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domingo, 3 de diciembre de 2017

Tinkunaco 2.866/17 - Re: Boletín diario del Portal Libertario OACA



Boletín diario del Portal Libertario OACA

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  • La decadencia del régimen del 78
  • Viviendo en el Apóptico
  • Catalunya después de la tormenta
  • La sirvienta como esclava
  • Confederac.ió, un espacio de encuentro para amantes de la libertad
Posted: 02 Dec 2017 10:35 AM PST
En la década de los años 60 del pasado s. XX el régimen franquista daba claras muestras de agotamiento, lo que coincidió con una creciente conflictividad social en diferentes ámbitos. Para entonces ya era evidente que el Estado español tendría que delinear un futuro político sin Franco. En aquel momento a diferentes sectores del régimen, con intereses propios, se les permitió existir y desarrollarse dentro de los márgenes del sistema político establecido. Estos son, por ejemplo, los casos de la Iglesia católica, con el Opus Dei a la cabeza, pero también de sectores conservadores y monárquicos vinculados a diferentes figuras de cierto relieve político nacional como eran en aquel momento Manuel Fraga y José María de Areilza. Ya a comienzos de los años 70 estos sectores estaban haciendo planes para después de la desaparición de Franco. Mientras tanto, EEUU a través de la CIA, y con el firme propósito de asegurar que el Estado español cumpliese con sus compromisos internacionales después de muerto Franco, diseñó el proceso de remodelación interna del sistema político franquista, tal y como lo demostró Alfredo Grimaldos en su investigación La CIA en España. Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington.
Así pues, la denominada transición política no fue otra cosa que un gran lavado de cara del régimen franquista con el que este se reconvirtió, de la noche para la mañana, en un régimen parlamentarista y constitucional. Un parlamentarismo que conservó todo lo esencial del franquismo como, por ejemplo, sus estructuras de gobierno, los aparatos de represión, innumerables leyes, etc. A esto cabe sumar la integración de la elite política franquista en el régimen instaurado por la constitución de 1978 mediante el conveniente lavado de cara a través de una campaña mediática perfectamente aderezada para el momento histórico, de manera que personajes que venían de las entrañas del franquismo, como el propio Adolfo Suárez o el general Gutiérrez Mellado, pasaron por ser demócratas de toda la vida. De esta forma las grandes familias políticas procedentes del franquismo conservaron sus posiciones de poder en el establishment bajo la nueva fachada parlamentarista con la que este fue revestido, al mismo tiempo que se dotó de la necesaria legitimidad con la que disponer de una adecuada base social que le proveyese de la correspondiente estabilidad. Esto último fue logrado por medio de los pactos de la Moncloa y con la integración de la oposición política que fue cooptada por los mecanismos de poder del franquismo. Gracias a esto la conflictividad social fue desactivada y canalizada a través de y hacia las instituciones establecidas por la constitución de 1978.
La constitución española de 1978 remozó y validó lo esencial del sistema franquista, al tiempo que lo homologaba a los sistemas políticos de Europa occidental. Suele decirse que este cambio significó una apertura que no tenía precedentes si la comparamos con la etapa política precedente. Pero hay que señalar que el régimen franquista como tal, en su etapa final y a pesar de la represión aplicada contra las protestas populares, ya no guardaba los rasgos propios de un sistema dictatorial clásico como, sin embargo, ocurrió en su etapa inicial. Por otro lado la reconversión formal del franquismo en un sistema parlamentario era algo inevitable, en tanto en cuanto era la única salida política que este régimen tenía en el contexto geopolítico de la Europa occidental de la década de 1970. Portugal fue, en cierto modo, un preludio de lo que posteriormente ocurriría en el Estado español, y en gran medida dejaba bien claro el rumbo que debía tomar el desarrollo político de los acontecimientos.
Además de todo lo anterior es importante destacar que la constitución, en esencia, supuso un cambio formal en el marco general del sistema de dominación. El reconocimiento formal de diferentes libertades y derechos fue hecho, a fin de cuentas, a costa de una permanente tutela de la sociedad. En este sentido el Estado español, por medio de innumerables leyes, se encargó de servirse de la constitución de 1978 como instrumento de control y regulación de la población para mantenerla dentro de unos márgenes de conflictividad social aceptables para el propio régimen. Por decirlo de alguna manera la constitución de 1978 sirvió para pacificar a la población al tiempo que la oposición política era incorporada a las instituciones establecidas de las que pasaron a ser sus gestores, todo ello a cambio, claro está, de la más completa impunidad para los principales jerarcas del franquismo responsables de innumerables crímenes y atropellos cometidos tanto durante la guerra civil como durante el propio franquismo. Todo esto viene a hacer de la oposición política que se integró en el sistema constitucional en cómplice de los principales responsables políticos del franquismo, y de los crímenes perpetrados por este régimen.
