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jueves, 8 de octubre de 2015

Tinkunaco 1631/15 - Re: CÁRCELES Y PRESOS ¿QUÉ HACER?



ECONOMÍA POPULAR | POBLACIÓN CARCELARIA


 

La población carcelaria argentina supera las 60.000 personas. Más de la mitad está privada de su libertad sin condena bajo la cuestionable figura de prisión preventiva, medida que se aplica casi con exclusividad a quienes no pueden pagar un buen penalista que los defienda. La mayoría de los presos son pobres, crecieron en contextos de marginación y carecieron de oportunidades laborales y educativas, es decir, de la posibilidad de edificar un proyecto de vida cimentado en el trabajo libre, digno y creativo. El 52% no terminó la escuela primaria y el 35% estaba bajo los efectos de algún tóxico al cometer el delito.
La gran mayoría proviene de asentamientos y villas. Tanto que, allí, casi todos tienen un hijo, primo o hermano que estuvo, está o estará preso.
Tal vez por eso Marcelo (49) afirme, con la autoridad de haber pasado buena parte de su vida allí, que las cárceles ya no son para delincuentes. Las cárceles están pobladas de excluidos sociales. El sistema carcelario –que incluye penitenciarios, policías, jueces y otros operadores– más que una institución para afianzar la justicia en el país, pareciera un instrumento para contener el sobrante social, el descarte, la masa marginal. Las cárceles actuales reflejan una sociedad enferma que “no sabe sufrir los dolores de sus hijos, que no los toma con seriedad, que los naturaliza y los asume como normales y esperables”. A veces, incluso, pareciera querer agudizar su dolor mediante el castigo siempre injusto del abandono y el desprecio.
Aun así, el sistema carcelario argentino es mucho “menos pior” que el de otros países como México, Brasil o la Norteamérica imperial, con sus más de dos millones de presos, casi todos negros e hispanos. Fue en esta superpotencia, en el marco de un emocionante encuentro en un correccional de Filadelfia, donde Francisco pronunció la frase citada. El cariño que desplegó hacia sus “hermanos” presos es una poderosa inspiración para todos y un inmejorable antídoto contra el discurso cruel de la mano dura que, como un veneno, va infectando a la sociedad e incluso a los propios sectores populares.
Francisco les dijo que “este momento de la vida de ustedes sólo puede tener una finalidad: tender la mano para volver al camino, tender la mano para que ayude a la reinserción social. Una reinserción de la que todos formamos parte, a la que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar. Una reinserción buscada y deseada por todos: reclusos, familias, funcionarios, políticas sociales y educativas. Una reinserción que beneficia y levanta la moral de toda la comunidad y la sociedad”. No es garantismo ni abolicionismo penal, es la doctrina social de la iglesia.
Marcelo entiende que esa mano tendida hacia la reinserción es el trabajo y la educación. Por eso pasó sus últimos años detenido estudiando en el Centro Universitario de Devoto (CUD) y trabajando para el EnCoPe en el taller de confección de bolsitas. EnCoPe es el Ente de Cooperación Técnica y Financiera del Servicio Penitenciario Federal y administra 255 talleres de producción industrial y agropecuaria para que los detenidos realicen actividades laborales como establece la Ley de Ejecución Penal.
El EnCoPe mueve mucha plata, realiza trabajos para empresas privadas y, según dicen algunos, funciona de manera muy poco trasparente. Marcelo lo califica lapidariamente de “financiera trucha”. Aunque se trata de un ente vinculado a la producción, trabajo y capacitación que debería funcionar en otro ámbito de la administración pública nacional, su directorio está compuesto exclusivamente por agentes del oscuro Servicio Penitenciario Federal. En cualquier caso, gracias a los justos reclamos de los propios detenidos –que para horror de muchos se organizaron sindicalmente– y la dedicación de cientos de estudiantes, profesionales y funcionarios comprometidos con la dignidad humana, hoy los presos ya no cobran un “peculio” arbitrariamente determinado por la entidad sino una remuneración equivalente al Salario Mínimo Vital y Móvil con la que ayudan a sus familias y van formando un fondo de reserva para vivir cuando recuperan la libertad.
Marcelo afirma que la situación laboral en los penales, sobre todo en los que él denomina penales visibilizados como Devoto y Ezeiza, mejoró considerablemente en los últimos años. Antes, dice, era una combinación de trabajo esclavo y “clientelismo carcelario”. Hoy, indica, casi todos los que quieren acceder a un puesto de trabajo remunerado pueden hacerlo. Paradójicamente, cuando vuelven al ámbito libre se quedan sin laburo. Esta ruptura es particularmente grave para el proceso de inclusión de los ex detenidos porque, como afirma Marcelo, “si cuando salís en 72 horas no tenés qué hacer, hacés cagadas”.
Él tuvo la suerte de encontrar en su camino buenos compañeros y ni bien salió del penal tenía un puesto reservado en la Cooperativa Hombres y Mujeres Libres. Hoy, junto a otros liberados, se dedica a la producción de indumentaria y reivindica la Economía Popular como refugio para quienes salen de los penales y quieren transitar una vida digna. Pero sabe que para los que pasaron por la cárcel, excluidos antes y doblemente excluidos ahora, no hay lugar en las empresas o el trabajo asalariado formal: es economía popular o reincidencia. Por eso reclama más formación en cooperativismo, asociativismo y economía popular dentro de los penales y un mayor acompañamiento del Estado en la inserción laboral en el ámbito libre.
Tal vez, el Ministerio de Economía Popular pueda abordar de manera más justa este proceso sustituyendo al EnCoPe por un organismo civil diseñado para la reinserción de los detenidos y garantizando la continuidad laboral de éstos en el ámbito libre. En cualquier caso, y sin lugar a duda, no es la mano dura sino el trabajo digno el camino para reafirmar la dignidad de todos y bajar la tasa de reincidencia que hoy supera el 35% desnudando la ineficacia de nuestro sistema carcelario.
Por Juan Grabois.
Dirigente de la Central de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP)


 

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