23 de septiembre de 2018
Si hay algo claro en la política argentina es que el gobierno, el club judicial y los grandes medios de comunicación buscan denodadamente meter presa a Cristina Kirchner. Hasta se puede pensar que para ellos se trata del recurso casi mágico que habrá de solucionar todos los múltiples problemas que los acosan. Lo que creen es que esa prisión hasta les permitirá ganar las elecciones de 2019. Le disparan a CFK con toda la artillería que tienen. Si tanto esperan de esa medida carcelaria no es casual ni menor que busquen tan afanosamente conseguirla.
De esto se pueden deducir ciertas conclusiones. Que, por ejemplo, el principal rival que el gobierno visualiza para la prolongación de su mandato es CFK, a quien Jorge Asís –en sus habitualmente atinados comentarios– llama “la Dra.” Asís fue su férreo oponente durante su gobierno, pero ahora se le acerca con respeto ante el devastador paisaje del oficialismo. Otra conclusión es que esa cuasi patética obsesividad del gobierno por ver a CFK entre rejas lo lleva a cometer errores gruesos. El allanamiento de la casa de Calafate fue grosero y brutal. Las excavaciones en el sur no encuentran nada. El mamotreto inquisitorial del juez Bonadío revela más empecinamiento y odio que justeza jurídica.
A su vez, esta persecución abunda en el crecimiento de CFK en las encuestas. Algo resulta evidente: le tienen miedo. Es la principal opositora del gobierno Macri. Es este mismo gobierno el que así lo proclama. Lo hace por medio de la persecución a que la somete. Nadie le importa más. Se trata de destruirla a ella. Se trata de hacerle lo mismo que el gobierno de Brasil le ha hecho a Lula. La prisión del líder brasileño lo obligó a nombrar un reemplazante, que bajó considerablemente en las encuestas. Algo así se espera de la prisión de CFK. Pero Argentina es un país con sus propias leyes. Aquí, los perseguidos despiertan adhesión. Esto también se ve claramente. CFK aumenta su presencia popular a medida que el gobierno la designa como su principal enemiga.
La CFK maldita se transforma en el Perón proscripto de esta etapa desangelada de la historia. No hay para comer, la gente no llega a fin de mes, los sin techo abundan en las calles, el dólar sube, no se puede pagar una deuda que se aumentó desaforadamente, la impericia del equipo gobernante despierta la angustia de la población, los que mandan trabajan para los que más tienen, la policía es temible, ¿cuál es la salida? Muy simple: ¿a qué temen ellos, los temibles? ¿A quién señalan como su enemigo, como su escollo tenaz? En una palabra: ¿cuál es el hecho maldito del país neoliberal? En estos tiempos en que la memoria de John William Cooke nos ha convocado otra vez será útil recordar que ese hombre de genio teórico y militante dijo del Perón injuriado, proscripto y víctima del exilio que era el hecho maldito del país burgués. Fue una coyuntura evidente que se tornó aún más clara por su brillante enunciación. ¿Cuál era el país burgués? El de los intentos también obsesivos por conseguir un país democrático al margen de Perón y el peronismo. Ya el decreto 4161 había prohibido nombrar a Perón, a Evita, al Partido Peronista, pasar la marcha partidaria y muchas cosas más. Se exhibían las joyas de Evita y los autos de Perón. A la salida había un tacho de basura: “Tire aquí su carnet de afiliado al Partido Peronista”. Así, con matices (importante es el caso de Illia que se preparaba para dar elecciones libres y por eso fue derrocado, porque las ganaría el peronismo) transcurrieron dieciocho años. La imagen salvadora de Perón creció enormemente. A toda una generación se la sofocó hasta llevarla a la violencia. El pueblo dijo que el líder volvería en un avión negro. Perón era la imposibilidad de la consolidación del país liberal y antiperonista. El país burgués. Cooke dijo: “El peronismo es el hecho maldito del país burgués”. Perón regresó y fueron dosmillones y medio de seres esperanzados a buscarlo. A este Perón lo habían creado –desde el odio– sus enemigos. Algo semejante sucede hoy con Cristina Kirchner. Quieren demostrar que es ladrona y hasta asesina. No lo consiguen y tornan más fascinante su figura. Si el gobierno y sus aliados son el neoliberalismo, entonces Cristina Kirchner es el hecho maldito del país neoliberal.
Habrá que prestar atención a ciertos sucesos que pueden producirse. Como son muy torpes y tienen mucho odio acaso sea posible que la encarcelen. En esa terrible encrucijada habrá dos países. El de los que salgan a la calle a repudiar la medida. El de los que busquen acercarse a ella para darle su afecto, su amor. Y el de las fuerzas represivas del gobierno. Patricia Bullrich y el mismo Macri ordenarán mano dura. Raúl Zaffaroni, que es un humanista, manifestó su preocupación. “Puede haber muertos”, dijo. Este gobierno ya tiene varios. Y no le importa. Hay que hacerlos responsables desde ya. Saben que el país joven y militante saldrá a la calle. Cuidado. No sean brutos ni brutales. Tiene su costo encarcelar a una militante querida por las bases. Las balas sólo conseguirán aumentar esa adhesión. Y Cristina empezará a gobernar desde la cárcel tal como Perón gobernó desde Madrid. Y los militantes (continuando la línea de quienes ayer decían nada sin Perón) dirán nada sin Cristina.
Estos son hechos que se producirán al margen de nuestros deseos. No es ésta la historia que quisiéramos. Pero es la que sucederá si los errores y las necedades que el odio produce continúan.
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