La naturaleza de cualquier constitución no es otra que la tutela de la sociedad por el Estado. La constitución establece el marco jurídico en el que se desenvuelve dicha tutela con la que el Estado regula, supervisa y gestiona por medio de las leyes las libertades y derechos formales que son otorgados a la población. Pero en la práctica la sociedad permanece cautiva y sometida a la estructura de intereses que representa el Estado y su elite dirigente. Por todo esto la promulgación de la constitución de 1978 no fue otra cosa que una manera de reformar la dominación del Estado español sobre la sociedad, para lo que desarrolló nuevos métodos e instrumentos a partir de las viejas estructuras de poder generadas en su momento por el franquismo. Al mismo tiempo los principales estamentos del statu quo franquista, como militares, policía, jueces, fiscales, altos funcionarios, etc., continuaron en sus puestos y en no pocos casos lograron medrar a la sombra del régimen constitucional.
Pero el régimen del 78 no ha resultado ser imperecedero y con motivo de la crisis económica de 2007 ha entrado en decadencia, a lo que se le unen una serie de condiciones políticas, sociales e institucionales que han contribuido a agravar esa tendencia por la que se desliza cada vez con mayor rapidez. Si en 2011 el movimiento popular 15M fue un claro indicador del estado de evidente deterioro en el que se encuentra dicho régimen, los acontecimientos que han venido sucediéndose desde entonces no han hecho otra cosa que confirmar lo que por todos es sabido. La falta de legitimidad de las instituciones, el creciente descrédito hacia el sistema establecido pero muy especialmente hacia la clase política en particular, se ha combinado con unos constantes, y en ocasiones mayúsculos, casos de corrupción a diferentes niveles, lo que demuestra que, lejos de tratarse de casos aislados son, por el contrario, el claro reflejo de un hecho ya incontestable que no es otro que el carácter eminentemente corrupto del sistema establecido. Nada de esto ha impedido que el descontento social, y eventualmente las protestas populares, hayan sido canalizadas a través de las instituciones por medio de partidos de nueva creación como es el caso de Podemos y Ciudadanos. Sin embargo, el proceso de decadencia del vigente sistema constitucional es lo suficientemente amplio como para descartar que pueda ser solventado con una “mejor representación política” de la sociedad.
La situación de decadencia del régimen del 78 y el hecho de que se dirige a marchas forzadas hacia una crisis política, social e institucional, no ha servido mas que para suscitar la división en el seno de la elite dirigente. Encontramos que los principales partidos del sistema de dominación plantean modelos de país diferentes, y que todo esto ha contribuido a generar confusión entre los máximos representantes del establishment. En lo que a esto respecta las posturas son diversas, pero existe un acuerdo bastante amplio sobre la necesidad de proceder a una reforma general del régimen del 78. Sobre lo que no hay acuerdo es sobre la dimensión de dicha reforma y el contenido de la misma, lo que se ve claramente reflejado en las distintas posturas que los máximos representantes del orden constituido ponen de manifiesto en sus debates públicos. Así, no son pocos los que se plantean una reforma constitucional parcial, y otros que directamente abogan por la redacción de un nuevo texto constitucional con la apertura de un proceso constituyente. La tendencia general en cualquier caso no es otra que la de reformar el actual sistema de dominación para darle continuidad en las próximas décadas, de manera que disponga de la necesaria estabilidad tanto política como social e institucional que le permita afrontar los nuevos retos que se le plantean al Estado español en la esfera internacional. Esta reforma sería en todo caso un gran lavado de cara con el que realizar una serie de cambios cosméticos con los que generar una nueva legitimidad mediante la construcción de unos amplios consensos sociales y políticos. Sin embargo, esta tarea parece ser cada vez más difícil de encarar por la elite dominante en tanto en cuanto persiste el desacuerdo en su seno, hasta el punto de que su división interna es trasladada a la sociedad creando de esta forma un estado de confusión que es en el que actualmente se encuentra el Estado español.
