Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Mientras desmontan la Sanidad Pública, se disparan los seguros privados
- De la utopía a la distopía
- Ni dioses ni amos, ni dogma alguno
- La curiosa relación entre españolismo y fascismo
Posted: 05 Nov 2017 12:01 PM PST
Según los datos de la Fundación IDIS (Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad, entidad cuya finalidad es promover la mejora de la salud de los ciudadanos y poner en valor a la sanidad privada), el número de asegurados/as que tienen seguro privado de salud ha ido aumentando desde 2006, llegando en 2016 a más de 7 millones. Es decir, se ha producido un incremento del 32,03%, lo que supone casi 1,8 millones de nuevos asegurados (ver cuadro nº 1).
Cuadro nº 1.
Aunque la crisis capitalista que tod@s padecemos supuso un descenso entre 2010 y 2012 de 700.000 asegurados/as, a partir de ese año su número volvió a crecer.No obstante, si observamos el volumen de primas por aseguramiento de asistencia sanitaria en millones de euros, se aprecia que los ingresos han ido aumentando de forma continua, incluso en los años de la crisis capitalista (ver cuadro nº 2), ya que ante la bajada del número de asegurados/as, se incrementaron los precios de los seguros (ver cuadro nº 3).
Cuadro nº2.
Cuadro nº 3.
Datos de los cuadros 1,2 y 3: Informes de la Fundación Idis Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (IDIS) Análisis de Situación desde 2006 al 2017.Aunque en 2010 se produjo una pequeña rebaja del promedio de prima por asegurado/a de unos 13 euros, en 2011 aumentó en 103 hasta llegar en 2016 a ser de 731 euros. A pesar la "crisis" el promedio de prima por asegurado/a ha aumentado en el periodo señalado en 179 euros, nada menos que un 32,46%. Así pues, paradójicamente, mientras que la crisis capitalista ha depauperado de forma considerable la situación de la clase obrera (aumento del número de parados, disminución de salarios, precarización en definitiva de salarios y de las condiciones de vida y de trabajo), distintos sectores empresariales, entre los que se encuentran las compañías aseguradoras, han visto aumentar sus ingresos de forma importante: si baja el número de aseguradas/os sube el precio de las primas; si aumentan se mantienen los precios o se hacen rebajas mínimas (14 euros de 2015 al 2016). Es decir, ‘la lógica del capitalismo’. Durante estos años, lo que ha pasado en la Sanidad Pública (deterioro, privatización, ..) ha venido a favorecer el negocio de las aseguradoras privadas: - Por un lado el aumento de la privatización de la Sanidad Pública. Es cierto que en las zonas con mayor renta se contratan más seguros, pero existen otros factores relacionados con el gasto sanitario público per cápita. Es el caso de Catalunya y Madrid, las dos zonas con mayor % de seguros privados, siendo la 2ª y 3ª comunidades que menos dinero invierten per cápita en sanidad pública. Otro factor fundamental en el aumento de pólizas es el dinero desviado a empresas privadas: a mayor cantidad, mayor aumento de pólizas. Es el caso de Catalunya (comunidad que destina más dinero a la partida de conciertos: cerca de 2.299 millones), a la que siguen Madrid, Andalucía y la Comunidad Valenciana (con 870, 424 y 322 millones respectivamente). En los datos ofrecidos en el Informe de Análisis de Situación de 2017 (ver cuadro 4) puede apreciarse una mayor penetración del seguro privado –que llega hasta el 28% y el 33%, en las comunidades que menos dinero dedican a la Sanidad Pública. A menor gasto sanitario público mayor privatización, más deterioro asistencial y mayor contratación de seguros privados.
Cuadro nº 4.
- Finalmente, y abundando en el deterioro de la asistencia prestada por la Sanidad Pública y su relación con el aumento de pólizas de seguro privado, es preciso considerar otros datos. Los recortes introducidos a partir de 2012 han traído consigo una fuerte reducción en el número de trabajadores/as, camas, inversiones, etc., lo que ha dado lugar a un deterioro generalizado de los Hospitales y resto de centros sanitarios Públicos.Dicho deterioro se hace patente en el desmedido aumento de las listas de espera quirúrgica, diagnóstica y de consultas (concretamente la lista de espera quirúrgica se ha disparado, pasando de 362.762 personas en 2006 a 614.101 -un 69,28% más- en 2016), lo que ha llevado a muchas personas a contratar pólizas de seguros privado para evitarlas. Lo más curioso es que desde 2006 se ha producido un importante incremento del gasto sanitario público (9.888,70 millones -un 17,76%-), pero este dinero no ha mejorado la asistencia, ya que se ha dedicado fundamentalmente a pagar a las empresas privadas que gestionan la Sanidad Pública y a las multinacionales farmacéuticas, en vez de dedicarse a mejorar el sistema. Las consecuencias, como ya decíamos más arriba: menos trabajadores/as, menos camas, menos inversiones,… mayor lista de espera (ver cuadro 5) y mayor venta de seguros privados.
