Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Deus ex Machina
- [Cómic] Cita previa
- Reinventando las identidades: historia, política y comunidad
- Orgullo TransMaricaBollera/Queer ¡No quiero ser normal!
Posted: 24 Sep 2017 01:16 PM PDT
Cuando me interesé en los últimos años por las candidaturas de unidad popular, ya con el potencial del 15-M prácticamente mermado, concluí pronto que en las asambleas y en las comunicaciones se tendía, tendíamos, a hablar y a escribir para nosotros mismos, como si tratásemos de convencernos de algo, que, acaso, nuestras palabras encerraban tanta razón y tanta coherencia, que podían y debían calar en los demás con la mera pronunciación de las mismas. Se trataba de palabras, para los otros, pero sin los otros, que sostenían, equivocadamente, más ideas que acción, que, tristemente electoralistas, rozaban la entelequia y no iban mucho más allá de cualquier resaca electoral. Fueron momentos de muchas vanidades, menos generosos de lo que podía suponerse (nunca olvidaré a las honrosas excepciones), pero ni llegaban abajo, ni eran populares, ni eran libres. Esta presunción permanece, hoy, en no pocos salones de té. Desde entonces ha parecido encogerse aquel incompleto nosotros, más todavía, qué poca profundidad la de la transversalidad, por obra y gracia, también, de los miedos de masas, al tiempo que se ha esclerotizado la autocomplacencia de quienes habitan una zona de confort político a modo de tribuna y agencia de colocación. Para que todo parezca tan seguro como lejano para el apático ciudadano que, saturado por las urgencias, usa gafas para ver de cerca. Sólo las corrientes libertarias han demostrado capacidad organizativa para acortar esas distancias y obtener resultados, articulando las luchas y distinguiendo con valor y coherencia entre lo legítimo y lo legal, en un momento histórico y político en el que lo colectivo parece resultar ya sedicioso en el imaginario popular. No parece casualidad, tampoco, que estos movimientos sean, en general, más abiertos, frescos y generosos que aquellos que orbitan en torno al moho institucional. Persiste, entonces, la manipulación de las palabras, para que nada cambie, con buena parte de la disidencia controlada, y alcanza, aquella, cotas insospechadas de antonimia, absurdo y olvido, porque el espíritu crítico sufre agotamiento crónico y la reasignación de significados se esconde entre acontecimientos espectaculares en forma de remontadas futboleras, independencias cinematográficas, Venezuela al gusto y al corte, y expolios milmillonarios que, aún, son culpa de un tal Zapatero. Nadie preguntará qué se cuece entre bambalinas (me han dicho que dicen, parece ser que es), ni abrirá un puñetero libro, por expresar, de alguna manera, la manifestación del más mínimo atisbo de curiosidad por comprender (y que nadie sabe cómo y cuando se pudo mermar tanto); la puesta en escena será impresionante, perfecta para ser esquivada, en el fondo, con píldoras de información en Facebook y Rivotriles furtivos, tras jornadas de catorce horas ganándose una vida, la propia, como si tal cosa tuviera un sentido por sí mismo. Sígueme en #CulturaDelEsfuerzo, pusilánime de mierda. Se invita a abrazar el esencialismo, antesala correcta y cool del integrismo, por comodidad, ignorancia, miedo o juvenil hooliganismo y se ha suprimido, sin oposición real, el potencial de cambio en un sistema educativo, que nunca fue para los educandos, y que circula por los raíles de un trazado forzoso a través del tecno-optimismo, la des-memoria, los legalismos, la repetición, la especialización desconectada, el capitalismo verde y un más que sospechoso patrón de inteligencia