Los movimientos de protesta generados en el año 2011 fueron un toque de atención importante del que una parte de la elite dirigente tomó nota. La aparición de Podemos ha contribuido de manera considerable a pacificar la sociedad mediante una creciente desmovilización popular, y sobre todo a reconducir las protestas fruto del descontento social hacia un régimen que es fuente de toda clase de males. Pero el descrédito de esta formación y de otros partidos de reciente creación no ha servido para reconducir la situación hacia una salida institucional del atolladero en el que se ha metido un régimen, como es el del 78, que ya es incapaz de reciclarse ni de reinventarse. Ante esta coyuntura la crisis política e institucional en Cataluña ha servido para avivar las tensiones internas, lo que ha ahondado en parte la división que arrastra la elite dirigente y que se manifiesta en la debilidad que en el plano gubernamental demuestran las instituciones a la hora de dar respuesta a los diferentes desafíos que se le presentan a distintos niveles. La confusión e indecisión de las elites, ante la ausencia de una hoja de ruta clara a través de la que encauzar el desarrollo de los acontecimientos, únicamente puede contribuir a la permanente improvisación, sobre todo si a ello le sumamos la debilidad política del régimen ante la elevada fragmentación partidista que existe en las diferentes instancias institucionales.
La improvisación es, a fin de cuentas, una constante en la política española desde el s. XIX si exceptuamos el período franquista y las tres primeras décadas del régimen del 78. Se trata de un rasgo inherente del Estado liberal español como consecuencia de los permanentes trastornos políticos y sociales que ha generado, lo que únicamente ha servido para ahondar las sucesivas crisis que han propiciado la experimentación generada por la división política y las persistentes luchas en el seno de la elite dirigente. Así las cosas, no es para nada descartable el comienzo de un nuevo ciclo de inestabilidad y experimentación en el que las distintas facciones de la elite dominante, enrocadas en sus respectivas posiciones políticas, traten de poner en práctica sus correspondientes proyectos políticos al mismo tiempo que no dudan en poner en marcha distintos procesos de politización de la sociedad con los que arrastrar a elementos populares a sus particulares luchas intestinas.
La constitución de 1978 fue una imposición del Estado español para regular y perfeccionar su dominación sobre los diferentes pueblos que abarca. Con la constitución de 1978 no llegó la libertad, pues ninguna constitución ha liberado nunca a ningún pueblo sino que por el contrario lo ha sometido más y mejor a la dominación del Estado y de su elite dirigente. La susodicha constitución ha servido para impedir que la sociedad participe en política, y que por el contrario sea una casta de políticos la que se encargue de monopolizar el debate y la gestión de cuestiones públicas. Este aspecto de la constitución de 1978 deja bien claro el carácter profundamente autoritario del régimen que originó. De este modo la sociedad es completamente marginada de los asuntos que le afectan directamente sin poder participar no sólo en su gestión, sino que ni tan siquiera es consultada su opinión en la práctica totalidad de las ocasiones. Inevitablemente la consecuencia de todo esto es la existencia de un sistema profundamente despótico en el que las necesidades de la sociedad son controladas por una minoría que las utiliza en su propio provecho, y que tiene como resultado la extensión de toda clase de mecanismos de control que derivan en un régimen profundamente opresivo en el que la persona sólo existe como un número, como mercancía, como simple recurso.
Frente al orden burgués y capitalista, con sus sucesivas operaciones de ingeniería política y social, se yergue un cada vez mayor descontento social, pero sobre todo un desencanto hacia las instituciones establecidas así como hacia sus principales representantes. Si bien la apatía y la desmovilización reinantes son perjudiciales para cualquier proyecto de transformación social, es evidente que para un sector de la sociedad el sistema parlamentarista nacido en 1978 ya no tiene nada que ofrecer salvo maldades y perjuicios que sólo redundan en directo beneficio de los poderosos. Este escenario social puede llegar a ser una ventana de oportunidad política para impulsar un cambio de carácter transformador y emancipador, sobre todo a partir de una práctica basada en la autoorganización colectiva. Históricamente está demostrado que cuando la elite dirigente está dividida es débil, y que esa debilidad cuando es aprovechada por el pueblo llano se traduce en fortaleza de este último y en miedo para las elites que se aprestan a hacer concesiones para ganar tiempo y pacificar la sociedad. Pero el que se logre aprovechar esta situación dependerá en gran parte de la capacidad de seducción que tenga la puesta en práctica de ideas revolucionarias dirigidas a construir una sociedad sin clases, y por tanto sin Estado y sin capitalismo. En este sentido la coherencia entre la teoría y la práctica constituye un valor fundamental, especialmente en la medida en que representa la prueba del algodón que sirve para diferenciar los simulacros de la verdadera voluntad transformadora que se manifiesta en la vida cotidiana, y consecuentemente en el cambio de la realidad más inmediata. Sin esto cualquier proyecto transformador sólo es castillos en el aire que el viento de los acontecimientos se lleva volando. De esto dependerá en gran medida que llegue a frenarse el intento de la elite dirigente de reformar el sistema de dominación para darle continuidad por otras 4 décadas más.