Cuadro nº 5.
Datos: Sistema de Información sobre Lista de Espera Quirúrgica en Sistema Nacional de Salud (SISLE-SNS) año 2006 y año 2016 y Series 2002-2015 (Gasto sanitario público según el criterio de devengo: Gasto Real.(1) Como gasto sanitario público de 2016 se ha utilizado la misma de 2015, ya que a día de hoy dicha cifra no está disponible en el Portal Estadístico del SNS del Ministerio de Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Aunque todo parece indicar que el gasto se disparó en el año 2016. - Como consecuencia de las restricciones introducidas en 2012 muchas personas perdieron el derecho a la asistencia sanitaria. A día de hoy, aunque en las Comunidades Autónomas han tomado medidas correctoras, un número importante sigue excluido ‘legalmente’ del Sistema Nacional de Salud. Esto ha hecho que una parte de ellas hagan un esfuerzo y tengan un seguro privado. Conclusión - A mayor privatización de la Sanidad Pública, a menos trabajadores/as, a menos camas, a menos inversiones, ……., hay mayores listas de espera. - El deterioro del Sistema Nacional de Salud lo han producido las políticas capitalistas que sólo buscan el beneficio de empresas privadas. - Uno de los sectores que más gana es el de las empresas aseguradoras de asistencia sanitaria que, pese a la ‘crisis’, cada año aumentan el número de asegurados/as y, en consecuencia, disparan sus beneficios (ver cuadro 6).
Cuadro nº 6.
Datos: Población y Nº Asegurad@s en miles Informes de la Fundación Idis Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (IDIS) Análisis de Situación desde 2006 al 2017 y Datos de población.BIBLIOGRAFÍA: - Fundación Idis. https://www.fundacionidis.com/ - Informe de Análisis de Situación Fundación Idis año 2017. https://www.fundacionidis.com/wp-content/informes/informe_analisis_situac_idis2017_web2.pdf - Nota de prensa del Instituto Nacional de Estadística Contabilidad Regional de España. Base 2010. Producto Interior Bruto regional Año 2016. http://www.ine.es/prensa/cre_2016_1.pdf - Sistema de Información sobre Lista de Espera Quirúrgica en Sistema Nacional de Salud (SISLE-SNS) 2006. http://www.msc.es/estadEstudios/estadisticas/inforRecopilaciones/docs/listasDiciembre06CI.pdf - Sistema de Información sobre Lista de Espera Quirúrgica en Sistema Nacional de Salud (SISLE-SNS) 2017. https://www.msssi.gob.es/estadEstudios/estadisticas/inforRecopilaciones/docs/LISTAS_PUBLICACION_DIC16.pdf - Series 2002-2015 (Gasto sanitario público según el criterio de devengo: Gasto Real. https://www.msssi.gob.es/estadEstudios/estadisticas/sisInfSanSNS/pdf/egspGastoReal.pdf - Se acabaron los recortes: el gasto sanitario volvió a subir en 2015 y se dispara en 2016. https://www.elconfidencial.com/economia/2016-08-17/fin-recortes-gasto-sanitario-sube-2015-comunidades-autonomas_1247562/ - Datos de población. http://www.datosmacro.com/demografia/poblacion/espana. Comunicado completo. Enlace web CAS. Read more ... |
Posted: 05 Nov 2017 09:16 AM PST
Entre los años 1989 y 1991, con el hundimiento del bloque soviético, se ha determinado un cambio de era en el equilibrio y perspectivas del capitalismo moderno y de la humanidad entera que, tras más de setenta años, ponía fin a otro cambio de era: el nacimiento de la Unión Soviética.
