Julian
Assange. El grupo de trabajo de Naciones Unidas equiparó el
confinamiento de
Assange en la embajada a una “detención arbitraria” y conminó
al gobierno
británico y al sueco a poner fin a la persecución contra el
editor de
WikiLeaks. Sin embargo, dos años después, el gobierno
británico continúa
negándose a aceptar la recomendación de Naciones Unidas y
continúa poniendo en
riesgo la seguridad y la vida de Julian Assange al igual que
su derecho humano
a estar con su familia y en libertad.
Calificar
a
Assange como “el problema” no es la única distorsión de la
realidad. Políticos
y periodistas persisten en definir como “hacker” a Assange, y
a confundir el rol
de un denunciante de conciencia con el trabajo de WikiLeaks.
Ni WikiLeaks ni
Julian Assange son denunciantes de conciencia
(whistleblowers). Assange es el
fundador de una editorial online que difunde las revelaciones
de los
denunciantes, quienes respondiendo a sus deberes como
ciudadanos, exponen
ilegalidades cometidas por el gobierno. Si bien tanto
denunciante como editor
comparten el mismo objetivo de exponer acciones ilegales
cometidas por el
gobierno y/o corporaciones aliadas del gobierno, según la
Primera Enmienda de
la Constitución de Estados Unidos -por citar el país cuyo
gobierno ha abierto
un juicio secreto contra WikiLeaks y Assange-, un editor y un
medio de prensa
comprometidos con revelar la verdad deben ser protegidos, y no
perseguidos.
Sin
embargo,
Julian Assange y WikiLeaks no solo han sido atacados por
sucesivos
funcionarios, desde presidentes a senadores y políticos de los
dos partidos
mayoritarios estadounidenses (y de la Unión Europea y de la
derecha mundial),
sino que también han sido atacados por la misma prensa, que en
las últimas
décadas ha evitado toda confrontación con el poder.
Si
el
gobierno ecuatoriano le quitara la protección a Assange, de
inmediato Gran
Bretaña entregaría a Assange a Estados Unidos. Así lo han
afirmado expertos en
el tema, como los periodistas Glenn Greenwald y John Pilger,
al igual que
reconocidos denunciantes de conciencia como Daniel Ellsberg y
Edward Snowden.
Esperemos que Ecuador no abandone la defensa de Julian
Assange, periodista y
editor perseguido por difundir crímenes de guerra cometidos
por el país más
poderoso del planeta. Porque si Ecuador diera marcha atrás, no
solo estaría
abandonando a Assange sino también al casi 10% de la población
ecuatoriana que
vive en el exterior, y que necesita de la protección de las
mismas leyes
internacionales que hoy amparan a Assange. Ecuador es un país
de emigrantes, de
un total de 17 millones de habitantes, más de un millón
residen en Estados
Unidos, España y otros países. Que su gobierno sea un adalid
de los derechos
humanos, crea para todos ellos un espacio de respeto en el
mundo.
Todos
podemos
ser emigrantes, todos podemos ser refugiados en una época
signada por las
migraciones masivas. Y Julian Assange -a pesar de la
trascendencia inmensurable
de su trabajo como periodista y editor de WikiLeaks, que ha
sacudido las
estructuras más poderosas del mundo- es un refugiado más, un
perseguido
confinado en una embajada desde hace seis años, a pesar de que
su detención
haya sido calificada como arbitraria e injusta por Naciones
Unidas. Julian
Assange quizás sea como decía John Berger “el ejemplo de
aquellos reducidos a
escombros por resistir”. Pero que aún reducidos a escombros
tienen más
integridad que nadie.
Ver también: Alerta
por la Integridad y Vida de Julian Assange
URL de este artículo:
https://www.alainet.org/es/articulo/191926
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