Esteban Vidal

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Posted: 02 Dec 2017 10:24 AM PST
El panóptico fue el régimen de control dominante durante la modernidad. El contexto posmoderno trajo consigo un cambio de paradigma, lo cual implica una transformación a todos los niveles. Las principales consecuencias derivadas de esta concepción del mundo son que la Realidad no existe, la Verdad no existe, solo existe la Subjetividad.
La Subjetividad lo configuraría todo, quedando la Realidad reducida a la manifestación de los procesos neuronales, a patrones. Bajo el nuevo paradigma de control social, el apóptico, un concepto acuñado con el filósofo Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto, la táctica es completamente diferente: la cuestión central ha pasado de ser el control de los cuerpos a ser el control de las mentes.
Es necesario afirmar, recurriendo a todos los recursos necesarios, que solo existe una Realidad, que la Realidad es única, y que no existe alternativa. Lo paradógico es que esta aspiración resulta absurda bajo el paradigma filosófico dominante, el Postmodernismo. Afirmar que solo existe una alternativa resulta tan absurdo como afirmar, bajo el paradigma dominante en Ciencias Biológicas, que el ser Humano fue creado hace 10.000 años.
No hay alternativa es el leitmotiv oficial. ¿Cuál es la consecuencia de que el relato oficial no sea construido como resultado de la cultura popular, sino inoculado desde el exterior? Que el futuro es construido por el Otro, y no por el Nosotros. La diferencia extrema de Poder, es decir, la enorme asimetría de fuerzas entre la oligarquía capitalista y la sociedad les ha otorgado la capacidad de imponer su guión, de canalizar con ayuda de la tecnología (paradójicamente un producto social) el imaginario colectivo a través de las regiones del campo sociogenético que a ellos más les beneficia. Ingeniería social, puro y simple conductismo.
¿Cómo ha sido posible esto?, dirán algunos. ¿Por ser su inteligencia superior? No. La clave está en su núcleo ideológico, el pragmatismo, es decir, considerar que el Fin justifica todos los medios necesarios para alcanzarlos. El problema es que parece bastante evidente que el Fin que persinguen la oligarquía Capitalista no aspira a responder a las necesidades de la sociedad, y por ende, a las del individuo, dado que, como apuntó Marco Aurelio, lo que no beneficia al enjambre no beneficia a la abeja.
No hay solución, se dirá. Yo considero que la solución lleva delante de nosotros mucho tiempo, pero que se encontraba en un punto ciego del apóptico, creciendo intuitivamente, cogiendo polvo. Secuestrada y alejada de la vista de todos por los mismos que afirman querer defender nuestras libertades. La solución se ha mantenido durante todo este tiempo abandonada, a la espera de que acabase por autodegradarse, por suicidarse, que es, dicho sea de paso, la principal causa de muerte en el Estado español.
El régimen de control apóptico otorga una importancia central a los procesos de construcción del Relato, lo cual implica que el foco de atención no solo debe ser impuesto, sino también extraordinariamente limitado, lo que equivale a afirmar que la diversidad de subjetividades debe ser extraordinariamente limitada. Es decir, que debe limitarse la Realidad, de acuerdo con tablero en el que se juega bajo el paradigma postmoderno. Esto implica otra curiosa paradoja, y es que el actual régimen de control está obligado a mantener múltiples puntos ciegos, los cuales son aprovechados para ocultar lo no-Real, las subjetividades prohibidas. Ello ha permitido que enormes extensiones del Universo de Posibilidades se hayan conservado a pesar haber sido condenados sin juicio previo.
Una parte del Imaginario colectivo quedó, por decisiones unilaterales de una minoría, abolidas de la Realidad, ocultas del foco de los grandes medios de comunicación, los cuales han tenido durante mucho tiempo el monopolio del derecho a crear Imaginarios, es decir, a crear Realidad. Sin embargo internet dispersó el foco. Permitió descentralizar parcialmente el poder. Y con ello mucho de esos lugares sombríos en los que florecía en silencio todo el potencial que ofrece el campo sociogenético volvió a quedar al descubierto.
Según la teoría del Equilibrio Puntuado, uno de los paradigmas que con más fuerza están emergiendo en las Ciencias Biológicas en los últimos años, las explosiones evolutivas tienen lugar cuando los ecosistemas colapsan. Fuera está el mundo en que vivimos, el cual está colapsando.
Anónimo

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Posted: 02 Dec 2017 10:14 AM PST
Todo lo que se construya desde abajo es bueno….a no ser que se eleve sobre unos pedestales preparados desde arriba…
Cuando está a punto de empezar la campaña electoral y volvemos a contemplar el insufrible espectáculo de la competición entre partidos para cosechar el máximo numero de votos, quizás sea buen momento para hacer balance del intenso periodo de enfrentamiento entre el Gobierno y el Estado Español, por una parte, y el aspirante a  ser un Estado Catalán, por otra. Un enfrentamiento en el que sectores revolucionarios, así como bastantes anarquistas y anarcosindicalistas, se involucraron al considerar que había que tomar partido, que era necesario estar allí donde estaba el pueblo, y que era preciso optar por luchar.