emocional. Tras la renuncia a lo exterior, se evidencia este fracaso, su desazón y un proyecto de supervivencia en el desconcierto en las redes profesionales; en la lividez, en la levedad y en la soledad más absoluta de sus perfiles; en los curriculum sostenidos y reescritos desde la oficina de empleo; en los manifiestos de hijas, en precario, pidiendo trabajo para padres y madres derrotadas, con una dignidad y un orgullo que no cabe en estas estructuras que rechazan las experiencias más amplias, acaso porque estas atesoran un incómodo entendimiento de casi todo,... Resurge una inesperada obsesión, también, por el talento (¿no eran, éramos, serán la generación mejor preparada?) por aquellos agentes que precisamente fueron parte de su sublimación cuando, entonces, se precisaron de consumidores ávidos y de mano de obra no cualificada,... ahora que todos los márgenes se estrechan, ahora que lo político y lo económico parecen obedecer a la lógica de las bacterias dentro de una placa de Petri (*). ¿No será que no hay otra posibilidad?, ¿no será que sólo podíamos llegar hasta aquí y de esta forma?, ¿no será que simplemente estamos reproduciendo el comportamiento de versiones más simples de aquello de lo que somos parte, y que tal cosa no tiene nada que ver con nuestra idolatrada, pero sobrevenida, sofisticación?, ¿que hemos reducido dicha sofisticación, codiciosos, a una vulgar cuestión de escala? En nuestra pretensión por conquistar, someter y estremecer a la Naturaleza en sus fundamentos no hemos pasado de torpes y engreídos aprendices de brujo para terminar asistiendo al comienzo de un colapso general que produce individuos mermados, enfermos y atemorizados por la (su) economía con relaciones enrarecidas y deterioradas; algo evidente, si se presta atención,... Como ya ha sucedido antes, en cualquier parte, y no hace tanto, a escasos miles de kilómetros... ¿o qué creía? En una coyuntura que propicia las realimentaciones positivas, y por tanto la desestabilización de (todo) lo que conocemos, es muy probable que no nos recuperemos jamás en este sentido, pues la inercia del sistema del que formamos parte es, y será, de tal magnitud que no habrá reforma o pequeña modificación incremental (ni concatenación de estas) que pueda modificarla. Las medidas que necesitamos hoy, para formar parte de la Historia amable, son de una entidad tal que, en nuestras actuales circunstancias, son políticamente imposibles. Y cuando empiece la caída por el acantilado de Séneca, no habrá Deus ex Machina.
Alejandro Floría Cortés
(*) Recipiente achatado de vidrio con nutrientes para bacterias; algunas especies cuando presienten que los nutrientes se van a acabar, se multiplican enormemente y después muerenRead more ... |
Posted: 24 Sep 2017 05:06 AM PDT
Título: "Cita previa".
Una nueva historieta visual realizada por el compañero Alfonso "El Seta" de El Seta Producciones. Read more ... |
Posted: 24 Sep 2017 05:02 AM PDT
Dicen que la historia la escriben los vencedores, aun así, eso no tiene demasiada importancia porque en tiempos de sobreabundancia de datos y cuando existen universidades para todo tipo de corrientes de pensamiento, sean conservadoras o revolucionarias, en una época en la que hay gurús de todas las escuelas apadrinados por la academia y cualquier espacio de reflexión crítico es asimilado, becado y promocionado por el sistema, el mercado oferta relatos históricos a la medida ideológica del consumidor, para que éste no desbarate una parte de su identidad predeterminada y pueda seguir con su vida normal, de producción y consumo. Porque es cómodo no tener que enfrentar los errores, sea en el plano histórico o en el personal.