Se concluía, de forma poco gloriosa y poco digna, un experimento sociopolítico y económico que, al menos al principio, había suscitado expectativas y esperanzas en la clase trabajadora del mundo entero. No fueron pocos los que pensaron, o se ilusionaron, que se estaba dando vida a la realización de una utopía: una sociedad de libres, iguales y solidarios, de trabajadores y para los trabajadores, autoproclamada socialista o, forzando el pensamiento de Karl Marx, del que se reclamaban los constructores de la nueva realidad, incluso comunista. No obstante, los motivos de duda no faltaron, desde el principio. Si de hecho fueron sin duda numerosas, complejas e intrincadas las causas de la Revolución de Octubre y del nacimiento de la Unión Soviética, por otro lado sin lugar a dudas se situó en el origen de tales acontecimientos el apoyo determinante que el imperialismo alemán prestó a las fuerzas revolucionarias. Admitiendo sin ningún género de dudas que la Alemania imperial no pudiera albergar, por mínima que fuera, simpatía por las ideas socialistas y comunistas de Lenin, Trotski y compañía, está acreditado que la decisión de financiar y armar a los bolcheviques fue el fruto de un cálculo oportunista y fuertemente obligado, puede que incluso desesperado, del Imperio alemán, que de todas formas se mostró perdedor. En cualquier caso, de la revolución soviética y su continuación en el segundo conflicto mundial y la llamada guerra fría, se origina un ordenamiento mundial bipolar en bloques contrapuestos que, de alguna forma, operó para relativa ventaja de las clases bajas. Entre el bloque occidental, o mejor dicho el estadounidense, y el oriental, o mejor dicho el soviético, se establece una especie de competición cuyo objetivo era, a fin de cuentas, el control de las respectivas clases trabajadoras. Estas podían ser, y eran, explotadas, engañadas, reprimidas en cada uno de los dos bloques, pero hasta cierto límite, no tanto como para correr el riesgo de que se alinearan con la parte contraria. De hecho, los trabajadores aprovechaban de ambas partes una especie de rédito de posición, que comportaba condiciones verdaderamente muy limitadas y nada óptimas en bienestar y seguridad, pero incomparablemente mejores de las que se han creado con la desaparición del bloque oriental. Por parte de los vencedores de la denominada guerra fría, los derrotados, además de ser objeto de toda suerte de juicios negativos, incluso de orden moral, fueron presentados como portadores de ideologías políticas, sociales y económicas insostenibles y sin posibilidades de aguantar hasta un cierto límite el choque con la dura realidad. En resumen, prevalece la tesis de que el adversario o, mejor dicho, el enemigo, había perdido porque era portador de conceptos utópicos fuera de la realidad, mientras que lo que se define como capitalismo moderno o régimen de mercado o sistema de empresa resultó triunfador por ser expresión de realismo, racionalidad y eficiencia. Y, sin embargo, bastaría un mínimo de reflexión para darse cuenta de cómo la Historia ha demostrado ampliamente cuán ficticias son estas reconstrucciones y estas presuntas calidades. Parece, no obstante, que el asunto no haya sido tomado en consideración, ni siquiera por el venir a menos de una cierta alternativa realista y de un posible término de parangón con el sistema socioeconómico y político vigente. La Unión Soviética, con su misma existencia constituía a pesar de todos sus límites y defectos, la prueba viviente de la posibilidad efectiva de soluciones organizativas diferentes. Su desaparición ha comportado para los trabajadores la ausencia de un posible objetivo o referencia política alternativa adecuada a la gravedad de la situación. También, por parte de los mismos que apoyan el capitalismo moderno, la admisión de que se trataba de un pésimo sistema socioeconómico. Un argumento considerado decisivo en su favor ya que, sin embargo, los otros sistemas han demostrado ser peores y, en cualquier caso, perdedores. El otro argumento es que el beneficio, la empresa, la acumulación y la concentración de la riqueza y del capital presentan innumerables problemas y contradicciones en su funcionamiento, pero constituyen un estímulo potente al desarrollo y progreso de lo que hasta ahora no ha sido posible identificar un posible sustituto capaz