Hoy, la cuestión ya no consiste en saber si tenía sentido colaborar, desde posturas libertarias, con un proyecto cuya finalidad última era la creación de un Estado, ni si era coherente entrar en la contienda liderada por el nacionalismo catalán. Ahora, se trata más bien de saber si la parte del movimiento anarquista que se involucró en esa batalla va a valorar los pros y contras de su andadura, o si, por lo contrario, va a elaborar un relato que le permita justificar su participación en la contienda, buscando la confirmación de que, finalmente, hizo lo más adecuado en una situación ciertamente compleja.
Lo cierto es que los principales argumentos de ese relato ya se están perfilando y apuntan a una mitificación de determinados eventos, magnificándolos en grado sumo. Si se tratase de una simple disparidad en cuanto a la apreciación subjetiva de esos eventos, el tema no sería preocupante, su relevancia radica en que cuando nos engañamos a nosotros mismos acerca de como ha sido el camino que hemos recorrido engendramos una serie de puntos ciegos que enturbian nuestra percepción de como, y por donde, seguir avanzando.
Ese relato recoge el hecho cierto de que el desafío catalán presentaba unas facetas capaces de motivar la participación de quienes se muestran disconformes con el statu quo existente. En efecto, el conflicto desencadenado en Catalunya movilizaba a quienes deseaban avanzar hacia una sociedad más justa y más libre, con tintes de democracia participativa, acompañados de algunas pinceladas anticapitalistas, y se oponían, por mencionar tan solo algunos problemas:
— al régimen del 78, a los vergonzantes pactos de la transición, a la monarquía, a la monopolización bipartidista del poder político, y a la sacralización de la Constitución.
— al gobierno derechista y autoritario de un Partido Popular corrupto y empeñando en recortar derechos sociales y libertades.
— a la represión policial y a la violencia de sus intervenciones.
— a las trabas contra la libre autodeterminación de los pueblos.
Quienes se involucraron en la lucha tienen razón en señalar la pluralidad de los aspectos que justificaban su participación, sin embargo, se auto engañarían si no reconocieran, al mismo tiempo, que las riendas de la batalla contra el Estado Español estaban totalmente en manos del Govern y de sus asociados nacionalistas (ANC y Ómnium Cultural), con el único objetivo de forzar la negociación de un nuevo reparto del Poder, y de conseguir, a plazo, el reconocimiento del Estado Catalán.
También se auto engañarían si no se percatasen que el carácter políticamente, y no solo socialmente, transversal del conflicto catalán respondía, en buena medida, a la necesidad absolutamente imperativa que tenían los artífices y dirigentes del embate contra el Estado Español de construir la única arma capaz de conferirles cierta capacidad de resistencia frente a su potente adversario, a saber: la magnitud del respaldo popular en la calle,donde era vital congregar tantos sectores como fuese posible y, por lo tanto, muchas sensibilidades dispares.
El relato justificativo que está apareciendo descansa fuertemente sobre la mitificación de las jornadas del 1º y del 3 de Octubre, y pasa por la sobre-valoración de la capacidad de auto organización popular que se manifestó en torno a la defensa de las urnas.
No cabe la menor duda de que el 1º de Octubre fue un éxito considerable, no solo por la enorme afluencia de votantes, en una cifra imposible de verificar, sino porque se burlaron todos los impedimentos levantados por el Gobierno. Sin embargo, nos engañamos a nosotros mismos cuando pasamos por alto que si tantas personas acudieron a las urnas fue también porqué así lo pidieron las máximas autoridades políticas del país, desde el Gobierno Catalán en pleno, hasta la alcaldesa de Barcelona, pasando por más del 80% de los alcaldes de Catalunya.
Es totalmente cierto que se desobedecieron las prohibiciones del Gobierno Español, pero no conviene ignorar que se obedecieron las consignas de otro Gobierno y de muchos cargos institucionales.
La mitificación del 1º de octubre se basa también en  magnificar la capacidad de auto organización del pueblo en defensa de las urnas,olvidando que, paralelamente a las encomiables muestras de auto organización, también se contó, en toda la extensión del territorio catalán, con la disciplinada intervención de miles de militantes de los Partidos y de las Organizaciones comprometidas con la independencia (desde ERC a la CUP, y desde la ANC a Ómnium Cultural).  Poner el acento sobre los incuestionables ejemplos de auto organización no debería ocultar por completo la verticalidad de una organización que contó con personas entrenadas durante años a cumplir escrupulosamente y disciplinadamente en las manifestaciones del 11 de septiembre las instrucciones recibidas desde los órganos dirigentes de las organizaciones independentistas.