Un relato histórico es un discurso ideológico vertebrado con hechos del pasado. Pero ocurre que en muchas ocasiones esos hechos son discutidos por académicos y gente entrada en materia que, de pronto sacan de la chistera una nueva evidencia que hace suponer que, en efecto, la virgen María pudo ser fecundada por un tercero. Y entonces, ¿al derrumbarse el mundo de ese hombre pío que basaba su vida en un dogma, la consigna “amaos los unos a los otros”, por ejemplo, debería carecer de sentido para él? En ningún caso, la historia es la razón para realizar los proyectos políticos y sociales que consideramos justos o necesarios, sino que éstos han de justificarse por sí solos. Es decir, si la idea es buena (ej. gestión comunal de la tierra), no necesita ningún soporte histórico para realizarse (ej. patrimonio cultural indígena), máxime cuando en la actualidad, su realización responde a las relaciones de poder que se dan dentro de las instituciones (ej. Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas) y es traducido en derecho positivo por los Estados. Del mismo modo, la opresión que un pueblo ha sufrido en el pasado no le otorga derecho histórico alguno para resarcirse oprimiendo a otros pueblos (véase el Estado de Israel: el holocausto no puede ser una coartada de tipo moral para justificar una política exterior genocida). Una cosa es hacer memoria, trabajar para que la realidad pasada se recuerde e intentar comprender el proceso y las causas que explican el presente, etc., y otra bien distinta es articular un discurso político basado en un registro de hechos específico, mitificar la historia y caer en un reduccionismo semejante a lo que Vladimir Propp denomina morfología del cuento, relativizando los hechos que no encajan bien en la fábula en la que basamos nuestra ideología de modo que, al mismo tiempo, ensalzamos aquéllos que nos hacen peculiares como grupo, todo ello con objeto de monopolizar un sentimiento, así como acaparar el testigo de una lucha que uno no ha librado: cuando alguien se identifica emocionalmente con una historia, con unos símbolos, incluso con las víctimas, cuando adopta todos estos elementos como parte de su identidad, corre el riesgo de desatender el debate racional y argumentado por el cual unas ideas se imponen a otras. Sólo en ese encuentro dialéctico puede germinar la semilla de la transformación social. La búsqueda desesperada de referentes históricos por parte de la izquierda, con el propósito de construir un sujeto colectivo que legitime la acción política, sólo da cuenta de la fragmentación social característica de la época posmoderna y de la inexistencia de una comunidad real y cohesionada. Es un síntoma de la incapacidad de cualquier movimiento social para generar adhesiones a un proyecto sólido que sea capaz de transformar profundamente el orden establecido. La tarea central de la izquierda, no es pues la creación de filiaciones emocionales que graviten en torno a una identidad particular, sino la defensa argumentada e integrativa de las ideas de igualdad social y libertad política radical que la caracterizan. En nuestra sociedad atomizada, los espacios comunitarios que se conformaban en torno al trabajo (sindicato, barrio, etc.), y que constituían en la práctica una extensión de la familia donde la solidaridad social era algo común, han sido prácticamente desmantelados. Tanto es así, que el sujeto experimenta una sensación de vacío y aislamiento frente a una nueva sociedad que ofrece inserción individual, siempre y cuando se acaten las condiciones de exclusión que ella misma impone. Ante ese vacío, uno se recrea en su dimensión subjetiva e identitaria, buscando desesperadamente la pertenencia a un grupo como fin en sí mismo, como un factor que le defina y proteja frente al mundo y frente a sí, como una prótesis de identidad (que es ya una prótesis otra). Los partidos y demás organizaciones políticas, conscientes de la necesidad constante de reidentificación por parte de los proletarios desclasados, practican una estrategia de mercadotecnia emocional (como hacen los publicistas): apelan a la identificación sensible de la gente con el fin de generar adhesiones efímeras que les permitan hacerse con el poder. Así surgen las denominadas comunidades de carnaval: comunidades no dadas al debate con voluntad de conclusión y que participan en espectáculos contestatarios, dispersando