El amor a la basura
Eduardo de la Serna
Me permito contar algo interesante...
Durante la “década de la corrupción K”, parte de la “pesada herencia”
fue que en la Casa del Bicentenario –-partiendo de la perversa frase
“la patria es el otro”-– organizaron una serie de charlas, escritos y
paneles sobre “EL AMOR”. “Coloquio del Amor”, se llamaba. Hubo una larga
lista de actos, ponencias y actividades. En lo personal, participé de
un panel –-dirigido a un ambiente académico – junto con el rabino Daniel
Goldman coordinado por Darío Stajnsreiber. Todo eso luego se publicó es
varios tomos.
Originalmente lo organizaba el Ministerio de Obras públicas aunque
luego pasó a la órbita del recientemente creado Ministerio de cultura.
Como la actividad se consideró trascendente y valiosa, a partir de eso,
se organizó una gran muestra en la misma casa, titulada precisamente “el
Amor” de la que participé asesorando junto con Darío.
En mi ponencia en el coloquio, por ejemplo, decía que la teología se
piensa y hace “desde un lugar” y ese lugar es “el otro”, el pobre, por
ejemplo. Jesús –-decía-– habla de Dios (theo-logía) desde el caído al
borde del camino. Jesús, como judío, quiere que todos y todas puedan
entrar en el “pueblo de Dios” que él quiere restaurar. Jesús se
caracteriza, entre otras cosas, por aproximarse a los que la sociedad
despreciaba con lo que públicamente mostraba “desde” dónde hablaba.
Jesús viene “para todos”, y para que eso sea “para todos” ha de empezar
por los últimos; es reconocer a “todos” como hermanos y hermanas. No
faltan en el ambiente de Jesús los que se sienten ofendidos con estas
actitudes del Maestro. Por eso es tan chocante que proponga como modelo
de “hermano-otro” un samaritano, alguien despreciado, un enemigo.
Concluía mi charla citando al Papa Francisco en su primera Exhortación
apostólica que hablaba de “quitarse las sandalias ante la tierra sagrada
del otro”.
En la universalidad de Jesús, el otro –-por dónde empezar-–
es siempre el último, el despreciado.
Pero llegó la nueva administración –-la misma que dijo que “no vamos a
cambiar nada de lo que se haya hecho bien-– y decidió que todo eso era
inservible y lo tiró a la basura. Claro que releyendo lo que había dicho
me parece entender por qué esto es algo “despreciable” para la nueva
administración.
Cajas de libros sobre “EL AMOR”, ponencias y charlas del
Coloquio fueron, por ejemplo, recogidos de la calle donde se los había
tirado con videos, libros, y demás cosas, por grupos evangélicos que los
distribuyeron a las comunidades en la Patagonia profunda. A lo mejor
nunca hubieran llegado allí y es bueno por aquello de que “no hay mal
que por bien no venga”, pero quizás resulta extraño que eso sea tenido
por basura.
Pocas cosas quizás sean –-para algunos-– más ideológicas y nefastas
que el AMOR, supongo. Aunque como si algo caracteriza al amor verdadero
es que “el amor es gratis o no es” y para este gobierno “nada es
gratis”, a lo mejor por eso solo sirve para ser tirado. Curioso, por
decir algo. Simbólico, para ser más exactos.
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