Ya sabemos, aunque solo sea por propia experiencia, que la desobediencia frente a la autoridad, el enfrentamiento con la policía, y la lucha colectiva contra la represión, procuran sensaciones intensas e imborrables que tejen fuertes lazos solidarios y afectivos entre unos desconocidos que se funden repentinamente en un “nosotros” cargado de significado político y de energía combativa. Eso forma parte del legado  más precioso de las luchas, y justifica ampliamente que las valoremos con entusiasmo, sin embargo, no debería servir de excusa para que nos engañemos a nosotros mismos. Pese a que supuso un fracaso estrepitoso para el Estado Español, el 1º de octubre no marca un antes y un después, y no reúne las condiciones para pasar a la historia como uno de los actos más emblemáticos de la resistencia popular espontánea, y nos auto engañamos si así lo creemos.
El 3 de octubre fue, también,  un día memorable donde se consiguió paralizar el país y llenar las calles con cientos de miles de manifestantes. Sin embargo, si no queremos auto engañarnos y mitificar ese evento, debemos admitir que la huelga general, por mucho que los sindicatos alternativos la impulsaran con eficacia y entusiasmo, nunca hubiese alcanzado semejante éxito de no haber sido porque la “Mesa por la democracia” (compuesta por los sindicatos mayoritarios, por parte de la patronal, y por las grandes organizaciones independentistas) convocó un “paro de país”, y porque el Govern respaldó ese paro de país cerrando sus dependencias y asegurando que no aplicaría la retención de sueldo a los huelguistas.
La constante y multitudinaria capacidad de movilización demostrada por amplios sectores de la población catalana en los meses de septiembre y de octubre ha hecho aflorar la tesis de que el Govern temió perder el control de la situación. Es cierto que el miedo desempeñó un papel importante en la errática actuación del Govern durante esos meses, pero no fue el miedo a un eventual desbordamiento promovido por los sectores más radicales de las movilizaciones el que explica las múltiples renuncias de las autoridades catalanas, sino la progresiva toma de consciencia de que no conseguirían doblegar finalmente a su adversario y que este disponía de los suficientes recursos de poder para penalizarlas severamente.
Un tercer elemento que ciertos sectores libertarios, algunos de ellos involucrados en los Comités de Defensa de la República, están mitificando tiene que ver con la perspectiva de construir una República desde abajo.
Quizás porque he vivido durante décadas en una República (la francesa), quizás porque mis progenitores nunca lucharon por una República, sino por construir el comunismo libertario, y tuvieron que enfrentarse a las instituciones republicanas, no alcanzo a ver la necesidad de situar bajo el paraguas republicano el esfuerzo por construir una sociedad que tienda a hacer desaparecer la dominación, la opresión y la explotación.
No alcanzo a entender la razón por la cual debemos acudir a unos esquemas convencionales, que solo parecen poder distinguir entre Monarquía, por una parte, y República, por otra. Conviene repetir que luchar contra la Monarquía no tiene porque implicar luchar por la República, y que no hay que referenciar nuestra lucha en la forma jurídico-política de la sociedad que queremos construir, sino en el modelo social que propugnamos (anticapitalista, y beligerante contra cualquier forma de dominación). El objetivo no debería expresarse en términos de “construir una república desde abajo”, sino en términos de “construir una sociedad radicalmente libre y autónoma”.
Por eso me parece interesante retomar aquí la expresión utilizada por Santiago López Petit en un reciente texto:(http://www.elcritic.cat/blogs/sentitcritic/2017/11/27/catalunya-com-a-laboratori-politic/) cuando dice: “Desde una lógica de Estado (y de un deseo de Estado) nunca se podrá cambiar la sociedad”, pero insistiendo, por mi parte, en que tampoco se cambiará la sociedad desde cualquier deseo de República”.
Por supuesto, tras la tempestad que ha sacudido Catalunya estos últimos meses no deberíamos dejar que le suceda la calma chicha. Es preciso trabajar para que no se desperdicien las energías acumuladas, para que no se desvanezcan las complicidades establecidas, y para que no se marchiten las ilusiones compartidas. Se trata de no partir desde cero otra vez, sino de utilizar lo hecho para proseguir en otro “hacer” que evite la diáspora militante. Recomponer fuerzas no es tarea fácil, pero para conseguirlo es imprescindible recapacitar acerca de los errores cometidos y, sobre todo, no engañarnos a nosotros mismos magnificando los momentos más espectaculares de las luchas y sobrevalorando algunos de sus aspectos los más positivos.