la energía del conflicto con catarsis ceremoniales (manifestaciones, urnas, procesos, protestas simbólicas, etc.) que sirven para canalizar la tensión acumulada en la vida rutinaria, pero que abortan a las comunidades con voluntad de enfrentamiento real. Una característica de la identidad en los espacios comunitarios tradicionales es su no opcionalidad, no tiene un carácter voluntario, la pertenencia social es obligada y preexiste al individuo. Paradójicamente, la libertad de elegir de la gente para adherirse a tal o a cual colectivo según sus preferencias particulares, ha traído consigo la incapacidad de sacar adelante un proyecto colectivo emancipador. Quizá sea porque esos nuevos espacios deseables son articulados por intelectuales, su configuración queda en manos de expertos con influencia en universidades y demás instituciones, y son vistos por el pueblo con desconfianza. Es decir, la afiliación es libre pero su vertebración viene dada desde arriba, no es el fruto de la producción popular. El sujeto político basado en la particularidad, resultado de las políticas de la identidad que impregnaron los movimientos sociales de los años sesenta del pasado siglo, y que ponen de relieve las categorías sociales de diversa índole que nos atraviesan, son una construcción universitaria, ideada por profesionales académicos de extracción burguesa (en un evidente paralelismo con los nacionalistas del siglo XIX que se disfrazaban con motivos folclóricos para acudir a la aldea a soltar el discurso chapurreando la lengua vernácula, y eran expulsados a pedradas). Si bien la aportación crítica de estas políticas a la (que era) ideología dominante resulta imprescindible, el artefacto de ingeniería política creado ha acabado por integrarse en el mapa ideológico tradicional, no ha sabido liberar al individuo de los conceptos psicosociales que lo convierten en sujeto de opresión, sino que ha reforzado este papel. En lugar de romper el tablero, sólo ha movido ficha. Ha pintado los barrotes en la cárcel del pensamiento que constituye la identidad. Si llevamos las políticas de la identidad hasta sus últimas consecuencias, dada la multiplicidad de categorías sociales que determinan la existencia de los individuos, y precisamente porque en esencia es una ideología que se construye en contraposición al otro, no nos queda más remedio que asumir que el único sujeto político posible es el propio individuo. En esas circunstancias ideológicas se genera un entorno cómodo para éste, y aún oprimido, desatiende la necesidad de encontrarse con el otro, puede dejar de hacerse preguntas relativas a la urgencia de lo común y al sentido de su existencia. Entonces la historia, esa historia real y material que construimos y cuya transformación requiere de nuestra libertad absoluta, deja de tener trascendencia.
Jimmy Muelles
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Posted: 23 Sep 2017 04:13 AM PDT
Todo el mundo se ha vuelto locx con la noticia de que ya en todos los estados de Estados Unidos te puedes casar, independientemente de tu condición sexual. Pues nosotrxs queremos reclamar nuestro derecho a NO casarnos. Parece ser que las personas necesitamos recibir el visto bueno de estados y gobiernos, o lo que es aún peor, de sectas religiosas para poder aspirar a la condición de seres humanos. NO queremos recibir el visto bueno de ningún estado, gobierno o religión, NO queremos que sean ellos los que decidan si la relación que mantenemos con otras personas vale o no vale, es legitima o no lo es, y si tiene el mismo nivel que otras relaciones de otras personas. NO QUEREMOS NI NECESITAMOS SU ACEPTACIÓN. NO queremos que para ser aceptados tener que “Heterosexualisarnos”, entrar en su absurda normalización, tener que casarnos, comprarnos una casa, un coche, una lavadora, tener un trabajo, adoptar niñxs e ir los domingos a comer con la familia. ¡NO QUEREMOS SER NORMAL! Odiamos su normalidad, y nos parece de los castigos mas absurdos que nos podrían imponer. Ser “unx más”. Ya hemos visto lo que sufren con sus vidas “normales” con sus relaciones afectivas “normales”, y con sus sexualidades “normales”. Sobretodo con sus sexualidades normales. Y no, no queremos ser como tú, no nos gusta nada tu vida de heterosexual, normal y aceptado, y no necesitamos en absoluto tu beneplácito para vivir plenamente nuestra sexualidad o lo que nos de de la gana.