de igualar, y menos aún, de superar las prestaciones. Y todo ello para demostrar cuán fácilmente, como en un relato de Poe, incluso lo que es evidente escapa a la atención y se sustrae a la percepción, por lo que uno se da cuenta inadecuadamente de que también en gran medida el capitalismo moderno ha de considerarse una utopía, con tales y tantos pesados caracteres negativos que ha de caracterizarse como distopía. No se trata del mero hecho, de constatación banal, de que la versión moderna, globalizada y financiarizada del capitalismo no se ha desembarazado de los aspectos bárbaros y feroces de sus comienzos y de la fase de acumulación originaria. Ni siquiera el esclavismo, la servidumbre de la gleba y el tráfico de carne humana han desparecido; solo han cambiado de forma, objetivos, territorios y sectores de actividad, pero todavía se mantienen vivitos y coleando. Por otro lado, permanecen inmutables los abusos, las destrucciones, las incongruencias, las contradicciones, la irracionalidad y la ineficacia que en todo tiempo ha caracterizado la estructura y funcionamiento de las varias formas del capitalismo. Incluso ante macroscópicos fenómenos de globalización y predominio de las finanzas sobre la actividad productiva, permanecen y se multiplican Estados, fronteras, barreras aduaneras, monedas nacionales, banderas, ejércitos, guerras y, obviamente, producción y tráfico de armas. Por un lado se teoriza, cosa que, por lo demás, no se puede hacer sin observar la estrecha interconexión e independencia de pueblos y economías a nivel planetario, como para dar lugar a un único gran sistema global capaz de funcionar mejor solo en ausencia de conflictos en su interior. Por otro lado, se debe admitir que todo esto no ha impedido mínimamente que proliferen y se enquisten los conflictos creados, costeados y armados por intereses financieros, aunque formalmente disfrazados de nacionalismo, religión o incluso de choque de civilizaciones. El capitalismo moderno como utopía negativa También el capitalismo es portador de una utopía, pero calificable, y por muchos calificada, como negativa, es decir, una distopía. Lo es, en particular, en la forma asumida a resultas de su triunfo, de su subida al poder en la versión del capitalismo moderno. En qué consiste tal utopía y la misma legitimidad del uso del término en referencia al capitalismo moderno constituyen, al menos en parte y en medida variable, materia controvertida y fruto de posiciones ideológicas. La misma definición de capitalismo, como es sabido, es materia de opiniones, divisiones y contraposiciones. No son pocos ni de importancia secundaria los historiadores de la Economía y los economista que, como Fernand Braudel, Luigi Einaudi o Carlo Cipolla, han considerado ambigua tal determinación y suprimible o que, como Karl Marx, han rechazado totalmente la utilización del término por resultar vago, acientífico y precursor de confusión. Se puede incluso intentar definirlo como un sistema socioeconómico basado en la empresa y el beneficio, y en el que los medios de producción son objeto de propiedad individual o colectiva, privada, pública o mixta. Obviamente, la definición adoptada no es la única ni, verosímilmente, la mejor posible y, a riesgo de equívocos, comporta implícitamente que la propiedad estatal o incluso pública de los medios sea calificada como capitalismo de Estado y no como socialismo ni, mucho menos, como comunismo. El carácter utópico, o mejor dicho distópico, del capitalismo moderno se puede identificar en el hecho de que se basa en una tendencia a expandirse indefinidamente, a poder ser al infinito, tanto como para sufrir una crisis cada vez que esa tendencia se detiene o invierte. La materia objeto de tal expansión puede consistir, según las preferencias, en la acumulación de riqueza, en su centralización, en el volumen de negocios, en los niveles de beneficios y rentas, en los valores monetarios, en el gasto de bienes de consumo, en las inversiones, en la creación de medios de producción u otros. Cualquier opción parecería confinada en el reino de lo opinable y del condicionamiento político e ideológico salvo por un aspecto. En cualquier caso, el sistema socioeconómico que se denomina, o se califica, como capitalista existe en la realidad y no es simplemente soñado o imaginado, como en general sucede