Por supuesto, sea anarquista o no,  cada persona es libre de introducir una papeleta en una urna si así lo desea, sin embargo, lo último que nos faltaría a estas alturas sería que los anarquistas se involucrasen, aunque solo fuese indirectamente en la actual contienda electoral catalanapensando que esa es la forma de mantener viva la esperanza de un cambio revolucionario, o, más prosaicamente, considerando que esa es la forma de avanzar hacia el punto final del régimen del 78. López Petit lamenta en su texto, antes citado, que en lugar de aceptar participar en unas elecciones impuestas, los partidos políticos no hayan optado por “sabotearlas mediante una abstención masiva y organizada. Esa es, a mi entender, la opción que los sectores libertarios deberían adoptar, y llevar a la practica, de cara al 21 de diciembre.
Tomás Ibáñez
Barcelona viernes 1º de Diciembre 2017

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Posted: 02 Dec 2017 09:30 AM PST
La servidumbre, la sirvienta, la criada, la muchacha, la ayuda, la nana, la cholera, la chacha, la gata, la mucama; a la empleada doméstica se le conoce con infinidad de nombres, despectivamente. Sin embargo es la empleada más importante, paradójicamente también es la mal pagada, la explotada y la esclavizada en un modelo de sociedad que utiliza a los parias como trampolín; como escalera, como el soporte más importante para sostener la explotación de unos para beneficio de otros.
Infinidad de teorías, estudios, conceptos y definiciones se pueden escribir en tomos de tomos, para justificar la existencia de la sirvienta, sin embargo este trabajo no tiene justificación alguna; es la explotación de una mujer para que otra logre el beneficio de la realización profesional y personal. Un sistema que milenariamente ha mantenido el modelo funcional a las minorías.
Gracias a que estructuralmente se la ha negado el acceso a la educación a los parias y a las mujeres en particular, miles de niñas, adolescentes y mujeres se ven obligadas a trabajar en el servicio doméstico, situación que beneficia a muchas familias de la clase media, la burguesía y la oligarquía a quienes en muchos casos les importa un comino la equidad y la igualdad social, porque la inexistencia de éstas las beneficia.
Y así es como vemos, a feministas y a defensoras de derechos humanos, que no están excluidas del sistema y forman parte de éste muchas veces adrede porque “qué culpa tienen ellas si ya estaba así cuando nacieron y para qué ponerse a pelear con él” , las vemos asistiendo a conferencias, dictando seminarios sobre la equidad y los derechos de la mujer, sobre el acceso a la educación, mientras en sus casas hay otras; cuidando a sus hijos, limpiando su casa, planchando su ropa, limpiando sus baños y trapeando sus pisos. Otra que gracias al sistema de la explotación no gana ni el salario mínimo y una carencia de beneficios laborales.
Y vemos cómo milenariamente, familias completas logran el desarrollo, la oportunidad de acceso a la educación superior, mientras otras les sirven de soporte, de piso, de almohada. Esa almohada suave que las cobija y les cuida el sueño a cambio del dolor de ser explotada, insultada, tratada como un mueble viejo, no como persona. Una sirvienta que no se cansa nunca, que no llora nunca, a la que no le duele nada, una sirvienta que no piensa, no ve, no escucha y no habla, solo cuando tiene que decir: sí, señora, sí patrona. Porque si siente, si escucha, si habla, si interactúa como persona será despedida; por abusiva, por salida, por igualada. Por eso existe la sirvienta, por eso existe el trabajo de la servidumbre, porque son tumbas que además limpian la porquería de sus empleadores. Y si vamos más allá, también son la cama para enfriar las calenturas del patrón, sus amigos y sus hijos.
Mientras la patrona y sus hijas logran asistir a la escuela, a la universidad, desenvolverse profesionalmente, la empleada doméstica se pudre entre cuatro paredes, se pudre entre los pisos sucios y las ollas por lavar. Una empleada doméstica que también tiene sueños, que también anhela, que también siente. Una niña, una adolescente y una mujer que sueñan con asistir a la escuela, a la universidad, con cambiar de vida. Madres que tienen hijas que también serán sirvientas, muchas veces de las hijas y de las nietas de sus patronas. Una cadena de injusticia social que beneficia a unas y explota a otras.
¿Por que quién en sus cinco sentidos, quisiera trabajar de sirvienta en lugar de tener acceso a la universidad y realizar sus sueños? ¿Quién cambiaría un escritorio de universidad por un cepillo de lavar baños? ¿Quién cambiaría un salario justo por la explotación de no tener derechos laborales?