Parece ser que el activísimo de algunxs se basa en la normalización de nuestras vidas y relaciones afectivo-sexuales. En arrastrarnos para buscar que nos acepten los que siempre nos han rechazado y perseguido; estados, gobiernos, iglesias,… En poder entrar en el ejercito o en cualquier otro cuerpo represivo del estado y poder decir que no somos heterosexuales. Osea, en convertirnos nosotrxs mismxs también en opresores y verdugxs de nuestrxs compñaerxs y hermanxs. En tener los mismos privilegios que ellxs. En resumidas, su activismo se basa en la heterosexualización de nuestras vidas. Respetamos el camino que cada uno elige para luchar, como no podía ser de otra manera, pero ni compartimos ni nos sentimos identificados, ni es nuestras lucha. No queremos heterosexualizarnos ni normalizarnos. No queremos ser verdugxs y opresorxs. No queremos tener privilegios. Todo lo contrario, queremos salir públicamente y romper con su normalidad. Queremos demostrarle que ni somos como ellxs, ni queremos serlo, que no nos merecemos tan cruel castigo. queremos hacer templar los cimientos de su absurda sociedad y escala de valores. Queremos vivir en plena libertad y goce de nuestras relaciones afectivas, en plena libertad de nuestra sexualidad, y para ello, les aseguro, que no tenemos que pedir permiso a nadie. Ni siquiera reivindicamos leyes que nos defiendan. Porque nuestra fuerza reside no en sus leyes, sino en la solidaridad y ayuda mutua entre nuestrxs hermanxs y compañerxs. Que devolveremos golpe por golpe, agresión por agresión, que si tocan a unx nos tocan a todxs, y que hemos decidido pasar de un posición de defensa al ataque. No tenemos ningún miedo, al contrario. Que tiemble aquella persona que cree que puede atacarnos de cualquier forma y salir impune. Que cree que goza de la protección de su estado, de su gobierno y de sus policías para llevar a cabo cualquier acción o actitud que intente atentar contra nuestra dignidad. TIEMBLA. Porque que sepas que vamos a por ti. TODXS. Y que no descansaremos hasta devolverte golpe por golpe, allí donde te escondas. No permitiremos ni la mas mínima broma, ni la mas mínima ambigüedad al respecto. Igualdad Real. Ser tratados como cualquier heterosexual. ¡Como va a ser eso! No queremos ser tratados ni vistos como heterosexuales, porque no lo somos ni queremos serlo. Sería insultante. No queremos ser iguales a ellxs. Queremos que toda nuestra vida, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, con quien o quienes nos acostamos, y como nos acostamos, cuando salimos a la calle y nos enfrentamos a esta sociedad y a esta absurda dictadura heterosexual impuesta con la que nos bombardean día y noche, que nos quieren imponer por todos los medios a su alcance, mas allá de que te permitan entrar por su aro, heterosexualizarte y normalizarte, sea una vida de combatividad, que nuestros cuerpos, y relaciones afectivo-sexuales sean actos de rebeldía e insurrección contra su dictadura, que nuestra actitud y también porque no, nuestra estética sea un puñetazo en su cerrada, podrida y casposa moralidad. ¡SI, EXISTIMOS, NO ENTRAMOS POR VUESTRO ARO, Y NO, JAMAS, JAMAS, JAMAS, QUERREMOS SER COMO USTEDES! NUESTRA VIDA, TODA NUESTRA VIDA, NUESTRAS RELACIONES, NUESTRA SEXUALIDAD LA VAMOS A VIVIR PLENAMENTE, EN LIBERTAD, SIN TENER QUE PEDIR PERMISO A ABSOLUTAMENTE NADIE. NUESTROS CUERPOS SON CAMPOS DE BATALLA CONTRA SU DICTADURA “NORMALIZADORA”, Y ESTAMOS EN LAS CALLES. LO ENTIENDAN O NO LO ENTIENDAN, LO ACEPTEN O NO LO ACEPTEN. Read more ... |
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