cuando se hace uso del término utopía. Son, por tanto, evidentes, medibles y calculadas tendencias, efectos más o menos deseados y perseguidos, y resultados calificados como éxitos o fracasos, expansiones o crisis del sistema efectivo en funcionamiento. Hay que subrayar que en gran parte de los relativos datos estadísticos y contables no se dan grandes divergencias de opinión, y es a ellos a los que se hace referencia. No es materia opinable sino realidad aceptada oficial y universalmente, la tendencia actual a la cada vez más acentuada acumulación y concentración de la riqueza en un porcentaje exiguo e irrisorio de la población mundial, constituido por las clases negociantes y financieras, y por los ricos y superricos. Por eso es indiscutible que tal tendencia no ha parado sino que ha acelerado su expansión con la gran crisis iniciada en 2008. Tal aceleración -y esto tampoco es puesto en duda por nadie- es producida en parte por las políticas llevadas a cabo por los gobiernos de los más importantes países desarrollados o emergentes, a favor del gran capital y, en particular, de las clases financieras y de los bancos de negocios. Tales políticas, presentadas como medidas anticrisis, han favorecido y exaltado la tendencia al aumento de las desigualdades, ya de por sí parejas al funcionamiento de las instituciones financieras y de negocios del capitalismo moderno. Otra causa del incremento de las desigualdades en la distribución de la renta y de la riqueza acumulada y concentrada, es el aumento cada vez más anormal y económicamente injustificado de los sueldos de los ejecutivos y consejeros de las grandes empresas financieras y de negocios respecto a la remuneración media del trabajador dependiente. Por otro lado, supersueldos y demás emolumentos de los consejeros delegados y directivos de alto rango siguen siendo formalmente registrados como rentas del trabajo, cuando en realidad deberían ser considerados sin lugar a dudas como parte de los beneficios. Otra utopía implícita en el capitalismo moderno es la tendencia al incremento sin límites de los valores monetarios, efecto del modo de ser y de operar de las instituciones monetarias, financieras y de crédito, tanto nacionales como internacionales. Al comienzo de la gran crisis se tomó conciencia de que gran parte de la vulnerabilidad de los sistemas financieros nacionales y mundiales era debida a la anormalidad del desarrollo de las variables financieras, es decir, al incremento y empeoramiento cualitativo fuera de control de los valores financieros y crediticios, convertidos en múltiplos de dos cifras del Producto Interior Bruto mundial. Rápidamente, tras el inicio de la gran regresión, su valor registró un consistente repliegue, para volver con bastante velocidad a las dimensiones precrisis de los productos crediticios y financieros más o menos derivados, más o menos tóxicos, más o menos opacos y enigmáticos en los contenidos y en los efectos. A pesar del enorme riesgo que esta montaña de valores y productos financieros comporta, no ha existido una tentativa real y ni siquiera una intención verdadera de establecer reglas y praxis para un eficaz redimensionamiento de tal fenómeno. Análogamente, no se toma tampoco en consideración el problema del agotamiento de recursos derivado de la proliferación de empresas industriales y de servicios, con la creación de una capacidad productiva total muy por encima de la demanda global. El solo objetivo de tal multiplicación de iniciativas es aprovechar las oportunidades de mayores beneficios ofrecidas por las normativas complacientes en materia medioambiental, laboral, fiscal, incentivos y apoyos públicos y medidas y maniobras monetarias, crediticias y cambiarias tendentes a violar o eludir sistemáticamente las reglas de la competencia y de la corrección comercial.
Francesco Mancini
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Noviembre de 2017
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Posted: 05 Nov 2017 09:10 AM PST
Insistimos, una vez más y ante la realidad de toda colectivad humana, en la necesidad de negar toda verdad absoluta, caldo de cultivo para sectarismos y dogmatismos, que deberían ser ajenos a las ideas antiautoritarias; un pensamiento y unas prácticas, libres, que rechazen a nuevos dioses y amos, lo mismo que a cerradas doctrinas e ideologías.