Y vemos a través de la historia del tiempo el avance que ha tenido la mujer como género cuando se coloca en el foco a las profesionales y que han salido del hogar para desarrollarse profesionalmente, pero quedan en la oscuridad las miles de parias que son el soporte en la invisibilidad de la explotación. ¿Existe realmente el avance en derechos de género? Tal vez para unas, dependiendo su condición social. Porque el paria, será paria en cualquier lugar.
Con esto no quiero decir en ningún momento que el trabajo del hogar corresponda exclusivamente a la mujer, no se trata de alimentar estereotipos, pero aquí el punto es otro.
Y vemos doctoras, ingenieras, docentes, periodistas, feministas, escritoras, artistas, deportistas de alto rendimiento, empresarias muy exitosas y reconocidas por su humanidad y la excelencia en su trabajo, éxito logrado por esfuerzo propio y el soporte de una niña, adolescente y mujer que no pudo desarrollarse porque su condición de paria la obligó a trabajar en la servidumbre. ¿Injusticias de la vida, del sistema? ¿Cómo una mujer puede desarrollarse profesionalmente, hablar de humanidad y luchar en teoría por los derechos de género teniendo a una empleada doméstica en su casa? ¿Cosas del feminismo burgués? ¿Cosas del aprovechamiento del sistema? ¿Cosas de doble moral?
Y como sabemos que en los males de la sociedad, el del servicio doméstico es perenne, es también urgente que se legislen leyes que las beneficien laboralmente. Que estas mujeres tengan el derecho a un salario justo, de vacaciones pagadas, de los bonos de los que gozan los empleados de cualquier empresa, de los días de enfermedad, del servicio médico. Del horario de entrada y salida con horas extras. Que tengan todos, todos los beneficios laborales. Es lo mínimo que se puede hacer con personas tan importantes en la sociedad. Y es urgente también que deje de existir la explotación infantil, estas niñas y adolescentes no deberían estar trabajando en casas, deberían estar estudiando.
¿Qué sucedería con estas mujeres profesionales el día que quede abolido el trabajo de la servidumbre? ¿Se organizarán en casa con sus familias y ellos mismos limpiarán su propia mierda? Dudo que esto llegue a suceder, porque de la servidumbre se aprovecha el chucho y el coche, ¿ y quién en su sano juicio quiere perder privilegios? Ojalá, algún día, en la memoria familiar y en la memoria colectiva se recuerde quiénes desde las sombras fueron el soporte para el desarrollo de tantas mujeres a través del tiempo.
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com

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Posted: 30 Nov 2017 04:17 PM PST
Confederac.ió nace con el objetivo de ayudar a amantes de la libertad a actuar con fuerza. Queremos crear un espacio que despierte conciencias, que mobilize personas, que refuerce grupos, que conecte redes. La idea surgió en forma de propuesta hace un mes, y hoy ya es una web operativa en fase alfa. Os invitamos a compartir preguntas, invitaciones a la acción, información sobre temas y organizaciones afines...
Confederac.ió explicada en un diagrama
Confederac.ió ofrece una infraestructura libre, un espacio multilingüe donde el machismo, la homofobia, la xenofobia y otros comportamientos agresivos no tienen cabida. El espacio está organizado en áreas de encuentro, toma de conciencia, movilización y activismo a largo plazo. Confederac.ió no es una incubadora de proyectos ni una fuente de información. Queremos promover y ayudar a colectivos y proyectos existentes, no hacerles la competencia creando nuevos.
Confederac.ió da la bienvenida a personas guiadas por la simplicidad, la autonomía, la cooperación y la descentralización. A personas que apliquen menos ego y más naturaleza en los pequeños y grandes problemas. A personas que aspiren a la felicidad para todas. Somos conscientes de que las personas que ya están metidas enb alguna organización van muy liadas y lo último que quieren es un canal más. El público que vamos a buscar es aquél que destina mucha atención a seguir la agenda mediática y a participar en las denominadas "redes sociales" comerciales, el público que busca pero no encuentra maneras de actuar más allá del "me gusta", la manifestación y el voto.
Hay mucha gente que ha perdido la confianza en el capitalismo, la democracia de partidos y los medios de comunicación de masas, pero sigue enganchada y busca alternativas. Hay muchas organizaciones y medios especializados que están trabajando en estas alternativas y que se esfuerzan en conseguir una masa crítica de participación. Unas y otras se buscan en la redes sociales comerciales, en medio de un ruido inmenso, contribuyendo sin querer a la desmovilización y al poder de productos ultracapitalistas y de control social de última generación.
Esperamos que Confederac.ió aporte su granito de arena en la articulación de acciones con una fuerza creciente. Os invitamos a echarle una ojeada y a participar.

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