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Una jornada histórica recupera la
radicalidad feminista
Magdalena
León T.
ALAI
AMLATINA, 08/03/2018.-
La jornada del 8M 2018 marca un antes y un
después en la trayectoria
contemporánea de la conmemoración del Día Internacional de las
Mujeres en buena
parte del mundo. La
convocatoria a una
huelga de mujeres, con un claro mensaje anticapitalista y
antipatriarcal,
contribuyó a recuperar el sentido histórico y la radicalidad
de esta fecha,
tras un período en que la banalización mercantil había
avanzado ya demasiado y
amenazaba con imponerse. La movilización feminista, no
obstante su vitalidad,
no lograba hacerse oír con la fuerza suficiente como para
neutralizar el
despliegue de flores, ofertas y frases asociadas con la
celebración de un ‘feliz
día’.
La
propuesta de una huelga o paro de mujeres aglutinó causas y
alcanzó una
respuesta inédita en no menos de 70 países. España sin duda
tomó la delantera
en extensión y masividad: cinco millones de personas
participaron en las
movilizaciones y centenares de iniciativas, a cual más
creativa, se desplegaron
en su territorio. A la convocatoria de las organizaciones de
mujeres se sumó la
CGT, reforzando el tema del trabajo como eje en un país
asolado por el
neoliberalismo. Las mujeres de los medios, y algunos medios,
pusieron también
lo suyo para el éxito de la jornada.
En
América Latina destacaron las movilizaciones en Argentina,
cuyo potente
movimiento de mujeres fue precursor de esta convocatoria en
2017, y en Brasil,
donde la activación feminista ha sido crucial e incansable en
la resistencia al
gobierno golpista de Temer y su agenda ultra neoliberal. En
México, sumido en
una grave y compleja crisis, las voces se alzaron con igual
fuerza contra el
feminicidio, la precarización laboral, la represión y las
privatizaciones.
Mientras tanto, en Venezuela las ‘feministas, chavistas,
bolivarianas,
revolucionarias… hermanadas en en mismo clamor’, como dice su
manifiesto,
denunciaron ‘la guerra económica, el bloqueo financiero y la
embestida política
internacional dirigida desde el imperialismo norteamericano…
que ataca
fundamentalmente a las mujeres…’, pues supone más esfuerzos y
trabajo para
reproducir la vida cotidiana.
Si
bien hay factores de la coyuntura que dinamizan o aceleran
procesos, no
se trata de una expresión espontánea o episódica. El
pensamiento y la acción
feministas han acumulado en lo que va del siglo experiencias
novedosas,
búsquedas, tejido organizativo, maneras de interpretar la
realidad, resistencias,
propuestas integrales para ‘cambiar el mundo’.
En
América Latina el feminismo se ha expandido y consolidado, con
matices
propios, al calor de intensas décadas en que se han conjugado
resistencias al
neoliberalismo, búsqueda de alternativas sistémicas,
experiencias progresistas.
La posibilidad misma de aludir al feminismo en positivo y no
como estigma se logra
en medio de estos procesos, en los que la presencia de las
mujeres crece y se
diversifica, lo mismo que sus agendas que desbordan lo
sectorial para plantear
transformaciones de fondo, que se resumen pero no se agotan en
las divisas
anticapitalista y antipatriarcal.
Desde
otro espacio y tiempo, el fenómeno mediático desatado con la
campaña Me too, la
ineludible atención noticiosa
de los medios convencionales hacia las protagonistas de los
espacios
comerciales que comparten, contribuyó a instalar un clima
distinto en los
medios. Sea por ‘sensibilidad’ o sea por interés, el enfoque
predominante fue
de denuncia.
Algunos
medios fueron más allá de este desplazamiento de foco de la
banalización hacia la denuncia. En unos casos optaron por
feminizar portadas,
titulares y voces. En otros, por dispensar a las mujeres de su
jornada laboral
para que se sumen al paro. En algunos las mujeres tomaron
posición y se sumaron
a las movilizaciones con agenda propia.
En
los más distintos lugares y contextos las razones para adherir
al paro
fueron múltiples: manifiestos y consignas aluden a
discriminaciones y brechas,
violencias, reclamo de igualdad y autodeterminación, en
términos más amplios
cuestionamiento a un sistema injusto, explotador y depredador,
pero por sobre
todo se expresó la necesidad de colocar el trabajo en el
centro. El trabajo en
su diversidad de formas, funciones y sentidos, el trabajo como
motor del mundo
y de la vida; el trabajo como campo de injusticias y
desigualdades pero también
como eje de las transformaciones para otro orden económico,
social y cultural.
Desde
esta perspectiva, queda en evidencia el sentido pro sistema de
discursos y posturas que proponen ‘incluir’ mujeres sin
alterar condiciones
estructurales, incluso como garantía de continuidad o blindaje
del sistema -en
el sentido, por ejemplo, de lo que postula el FMI-.
Una
celebración que crece en alcance y complejidad, que no deja de
estar en
disputa, pero ahora con una clara hegemonía del feminismo
anticapitalista y
antipatriarcal.
-
Magdalena León es
economista
ecuatoriana, integrante de la Red de Mujeres Transformando la
Economía, REMTE.
URL
de este artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/191507
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