Con cierta frecuencia, dentro del movimiento anarquista, se alude de modo crítico a personas dogmáticas, que en nombre de cierta "pureza" de las ideas se esfuerzan en señalar a todos aquellos que se aparten del buen camino de la futura sociedad libertaria. Como ya he dicho en otras ocasiones, me parece la del dogmatismo, o inclinación hacia pensar que se tienen ideas absolutas, algo que parece, si no inherente, sí una (peligrosa) tendencia del ser humano. Aunque creo que un poco hastiados del mismo, mencionaré de nuevo el proceso catalán como ejemplo de ello. Particularmente, lo he dejado claro en diversas entradas de este blog, todo proceso de "liberación nacional" es digno de crítica y rechazo por parte de unas ideas libertarias, que nada tienen que ver con cualquier proceso instituyente independentista. No incidiremos aquí, por demasiado sabidas, en las connotaciones políticas de términos como "independencia" y "nacionalismo". A pesar de ello, no puede negarse la realidad, las posturas dentro del movimiento anarquista han sido dispares respecto al proceso. Desde mi posición, y creo que la de muchos anarquistas, la creación de una república catalana no supone un mejor contexto para una sociedad libertaria, más bien al contrario al cimentar y legitimar más de lo mismo, un nuevo Estado. Por no hablar, del sistema económico, cuyas reglas del juego tendrían que ser aceptadas a la fuerza por el nuevo Estado y, ellos, por muchos integrantes del Gobierno que se manifiesten anticapitalistas. Esta postura, en abstracto y en concreto, no me sitúa en ninguna ortodoxia libertaria ni nada por el estilo. Además, pretendo en escaso, resulta un buen ejemplo para reflexionar sobre el dogmatismo. Otra postura, parece que ha diferenciado entre una crítica intelectual, y purista (inmovilista, según las críticas), dentro del anarquismo y otra, más activa y supuestamente proclive al movimiento y la acción, que se lanza a luchar en la calle cuando es necesario (aunque, no sabemos si la reflexión libertaria se queda a veces por el camino). No insistiré en el reduccionismo, o abiertamente falacias, de dichas argumentaciones, que etiquetan con tanta facilidad. Tampoco me referiré más en este texto al proceso catalán, que creo que está dando sus últimas bocanadas dentro de la lógica (represiva, claro) de Estado. En lo que quiero incidir es en esa detestable tendencia en el ser humano a las ideas absolutas, por no hablar de una suerte de papanatismo de no demasiado grandeza intelectual. Papanatismo, si seguimos añorando los grandes autores y las grandes hazañas en la historia del anarquismo, sin apenas asomo de crítica, y sin comprender que, por mucho que nos guste recuperar la historia, el mundo es hoy muy diferente. Y, papanatismo también, por el otro extremo, cuando se deja a un lado toda reflexión libertaria, si es que no queremos hablar de convicciones, y nos sentimos tentados por caminos institucionales que alejan de la sociedad anarquista. Dogmatismo y papanatismo, tal vez las dos caras de una misma postura. El anarquismo, es decir, la negación del autoritarismo en base a la libertad, igualdad y solidaridad, nos gusta decir a veces (aunque, no siempre seamos coherentes con ello), no se encuentra solo en las organizaciones específicamente anarquistas. Es más, precisamente, tal vez las mismas no se comporten siempre de manera antisectaria y antidogmática y hay que buscar el oxigeno libertario en otros grupos humanos. El anarquismo no puede reducirse a ninguna organización, ni bandera ni himnos, ni tampoco a una doctrina o ideología. Los que así lo hagan, directamente o indirectamente, están empezando a cavar su tumba al proclamar una nueva "verdad absoluta". El anarquismo, o "anarquismos" como nos gusta también decir, es permanente práctica, transformación y movimiento. Tal vez, cuando comprendamos esto, de manera permanente, al menos en primera instancia, no nos lancemos de manera tan bobalicona al anatema de los otros y, en segundo, nos pongamos a trabajar de manera constructiva. El anarquismo, tenga uno las postura que sea sobre las ideas o sobre la realidad, y así lo he entendido siempre, es la permanente negación de toda verdad absoluta, por lo que debería liberarse de sus propios mitos, certezas y adoraciones. La analogía con el "librepensamiento" de la incipiente modernidad es inevitable, ya que si en el pasado supuso una liberación respecto a los dioses ultraterrenos, hoy hay que extender esa postura a otro tipo de deidades más terrenales. De nada sirve proclamarse anarquista o librepensador, al modo del pasado, negando aparentemente todo Iglesia y todo Estado, si nos mostramos incapaces de mostrarnos autocríticos con nuestros propios dogmas y nuestro propio culto, ideológico e incluso institucional. Por supuesto, esta actitud no abre la puerta a cualquier pragmatismo, entendiendo como tal vías ajenas a la práctica antiautoritaria, debería ser todo lo contrario. Claro que el anarquismo se encuentra vivo en la calle, pero no en cualquier tipo de algarabía, sino en prácticas antiautoritarias de personas que quieren mejorar sus vidas y construir una convivencia diferente. No existe, en mi opinión y adelantando ciertas críticas, una dicotomía entre la reflexión intelectual y la práctica libertaria cotidiana, ya que la primera es necesaria y va unida a la segunda. Es por eso que un auténtico "librepensamiento", negación de dioses y amos, y de todo sectarismo y dogmatismo, es tan importante. Las certezas y grandes verdades, lo sabemos desde un punto de vista antiautoritario, conducen a la humanidad al desastre. Tanto en aquellos que pretendieran institucionalizar cierto anarquismo, en forma de organizaciones "puristas", como en esos otros que invocan el pragmatismo en forma, directa o indirecta, de participación institucional. Porque, qué es el Estado si no la institucionalización de una verdad revelada. Ni participar en ello, por ajeno a las ideas libertarias, ni utilizar estas para construir e instituir nuevas certezas. Es por eso que, de nuevo, apelemos a la herejía, a la refutación de toda verdad absoluta, en nombre de esa permanente oxigenación libertaria.
Capi Vidal
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Posted: 05 Nov 2017 09:04 AM PST
Tras meses de golpes represivos y mediáticos por parte del gobierno de España al movimiento independentista las elites españolas han decidido disputarle un terreno en el que los/as independentistas hasta ahora habían tenido control absoluto, la calle. Las movilizaciones independentistas han sido históricas en cuanto a número y nivel organizativo mientras que la respuesta españolista antes del referéndum había sido minoritaria más allá del vergonzoso “a por ellos” jaleando a los efectivos de la Guardia Civil animandoles a ir a tierra extraña a abrir cabezas.
Tras el 1 de Octubre alguien en el gobierno debió darse cuenta de que la legitimidad no se gana a golpe de porrazo y que tras el batacazo a la imagen internacional de España que supuso el 1-O sería conveniente sacar a una gran masa de personas a la calle ondeando la rojigualda. A partir de ese momento la maquinaria del PP, sectores del PSOE, El País y demás grupúsculos de ultraderecha se pone en marcha, convocan manifestaciones por la unidad de España en varias ciudades y congregan a miles de personas. Esta situación nos debería llevar a una autocrítica sincera, algo estaremos haciendo mal cuando gente de clase trabajadora decide movilizarse (aunque sólo sea poniendo una bandera en su balcón) por la unidad de España antes que por las condiciones materiales de las personas que viven dentro de esa España que tanto aman, por la sanidad, por la educación, por los derechos laborales. Por otro lado vemos con preocupación cómo estos ambientes son el caldo de cultivo perfecto para que grupos neonazis o fascistas expandan sus ideas racistas, xenofobas o simplemente limpien su imagen vistiendose de buenos patriotas. Una vez más se comprueba cómo el fascismo es simplemente una herramienta del poder, en la mayoría de situaciones de calma se mantiene adormilado y en los márgenes pero cuando resulta útil para determinada situación de crisis se le da alas y fomenta su crecimiento. Ejemplos hay bastantes, uno de los más mediáticos fueron los hechos que ocurrieron la manifestación de Valencia en defensa del idioma valenciano cuando un grupo de nazis intentaron reventarla y agredieron a varios participantes sin importarles que las cámaras estuvieran grabando, lo cual nos muestra la sensación de impunidad con la que actúa esta gente. También tuvimos que ver cómo niños/as pijos/as recién lanzados/as a la adolescencia cantaban brazo en alto el “cara al sol” en una escena que tendría mucho de cómico si no fuera tan trágico. En varias manifestaciones públicas se han dejado ver conocidos/as nazis violentos/as u organizaciones fascistas con toda su parafernalia: Falange, Democracia Nacional, España 2000, Hogar Social Madrid. Si todo esto no fuera preocupante ya de por sí observamos cómo medios de comunicación de uno y otro lado (cómo si no estuvieran todos del mismo lado) restan importancia a estas situaciones, las relatan cómo si fueran inofensivas, marginales o anecdóticas. Evitan llamar a las cosas por su nombre y a los nazis nazis utilizando eufemismos como ultras, extremistas, violentos, radicales, etc. En el Estado español y sobre todo en Madrid tenemos claro que los/as fascistas nunca son insignificantes o demasiado pocos/as para prestarles atención. Desgraciadamente sus ideas calan demasiado bien entre la clase obrera si nosotros/as no hacemos bien nuestro trabajo y si el poder les da cobertura. Sabemos que es cuando todavía no tienen base social cuando hay que pararles los pies, con esa determinación y mucho esfuerzo se les ha echado de bastantes barrios de la capital y gracias a ello se puede pasear por sus calles sin miedo tengas el color de piel que tengas, te acuestes con quien te acuestes o vistas las pintas que vistas. Este no ha sido un proceso fácil, por el camino muchos/as compañeros/as se han arriesgado a multas, penas de cárcel, agresiones físicas e incluso la muerte. Read more ... |
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